Schuster, Nicole. - La metrópolis y la arquitectura del poder ayer hoy y mana...
De exóticas a invasoras - Lucero sevillano & Ek del Val.
1. De
exóticas
invaasoras
o
Por su flor lila de singular belleza y
sus extrañas hojas llenas de aire que le
permiten flotar, el lirio acuático se volvió
muy popular a finales del siglo XIX. Tal
era su éxito que se exportó como planta de
jardín desde Sudamérica (principalmente
de Brasil) a muchas partes del mundo.
Nadie imaginó que lo que en realidad se
exportaba era un grave problema; pese a
su apariencia inofensiva, el lirio acuático
crece de manera incontrolable. Su nombre
científico es Eichhornia crassipes y vive
en aguas dulces como canales, presas, ríos
y lagos. Una sola planta puede llegar a pro-ducir
otras 3 000 plantas en sólo 50 días y
cubrir un área de 600 m2 en un año.
Actualmente el lirio está presente en
todos los ambientes acuáticos de Méxi-co,
África, Asia, Australia y Estados
Unidos. Forma gruesos tapetes de gran-des
extensiones que
bloquean canales
de irrigación e im-piden
o dificultan
la navegación y la
pesca. También ele-van
los índices de
evaporación y blo-quean
el paso de la
luz al fondo de los
estanques, afectan-do
el crecimiento
de las microalgas
y disminuyendo la
oxigenación del agua, lo que perjudica a
peces y crustáceos. Además, el lirio acuá-tico
fomenta el crecimiento de insectos
que son vectores de enfermedades como
el dengue y el paludismo. Pero su mayor
impacto en las poblaciones humanas es
que los lirios tienden a reducir o a tapar
el flujo de agua utilizada para irrigar ciu-dades
o zonas agrícolas. Aunque se le han
dado algunos usos locales, por ejemplo en
la región chinampera del Valle de México
como abono verde, alimento de carpas y
para depurar aguas residuales, lo cierto es
que no se ha encontrado una buena estra-tegia
para controlarlo.
Expansión veloz
Las plantas denominadas exóticas (que en
inglés también se conocen como aliens)
son originarias de otros lugares del pla-neta;
suelen llevarse a nuevos ambientes
de manera accidental o con un propósito
específico. No todas son problemáticas,
los científicos británicos Mark Williamson
a
Lucero Sevillano y Ek del Val
Cuando trasladamos plantas de un lugar a otro
del planeta podemos causar graves daños al
ambiente y a nuestra salud.
22 ¿cómoves? Eichhornia crassipes.
2. Schinus terebinthifolius (foto: Forest & Kim Starr).
¿cómoves? 23
y Allistair Fitter calcularon, en 1996, que
aproximadamente el 10% de las espe-cies
exóticas introducidas en un sitio se
vuelven comunes en ese lugar; de éstas el
10% establecen poblaciones y sólo el 10%
de estas últimas causan daño, entonces
se les conoce como invasoras. Así, sólo
una de cada 1 000 especies exóticas se
convierte en invasora; es decir, impacta
negativamente el hábitat o ecosistema
que invade.
Las plantas invasoras son capaces de
adaptarse a las nuevas condiciones am-bientales
e incrementar sus poblaciones y
expandirse por sí solas rápidamente —so-bre
todo en ambientes similares a su lugar
de origen—, desplazando o eliminando
otras especies que habitan naturalmente
en un ecosistema.
Aunque muchas de las plantas que se
consideran invasoras son introducidas ac-cidentalmente,
otras, como el lirio acuá-tico,
se introdujeron intencionalmente en
calidad de plantas ornamentales sin prever
su impacto. Por ejemplo, se estima que en
Florida, Estados Unidos, de las 25 000
especies exóticas que se han introducido
como plantas ornamentales para cultivo,
más de 900 se han escapado de los cultivos
convirtiéndose así en especies invasoras.
Entre ellas encontramos el cerezo de na-vidad
(Schinus terebinthifolius), el árbol
pulpo (Schefflera actinophylla), el hele-cho
trepador (Lygodium japonicum) y el
jazmín (Jasminum dichotomum).
Una vez establecidas, las plantas in-vasoras
pueden persistir mucho tiempo,
difundirse y amenazar la diversidad bio-lógica.
Esto se debe a que alteran la es-tructura
de las comunidades vegetales al
competir por los nutrientes, el agua y el
espacio con las plantas nativas, desplazán-dolas.
Es el caso del zacate buffel (Cen-chrus
ciliaris), un pasto originario de Asia
y África, que invade las zonas tropicales,
subtropicales secas y áridas de México. El
buffel que se introdujo como pasto forra-jero
en el norte de México ha empezado a
extenderse sin control, particularmente en
Sonora. Su mayor impacto es que provoca
fuertes incendios que dañan a las especies
nativas. Además reduce la diversidad de
especies nativas y se ha demostrado que es
una amenaza directa para algunas especies
de plantas en peligro de extinción.
Al causar la extinción de las plantas
nativas, las invasoras se convierten tam-bién
en el único re-curso
para animales
y microorganismos;
muchas veces éstos
no pueden alimentarse
de las nuevas plantas
y por lo tanto llegan a
extinguirse también.
Las especies invaso-ras
pueden ocasionar
otros daños al ambien-te,
como la saliniza-ción
de los suelos o
la desecación de los
cuerpos de agua, y
afectar la economía y la salud humana.
Por todas estas razones, a las especies in-vasoras
se les considera la segunda causa,
después de la deforestación, de la pérdida
de biodiversidad en el planeta.
Enemigos naturales
Determinar por qué algunas especies de
plantas exóticas se convierten en invasoras
y son tan problemáticas ha sido motivo
de investigaciones muy extensas en todo
el mundo. Entre otros, Marcel Rejmanek
de la Universidad de California, en Davis,
y David Richardson de la Universidad
Cape Town, en Sudáfrica, plantearon en
1996 que las características fisiológicas
de estas plantas les permiten crecer y
reproducirse a tasas muy altas. Por ejem-plo,
es común que las malezas tiendan a
crecer muy rápido y a producir de manera
constante muchas flores y semillas; eso
les da grandes ventajas para competir con
especies nativas por espacio y nutrientes,
y generalmente ganan.
Una segunda hipótesis, de Michael
Crawley, del Imperial College, en Inglate-rra,
tiene que ver con el ambiente adonde
lleguen las plantas exóticas. Los ecosiste-mas
en los que ocurren desastres naturales
como incendios y huracanes son particu-larmente
susceptibles a la invasión de estas
especies, que aprovechan los espacios y
recursos disponibles. No es sorprenden-te
que en Florida, adonde con frecuencia
llegan huracanes, haya muchas plantas
invasoras. También los ecosistemas altera-dos
por los seres humanos con la tala o el
cambio de uso de suelo para agricultura o
ganadería son muy vulnerables a las inva-siones
de plantas y otros organismos.
La última hipótesis, y tal vez la más
citada, es la “de liberación de enemigos
naturales”. Propuesta originalmente por
Charles Elton de la Universidad de Oxford
en 1958, y ampliada por Ryan Keane y Mi-chael
Crawley en 2002, señala que en el
sitio al que llegan las especies invasoras,
éstas se liberan de sus enemigos naturales
herbívoros y patógenos. Al no tener que
lidiar con ellos, pueden crecer y reprodu-cirse
más rápido que en su ambiente nati-vo,
en parte porque no tienen que invertir
energía y recursos en producir defensas
(por ejemplo, espinas o toxinas). Esta hi-pótesis
es la base de una de las estrategias
que se utilizan para controlar estas plantas,
el llamado control biológico. Un ejemplo
es el de la hierba conocida como frailecillo
(Lythrum salicaria), que fue introducida
en Norteamérica desde Asia y Europa a
principios de 1800 y se convirtió en una de
las plantas invasoras más agresivas hasta
que en 1997 se liberaron tres especies de
escarabajos herbívoros que se la comen;
desde entonces la han mantenido contro-lada
en Estados Unidos.
Estamos rodeados
Las plantas invasoras están presentes en
todos los continentes e islas, en ecosis-temas
terrestres y acuáticos, y en zonas
templadas y tropicales. En general la
introducción de especies nuevas en un área
en particular se relaciona con actividades
humanas. El aumento actual del número
de plantas invasoras obedece en parte a
que los sistemas de transporte terrestre,
aéreo y acuático son hoy mucho más
eficientes, y se pueden trasladar plantas
de una parte del mundo a otra con mucha
rapidez. Algunos investigadores mexi-canos,
como el Dr. Francisco Espinoza-
García, del Centro de Investigaciones
en Ecosistemas y el Dr. José Villaseñor,
3. del Instituto de Biología (ambos de la
UNAM), han demostrado que el número
de especies de plantas exóticas en un sitio
también está correlacionado con el tamaño
de las poblaciones humanas o con los nive-les
de alteración causada por humanos. En
sitios con poblaciones humanas grandes
o muy alterados es común encontrar más
especies invasoras.
En México, el estudio de las plantas
invasoras es relativamente reciente. La
Comisión Nacional para el Uso y Conser-vación
de la Biodiversidad (CONABIO)
ha realizado un esfuerzo importante en
los últimos años para recabar información
acerca de la situación de estas especies en
nuestro país, recurriendo a especialistas
nacionales y extranjeros. Gracias a este
esfuerzo, sabemos que de las 100 especies
invasoras más dañinas del mundo (inclu-yendo
plantas, animales, y otros organis-mos),
de acuerdo con la lista publicada por
la Unión Internacional para la Conserva-ción
de la Naturaleza (UICN, actualmen-te
Unión Mundial para la Naturaleza), al
menos 46 se encuentran en México. De
esas 46, diez son nativas de México pero
han sido reportadas como invasoras en
otras partes del mundo. El Dr. Francisco
Espinoza-García ha sugerido que el nú-mero
de especies exóticas en nuestro país
podría estar subestimado porque algunas
de ellas todavía tienen poblaciones peque-ñas
y no son evidentes. Lo cierto es que
hay especies de plantas invasoras en casi
todo el territorio nacional.
Los costos
Las plantas invasoras —llama-das
malezas en la agricultura—
pueden tener un gran impacto
en la economía y en la salud
humana. Se estima que cada
año reducen en más de 10% las
cosechas. Aunque en México
no se tienen estimaciones de los
costos económicos asociados a
la presencia y control de plantas
invasoras en sistemas agrícolas,
se piensa que éstos pueden ser
muy altos. En otros países las
cifras son alarmantes. David
Pimentel y sus colaboradores
de la Universidad de Cornell
estimaron, en 2005, los costos
ocasionados por la presencia y
el control de especies invaso-ras
24 ¿cómoves?
en dólares americanos por año: en
Estados Unidos $120 000 millones; en
Sudáfrica $7 000 millones; en el Reino
Unido $12 000 millones; en Brasil $50 000
millones y en India $117 000 millones.
Aunque los efectos sobre la salud hu-mana
están relacionados generalmente con
animales o micoorganismos, las plantas
invasoras también causan problemas. Un
ejemplo es uno de los árboles invasores
del sur de Florida proveniente de Austra-lia,
Melaleuca quinquenervia, pariente
cercano de los eucaliptos. Las flores de
este árbol producen millones de granos
de polen y aunque la polinización es por
abejas, y por lo tanto no es común que el
polen se encuentre flotando en el aire, se
ha reportado que puede producir reaccio-nes
alérgicas. Melaleuca también llega
a causar dermatitis en algunas personas
que tienen contacto con los aceites de la
corteza y las hojas de estos árboles. Pero
sus efectos más negativos no son sobre las
poblaciones humanas, sino en ecosistemas
naturales únicos, como los de Florida y de
varias islas del Caribe.
Árbol temible
Las plantas invasoras son malas para las
ciudades y para los ecosistemas natura-les.
Al ser más competitivas, hacen a un
lado a las plantas nativas porque reducen
la disponibilidad de luz y nutrientes, y
propician la acumulación de hojarasca y
ramas en el suelo. En los grandes man-chones
de Melaleuca en Florida no se
puede encontrar ninguna otra especie, ni
siquiera pastos ni plántulas de la misma
Melaleuca porque los grandes árboles
(de 15 a 21 metros de altura) impiden
que entre la luz. Tampoco está presente
la fauna que solía visitar los bosques de
cipreses de Florida, ahora invadidos por
Melaleuca. Un espacio que es ocupado
y alterado por plantas invasoras difícil-mente
estará de nuevo disponible para las
especies nativas, al menos a corto plazo.
En este sentido, las plantas invasoras
alteran la composición de los ecosistemas
—es decir, modifican la identidad de las
especies que se encuentran en un sitio— y
generalmente reducen la diversidad bioló-gica.
De hecho, las especies invasoras más
agresivas como Melaleuca se extienden
muy rápido y convierten ecosistemas con
una gran riqueza de especies en mono-cultivos
donde sólo la invasora crece.
Esto también trae como consecuencia la
alteración de las características bióticas
y abióticas del ecosistema. Por ejemplo,
las interacciones que las plantas nativas
establecen con insectos, mamíferos y otros
organismos se modifican o desaparecen
porque la invasora domina el paisaje.
Muchas plantas invasoras también alteran
las características físicas y químicas del
suelo, la productividad de un ecosistema,
la frecuencia de incendios naturales, los
ciclos hidrológicos y los de nutrientes.
Myrica faya, un arbusto que ha inva-dido
casi todas las islas hawaia-nas,
es uno de los más claros
ejemplos de que una sola especie
invasora puede tener impacto en
todo el ecosistema. Esta especie,
que es fijadora de nitrógeno (ver
¿Cómo ves? No. 150), ha alte-rado
los ecosistemas que inva-de
al cuadruplicar la cantidad
de nitrógeno en el ambiente, lo
que incrementa la fertilidad del
suelo pero beneficia mucho más
a otras especies invasoras que a
las nativas.
En cuanto a los daños de
las plantas invasoras en ciuda-des,
podemos mencionar a los
eucaliptos. Casi todos estamos
familiarizados con estos árboles
originarios de Australia que han
invadido, con nuestra ayuda, mu-chas
ciudades en todo el mundo.
Lythrum salicaria.
4. ¿cómoves? 25
Aunque los eucaliptos tienen beneficios en
términos económicos por la producción de
papel, a nivel ecológico desplazan especies
nativas, reducen la biodiversidad, erosio-nan
el suelo, e incluso pueden provocar
incendios, pues sus hojas, tallos y corteza
tienen aceites que arden con mucha faci-lidad.
También consumen grandes canti-dades
de agua, que de lo contrario estaría
disponible para los humanos. Cuando son
muy grandes y viejos, los eucaliptos em-piezan
a perder grandes ramas y eso causa
accidentes.
Control estratégico
La mejor estrategia para impedir que
una planta se convierta en invasora es
conocer sus características fisiológicas y
ecológicas, y su situación en otras partes
del mundo. Si una especie no es problemá-tica
en un lugar pero se ha reportado que
lo es en otras partes del planeta, debe ser
considerada riesgosa. Si la planta es inva-sora
en otras partes del mundo, una buena
estrategia de prevención es observarla y
estudiar qué tan rápido están creciendo
sus poblaciones antes de que se convierta
en un problema.
Cuando una planta ya es invasora en
un sitio, hay diversas estrategias para con-trolarla;
entre ellas, la remoción manual o
mecánica cuando se trata de plantas herbá-ceas
que no se han extendido demasiado.
Desafortunadamente, para casos como el
del lirio acuático esto no funciona. Otra
estrategia es promover el crecimiento y
reproducción de especies nativas com-petidoras.
Por otro lado, la aplicación de
herbicidas y las quemas controladas en
áreas en donde crecen invasoras pueden
funcionar con especies que han invadido
grandes extensiones, aunque esto a veces
trae otros problemas, como quemar tam-bién
a las especies nativas. Incluso se sa-be
de casos, como el de
Melaleuca, en los que los
herbicidas y las quemas
no las matan, sólo retra-san
su crecimiento.
Una de las estrate-gias
más controvertidas
es el control biológico,
que implica la utiliza-ción
de otros organismos,
como herbívoros o pa-tógenos,
para reducir el
crecimiento poblacional
de plantas invasoras. Un caso muy sona-do
es el del nopal tunero de Sudamérica
(Opuntia stricta), que invadió Australia a
principios del siglo XIX y se pudo con-trolar
únicamente con la introducción de
una palomilla (Cactoblastis cactorum)
que se comió a casi todas esas plantas.
Pero la palomilla ha empezado a expan-dir
sus horizontes y su dieta, y a comerse
plantas que no debería. Ha llegado inclu-so
a las fronteras de México. De ahí la
importancia de hacer experimentos muy
controlados (por ejemplo en instalaciones
de cuarentena) de cómo los agentes de
control biológico pueden afectar el creci-miento
y/o la reproducción de las plantas
invasoras, pero también de otras plantas
que estén emparentadas y que podrían ser
atractivas para estos bichos. Si afectan a
otras especies, particularmente las nati-vas,
entonces esos agentes no son buena
opción. Además de los experimentos en
condiciones controladas, se pueden rea-lizar
simulaciones matemáticas en com-putadora
de los efectos de los agentes de
control biológico sobre las poblaciones de
la invasora a mediano y largo plazo. Ac-tualmente,
la utilización de organismos
como controles biológicos está muy re-gulada
y los agentes seleccionados tienen
que cumplir con muchas características y
pasar diversas pruebas para que puedan
ser liberados en sitios en donde crece la
especie invasora.
La estrategia más efectiva para el con-trol
de plantas invasoras se conoce como
plan integral de manejo. Este plan utiliza
información de las características fisioló-gicas
y ecológicas del ciclo de vida de las
plantas invasoras, así como su variación en
las condiciones ambientales donde habita,
para combinar los métodos disponibles de
control —mecánicos, químicos y biológi-cos—,
a fin de que tengan la mayor efec-tividad
posible en términos económicos,
sociales y ambientales.
Cuidar la flora nativa
Es muy importante reconocer que como
humanos hemos causado cambios drás-ticos
en el ambiente, particularmente en
los últimos años, y que las especies inva-soras
son un componente importante de
esos cambios. Nuestra forma de concebir
y relacionarnos con la naturaleza debe
modificarse, a fin de que seamos parte
integral —y no los dueños— del planeta.
Los humanos no somos la única espe-cie
afectada por enfermedades y plagas.
Muchas especies están constantemente
amenazadas por otras especies invasoras
que nosotros hemos trasladado de un la-do
a otro con el fin de satisfacer nuestras
necesidades. Conocer la flora nativa de
nuestros alrededores sin duda nos llevará a
fascinarnos con la gran diversidad de plan-tas
que existen naturalmente, y eso dismi-nuirá
la gran demanda de especies exóticas
que pueden convertirse en invasoras.
También hay que evitar comprar plan-tas
que sabemos que son invasoras, como
el lirio o el eucalipto, y no traer especies
de otros lugares solamente porque son
bonitas: podrían ser plantas invasoras en
potencia. No permitamos que una flor de
jardín se sume a la lista de plantas inva-soras
en México.
Para nuestros suscriptores
La presente edición va acompañada por una guía
didáctica, en forma de separata, para abordar en el
salón de clases el tema de este artículo.
Más información
Flor de Melaleuca (foto: Lucero Sevillano)
Lucero Sevillano es bióloga por la UNAM; estudió el
doctorado en la Universidad de Miami, en Florida, EUA.
Actualmente es investigadora postdoctoral en el CIEco-
UNAM, y estudia las plantas invasoras para proponer
estrategias eficientes para controlarlas.
Ek del Val es bióloga, estudió el doctorado en el Imperial
College de Londres, Inglaterra. Actualmente trabaja en
el Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM.
• March Mifsut, Ignacio y Maricela
Martínez Jiménez (Coords.), Especies
invasoras de alto impacto a la
biodiversidad: prioridades en México,
IMTA/The Nature Conservancy/
CONABIO, México, 2008.
• www.conabio.gob.mx/invasoras/
index.php/Preguntas_frecuentes
• www.cec.org/Storage/35/2623_
SOE_InvasiveSpecies_es.pdf