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Organizadores
Josanan Alves de Barros Junior – Mordomia Cristã ULB
Daniel Urias Villar Espinoza – Mordomia Cristã UPS
Ministerio de Mayordomía Cristiana
de la División Sudamericana
SEÑOR
Perlas
para el día del
MEDITACIONES PARA LA PUESTA DE SOL
2016
Ministerio de Mayordomía Cristiana
de la División Sudamericana
1ª Edición: 410 mil ejemplares
2016
Coordinación editorial: Vanderlei Dorneles
Edición: Rubens da Silva Lessa e Vanderlei Dorneles
Revisión: Mariângela Lehr
Selección de material: Erleni Martins Nemes
Proyecto gráfico: André Rodrigues
Programación visual: Thays Lóia
Tapa: Thays Lóia
Imagen de tapa: © Galyna Andrushko | Fotolia
Traducción y revisión - español: Depto. Traducción DSA
IMPRESO EN BRASIL / Printed in Brazil
Los textos bíblicos citados en este libro fueron extraídos de la versión Reina–Valera
1960, salvo que se exprese lo contrario.
Impresión y terminación: : Casa Publicadora Brasileña
Tipologia: Fairfield 10/11,5 – 11782/33494
Si tiene una historia inspiradora para compartir, escriba a
testemunho@adventistas.org.br
Presentación
¿Quién nunca vio su propia vida en por lo menos una de estas medita-
ciones para la puesta de sol del sábado? Todos los años, estas historias
reales revelan que la mano de Dios permanece sobre su pueblo, mientras este
busca preservar y vivir verdades que el resto no acepta.
Además de servir de incentivo a la fe de los lectores, este material, na-
turalmente, atrae la atención de personas de prácticamente cualquier edad.
Por eso, está destinado a ocupar un lugar importante en el culto familiar,
considerado informalmente como el más importante de la semana, el culto
del viernes a la puesta de sol, cuando normalmente las familias dedican un
poco más de tiempo a adorar.
Siempre es bueno recordar que el culto familiar es una parte muy im-
portante del pacto entre Dios y su pueblo. Y si quiere saber más sobre cómo
realizarlo, solo debe leer el capítulo 78 del libro Conducción del niño, que
coincidentemente es parte de la colección Mensajes de esperanza.
Deseo que estos testimonios y los videos del Probad y ved (que puede
volver a ver en YouTube) sirvan de gran incentivo para su vida espiritual.
Marcos Faiock Bomfim
Mayordomía Cristiana
División Sudamericana
4 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
1º de enero
La salvación en la basura
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde
huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7).
Apesar de venir de un hogar tradicionalmente cristiano, no me animaba a
asistir a la iglesia o a leer la Biblia. Era cristiano por fuera, pero no tenía
la esencia del verdadero cristianismo. Ya había visitado varias congregacio-
nes, pero no me interesaban los temas espirituales. Respetaba a todos los
credos, pero consideraba que ser cristiano era igual a estar preso.
Mi visión verdadera de la salvación comenzó en el 2010, cuando camina-
ba por una calle cerca de mi barrio. En una esquina había un terreno baldío,
con un montículo de basura y escombros. Al observar un librito amarillento en
medio de la basura, fijé los ojos en la pequeña planta que brotaba de la tierra
seca y quebrada, en la tapa. No le di demasiada importancia, pues pensé que
era un libro más de autoayuda. Sin embargo, para mi sorpresa, una sensación
incómoda me hizo volver y tomar aquel librito titulado Todavía existe esperanza.
Me lo llevé a casa, pero no me interesaba leerlo. Algunos días después, en
una tarde tranquila, me tomé algunos minutos para hacerlo. Me maravillaron
tanto los textos profundos y verdaderos, que terminé la lectura en menos de una
semana. Esas grandes verdades que no había conocido antes estaban desper-
tando mi deseo de estudiar la Biblia. Al final del libro, estaba la dirección de la
Casa Publicadora Brasileña, editora de la obra. Les escribí una carta contándo-
les sobre las bendiciones y los cambios en mi vida, como fruto del estudio de las
Sagradas Escrituras.
No solicité ningún material; pero, algunos días después, me enviaron varias
revistas, libros y estudios cristianos. Decidí volver a asistir a la iglesia y comencé
a visitar varias denominaciones, ya que estaba dividido entre varias iglesias. Fue
en ese tiempo cuando oré a Dios para pedirle una posición concreta sobre la
iglesia baluarte de la Verdad de la cual debía ser miembro. Él escuchó mi clamor
y me dio la respuesta después de terminar la serie de estudios “Escuchando la
voz de Dios”.
Cierto día sentí que el Espíritu Santo me hablaba y me invitaba a ir a la Igle-
sia Adventista. Las canciones, las oraciones y el mensaje tocaron mi corazón y,
a partir de aquel día, incentivado por el Espíritu Santo, tomé mi decisión. Siete
meses después, descendí a las aguas bautismales.
Alex Gomes Moraes
Feira de Santana, BA (Unión Este Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 5
8 de enero
La mejor decisión
“Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán,
si oyeres la voz de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 28:2).
Enrique y su familia viven en una de las ciudades satélite del Gran Buenos
Aires; viven en la ciudad de José C. Paz desde hace cinco años. Él es pana-
dero y trabajaba arduamente para mantener su hogar. Sus jornadas de trabajo
eran agotadoras y no tenía ni un día de descanso. Todas las semanas el ritmo
era el mismo, de domingo a sábado. La lucha era muy difícil.
Su esposa, María Lorena, y los hijos comenzaron a asistir a la iglesia
adventista y a conocer no solo los consejos divinos sino que también las pro-
mesas del Señor para los que son fieles. Poco a poco, Enrique fue conociendo
a Dios y su voluntad. Primero por el testimonio de la familia y después de
forma personal. Día a día iba creciendo en él el deseo de ser fiel a Dios.
Siempre que era posible, él asistía a algún programa especial de la iglesia.
Muchas veces fue invitado a tomar la decisión por Cristo, pero su fe todavía
se estaba desarrollando. Enrique ya sabía cuál decisión tomar, pero dudaba
de sí mismo. Guardar el sábado y las demás enseñanzas no sería fácil. Mien-
tras pensaba, su esposa oraba.
Con el tiempo, se fueron acumulando una serie de dificultades en el tra-
bajo. Cerca de fin de año, sus patrones salieron de vacaciones, atrasando el
pago de su salario. Era 31 de diciembre y él solo tenía 200 pesos. ¿Qué podría
hacer con esa suma? La perturbación por no estar haciendo la voluntad de
Dios coincidía providencialmente con las dificultades en su trabajo. Después
de dos días de descanso y reflexión, él tomó la decisión de renunciar a su
única fuente de ingresos. Con serenidad, más firmemente, decidió ser fiel a
Dios en cada decisión posterior. Aunque con un futuro incierto, él creía que
había tomado la decisión correcta, así que, sintió una dulce paz.
Al día siguiente, sin ninguna referencia sobre él, otra panadería lo llamó
para una entrevista de trabajo. Él fue a la entrevista y explicó que tenía una
sola condición: tener el sábado libre. Sin cuestionarlo, su pedido fue aceptado.
Y aun le ofrecieron un contrato básico de diez mil pesos mensuales. Enrique
no lo podía creer y, agradecido, elevó una oración al cielo. La decisión más di-
fícil que tuvo que tomar en la vida fue la mayor bendición para él y su familia.
Quien toma la decisión de poner a Dios en primer lugar, entrega la vida
en las manos cuidadosas de nuestro bendito Señor y Salvador.
Enrique e Lorena Cabral
Buenos Aires,Argentina (Unión Argentina)
6 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
15 de enero
Dios ve
“Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa
de Jehová tu Dios” (Éxodo 23:19).
Cuando Raimunda Pereira comenzó a estudiar la Biblia, el tema del diezmo
le llamó mucho la atención. Pronto entendió que la fidelidad a Dios también
se extendía al compromiso de honrarlo con los recursos financieros y, en ese
momento, comenzó a devolver el diezmo de sus ingresos. Con el paso del tiempo,
Raimunda sintió el deseo de separar el 10% también para la ofrenda. Sin em-
bargo, ella sabía que, a fin de mes, esa suma podía faltarle para pagar sus gastos
y deudas. Creyendo que Dios supliría sus necesidades, también entregó su vida
financiera en las manos divinas. Ni bien recibió el sueldo de aquel mes, separó el
20% para llevarlo a la iglesia. Con el resto de la suma pagó varias cuentas, pero
le faltó más o menos lo equivalente a 300 dólares para pagar todas las deudas.
En oración, Raimunda reafirmó una vez más delante de Dios el deseo de su
corazón y le pidió que le mostrara un medio a través del cual pagar lo que faltaba.
Pocos días después, Raimunda se encontró con unos amigos a los que ella
había ayudado económicamente en un momento de necesidad. A pesar de nunca
haberles pedido que se lo devolvieran, ella nos cuenta que la familia beneficiada,
a manera de agradecimiento, le entregó un sobre con un valor simbólico, mucho
menor que el valor que ella les había dado. Sin embargo, el sobre contenía el valor
exacto que Raimunda necesitaba para pagar sus cuentas.
De esa manera, Raimunda tuvo la certeza de la acción divina en su vida, ya que
ella no le había contado a nadie sobre la suma que necesitaba. En ese momento,
renovó el compromiso con Dios de continuar devolviendo el 10 % de diezmo y sepa-
rando otro 10 % para las ofrendas. Además de diezmar y ofrendar todos los meses,
sintió el deseo de hacer algo más y se convirtió en un Ángel de esperanza, enviando
sus recursos a la TV Nuevo Tiempo, para que otras personas conozcan a Cristo.
“Dios ha dispuesto que la proclamación del Evangelio dependa de las labores
y dádivas de su pueblo. Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen los
ingresos de la obra del Señor. De los medios confiados al hombre, Dios reclama
cierta porción: la décima parte. Los deja libres a todos de decir si han de dar
o no más que esto. Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del
Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el
voto no tiene ya ningún derecho a la porción consagrada” (Elena de White, Los
hechos de los apóstoles, p. 61).
Raimunda Almeida Pereira
Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 7
22 de enero
Decisión correcta
“En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y
vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os
santifico” (Éxodo 31:13).
Desde pequeño, me enseñaron a guardar el sábado, porque ese día es el “cum-
pleaños de Dios”. Sin embargo, cuando fui a la universidad, mi fe se debilitó.
En los dos primeros años, le fallé a Dios y asistí a clases los sábados. Fui persua-
dido por mis profesores de que faltar a las reuniones de la iglesia por una buena
causa no estaba mal. De esa manera, mi vida espiritual comenzó a decaer. Aun-
que mis notas eran las mejores, no compensaba el vacío espiritual que sentía.
En el quinto semestre, decidí cambiar de rumbo. Sin embargo, en aquel se-
mestre, las clases serían con el profesor más temido de la universidad. Para él,
no había trabajo perfecto y, si acumulábamos tres faltas, ya estaba en peligro la
materia. No nos aceptaba ni un atraso de un minuto y todas sus clases eran en
sábado. Él enseñaba los sábados porque los otros días de la semana trabajaba
como director de prensa de un importante canal de televisión.
Ser fiel o perder un año: ese era mi dilema. Le pedí ayuda a Dios y, pro-
videncialmente, el testimonio de Probad y ved de aquel sábado mostraba un
joven universitario que era fiel, a pesar de que le habían puesto pruebas en
sábado. En aquel culto, el pastor predicó sobre la fidelidad en la observancia
del séptimo día. Era Dios quien me estaba hablando de manera personal. En-
tonces, decidí serle fiel bajo el riesgo de perder el año lectivo.
El lunes conversé con el profesor. Él me miró y me dijo: “Si no asistes a
clases, reprobarás. Piensa bien si te conviene perder un año”.
Esas palabras me hirieron y fui a buscar a la directora de la carrera. Ella me
dijo casi lo mismo pero agregó: “Hay muchos jóvenes adventistas que estudian
en sábado. Piénsalo bien porque podrías perder un año”. Eso me dolió aún más,
porque yo había flaqueado antes, y le había dado un mal testimonio a la escuela.
Y para complicar aún más la situación, el mes en el que comenzaría aque-
lla materia, operaron a mi madre por un tumor. Sin embargo, un día, en el
hospital, una compañera de clase me dijo que la directora de la carrera me
estaba buscando con urgencia. Inmediatamente, la llamé y me informaron que
el rector me había autorizado a cursar la materia otro día y que debía ir inme-
diatamente a la universidad. No pude contener las lágrimas. Lloré de alegría y
oré en agradecimiento a Dios por su intervención.
Richard Nelson Carpio Ramírez
Pirai (Unión Boliviana)
8 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
29 de enero
Dios de imposibles
“Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres,
es posible para Dios” (Lucas 18:27).
Corría el año 2004 y yo me estaba preparando para entrar en una de las
mayores empresas de Brasil, la Moto Honda de Amazonas, lo que para mí
significaba la realización de un gran sueño. Yo estaba feliz porque ese sería
mi primer empleo. Aparentemente, todo iba bien hasta que caí en una terri-
ble depresión y también comencé a sufrir ataques de pánico. Con el sistema
emocional afectado, me alejé de todos, tanto en el trabajo como también en
mi casa, y solo me pasaba una cosa por la cabeza: el suicidio. Al ver mi si-
tuación, mi hermano Sergio y mi madre, fervientes adventistas, me invitaron
a la iglesia un sábado. Sergio me dijo: “Estoy seguro de que Dios te sanará”.
Desde aquel sábado, comencé a asistir a la iglesia adventista hasta que el
pastor del distrito, Nilson Pereira, fue a mi casa y me preguntó si no quería
bautizarme con mi esposa. Y aceptamos.
Sin embargo, había un “problema”: cómo iba a guardar el sábado en una
empresa que no paraba nunca. Yo trabajaba en el tercer turno, o sea, del viernes
a la noche al sábado de mañana. La fecha de mi bautismo era el 8 de marzo del
2008. Entonces, decidí hablar con mi jefe. La respuesta fue: “¿Acaso te volviste
loco? Con tantas iglesias por ahí, ¿justo te fuiste a meter en eso? No te daré el
sábado libre. Si quieres, ve a RRHH y presenta la renuncia”.
Llegó el viernes de noche y no fui a trabajar. El sábado por la mañana, la
iglesia preparó una linda fiesta bautismal y mi esposa y yo nos bautizamos. ¡Ese
fue el mejor día de mi vida! Desde ese día, no fui a trabajar nunca los sábados
a la empresa y esas faltas me las descontaban del sueldo, pero Dios no permitió
que nada faltara en mi casa.
Cuando cumplí cuatro años en la empresa, en julio del 2008, mi jefe me
llamó para darme la evaluación anual. De todos mis compañeros que también
cumplían un año más de trabajo, ¡solamente a mí me aumentaron el sueldo! Él
me dijo: “El superior te dio los sábados libres. A partir de hoy, ya no te pondre-
mos faltas pero, con una condición: tendrás que venir los sábados a la noche
hasta el domingo de mañana para compensar la ausencia”. No hace falta decir
que en ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
Wallace Rodrigues Machado
Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 9
5 de febrero
Los dos perales
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y
la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil
generaciones” (Deuteronomio 7:9).
A126 km de la ciudad de Tacna, se encuentra el valle de Chejaya, el lugar
donde se inició la obra de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hace 48
años, y donde se estableció una congregación con el mismo nombre del lugar.
Actualmente, pertenece al distrito misionero de Jorge Basadre.
En ese lindo lugar, Mario Chiri y su esposa, Victoria Alvarado, conocieron
a Jesús y decidieron bautizarse, hace cerca de 40 años. Desde entonces conti-
nuaron siendo fieles al Señor en todas las circunstancias. Poco tiempo después
de su conversión, hicieron un pacto con Dios de dedicar dos perales como
diezmo. Así comenzaron su sociedad con Dios. Las bendiciones no tardaron
en llegar y, año y tras año, fue creciendo la cosecha y también los árboles.
Algunos años después, en un accidente de tránsito Victoria sufrió la peor
prueba de su vida: el fallecimiento de su marido, en 1991. La pérdida del ma-
rido le causó mucho dolor, pero ella se fortaleció en el Señor y continuó asu-
miendo la responsabilidad total del cultivo de los árboles, sin dejar de asistir a
la iglesia ni dejar de confiar en Dios.
Hoy, la hermana Victoria tiene 76 años y es la mayor productora de peras
en aquella región. Además, contribuyó con inumerables donaciones a la Es-
cuela Adventista de Mirave, que cuenta con más de 150 alumnos. El mayor
deseo de la hermana Victoria es ver al Señor cara a cara. Aunque su cuerpo
esté desgastado por los años, su fe se mantiene inquebrantable.
Los dos perales que un día participaron de un pacto, todavía existen y son
testimonio de que Dios cumple sus promesas.
Hace algún tiempo, Victoria se enfermó, y el pastor distrital fue a visitar-
la. Después de la visita, Victoria se depidió del pastor con lágrimas y le dijo:
“Pastor, en cualquier momento, el Señor me llamará al descanso. Si al final de
la cosecha no puedo ir a la iglesia, por favor, no se olvide de venir a casa para
llevar el diezmo y las ofrendas”.
Victoria decidió ser fiel al principio de su conversión y continuará siendo
fiel durante toda su vida.
Victoria Alvarado Tolentino
Jorge Basadre,Tacna (Unión Peruana del Sur)
10 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
12 de febrero
De vendedor de pan a pastor
“Porque Jehová juzgará a su pueblo, y se compadecerá de sus siervos” (Salmo 135:14).
Naci en un hogar muy humilde, en la ciudad de Sobradinho, en el esta-
do brasileño de Bahía. Soy el segundo hijo de los 12 que tuvieron mis
padres. Fuimos criados sin afiliación a ninguna religión. Un día, mi padre
decidió llevar a toda la familia a vivir a la ciudad de Simões Filho y trabajar
en la empresa de un viejo amigo.
Llevaba tres años en aquel empleo, teníamos una vida razonable y una casa
cómoda que la empresa pagaba. Mis hermanos y yo podíamos soñar con un
futuro mejor. Sin embargo, el sueño terminó cuando mi padre fue despedido.
Cuando volvimos a Sobradinho, yo tenía 14 años. La falta del pan de cada día
no tardó mucho en llegar, como consecuencia del desempleo. Era triste ver el fra-
caso en la mirada de mis padres y el semblante gris de mis hermanos. Fue en ese
contexto en el que conocí el mensaje adventista. Dos evangelistas vinieron a realizar
unas reuniones en la ciudad y me invitaron. Me bauticé el 11 de diciembre de 1994.
Después conocí a un hermano que tenía una panadería y decidí trabajar para
él. Lo ayudaba a hacer panes de madrugada y viajaba 25 km para vender los panes.
Cierto sábado, el predicador habló sobre la mayordomía cristiana. Dijo
que el Señor desea que seamos fieles mayordomos en todo, incluso en la
devolución de diezmos y ofrendas. Entendí que debía hacerlo, no como un
intercambio de favores, sino por amor. Decidí que comenzaría a diezmar y a
hacer pactos, aunque mi sueldo era de 5 dólares por mes.
Todo comenzó a cambiar cuando, a los 17 años de edad, cuando cursa-
ba la educación secundaria, decidí pasar por un concurso público para ser
profesor del municipio. La fila era kilométrica y la inscripción costaba cerca
de 15 dólares. Un sábado, cuando caminaba en dirección a mi casa, escuché
una voz que provenía de una radio encendida a todo volumen en una casa:
QUIRINO NUNES PIMENTEL, DECIMOSÉPTIMO LUGAR. ¡Había
aprobado! Ahora era profesor.
Una vez, cuando entré a un aula, una madre me preguntó: “¿Usted es el ven-
dedor de pan?” “No”, le dije con una sonrisa. “Ahora soy el profesor de su hijo”.
Me sentí muy agradecido a Dios y decidí duplicar el valor de mi pacto,
como gratitud. Después recibí el llamado para ser pastor. Dios me bendijo en
gran manera en el colportaje y pude pagarme la carrera. Hoy estoy casado y
ya llevo seis años de ministerio.
Quirino Nunes Pimentel
Juazeiro, BA (Unión Este Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 11
19 de febrero
Cambio de vida
“Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él
vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmo 62:8).
Me bauticé a los cinco años, y me consideraba una cristiana tibia, que no
vivía lo que creía. Asistía a la iglesia, pero no practicaba las enseñanzas
de la Palabra de Dios.
Mi madre tenía muchos problemas y un día intentó suicidarse. Ese in-
tento de quitarse la vida la llevó al hospital por tres meses, a la unidad de
terapia intensiva. Esta experiencia me cambió la vida. Frente a esa situación
dolorosa, decidí que no podía continuar viviendo una vida medio cristiana.
O consagraba mi vida totalmente al Señor, con toda mi familia, o me distan-
ciaba de Dios para siempre. Decidí volver al Señor y vivir una vida cristiana
real, genuina, no solo de fachada, sin hipocresía.
Lo primero que hice después de esa decisión fue servir a a Dios con
todos los recursos con los cuales él me había bendecido. Decidí administrar
no solo las finanzas para Dios, sino también todo lo que yo poseía. El Señor
comenzó a operar en mi corazón y llegaron muchos cambios a mi vida, en
la alimentación y el estilo de vida. Cierto día, sentí que Dios me llamaba al
ministerio del colportaje. Esa experiencia me permitió aprender bastante y
mi experiencia espiritual se enriqueció.
Después de mucha oración, decidimos irnos a vivir, con mi familia, a la
zona rural, abandonar nuestras profesiones y unirnos a la causa del evangelio,
por medio de la obra médico-misionera. Esa decisión no fue fácil. Sin em-
bargo, creíamos que Dios nos estaba llamando a realizar una obra especial.
Él continúa proveyendo las cosas que necesitamos y capacitándonos en esa
área. Continuamos aprendiendo día a día. No obstante, lo más importante
es que él nos permitió compartir las valiosas verdades referidas a la salud en
nuestra iglesia y comunidad.
Actualmente, estamos construyendo y formando un centro de vida saludable
para ayudar a las personas víctimas del estrés, la ansiedad, la depresión o algu-
na otra enfermedad que tengamos condiciones de ayudar. Sin embargo, nuestro
propósito es predicar el amor de Jesús a cada una de estas personas, mediante la
obra médico-misionera.
Diosyaestáactuandoentrelaspersonasqueestánparticipandoenestedesafío.
Fanny García
Rancagua, Cachapoal (Unión Chilena)
12 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
26 de febrero
Donador anónimo
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; he confiado
asimismo en Jehová sin titubear” (Salmo 26:1).
Yeda creció en un hogar adventista. Pero, a pesar de la influencia de la ma-
dre y de la abuela, permaneció poco tiempo en la iglesia. Años más tarde,
casada y madre de tres hijos, Yeda se encontró nuevamente con la religión
cuando su hija comenzó a asistir a los cultos y tomó la decisión de bautizarse.
En esa época, la principal fuente de ingreso de la familia venía de un servicio
de catering que sacaba la mayor ganancia haciendo eventos los sábados. El
tiempo fue pasando y, de a poco, Yeda sintió en el corazón que debía encontrar
una religión. Junto a su esposo Luis, comenzaron a orar sobre el tema. Comen-
zaron también a asistir a la iglesia, pero no asumían un compromiso definitivo.
En esa época, la familia comenzó a pasar por varios problemas de relaciones;
y justamente en la iglesia empezaron a encontrar las soluciones. El Espíritu San-
to les habló al corazón y, poco tiempo después, llegó la decisión del bautismo.
Después del bautismo, Yeda y el esposo tuvieron que explicarles a los clien-
tes del servicio que ya no realizarían fiestas los sábados. Con menos clientes, y
menos trabajo, comenzaron a aparecer las dificultades financieras. En algunos
momentos, casi llegó a faltar alimento en la casa, pero la iglesia les ofreció apoyo
y ayuda para disminuir las dificultades y renovar la fe de la familia. Inmediata-
mente después del bautismo, Yeda y Luis buscaron la Escuela Adventista de Ta-
guatinga para matricular a los hijos y solicitaron una beca a la dirección. A pesar
de haber obtenido una beca del 100% para uno de los hijos, con las dificultades
financieras que tenían, no pudieron pagar todas las cuotas del año. A fin de año,
en el momento de la matriculación para el año siguiente, Yeda fue a la escuela a
negociar el pago de la deuda. Después de orar y compartir con Dios la necesidad
de que sus hijos continúen estudiando en la escuela adventista, buscó al tesorero.
Después de algunos minutos de conversación, el tesorero buscó en el com-
putador los datos financieros de los alumnos para ver qué tipo de arreglo se po-
día hacer, pero constató que ya no había deuda. Eso se debía a que, días antes,
alguien había ido a la escuela a pagar toda la deuda por medio de una donación
anónima. Yeda solo tuvo que pagar una pequeña suma administrativa.
A pesar de todos los desafíos, Yeda y Luís continúan siendo fieles en los
diezmos y ofrendas. Hoy comparten su historia como una manera de agrade-
cerle a Dios por el milagro ocurrido.
Yeda Perpétua Garcia Galiano
Brasília, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 13
4 de marzo
Comenzar el año con un milagro
“Para los hombres es imposible, mas para Dios, no;
porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27).
Era el comienzo del año y había llegado el momento de elegir la universidad.
Me inscribí en una privada y en una pública. En ambas universidades el
examen de ingreso era el sábado. Gracias a Dios, en la privada pude hacer la
prueba un miércoles. Obtuve un buen resultado y logré ingresar. Sin embar-
go, mi familia pasaba por dificultades financieras y no pude matricularme.
No pude hacer la prueba otro día en la pública y, por un año, tuve que dejar
de estudiar. Mi madre me decía: “Hija, ¿y si ese fue el plan de Dios? ¿Y si
eliges otra carrera? ¿Y si estudias en otra universidad?”. Ella me insistía para
que esperara con fe. Yo no sabía exactamente lo que Dios tenía para mí y el
futuro se presentaba incierto, pero continué esperando.
Ese año estudié idiomas, trabajé y continué siendo fiel a Dios en todo,
inclusive en la devolución del diezmo. Pasó todo el año y recibí una respuesta.
Comencé el 2014 con una noticia milagrosa. La Universidad pública anun-
ció que el examen de ingreso nuevamente sería un sábado, pero modificarían
el horario para todos los jóvenes adventistas. Cerca de 250 jóvenes adventistas
realizamos la prueba el sábado, a las 18:30, después de que se puso el sol. Me
inscribí a cinco universidades públicas y, finalmente, mis notas me permitieron
ingresar a la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.
¡Qué alegría! Yo sabía que Dios había elegido esa institución. Había perdido
un año de estudios, pero Dios me estaba respondiendo.
Al comenzar la facultad, debíamos hacer un curso de nivelación. Otra
opción sería eximirme de ese curso, haciendo una prueba. La fecha incial
establecida era un domingo, pero después la cambiaron para un sábado. Sentí
que estaban comenzando las pruebas, pero no me desanimé. Entré en contac-
to con el abogado de la iglesia para que me diera asesoramiento. Dos semanas
antes de la prueba, recibí otra buena noticia: once jóvenes de todo el país
darían la prueba conmigo, el sábado a las 18:30. Dios actuó nuevamente. Un
mes después, se publicaron los resultados y, gracias a Dios, aprobé el curso
de nivelación.
Camila Izurieta
Manta, Manabí (Unión Ecuatoriana)
14 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
11 de marzo
El mejor premio – 1
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”
(Salmo 40:1).
Como todo estudiante, yo también tenía el sueño de ingresar a la educa-
ción superior. Mi nombre es Dhiego Arlinsonn y estoy cursando el sexto
semestre de Publicidad y Propaganda en Manaos, en el estado brasileño de
Amazonas.
Qué maravilla es ser académico y ganar un premio estatal con un trabajo
realizado en la facultad. Pero, ¿y si la conquista de ese premio significa no
guardar el sábado por una sola vez?
Nací en un hogar adventista y crecí con esos principios que regían mi
manera de vivir. En junio del 2012, ya en la facultad, el profesor de la materia
Redacción II pidió un trabajo que consistía en desarrollar el guión de una
publicidad, de 60 segundos, para una empresa de calzados infantiles, que
además hiciera alusión al día del padre.
Eso me animó y conseguí una buena nota. Después surgió la idea de gra-
barlo y, con ayuda de algunos amigos de la iglesia, produje y finalicé el video.
En agosto, al regresar de las vacaciones escolares, la coordinadora de la
carrera me llamó para conversar y me preguntó: “¿Por qué no produces un
video del guión que escribiste?”. Le dije que ya había grabado uno. Ella me
pidió verlo, le gustó y me propuso: “Dhiego, ¿qué te parece a idea de que tu
trabajo compita al III Premio Amazonense de Propaganda y Marketing?”.
De todos los trabajos realizados en cada categoría, los jurados seleccio-
narían tres que luego se definirían por votación en Internet. Me sorprendí al
ver que mi trabajo quedó entre los diez finalistas. Para resumir, la entrega del
premio fue fijada para el 7 de diciembre, viernes, a las 20:00. Ese mismo día,
fui a la empresa, confirmé mi presencia, retiré los pases para la ceremonia
y volví a casa, pero no estaba en paz. Yo sabía que mi presencia allí podía
significar un premio académico y me haría conocido en todas las agencias de
publicidad del Amazonas, pero estaría desobedeciendo a Dios.
Oré, conversé con mis padres y con el pastor, y decidí no ir al acto.
Lloré, porque teóricamente estaba renunciando a una oportunidad única,
pero mantuve mi decisión. Apagué el celular y disfruté aquella recepción de
sábado como cualquier otro. Descansé y sentí la paz de Dios, sin ninguna
preocupación. (Continuará...)
Dhiego Arlinsonn
Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 15
18 de marzo
El mejor premio – 2
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”
(Salmo 40:1).
Como había confirmado la presencia al evento de premiación, me pareció
correcto enviar un comunicado a través de la red social de la empresa.
“Hola, en primer lugar me gustaría agradecer la oportunidad concedida. Fue
un inmenso placer participar del III Premio Amazonense de Propaganda y
Marketing, además de un gran aprendizaje. Confieso que estar entre los tres
mejores fue una gran sorpresa y eso ya es una gran conquista. No sé si gana-
ré, pues las piezas que concursan en la misma categoría son excelentes, pero
quiero justificar mi ausencia. Todos somos guiados por algo en lo que creemos;
algunos principios rigen nuestro carácter, y yo no había notado que la ceremo-
nia de premiación sería un viernes. Yo soy adventista del séptimo día y, de las
18:00 del viernes a las 18:00 del sábado, intento realizar actividades que no
estén ligadas a mis intereses personales. Intento interesarme por personas que
estén necesitando sentir la paz que viene de Dios. Un día elegí esos principios
que rigen mi manera de vivir y no podría renunciar a ellos, incluso aunque eso
signifique no llegar a una gran realización académica o profesional. Por eso,
les pido disculpas si ocasiono algún problema y me pongo a disposición para
lo que necesiten. Abrazos”.
El domingo de mañana, cuando prendí el celular, me llegaron una gran
cantidad de mensajes. El primero que leí fue de un amigo de la facultad que
me decía que yo había ganado, que mi trabajo había sido considerado el mejor
del estado de Amazonas. Al principio no lo creí, ya que la ausencia significa-
ba descalificación. Sin embargo, Dios es fiel, y no pude contener las lágrimas
al saber que era verdad. La alegría y la gratitud se apoderaron de mí.
El lunes fui a la facultad a recibir el premio y la coordinadora del curso
me dijo que había justificado mi ausencia explicándoles a todos los presentes
que yo era fiel al cuarto mandamiento. Me sentí maravillado y me di cuenta
de que, además de darme un reconocimiento académico, Dios quería que
muchas personas sepan algo sobre la verdad del sábado.
Dhiego Arlinsonn
Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
16 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
25 de marzo
Torbellino de bendiciones
“Como pasa el torbellino, así el malo no permanece;
Mas el justo permanece para siempre” (Proverbios 10:25).
Viterba Mabel era una exadventista que, por mucho tiempo, había dejado
de asistir a la iglesia hasta que, en febrero del 2013, pasó un tornado por
su ciudad. Hizo estragos y dejó muchos desamparados, entre los cuales esta-
ba ella. El gobierno llevó a los desamparados a un gimnasio público.
Durante el período en el que Viterba estuvo en el gimnasio con los hijos,
se encontró con una hermana adventista que la invitó a volver a la iglesia.
En respuesta a ese llamado, Viterba volvió a la iglesia, pero no sola, ya que
llevó con ella a 17 niños de su barrio, incluyendo a sus hijos. Hoy, siete niños
y dos adolescentes continúan asistiendo a la iglesia regularmente.
En el año en que se bautizó, Viterba asumió el trabajo de la tesorería de
la iglesia. En cualquier otra situación, ocupar ese cargo no le hubiera llamado
la atención, sin embargo, ante sus circunstancias, eso no solamente era una
tentación, sino también un compromiso muy grande. El sueldo del marido,
quien trabajaba como leñador, no les proporcionaba muchos recursos y, en las
últimas semanas, el clima no había permitido la venta de leña.
Delante de toda esa situación, la hermana Viterba enfrentaba extrema
necesidad. A pesar de su condición, las cuentas de la tesorería de la iglesia
estaban correctas y al día.
No obstante, lo más asombroso fue que Viterba continuó devolviendo el
diezmo de lo poco que ganaba limpiando la casa de un vecino. Al ver cómo
Dios, incluso en medio de las necesidades, era su sustento, ella comenzó
a animar a los demás hermanos a ser fieles. Por la gracia de Dios, y por la
convicción de esa hermana, tres personas que no estaban diezmando comen-
zaron a devolver el diezmo y sentir la alegría de ser fieles a Dios.
Los tornados de la vida hicieron que esa hermana se fortaleciera en Dios
y probara sus maravillas. Hoy podemos ver los frutos no solo en su vida sino
también en la iglesia.
Actualmente, Viterba disfruta de seguridad económica, y su hija mayor
pronto ingresará al Instituto Adventista del Uruguay, a la carrera de letras. La
iglesia sigue contando con esa tesorera que motiva la fidelidad a Dios.
Viterba Mabel
Mercedes, Soriano (Uruguay)
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1º de abril
Detalles y cuidados
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”
(Salmo 20:7).
Amediados del año 2012, me estaba preparando para hacerme un chequeo
médico, cuando descubrí que estaba embarazada. Entonces, además del
chequeo, tuve que comenzar el control prenatal. Cuando me hice una ultra-
sonografía mamaria, me detectaron un nódulo en la mama izquierda, y era
maligno. Oré, busqué al obstetra y el me derivó a un mastólogo que, a su vez,
me dijo que debía extirparmelo de inmediato. Fijamos la fecha para la cirugía
y, al entrar al centro quirúrgico, el médico ya no encontró el nódulo. Volví al
médico, repetí la ecografía, y ya no había nódulo. Seguí con los controles pre-
natales, y también me detectaron hipotiroidismo. Era necesario comenzar de
inmediato el tratamiento, debido a la gestación.
Mi embarazo era de riesgo debido a mi avanzada edad. En diciembre, al
realizarme la ecografía, para la cesárea, fue necesario repetir los exámenes,
ya que tenía grandes posibilidades de estar con diabetes gestacional, lo que
implicaría graves problemas para el bebé. Continué orando. En esos mo-
mentos, ya estaba con varios problemas financieros, debido a muchos gastos
que había tenido. Además, por algunos cambios en mi sector de trabajo, me
redujeron el sueldo en un 50%.
Mi situación económica ya era crítica, entonces clamé a Dios por socorro.
Tenía que pagar el parto (unos 900 dólares aproximadamente), terminar con
algunos exámenes y efectuar otros gastos. Pedí dinero prestado y fui a otra
ciudad a realizarme la última ecografía obstétrica. Mientras esperaba que
me atendieran, recibí llamadas en las que me informaban de una reunión del
prefecto con las personas de mi sector de trabajo. Logré llegar a tiempo para
la reunión, en la cual el prefecto nos dijo que nos restituiría nuestro sueldo y
también nos pagaría un retroactivo. ¡Alabé a mi gran Dios! Una semana des-
pués, me informaron que se había reducido el valor del parto a 600 dólares
aproximadamente. El tesorero de mi iglesia me dijo que me ayudaría con los
costos del parto con cerca de 400 dólares. Una vez más, alabé a Dios. Para
completar las bendiciones, mi hija nació perfecta. Alabo a Dios porque él me
probó, pero no me desamparó.
Maria Andrade
Araci, BA (Unión Este Brasileña)
18 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
8 de abril
Estudiante diferente
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado,
por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” (Salmo 28:7).
En la actualidad curso el último año de administración de empresas en una
universidad no adventista. Al principio no conversaba mucho con mis compa-
ñeros y no salía a la hora del recreo, porque sentía que no encajaba. Sin embargo,
me fueron conociendo y comencé a contarles sobre el Club de Conquistadores,
de los Aventureros, etc. También les hablé del sábado como día del Señor. A
algunos les pareció extraño, pero otros quisieron conocer más.
Yo hacía las pruebas los viernes y los lunes. La prueba de los lunes era com-
plicada para estudiar porque la tarde del viernes se pasaba muy rápido; el sába-
do iba a la iglesia, y el domingo participaba del Club de Conquistadores o de
Aventureros. Por eso, no tenía mucho tiempo para estudiar para las pruebas de
los lunes. Además, ese era el día de presentación de los informes de lectura y de
otros trabajos. Durante los primeros tres años, esa fue mi rutina.
En cierta ocasión, mis pruebas finales y el camporí de la región central de
Paraguay cayeron en la misma fecha. Había que organizar muchas cosas y había
mucho que estudiar para los exámenes. Después de finalizado el Camporí, yo te-
nía que hacer una prueba, la más importante. Sin embargo, me enfermé de neu-
monía grave, infección en la garganta y en los oídos. No podía comer nada sólido
e ingería líquidos con mucha dificultad. Tampoco podía hablar y hasta respiraba
con esfuerzo. Cierta noche, me dieron convulsiones y me tuvieron que llevar al
hospital. Pero yo quería hacer esa última prueba. Tomé los medicamentos, me
sentí un poco mejor, y reuní las pocas fuerzas que tenía para estudiar.
El día del examen amaneció con una lluvia torrencial y yo aun no estaba del
todo curada. De todas formas, decidí ir a la universidad. Salí con ayuda de mi
madre y en el trayecto quedamos atrapadas con el auto en un sector inundado. El
agua comenzó a subir y entró al auto. Fue allí que clamé a Dios con desespera-
ción. Cuando terminé de orar, la lluvia paró de manera increíble, ya pude respirar
mejor y ya no tenía tos. Llegué a tiempo, entré al aula y tomé los medicamentos.
La profesora me preguntó qué estaba pasando y le conté todo. Ella me dijo que
me había arriesgado mucho. Yo le respondí que confiaba en Dios. Ella sonrió y
me dijo: “Yo también confío. Puedes hacer la prueba”. Al mediodía, mi garganta
estaba mejor y ya podía tragar. Le doy gracias a Dios por haber obrado un milagro
cuando más lo necesitaba.
Natalia Vera
Assunção (Unión Paraguaya)
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15 de abril
Milagros actuales
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo;
siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
Keila Martins vive con el esposo y el hijo en Brasilia. Es adventista desde
pequeña y aprendió que la oración y la confianza en Dios son las herra-
mientas para vencer cualquier dificultad. En junio del 2013, Keila descubrió,
después de algunos análisis, que tenía cáncer de mama. El tumor que surgió
de un momento a otro y creció rápidamente preocupó a los médicos. Keila
tenía un tumor en estado avanzado que la obligaría a iniciar inmediata-
mente la quimioterapia y la radioterapia. Ella comenzó a preocuparse por
los síntomas comunes de quienes pasan por ese proceso, como la caída del
cabello. Afligida, oró a Dios y le pidió que le mostrara un medio de hacer el
tratamiento sin perder el cabello.
Sin embargo, durante las consultas con el médico, Keila conoció la reali-
dad de otros pacientes que debían hacerse intervenciones más severas, como
amputaciones de miembros. En ese momento, ella sintió que Dios le estaba
enviando un mensaje al corazón para que dejara de preocuparse por algo
insignificante (la caída del cabello) y creyera que Dios la estaba cuidando.
Con la quimioterapia, Keila comenzó un tratamiento natural que cambia-
ba totalmente su alimentación. Frutas, legumbres y jugos naturales empeza-
ron a ser parte de su dieta, para complementar el tratamiento. Poco tiempo
después, los médicos reevaluaron los exámenes y descubrieron una gran me-
joría en el cuadro. Keila cuenta que hasta en la elección de una peluca sintió
el cuidado de Dios. Ella decidió cortarse el cabello antes de que comenzara
a caer y decidió donarlo para que otras personas con cáncer tuvieran la opor-
tunidad de tener ese accesorio durante el tratamiento.
No solo cambió su alimentación durante ese tiempo. También fortaleció
su comunión con Dios por medio del estudio de la Biblia y de la oración
durante las madrugadas. Después de ocho días de tratamiento, Keila volvió
al médico para hacer una evaluación general y, sorprendido, afirmó que el
nódulo había desaparecido. Según los médicos, fue un milagro, teniendo en
cuenta la gravedad de la enfermedad. “Me curé y creo que Dios tiene un plan
para nuestra vida. Quiero que el Señor me use para dar ánimo y valentía a
otras personas”, afirma Keila.
Keila Ribeiro Magioni Martins
Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
20 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
22 de abril
Bendiciones y más bendiciones
“Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has
sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16).
En el momento en que escribo esto, tengo 24 años y estoy preparando mi
tesis para graduarme en Psicología. Cuando yo tenía un año y medio de
vida, mi madre desapareció. Mi padre agotó todos los recursos para encontrarla
pero fue en vano. Al terminar el colegio secundario, ingresé en una universidad
pública, pero no me sentía feliz. Fue entonces que la Universidad Peruana Unión
(UPeU) se convirtió en un sueño para mí. Sin embargo, mi padre tenía una deu-
da con el banco de 50 mil nuevos soles. Como no podía pagarla, empeñó algunos
bienes y como garante corría el riesgo de perder la casa. En esas circunstancias,
decidí colportar y pude juntar dinero para la matrícula. Allí mi padre hizo un
último esfuerzo y me dio mil nuevos soles. Así llegué a la UPeU.
Mi día comenzaba a las 2 de la mañana para estudiar la Biblia, preparar mis
alimentos y continuar con mis tareas. De las 5 a las 13 horas trabajaba en el
departamento de limpieza y de las 13:30 a las 19 estudiaba. Los sábados, a partir
de las 14 horas, salíamos a hacer trabajo misionero. A pesar del poco tiempo que
tenía, mis notas me llevaron a estar entre los mejores alumnos.
En el verano, decidí colportar en Lima y Dios me bendijo mucho. Continué
estudiando y, el verano siguiente, fui a colportar a Ecuador. En el segundo año
de la carrera, perdí a mi abuela y a una tía muy cercana a quien consideraba casi
una madre, pero Dios me sostuvo con su brazo fuerte y logré terminar el año
exitosamente.
En el cuarto año, decidí colportar en Brasil, pero tenía una deuda de 7 mil
nuevos soles. Resolví viajar, a pesar de no saber el idioma. Antes de comenzar,
hice un pacto con Dios: presentaría a Jesús y daría de regalo un libro misionero
en cada casa, me compraran libros o no. La campaña fue una bendición. Les di
estudios bíblicos a seis familias y, cuando terminó la campaña, tenía suficiente
dinero para pagar la universidad.
Al año siguiente, colporté en Panamá, y Dios me bendijo milagrosamente.
Antes de mi graduación, un hermano arquitecto y una estudiante cubrieron mis
gastos de graduación. Otras personas me compraron un vestido y zapatos. Estoy
segura de que Dios puede hacer lo mismo por cualquier persona que confíe en él.
Sonia Herrera Frías
Universidad Peruana Unión (Unión Peruana del Norte)
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29 de abril
Hacer lo correcto de manera correcta
“Traed todos los diezmos al alfolí” (Malaquías 3:10).
Yo había sido miembro activo de la iglesia, me gustaba trabajar para la
obra de Dios y nunca había dejado de devolver el diezmo. Sin embargo,
después de algún tiempo, comencé a pensar que podía administrar el diezmo
y las ofrendas y no entregarlos más a la iglesia. Esa idea fue madurando hasta
que se consumó. Comencé a usar el diezmo para pagar programas de radio,
comprar material para la iglesia, etc. cuando los líderes se dieron cuenta de
lo que estaba sucendiendo, me orientaron para que abandonara esa práctica.
No le di la menor importancia, discutí con los líderes regionales y hasta con
el pastor del distrito.
Yo no me daba cuenta de que estaba actuando en evidente discrepancia
con un claro principio bíblico que me llevaría a negligenciar otras cosas. De
a poco, comencé a dejar de lado el culto familiar, el estudio de la lección de
Escuela Sabática y hasta los momentos de oración se vieron comprometidos.
En el 2013, recibí la invitación de una empresa para trabajar en mi casa. Tra-
bajaría poco tiempo y ganaría mucho. Renuncié a casi todo por ir detrás de
ese trabajo. Hice varios viajes y gasté mucho, creyendo que en poco tiempo
estaría “nadando en dinero”. Llegué al punto de trabajar los sábados.
Cuatro meses después de mi incorporación, la justicia de Brasil le pro-
hibió repentinamente a la empresa seguir con sus operaciones. Desde ese
momento, solo me quedaron deudas y el comienzo de una terrible depresión.
Cierto día, un gran amigo me dijo que había una solución para el problema,
pero que yo debía hacer lo correcto: devolver mi diezmo a la casa de Dios.
Incluso con tantas deudas, todavía tenía el dinero del diezmo guardado. Allí
mismo le pedí a mi esposa que hiciera un depósito en la cuenta de la Asocia-
ción, pues yo no asistía a la iglesia.
Sin que yo lo supiera, mi amigo le pidió al pastor que me visitara. Un
día, el pastor llegó a mi casa, fue al lavadero, puso agua en un balde y vino
hasta mí. Me sacó los zapatos y me lavó los pies. Yo hice lo mismo. El pastor
me miró y me dijo: “Hermano, ¿qué puedo hacer por usted? Estoy aquí para
ayudarlo. Cuente conmigo”.
Volví a asistir a la iglesia y, en la actualidad, trabajo como terapeuta natu-
rista y fisioterapeuta. Estoy muy feliz, principalmente por el hecho de ser fiel
a Dios y percibir, una vez más, cuánto me ama.
Cleiton José Leite
Caicó, RN (Unión Nordeste Brasileña)
22 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
6 de mayo
Prioridad
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
Algunos consejos de Cristo parecen lejanos, hasta que nos toca vivirlos de
cerca. Una de esas profundas enseñanzas se encuentra en las famosas
palabras de Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Carina participó del Seminario de Enriquecimiento Espiritual I en su igle-
sia. Por algún motivo, en aquel momento y bajo aquellas circunstancias, esa
verdad o enseñanza no penetró en su corazón. Sin embargo, la obra de Dios
en la mente humana no conoce de prisas o demoras. Al año siguiente, llegó
la hora de participar del Seminario de Enriquecimiento Espiritual II. Ella lo
realizó con alegría y, además de tomar nuevas decisiones en el área del cuida-
do de la salud, ella comprendió la importancia de buscar a Dios en la primera
hora de cada día mañana y pedir su ayuda para vivir de acuerdo con sus propó-
sitos. Individualmente y en familia, Carina vio los resultados de poner en prác-
tica los principios de los ocho remedios naturales y de la vida saludable. Todos
comenzaron a consumir más verduras y a ingerir más agua. Fueron avanzando
progresivamente en otros aspectos, en conformidad a los consejos de Dios
Carina afirma: “Quiero dar testimonio de las muchas bendiciones que
recibí al poder comenzar cada día realizando el Seminario de Enriquecimien-
to espiritual a primera hora del día. Comprobé que dedicar una hora de la
mañana a estar en presencia de Jesús me otorga su compañía para todo el día
y el tiempo me rinde más. En los días en que mi agenda matutina era exce-
siva, siempre encontraba un lugar para estacionar, después de mi encuentro
con el Señor. En los lugares en los que siempre había filas, quienes atendían
siempre estaban “esperándome”. Tenía tiempo para hacer todas mis cosas e
incluso me sobraba tiempo para visitar a mi madre y volver a casa antes de la
hora prevista. Haciendo una comparación, en términos económicos 9 dólares
con el Señor son más que 10 sin él; y 3 horas con Cristo son más que un día
entero sin él”.
Carina Kaplan de Maier
Paraná, Entre Ríos (Unión Argentina)
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13 de mayo
Dios busca a los sinceros
“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que
le invocan de veras” (Salmo 145:18).
Llegó un momento en el que, en nuestra familia, nos dimos cuenta de que nece-
sitábamos mucho de Dios. Pero, ¿a quién recurrir? Con tantas religiones, ¿cómo
podíamos saber cuál es la correcta y que obedece realmente a Dios? Yo estaba
dispuesta a seguir si Dios me mostraba el camino indicado. Hasta que cierto día
yo estaba cambiando los canales de la TV y encontré al pastor Luis Gonçalves, de
la TV Nuevo Tiempo. Yo no sabía quién era él y tampoco sabía de la existencia de
ese canal, y él dijo: “Usted que acaba de encontrar este canal en la televisión, no la
apague, quiero hablar con usted”. Yo pensé “¡No puede ser!”. Continué escuchando
y él dijo exactamente lo que estaba sucediendo en nuestras vidas y que habíamos
encontrado lo que estábamos buscando. Se me puso la piel de gallina y pensé:
“¿Será así? ¿De dónde surgió ese canal que nunca antes había visto?”.
Al día siguiente, encendí la TV para ver qué más había en ese canal. No
hice nada en mi casa en todo el día; todo lo que escuchaba allí me hablaba
directamente a mí. El programa “En la mira de la verdad” me presentó mu-
chas de las respuestas que estaba buscando, y todo era sacado de la Biblia.
“Consultorio de familia” también me habló aquel día. Escuché al pastor Ivan
Saraiva hablando de la importancia del diezmo y de cómo la iglesia lo admi-
nistra, y eso me dio mucha confianza. Desde ese momento, ya no tuve dudas:
estaba segura de que Dios me mostraba lo que le había estado pidiendo.
No mucho tiempo después mi familia y yo descubrimos que había un
templo adventista en la ciudad y allí fuimos un domingo por la noche. Había
pocos miembros. Todo era diferente a lo que habíamos visto. Los hermanos
anotaron nuestra dirección y supimos que había un vecino que era de esa
iglesia que comenzó a darnos los estudios bíblicos.
Dios es maravilloso. En poco tiempo, mi familia y yo decidimos bautizarnos.
Y fue allí que comenzó la lucha. Mi esposo debía dejar de trabajar los sábados. El
patrón le informó que no sería posible porque necesitaba de su trabajo, princi-
palmente ese día. Yo no trabajaba en ese momento y teníamos una hija pequeña,
además de la casa financiada que pagar. A pesar de todo eso, mi esposo perma-
neció fiel a Dios y firmó su renuncia. En el tercer día del aviso previo, el patrón
lo llamó y le dijo que si el problema era el sábado, le daría ese día libre, siempre y
cuando trabajara los domingos. Mi esposo aceptó y, finalmente, nos bautizamos.
Andrea Denise Mello e Juliano Mello
Marmeleiro, PR (Unión Sur Brasileña)
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20 de mayo
Padre por milagro
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Mi esposa y yo fuimos cultivando en el corazón el sueño de tener un hijo y,
en el 2005, comenzamos una serie de exámenes, con especialistas, para
ver si estaba todo bien o si había alguna incompatibilidad.
Pasó un año, todo estaba yendo bien hasta que, en julio del 2006, por
medio de exámenes, se constató que yo tenía varicocele y debía someterme
a una cirugía. De lo contrario, tendría que olvidarme de la idea de ser padre
algún día, pues las posibilidades eran mínimas.
Fijamos la cirugía para el 4 de agosto del 2006. Con mi esposa comenza-
mos las 40 jornadas de oración y dejamos el problema en las manos de Dios.
Incluso pensamos en adoptar un niño.
Por algún motivo, el médico me llamó el 3 de agosto para posponer la
cirugía. Dos días después, Alessandra, mi esposa, se sintió mal y tuvo que ser
internada, con una sospecha de algún virus. Bromeando con el médico clíni-
co general, pedí una prueba de embarazo y él ordenó que se le realizara una.
El 7 de agosto, día inolvidable, para nuestra sorpresa, la prueba de emba-
razo dio positiva. ¡Alessandra estaba embarazada! Nos abrazamos y lloramos
mucho. En ese mismo instante, doblamos las rodillas, con lágrimas de gra-
titud, y le agradecimos a Dios por haber respondido a nuestra oración en el
momento oportuno. ¡Él nunca nos desampara!
Hoy entiendo mejor Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su pro-
pósito son llamados”. Este versículo me acompaña siempre.
Jorcinei Pereira Nunes
Corumbá, MS (Asociación Sur-Matogrosense)
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27 de mayo
Dios abre puertas
“Reprenderé también por vosotros al devorador,
y no os destruirá el fruto de la tierra” (Malaquías 3:11).
Hace casi 20 años, el mensaje adventista entró a mi hogar por medio de mi
marido, Antônio Martins. Antes de conocer la verdad, teníamos una con-
dición financiera estable, pero sabíamos que nada de eso venía de las bendi-
ciones de Dios y sí de mentiras, engaños y relaciones con el enemigo de Dios.
Fue entonces que Antonio decidió poner una tienda de productos natu-
rales con una panificadora. Apostamos mucho y asumimos el compromiso de
cerrar todos los sábados.
Todos los vecinos de nuestro comercio, que está en la principal plaza comer-
cial, “profetizaron” que en menos de ocho meses las puertas estarían cerradas.
Las ventas eran pocas y Antonio dijo: “De hoy en adelante, todo está en
las manos de Dios. Continuaré cerrando la panificadora los sábados, en tes-
timonio de lo que Dios me ordenó”. Y agregó: “También devolveré el diezmo
al Señor, pues esa parte le pertenece a él”. En ese momento, Dios comenzó
a actuar en su providencia.
Estoy segura de que le susurraba a mi esposo al oído: “Continúa cerrando
las puertas de la tienda que yo abriré las puertas de la providencia”.
Recibimos la oportunidad de ser distribuidores de otros productos, en
más de 150 ciudades del estado. Siempre ganamos títulos y premios de las
entidades de la región como la mejor tienda del rubro y fuimos contemplados
como el mayor distribuidor de una industria de jabones.
Por la profecía de hombres, solo teníamos 8 meses, pero por las manos del
Señor, estamos llegando a los 12 años de comercio.
Este no es un relato de prosperidad con intercambio de favores. Es un
testimonio de fe, perseverancia y certeza de que Dios vive y que siempre
podemos confiar en él.
Samira Isaac de Freitas Martins
Senhor do Bonfim, BA (Unión Este Brasileña)
26 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
3 de junio
Más fuerte que su voz
“y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová
dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).
Eladio es un moto-taxista que se bautizó en 1998. Las pruebas de la vida lle-
garon rápidamente, como una avalancha, y sin aviso. Cuando él se bautizó,
prometió que sería una voz para predicar la Palabra de Dios. Sin embargo, Ela-
dio estaba perdiendo la voz. Un día sus parientes le dijeron que alguien le había
hecho una brujería, pero él les respondió que el enemigo no tenía poder sobre
él, pues le había entregado su vida a Dios. Sin embargo continuaba perdiendo
la voz. La esposa intentaba persuadirlo para ir a visitar un curandero, pero Ela-
dio se arrodillaba y, sin voz, oraba en su corazón: “Señor, dame fuerzas para
salir de todo esto. Aunque pierda la voz, nunca dejaré de amarte”.
Después de algunos meses, Eladio decidió ir a un hospital en Lima. Al llegar
allí, aumentaron sus problemas financieros. Él invirtió todos sus ahorros en el tra-
tamiento. Después de seis meses, comenzó a sentirse mejor. Comenzó a balbucear
algunas palabras, pero no podía hablar, sino solo comunicarse por escrito.
Al volver a casa, ya no podía trabajar de moto-taxi, así que decidió poner su
moto en alquiler y pronto encontró un conductor. Al hacer el contrato, Eladio escri-
bió: “Alquilada de domingo a jueves y, los viernes solamente hasta las 17 horas”. El
hombre le preguntó por qué y Eladio respondió: “Porque soy adventista del séptimo
día y guardo el sábado”. El hombre aceptó.
Después de un mes, el conductor canceló el contrato con Eladio porque quería
trabajar los sábados. Fue entonces cuando comenzaron a surgir problemas con la
esposa. “Nos estamos quedando sin dinero ¿y te das el lujo de imponer condiciones
para que alguien trabaje?”, le dijo ella. Eladio la miró con ternura y escribió: “Amor,
Dios sabe lo que hace y nunca nos desampara”. La esposa se puso furiosa.
Entonces, Eladio tomó el sobre de diezmo y anotó el valor que deseaba devol-
verle a Dios. La esposa casi se desmaya. Nuevamente gritó: “¿Qué estás haciendo?
Tenemos muchísimas deudas ¿y le darás esa enorme cantidad a la iglesia?” Eladio
volvió a escribirle: “Dios nunca me abandonó. Me está devolviendo la voz. Pronto
venceremos estas dificultades”. La esposa se retiró enfadada.
Pasadas algunas semanas, el hombre que había alquilado la moto-taxi fue preso
por transportar drogas. Eladio se libró de ir preso también. Cuando la esposa se
enteró de lo ocurrido, le dio gracias a Dios por su cuidado. En la actualidad, Eladio
está curado. Puede cantar, predicar y es muy generoso con los más pobres.
Eladio Pérez Ysla
Tingo María (Unión Peruana del Sur)
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10 de junio
El Dios que liberta
“Porque Jehová juzgará a su pueblo, Y se compadecerá de sus siervos”
(Salmo 135:14).
Shirley y su esposo comenzaron a hacer los 40 días de oración de la jornada
espiritual. El pastor les pidió que eligieran a una persona por quien orar.
Dios puso en el corazón de Shirley el deseo de orar por su hermano, Carlos
Simão, quien era alcohólico y dependiente químico.
Shirley ya le había ofrecido ayuda sugiriéndole que fuera a alguna clínica,
pero él nunca aceptaba la sugerencia. Entonces, durante ese período, ella intensi-
ficó las oraciones para que Dios obrara un milagro y su hermano dejara los vicios.
Los 40 días de oración coincidieron con los 10 días de oración. El jueves,
Shirley recibió la noticia de que su hermano había desaparecido. Buscaron en
hospitales, en las morgues y comisarías, pero no lo encontraron.
El domingo, ella recibió la noticia de que su hermano estaba en una granja.
Carlos cuenta que una noche salió para drogarse y se perdió en la mitad del
camino, en medio de un baldío.
A la mañana siguiente, una persona le preguntó cómo había entrado a ese
lugar y cómo había llegado hasta allí. Carlos le mencionó que no recordaba lo
que había sucedido, pero que abrió el portón y entró porque estaba cansado y
con sueño. La persona le explicó que esa era una clínica de rehabilitación y que
un perro muy malo cuidaba el lugar. Ese perro incluso ya había mordido a dos
personas que intentaron entrar a la granja durante la noche.
Cuando Shirley le contó a su hermano que estaba orando por él hacía algún
tiempo, él entendió que el hecho de haberse perdido y llegado a aquel lugar for-
maba parte del plan de Dios. Carlos aceptó el tratamiento.
Shirley dijo que no solo fue respondida su oración sino la de toda la iglesia.
Durante el lanzamiento de la Jornada Espiritual, el pastor oró para que la iglesia
pudiera ser útil a la comunidad, sirviendo de alguna manera y al mismo tiem-
po evangelizando a personas que aún no conocen la verdad. La respuesta a esa
oración vino por medio de una invitación que hizo el director de la clínica de
rehabilitación, que le pidió a la iglesia que hiciera un programa los sábados, con
los internos. Por la gracia de Dios, Carlos aceptó a Jesucristo como Salvador y
Libertador y se bautizó el 22 de noviembre del 2014.
Shirley Moreira Silva Costa
Luziânia, GO (Unión Centro-Oeste Brasileña)
28 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
17 de junio
Profesores de fe
“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de
veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y
los salvará” (Salmo 145:18, 19).
Jorge Singh y Mirta Leites trabajaron como maestros en nuestras escuelas por
más de tres décadas. Trabajaron en Argentina y en Paraguay, en diversas es-
cuelas y en situaciones muy diferentes. Generalmente, eran colegas en la misma
escuela, pero debido a circunstancias especiales, tuvieron que vivir una situación
atípica: Mirta enseñaba en la escuela de Ciudad del Este, Paraguay, y Jorge en
la de Puerto Iguazú, en Argentina. Fue así por algunos años. Esas son ciudades
limítrofes y se encuentran a poca distancia; Jorge trabajaba de lunes a viernes en
Argentina y volvía a Paraguay para pasar el sábado y el domingo. El trabajo era
arduo pero gratificante.
Un día, en la iglesia de Ciudad del Este, promocionaron la “Semana de la
fidelidad”. Jorge se sintió tocado por el desafío presentado por el pastor. Él y
Mirta siempre habían sido fieles en los diezmos y las ofrendas, pero estaban
siendo desafiados a hacer un pacto de ofrendas por la misma cantidad de dine-
ro del diezmo.
¿Será que Dios los bendeciría? Jorge y Amado son grandes amigos en Cristo y
no solo comentaron sobre esta propuesta sino que se animaron mutuamente a asu-
mirla. No fue fácil, ya que los maestros en Argentina y Paraguay no ganan mucho,
pero avanzaron por fe. Ya han pasado cinco años y ellos mantienen la promesa.
Después de algunos años, Mirta se jubiló y ambos fueron a vivir a Argen-
tina. Como faltaban pocos años para que Jorge se jubilara, comenzaron a pre-
ocuparse por el lugar donde vivirían. Algunos años atrás habían comprado
un terrero en la ciudad de El Dorado. La duda era si debían comenzar con la
construcción en aquel lugar lejano, sin poder seguir la construcción de cerca,
o si deberían buscar algo más cerca.
Mirta comenzó a buscar un lugar en Puerto Iguazú, pero los terrenos allí
eran muy caros. Siempre oraban y continuaban siendo fieles. En un momento
pensaron en comprar un terreno en una zona rural, pero Dios tenía algo mejor.
Los bendijo con una propiedad a una cuadra y media de la iglesia y la escuela
en Puerto Iguazú, por el valor exacto que habían ahorrado. Además, el terreno
contaba con una construcción sencilla, lo que les permitió vivir ahí mientras
hacían algunas remodelaciones.
Jorge Singh
Puerto Iguazú, Misiones (Unión Argentina)
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24 de junio
Probad y ved
“Si retrajeres del día de reposo tu pie [...] yo te haré subir sobre las alturas de
la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de
Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:13, 14).
Después de ver el resultado del examen de ingreso para la carrera de Ma-
temáticas, en el que había aprobado para estudiar en la Universidad Fe-
deral de Rondônia, campus Ji-Paraná, reuní los documentos necesarios para
la matrícula. Sin embargo, las clases serían en el turno nocturno. ¿Qué haría
con aquellas materias que cayeran los viernes a la noche, durante el semes-
tre? Oré a Dios y fui a inscribirme.
Entonces, el jefe del departamento de Matemáticas comentó: “Todo listo,
matriculada en las cinco materias del primer turno. ¡Bienvenida!”. Al escu-
char eso, le dije: “Muchas gracias pero me gustaría matricularme solamente
en las materias de lunes a jueves”. “Como este sistema es cerrado, en el pri-
mer semestre no puedes elegir las materias”. Nuevamente insistí: “Quiero
matricularme en todas, menos en las que se dictan los viernes por la noche”.
El hombre hizo una pausa y me dijo: “Muy bien, quitaré esas materias”.
Después busqué al profesor y le dije: “Soy adventista del séptimo día y
guardo el sábado, por eso, no me matriculé en las materias de los viernes
por la noche”. El me respondió: “No sé. El problema es tuyo. Si pretendes
graduarte de esa manera, este no es tu lugar. Busca otra institución”. Esa no
era la respuesta que yo estaba esperando, pero le agradecí la atención y volví
a casa. Continué orando.
Comenzaron las clases y, el primer día, ese profesor de la semana anterior
entró al aula. En ese mismo instante pensé: “¿Y si sus materias son en las
horas de sábado?”. Bueno, para recuperar las materias de los viernes a la no-
che, Dios abrió las puertas para que pudiera hacerlo en los turnos matutino
y vespertino. Saqué buenas notas, a pesar de cursar seis o siete materias por
semestre, cuando lo normal sería cuatro o cinco. Todos los semestres yo ade-
lantaba materias; además de las cuatro normales de lunes a jueves, y cursaba
una o dos atrasadas.
Dios es más grande que cualquier problema u obstáculo. Terminé mi ca-
rrera en tres años y medio, o sea, un semestre antes de lo normal, y fui la úni-
ca de mi curso en hacerlo. Todo sin asistir a las clases en las horas sabáticas.
Confíe en Dios y él responderá sus oraciones. Vale la pena ser fiel.
Claydaiane Ferraz Andrade
Ji-Paraná, RO (Unión Noroeste Brasileña)
30 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
1º de julio
La santidad del diezmo
“Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los
árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová” (Levítico 27:30).
Mi familia vive en la ciudad de El Alto, en La Paz. Trabajamos con arte-
sanías en alpaca y contamos con un número significativo de empleados
en nuestra empresa. Además, nos agrada ayudar a familias emprendedoras y
menos favorecidas dándoles trabajo. En la actualidad, y hace más de doce años,
participamos activamente en la Iglesia Adventista Villa Bolívar D.
Cuando comenzamos nuestra empresa, solo mi madre era fiel en la de-
volución del diezmo. Era admirable cómo, de lo poco o mucho que ganaba,
entregaba el diezmo cada sábado y lo hacía con alegría en los alfolíes de la
iglesia. Ella nunca dejó de ser fiel, pero mi padre se oponía a la devolución
del diezmo. Él argumentaba que era mejor invertir ese dinero en la compra
de materiales necesarios para aumentar el capital de la empresa o entregarlo
para que otros se beneficiaran.
Cierto sábado, entraron ladrones a nuestra casa y se llevaron todo lo que
teníamos: las máquinas, materiales, accesorios, dinero y otras cosas. Mi pa-
dre no lo podía creer. Todos nos entristecimos y desanimamos con ese suce-
so. Todo lo que habíamos conquistado a lo largo de muchos años, lo habíamos
perdido en cuestión de minutos. Ahora no teníamos nada más.
Mi familia se reunió y llamamos a los hermanos de iglesia para hacer un
culto especial y entregar todo en las manos de Dios. Aquel día decidimos
recomenzar. En medio de la aflicción, mi padre, mis hermanos y yo prometi-
mos devolver los diezmos con fidelidad.
Ya han pasado cuatro años desde que sufrimos aquel terrible robo. Por la
gracia de Dios, hemos sido fieles. Hoy vemos el cuidado de Dios por nosotros
y por nuestra empresa, y todo el tiempo vemos que Dios nos bendice con el
doble y hasta el triple de lo que teníamos antes. No solamente somos fieles
en el diezmo, sino que también somos generosos en la entrega de lo mejor
como ofrenda.
Hoy mis hermanos estudian en centros educativos adventistas. En la ac-
tualidad, curso teología, y mi hermana, administración. Mis hermanos me-
nores estudian en escuelas adventistas.
Por la gracia de Dios, toda nuestra familia está comprometida con Dios,
con la misión y con la iglesia.
Ronald Mamani Colque
Vinto, Cochabamba (Unión Boliviana)
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8 de julio
Firme en lo que es correcto
“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y
lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus
propios caminos [...], entonces te deleitarás en Jehová” (Isaías 58:13, 14).
Soy adventista hace 33 años. Cuando conocí la verdad eterna, todavía era
soltera y ya trabajaba hacía dos años en una farmacia, donde me sentía muy
bien, ya que era amada y respetada, incluso por mi jefa. Todo iba bien hasta que
conocí la verdad sobre el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Esa verdad
penetró en mi corazón de manera tan maravillosa que, después de eso, todo lo
que yo quería era honrar a Dios guardando sus mandamientos. Como trabajaba
los sábados, iba a la iglesia los domingos.
Un día, escuché un lindo sermón sobre el sello de Dios. Me conmovió escu-
char aquel mensaje tan inspirador. Lloré mucho mientras lo escuchaba. Estaba
convencida de que el sábado era el día que debía guardarse y que era una señal
entre Dios y su pueblo. Sin embargo, yo trabajaba los sábados y necesitaba mi
empleo para ayudar en mi hogar, que era carenciado.
El lunes, hablé con mi jefa, Lucia, sobre mi nueva fe y le pedí que me diera
los sábados libres. Le sugerí que me descontara el día y me ofrecí a trabajar los
domingos. Ella no aceptó el acuerdo y me pidió la libreta de trabajo para firmar
el despido. Me dijo también que traería a alguien para que yo entrenara en el
puesto. Además me cuestionó el hecho de que, con tantas religiones en el mun-
do, yo había elegido justo esa. Le mostré algunos textos en el Antiguo y Nuevo
Testamento que hablan sobre la observancia del sábado, pero nada pudo conven-
cerla. Entonces, hice lo que ella pidió. Le llevé mi libreta de trabajo y esperé a la
persona que me substituiría.
Pasaron casi dos meses y la muchacha a la que esperaba, no apareció. Duran-
te ese tiempo, varias veces, ella me buscó para intentar disuadirme. Hasta que
un día me llamó a su oficina y me dijo: “¿Estás realmente decidida a pertenecer
a esa iglesia?”. Yo le respondí que sí. “¿No renunciarías a ella?”. Fue en ese mo-
mento que ella me dijo: “Decidí no poner otra persona en tu lugar. Yo misma te
reemplazaré los sábados. No quiero perderte. Los viernes saldré mas temprano
de la facultad y vendré a las 17 para reemplazarte”. Para gloria y honra de Dios,
decidí bautizarme en la Iglesia Adventista. También llevé a mi hermana Caucilla,
la primer estrellita de mi corona.
Cacilda Fidelis da Silva Oliveira
Paulista, PE (Unión Nordeste Brasileña)
32 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
15 de julio
¿Mi esposo o mi Dios?
“¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino
que ha de escoger” (Salmo 25:12).
Hace algún tiempo, mi vida comenzó a desmoronarse, y mi marido no quería
que yo buscara a Dios ni que fuera a la iglesia. Siempre se oponía, has-
ta que comenzó a imponer condiciones y me decía: “Elige entre tu Dios y yo”.
Tuve que tomar una difícil decisión en mi vida y en la de mis hijos: decidí por
Dios. Entonces, mi esposo nos abandonó y comenzaron las necesidades econó-
micas que cada día eran más graves.
En la iglesia de Miguel Grau, del distrito de Paucarpata, a la que asisto, se
organizó un grupo de oración intercesora y comencé a orar mucho a Dios. Yo
oraba diariamente para saber lo que podía hacer. Cierto día, Dios respondió mi
oración. El padre de mis hijos, inesperadamente, me llamó para calcular cuánto
sería necesario para los gastos de la casa.
Entonces le respondí que aproximadamente 1700 nuevos soles mensuales.
Me respondió que depositaría 600 nuevos soles cada quincena. En ese momen-
to, le agradecí a Dios porque había tocado el corazón del padre de mis hijos.
Pero la mano de Dios continuaría manifestándose en mi vida.
Un sábado de mañana, escuché un grupo de hermanos que formaban parte
del Equipo Distrital de Mayordomía, enseñando con respecto al diezmo y las
ofrendas. Honestamente, me sorprendí con lo que había descubierto. Entonces,
inmediatamente les pedí copias de los temas expuestos para que pudiera estu-
diarlos con más profundidad en casa. Después de ese estudio, llamé al pastor
y le pregunté: “¿Debo dar el diezmo de lo que mi marido me da para nuestros
hijos?” El pastor me respondió con un sonoro “Sí”. Me pidió que le diera ese
diezmo a Dios y él me bendijo más de lo que imaginaba.
La próxima bendición fue la invitación para trabajar en el ministerio de publica-
ciones. Comencé a colportar y, sorprendentemente, Dios me bendijo mucho más.
Entonces decidí hacer un pacto con mi Dios. De aquel momento en adelan-
te, no solo separaría el 10% de mis entradas, como diezmo, sino que también
daría otro 10% de ofrenda y 5% para el proyecto local de mi iglesia.
Posteriormente, me invitaron al equipo distrital de mayordomía para contar
mi testimonio de fidelidad. Doy gracias a Dios por su bondad, su misericordia
y por tantas bendiciones. ¡Y pensar que un día mis hijos y yo pasamos por una
gran crisis económica!
Sofía Mamani Rojas
Arequipa (Unión Peruana del Sur)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 33
22 de julio
Enseñada por el Señor
“Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo” (Salmo 50:14).
Un sábado por la mañana, fui a la iglesia a adorar al Señor, como de cos-
tumbre. Debería haber sido un sábado común, como tantos otros que ya
había vivido hasta ese momento. Sin embargo, no sabía que Dios tenía un
mensaje especial para mí. El predicador nos presentó la relación existente
entre el sacrificio de amor ofrecido por Jesús y nuestro reconocimiento de
ese hecho divino, desafiándonos a firmar una alianza con Dios. Esa alianza
enfatizaba cinco términos que deberían ser observados. Entre ellos, ofrendar
el 10% de mis ingresos a Dios. Después de resistir un poco en el banco de la
iglesia, me levanté. No fue una decisión fácil, pues habíamos comenzado la
construcción de nuestra casa. Sin embargo, pensé: “Si no estoy dispuesta a
ofrendar el 10% de lo que gano a Dios, ¿cómo podré dejar todo para seguirlo,
si es necesario?”. En el camino de regreso a casa, comenté con mi esposo el
mensaje, los puntos de esa alianza y busqué encontrar una justificación que
me eximiera del compromiso que había hecho con Dios aquel sábado. El do-
mingo por la mañana, le consulté a Dios en oración con la certeza de que él
me mostraría la verdad.
Me levanté, tomé mi Biblia y oré con sinceridad al Señor, pidiéndole que
me mostrara si aquel mensaje de compromiso era suyo y si esa era su volun-
tad para mi vida. Entonces sucedió algo extraordinario. Dios me dio un es-
tudio bíblico de tres horas sobre el tema, sin ningún material de apoyo, guía
de estudios o concordancia bíblica. De las 6 a las 9, me quedé escuchando a
Dios explicándome su voluntad para mí con respecto a mi compromiso de fe.
Casi no podía creer la manera extraordinaria en la que Dios estaba ha-
blando conmigo. Dios me fue guiando de manera sobrenatural exactamente
a los versículos que traían luz a mis inquietudes y dudas, comenzando por
el Salmo 50, que era la lectura de aquel día del proyecto Reavivados por su
Palabra. Comprendí que debía cumplir los votos que había hecho delante del
Señor (Sal. 50:14) y ofrecerle a Dios mi ofrenda como sacrificio de acciones
de gracias. La ofrenda debería exigir de mí un sacrificio, a fin de colocarme
humildemente en dependencia total de Dios. Entendí que no debería retro-
ceder (Heb. 10:38, 39), sino avanzar por la fe con la certeza de que Dios es
quien me sustenta, y que todo lo que tengo y soy le pertenece a él. ¡Alabado
sea el Señor!
Nilcéia Ribeiro Cruz
Florianópolis, SC (Unión Sur Brasileña)
34 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br
29 de julio
Solo nos queda esperar
“Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Salmo 27:14).
Yo trabajaba en la ciudad de Angol y tenía todos los bienes materiales que
alguien podría desear, pero siempre me faltaba algo. Decidí renunciar a
mi trabajo y volver a San Felipe, a la comunidad de Panquehue, a la casa de
mis padres. Pensé que pronto encontraría trabajo y tendría una vida próspera
como la que tenía antes, pero no fue así.
Cierto día, encontré a una amiga a la que no veía hace mucho tiempo. Ella
me ofreció estudios bíblicos y, el 4 de octubre del 2014, decidí bautizarme.
No fue fácil abandonar la vida pasada. Cuando comencé los estudios bíblicos
y comencé a asistir a la iglesia, todo se hizo más difícil. Yo tenía dudas y no
podía dormir. Envié mi currículum a casi todo Chile; pero solo me llamaban
para entrevistas en ciudades lejanas, donde tenía que trabajar los sábados,
aunque me ofrecieran un buen sueldo y bonos. Otra prueba: en la casa de mis
padres, no podía estudiar la Biblia diariamente ni tener un ambiente cristiano,
ya que ellos no eran adventistas.
Los meses pasaban y no conseguía trabajo. Ayuné y le pedí a la iglesia que
orara por mí. Envié nuevamente mi currículum a muchas empresas, pero al de-
cir que era adventista del séptimo día y guardaba el sábado, nadie me llamaba.
Un día, sin embargo, una señora, dueña de cuatro propiedades, estaba bus-
cando a alguien que la ayudara en su casa pues su marido había perdido la ra-
zón. El marido administraba las propiedades, pero ya no podía hacerlo y ella no
tenía experiencia ni fuerzas para reemplazarlo. Acepté con la condición de que
no trabajaría los sábados. Entonces me dijo que tenía una casa disponible, en
caso de que quisiera vivir en ella, y que la empresa asumiría los gastos básicos.
Acepté inmediatamente. Ahora podría estudiar la Biblia sin interrupciones.
En el trabajo, conocí a un jornalero pentecostal que me hizo muchas pre-
guntas sobre el sábado, aunque al principio no entendía mucho de lo que le
contaba. Después de dos semanas, comentó que sentía que su iglesia estaba
equivocada. También pude dar testimonio delante de la dueña de las propie-
dades. Al principio ella no quería escuchar nada, debido a la enfermedad del
marido. Pero después aceptó escuchar más de la Palabra y el poder de Dios.
Ahora está haciendo el curso La fe de Jesús y Hogar feliz.
Hoy entiendo que Dios hace las cosas a su tiempo y que solo debemos
esperar, confiar y nunca perder la fe.
Miguel Ángel Bustamante Canelo
San Felipe (Unión Chilena)
Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 35
5 de agosto
La ofrenda soy yo
“Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”
(Proverbios 16:3).
Doña Alaíde Morais Pena creció ayudando a los padres; ayudó en el cam-
po y a criar a sus ocho hermanos. En la adolescencia, con solo 15 años,
conoció a su primer y único novio, João Pena Sobrinho, con quien se casó.
Tuvieron doce hijos y los educaron en los principios cristianos, incluso sin co-
nocer la Palabra de Dios por completo. Cierto día, su cuñado José Pena, que
era adventista del séptimo día, decidió explicarle el mensaje adventista, pero
ella se rehusó a escuchar. En otra ocasión, un miembro de la iglesia invitó
al esposo de Alaíde para ir a la iglesia, pero el señor Pena, que era camionero
y ya había cargado los camiones, le pidió que ella fuera en su lugar. Alaíde
fue y se llevó a Odilia, Maximiliana, su hermana Altair y Floripes. El culto
fue tan bonito que las amigas se convirtieron al mismo tiempo. Cuando el
esposo volvió del viaje, la primera noticia que ella le dio fue: “Tú me pediste
que fuera al culto y ahora soy adventista del séptimo día”. Para su sorpresa,
él se puso muy feliz.
Ella trabajó con mucho empeño y amor hasta conseguir llevar a los pies de
Jesús a su madre, su hermana Iracy y, más tarde, a su tía Anorinda. Durante mu-
cho tiempo, hizo el culto en su casa, hasta que surgió el deseo de construir una
iglesia en la localidad donde vivía. El esposo la ayudó y comenzó a construir su
amada iglesita. Empezó a hacer dulces y reunió el dinero suficiente para comprar
dos mil ladrillos. Le pidió al esposo que pagara a los albañiles y ella aportaría
el material. Él, bromista como era, le dijo: “¡Tú lo haces y yo tengo que pagarlo!”.
Pero fue una gran ayuda e incentivo durante la construcción.
La iglesia quedó lista el 11 de noviembre de 1972. En la ceremonia de in-
auguración, se bautizaron Maria Morais, su madre, e Ivone y Maura, sus hijas.
El bautismo fue realizado por el pastor Paulo Stabenow. Ella, con su humildad,
carisma y simpatía, continuó su trabajo; a veces, solo estaba ella como predica-
dora, sus hijos, su hermana y una sobrina. Hoy, Alaíde tiene 90 años y sueña con
ver a toda su familia a los pies de Jesús. Ella oró 33 años por la conversión de su
esposo hasta que, para su felicidad, él descendió a las aguas bautismales. Las
luchas fueron grandes pero actualmente, desde el portón del jardín de su casa,
ella contempla a su amada iglesita.
Alaíde Morais Pena
Salinas, MG (Unión Sudeste Brasileña)
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
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Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
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Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda
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Dios ve la fidelidad en el diezmo y la ofrenda

  • 1. Organizadores Josanan Alves de Barros Junior – Mordomia Cristã ULB Daniel Urias Villar Espinoza – Mordomia Cristã UPS Ministerio de Mayordomía Cristiana de la División Sudamericana SEÑOR Perlas para el día del MEDITACIONES PARA LA PUESTA DE SOL 2016
  • 2. Ministerio de Mayordomía Cristiana de la División Sudamericana 1ª Edición: 410 mil ejemplares 2016 Coordinación editorial: Vanderlei Dorneles Edición: Rubens da Silva Lessa e Vanderlei Dorneles Revisión: Mariângela Lehr Selección de material: Erleni Martins Nemes Proyecto gráfico: André Rodrigues Programación visual: Thays Lóia Tapa: Thays Lóia Imagen de tapa: © Galyna Andrushko | Fotolia Traducción y revisión - español: Depto. Traducción DSA IMPRESO EN BRASIL / Printed in Brazil Los textos bíblicos citados en este libro fueron extraídos de la versión Reina–Valera 1960, salvo que se exprese lo contrario. Impresión y terminación: : Casa Publicadora Brasileña Tipologia: Fairfield 10/11,5 – 11782/33494
  • 3. Si tiene una historia inspiradora para compartir, escriba a testemunho@adventistas.org.br Presentación ¿Quién nunca vio su propia vida en por lo menos una de estas medita- ciones para la puesta de sol del sábado? Todos los años, estas historias reales revelan que la mano de Dios permanece sobre su pueblo, mientras este busca preservar y vivir verdades que el resto no acepta. Además de servir de incentivo a la fe de los lectores, este material, na- turalmente, atrae la atención de personas de prácticamente cualquier edad. Por eso, está destinado a ocupar un lugar importante en el culto familiar, considerado informalmente como el más importante de la semana, el culto del viernes a la puesta de sol, cuando normalmente las familias dedican un poco más de tiempo a adorar. Siempre es bueno recordar que el culto familiar es una parte muy im- portante del pacto entre Dios y su pueblo. Y si quiere saber más sobre cómo realizarlo, solo debe leer el capítulo 78 del libro Conducción del niño, que coincidentemente es parte de la colección Mensajes de esperanza. Deseo que estos testimonios y los videos del Probad y ved (que puede volver a ver en YouTube) sirvan de gran incentivo para su vida espiritual. Marcos Faiock Bomfim Mayordomía Cristiana División Sudamericana
  • 4. 4 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 1º de enero La salvación en la basura “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmo 139:7). Apesar de venir de un hogar tradicionalmente cristiano, no me animaba a asistir a la iglesia o a leer la Biblia. Era cristiano por fuera, pero no tenía la esencia del verdadero cristianismo. Ya había visitado varias congregacio- nes, pero no me interesaban los temas espirituales. Respetaba a todos los credos, pero consideraba que ser cristiano era igual a estar preso. Mi visión verdadera de la salvación comenzó en el 2010, cuando camina- ba por una calle cerca de mi barrio. En una esquina había un terreno baldío, con un montículo de basura y escombros. Al observar un librito amarillento en medio de la basura, fijé los ojos en la pequeña planta que brotaba de la tierra seca y quebrada, en la tapa. No le di demasiada importancia, pues pensé que era un libro más de autoayuda. Sin embargo, para mi sorpresa, una sensación incómoda me hizo volver y tomar aquel librito titulado Todavía existe esperanza. Me lo llevé a casa, pero no me interesaba leerlo. Algunos días después, en una tarde tranquila, me tomé algunos minutos para hacerlo. Me maravillaron tanto los textos profundos y verdaderos, que terminé la lectura en menos de una semana. Esas grandes verdades que no había conocido antes estaban desper- tando mi deseo de estudiar la Biblia. Al final del libro, estaba la dirección de la Casa Publicadora Brasileña, editora de la obra. Les escribí una carta contándo- les sobre las bendiciones y los cambios en mi vida, como fruto del estudio de las Sagradas Escrituras. No solicité ningún material; pero, algunos días después, me enviaron varias revistas, libros y estudios cristianos. Decidí volver a asistir a la iglesia y comencé a visitar varias denominaciones, ya que estaba dividido entre varias iglesias. Fue en ese tiempo cuando oré a Dios para pedirle una posición concreta sobre la iglesia baluarte de la Verdad de la cual debía ser miembro. Él escuchó mi clamor y me dio la respuesta después de terminar la serie de estudios “Escuchando la voz de Dios”. Cierto día sentí que el Espíritu Santo me hablaba y me invitaba a ir a la Igle- sia Adventista. Las canciones, las oraciones y el mensaje tocaron mi corazón y, a partir de aquel día, incentivado por el Espíritu Santo, tomé mi decisión. Siete meses después, descendí a las aguas bautismales. Alex Gomes Moraes Feira de Santana, BA (Unión Este Brasileña)
  • 5. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 5 8 de enero La mejor decisión “Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios” (Deuteronomio 28:2). Enrique y su familia viven en una de las ciudades satélite del Gran Buenos Aires; viven en la ciudad de José C. Paz desde hace cinco años. Él es pana- dero y trabajaba arduamente para mantener su hogar. Sus jornadas de trabajo eran agotadoras y no tenía ni un día de descanso. Todas las semanas el ritmo era el mismo, de domingo a sábado. La lucha era muy difícil. Su esposa, María Lorena, y los hijos comenzaron a asistir a la iglesia adventista y a conocer no solo los consejos divinos sino que también las pro- mesas del Señor para los que son fieles. Poco a poco, Enrique fue conociendo a Dios y su voluntad. Primero por el testimonio de la familia y después de forma personal. Día a día iba creciendo en él el deseo de ser fiel a Dios. Siempre que era posible, él asistía a algún programa especial de la iglesia. Muchas veces fue invitado a tomar la decisión por Cristo, pero su fe todavía se estaba desarrollando. Enrique ya sabía cuál decisión tomar, pero dudaba de sí mismo. Guardar el sábado y las demás enseñanzas no sería fácil. Mien- tras pensaba, su esposa oraba. Con el tiempo, se fueron acumulando una serie de dificultades en el tra- bajo. Cerca de fin de año, sus patrones salieron de vacaciones, atrasando el pago de su salario. Era 31 de diciembre y él solo tenía 200 pesos. ¿Qué podría hacer con esa suma? La perturbación por no estar haciendo la voluntad de Dios coincidía providencialmente con las dificultades en su trabajo. Después de dos días de descanso y reflexión, él tomó la decisión de renunciar a su única fuente de ingresos. Con serenidad, más firmemente, decidió ser fiel a Dios en cada decisión posterior. Aunque con un futuro incierto, él creía que había tomado la decisión correcta, así que, sintió una dulce paz. Al día siguiente, sin ninguna referencia sobre él, otra panadería lo llamó para una entrevista de trabajo. Él fue a la entrevista y explicó que tenía una sola condición: tener el sábado libre. Sin cuestionarlo, su pedido fue aceptado. Y aun le ofrecieron un contrato básico de diez mil pesos mensuales. Enrique no lo podía creer y, agradecido, elevó una oración al cielo. La decisión más di- fícil que tuvo que tomar en la vida fue la mayor bendición para él y su familia. Quien toma la decisión de poner a Dios en primer lugar, entrega la vida en las manos cuidadosas de nuestro bendito Señor y Salvador. Enrique e Lorena Cabral Buenos Aires,Argentina (Unión Argentina)
  • 6. 6 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 15 de enero Dios ve “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios” (Éxodo 23:19). Cuando Raimunda Pereira comenzó a estudiar la Biblia, el tema del diezmo le llamó mucho la atención. Pronto entendió que la fidelidad a Dios también se extendía al compromiso de honrarlo con los recursos financieros y, en ese momento, comenzó a devolver el diezmo de sus ingresos. Con el paso del tiempo, Raimunda sintió el deseo de separar el 10% también para la ofrenda. Sin em- bargo, ella sabía que, a fin de mes, esa suma podía faltarle para pagar sus gastos y deudas. Creyendo que Dios supliría sus necesidades, también entregó su vida financiera en las manos divinas. Ni bien recibió el sueldo de aquel mes, separó el 20% para llevarlo a la iglesia. Con el resto de la suma pagó varias cuentas, pero le faltó más o menos lo equivalente a 300 dólares para pagar todas las deudas. En oración, Raimunda reafirmó una vez más delante de Dios el deseo de su corazón y le pidió que le mostrara un medio a través del cual pagar lo que faltaba. Pocos días después, Raimunda se encontró con unos amigos a los que ella había ayudado económicamente en un momento de necesidad. A pesar de nunca haberles pedido que se lo devolvieran, ella nos cuenta que la familia beneficiada, a manera de agradecimiento, le entregó un sobre con un valor simbólico, mucho menor que el valor que ella les había dado. Sin embargo, el sobre contenía el valor exacto que Raimunda necesitaba para pagar sus cuentas. De esa manera, Raimunda tuvo la certeza de la acción divina en su vida, ya que ella no le había contado a nadie sobre la suma que necesitaba. En ese momento, renovó el compromiso con Dios de continuar devolviendo el 10 % de diezmo y sepa- rando otro 10 % para las ofrendas. Además de diezmar y ofrendar todos los meses, sintió el deseo de hacer algo más y se convirtió en un Ángel de esperanza, enviando sus recursos a la TV Nuevo Tiempo, para que otras personas conozcan a Cristo. “Dios ha dispuesto que la proclamación del Evangelio dependa de las labores y dádivas de su pueblo. Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen los ingresos de la obra del Señor. De los medios confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la décima parte. Los deja libres a todos de decir si han de dar o no más que esto. Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tiene ya ningún derecho a la porción consagrada” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 61). Raimunda Almeida Pereira Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
  • 7. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 7 22 de enero Decisión correcta “En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico” (Éxodo 31:13). Desde pequeño, me enseñaron a guardar el sábado, porque ese día es el “cum- pleaños de Dios”. Sin embargo, cuando fui a la universidad, mi fe se debilitó. En los dos primeros años, le fallé a Dios y asistí a clases los sábados. Fui persua- dido por mis profesores de que faltar a las reuniones de la iglesia por una buena causa no estaba mal. De esa manera, mi vida espiritual comenzó a decaer. Aun- que mis notas eran las mejores, no compensaba el vacío espiritual que sentía. En el quinto semestre, decidí cambiar de rumbo. Sin embargo, en aquel se- mestre, las clases serían con el profesor más temido de la universidad. Para él, no había trabajo perfecto y, si acumulábamos tres faltas, ya estaba en peligro la materia. No nos aceptaba ni un atraso de un minuto y todas sus clases eran en sábado. Él enseñaba los sábados porque los otros días de la semana trabajaba como director de prensa de un importante canal de televisión. Ser fiel o perder un año: ese era mi dilema. Le pedí ayuda a Dios y, pro- videncialmente, el testimonio de Probad y ved de aquel sábado mostraba un joven universitario que era fiel, a pesar de que le habían puesto pruebas en sábado. En aquel culto, el pastor predicó sobre la fidelidad en la observancia del séptimo día. Era Dios quien me estaba hablando de manera personal. En- tonces, decidí serle fiel bajo el riesgo de perder el año lectivo. El lunes conversé con el profesor. Él me miró y me dijo: “Si no asistes a clases, reprobarás. Piensa bien si te conviene perder un año”. Esas palabras me hirieron y fui a buscar a la directora de la carrera. Ella me dijo casi lo mismo pero agregó: “Hay muchos jóvenes adventistas que estudian en sábado. Piénsalo bien porque podrías perder un año”. Eso me dolió aún más, porque yo había flaqueado antes, y le había dado un mal testimonio a la escuela. Y para complicar aún más la situación, el mes en el que comenzaría aque- lla materia, operaron a mi madre por un tumor. Sin embargo, un día, en el hospital, una compañera de clase me dijo que la directora de la carrera me estaba buscando con urgencia. Inmediatamente, la llamé y me informaron que el rector me había autorizado a cursar la materia otro día y que debía ir inme- diatamente a la universidad. No pude contener las lágrimas. Lloré de alegría y oré en agradecimiento a Dios por su intervención. Richard Nelson Carpio Ramírez Pirai (Unión Boliviana)
  • 8. 8 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������ Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 29 de enero Dios de imposibles “Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27). Corría el año 2004 y yo me estaba preparando para entrar en una de las mayores empresas de Brasil, la Moto Honda de Amazonas, lo que para mí significaba la realización de un gran sueño. Yo estaba feliz porque ese sería mi primer empleo. Aparentemente, todo iba bien hasta que caí en una terri- ble depresión y también comencé a sufrir ataques de pánico. Con el sistema emocional afectado, me alejé de todos, tanto en el trabajo como también en mi casa, y solo me pasaba una cosa por la cabeza: el suicidio. Al ver mi si- tuación, mi hermano Sergio y mi madre, fervientes adventistas, me invitaron a la iglesia un sábado. Sergio me dijo: “Estoy seguro de que Dios te sanará”. Desde aquel sábado, comencé a asistir a la iglesia adventista hasta que el pastor del distrito, Nilson Pereira, fue a mi casa y me preguntó si no quería bautizarme con mi esposa. Y aceptamos. Sin embargo, había un “problema”: cómo iba a guardar el sábado en una empresa que no paraba nunca. Yo trabajaba en el tercer turno, o sea, del viernes a la noche al sábado de mañana. La fecha de mi bautismo era el 8 de marzo del 2008. Entonces, decidí hablar con mi jefe. La respuesta fue: “¿Acaso te volviste loco? Con tantas iglesias por ahí, ¿justo te fuiste a meter en eso? No te daré el sábado libre. Si quieres, ve a RRHH y presenta la renuncia”. Llegó el viernes de noche y no fui a trabajar. El sábado por la mañana, la iglesia preparó una linda fiesta bautismal y mi esposa y yo nos bautizamos. ¡Ese fue el mejor día de mi vida! Desde ese día, no fui a trabajar nunca los sábados a la empresa y esas faltas me las descontaban del sueldo, pero Dios no permitió que nada faltara en mi casa. Cuando cumplí cuatro años en la empresa, en julio del 2008, mi jefe me llamó para darme la evaluación anual. De todos mis compañeros que también cumplían un año más de trabajo, ¡solamente a mí me aumentaron el sueldo! Él me dijo: “El superior te dio los sábados libres. A partir de hoy, ya no te pondre- mos faltas pero, con una condición: tendrás que venir los sábados a la noche hasta el domingo de mañana para compensar la ausencia”. No hace falta decir que en ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas de alegría. Wallace Rodrigues Machado Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
  • 9. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 9 5 de febrero Los dos perales “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9). A126 km de la ciudad de Tacna, se encuentra el valle de Chejaya, el lugar donde se inició la obra de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hace 48 años, y donde se estableció una congregación con el mismo nombre del lugar. Actualmente, pertenece al distrito misionero de Jorge Basadre. En ese lindo lugar, Mario Chiri y su esposa, Victoria Alvarado, conocieron a Jesús y decidieron bautizarse, hace cerca de 40 años. Desde entonces conti- nuaron siendo fieles al Señor en todas las circunstancias. Poco tiempo después de su conversión, hicieron un pacto con Dios de dedicar dos perales como diezmo. Así comenzaron su sociedad con Dios. Las bendiciones no tardaron en llegar y, año y tras año, fue creciendo la cosecha y también los árboles. Algunos años después, en un accidente de tránsito Victoria sufrió la peor prueba de su vida: el fallecimiento de su marido, en 1991. La pérdida del ma- rido le causó mucho dolor, pero ella se fortaleció en el Señor y continuó asu- miendo la responsabilidad total del cultivo de los árboles, sin dejar de asistir a la iglesia ni dejar de confiar en Dios. Hoy, la hermana Victoria tiene 76 años y es la mayor productora de peras en aquella región. Además, contribuyó con inumerables donaciones a la Es- cuela Adventista de Mirave, que cuenta con más de 150 alumnos. El mayor deseo de la hermana Victoria es ver al Señor cara a cara. Aunque su cuerpo esté desgastado por los años, su fe se mantiene inquebrantable. Los dos perales que un día participaron de un pacto, todavía existen y son testimonio de que Dios cumple sus promesas. Hace algún tiempo, Victoria se enfermó, y el pastor distrital fue a visitar- la. Después de la visita, Victoria se depidió del pastor con lágrimas y le dijo: “Pastor, en cualquier momento, el Señor me llamará al descanso. Si al final de la cosecha no puedo ir a la iglesia, por favor, no se olvide de venir a casa para llevar el diezmo y las ofrendas”. Victoria decidió ser fiel al principio de su conversión y continuará siendo fiel durante toda su vida. Victoria Alvarado Tolentino Jorge Basadre,Tacna (Unión Peruana del Sur)
  • 10. 10 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 12 de febrero De vendedor de pan a pastor “Porque Jehová juzgará a su pueblo, y se compadecerá de sus siervos” (Salmo 135:14). Naci en un hogar muy humilde, en la ciudad de Sobradinho, en el esta- do brasileño de Bahía. Soy el segundo hijo de los 12 que tuvieron mis padres. Fuimos criados sin afiliación a ninguna religión. Un día, mi padre decidió llevar a toda la familia a vivir a la ciudad de Simões Filho y trabajar en la empresa de un viejo amigo. Llevaba tres años en aquel empleo, teníamos una vida razonable y una casa cómoda que la empresa pagaba. Mis hermanos y yo podíamos soñar con un futuro mejor. Sin embargo, el sueño terminó cuando mi padre fue despedido. Cuando volvimos a Sobradinho, yo tenía 14 años. La falta del pan de cada día no tardó mucho en llegar, como consecuencia del desempleo. Era triste ver el fra- caso en la mirada de mis padres y el semblante gris de mis hermanos. Fue en ese contexto en el que conocí el mensaje adventista. Dos evangelistas vinieron a realizar unas reuniones en la ciudad y me invitaron. Me bauticé el 11 de diciembre de 1994. Después conocí a un hermano que tenía una panadería y decidí trabajar para él. Lo ayudaba a hacer panes de madrugada y viajaba 25 km para vender los panes. Cierto sábado, el predicador habló sobre la mayordomía cristiana. Dijo que el Señor desea que seamos fieles mayordomos en todo, incluso en la devolución de diezmos y ofrendas. Entendí que debía hacerlo, no como un intercambio de favores, sino por amor. Decidí que comenzaría a diezmar y a hacer pactos, aunque mi sueldo era de 5 dólares por mes. Todo comenzó a cambiar cuando, a los 17 años de edad, cuando cursa- ba la educación secundaria, decidí pasar por un concurso público para ser profesor del municipio. La fila era kilométrica y la inscripción costaba cerca de 15 dólares. Un sábado, cuando caminaba en dirección a mi casa, escuché una voz que provenía de una radio encendida a todo volumen en una casa: QUIRINO NUNES PIMENTEL, DECIMOSÉPTIMO LUGAR. ¡Había aprobado! Ahora era profesor. Una vez, cuando entré a un aula, una madre me preguntó: “¿Usted es el ven- dedor de pan?” “No”, le dije con una sonrisa. “Ahora soy el profesor de su hijo”. Me sentí muy agradecido a Dios y decidí duplicar el valor de mi pacto, como gratitud. Después recibí el llamado para ser pastor. Dios me bendijo en gran manera en el colportaje y pude pagarme la carrera. Hoy estoy casado y ya llevo seis años de ministerio. Quirino Nunes Pimentel Juazeiro, BA (Unión Este Brasileña)
  • 11. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 11 19 de febrero Cambio de vida “Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmo 62:8). Me bauticé a los cinco años, y me consideraba una cristiana tibia, que no vivía lo que creía. Asistía a la iglesia, pero no practicaba las enseñanzas de la Palabra de Dios. Mi madre tenía muchos problemas y un día intentó suicidarse. Ese in- tento de quitarse la vida la llevó al hospital por tres meses, a la unidad de terapia intensiva. Esta experiencia me cambió la vida. Frente a esa situación dolorosa, decidí que no podía continuar viviendo una vida medio cristiana. O consagraba mi vida totalmente al Señor, con toda mi familia, o me distan- ciaba de Dios para siempre. Decidí volver al Señor y vivir una vida cristiana real, genuina, no solo de fachada, sin hipocresía. Lo primero que hice después de esa decisión fue servir a a Dios con todos los recursos con los cuales él me había bendecido. Decidí administrar no solo las finanzas para Dios, sino también todo lo que yo poseía. El Señor comenzó a operar en mi corazón y llegaron muchos cambios a mi vida, en la alimentación y el estilo de vida. Cierto día, sentí que Dios me llamaba al ministerio del colportaje. Esa experiencia me permitió aprender bastante y mi experiencia espiritual se enriqueció. Después de mucha oración, decidimos irnos a vivir, con mi familia, a la zona rural, abandonar nuestras profesiones y unirnos a la causa del evangelio, por medio de la obra médico-misionera. Esa decisión no fue fácil. Sin em- bargo, creíamos que Dios nos estaba llamando a realizar una obra especial. Él continúa proveyendo las cosas que necesitamos y capacitándonos en esa área. Continuamos aprendiendo día a día. No obstante, lo más importante es que él nos permitió compartir las valiosas verdades referidas a la salud en nuestra iglesia y comunidad. Actualmente, estamos construyendo y formando un centro de vida saludable para ayudar a las personas víctimas del estrés, la ansiedad, la depresión o algu- na otra enfermedad que tengamos condiciones de ayudar. Sin embargo, nuestro propósito es predicar el amor de Jesús a cada una de estas personas, mediante la obra médico-misionera. Diosyaestáactuandoentrelaspersonasqueestánparticipandoenestedesafío. Fanny García Rancagua, Cachapoal (Unión Chilena)
  • 12. 12 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 26 de febrero Donador anónimo “Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; he confiado asimismo en Jehová sin titubear” (Salmo 26:1). Yeda creció en un hogar adventista. Pero, a pesar de la influencia de la ma- dre y de la abuela, permaneció poco tiempo en la iglesia. Años más tarde, casada y madre de tres hijos, Yeda se encontró nuevamente con la religión cuando su hija comenzó a asistir a los cultos y tomó la decisión de bautizarse. En esa época, la principal fuente de ingreso de la familia venía de un servicio de catering que sacaba la mayor ganancia haciendo eventos los sábados. El tiempo fue pasando y, de a poco, Yeda sintió en el corazón que debía encontrar una religión. Junto a su esposo Luis, comenzaron a orar sobre el tema. Comen- zaron también a asistir a la iglesia, pero no asumían un compromiso definitivo. En esa época, la familia comenzó a pasar por varios problemas de relaciones; y justamente en la iglesia empezaron a encontrar las soluciones. El Espíritu San- to les habló al corazón y, poco tiempo después, llegó la decisión del bautismo. Después del bautismo, Yeda y el esposo tuvieron que explicarles a los clien- tes del servicio que ya no realizarían fiestas los sábados. Con menos clientes, y menos trabajo, comenzaron a aparecer las dificultades financieras. En algunos momentos, casi llegó a faltar alimento en la casa, pero la iglesia les ofreció apoyo y ayuda para disminuir las dificultades y renovar la fe de la familia. Inmediata- mente después del bautismo, Yeda y Luis buscaron la Escuela Adventista de Ta- guatinga para matricular a los hijos y solicitaron una beca a la dirección. A pesar de haber obtenido una beca del 100% para uno de los hijos, con las dificultades financieras que tenían, no pudieron pagar todas las cuotas del año. A fin de año, en el momento de la matriculación para el año siguiente, Yeda fue a la escuela a negociar el pago de la deuda. Después de orar y compartir con Dios la necesidad de que sus hijos continúen estudiando en la escuela adventista, buscó al tesorero. Después de algunos minutos de conversación, el tesorero buscó en el com- putador los datos financieros de los alumnos para ver qué tipo de arreglo se po- día hacer, pero constató que ya no había deuda. Eso se debía a que, días antes, alguien había ido a la escuela a pagar toda la deuda por medio de una donación anónima. Yeda solo tuvo que pagar una pequeña suma administrativa. A pesar de todos los desafíos, Yeda y Luís continúan siendo fieles en los diezmos y ofrendas. Hoy comparten su historia como una manera de agrade- cerle a Dios por el milagro ocurrido. Yeda Perpétua Garcia Galiano Brasília, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
  • 13. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 13 4 de marzo Comenzar el año con un milagro “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27). Era el comienzo del año y había llegado el momento de elegir la universidad. Me inscribí en una privada y en una pública. En ambas universidades el examen de ingreso era el sábado. Gracias a Dios, en la privada pude hacer la prueba un miércoles. Obtuve un buen resultado y logré ingresar. Sin embar- go, mi familia pasaba por dificultades financieras y no pude matricularme. No pude hacer la prueba otro día en la pública y, por un año, tuve que dejar de estudiar. Mi madre me decía: “Hija, ¿y si ese fue el plan de Dios? ¿Y si eliges otra carrera? ¿Y si estudias en otra universidad?”. Ella me insistía para que esperara con fe. Yo no sabía exactamente lo que Dios tenía para mí y el futuro se presentaba incierto, pero continué esperando. Ese año estudié idiomas, trabajé y continué siendo fiel a Dios en todo, inclusive en la devolución del diezmo. Pasó todo el año y recibí una respuesta. Comencé el 2014 con una noticia milagrosa. La Universidad pública anun- ció que el examen de ingreso nuevamente sería un sábado, pero modificarían el horario para todos los jóvenes adventistas. Cerca de 250 jóvenes adventistas realizamos la prueba el sábado, a las 18:30, después de que se puso el sol. Me inscribí a cinco universidades públicas y, finalmente, mis notas me permitieron ingresar a la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. ¡Qué alegría! Yo sabía que Dios había elegido esa institución. Había perdido un año de estudios, pero Dios me estaba respondiendo. Al comenzar la facultad, debíamos hacer un curso de nivelación. Otra opción sería eximirme de ese curso, haciendo una prueba. La fecha incial establecida era un domingo, pero después la cambiaron para un sábado. Sentí que estaban comenzando las pruebas, pero no me desanimé. Entré en contac- to con el abogado de la iglesia para que me diera asesoramiento. Dos semanas antes de la prueba, recibí otra buena noticia: once jóvenes de todo el país darían la prueba conmigo, el sábado a las 18:30. Dios actuó nuevamente. Un mes después, se publicaron los resultados y, gracias a Dios, aprobé el curso de nivelación. Camila Izurieta Manta, Manabí (Unión Ecuatoriana)
  • 14. 14 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 11 de marzo El mejor premio – 1 “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1). Como todo estudiante, yo también tenía el sueño de ingresar a la educa- ción superior. Mi nombre es Dhiego Arlinsonn y estoy cursando el sexto semestre de Publicidad y Propaganda en Manaos, en el estado brasileño de Amazonas. Qué maravilla es ser académico y ganar un premio estatal con un trabajo realizado en la facultad. Pero, ¿y si la conquista de ese premio significa no guardar el sábado por una sola vez? Nací en un hogar adventista y crecí con esos principios que regían mi manera de vivir. En junio del 2012, ya en la facultad, el profesor de la materia Redacción II pidió un trabajo que consistía en desarrollar el guión de una publicidad, de 60 segundos, para una empresa de calzados infantiles, que además hiciera alusión al día del padre. Eso me animó y conseguí una buena nota. Después surgió la idea de gra- barlo y, con ayuda de algunos amigos de la iglesia, produje y finalicé el video. En agosto, al regresar de las vacaciones escolares, la coordinadora de la carrera me llamó para conversar y me preguntó: “¿Por qué no produces un video del guión que escribiste?”. Le dije que ya había grabado uno. Ella me pidió verlo, le gustó y me propuso: “Dhiego, ¿qué te parece a idea de que tu trabajo compita al III Premio Amazonense de Propaganda y Marketing?”. De todos los trabajos realizados en cada categoría, los jurados seleccio- narían tres que luego se definirían por votación en Internet. Me sorprendí al ver que mi trabajo quedó entre los diez finalistas. Para resumir, la entrega del premio fue fijada para el 7 de diciembre, viernes, a las 20:00. Ese mismo día, fui a la empresa, confirmé mi presencia, retiré los pases para la ceremonia y volví a casa, pero no estaba en paz. Yo sabía que mi presencia allí podía significar un premio académico y me haría conocido en todas las agencias de publicidad del Amazonas, pero estaría desobedeciendo a Dios. Oré, conversé con mis padres y con el pastor, y decidí no ir al acto. Lloré, porque teóricamente estaba renunciando a una oportunidad única, pero mantuve mi decisión. Apagué el celular y disfruté aquella recepción de sábado como cualquier otro. Descansé y sentí la paz de Dios, sin ninguna preocupación. (Continuará...) Dhiego Arlinsonn Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
  • 15. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 15 18 de marzo El mejor premio – 2 “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1). Como había confirmado la presencia al evento de premiación, me pareció correcto enviar un comunicado a través de la red social de la empresa. “Hola, en primer lugar me gustaría agradecer la oportunidad concedida. Fue un inmenso placer participar del III Premio Amazonense de Propaganda y Marketing, además de un gran aprendizaje. Confieso que estar entre los tres mejores fue una gran sorpresa y eso ya es una gran conquista. No sé si gana- ré, pues las piezas que concursan en la misma categoría son excelentes, pero quiero justificar mi ausencia. Todos somos guiados por algo en lo que creemos; algunos principios rigen nuestro carácter, y yo no había notado que la ceremo- nia de premiación sería un viernes. Yo soy adventista del séptimo día y, de las 18:00 del viernes a las 18:00 del sábado, intento realizar actividades que no estén ligadas a mis intereses personales. Intento interesarme por personas que estén necesitando sentir la paz que viene de Dios. Un día elegí esos principios que rigen mi manera de vivir y no podría renunciar a ellos, incluso aunque eso signifique no llegar a una gran realización académica o profesional. Por eso, les pido disculpas si ocasiono algún problema y me pongo a disposición para lo que necesiten. Abrazos”. El domingo de mañana, cuando prendí el celular, me llegaron una gran cantidad de mensajes. El primero que leí fue de un amigo de la facultad que me decía que yo había ganado, que mi trabajo había sido considerado el mejor del estado de Amazonas. Al principio no lo creí, ya que la ausencia significa- ba descalificación. Sin embargo, Dios es fiel, y no pude contener las lágrimas al saber que era verdad. La alegría y la gratitud se apoderaron de mí. El lunes fui a la facultad a recibir el premio y la coordinadora del curso me dijo que había justificado mi ausencia explicándoles a todos los presentes que yo era fiel al cuarto mandamiento. Me sentí maravillado y me di cuenta de que, además de darme un reconocimiento académico, Dios quería que muchas personas sepan algo sobre la verdad del sábado. Dhiego Arlinsonn Manaus,AM (Unión Noroeste Brasileña)
  • 16. 16 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 25 de marzo Torbellino de bendiciones “Como pasa el torbellino, así el malo no permanece; Mas el justo permanece para siempre” (Proverbios 10:25). Viterba Mabel era una exadventista que, por mucho tiempo, había dejado de asistir a la iglesia hasta que, en febrero del 2013, pasó un tornado por su ciudad. Hizo estragos y dejó muchos desamparados, entre los cuales esta- ba ella. El gobierno llevó a los desamparados a un gimnasio público. Durante el período en el que Viterba estuvo en el gimnasio con los hijos, se encontró con una hermana adventista que la invitó a volver a la iglesia. En respuesta a ese llamado, Viterba volvió a la iglesia, pero no sola, ya que llevó con ella a 17 niños de su barrio, incluyendo a sus hijos. Hoy, siete niños y dos adolescentes continúan asistiendo a la iglesia regularmente. En el año en que se bautizó, Viterba asumió el trabajo de la tesorería de la iglesia. En cualquier otra situación, ocupar ese cargo no le hubiera llamado la atención, sin embargo, ante sus circunstancias, eso no solamente era una tentación, sino también un compromiso muy grande. El sueldo del marido, quien trabajaba como leñador, no les proporcionaba muchos recursos y, en las últimas semanas, el clima no había permitido la venta de leña. Delante de toda esa situación, la hermana Viterba enfrentaba extrema necesidad. A pesar de su condición, las cuentas de la tesorería de la iglesia estaban correctas y al día. No obstante, lo más asombroso fue que Viterba continuó devolviendo el diezmo de lo poco que ganaba limpiando la casa de un vecino. Al ver cómo Dios, incluso en medio de las necesidades, era su sustento, ella comenzó a animar a los demás hermanos a ser fieles. Por la gracia de Dios, y por la convicción de esa hermana, tres personas que no estaban diezmando comen- zaron a devolver el diezmo y sentir la alegría de ser fieles a Dios. Los tornados de la vida hicieron que esa hermana se fortaleciera en Dios y probara sus maravillas. Hoy podemos ver los frutos no solo en su vida sino también en la iglesia. Actualmente, Viterba disfruta de seguridad económica, y su hija mayor pronto ingresará al Instituto Adventista del Uruguay, a la carrera de letras. La iglesia sigue contando con esa tesorera que motiva la fidelidad a Dios. Viterba Mabel Mercedes, Soriano (Uruguay)
  • 17. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 17 1º de abril Detalles y cuidados Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Salmo 20:7). Amediados del año 2012, me estaba preparando para hacerme un chequeo médico, cuando descubrí que estaba embarazada. Entonces, además del chequeo, tuve que comenzar el control prenatal. Cuando me hice una ultra- sonografía mamaria, me detectaron un nódulo en la mama izquierda, y era maligno. Oré, busqué al obstetra y el me derivó a un mastólogo que, a su vez, me dijo que debía extirparmelo de inmediato. Fijamos la fecha para la cirugía y, al entrar al centro quirúrgico, el médico ya no encontró el nódulo. Volví al médico, repetí la ecografía, y ya no había nódulo. Seguí con los controles pre- natales, y también me detectaron hipotiroidismo. Era necesario comenzar de inmediato el tratamiento, debido a la gestación. Mi embarazo era de riesgo debido a mi avanzada edad. En diciembre, al realizarme la ecografía, para la cesárea, fue necesario repetir los exámenes, ya que tenía grandes posibilidades de estar con diabetes gestacional, lo que implicaría graves problemas para el bebé. Continué orando. En esos mo- mentos, ya estaba con varios problemas financieros, debido a muchos gastos que había tenido. Además, por algunos cambios en mi sector de trabajo, me redujeron el sueldo en un 50%. Mi situación económica ya era crítica, entonces clamé a Dios por socorro. Tenía que pagar el parto (unos 900 dólares aproximadamente), terminar con algunos exámenes y efectuar otros gastos. Pedí dinero prestado y fui a otra ciudad a realizarme la última ecografía obstétrica. Mientras esperaba que me atendieran, recibí llamadas en las que me informaban de una reunión del prefecto con las personas de mi sector de trabajo. Logré llegar a tiempo para la reunión, en la cual el prefecto nos dijo que nos restituiría nuestro sueldo y también nos pagaría un retroactivo. ¡Alabé a mi gran Dios! Una semana des- pués, me informaron que se había reducido el valor del parto a 600 dólares aproximadamente. El tesorero de mi iglesia me dijo que me ayudaría con los costos del parto con cerca de 400 dólares. Una vez más, alabé a Dios. Para completar las bendiciones, mi hija nació perfecta. Alabo a Dios porque él me probó, pero no me desamparó. Maria Andrade Araci, BA (Unión Este Brasileña)
  • 18. 18 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 8 de abril Estudiante diferente “Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico le alabaré” (Salmo 28:7). En la actualidad curso el último año de administración de empresas en una universidad no adventista. Al principio no conversaba mucho con mis compa- ñeros y no salía a la hora del recreo, porque sentía que no encajaba. Sin embargo, me fueron conociendo y comencé a contarles sobre el Club de Conquistadores, de los Aventureros, etc. También les hablé del sábado como día del Señor. A algunos les pareció extraño, pero otros quisieron conocer más. Yo hacía las pruebas los viernes y los lunes. La prueba de los lunes era com- plicada para estudiar porque la tarde del viernes se pasaba muy rápido; el sába- do iba a la iglesia, y el domingo participaba del Club de Conquistadores o de Aventureros. Por eso, no tenía mucho tiempo para estudiar para las pruebas de los lunes. Además, ese era el día de presentación de los informes de lectura y de otros trabajos. Durante los primeros tres años, esa fue mi rutina. En cierta ocasión, mis pruebas finales y el camporí de la región central de Paraguay cayeron en la misma fecha. Había que organizar muchas cosas y había mucho que estudiar para los exámenes. Después de finalizado el Camporí, yo te- nía que hacer una prueba, la más importante. Sin embargo, me enfermé de neu- monía grave, infección en la garganta y en los oídos. No podía comer nada sólido e ingería líquidos con mucha dificultad. Tampoco podía hablar y hasta respiraba con esfuerzo. Cierta noche, me dieron convulsiones y me tuvieron que llevar al hospital. Pero yo quería hacer esa última prueba. Tomé los medicamentos, me sentí un poco mejor, y reuní las pocas fuerzas que tenía para estudiar. El día del examen amaneció con una lluvia torrencial y yo aun no estaba del todo curada. De todas formas, decidí ir a la universidad. Salí con ayuda de mi madre y en el trayecto quedamos atrapadas con el auto en un sector inundado. El agua comenzó a subir y entró al auto. Fue allí que clamé a Dios con desespera- ción. Cuando terminé de orar, la lluvia paró de manera increíble, ya pude respirar mejor y ya no tenía tos. Llegué a tiempo, entré al aula y tomé los medicamentos. La profesora me preguntó qué estaba pasando y le conté todo. Ella me dijo que me había arriesgado mucho. Yo le respondí que confiaba en Dios. Ella sonrió y me dijo: “Yo también confío. Puedes hacer la prueba”. Al mediodía, mi garganta estaba mejor y ya podía tragar. Le doy gracias a Dios por haber obrado un milagro cuando más lo necesitaba. Natalia Vera Assunção (Unión Paraguaya)
  • 19. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 19 15 de abril Milagros actuales “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Keila Martins vive con el esposo y el hijo en Brasilia. Es adventista desde pequeña y aprendió que la oración y la confianza en Dios son las herra- mientas para vencer cualquier dificultad. En junio del 2013, Keila descubrió, después de algunos análisis, que tenía cáncer de mama. El tumor que surgió de un momento a otro y creció rápidamente preocupó a los médicos. Keila tenía un tumor en estado avanzado que la obligaría a iniciar inmediata- mente la quimioterapia y la radioterapia. Ella comenzó a preocuparse por los síntomas comunes de quienes pasan por ese proceso, como la caída del cabello. Afligida, oró a Dios y le pidió que le mostrara un medio de hacer el tratamiento sin perder el cabello. Sin embargo, durante las consultas con el médico, Keila conoció la reali- dad de otros pacientes que debían hacerse intervenciones más severas, como amputaciones de miembros. En ese momento, ella sintió que Dios le estaba enviando un mensaje al corazón para que dejara de preocuparse por algo insignificante (la caída del cabello) y creyera que Dios la estaba cuidando. Con la quimioterapia, Keila comenzó un tratamiento natural que cambia- ba totalmente su alimentación. Frutas, legumbres y jugos naturales empeza- ron a ser parte de su dieta, para complementar el tratamiento. Poco tiempo después, los médicos reevaluaron los exámenes y descubrieron una gran me- joría en el cuadro. Keila cuenta que hasta en la elección de una peluca sintió el cuidado de Dios. Ella decidió cortarse el cabello antes de que comenzara a caer y decidió donarlo para que otras personas con cáncer tuvieran la opor- tunidad de tener ese accesorio durante el tratamiento. No solo cambió su alimentación durante ese tiempo. También fortaleció su comunión con Dios por medio del estudio de la Biblia y de la oración durante las madrugadas. Después de ocho días de tratamiento, Keila volvió al médico para hacer una evaluación general y, sorprendido, afirmó que el nódulo había desaparecido. Según los médicos, fue un milagro, teniendo en cuenta la gravedad de la enfermedad. “Me curé y creo que Dios tiene un plan para nuestra vida. Quiero que el Señor me use para dar ánimo y valentía a otras personas”, afirma Keila. Keila Ribeiro Magioni Martins Taguatinga, DF (Unión Centro-Oeste Brasileña)
  • 20. 20 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 22 de abril Bendiciones y más bendiciones “Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia” (Salmo 59:16). En el momento en que escribo esto, tengo 24 años y estoy preparando mi tesis para graduarme en Psicología. Cuando yo tenía un año y medio de vida, mi madre desapareció. Mi padre agotó todos los recursos para encontrarla pero fue en vano. Al terminar el colegio secundario, ingresé en una universidad pública, pero no me sentía feliz. Fue entonces que la Universidad Peruana Unión (UPeU) se convirtió en un sueño para mí. Sin embargo, mi padre tenía una deu- da con el banco de 50 mil nuevos soles. Como no podía pagarla, empeñó algunos bienes y como garante corría el riesgo de perder la casa. En esas circunstancias, decidí colportar y pude juntar dinero para la matrícula. Allí mi padre hizo un último esfuerzo y me dio mil nuevos soles. Así llegué a la UPeU. Mi día comenzaba a las 2 de la mañana para estudiar la Biblia, preparar mis alimentos y continuar con mis tareas. De las 5 a las 13 horas trabajaba en el departamento de limpieza y de las 13:30 a las 19 estudiaba. Los sábados, a partir de las 14 horas, salíamos a hacer trabajo misionero. A pesar del poco tiempo que tenía, mis notas me llevaron a estar entre los mejores alumnos. En el verano, decidí colportar en Lima y Dios me bendijo mucho. Continué estudiando y, el verano siguiente, fui a colportar a Ecuador. En el segundo año de la carrera, perdí a mi abuela y a una tía muy cercana a quien consideraba casi una madre, pero Dios me sostuvo con su brazo fuerte y logré terminar el año exitosamente. En el cuarto año, decidí colportar en Brasil, pero tenía una deuda de 7 mil nuevos soles. Resolví viajar, a pesar de no saber el idioma. Antes de comenzar, hice un pacto con Dios: presentaría a Jesús y daría de regalo un libro misionero en cada casa, me compraran libros o no. La campaña fue una bendición. Les di estudios bíblicos a seis familias y, cuando terminó la campaña, tenía suficiente dinero para pagar la universidad. Al año siguiente, colporté en Panamá, y Dios me bendijo milagrosamente. Antes de mi graduación, un hermano arquitecto y una estudiante cubrieron mis gastos de graduación. Otras personas me compraron un vestido y zapatos. Estoy segura de que Dios puede hacer lo mismo por cualquier persona que confíe en él. Sonia Herrera Frías Universidad Peruana Unión (Unión Peruana del Norte)
  • 21. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 21 29 de abril Hacer lo correcto de manera correcta “Traed todos los diezmos al alfolí” (Malaquías 3:10). Yo había sido miembro activo de la iglesia, me gustaba trabajar para la obra de Dios y nunca había dejado de devolver el diezmo. Sin embargo, después de algún tiempo, comencé a pensar que podía administrar el diezmo y las ofrendas y no entregarlos más a la iglesia. Esa idea fue madurando hasta que se consumó. Comencé a usar el diezmo para pagar programas de radio, comprar material para la iglesia, etc. cuando los líderes se dieron cuenta de lo que estaba sucendiendo, me orientaron para que abandonara esa práctica. No le di la menor importancia, discutí con los líderes regionales y hasta con el pastor del distrito. Yo no me daba cuenta de que estaba actuando en evidente discrepancia con un claro principio bíblico que me llevaría a negligenciar otras cosas. De a poco, comencé a dejar de lado el culto familiar, el estudio de la lección de Escuela Sabática y hasta los momentos de oración se vieron comprometidos. En el 2013, recibí la invitación de una empresa para trabajar en mi casa. Tra- bajaría poco tiempo y ganaría mucho. Renuncié a casi todo por ir detrás de ese trabajo. Hice varios viajes y gasté mucho, creyendo que en poco tiempo estaría “nadando en dinero”. Llegué al punto de trabajar los sábados. Cuatro meses después de mi incorporación, la justicia de Brasil le pro- hibió repentinamente a la empresa seguir con sus operaciones. Desde ese momento, solo me quedaron deudas y el comienzo de una terrible depresión. Cierto día, un gran amigo me dijo que había una solución para el problema, pero que yo debía hacer lo correcto: devolver mi diezmo a la casa de Dios. Incluso con tantas deudas, todavía tenía el dinero del diezmo guardado. Allí mismo le pedí a mi esposa que hiciera un depósito en la cuenta de la Asocia- ción, pues yo no asistía a la iglesia. Sin que yo lo supiera, mi amigo le pidió al pastor que me visitara. Un día, el pastor llegó a mi casa, fue al lavadero, puso agua en un balde y vino hasta mí. Me sacó los zapatos y me lavó los pies. Yo hice lo mismo. El pastor me miró y me dijo: “Hermano, ¿qué puedo hacer por usted? Estoy aquí para ayudarlo. Cuente conmigo”. Volví a asistir a la iglesia y, en la actualidad, trabajo como terapeuta natu- rista y fisioterapeuta. Estoy muy feliz, principalmente por el hecho de ser fiel a Dios y percibir, una vez más, cuánto me ama. Cleiton José Leite Caicó, RN (Unión Nordeste Brasileña)
  • 22. 22 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 6 de mayo Prioridad “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Algunos consejos de Cristo parecen lejanos, hasta que nos toca vivirlos de cerca. Una de esas profundas enseñanzas se encuentra en las famosas palabras de Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Carina participó del Seminario de Enriquecimiento Espiritual I en su igle- sia. Por algún motivo, en aquel momento y bajo aquellas circunstancias, esa verdad o enseñanza no penetró en su corazón. Sin embargo, la obra de Dios en la mente humana no conoce de prisas o demoras. Al año siguiente, llegó la hora de participar del Seminario de Enriquecimiento Espiritual II. Ella lo realizó con alegría y, además de tomar nuevas decisiones en el área del cuida- do de la salud, ella comprendió la importancia de buscar a Dios en la primera hora de cada día mañana y pedir su ayuda para vivir de acuerdo con sus propó- sitos. Individualmente y en familia, Carina vio los resultados de poner en prác- tica los principios de los ocho remedios naturales y de la vida saludable. Todos comenzaron a consumir más verduras y a ingerir más agua. Fueron avanzando progresivamente en otros aspectos, en conformidad a los consejos de Dios Carina afirma: “Quiero dar testimonio de las muchas bendiciones que recibí al poder comenzar cada día realizando el Seminario de Enriquecimien- to espiritual a primera hora del día. Comprobé que dedicar una hora de la mañana a estar en presencia de Jesús me otorga su compañía para todo el día y el tiempo me rinde más. En los días en que mi agenda matutina era exce- siva, siempre encontraba un lugar para estacionar, después de mi encuentro con el Señor. En los lugares en los que siempre había filas, quienes atendían siempre estaban “esperándome”. Tenía tiempo para hacer todas mis cosas e incluso me sobraba tiempo para visitar a mi madre y volver a casa antes de la hora prevista. Haciendo una comparación, en términos económicos 9 dólares con el Señor son más que 10 sin él; y 3 horas con Cristo son más que un día entero sin él”. Carina Kaplan de Maier Paraná, Entre Ríos (Unión Argentina)
  • 23. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 23 13 de mayo Dios busca a los sinceros “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras” (Salmo 145:18). Llegó un momento en el que, en nuestra familia, nos dimos cuenta de que nece- sitábamos mucho de Dios. Pero, ¿a quién recurrir? Con tantas religiones, ¿cómo podíamos saber cuál es la correcta y que obedece realmente a Dios? Yo estaba dispuesta a seguir si Dios me mostraba el camino indicado. Hasta que cierto día yo estaba cambiando los canales de la TV y encontré al pastor Luis Gonçalves, de la TV Nuevo Tiempo. Yo no sabía quién era él y tampoco sabía de la existencia de ese canal, y él dijo: “Usted que acaba de encontrar este canal en la televisión, no la apague, quiero hablar con usted”. Yo pensé “¡No puede ser!”. Continué escuchando y él dijo exactamente lo que estaba sucediendo en nuestras vidas y que habíamos encontrado lo que estábamos buscando. Se me puso la piel de gallina y pensé: “¿Será así? ¿De dónde surgió ese canal que nunca antes había visto?”. Al día siguiente, encendí la TV para ver qué más había en ese canal. No hice nada en mi casa en todo el día; todo lo que escuchaba allí me hablaba directamente a mí. El programa “En la mira de la verdad” me presentó mu- chas de las respuestas que estaba buscando, y todo era sacado de la Biblia. “Consultorio de familia” también me habló aquel día. Escuché al pastor Ivan Saraiva hablando de la importancia del diezmo y de cómo la iglesia lo admi- nistra, y eso me dio mucha confianza. Desde ese momento, ya no tuve dudas: estaba segura de que Dios me mostraba lo que le había estado pidiendo. No mucho tiempo después mi familia y yo descubrimos que había un templo adventista en la ciudad y allí fuimos un domingo por la noche. Había pocos miembros. Todo era diferente a lo que habíamos visto. Los hermanos anotaron nuestra dirección y supimos que había un vecino que era de esa iglesia que comenzó a darnos los estudios bíblicos. Dios es maravilloso. En poco tiempo, mi familia y yo decidimos bautizarnos. Y fue allí que comenzó la lucha. Mi esposo debía dejar de trabajar los sábados. El patrón le informó que no sería posible porque necesitaba de su trabajo, princi- palmente ese día. Yo no trabajaba en ese momento y teníamos una hija pequeña, además de la casa financiada que pagar. A pesar de todo eso, mi esposo perma- neció fiel a Dios y firmó su renuncia. En el tercer día del aviso previo, el patrón lo llamó y le dijo que si el problema era el sábado, le daría ese día libre, siempre y cuando trabajara los domingos. Mi esposo aceptó y, finalmente, nos bautizamos. Andrea Denise Mello e Juliano Mello Marmeleiro, PR (Unión Sur Brasileña)
  • 24. 24 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 20 de mayo Padre por milagro “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Mi esposa y yo fuimos cultivando en el corazón el sueño de tener un hijo y, en el 2005, comenzamos una serie de exámenes, con especialistas, para ver si estaba todo bien o si había alguna incompatibilidad. Pasó un año, todo estaba yendo bien hasta que, en julio del 2006, por medio de exámenes, se constató que yo tenía varicocele y debía someterme a una cirugía. De lo contrario, tendría que olvidarme de la idea de ser padre algún día, pues las posibilidades eran mínimas. Fijamos la cirugía para el 4 de agosto del 2006. Con mi esposa comenza- mos las 40 jornadas de oración y dejamos el problema en las manos de Dios. Incluso pensamos en adoptar un niño. Por algún motivo, el médico me llamó el 3 de agosto para posponer la cirugía. Dos días después, Alessandra, mi esposa, se sintió mal y tuvo que ser internada, con una sospecha de algún virus. Bromeando con el médico clíni- co general, pedí una prueba de embarazo y él ordenó que se le realizara una. El 7 de agosto, día inolvidable, para nuestra sorpresa, la prueba de emba- razo dio positiva. ¡Alessandra estaba embarazada! Nos abrazamos y lloramos mucho. En ese mismo instante, doblamos las rodillas, con lágrimas de gra- titud, y le agradecimos a Dios por haber respondido a nuestra oración en el momento oportuno. ¡Él nunca nos desampara! Hoy entiendo mejor Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su pro- pósito son llamados”. Este versículo me acompaña siempre. Jorcinei Pereira Nunes Corumbá, MS (Asociación Sur-Matogrosense)
  • 25. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 25 27 de mayo Dios abre puertas “Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra” (Malaquías 3:11). Hace casi 20 años, el mensaje adventista entró a mi hogar por medio de mi marido, Antônio Martins. Antes de conocer la verdad, teníamos una con- dición financiera estable, pero sabíamos que nada de eso venía de las bendi- ciones de Dios y sí de mentiras, engaños y relaciones con el enemigo de Dios. Fue entonces que Antonio decidió poner una tienda de productos natu- rales con una panificadora. Apostamos mucho y asumimos el compromiso de cerrar todos los sábados. Todos los vecinos de nuestro comercio, que está en la principal plaza comer- cial, “profetizaron” que en menos de ocho meses las puertas estarían cerradas. Las ventas eran pocas y Antonio dijo: “De hoy en adelante, todo está en las manos de Dios. Continuaré cerrando la panificadora los sábados, en tes- timonio de lo que Dios me ordenó”. Y agregó: “También devolveré el diezmo al Señor, pues esa parte le pertenece a él”. En ese momento, Dios comenzó a actuar en su providencia. Estoy segura de que le susurraba a mi esposo al oído: “Continúa cerrando las puertas de la tienda que yo abriré las puertas de la providencia”. Recibimos la oportunidad de ser distribuidores de otros productos, en más de 150 ciudades del estado. Siempre ganamos títulos y premios de las entidades de la región como la mejor tienda del rubro y fuimos contemplados como el mayor distribuidor de una industria de jabones. Por la profecía de hombres, solo teníamos 8 meses, pero por las manos del Señor, estamos llegando a los 12 años de comercio. Este no es un relato de prosperidad con intercambio de favores. Es un testimonio de fe, perseverancia y certeza de que Dios vive y que siempre podemos confiar en él. Samira Isaac de Freitas Martins Senhor do Bonfim, BA (Unión Este Brasileña)
  • 26. 26 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 3 de junio Más fuerte que su voz “y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Eladio es un moto-taxista que se bautizó en 1998. Las pruebas de la vida lle- garon rápidamente, como una avalancha, y sin aviso. Cuando él se bautizó, prometió que sería una voz para predicar la Palabra de Dios. Sin embargo, Ela- dio estaba perdiendo la voz. Un día sus parientes le dijeron que alguien le había hecho una brujería, pero él les respondió que el enemigo no tenía poder sobre él, pues le había entregado su vida a Dios. Sin embargo continuaba perdiendo la voz. La esposa intentaba persuadirlo para ir a visitar un curandero, pero Ela- dio se arrodillaba y, sin voz, oraba en su corazón: “Señor, dame fuerzas para salir de todo esto. Aunque pierda la voz, nunca dejaré de amarte”. Después de algunos meses, Eladio decidió ir a un hospital en Lima. Al llegar allí, aumentaron sus problemas financieros. Él invirtió todos sus ahorros en el tra- tamiento. Después de seis meses, comenzó a sentirse mejor. Comenzó a balbucear algunas palabras, pero no podía hablar, sino solo comunicarse por escrito. Al volver a casa, ya no podía trabajar de moto-taxi, así que decidió poner su moto en alquiler y pronto encontró un conductor. Al hacer el contrato, Eladio escri- bió: “Alquilada de domingo a jueves y, los viernes solamente hasta las 17 horas”. El hombre le preguntó por qué y Eladio respondió: “Porque soy adventista del séptimo día y guardo el sábado”. El hombre aceptó. Después de un mes, el conductor canceló el contrato con Eladio porque quería trabajar los sábados. Fue entonces cuando comenzaron a surgir problemas con la esposa. “Nos estamos quedando sin dinero ¿y te das el lujo de imponer condiciones para que alguien trabaje?”, le dijo ella. Eladio la miró con ternura y escribió: “Amor, Dios sabe lo que hace y nunca nos desampara”. La esposa se puso furiosa. Entonces, Eladio tomó el sobre de diezmo y anotó el valor que deseaba devol- verle a Dios. La esposa casi se desmaya. Nuevamente gritó: “¿Qué estás haciendo? Tenemos muchísimas deudas ¿y le darás esa enorme cantidad a la iglesia?” Eladio volvió a escribirle: “Dios nunca me abandonó. Me está devolviendo la voz. Pronto venceremos estas dificultades”. La esposa se retiró enfadada. Pasadas algunas semanas, el hombre que había alquilado la moto-taxi fue preso por transportar drogas. Eladio se libró de ir preso también. Cuando la esposa se enteró de lo ocurrido, le dio gracias a Dios por su cuidado. En la actualidad, Eladio está curado. Puede cantar, predicar y es muy generoso con los más pobres. Eladio Pérez Ysla Tingo María (Unión Peruana del Sur)
  • 27. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 27 10 de junio El Dios que liberta “Porque Jehová juzgará a su pueblo, Y se compadecerá de sus siervos” (Salmo 135:14). Shirley y su esposo comenzaron a hacer los 40 días de oración de la jornada espiritual. El pastor les pidió que eligieran a una persona por quien orar. Dios puso en el corazón de Shirley el deseo de orar por su hermano, Carlos Simão, quien era alcohólico y dependiente químico. Shirley ya le había ofrecido ayuda sugiriéndole que fuera a alguna clínica, pero él nunca aceptaba la sugerencia. Entonces, durante ese período, ella intensi- ficó las oraciones para que Dios obrara un milagro y su hermano dejara los vicios. Los 40 días de oración coincidieron con los 10 días de oración. El jueves, Shirley recibió la noticia de que su hermano había desaparecido. Buscaron en hospitales, en las morgues y comisarías, pero no lo encontraron. El domingo, ella recibió la noticia de que su hermano estaba en una granja. Carlos cuenta que una noche salió para drogarse y se perdió en la mitad del camino, en medio de un baldío. A la mañana siguiente, una persona le preguntó cómo había entrado a ese lugar y cómo había llegado hasta allí. Carlos le mencionó que no recordaba lo que había sucedido, pero que abrió el portón y entró porque estaba cansado y con sueño. La persona le explicó que esa era una clínica de rehabilitación y que un perro muy malo cuidaba el lugar. Ese perro incluso ya había mordido a dos personas que intentaron entrar a la granja durante la noche. Cuando Shirley le contó a su hermano que estaba orando por él hacía algún tiempo, él entendió que el hecho de haberse perdido y llegado a aquel lugar for- maba parte del plan de Dios. Carlos aceptó el tratamiento. Shirley dijo que no solo fue respondida su oración sino la de toda la iglesia. Durante el lanzamiento de la Jornada Espiritual, el pastor oró para que la iglesia pudiera ser útil a la comunidad, sirviendo de alguna manera y al mismo tiem- po evangelizando a personas que aún no conocen la verdad. La respuesta a esa oración vino por medio de una invitación que hizo el director de la clínica de rehabilitación, que le pidió a la iglesia que hiciera un programa los sábados, con los internos. Por la gracia de Dios, Carlos aceptó a Jesucristo como Salvador y Libertador y se bautizó el 22 de noviembre del 2014. Shirley Moreira Silva Costa Luziânia, GO (Unión Centro-Oeste Brasileña)
  • 28. 28 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 17 de junio Profesores de fe “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará” (Salmo 145:18, 19). Jorge Singh y Mirta Leites trabajaron como maestros en nuestras escuelas por más de tres décadas. Trabajaron en Argentina y en Paraguay, en diversas es- cuelas y en situaciones muy diferentes. Generalmente, eran colegas en la misma escuela, pero debido a circunstancias especiales, tuvieron que vivir una situación atípica: Mirta enseñaba en la escuela de Ciudad del Este, Paraguay, y Jorge en la de Puerto Iguazú, en Argentina. Fue así por algunos años. Esas son ciudades limítrofes y se encuentran a poca distancia; Jorge trabajaba de lunes a viernes en Argentina y volvía a Paraguay para pasar el sábado y el domingo. El trabajo era arduo pero gratificante. Un día, en la iglesia de Ciudad del Este, promocionaron la “Semana de la fidelidad”. Jorge se sintió tocado por el desafío presentado por el pastor. Él y Mirta siempre habían sido fieles en los diezmos y las ofrendas, pero estaban siendo desafiados a hacer un pacto de ofrendas por la misma cantidad de dine- ro del diezmo. ¿Será que Dios los bendeciría? Jorge y Amado son grandes amigos en Cristo y no solo comentaron sobre esta propuesta sino que se animaron mutuamente a asu- mirla. No fue fácil, ya que los maestros en Argentina y Paraguay no ganan mucho, pero avanzaron por fe. Ya han pasado cinco años y ellos mantienen la promesa. Después de algunos años, Mirta se jubiló y ambos fueron a vivir a Argen- tina. Como faltaban pocos años para que Jorge se jubilara, comenzaron a pre- ocuparse por el lugar donde vivirían. Algunos años atrás habían comprado un terrero en la ciudad de El Dorado. La duda era si debían comenzar con la construcción en aquel lugar lejano, sin poder seguir la construcción de cerca, o si deberían buscar algo más cerca. Mirta comenzó a buscar un lugar en Puerto Iguazú, pero los terrenos allí eran muy caros. Siempre oraban y continuaban siendo fieles. En un momento pensaron en comprar un terreno en una zona rural, pero Dios tenía algo mejor. Los bendijo con una propiedad a una cuadra y media de la iglesia y la escuela en Puerto Iguazú, por el valor exacto que habían ahorrado. Además, el terreno contaba con una construcción sencilla, lo que les permitió vivir ahí mientras hacían algunas remodelaciones. Jorge Singh Puerto Iguazú, Misiones (Unión Argentina)
  • 29. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 29 24 de junio Probad y ved “Si retrajeres del día de reposo tu pie [...] yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:13, 14). Después de ver el resultado del examen de ingreso para la carrera de Ma- temáticas, en el que había aprobado para estudiar en la Universidad Fe- deral de Rondônia, campus Ji-Paraná, reuní los documentos necesarios para la matrícula. Sin embargo, las clases serían en el turno nocturno. ¿Qué haría con aquellas materias que cayeran los viernes a la noche, durante el semes- tre? Oré a Dios y fui a inscribirme. Entonces, el jefe del departamento de Matemáticas comentó: “Todo listo, matriculada en las cinco materias del primer turno. ¡Bienvenida!”. Al escu- char eso, le dije: “Muchas gracias pero me gustaría matricularme solamente en las materias de lunes a jueves”. “Como este sistema es cerrado, en el pri- mer semestre no puedes elegir las materias”. Nuevamente insistí: “Quiero matricularme en todas, menos en las que se dictan los viernes por la noche”. El hombre hizo una pausa y me dijo: “Muy bien, quitaré esas materias”. Después busqué al profesor y le dije: “Soy adventista del séptimo día y guardo el sábado, por eso, no me matriculé en las materias de los viernes por la noche”. El me respondió: “No sé. El problema es tuyo. Si pretendes graduarte de esa manera, este no es tu lugar. Busca otra institución”. Esa no era la respuesta que yo estaba esperando, pero le agradecí la atención y volví a casa. Continué orando. Comenzaron las clases y, el primer día, ese profesor de la semana anterior entró al aula. En ese mismo instante pensé: “¿Y si sus materias son en las horas de sábado?”. Bueno, para recuperar las materias de los viernes a la no- che, Dios abrió las puertas para que pudiera hacerlo en los turnos matutino y vespertino. Saqué buenas notas, a pesar de cursar seis o siete materias por semestre, cuando lo normal sería cuatro o cinco. Todos los semestres yo ade- lantaba materias; además de las cuatro normales de lunes a jueves, y cursaba una o dos atrasadas. Dios es más grande que cualquier problema u obstáculo. Terminé mi ca- rrera en tres años y medio, o sea, un semestre antes de lo normal, y fui la úni- ca de mi curso en hacerlo. Todo sin asistir a las clases en las horas sabáticas. Confíe en Dios y él responderá sus oraciones. Vale la pena ser fiel. Claydaiane Ferraz Andrade Ji-Paraná, RO (Unión Noroeste Brasileña)
  • 30. 30 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 1º de julio La santidad del diezmo “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová” (Levítico 27:30). Mi familia vive en la ciudad de El Alto, en La Paz. Trabajamos con arte- sanías en alpaca y contamos con un número significativo de empleados en nuestra empresa. Además, nos agrada ayudar a familias emprendedoras y menos favorecidas dándoles trabajo. En la actualidad, y hace más de doce años, participamos activamente en la Iglesia Adventista Villa Bolívar D. Cuando comenzamos nuestra empresa, solo mi madre era fiel en la de- volución del diezmo. Era admirable cómo, de lo poco o mucho que ganaba, entregaba el diezmo cada sábado y lo hacía con alegría en los alfolíes de la iglesia. Ella nunca dejó de ser fiel, pero mi padre se oponía a la devolución del diezmo. Él argumentaba que era mejor invertir ese dinero en la compra de materiales necesarios para aumentar el capital de la empresa o entregarlo para que otros se beneficiaran. Cierto sábado, entraron ladrones a nuestra casa y se llevaron todo lo que teníamos: las máquinas, materiales, accesorios, dinero y otras cosas. Mi pa- dre no lo podía creer. Todos nos entristecimos y desanimamos con ese suce- so. Todo lo que habíamos conquistado a lo largo de muchos años, lo habíamos perdido en cuestión de minutos. Ahora no teníamos nada más. Mi familia se reunió y llamamos a los hermanos de iglesia para hacer un culto especial y entregar todo en las manos de Dios. Aquel día decidimos recomenzar. En medio de la aflicción, mi padre, mis hermanos y yo prometi- mos devolver los diezmos con fidelidad. Ya han pasado cuatro años desde que sufrimos aquel terrible robo. Por la gracia de Dios, hemos sido fieles. Hoy vemos el cuidado de Dios por nosotros y por nuestra empresa, y todo el tiempo vemos que Dios nos bendice con el doble y hasta el triple de lo que teníamos antes. No solamente somos fieles en el diezmo, sino que también somos generosos en la entrega de lo mejor como ofrenda. Hoy mis hermanos estudian en centros educativos adventistas. En la ac- tualidad, curso teología, y mi hermana, administración. Mis hermanos me- nores estudian en escuelas adventistas. Por la gracia de Dios, toda nuestra familia está comprometida con Dios, con la misión y con la iglesia. Ronald Mamani Colque Vinto, Cochabamba (Unión Boliviana)
  • 31. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 31 8 de julio Firme en lo que es correcto “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos [...], entonces te deleitarás en Jehová” (Isaías 58:13, 14). Soy adventista hace 33 años. Cuando conocí la verdad eterna, todavía era soltera y ya trabajaba hacía dos años en una farmacia, donde me sentía muy bien, ya que era amada y respetada, incluso por mi jefa. Todo iba bien hasta que conocí la verdad sobre el cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Esa verdad penetró en mi corazón de manera tan maravillosa que, después de eso, todo lo que yo quería era honrar a Dios guardando sus mandamientos. Como trabajaba los sábados, iba a la iglesia los domingos. Un día, escuché un lindo sermón sobre el sello de Dios. Me conmovió escu- char aquel mensaje tan inspirador. Lloré mucho mientras lo escuchaba. Estaba convencida de que el sábado era el día que debía guardarse y que era una señal entre Dios y su pueblo. Sin embargo, yo trabajaba los sábados y necesitaba mi empleo para ayudar en mi hogar, que era carenciado. El lunes, hablé con mi jefa, Lucia, sobre mi nueva fe y le pedí que me diera los sábados libres. Le sugerí que me descontara el día y me ofrecí a trabajar los domingos. Ella no aceptó el acuerdo y me pidió la libreta de trabajo para firmar el despido. Me dijo también que traería a alguien para que yo entrenara en el puesto. Además me cuestionó el hecho de que, con tantas religiones en el mun- do, yo había elegido justo esa. Le mostré algunos textos en el Antiguo y Nuevo Testamento que hablan sobre la observancia del sábado, pero nada pudo conven- cerla. Entonces, hice lo que ella pidió. Le llevé mi libreta de trabajo y esperé a la persona que me substituiría. Pasaron casi dos meses y la muchacha a la que esperaba, no apareció. Duran- te ese tiempo, varias veces, ella me buscó para intentar disuadirme. Hasta que un día me llamó a su oficina y me dijo: “¿Estás realmente decidida a pertenecer a esa iglesia?”. Yo le respondí que sí. “¿No renunciarías a ella?”. Fue en ese mo- mento que ella me dijo: “Decidí no poner otra persona en tu lugar. Yo misma te reemplazaré los sábados. No quiero perderte. Los viernes saldré mas temprano de la facultad y vendré a las 17 para reemplazarte”. Para gloria y honra de Dios, decidí bautizarme en la Iglesia Adventista. También llevé a mi hermana Caucilla, la primer estrellita de mi corona. Cacilda Fidelis da Silva Oliveira Paulista, PE (Unión Nordeste Brasileña)
  • 32. 32 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 15 de julio ¿Mi esposo o mi Dios? “¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger” (Salmo 25:12). Hace algún tiempo, mi vida comenzó a desmoronarse, y mi marido no quería que yo buscara a Dios ni que fuera a la iglesia. Siempre se oponía, has- ta que comenzó a imponer condiciones y me decía: “Elige entre tu Dios y yo”. Tuve que tomar una difícil decisión en mi vida y en la de mis hijos: decidí por Dios. Entonces, mi esposo nos abandonó y comenzaron las necesidades econó- micas que cada día eran más graves. En la iglesia de Miguel Grau, del distrito de Paucarpata, a la que asisto, se organizó un grupo de oración intercesora y comencé a orar mucho a Dios. Yo oraba diariamente para saber lo que podía hacer. Cierto día, Dios respondió mi oración. El padre de mis hijos, inesperadamente, me llamó para calcular cuánto sería necesario para los gastos de la casa. Entonces le respondí que aproximadamente 1700 nuevos soles mensuales. Me respondió que depositaría 600 nuevos soles cada quincena. En ese momen- to, le agradecí a Dios porque había tocado el corazón del padre de mis hijos. Pero la mano de Dios continuaría manifestándose en mi vida. Un sábado de mañana, escuché un grupo de hermanos que formaban parte del Equipo Distrital de Mayordomía, enseñando con respecto al diezmo y las ofrendas. Honestamente, me sorprendí con lo que había descubierto. Entonces, inmediatamente les pedí copias de los temas expuestos para que pudiera estu- diarlos con más profundidad en casa. Después de ese estudio, llamé al pastor y le pregunté: “¿Debo dar el diezmo de lo que mi marido me da para nuestros hijos?” El pastor me respondió con un sonoro “Sí”. Me pidió que le diera ese diezmo a Dios y él me bendijo más de lo que imaginaba. La próxima bendición fue la invitación para trabajar en el ministerio de publica- ciones. Comencé a colportar y, sorprendentemente, Dios me bendijo mucho más. Entonces decidí hacer un pacto con mi Dios. De aquel momento en adelan- te, no solo separaría el 10% de mis entradas, como diezmo, sino que también daría otro 10% de ofrenda y 5% para el proyecto local de mi iglesia. Posteriormente, me invitaron al equipo distrital de mayordomía para contar mi testimonio de fidelidad. Doy gracias a Dios por su bondad, su misericordia y por tantas bendiciones. ¡Y pensar que un día mis hijos y yo pasamos por una gran crisis económica! Sofía Mamani Rojas Arequipa (Unión Peruana del Sur)
  • 33. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 33 22 de julio Enseñada por el Señor “Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo” (Salmo 50:14). Un sábado por la mañana, fui a la iglesia a adorar al Señor, como de cos- tumbre. Debería haber sido un sábado común, como tantos otros que ya había vivido hasta ese momento. Sin embargo, no sabía que Dios tenía un mensaje especial para mí. El predicador nos presentó la relación existente entre el sacrificio de amor ofrecido por Jesús y nuestro reconocimiento de ese hecho divino, desafiándonos a firmar una alianza con Dios. Esa alianza enfatizaba cinco términos que deberían ser observados. Entre ellos, ofrendar el 10% de mis ingresos a Dios. Después de resistir un poco en el banco de la iglesia, me levanté. No fue una decisión fácil, pues habíamos comenzado la construcción de nuestra casa. Sin embargo, pensé: “Si no estoy dispuesta a ofrendar el 10% de lo que gano a Dios, ¿cómo podré dejar todo para seguirlo, si es necesario?”. En el camino de regreso a casa, comenté con mi esposo el mensaje, los puntos de esa alianza y busqué encontrar una justificación que me eximiera del compromiso que había hecho con Dios aquel sábado. El do- mingo por la mañana, le consulté a Dios en oración con la certeza de que él me mostraría la verdad. Me levanté, tomé mi Biblia y oré con sinceridad al Señor, pidiéndole que me mostrara si aquel mensaje de compromiso era suyo y si esa era su volun- tad para mi vida. Entonces sucedió algo extraordinario. Dios me dio un es- tudio bíblico de tres horas sobre el tema, sin ningún material de apoyo, guía de estudios o concordancia bíblica. De las 6 a las 9, me quedé escuchando a Dios explicándome su voluntad para mí con respecto a mi compromiso de fe. Casi no podía creer la manera extraordinaria en la que Dios estaba ha- blando conmigo. Dios me fue guiando de manera sobrenatural exactamente a los versículos que traían luz a mis inquietudes y dudas, comenzando por el Salmo 50, que era la lectura de aquel día del proyecto Reavivados por su Palabra. Comprendí que debía cumplir los votos que había hecho delante del Señor (Sal. 50:14) y ofrecerle a Dios mi ofrenda como sacrificio de acciones de gracias. La ofrenda debería exigir de mí un sacrificio, a fin de colocarme humildemente en dependencia total de Dios. Entendí que no debería retro- ceder (Heb. 10:38, 39), sino avanzar por la fe con la certeza de que Dios es quien me sustenta, y que todo lo que tengo y soy le pertenece a él. ¡Alabado sea el Señor! Nilcéia Ribeiro Cruz Florianópolis, SC (Unión Sur Brasileña)
  • 34. 34 ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br 29 de julio Solo nos queda esperar “Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Salmo 27:14). Yo trabajaba en la ciudad de Angol y tenía todos los bienes materiales que alguien podría desear, pero siempre me faltaba algo. Decidí renunciar a mi trabajo y volver a San Felipe, a la comunidad de Panquehue, a la casa de mis padres. Pensé que pronto encontraría trabajo y tendría una vida próspera como la que tenía antes, pero no fue así. Cierto día, encontré a una amiga a la que no veía hace mucho tiempo. Ella me ofreció estudios bíblicos y, el 4 de octubre del 2014, decidí bautizarme. No fue fácil abandonar la vida pasada. Cuando comencé los estudios bíblicos y comencé a asistir a la iglesia, todo se hizo más difícil. Yo tenía dudas y no podía dormir. Envié mi currículum a casi todo Chile; pero solo me llamaban para entrevistas en ciudades lejanas, donde tenía que trabajar los sábados, aunque me ofrecieran un buen sueldo y bonos. Otra prueba: en la casa de mis padres, no podía estudiar la Biblia diariamente ni tener un ambiente cristiano, ya que ellos no eran adventistas. Los meses pasaban y no conseguía trabajo. Ayuné y le pedí a la iglesia que orara por mí. Envié nuevamente mi currículum a muchas empresas, pero al de- cir que era adventista del séptimo día y guardaba el sábado, nadie me llamaba. Un día, sin embargo, una señora, dueña de cuatro propiedades, estaba bus- cando a alguien que la ayudara en su casa pues su marido había perdido la ra- zón. El marido administraba las propiedades, pero ya no podía hacerlo y ella no tenía experiencia ni fuerzas para reemplazarlo. Acepté con la condición de que no trabajaría los sábados. Entonces me dijo que tenía una casa disponible, en caso de que quisiera vivir en ella, y que la empresa asumiría los gastos básicos. Acepté inmediatamente. Ahora podría estudiar la Biblia sin interrupciones. En el trabajo, conocí a un jornalero pentecostal que me hizo muchas pre- guntas sobre el sábado, aunque al principio no entendía mucho de lo que le contaba. Después de dos semanas, comentó que sentía que su iglesia estaba equivocada. También pude dar testimonio delante de la dueña de las propie- dades. Al principio ella no quería escuchar nada, debido a la enfermedad del marido. Pero después aceptó escuchar más de la Palabra y el poder de Dios. Ahora está haciendo el curso La fe de Jesús y Hogar feliz. Hoy entiendo que Dios hace las cosas a su tiempo y que solo debemos esperar, confiar y nunca perder la fe. Miguel Ángel Bustamante Canelo San Felipe (Unión Chilena)
  • 35. Envia tu historia a: testemunho@adventistas.org.br ������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 35 5 de agosto La ofrenda soy yo “Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados” (Proverbios 16:3). Doña Alaíde Morais Pena creció ayudando a los padres; ayudó en el cam- po y a criar a sus ocho hermanos. En la adolescencia, con solo 15 años, conoció a su primer y único novio, João Pena Sobrinho, con quien se casó. Tuvieron doce hijos y los educaron en los principios cristianos, incluso sin co- nocer la Palabra de Dios por completo. Cierto día, su cuñado José Pena, que era adventista del séptimo día, decidió explicarle el mensaje adventista, pero ella se rehusó a escuchar. En otra ocasión, un miembro de la iglesia invitó al esposo de Alaíde para ir a la iglesia, pero el señor Pena, que era camionero y ya había cargado los camiones, le pidió que ella fuera en su lugar. Alaíde fue y se llevó a Odilia, Maximiliana, su hermana Altair y Floripes. El culto fue tan bonito que las amigas se convirtieron al mismo tiempo. Cuando el esposo volvió del viaje, la primera noticia que ella le dio fue: “Tú me pediste que fuera al culto y ahora soy adventista del séptimo día”. Para su sorpresa, él se puso muy feliz. Ella trabajó con mucho empeño y amor hasta conseguir llevar a los pies de Jesús a su madre, su hermana Iracy y, más tarde, a su tía Anorinda. Durante mu- cho tiempo, hizo el culto en su casa, hasta que surgió el deseo de construir una iglesia en la localidad donde vivía. El esposo la ayudó y comenzó a construir su amada iglesita. Empezó a hacer dulces y reunió el dinero suficiente para comprar dos mil ladrillos. Le pidió al esposo que pagara a los albañiles y ella aportaría el material. Él, bromista como era, le dijo: “¡Tú lo haces y yo tengo que pagarlo!”. Pero fue una gran ayuda e incentivo durante la construcción. La iglesia quedó lista el 11 de noviembre de 1972. En la ceremonia de in- auguración, se bautizaron Maria Morais, su madre, e Ivone y Maura, sus hijas. El bautismo fue realizado por el pastor Paulo Stabenow. Ella, con su humildad, carisma y simpatía, continuó su trabajo; a veces, solo estaba ella como predica- dora, sus hijos, su hermana y una sobrina. Hoy, Alaíde tiene 90 años y sueña con ver a toda su familia a los pies de Jesús. Ella oró 33 años por la conversión de su esposo hasta que, para su felicidad, él descendió a las aguas bautismales. Las luchas fueron grandes pero actualmente, desde el portón del jardín de su casa, ella contempla a su amada iglesita. Alaíde Morais Pena Salinas, MG (Unión Sudeste Brasileña)