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ARTÍCULOS “PURO OLOR A INCIENSO”
           Escritos por Eric F. Luna
Publicados en la revista sociocultural Entrelíneas
               (May 07/ Oct 08)
PURO OLOR A INCIENSO (Jun 2007)
PURO OLOR A INCIENSO
Por Eric F. Luna

         Cuando uno se detiene a reflexionar, resulta sorprendente lo paradójico que llega
a ser el planeta. Puestos a enfocar con una lente de escasa graduación nos encontramos a
nosotros mismos envueltos en festividades propias de la localidad y de la estación
primaveral, inmersos en la piel de arlequines que pretenden sosegar los triviales
conflictos de nuestra vida cotidiana, al estilo de aquellos antepasados de la Edad Media
que fraguaban sus miserias tras una burda máscara de carnaval; nos encontramos con la
ya asentada primavera, que son unos noventa días que la Tierra nos regala junto con un
compendio de esencias olfativas propias de su germen; me encuentro a mi mismo
paliando la ausencia de esos olores con barritas de incienso que pretenden emular el olor
a azahar, (ya que las factorías vierten al aire sin mesura su propia y distintiva esencia).
Ante este panorama, uno amplía el zoom de su objetivo para obtener una mayor visión
de conjunto y se plantea… ¿acaso es primavera para todo el mundo? Y me refiero a
primavera evocando el sentido poético del término: PRIMAVERA. Encajen esa palabra
y desmenúcenla. Desde ese otro plano mucho más amplio se observa que existe una
realidad coetánea en la que convivimos (en tiempo, no tanto en espacio) con rincones
oscuros de este planeta en los que hace mucho que no se da la primavera por causas
tales como epidemias, conflictos bélicos, masivas deforestaciones en selvas amazónicas
y odio, odio al ser y al objeto. Sinceramente, nada de esto se asemeja, en esencia, a la
Primavera a la que dedicaban sus suspiros los grandes poetas… Sé lo que podría
argumentar un lector con ánimos de polemizar: ¿Acaso todos esos condicionantes no se
dan, predominantemente, en un hemisferio en el que actualmente es otoño? Pues sí, pero
no es excusa. Recientemente he descubierto por una lectura en la prensa, un desorden
neurológico al que se le aplicó el certero nombre de “Síndrome de Alicia en el País de
las Maravillas”, en honor a la celebérrima obra de Lewis Carroll. Quienes lo padecen (al
igual que la protagonista del cuento) no son capaces de discernir el tamaño real de los
objetos físicos de forma que, un objeto del tamaño de un automóvil se les puede antojar
del tamaño de una caja de cerillas y viceversa (no es broma, lo aseguro). Lo primero que
se me vino a la mente tras descubrir tal anomalía es que, es una verdadera lástima que
esa enfermedad no nos afectase a todos esporádicamente y nos alterara la visión, no al
respecto de objetos materiales, sino con respecto a los valores de la humanidad, de
forma que, la ignorancia, la intolerancia, el abuso de poder o la violencia se vieran
mermados al tiempo que se engrandecieran la humildad, el afecto, el valor y el respeto a
uno mismo y a lo ajeno. Mucho me temo que hasta que este utópico mal mayor no
afecte a la humanidad, en casi todo el globo predominará el otoño (digno antecesor del
invierno) y el azahar de mis barritas de incienso acabará como las esperanzas de los que
abogamos por un mundo mejor… convirtiéndose en cenizas. Así pues, preparen el
desfibrilador, la primavera se nos muere.
PURO OLOR A INCIENSO (Sep 2007)
PLACERES, ESTRÉS Y OTRAS CUESTIONES MUNDANAS
Por Eric F. Luna

        Situémonos. En los albores del siglo XXI, época en la que cualquier pregunta
puede ser respondida en 0,08 segundos por google, altavista, etc.; época en la que se
diseñan todo tipo de máquinas y artilugios con el único objetivo de facilitar la vida al
ciudadano occidental y aportarle confort en sus quehaceres diarios, parece difícil pensar
que, un mal extendido por las mentes y cuerpos de millones de trabajadores
“mileuristas” sea el estrés.
El estrés mata (debiera especificarse en algunos contratos de trabajo, en negrita, al
estilo de las advertencias en paquetes de tabaco) y el estrés perjudica seriamente a los
que hay a su alrededor, ya que incluso se achacan al estrés (y con motivos)
responsabilidades en crímenes, como el acontecido hará unos meses, en el que un
hombre acabó con la vida de su familia al ser sobrepasado por la presión del estrés. Y es
que, al fin y al cabo el ser humano no es más que un animal. Un animal civilizado que
cuando se siente motivado tiende a ser constructivo, pero que cuando se siente
acorralado y perdido tiende a ser todo lo contrario. En todo esto también tiene su parte
de culpa la escasa calidad de los placeres de hoy día. En la actualidad y aunque suene
irremediablemente a tópico todo va muy deprisa, el que tiene trabajo lo sobrelleva como
puede y el que carece de él anhela ostentar un puesto… y total, ¿Para qué? Para
terminar alimentando con gran parte de nuestro sueldo a esas aves de rapiña que llegan
en forma de correspondencia hasta nuestros hogares: llámense facturas de la luz, del
teléfono, la contribución, el seguro del coche… ¡Uff! De haberme avisado alguien
durante la infancia creo que hubiera optado por adoptar un complejo de Peter Pan de
dimensiones equinas. Pese a todo, nosotros y sólo nosotros somos los responsables del
peso que pueda recaer sobre nuestras espaldas. El siglo XXI es un complejo habitat en
el que reinan aires de consumismo, de materialismo, toda una sociedad de usar y tirar.
Aunque pueda parecer extravagante, hace poco tuve la oportunidad de presenciar una
sesión en la que una maestra budista hablaba acerca de la felicidad. Ella sostenía que el
apego exacerbado a lo material en esta vida (ya fuera apego a objetos o a personas) no
aportaba la felicidad en absoluto, sino que la felicidad habría de buscarse mediante
nuestra entrega a los demás… (concepto que, por cierto, no dista demasiado de nuestras
tradicionales enseñanzas religiosas) ¿Qué decir ante esto?... chapeau!
Lamentablemente, en una sociedad como la nuestra en la que se nos impone el deseo de
poseer todo aquello que se nos presenta ante los ojos, resulta difícil poner en práctica
estos preceptos. Si asumimos el hecho de que a causa de nuestros deseos tendremos
obligaciones, sólo nos queda como método de evasión el goce de los pequeños placeres
de la vida para no terminar de perder la cordura. Fernando Savater, catedrático de
filosofía y autor de varias obras de carácter moral, receta en su “Ética para Amador” no
reprimirnos ante el disfrute de los pequeños placeres ya que, en su opinión, éstos son los
que dotan de significado a nuestra existencia y establecen una diferencia entre un ser
humano y un animal (en otras palabras, tenemos la gastronomía, el sexo y el deporte,
mientras que un animal sólo ha de cubrir unas necesidades de reproducción y
supervivencia).
Tenemos en nuestras manos la posibilidad de librar la batalla contra el estrés y la
infelicidad y salir victoriosos: Disfrutemos del sabor de un buen plato de comida o del
aroma de un buen café, en cualquier momento, cualquier lugar; saludemos amablemente
a aquél, que a los mandos de un vehículo insiste en que aumentemos la velocidad
lanzándonos ráfagas de luz y pitidos; hagamos de tripas corazón y carcajeémonos ante
las adversidades… hagamos esto ahora, con más motivos que nunca, ya que, no se
cuánto hay en nosotros de animales y cuánto de seres racionales, lo único que sé, es que
somos propensos a padecer depresión post-vacacional. Feliz vuelta al estrés.
PURO OLOR A INCIENSO (Oct 2007)
LO QUE PUEDE EL DINERO
Por Eric F. Luna

        El título de mi firma de este mes es también el título de una canción del
cantautor Paco Ibáñez, inspirada, a su vez, en una poesía del Arcipreste de Hita con
mismo nombre. Recuerdo las canciones de Paco Ibáñez como un capítulo especialmente
agradable de mi infancia: mi padre conectaba su equipo de música (que por aquel
entonces reproducía la música instalada en los surcos de los discos de vinilo) y de la
boca de aquel cantautor que versionaba a los grandes poetas castellanos surgían
verdades como puños. Verdades que, pese a mi corta edad yo aceptaba sin más. Lo que
puede el dinero es un claro ejemplo de ello. Yo siempre he pensado que el dinero
corrompe, el dinero manda y que el dinero (en lugar de la fe) sí que mueve montañas.
En estos días en los que se manejan un mayor número de cifras seguidas de los
símbolos “€” y “$” que de dinero físico contante y sonante, si despertáramos una
mañana y viéramos que el dinero ha desaparecido de la faz de la Tierra, que nuestras
carteras están vacías, que no existen las reservas nacionales de oro ni las excavaciones
de petróleo, que las grandes bolsas mundiales únicamente manejan cifras vacías de
significado, que irremediablemente, nos viéramos abocados a regresar al trueque…
¿Sería esto el caos? Sin duda alguna, aunque no me cabe duda de que a partir de
entonces tendríamos ante nosotros un mundo en el que primaría la igualdad con
mayúsculas, ya que ¿quién establecería diferencias entre el que no tiene nada y el que
no tiene nada?... A más de uno, esta enrevesada situación, le llevaría a hacer puenting
sin cuerda al estilo del crack del ’29. Otros se alegrarían al no verse obligados a seguir
pagando la hipoteca, todo depende… de su anterior poder adquisitivo, claro está. Así
pues, queda patente que nuestra innata atracción hacia el metal y el papel con un valor
impreso nos puede conducir a declarar al dinero como el elemento que históricamente
más ha enturbiando las mentes de los habitantes de este planeta, un elemento capaz de
hacernos ascender hasta las más altas cumbres o sumirnos en un infierno, hasta tocar
fondo. Un material tangible que, supuestamente, ha de otorgarnos la felicidad. Una
droga que transforma las mentalidades, que es capaz de acallar las verdades y de darle
voz a las mentiras. Un vicio que se retroalimenta incansablemente: cuanto más se tiene,
más se desea. La libertad de un hombre o su capacidad de acción está supeditada en
gran medida por su capital: De tal forma que somos seres limitados, no por nuestro
cuerpo como envoltura física (como podría propugnar alguna doctrina filosófica) o por
nuestro 10% de capacidad mental como diría aquel genio que fue Albert Einstein, sino
por nuestra propia creación, por nuestro monstruo particular: El dinero. En definitiva
todo esto es lo que puede el dinero: Crear diferencias, desigualdades, originar soberbia,
avaricia, dotarnos de poder o volvernos insignificantes… Reflexionando acerca de este
tema, deseé hallar algo que estuviera por encima del dinero, algo que no pudiera obtener
ni la persona más acaudalada del mundo con toda su riqueza y su poder… y lo encontré,
y sentí un gran alivio al pensar que ni Bill Gates, ni la reina de Inglaterra, ni todos los
miembros del Club Bilderberg pueden escapar a la muerte… lo cual, por mucho dinero
que posean, les hace iguales a mí.
PURO OLOR A INCIENSO (Nov 2007)
MEDIOS Y MIEDOS
Por Eric F. Luna

        En una mañana otoñal de hace unos pocos años, durante el transcurso de una
clase en la facultad, uno de los profesores más díscolos de los allí habidos y por haber
abrió un delicado debate entre los soñolientos estudiantes, (y digo díscolo por la simple
razón de que, pese a las enemistades que se ganaba a pulso por parte del resto del
profesorado, él insistía en motivar y en enseñar a pensar por sí mismo al alumnado). Se
planteó la siguiente cuestión ¿Todo el mundo debe recibir la misma información? ¿El
acceso a todo tipo de informaciones o de contenidos debe ser universal, sin tapujos, sin
censuras? Los alumnos de mentalidad aparentemente más abierta, defensores a ultranza
de la libertad y la igualdad en cualquier ámbito, abogaron apresuradamente por la
respuesta afirmativa: “Desde luego, todo el mundo tiene derecho a poseer la misma
información, a conocer las mismas cosas, a que no se les oculte nada…”. Los más
precavidos optamos por afirmar que esa idea dista mucho de la realidad. La cosa
empezó a complicarse cuando dicho profesor planteó este problema aplicándolo al
ámbito de la infancia. ¿Podríamos acaso concebir que los niños, seres de frágiles
conciencias, a los que conviene salvaguardar de ciertos aspectos del mundo de los
adultos, tuvieran acceso a contenidos pornográficos, demagógicos, bélicos, violentos?...
Suelo escuchar (no sin que me pese) afirmaciones del tipo de que “la gente, antes, tenia
pocos conocimientos” y que, “hoy en día los chavales están demasiado despiertos
debido a la gran información externa que reciben”. Estas afirmaciones exigen una
matización, un “sí, pero…”: estar informado es algo positivo, que alguien reciba una
información inadecuada no lo es. Por poner un ejemplo sencillito: Me aterró y me puso
la piel de gallina observar en televisión, cómo las facciones más extremistas de
Palestina usaban un programa infantil como arma propagandística, haciendo apología de
la violencia a través de una grotesca imitación de Mickey Mouse que gritaba:
“Acabaremos con Sharon, con Bush (…) no nos dejaremos aplastar por el enemigo”. No
mucho tiempo después, se fingía en pleno programa infantil el asesinato de su pelele a
manos de un policía israelí, mientras la presentadora (una niña de nueve años)
anunciaba que su querido compañero roedor había pasado a ser un mártir y que su
muerte exigía una venganza. Como he dicho, esto me aterró, me aterró al igual que me
aterran las grabaciones en las que se recogen los convincentes a la par que enervantes
discursos de Adolf Hitler o los anuncios en los que una cadena de restaurantes de
comida basura pretende ganarse la confianza de los niños con un payaso, un regalo con
el menú infantil y campañas del tipo: “Papá, hay que abrocharse el cinturón”… y lo que
aterra del asunto no es de quien proviene dicha propaganda, ni pienso ser yo el que
apunte con el índice al culpable para después lanzar la piedra de la hipocresía… lo
realmente aterrador del asunto es la evidente intención de manipular a la gente… y
obviamente, dicha intencionalidad es aún más grave si las mentes que se pretenden
envenenar son las de los niños: los nosotros del mañana. Al final, tendré que darle la
razón al poeta que dijo aquello de que la libertad es el espacio que hay entre reja y
reja… lo malo es, que muchas veces somos incapaces de percibir los barrotes.
PURO OLOR A INCIENSO (Dic 2007)
CUENTO DE NAVIDAD
Por Eric F. Luna


        Ya están aquí las navidades. Las navidades por lo general suelen venir cogidas
de la mano de las felicitaciones, los besos, los regalos, detalles, los anuncios en medios
de comunicación que las usan como excusa para venderte lo que sea…
La Navidad posee la cualidad de actuar en la mente del ciudadano como un filtro
mediante el cual la razón se nubla y a todos se nos impone una exacerbada tendencia al
consumismo además de una sonrisa obligada en el rostro… simplemente porque es
Navidad. ¿Acaso la Navidad es un momento de felicidad? Como lo puede ser cualquier
otro, digo yo, pero dicha felicidad se nos impone compulsivamente a través de los
medios de comunicación.
Estar triste en Navidad es algo mucho peor que estarlo el resto del año. En Navidad sólo
cabe ser feliz…
A propósito de esto, me viene a la memoria cómo hace un año, cuando mis jornadas
laborales transcurrían en Murcia capital, se cruzó en mi camino una persona sin techo,
sin hogar, casi sin alma.
En realidad, dicha persona se cruzaba en mi camino, a diario, al yo ir y volver de mi
trabajo.
Se trataba de un inmigrante que habitaba un minúsculo campamento de cartones que le
permitían refugiarse de las inclemencias del invierno en la capital y de cualquier aspecto
del mundo exterior, es decir, del nuestro.
Por las mañanas solía dormir. Por las noches, muy frecuentemente, solía acompañarse
de una botella de algún licor barato para emprenderla con el mundo a base de insultos y
blasfemias, en su idioma, hacia ese maldito mundo que le rodeaba, contra ese paraíso
que le pintaron allá en su tierra, contra los tipos a los que dio una gran suma de dinero
por embarcar en aquel féretro con forma de cayuco.
Recuerdo, cómo al pasar junto a él podía verle llorar a su tierra como lo haría el mejor
de los poetas. Derrochando sentimientos por los poros. Por la mañana volvía a estar
dormido.
Cuando la navidad se cernió sobre nosotros la gente que pasaba por su lado comenzó a
reparar menos aún en él.
En navidad la gente triste parece estar aún más triste y es precisamente en navidad
cuando queremos alejar la tristeza de nuestro lado, que todo se convierta en alegría,
celebración, unión, paz, amor y todo eso.
Desearía poder contar un final feliz para esta historia… No lo tengo, dejé el trabajo hace
ya bastante tiempo. No volví a ver al sin techo, sin hogar, sin alma. El conocer la
existencia de alguien así me hirió de muerte con la daga de la desesperanza. Una
desconfianza total y absoluta sobre un sistema que causa y no evita que personas de
cualquier nacionalidad en cualquier lugar, terminen como consecuencia de una mala
racha aislándose, echándose al arcén de la vida… Pese a todo, mucho me temo que al
contrario de lo que muestran las películas que se emiten en navidad por televisión, esta
vez no sucedió milagro navideño alguno… Pero, oigan, sonrían… ¡Ya es Navidad!
PURO OLOR A INCIENSO (Ene 2008)
TODO POR UN SUEÑO
Por Eric F. Luna


        Dicen que cuando la legendaria Pandora, mujer de Epimeteo, no se resistió a
abrir la caja que contenía todos los males, la cerró justo a tiempo de evitar que se
perdiera la esperanza. Sin embargo, en un mundo en el que cada uno de nosotros
permanece ocupando una casilla, un destino, una celda dentro de una enorme colmena
no hay sitio para sueños y menos aún para el alimento de los sueños: la esperanza… la
caja de Pandora tiene una grieta enorme por la que la esperanza se esfuma
paulatinamente.
Nuestro día a día responde a un patrón estático de vida que nos lleva a ir hacia delante
sin alzar la cabeza, sin explotar nuestras posibilidades al 100%. Algunas veces el azar,
las musas o la ciencia infusa se nos presentan para poner oportunidades en nuestro
camino y suele ocurrir que si no aprovechamos esas oportunidades cuando flotan ante
nuestros ojos, acaban por esfumarse como pensamientos efímeros y etéreos, dejando en
algún lugar de nuestra mente un sabor agridulce a lo que pudo ser y no fue (lo que, al
mismo tiempo, suele ser motivo de regocijo de aquellos que al tener que conformarse
con no destacar, prefieren desprestigiarte, condenarte, hundirte en el fango para más
tarde limpiarse las botas y proseguir con su existencia cabizbaja).
Pondré un ejemplo: Díganme ¿qué hubiera sido de aquel mal estudiante, llamado
Thomas Edison, que puso todo su empeño en concentrar la corriente eléctrica en un
filamento de tungsteno, si se hubiera visto falto de esperanza en sus proyectos, si se
hubiera dejado llevar por las voces que le decían que aquello que él pretendía era
imposible? Él mismo, al idear la bombilla, el fonógrafo e infinidad de inventos más,
demostró al mundo que no hay límites y que pensar de este modo no es señal de
soberbia, sino la mejor de las opciones para aprovechar al máximo algo tan breve y
fatuo como es la vida.
Es por ello que a día de hoy, no permito a nadie que me marque límites o que me diga
hasta dónde puedo llegar. Hace ya tiempo aprendí que soy capaz de cualquier cosa…
sólo he de alcanzar a saber cómo he de hacerlo.
Lo cotidiano: el trabajo, la rutina… tampoco debieran ser un impedimento para hacer de
un sueño una realidad. En ello es en lo que se excusan los que no se atreven a arriesgar,
los que antes de empezar lo dan todo por perdido, los que tienen miedo de fallar y
arrepentirse. Es normal escuchar frases del tipo: “lo importante es el dinero”, “eso no da
de comer”, etecé, etecé… delegando a los sueños/realidades en potencia a un segundo
plano. Señores, si lo único importante en esta vida fueran los negocios, (así como
engrosar las cifras de una industria con el sudor de nuestra frente y axilas), Dios en
lugar de plantar en medio del paraíso el árbol del Bien y del Mal habría construido un
Corte inglés, donde Adán y Eva se dejarían el sueldo tras habérselo ganado previamente
currando de almacenista y de cajera, respectivamente. Soy capaz de estrechar la mano
de aquel que cree tanto en sí mismo como en la vitalidad de sus sueños, no ocurre igual
con los que pretenden inyectarme una dosis de su miedo, negatividad o falta de
confianza… a ellos le arrancaría la mano a dentelladas.
PURO OLOR A INCIENSO (Feb 2008)
AMORES PLATÓNICOS
Por Eric F. Luna

        San Valentín es uno de esos días en los que se lleva a cabo la celebración de algo
que no merece ocupar una fecha señalada en nuestro calendario… digo esto porque,
humildemente, pienso que la celebración de un sentimiento es algo tan sagrado que no
merece vestirse de frivolidad, obligándonos a comprar una caja de bombones y un ramo
de flores para demostrar cariño y afecto hacia otra persona… (Casi debiera estar
prohibido regalar nada el día de los enamorados, por atentar contra los detalles
espontáneos y el romanticismo en general). Por otro lado, es comprensible que
deseemos apartar en nuestras vidas, siquiera 24 horas al año para dedicarlas a algo tan
“febril” como el amor.
Bueno, amor, amor… ¿Qué es el amor? Woody Allen, tratando de dar respuesta a esta
pregunta, dijo en una ocasión que el amor es una amistad con momentos eróticos y, tal
vez esa sea la forma más “civilizada” de verlo… pero el amor no es algo civilizado, sino
algo visceral. De hecho, cuando alguien sufre “mal de amores”, esto no suele producirle
al individuo una grave cefalea sino un agudo pinchazo en el estómago, por ello pienso
que el amor debe ser visceral, pasional, no mental.
Pese a todo, hay quien civiliza el amor, de hecho (para qué engañarnos), todos lo
hacemos. En una ocasión, me sorprendió un documental al afirmar que si la pasión de
los primeros momentos de una relación se transmuta en lo que Allen llama “amistad con
momentos eróticos” es, simple y llanamente, porque de no ser así acabaríamos
exhaustos, seríamos incapaces de centrarnos en los demás aspectos de nuestra vida y
estaríamos indefensos y desprotegidos ante el mundo que nos rodea… por suerte o por
desgracia, la naturaleza es demasiado sabia.
Aunque si lo que se pretende es hablar de amores perjudiciales para la salud, puede ser
oportuno traer a colación el ejemplo del amor platónico.
Platón, en su afán de fastidiar al prójimo y de idealizarlo todo, habló del amor en sus
escritos, no como “algo” bello y bueno, sino como sed de belleza y bondad… sed,
deseo, ansia, buscar y anhelar en el amor lo que puede que no haya… vamos, una
idealización del amor.
Cuando alguien padece un amor platónico (y digo padece porque el platónico tiene
bastante de mórbido y de enfermo), idealiza todo lo que rodea a la persona amada,
idealiza las situaciones, idealiza las sensaciones que experimenta, idealiza cada palabra
y cada gesto promovido o pronunciado por la persona amada, como si todo tuviera la
suficiente relevancia como para grabarse en mármol… Cada situación se hace digna de
ser enmarcada y colgada de la pared con una alcayata.
Es un amor que obsesiona, que doblega, que te permite sentir como si alguien te
estuviera vaciando el intestino a cucharadas… ¿Lo malo? Que no hay cura. Sólo el
tiempo reorganiza cada neurona en su lugar adecuado y nos desvela una gran verdad:
que nadie es perfecto. ¿Mi recomendación? Que dejen de perder el tiempo leyendo este
artículo, tan sólo unos pocos dementes enamorados al estilo de Romeo y Julieta
perdieron el tiempo (y algo más) por el más profundo de los sentimientos.
PURO OLOR A INCIENSO (Mar 2008)
VUELVA USTED… PASADO MAÑANA
Por Eric F. Luna

         Hoy vamos a hablar de política… ¡no, no se vayan ustedes todavía! Sé que
últimamente deben andar saturados con este aluvión mediático que estamos
experimentando pero es que, cuanto más se aproxima el día D, mayor es la cantidad de
indignación que rezuma por mis poros.
Efectivamente, aunque el título de este artículo pueda recordar sospechosamente a otro,
escrito hace décadas por Mariano José de Larra, no es mi intención manifestarme en
contra del santo oficio de funcionario (sólo dios sabe lo que trabajan éstos) sino en
contra de aquellas personas que cuando más se acuerdan de uno es cuando temen por la
estabilidad de sus puestos de trabajo: los políticos… a estos también los llamo
interesados.
Cuando nos vemos enzarzados en plena campaña electoral me resulta bastante llamativo
cómo algunos amigos, militantes en las filas de las juventudes (De todos los colores
políticos habidos y por haber) reaparecen en mi vida y comienzan a caer en la cuenta de
que existo y parece crecer su interés por contactar conmigo. Me escriben extensos e-
mails con letras llamativas, colores por todos lados, omnipresentes logotipos de su
partido y recordatorios de promesas electorales, que colapsan mi dirección de correo
electrónico no dejando espacio ni al pobre spam... Estos tienen guasa, ya que para
empezar, de mi cumpleaños ni se acuerdan y para terminar sólo recuerdan advertirme
sobre las ventajas de su partido cuando quieren algo de mí: la papeleta de sus colores en
mi mano… a estos, sinceramente, no se cómo llamarlos…
Y el caso es que en masa somos poderosos: ¡el pueblo decide! Parece que a los políticos
se les llene la boca cuando dicen esto y que suenen trompetas de fondo anunciándonos
como los seres con mayor potestad sobre la faz de la Tierra… Pero contándonos en
singular somos ridículos: Tengo mi derecho al voto, pero ¿dónde está mi derecho a la
queja? ¿a que funcionario/a hay que volver loco/a para reclamar lo que me prometieron
y no cumplieron?
Lo prometido es deuda, a mí esta lección me la inculcaron bastante bien de niño y por
prometer más de lo que podía cumplir, en más de una ocasión acabé llorando a lágrima
tendida… A mí (y yo creo que a más de uno) me gustaría ver a los políticos llorar
cuando no cumplen lo prometido, cuando el dedo amenazante del pueblo les señala
como responsables, gritándoles a viva voz: ¡quien habla es esclavo de sus palabras!
Pero no. Como votante sólo importo para darles poder. Me necesitan, necesitan a este
joven con tendencias agnósticas más preocupado por llegar a fin de mes que por la
política social, pero que opina que es de retrógrados negarles una educación cívica a los
adolescentes a quienes les hará mejores personas saber inglés (¡ja!)…
Así pues, ¿qué debo hacer? ¿votar blanco? ¿votar negro? Javier Bardem en su última
película dejaba la elección de ejecutar a sus víctimas o no a la capacidad decisoria de
una moneda. Dado que no soy Bardem y no poseo instintos homicidas, otra opción
podría ser hacer una pajarita de papel con mi voto y a otra cosa. Siempre se me dio bien
la papiroflexia.
PURO OLOR A INCIENSO (Abr 2008)
DE PRISIONES CON PAREDES DE CRISTAL
Por Eric F. Luna


        Cómo me maravilla la sociedad de las telecomunicaciones y las curiosas
regresiones video-temporales que ésta permite. Ayer por la tarde, Youtube mediante,
tuve la oportunidad de ver un gran mediometraje de la historia del cine español, que
hacía tiempo que deseaba ver: “La cabina” protagonizada por un José Luís López
Vázquez en la plenitud de su carrera como actor. Para aquellos que no lo conozcan “La
cabina” fue un film retransmitido por vez primera, en TVE, allá por 1972. En ella,
López Vázquez interpreta a un hombre cualquiera que, fortuitamente, queda encerrado
de forma perpetua en una cabina telefónica. Dentro de aquella cabina, el protagonista ha
de soportar las miradas que se vierten sobre él en forma de burla, asombro,
agresividad…
Los viandantes que se percatan de la extraña situación de este hombre, pretenden
franquear el espacio que ocupa el protagonista y libertarlo, traerlo de vuelta al mundo de
los hombres y mujeres “libres”. Sin embargo el protagonista termina sus días en los
confines del olvido colectivo, rodeado por los cadáveres de otros tantos hombres que
quedaron encerrados, al igual que él, en una cabina telefónica.
He de decir que quedé perplejo ante tanto contenido en un metraje tan breve. Viendo
“La cabina” ví a un hombre que ve (valgan todas estas redundancias) el mundo desde
otra perspectiva: inmerso en su cautiverio cabinesco se percata de su falta de albedrío.
Esto, en principio, le molesta. Más tarde le atemoriza. Finalmente le conduce hasta una
muerte sin pena ni gloria.
Lo que yo extraje entre líneas de estos fotogramas es la historia de un hombre preso
que, pese a no poder ser escuchado por el resto de ciudadanos, transmite a los demás su
situación. Ellos no entienden lo que hay tras esa surrealista falta de libertad, y como
consecuencia se burlan de él, lo observan con incredulidad e incluso le increpan a
abandonar una prisión, que ellos creen sin sentido, pero de la que es imposible liberarse.
Esas personas que lo observan como a un bicho raro, por contra, para nada son libres.
Al igual que el protagonista ellos andan encerrados en “cabinas”, cabinas de paredes
invisibles, forjadas a base de ideologías, creencias, estilos de vida… Hombres y mujeres
que no son conscientes de que transitan a lo largo de caminos trazados con tiza en el
suelo, sin mirar a los lados, sin salirse de la senda. Hombres y mujeres que, ante alguien
que se ha percatado de esta temerosa realidad, reaccionan ridiculizándolo y exclamando
frases como la siguiente (cito textualmente de la película): “Vaya hombre, se ha quedao
encerrao, ¡qué cosa más tonta!”.
Ahí tienen la locura quijotesca personalizada: Donde hay gigantes, hay gigantes, aunque
todos quieran ver molinos. Es la voz que clama en el desierto: escuchamos sus ecos
lejanos y preferimos ignorarlos. “La cabina” es una metáfora de las tradiciones, los
conformismos, la rutina, todo aquello que nos mueve por inercia pero a lo que nos
aferramos enérgicamente, para no sentirnos desorientados. Es un vistazo hacia el suelo,
hacia la línea de tiza y la posibilidad de borrarla con el pie… y dar un paso en otra
dirección.
PURO OLOR A INCIENSO (May 2008)
JACOBO, UN NIÑO DEL SIGLO XXI
Por Eric F. Luna

        Jacobo es un niño del siglo XXI. Él no es feliz, ni infeliz, tan sólo (sobre)vive a
través de los años que le regaló la Naturaleza.
Desde su más pronta infancia, Jacobo tuvo varios educadores (sus padres, profesores,
familiares…) aunque tan sólo mantuvo la confianza en uno de ellos, hasta su
adolescencia: la televisión.
La televisión nunca le regaña, la televisión le muestra mundos fantásticos, historias
inexplicables, no le aporta únicamente palabras como el resto de la gente.
La televisión le divierte, la televisión le muestra qué es correcto y qué no, la televisión
le quiere (la publicidad se encarga de recordárselo a menudo, con sus “tú lo vales”, “i’m
loving it” y demás palabrería barata).
Sus padres también quieren a Jacobo, pero sacar adelante a una familia es una ardua
tarea y el tiempo que deja sin ocupar una agotadora jornada de trabajo, prefieren
emplearlo en reunirse en torno al sofá para ver la televisión (de ese modo, asisten
religiosamente a esos espectáculos televisivos en los que la gente lucha por no ser
excluida de un grupo, por no destacar, porque es preferible la mediocridad a la
exclusión y eso lo saben Jacobo, sus padres y lo sabe todo el mundo).
Los padres de Jacobo también sienten que la televisión les ofrece su afecto: Porque la
televisión no tiene la voz irritante e intransigente de un jefe, la televisión no discute
contigo cuando la nómina no es suficiente…. Si la televisión se vuelve triste y gris, sólo
es preciso tirar de esa nómina precaria para comprar otra televisión: Así de simple.
Por otro lado, Jacobo no entiende de problemas de adultos. Él pasa las horas muertas,
inmerso en sus videojuegos: Con ellos “salva” sus interminables vidas, pulsando
botones. Triángulo, salta, cuadrado, agáchate… se mueve por estímulos, como los
insectos.
En los tiempos de Jacobo nadie considera que este entretenimiento esté fuera de lugar:
según los expertos agiliza la mente y la calle ya no es segura para un niño como Jacobo.
El niño suele escuchar cómo su abuelo enseñó a su padre a construir una escopeta de
juguete con tan sólo una tabla, una goma elástica y una destripada pinza de tender
ropa… lo terrible de esto es que no siente curiosidad alguna.
Con algo más de edad, el niño (ya no tan niño) va forjando su carácter con las
enseñanzas de su querida progenitora televisión. Gracias a ella aprende que la
competitividad no es más que un sucio juego en el que se permite pisar al adversario.
Aprende del amor lo que emanan las películas romanticonas con final feliz. Aprende
que el sexo debe ser tal y como lo exponen… otro tipo de películas. No es de extrañar
que ya en el instituto adquiera dotes de director de cine con un móvil en una mano y el
rostro sangrante del pardillo de clase en la otra. Sus mejores obras pueden verse en
Youtube, aunque no son aptas para todos los públicos.
Jacobo tontea con las sustancias prohíbidas por la sociedad. Mamá televisión le muestra
sus virtudes al mismo tiempo que sus inconvenientes. Lo mismo sucede con las
enfermedades de Venus, o con los combinados de alcohol y neumático. La adrenalina es
su único sustento en una difícil etapa de su vida.
Unos añitos más tarde Jacobo se siente capacitado y decide aportar su granito de arena
en la educación de varias generaciones de niños: es productor ejecutivo de televisión.
En lo personal, Jacobo es carne de psicólogo desde hace años, un par de horas a la
semana. Sufre de ansiedad y constantes depresiones. ¿La culpa? Supongo que la
tendrá… la madre que lo educó.
PURO OLOR A INCIENSO (Jun 2008)
TINTA, SUDOR Y LÁGRIMAS
Por Eric F. Luna

         ¿Moriría usted por sus sueños? Tómese un momento para meditar antes de
responderse a sí mismo…
El director de Entrelíneas y yo mantuvimos esta misma conversación a raíz de la pintada
expuesta en la fotografía que ilustra este artículo. Mi compañero extrajo su cámara de la
funda para poder plasmar esta idea en el papel.
¿Realmente queda gente que muera por sus sueños? Yo creo que esto era más propio de
la época de las revoluciones, cuando la gente llevaba el amor por una patria, una causa o
una bandera hasta el último término. Hoy día su banco, su empresa, su religión y su
televisor le imponen vivir el sueño de la comodidad y la paz. Aunque ahí fuera en la
calle los precios de los productos básicos alcancen precios desorbitados… o aunque
cayeran bombas, nadie haría nada por evitarlo. No se si comprende lo que trato de
decirle. La declaración de intenciones flota levemente ante la pantalla de televisión, o
ante las páginas del periódico… y ahí se queda todo: en palabras.
Por otro lado, el ser humano es un animal difícil de contentar. Dicen que cuando uno
consigue lo que llevaba tanto tiempo buscando ya no lo desea con tanto afán. La ilusión
y el anhelo son sentimientos que se alimentan de la espera, la incertidumbre y del
camino por andar.
Entrelíneas surgió como el sueño de una minoría que ha alcanzado su madurez ya con
más de un año en los kioscos. Mi tanto por ciento de ese sueño era el de ver publicadas
estas palabras que ahora usted lee, en una revista como la que sostiene entre sus manos.
Supongo que ese podría ser el sueño de cualquier persona que disfrute transcribiendo la
realidad en un folio en blanco. De todos modos ningún sueño es gratuito ni está exento
de sacrificio y esfuerzo, ni los suyos, ni los míos… A eso me refiero con el título de este
escrito.
Hemos invertido todo esfuerzo en complacerle en su hambre de información y su sed de
opiniones… y seguiremos haciéndolo porque Entrelíneas es una empresa sin una meta
marcada, sin un rumbo fijo, de la que es difícil que nos cansemos. Somos románticos
absurdos que insisten en lanzar piedras a su ventana para reclamar su atención y
tenemos ese punto necesario de inconsciencia que nos permite mantenernos ahí, bajo la
lluvia o bajo un sol de justicia.
Volviendo sobre las palabras, un sueño no es un motivo por el que morir, sino el motivo
por el que mantenernos vivos. Ya lo dijo Goethe, borracho de inspiración: “Una vida sin
propósito es una muerte prematura”.
PURO OLOR A INCIENSO (Jul-Ago 2008)
ETERNIDAD
Por Eric F. Luna

        Ya estamos inmersos de lleno en el verano. A mí el verano me traslada,
irremediablemente, a tiempos pasados (tiempos mejores, que dicen). Las reuniones con
los colegas, los juegos de la infancia, la sensación de libertad y la ausencia de un futuro
programado a la vista. Supongo que el mismo telón de fondo, cada año, cada ciclo, le
hace a uno evocar este tipo de cosas.
A menudo también me gusta disfrutar de las playas en invierno. Queriendo alcanzar esa
añoranza de forma permanente. Cuando reina la quietud en las costas, es un verdadero
placer poder recostarse sobre la arena tibia de una playa.
Esas tierras yermas son el último lugar que queda a mi alcance, donde fundir la mirada
en el horizonte sin echar de menos los edificios y las fábricas y los coches y al resto de
la humanidad. Solo. Rodeado, únicamente, por objetos inertes que me hacen sentir más
vivo que cuando conducía de camino, por la carretera.
A veces me dedico a observar, lánguidamente, esa mole de agua que es una asesina en
potencia de ciudades tercermundistas. O esa colosal piedra en llamas. O esa otra piedra
de menor tamaño, cubierta de polvo, sin barrer. O esas estructuras de roca que el tiempo
y la erosión han esculpido haciendo de ellas una obra de arte en constante creación.
Todo, formando parte de una monstruosa maquinaria cíclica que no varía
perceptiblemente a nuestros ojos, sino que se sucede año, tras año, tras año…
Uno puede ser consciente del paso del tiempo en un lugar como éste. De este modo,
aflora en mí una indescriptible sensación de envidia. Envidia existencial. La sensación
de ser caduco. La sensación de reunir una cantidad ingente de experiencias en torno a un
lugar y observar, con tremenda envidia que nada cambia allí. Todo sigue igual. Yo no
acierto a distinguir la forma de una ola a la de otra, ni tan siquiera si el sol está unos
grados más inclinado que hace unos meses. Allí lo único que varía soy yo. Allí el
tiempo no pasa, salvo para mí, que vivo en el mundo de lo cotidiano. De las metas por
cumplir. De las esperas que nunca cesan. De la Humanidad que evoluciona a pasos
agigantados, que se enzarza en guerras o revoluciones, mientras que la maquinaria de la
Tierra sigue funcionando de la misma forma que lo ha hecho siempre. Antes, incluso, de
que ningún antepasado nuestro se alzara sobre sus patas traseras y se dedicara a cazar
para sobrevivir. En este punto, ¿qué importancia se le supone a algo tan efímero como
la canción que tengo en mente todo el rato y que vengo tarareando desde que cogí el
coche para desplazarme hasta aquí?
Puta envidia. Al mar. Al sol. A la arena y las rocas. ¿Nunca han deseado que esto no
acabara nunca?
Enciendo un cigarro y me consumo con él, excusándome, pensando que todos, al fin y
al cabo, dependemos de algo que nos acerca, paulatinamente, al final de un ciclo… o a
la eternidad, según algunos.
PURO OLOR A INCIENSO (Sep 2008)
STRESS
Por Eric F. Luna

        Por fin. Regresas con avidez al calor del teclado de tu portátil. Lo echabas de
menos. Se abre una ventana al mundo ante ti.
Pulsas ON. Esperas. La impaciencia te carcome. Contraseña. Hecho. Doble clic sobre el
icono de Internet Explorer.
Recorres a velocidad vertiginosa las actualizaciones de las páginas y blogs que figuran
en tus favoritos. Nada nuevo. Nada nuevo. Aquí hay algo. Interesante… da que pensar.
Jaja, gracioso. Bueno… Nuevo salto. Nada nuevo. Nada nuevo. Algo hay. Es muy
corto. Es una chorrada, fuera… A ver el correo…
Te apetece un pito. Coges el paquete. Rebuscas con el dedo en el interior del paquete.
Lo piensas. Fumar mata. Lo dejas.
Estás en la bandeja de entrada. Chorrada. Chorrada. Uno que parece importante. Lo
abres. Es un asunto laboral. Hoy es domingo. Te agobias. Lo cierras. Te apetece un pito.
Cierras Internet. Dudas. Recuerdas. Hace seis días que no actualizas ninguno de tus
blogs. Bfffff… Tienes un par de ideas a las que darles forma. Doble clic sobre el icono
de Internet Explorer.
Mis favoritos. Accedes a tu blog. Contraseña. Miras a izquierda y derecha,
cómicamente, asegurándote de que nadie te observa teclearla. Escribes. Escribes. Pulsas
para adjuntar una fotografía. Internet Explorer no ha podido mostrar la página. Tu
conexión es una mierda.
Te apetece un pito. Coges el paquete. Rebuscas con el dedo en el interior del paquete.
Sacas un pito. Lo llevas a tus labios. Lo piensas. Fumar mata. Lo vuelves a dejar en el
paquete.
Sigues intentando adjuntar la foto. Se va a la mierda todo lo que has escrito. Control-Z.
Control- Z. No funciona. Hora y cuarto componiendo un texto en condiciones. Te llevas
las manos a la frente.
Alzas la vista y dejas de mirar a la pantalla. Observas la noche por el balcón de tu casa.
Hay una tímida luna menguante que vuela raso sobre la línea del horizonte. Distingues,
en la lejanía, la figura de una grúa de grandes dimensiones. Observas a tu perro caminar
en círculos preparando el terreno para satisfacer ciertas necesidades. Te relajas y te
dejas caer sobre el respaldo del asiento. Coges el paquete de tabaco y sacas un
cigarrillo. Lo enciendes. Lo saboreas. Expeles el humo. Te consuelas pensando que la
parca llega para todos, pero te preocupas cuando piensas que el tabaco merma la
potencia sexual.
Piensas. Debería escribir esto… Abres un nuevo documento de Word. Reflexionas,
mientras te rascas la patilla izquierda.
Escribes: Por fin. Regresas con avidez al calor del teclado de tu portátil…
PURO OLOR A INCIENSO (Oct 2008)
LO NORMAL
Por Eric F. Luna

        Yo los vi. Vivían en la caja tonta. Había imágenes suyas en la prensa diaria y sus
voces viajaban a través de las ondas de radio.
Hablaban y hablaban sin parar, sin escuchar. Decían lo que tú esperabas oír: “Todo va
bien”. Y, en efecto, parecía ser que todo iba bien.
Todo irá bien mientras sonrías, te relajes y dispongas de dinero suficiente como para
pagar una buena campaña de imagen, se decían entre sí aquellos hombres grises de
eterna sonrisa.
Señores y señoritas, engalanados con bonitos trajes y vestidos, te enseñarían qué es vivir
bien: Te mostrarían que lo normal es disponer del último modelo en automóviles, un
fuera de serie. Te dirían que lo normal es habitar una vivienda ajustada a tus
necesidades (dos plantas, garaje…). Te enseñarían lo normal que serías si cenaras cada
semana en tal o cual restaurante, si te hicieras con un iPhone o si cuando estuvieras
aburrido te evadieras yéndote de compras.
Después, tu jefe te diría lo normal que es reducir la plantilla en tiempos de crisis. Tu
banco te diría lo normal que es pagar las facturas. Y tú te agobiarías. Normal.
De la noche a la mañana, todo cambió. Tú lo sabes bien. En todo estado depresivo, la
negación precede a la resignación. Ése debió ser el momento en que salieron a relucir
los términos “sacrificio”, “recorte presupuestario”, “reducción de ayudas y becas” o
“apretarse los cinturones”… A partir de ese momento empezarías a hacer las fotocopias
por las dos caras.
Como ya todo no iba bien, aquellos que viven en tu caja tonta debían inventar una
nueva forma de pintar colorines en el cielo. Aglomerar a la población en torno a
interminables colas, solicitando ayudas sería una solución más que acertada.
No ha sido una mala idea, diría uno de aquellos hombres grises a otro, ¡vendámosles la
ilusión de una lotería! El boleto son innumerables trámites burocráticos. Las
probabilidades de conseguir algo… pocas.
Mientras, tú intentas sacar la cabeza a flote, aunque ya has catado el sabor de la sal y,
agarrado a una tabla maltrecha, rezas por evitar la sacudida de otra ola.
Ahora ellos se guarecen bajo cifras, datos y estadísticas que muestran la gran inversión
hecha en concepto de ayudas sociales, al tiempo que te señalan a ti como culpable de la
actual situación. Sí, a ti, que siempre pensaste que lo normal era disfrutar de esos días
de bonanza.
Al tiempo, los boletines informativos vomitan más datos, más estadísticas, más números
que se contradicen con los primeros, creando confusión.
Llegan noticias de los primeros trastornos provocados por esta situación: personas
desesperadas que toman medidas drásticas y lamentables… una brisa del crack del 29
nos agita el flequillo.
Tú no entiendes de números, pero soportas el peso del mundo sobre ti y, cada vez que
enciendes la televisión, abres el periódico o enciendes la radio, lo escuchas una y otra
vez, una y otra vez: Tú tienes la culpa… Normal.
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  • 1. ARTÍCULOS “PURO OLOR A INCIENSO” Escritos por Eric F. Luna Publicados en la revista sociocultural Entrelíneas (May 07/ Oct 08)
  • 2. PURO OLOR A INCIENSO (Jun 2007) PURO OLOR A INCIENSO Por Eric F. Luna Cuando uno se detiene a reflexionar, resulta sorprendente lo paradójico que llega a ser el planeta. Puestos a enfocar con una lente de escasa graduación nos encontramos a nosotros mismos envueltos en festividades propias de la localidad y de la estación primaveral, inmersos en la piel de arlequines que pretenden sosegar los triviales conflictos de nuestra vida cotidiana, al estilo de aquellos antepasados de la Edad Media que fraguaban sus miserias tras una burda máscara de carnaval; nos encontramos con la ya asentada primavera, que son unos noventa días que la Tierra nos regala junto con un compendio de esencias olfativas propias de su germen; me encuentro a mi mismo paliando la ausencia de esos olores con barritas de incienso que pretenden emular el olor a azahar, (ya que las factorías vierten al aire sin mesura su propia y distintiva esencia). Ante este panorama, uno amplía el zoom de su objetivo para obtener una mayor visión de conjunto y se plantea… ¿acaso es primavera para todo el mundo? Y me refiero a primavera evocando el sentido poético del término: PRIMAVERA. Encajen esa palabra y desmenúcenla. Desde ese otro plano mucho más amplio se observa que existe una realidad coetánea en la que convivimos (en tiempo, no tanto en espacio) con rincones oscuros de este planeta en los que hace mucho que no se da la primavera por causas tales como epidemias, conflictos bélicos, masivas deforestaciones en selvas amazónicas y odio, odio al ser y al objeto. Sinceramente, nada de esto se asemeja, en esencia, a la Primavera a la que dedicaban sus suspiros los grandes poetas… Sé lo que podría argumentar un lector con ánimos de polemizar: ¿Acaso todos esos condicionantes no se dan, predominantemente, en un hemisferio en el que actualmente es otoño? Pues sí, pero no es excusa. Recientemente he descubierto por una lectura en la prensa, un desorden neurológico al que se le aplicó el certero nombre de “Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas”, en honor a la celebérrima obra de Lewis Carroll. Quienes lo padecen (al igual que la protagonista del cuento) no son capaces de discernir el tamaño real de los objetos físicos de forma que, un objeto del tamaño de un automóvil se les puede antojar del tamaño de una caja de cerillas y viceversa (no es broma, lo aseguro). Lo primero que se me vino a la mente tras descubrir tal anomalía es que, es una verdadera lástima que esa enfermedad no nos afectase a todos esporádicamente y nos alterara la visión, no al respecto de objetos materiales, sino con respecto a los valores de la humanidad, de forma que, la ignorancia, la intolerancia, el abuso de poder o la violencia se vieran mermados al tiempo que se engrandecieran la humildad, el afecto, el valor y el respeto a uno mismo y a lo ajeno. Mucho me temo que hasta que este utópico mal mayor no afecte a la humanidad, en casi todo el globo predominará el otoño (digno antecesor del invierno) y el azahar de mis barritas de incienso acabará como las esperanzas de los que abogamos por un mundo mejor… convirtiéndose en cenizas. Así pues, preparen el desfibrilador, la primavera se nos muere.
  • 3. PURO OLOR A INCIENSO (Sep 2007) PLACERES, ESTRÉS Y OTRAS CUESTIONES MUNDANAS Por Eric F. Luna Situémonos. En los albores del siglo XXI, época en la que cualquier pregunta puede ser respondida en 0,08 segundos por google, altavista, etc.; época en la que se diseñan todo tipo de máquinas y artilugios con el único objetivo de facilitar la vida al ciudadano occidental y aportarle confort en sus quehaceres diarios, parece difícil pensar que, un mal extendido por las mentes y cuerpos de millones de trabajadores “mileuristas” sea el estrés. El estrés mata (debiera especificarse en algunos contratos de trabajo, en negrita, al estilo de las advertencias en paquetes de tabaco) y el estrés perjudica seriamente a los que hay a su alrededor, ya que incluso se achacan al estrés (y con motivos) responsabilidades en crímenes, como el acontecido hará unos meses, en el que un hombre acabó con la vida de su familia al ser sobrepasado por la presión del estrés. Y es que, al fin y al cabo el ser humano no es más que un animal. Un animal civilizado que cuando se siente motivado tiende a ser constructivo, pero que cuando se siente acorralado y perdido tiende a ser todo lo contrario. En todo esto también tiene su parte de culpa la escasa calidad de los placeres de hoy día. En la actualidad y aunque suene irremediablemente a tópico todo va muy deprisa, el que tiene trabajo lo sobrelleva como puede y el que carece de él anhela ostentar un puesto… y total, ¿Para qué? Para terminar alimentando con gran parte de nuestro sueldo a esas aves de rapiña que llegan en forma de correspondencia hasta nuestros hogares: llámense facturas de la luz, del teléfono, la contribución, el seguro del coche… ¡Uff! De haberme avisado alguien durante la infancia creo que hubiera optado por adoptar un complejo de Peter Pan de dimensiones equinas. Pese a todo, nosotros y sólo nosotros somos los responsables del peso que pueda recaer sobre nuestras espaldas. El siglo XXI es un complejo habitat en el que reinan aires de consumismo, de materialismo, toda una sociedad de usar y tirar. Aunque pueda parecer extravagante, hace poco tuve la oportunidad de presenciar una sesión en la que una maestra budista hablaba acerca de la felicidad. Ella sostenía que el apego exacerbado a lo material en esta vida (ya fuera apego a objetos o a personas) no aportaba la felicidad en absoluto, sino que la felicidad habría de buscarse mediante nuestra entrega a los demás… (concepto que, por cierto, no dista demasiado de nuestras tradicionales enseñanzas religiosas) ¿Qué decir ante esto?... chapeau! Lamentablemente, en una sociedad como la nuestra en la que se nos impone el deseo de poseer todo aquello que se nos presenta ante los ojos, resulta difícil poner en práctica estos preceptos. Si asumimos el hecho de que a causa de nuestros deseos tendremos obligaciones, sólo nos queda como método de evasión el goce de los pequeños placeres de la vida para no terminar de perder la cordura. Fernando Savater, catedrático de filosofía y autor de varias obras de carácter moral, receta en su “Ética para Amador” no reprimirnos ante el disfrute de los pequeños placeres ya que, en su opinión, éstos son los que dotan de significado a nuestra existencia y establecen una diferencia entre un ser humano y un animal (en otras palabras, tenemos la gastronomía, el sexo y el deporte, mientras que un animal sólo ha de cubrir unas necesidades de reproducción y supervivencia). Tenemos en nuestras manos la posibilidad de librar la batalla contra el estrés y la infelicidad y salir victoriosos: Disfrutemos del sabor de un buen plato de comida o del aroma de un buen café, en cualquier momento, cualquier lugar; saludemos amablemente
  • 4. a aquél, que a los mandos de un vehículo insiste en que aumentemos la velocidad lanzándonos ráfagas de luz y pitidos; hagamos de tripas corazón y carcajeémonos ante las adversidades… hagamos esto ahora, con más motivos que nunca, ya que, no se cuánto hay en nosotros de animales y cuánto de seres racionales, lo único que sé, es que somos propensos a padecer depresión post-vacacional. Feliz vuelta al estrés.
  • 5. PURO OLOR A INCIENSO (Oct 2007) LO QUE PUEDE EL DINERO Por Eric F. Luna El título de mi firma de este mes es también el título de una canción del cantautor Paco Ibáñez, inspirada, a su vez, en una poesía del Arcipreste de Hita con mismo nombre. Recuerdo las canciones de Paco Ibáñez como un capítulo especialmente agradable de mi infancia: mi padre conectaba su equipo de música (que por aquel entonces reproducía la música instalada en los surcos de los discos de vinilo) y de la boca de aquel cantautor que versionaba a los grandes poetas castellanos surgían verdades como puños. Verdades que, pese a mi corta edad yo aceptaba sin más. Lo que puede el dinero es un claro ejemplo de ello. Yo siempre he pensado que el dinero corrompe, el dinero manda y que el dinero (en lugar de la fe) sí que mueve montañas. En estos días en los que se manejan un mayor número de cifras seguidas de los símbolos “€” y “$” que de dinero físico contante y sonante, si despertáramos una mañana y viéramos que el dinero ha desaparecido de la faz de la Tierra, que nuestras carteras están vacías, que no existen las reservas nacionales de oro ni las excavaciones de petróleo, que las grandes bolsas mundiales únicamente manejan cifras vacías de significado, que irremediablemente, nos viéramos abocados a regresar al trueque… ¿Sería esto el caos? Sin duda alguna, aunque no me cabe duda de que a partir de entonces tendríamos ante nosotros un mundo en el que primaría la igualdad con mayúsculas, ya que ¿quién establecería diferencias entre el que no tiene nada y el que no tiene nada?... A más de uno, esta enrevesada situación, le llevaría a hacer puenting sin cuerda al estilo del crack del ’29. Otros se alegrarían al no verse obligados a seguir pagando la hipoteca, todo depende… de su anterior poder adquisitivo, claro está. Así pues, queda patente que nuestra innata atracción hacia el metal y el papel con un valor impreso nos puede conducir a declarar al dinero como el elemento que históricamente más ha enturbiando las mentes de los habitantes de este planeta, un elemento capaz de hacernos ascender hasta las más altas cumbres o sumirnos en un infierno, hasta tocar fondo. Un material tangible que, supuestamente, ha de otorgarnos la felicidad. Una droga que transforma las mentalidades, que es capaz de acallar las verdades y de darle voz a las mentiras. Un vicio que se retroalimenta incansablemente: cuanto más se tiene, más se desea. La libertad de un hombre o su capacidad de acción está supeditada en gran medida por su capital: De tal forma que somos seres limitados, no por nuestro cuerpo como envoltura física (como podría propugnar alguna doctrina filosófica) o por nuestro 10% de capacidad mental como diría aquel genio que fue Albert Einstein, sino por nuestra propia creación, por nuestro monstruo particular: El dinero. En definitiva todo esto es lo que puede el dinero: Crear diferencias, desigualdades, originar soberbia, avaricia, dotarnos de poder o volvernos insignificantes… Reflexionando acerca de este tema, deseé hallar algo que estuviera por encima del dinero, algo que no pudiera obtener ni la persona más acaudalada del mundo con toda su riqueza y su poder… y lo encontré, y sentí un gran alivio al pensar que ni Bill Gates, ni la reina de Inglaterra, ni todos los miembros del Club Bilderberg pueden escapar a la muerte… lo cual, por mucho dinero que posean, les hace iguales a mí.
  • 6. PURO OLOR A INCIENSO (Nov 2007) MEDIOS Y MIEDOS Por Eric F. Luna En una mañana otoñal de hace unos pocos años, durante el transcurso de una clase en la facultad, uno de los profesores más díscolos de los allí habidos y por haber abrió un delicado debate entre los soñolientos estudiantes, (y digo díscolo por la simple razón de que, pese a las enemistades que se ganaba a pulso por parte del resto del profesorado, él insistía en motivar y en enseñar a pensar por sí mismo al alumnado). Se planteó la siguiente cuestión ¿Todo el mundo debe recibir la misma información? ¿El acceso a todo tipo de informaciones o de contenidos debe ser universal, sin tapujos, sin censuras? Los alumnos de mentalidad aparentemente más abierta, defensores a ultranza de la libertad y la igualdad en cualquier ámbito, abogaron apresuradamente por la respuesta afirmativa: “Desde luego, todo el mundo tiene derecho a poseer la misma información, a conocer las mismas cosas, a que no se les oculte nada…”. Los más precavidos optamos por afirmar que esa idea dista mucho de la realidad. La cosa empezó a complicarse cuando dicho profesor planteó este problema aplicándolo al ámbito de la infancia. ¿Podríamos acaso concebir que los niños, seres de frágiles conciencias, a los que conviene salvaguardar de ciertos aspectos del mundo de los adultos, tuvieran acceso a contenidos pornográficos, demagógicos, bélicos, violentos?... Suelo escuchar (no sin que me pese) afirmaciones del tipo de que “la gente, antes, tenia pocos conocimientos” y que, “hoy en día los chavales están demasiado despiertos debido a la gran información externa que reciben”. Estas afirmaciones exigen una matización, un “sí, pero…”: estar informado es algo positivo, que alguien reciba una información inadecuada no lo es. Por poner un ejemplo sencillito: Me aterró y me puso la piel de gallina observar en televisión, cómo las facciones más extremistas de Palestina usaban un programa infantil como arma propagandística, haciendo apología de la violencia a través de una grotesca imitación de Mickey Mouse que gritaba: “Acabaremos con Sharon, con Bush (…) no nos dejaremos aplastar por el enemigo”. No mucho tiempo después, se fingía en pleno programa infantil el asesinato de su pelele a manos de un policía israelí, mientras la presentadora (una niña de nueve años) anunciaba que su querido compañero roedor había pasado a ser un mártir y que su muerte exigía una venganza. Como he dicho, esto me aterró, me aterró al igual que me aterran las grabaciones en las que se recogen los convincentes a la par que enervantes discursos de Adolf Hitler o los anuncios en los que una cadena de restaurantes de comida basura pretende ganarse la confianza de los niños con un payaso, un regalo con el menú infantil y campañas del tipo: “Papá, hay que abrocharse el cinturón”… y lo que aterra del asunto no es de quien proviene dicha propaganda, ni pienso ser yo el que apunte con el índice al culpable para después lanzar la piedra de la hipocresía… lo realmente aterrador del asunto es la evidente intención de manipular a la gente… y obviamente, dicha intencionalidad es aún más grave si las mentes que se pretenden envenenar son las de los niños: los nosotros del mañana. Al final, tendré que darle la razón al poeta que dijo aquello de que la libertad es el espacio que hay entre reja y reja… lo malo es, que muchas veces somos incapaces de percibir los barrotes.
  • 7. PURO OLOR A INCIENSO (Dic 2007) CUENTO DE NAVIDAD Por Eric F. Luna Ya están aquí las navidades. Las navidades por lo general suelen venir cogidas de la mano de las felicitaciones, los besos, los regalos, detalles, los anuncios en medios de comunicación que las usan como excusa para venderte lo que sea… La Navidad posee la cualidad de actuar en la mente del ciudadano como un filtro mediante el cual la razón se nubla y a todos se nos impone una exacerbada tendencia al consumismo además de una sonrisa obligada en el rostro… simplemente porque es Navidad. ¿Acaso la Navidad es un momento de felicidad? Como lo puede ser cualquier otro, digo yo, pero dicha felicidad se nos impone compulsivamente a través de los medios de comunicación. Estar triste en Navidad es algo mucho peor que estarlo el resto del año. En Navidad sólo cabe ser feliz… A propósito de esto, me viene a la memoria cómo hace un año, cuando mis jornadas laborales transcurrían en Murcia capital, se cruzó en mi camino una persona sin techo, sin hogar, casi sin alma. En realidad, dicha persona se cruzaba en mi camino, a diario, al yo ir y volver de mi trabajo. Se trataba de un inmigrante que habitaba un minúsculo campamento de cartones que le permitían refugiarse de las inclemencias del invierno en la capital y de cualquier aspecto del mundo exterior, es decir, del nuestro. Por las mañanas solía dormir. Por las noches, muy frecuentemente, solía acompañarse de una botella de algún licor barato para emprenderla con el mundo a base de insultos y blasfemias, en su idioma, hacia ese maldito mundo que le rodeaba, contra ese paraíso que le pintaron allá en su tierra, contra los tipos a los que dio una gran suma de dinero por embarcar en aquel féretro con forma de cayuco. Recuerdo, cómo al pasar junto a él podía verle llorar a su tierra como lo haría el mejor de los poetas. Derrochando sentimientos por los poros. Por la mañana volvía a estar dormido. Cuando la navidad se cernió sobre nosotros la gente que pasaba por su lado comenzó a reparar menos aún en él. En navidad la gente triste parece estar aún más triste y es precisamente en navidad cuando queremos alejar la tristeza de nuestro lado, que todo se convierta en alegría, celebración, unión, paz, amor y todo eso. Desearía poder contar un final feliz para esta historia… No lo tengo, dejé el trabajo hace ya bastante tiempo. No volví a ver al sin techo, sin hogar, sin alma. El conocer la existencia de alguien así me hirió de muerte con la daga de la desesperanza. Una desconfianza total y absoluta sobre un sistema que causa y no evita que personas de cualquier nacionalidad en cualquier lugar, terminen como consecuencia de una mala racha aislándose, echándose al arcén de la vida… Pese a todo, mucho me temo que al contrario de lo que muestran las películas que se emiten en navidad por televisión, esta vez no sucedió milagro navideño alguno… Pero, oigan, sonrían… ¡Ya es Navidad!
  • 8. PURO OLOR A INCIENSO (Ene 2008) TODO POR UN SUEÑO Por Eric F. Luna Dicen que cuando la legendaria Pandora, mujer de Epimeteo, no se resistió a abrir la caja que contenía todos los males, la cerró justo a tiempo de evitar que se perdiera la esperanza. Sin embargo, en un mundo en el que cada uno de nosotros permanece ocupando una casilla, un destino, una celda dentro de una enorme colmena no hay sitio para sueños y menos aún para el alimento de los sueños: la esperanza… la caja de Pandora tiene una grieta enorme por la que la esperanza se esfuma paulatinamente. Nuestro día a día responde a un patrón estático de vida que nos lleva a ir hacia delante sin alzar la cabeza, sin explotar nuestras posibilidades al 100%. Algunas veces el azar, las musas o la ciencia infusa se nos presentan para poner oportunidades en nuestro camino y suele ocurrir que si no aprovechamos esas oportunidades cuando flotan ante nuestros ojos, acaban por esfumarse como pensamientos efímeros y etéreos, dejando en algún lugar de nuestra mente un sabor agridulce a lo que pudo ser y no fue (lo que, al mismo tiempo, suele ser motivo de regocijo de aquellos que al tener que conformarse con no destacar, prefieren desprestigiarte, condenarte, hundirte en el fango para más tarde limpiarse las botas y proseguir con su existencia cabizbaja). Pondré un ejemplo: Díganme ¿qué hubiera sido de aquel mal estudiante, llamado Thomas Edison, que puso todo su empeño en concentrar la corriente eléctrica en un filamento de tungsteno, si se hubiera visto falto de esperanza en sus proyectos, si se hubiera dejado llevar por las voces que le decían que aquello que él pretendía era imposible? Él mismo, al idear la bombilla, el fonógrafo e infinidad de inventos más, demostró al mundo que no hay límites y que pensar de este modo no es señal de soberbia, sino la mejor de las opciones para aprovechar al máximo algo tan breve y fatuo como es la vida. Es por ello que a día de hoy, no permito a nadie que me marque límites o que me diga hasta dónde puedo llegar. Hace ya tiempo aprendí que soy capaz de cualquier cosa… sólo he de alcanzar a saber cómo he de hacerlo. Lo cotidiano: el trabajo, la rutina… tampoco debieran ser un impedimento para hacer de un sueño una realidad. En ello es en lo que se excusan los que no se atreven a arriesgar, los que antes de empezar lo dan todo por perdido, los que tienen miedo de fallar y arrepentirse. Es normal escuchar frases del tipo: “lo importante es el dinero”, “eso no da de comer”, etecé, etecé… delegando a los sueños/realidades en potencia a un segundo plano. Señores, si lo único importante en esta vida fueran los negocios, (así como engrosar las cifras de una industria con el sudor de nuestra frente y axilas), Dios en lugar de plantar en medio del paraíso el árbol del Bien y del Mal habría construido un Corte inglés, donde Adán y Eva se dejarían el sueldo tras habérselo ganado previamente currando de almacenista y de cajera, respectivamente. Soy capaz de estrechar la mano de aquel que cree tanto en sí mismo como en la vitalidad de sus sueños, no ocurre igual con los que pretenden inyectarme una dosis de su miedo, negatividad o falta de confianza… a ellos le arrancaría la mano a dentelladas.
  • 9. PURO OLOR A INCIENSO (Feb 2008) AMORES PLATÓNICOS Por Eric F. Luna San Valentín es uno de esos días en los que se lleva a cabo la celebración de algo que no merece ocupar una fecha señalada en nuestro calendario… digo esto porque, humildemente, pienso que la celebración de un sentimiento es algo tan sagrado que no merece vestirse de frivolidad, obligándonos a comprar una caja de bombones y un ramo de flores para demostrar cariño y afecto hacia otra persona… (Casi debiera estar prohibido regalar nada el día de los enamorados, por atentar contra los detalles espontáneos y el romanticismo en general). Por otro lado, es comprensible que deseemos apartar en nuestras vidas, siquiera 24 horas al año para dedicarlas a algo tan “febril” como el amor. Bueno, amor, amor… ¿Qué es el amor? Woody Allen, tratando de dar respuesta a esta pregunta, dijo en una ocasión que el amor es una amistad con momentos eróticos y, tal vez esa sea la forma más “civilizada” de verlo… pero el amor no es algo civilizado, sino algo visceral. De hecho, cuando alguien sufre “mal de amores”, esto no suele producirle al individuo una grave cefalea sino un agudo pinchazo en el estómago, por ello pienso que el amor debe ser visceral, pasional, no mental. Pese a todo, hay quien civiliza el amor, de hecho (para qué engañarnos), todos lo hacemos. En una ocasión, me sorprendió un documental al afirmar que si la pasión de los primeros momentos de una relación se transmuta en lo que Allen llama “amistad con momentos eróticos” es, simple y llanamente, porque de no ser así acabaríamos exhaustos, seríamos incapaces de centrarnos en los demás aspectos de nuestra vida y estaríamos indefensos y desprotegidos ante el mundo que nos rodea… por suerte o por desgracia, la naturaleza es demasiado sabia. Aunque si lo que se pretende es hablar de amores perjudiciales para la salud, puede ser oportuno traer a colación el ejemplo del amor platónico. Platón, en su afán de fastidiar al prójimo y de idealizarlo todo, habló del amor en sus escritos, no como “algo” bello y bueno, sino como sed de belleza y bondad… sed, deseo, ansia, buscar y anhelar en el amor lo que puede que no haya… vamos, una idealización del amor. Cuando alguien padece un amor platónico (y digo padece porque el platónico tiene bastante de mórbido y de enfermo), idealiza todo lo que rodea a la persona amada, idealiza las situaciones, idealiza las sensaciones que experimenta, idealiza cada palabra y cada gesto promovido o pronunciado por la persona amada, como si todo tuviera la suficiente relevancia como para grabarse en mármol… Cada situación se hace digna de ser enmarcada y colgada de la pared con una alcayata. Es un amor que obsesiona, que doblega, que te permite sentir como si alguien te estuviera vaciando el intestino a cucharadas… ¿Lo malo? Que no hay cura. Sólo el tiempo reorganiza cada neurona en su lugar adecuado y nos desvela una gran verdad: que nadie es perfecto. ¿Mi recomendación? Que dejen de perder el tiempo leyendo este artículo, tan sólo unos pocos dementes enamorados al estilo de Romeo y Julieta perdieron el tiempo (y algo más) por el más profundo de los sentimientos.
  • 10. PURO OLOR A INCIENSO (Mar 2008) VUELVA USTED… PASADO MAÑANA Por Eric F. Luna Hoy vamos a hablar de política… ¡no, no se vayan ustedes todavía! Sé que últimamente deben andar saturados con este aluvión mediático que estamos experimentando pero es que, cuanto más se aproxima el día D, mayor es la cantidad de indignación que rezuma por mis poros. Efectivamente, aunque el título de este artículo pueda recordar sospechosamente a otro, escrito hace décadas por Mariano José de Larra, no es mi intención manifestarme en contra del santo oficio de funcionario (sólo dios sabe lo que trabajan éstos) sino en contra de aquellas personas que cuando más se acuerdan de uno es cuando temen por la estabilidad de sus puestos de trabajo: los políticos… a estos también los llamo interesados. Cuando nos vemos enzarzados en plena campaña electoral me resulta bastante llamativo cómo algunos amigos, militantes en las filas de las juventudes (De todos los colores políticos habidos y por haber) reaparecen en mi vida y comienzan a caer en la cuenta de que existo y parece crecer su interés por contactar conmigo. Me escriben extensos e- mails con letras llamativas, colores por todos lados, omnipresentes logotipos de su partido y recordatorios de promesas electorales, que colapsan mi dirección de correo electrónico no dejando espacio ni al pobre spam... Estos tienen guasa, ya que para empezar, de mi cumpleaños ni se acuerdan y para terminar sólo recuerdan advertirme sobre las ventajas de su partido cuando quieren algo de mí: la papeleta de sus colores en mi mano… a estos, sinceramente, no se cómo llamarlos… Y el caso es que en masa somos poderosos: ¡el pueblo decide! Parece que a los políticos se les llene la boca cuando dicen esto y que suenen trompetas de fondo anunciándonos como los seres con mayor potestad sobre la faz de la Tierra… Pero contándonos en singular somos ridículos: Tengo mi derecho al voto, pero ¿dónde está mi derecho a la queja? ¿a que funcionario/a hay que volver loco/a para reclamar lo que me prometieron y no cumplieron? Lo prometido es deuda, a mí esta lección me la inculcaron bastante bien de niño y por prometer más de lo que podía cumplir, en más de una ocasión acabé llorando a lágrima tendida… A mí (y yo creo que a más de uno) me gustaría ver a los políticos llorar cuando no cumplen lo prometido, cuando el dedo amenazante del pueblo les señala como responsables, gritándoles a viva voz: ¡quien habla es esclavo de sus palabras! Pero no. Como votante sólo importo para darles poder. Me necesitan, necesitan a este joven con tendencias agnósticas más preocupado por llegar a fin de mes que por la política social, pero que opina que es de retrógrados negarles una educación cívica a los adolescentes a quienes les hará mejores personas saber inglés (¡ja!)… Así pues, ¿qué debo hacer? ¿votar blanco? ¿votar negro? Javier Bardem en su última película dejaba la elección de ejecutar a sus víctimas o no a la capacidad decisoria de una moneda. Dado que no soy Bardem y no poseo instintos homicidas, otra opción podría ser hacer una pajarita de papel con mi voto y a otra cosa. Siempre se me dio bien la papiroflexia.
  • 11. PURO OLOR A INCIENSO (Abr 2008) DE PRISIONES CON PAREDES DE CRISTAL Por Eric F. Luna Cómo me maravilla la sociedad de las telecomunicaciones y las curiosas regresiones video-temporales que ésta permite. Ayer por la tarde, Youtube mediante, tuve la oportunidad de ver un gran mediometraje de la historia del cine español, que hacía tiempo que deseaba ver: “La cabina” protagonizada por un José Luís López Vázquez en la plenitud de su carrera como actor. Para aquellos que no lo conozcan “La cabina” fue un film retransmitido por vez primera, en TVE, allá por 1972. En ella, López Vázquez interpreta a un hombre cualquiera que, fortuitamente, queda encerrado de forma perpetua en una cabina telefónica. Dentro de aquella cabina, el protagonista ha de soportar las miradas que se vierten sobre él en forma de burla, asombro, agresividad… Los viandantes que se percatan de la extraña situación de este hombre, pretenden franquear el espacio que ocupa el protagonista y libertarlo, traerlo de vuelta al mundo de los hombres y mujeres “libres”. Sin embargo el protagonista termina sus días en los confines del olvido colectivo, rodeado por los cadáveres de otros tantos hombres que quedaron encerrados, al igual que él, en una cabina telefónica. He de decir que quedé perplejo ante tanto contenido en un metraje tan breve. Viendo “La cabina” ví a un hombre que ve (valgan todas estas redundancias) el mundo desde otra perspectiva: inmerso en su cautiverio cabinesco se percata de su falta de albedrío. Esto, en principio, le molesta. Más tarde le atemoriza. Finalmente le conduce hasta una muerte sin pena ni gloria. Lo que yo extraje entre líneas de estos fotogramas es la historia de un hombre preso que, pese a no poder ser escuchado por el resto de ciudadanos, transmite a los demás su situación. Ellos no entienden lo que hay tras esa surrealista falta de libertad, y como consecuencia se burlan de él, lo observan con incredulidad e incluso le increpan a abandonar una prisión, que ellos creen sin sentido, pero de la que es imposible liberarse. Esas personas que lo observan como a un bicho raro, por contra, para nada son libres. Al igual que el protagonista ellos andan encerrados en “cabinas”, cabinas de paredes invisibles, forjadas a base de ideologías, creencias, estilos de vida… Hombres y mujeres que no son conscientes de que transitan a lo largo de caminos trazados con tiza en el suelo, sin mirar a los lados, sin salirse de la senda. Hombres y mujeres que, ante alguien que se ha percatado de esta temerosa realidad, reaccionan ridiculizándolo y exclamando frases como la siguiente (cito textualmente de la película): “Vaya hombre, se ha quedao encerrao, ¡qué cosa más tonta!”. Ahí tienen la locura quijotesca personalizada: Donde hay gigantes, hay gigantes, aunque todos quieran ver molinos. Es la voz que clama en el desierto: escuchamos sus ecos lejanos y preferimos ignorarlos. “La cabina” es una metáfora de las tradiciones, los conformismos, la rutina, todo aquello que nos mueve por inercia pero a lo que nos aferramos enérgicamente, para no sentirnos desorientados. Es un vistazo hacia el suelo, hacia la línea de tiza y la posibilidad de borrarla con el pie… y dar un paso en otra dirección.
  • 12. PURO OLOR A INCIENSO (May 2008) JACOBO, UN NIÑO DEL SIGLO XXI Por Eric F. Luna Jacobo es un niño del siglo XXI. Él no es feliz, ni infeliz, tan sólo (sobre)vive a través de los años que le regaló la Naturaleza. Desde su más pronta infancia, Jacobo tuvo varios educadores (sus padres, profesores, familiares…) aunque tan sólo mantuvo la confianza en uno de ellos, hasta su adolescencia: la televisión. La televisión nunca le regaña, la televisión le muestra mundos fantásticos, historias inexplicables, no le aporta únicamente palabras como el resto de la gente. La televisión le divierte, la televisión le muestra qué es correcto y qué no, la televisión le quiere (la publicidad se encarga de recordárselo a menudo, con sus “tú lo vales”, “i’m loving it” y demás palabrería barata). Sus padres también quieren a Jacobo, pero sacar adelante a una familia es una ardua tarea y el tiempo que deja sin ocupar una agotadora jornada de trabajo, prefieren emplearlo en reunirse en torno al sofá para ver la televisión (de ese modo, asisten religiosamente a esos espectáculos televisivos en los que la gente lucha por no ser excluida de un grupo, por no destacar, porque es preferible la mediocridad a la exclusión y eso lo saben Jacobo, sus padres y lo sabe todo el mundo). Los padres de Jacobo también sienten que la televisión les ofrece su afecto: Porque la televisión no tiene la voz irritante e intransigente de un jefe, la televisión no discute contigo cuando la nómina no es suficiente…. Si la televisión se vuelve triste y gris, sólo es preciso tirar de esa nómina precaria para comprar otra televisión: Así de simple. Por otro lado, Jacobo no entiende de problemas de adultos. Él pasa las horas muertas, inmerso en sus videojuegos: Con ellos “salva” sus interminables vidas, pulsando botones. Triángulo, salta, cuadrado, agáchate… se mueve por estímulos, como los insectos. En los tiempos de Jacobo nadie considera que este entretenimiento esté fuera de lugar: según los expertos agiliza la mente y la calle ya no es segura para un niño como Jacobo. El niño suele escuchar cómo su abuelo enseñó a su padre a construir una escopeta de juguete con tan sólo una tabla, una goma elástica y una destripada pinza de tender ropa… lo terrible de esto es que no siente curiosidad alguna. Con algo más de edad, el niño (ya no tan niño) va forjando su carácter con las enseñanzas de su querida progenitora televisión. Gracias a ella aprende que la competitividad no es más que un sucio juego en el que se permite pisar al adversario. Aprende del amor lo que emanan las películas romanticonas con final feliz. Aprende que el sexo debe ser tal y como lo exponen… otro tipo de películas. No es de extrañar que ya en el instituto adquiera dotes de director de cine con un móvil en una mano y el rostro sangrante del pardillo de clase en la otra. Sus mejores obras pueden verse en Youtube, aunque no son aptas para todos los públicos. Jacobo tontea con las sustancias prohíbidas por la sociedad. Mamá televisión le muestra sus virtudes al mismo tiempo que sus inconvenientes. Lo mismo sucede con las enfermedades de Venus, o con los combinados de alcohol y neumático. La adrenalina es su único sustento en una difícil etapa de su vida. Unos añitos más tarde Jacobo se siente capacitado y decide aportar su granito de arena en la educación de varias generaciones de niños: es productor ejecutivo de televisión.
  • 13. En lo personal, Jacobo es carne de psicólogo desde hace años, un par de horas a la semana. Sufre de ansiedad y constantes depresiones. ¿La culpa? Supongo que la tendrá… la madre que lo educó.
  • 14. PURO OLOR A INCIENSO (Jun 2008) TINTA, SUDOR Y LÁGRIMAS Por Eric F. Luna ¿Moriría usted por sus sueños? Tómese un momento para meditar antes de responderse a sí mismo… El director de Entrelíneas y yo mantuvimos esta misma conversación a raíz de la pintada expuesta en la fotografía que ilustra este artículo. Mi compañero extrajo su cámara de la funda para poder plasmar esta idea en el papel. ¿Realmente queda gente que muera por sus sueños? Yo creo que esto era más propio de la época de las revoluciones, cuando la gente llevaba el amor por una patria, una causa o una bandera hasta el último término. Hoy día su banco, su empresa, su religión y su televisor le imponen vivir el sueño de la comodidad y la paz. Aunque ahí fuera en la calle los precios de los productos básicos alcancen precios desorbitados… o aunque cayeran bombas, nadie haría nada por evitarlo. No se si comprende lo que trato de decirle. La declaración de intenciones flota levemente ante la pantalla de televisión, o ante las páginas del periódico… y ahí se queda todo: en palabras. Por otro lado, el ser humano es un animal difícil de contentar. Dicen que cuando uno consigue lo que llevaba tanto tiempo buscando ya no lo desea con tanto afán. La ilusión y el anhelo son sentimientos que se alimentan de la espera, la incertidumbre y del camino por andar. Entrelíneas surgió como el sueño de una minoría que ha alcanzado su madurez ya con más de un año en los kioscos. Mi tanto por ciento de ese sueño era el de ver publicadas estas palabras que ahora usted lee, en una revista como la que sostiene entre sus manos. Supongo que ese podría ser el sueño de cualquier persona que disfrute transcribiendo la realidad en un folio en blanco. De todos modos ningún sueño es gratuito ni está exento de sacrificio y esfuerzo, ni los suyos, ni los míos… A eso me refiero con el título de este escrito. Hemos invertido todo esfuerzo en complacerle en su hambre de información y su sed de opiniones… y seguiremos haciéndolo porque Entrelíneas es una empresa sin una meta marcada, sin un rumbo fijo, de la que es difícil que nos cansemos. Somos románticos absurdos que insisten en lanzar piedras a su ventana para reclamar su atención y tenemos ese punto necesario de inconsciencia que nos permite mantenernos ahí, bajo la lluvia o bajo un sol de justicia. Volviendo sobre las palabras, un sueño no es un motivo por el que morir, sino el motivo por el que mantenernos vivos. Ya lo dijo Goethe, borracho de inspiración: “Una vida sin propósito es una muerte prematura”.
  • 15. PURO OLOR A INCIENSO (Jul-Ago 2008) ETERNIDAD Por Eric F. Luna Ya estamos inmersos de lleno en el verano. A mí el verano me traslada, irremediablemente, a tiempos pasados (tiempos mejores, que dicen). Las reuniones con los colegas, los juegos de la infancia, la sensación de libertad y la ausencia de un futuro programado a la vista. Supongo que el mismo telón de fondo, cada año, cada ciclo, le hace a uno evocar este tipo de cosas. A menudo también me gusta disfrutar de las playas en invierno. Queriendo alcanzar esa añoranza de forma permanente. Cuando reina la quietud en las costas, es un verdadero placer poder recostarse sobre la arena tibia de una playa. Esas tierras yermas son el último lugar que queda a mi alcance, donde fundir la mirada en el horizonte sin echar de menos los edificios y las fábricas y los coches y al resto de la humanidad. Solo. Rodeado, únicamente, por objetos inertes que me hacen sentir más vivo que cuando conducía de camino, por la carretera. A veces me dedico a observar, lánguidamente, esa mole de agua que es una asesina en potencia de ciudades tercermundistas. O esa colosal piedra en llamas. O esa otra piedra de menor tamaño, cubierta de polvo, sin barrer. O esas estructuras de roca que el tiempo y la erosión han esculpido haciendo de ellas una obra de arte en constante creación. Todo, formando parte de una monstruosa maquinaria cíclica que no varía perceptiblemente a nuestros ojos, sino que se sucede año, tras año, tras año… Uno puede ser consciente del paso del tiempo en un lugar como éste. De este modo, aflora en mí una indescriptible sensación de envidia. Envidia existencial. La sensación de ser caduco. La sensación de reunir una cantidad ingente de experiencias en torno a un lugar y observar, con tremenda envidia que nada cambia allí. Todo sigue igual. Yo no acierto a distinguir la forma de una ola a la de otra, ni tan siquiera si el sol está unos grados más inclinado que hace unos meses. Allí lo único que varía soy yo. Allí el tiempo no pasa, salvo para mí, que vivo en el mundo de lo cotidiano. De las metas por cumplir. De las esperas que nunca cesan. De la Humanidad que evoluciona a pasos agigantados, que se enzarza en guerras o revoluciones, mientras que la maquinaria de la Tierra sigue funcionando de la misma forma que lo ha hecho siempre. Antes, incluso, de que ningún antepasado nuestro se alzara sobre sus patas traseras y se dedicara a cazar para sobrevivir. En este punto, ¿qué importancia se le supone a algo tan efímero como la canción que tengo en mente todo el rato y que vengo tarareando desde que cogí el coche para desplazarme hasta aquí? Puta envidia. Al mar. Al sol. A la arena y las rocas. ¿Nunca han deseado que esto no acabara nunca? Enciendo un cigarro y me consumo con él, excusándome, pensando que todos, al fin y al cabo, dependemos de algo que nos acerca, paulatinamente, al final de un ciclo… o a la eternidad, según algunos.
  • 16. PURO OLOR A INCIENSO (Sep 2008) STRESS Por Eric F. Luna Por fin. Regresas con avidez al calor del teclado de tu portátil. Lo echabas de menos. Se abre una ventana al mundo ante ti. Pulsas ON. Esperas. La impaciencia te carcome. Contraseña. Hecho. Doble clic sobre el icono de Internet Explorer. Recorres a velocidad vertiginosa las actualizaciones de las páginas y blogs que figuran en tus favoritos. Nada nuevo. Nada nuevo. Aquí hay algo. Interesante… da que pensar. Jaja, gracioso. Bueno… Nuevo salto. Nada nuevo. Nada nuevo. Algo hay. Es muy corto. Es una chorrada, fuera… A ver el correo… Te apetece un pito. Coges el paquete. Rebuscas con el dedo en el interior del paquete. Lo piensas. Fumar mata. Lo dejas. Estás en la bandeja de entrada. Chorrada. Chorrada. Uno que parece importante. Lo abres. Es un asunto laboral. Hoy es domingo. Te agobias. Lo cierras. Te apetece un pito. Cierras Internet. Dudas. Recuerdas. Hace seis días que no actualizas ninguno de tus blogs. Bfffff… Tienes un par de ideas a las que darles forma. Doble clic sobre el icono de Internet Explorer. Mis favoritos. Accedes a tu blog. Contraseña. Miras a izquierda y derecha, cómicamente, asegurándote de que nadie te observa teclearla. Escribes. Escribes. Pulsas para adjuntar una fotografía. Internet Explorer no ha podido mostrar la página. Tu conexión es una mierda. Te apetece un pito. Coges el paquete. Rebuscas con el dedo en el interior del paquete. Sacas un pito. Lo llevas a tus labios. Lo piensas. Fumar mata. Lo vuelves a dejar en el paquete. Sigues intentando adjuntar la foto. Se va a la mierda todo lo que has escrito. Control-Z. Control- Z. No funciona. Hora y cuarto componiendo un texto en condiciones. Te llevas las manos a la frente. Alzas la vista y dejas de mirar a la pantalla. Observas la noche por el balcón de tu casa. Hay una tímida luna menguante que vuela raso sobre la línea del horizonte. Distingues, en la lejanía, la figura de una grúa de grandes dimensiones. Observas a tu perro caminar en círculos preparando el terreno para satisfacer ciertas necesidades. Te relajas y te dejas caer sobre el respaldo del asiento. Coges el paquete de tabaco y sacas un cigarrillo. Lo enciendes. Lo saboreas. Expeles el humo. Te consuelas pensando que la parca llega para todos, pero te preocupas cuando piensas que el tabaco merma la potencia sexual. Piensas. Debería escribir esto… Abres un nuevo documento de Word. Reflexionas, mientras te rascas la patilla izquierda. Escribes: Por fin. Regresas con avidez al calor del teclado de tu portátil…
  • 17. PURO OLOR A INCIENSO (Oct 2008) LO NORMAL Por Eric F. Luna Yo los vi. Vivían en la caja tonta. Había imágenes suyas en la prensa diaria y sus voces viajaban a través de las ondas de radio. Hablaban y hablaban sin parar, sin escuchar. Decían lo que tú esperabas oír: “Todo va bien”. Y, en efecto, parecía ser que todo iba bien. Todo irá bien mientras sonrías, te relajes y dispongas de dinero suficiente como para pagar una buena campaña de imagen, se decían entre sí aquellos hombres grises de eterna sonrisa. Señores y señoritas, engalanados con bonitos trajes y vestidos, te enseñarían qué es vivir bien: Te mostrarían que lo normal es disponer del último modelo en automóviles, un fuera de serie. Te dirían que lo normal es habitar una vivienda ajustada a tus necesidades (dos plantas, garaje…). Te enseñarían lo normal que serías si cenaras cada semana en tal o cual restaurante, si te hicieras con un iPhone o si cuando estuvieras aburrido te evadieras yéndote de compras. Después, tu jefe te diría lo normal que es reducir la plantilla en tiempos de crisis. Tu banco te diría lo normal que es pagar las facturas. Y tú te agobiarías. Normal. De la noche a la mañana, todo cambió. Tú lo sabes bien. En todo estado depresivo, la negación precede a la resignación. Ése debió ser el momento en que salieron a relucir los términos “sacrificio”, “recorte presupuestario”, “reducción de ayudas y becas” o “apretarse los cinturones”… A partir de ese momento empezarías a hacer las fotocopias por las dos caras. Como ya todo no iba bien, aquellos que viven en tu caja tonta debían inventar una nueva forma de pintar colorines en el cielo. Aglomerar a la población en torno a interminables colas, solicitando ayudas sería una solución más que acertada. No ha sido una mala idea, diría uno de aquellos hombres grises a otro, ¡vendámosles la ilusión de una lotería! El boleto son innumerables trámites burocráticos. Las probabilidades de conseguir algo… pocas. Mientras, tú intentas sacar la cabeza a flote, aunque ya has catado el sabor de la sal y, agarrado a una tabla maltrecha, rezas por evitar la sacudida de otra ola. Ahora ellos se guarecen bajo cifras, datos y estadísticas que muestran la gran inversión hecha en concepto de ayudas sociales, al tiempo que te señalan a ti como culpable de la actual situación. Sí, a ti, que siempre pensaste que lo normal era disfrutar de esos días de bonanza. Al tiempo, los boletines informativos vomitan más datos, más estadísticas, más números que se contradicen con los primeros, creando confusión. Llegan noticias de los primeros trastornos provocados por esta situación: personas desesperadas que toman medidas drásticas y lamentables… una brisa del crack del 29 nos agita el flequillo. Tú no entiendes de números, pero soportas el peso del mundo sobre ti y, cada vez que enciendes la televisión, abres el periódico o enciendes la radio, lo escuchas una y otra vez, una y otra vez: Tú tienes la culpa… Normal.