2. El alma Mágica.
♥ Es muy difícil para el hombre occidental
encontrar en su provisión de conceptos una
palabra que pueda evocar el sentido del
“espacio mágico”.
Porque “espacio” significa para la
sensibilidad de ambas culturas cosas
completamente distintas.
♥ El sistema copernicano, ha de parecerle al
pensamiento arábigo extravagante y frívolo.
3.
4. Lo divino desciende sobre el hombre y así reúne a todos los individuos de aquí abajo con
el Uno de la altura.
Este sentimiento primario que domina toda la fe y creencias de los hombres mágicos es
algo único y distingue no sólo su concepción del mundo, sino toda la religiosidad mágica
en el núcleo mismo de su esencia.
Esta cultura mágica fue, como hemos visto, propiamente la cultura de en medio y hubiera
podido tomar de las culturas circundantes sus formas y pensamientos. No lo hizo, sin
embargo; y el no haberlo hecho, el haber permanecido dueña de si a pesar de las
insistentes ofertas, demuestra que la diferencia era infranqueable.
Sólo algunos nombres aceptó de los tesoros de la religión babilónica y egipcia. Las
culturas antigua e indica, o mejor dicho, las civilizaciones de estas dos culturas,
helenismo y budismo, lograron confundir la expresión de la cultura mágica hasta el punto
de producir en ella lo que hemos llamado pseudomórfosis; pero no consiguieron tocar a
su esencia intima. Todas las religiones de la cultura mágica, desde las creaciones de
Isaías y Zaratustra hasta el Islam, constituyen una unidad perfecta del sentir cósmico.
Y así como en la creencia del Avesta no hay ni un rasgo brahmánico y en el cristianismo
primitivo no hay ni rastro de sentimiento antiguo, sino sólo nombres, imágenes y formas
exteriores, así también el cristianismo germano católico de Occidente, al apropiarse el
tesoro de los dogmas y usos cristianos, no conservó ni un soplo del sentir cósmico que
animaba la religión de Jesús.
5. Pero las almas, en lo profundo, son singulares y aisladas; el pneuma, en
cambio, es uno y siempre el mismo.
El hombre posee un alma; pero participa en el espíritu de la luz y del bien. Lo
divino desciende sobre el hombre y así reúne a todos los individuos de aquí
abajo con el Uno de la altura.
Este sentimiento primario que domina toda la fe y creencias de los hombres
mágicos es algo único y distingue no sólo su concepción del mundo, sino toda
la religiosidad mágica en el núcleo mismo de su esencia.
Esta cultura mágica fue, como hemos visto, propiamente la cultura de en medio
y hubiera podido tomar de las culturas circundantes sus formas y
pensamientos. No lo hizo, sin embargo; y el no haberlo hecho, el haber
permanecido dueña de si a pesar de las insistentes ofertas, demuestra que la
diferencia era infranqueable. Sólo algunos nombres aceptó de los tesoros de la
religión babilónica y egipcia.
Las culturas antigua e indica, o mejor dicho, las civilizaciones de estas dos
culturas, helenismo y budismo, lograron confundir la expresión de la cultura
mágica hasta el punto de producir en ella lo que hemos llamado
pseudomórfosis; pero no consiguieron tocar a su esencia intima. Todas las
religiones de la cultura mágica, desde las creaciones de Isaías y Zaratustra
hasta el Islam, constituyen una unidad perfecta del sentir cósmico.
6. Esta diferenciación de tres substancias que, en el pensamiento religioso no
contradice a su unidad, es conocida ya en las religiones proféticas.
El alma refulgente de Ahura Mazda es la palabra y su espíritu santo conversa,
en uno de los más viejos gathas, con el espíritu malo. Igual representación
palpita en toda la escritura de los judíos.
Entre los caldeos, la idea está ya formada en la separación de Dios y su palabra
y en la contraposición de Marduk y Nabu.
Luego despunta poderosa en toda la apocalíptica aramea y permanece
despierta y creadora en Filón y San Juan, en Marción y Mani, en las doctrinas
talmúdicas y luego en los libros cabalísticos de Jezirah y Sohar, en los
concilios y obras de los Padres de la Iglesia, en el Avesta posterior .
Finalmente en el Islam que, poco a poco, va convirtiendo a Mahoma en el
logos; y la religión popular ha fundido el Mahoma místico y presente, el
Mahoma vivo con la figura de Cristo.
Esta representación es tan evidente para el hombre mágico que hasta ha
conseguido quebrar la estructura severamente monoteísta del Islam primitivo;
junto a Alah, como palabra de Dios (Kalimah) aparece el espíritu santo (ruh) y la
«luz de Mahoma».
7. El hombre fáustico es un yo, una potencia atenida a sí misma y que, en última
instancia, decide sobre el infinito; el hombre apolíneo es un soma, un cuerpo entre
otros muchos, que no responde mas que de sí mismo; pero el hombre mágico, con
su ser espiritual, es sólo parte integrante de un «nosotros» pneumático, que
descendiendo de la altura, es uno y el mismo en todos los partícipes.
Como cuerpo y alma se pertenece a si solo; pero algo distinto, extraño y más alto
añora en él. Por eso el hombre mágico se siente, con todas sus opiniones y
convicciones, como simple miembro de un consensus que, emanado de la
divinidad, excluye todo error, pero al mismo tiempo también toda posibilidad de un
yo valorante.
La verdad es para él algo distinto que para nosotros. Todos nuestros métodos de
conocimiento, fundados en el juicio propio, individual, son para él capricho,
fantasía, ceguera; los resultados de esta ciencia le aparecen obra del malo, que
confunde el espíritu y engaña acerca de sus disposiciones y objetivos.
La imposibilidad de un yo pensante, creyente, sapiente es la base sobre que
descansan todas las representaciones fundamentales de todas estas religiones.
La idea del logos, en su sentido más amplio, abstraída de la percepción luminosa en
la cueva, forma en el pensamiento mágico el «pendant» exacto de la idea religiosa.
Significa que de la inaccesible divinidad se desprende el espíritu, la «palabra» como
sustento de la luz y portadora de todo bien, y entra en relación con el ser humano
para elevarlo, henchirlo, salvarlo.