San Marcelino tenía los siguientes rasgos de personalidad: era un hombre fiel a Dios y a María, fuerte de carácter pero sencillo de corazón; promovió la catequesis y fundó escuelas para combatir la ignorancia religiosa y la miseria cultural de su época; y formó educadores competentes en lo humano, cultural y religioso-espiritual para cumplir su misión de educar cristianamente a la juventud.