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OBRAS COMPLETAS DE SANTA
TERESA DE JESÚS
CON INTRODUCCIÓN DE
VICENTE DE LA FUENTE
Digitalizadas por:
2
ebooklasicos@gmail.com
3
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Santa Teresa, Vivo sin vivir en mí.
4
Nada te turbe, nada te espante;
todo se pasa, Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.
Santa Teresa de Jesús.
Poesía Nada te turbe.
5
ÍNDICE GENERAL
6
Prefacio del editor
Estimado lector:
En esta segunda edición de las "Obras Completas de Santa Teresa de Jesús" hemos
llevado a cabo muchas mejoras sustanciales, entre las cuales se pueden nombrar:
Links: Hemos reparado aquellos enlaces que o bien no llevaban a ningún sitio o
bien estaban confundidos. Además hemos dado la disposición correcta a los
índices.
Configuración del texto: La alineación del texto ha sido debidamente
implementada atendiendo a las pautas de estilo de Kindle.
Decoración: Hemos decorado los títulos de cada capítulo del modo que les
convenía.
Código fuente: En general, el código del ebook ha sido saneado de impurezas y
elementos innecesarios.
Contenido: El único contenido añadido ha sido el artículo de la wikipedia de Santa
Teresa de Jesús.
Portada: Nuestro diseñador ha compuesto una nueva portada, con un estilo mucho
más harmónico y estilizado (atendiendo en esto último a las indicaciones de
Amazon).
Información del contenido del ebook
Las obras de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) contenidas en este ebook se
encuentran en dominio público en todo el mundo. Esto es debido a dos razones: que la
autora falleció hace más de cien años y que las ediciones utilizadas fueron publicadas
hace más de cien años. Estas ediciones son las siguientes:
Biblioteca Autores Españoles. Volumen 53. Escritos de Santa Teresa añadidos e
ilustrados por don Vicente de La Fuente, I. (M. Rivadeneyra, Impresor, Editor,
Madrid, 1861.)
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01338320811915076757802/index.htm
Biblioteca Autores Españoles. Volumen 54. Escritos de Santa Teresa, II. Edición al
7
cuidado de Vicente de la Fuente (Madrid, M. Rivadeneyra, Impresor, Editor, 1862.)
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01159418653478495230035/index.htm
Vicente de la Fuente (1817-1889) fue catedrático, canonista e historiador español. En
estos dos volumenes, su magna tarea fue la de redactar una introducción para cada una
de las obras, un compendio de la vida de la Santa y las anotaciones al texto.
Para la confección de este ebook, sólo nos hemos servido de los siguientes
elementos:
Las Introduciones a cada obra.
El Compendio de la vida de Santa Teresa.
Los Escritos Menores.
Para los Escritos Mayores hemos optado por utilizar las versiones que se encuentran
en Internet, en vez de digitalizarlas nosotros mismos. Esto es así porque estas versiones
son fieles transcripciones de las ediciones originales. En cuanto a las notas, hemos optado
por no digitalizarlas, de momento.
Es necesario avisar que, en muchas ocasiones a lo largo de las Introducciones,
Vicente de la Fuente hace alusiones a los textos de Santa Teresa según están distribuidas
en sus dos volumenes. Así pues, las páginas y las númeraciones de las Cartas, no
corresponden a este ebook.
Esto es todo. Que disfrute de la lectura.
Atentamente,
El Editor.
Martes, 22 de Diciembre de 2015.
8
ÍNDICE GENERAL
PORTADA
FRASES CÉLEBRES
PREFACIO DEL EDITOR
ÍNDICE CRÓNOLOGICO
ÍNDICE TEMÁTICO
ARTÍCULO WIKIPEDIA
INTRODUCCIÓN OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS
EL LIBRO DE LA VIDA
RELACIONES ESPIRITUALES
FUNDACIONES
CONSTITUCIONES
AVISOS ESPIRITUALES
MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS
CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID)
CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS
MORADAS O CASTILLO INTERIOR
9
EXCLAMACIONES
POESÍAS
ESCRITOS MENORES
CARTAS
10
ÍNDICE GENERAL
11
ÍNDICE CRÓNOLOGICO
ÍNDICE TEMÁTICO
1.º EL LIBRO DE LA VIDA (1562)
2.º CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID) (1565)
3.º CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS (1566)
4.º CONSTITUCIONES (1567)
5.º EXCLAMACIONES (1569)
6.º RELACIONES ESPIRITUALES (1571)
7.º FUNDACIONES (1573)
8.º MORADAS O CASTILLO INTERIOR (1577)
9.º AVISOS ESPIRITUALES (1580)
10.º MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS (1581)
ESCRITOS MENORES
POESÍA
CARTAS
12
ÍNDICE GENERAL
13
ÍNDICE TEMÁTICO
ÍNDICE CRONOLÓGICO
LIBROS HISTÓRICOS
EL LIBRO DE LA VIDA
RELACIONES ESPIRITUALES
FUNDACIONES
LIBROS PRECEPTIVOS
CONSTITUCIONES
AVISOS ESPIRITUALES
MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS
LIBROS DOCTRINALES
CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID)
CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS
MORADAS O CASTILLO INTERIOR
LIBROS POÉTICOS
EXCLAMACIONES
POESÍAS
14
OTROS
ESCRITOS MENORES
CARTAS
15
ÍNDICE GENERAL
16
Santa Teresa de Jesús
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa en una copia de un original de Fray Juan de la Miseria.
Proclamada Doctora de la Iglesia el 27 de
septiembre de 1970 por el papa Pablo VI
Nombre Teresa de Cepeda y Ahumada
Nacimiento
28 de marzo de 1515
Gotarrendura o Ávila, España
Fallecimiento
4 de octubre de 1582[nota 1]
(67 años)
Alba de Tormes, España
Venerada en Iglesia católica
Beatificación 24 de abril de 1614 por Paulo V
Canonización 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV
15 de octubre
27 de agosto Transverberación de
17
Festividad Sta. Teresa (Vetus Ordo)
26 de agosto Transverberación de
Sta. Teresa (Novus Ordo)
Patronazgo
De los escritores
Españas[1]
Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa de Jesús o
simplemente Teresa de Ávila (Gotarrendura[2] [3] [4] [5] o Ávila,[6] 28 de marzo de
1515-Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582),[nota 1] fue una religiosa, fundadora de las
carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o
carmelitas), mística y escritora española. Canonizada a poco menos de cuarenta años de
su muerte, fue proclamada Doctora de la Iglesia católica en 1970 por Pablo VI. Junto
con san Juan de la Cruz, se considera a santa Teresa de Jesús la cumbre de la mística
experimental cristiana,[7] [8] y una de las grandes maestras de la vida espiritual en la
historia de la Iglesia.
18
Índice
1 Familia
2 Infancia
3 Mudanza física y espiritual
4 Favores espirituales
5 Inicio de las fundaciones a lo largo de España
6 Resultados de la reforma carmelitana y tribulaciones de Teresa
7 Últimas fundaciones y muerte
8 Reconocimientos
9 Obra literaria
9.1 Nota:
10 Características físicas
11 Enseñanzas
12 Grados de oración
13 Reliquias y traslados
13.1 Bastón de Teresa de Jesús en el V centenario de su nacimiento
14 Títulos
15 Cine y televisión
16 Véase también
17 Notas
18 Referencias
19
19 Bibliografía
20 Bibliografía adicional
20
Familia
Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó
el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma, cambiando entonces su
nombre por Teresa de Jesús.
El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, hijodalgo a fuero de España, que
se encontraba en la Suertes de los Fielazgos en la Cuadrilla de Blasco Jimeno o de San
Juan, de la ciudad de Ávila. Hijo de Juan Sánchez de Toledo, éste era un bien
establecido comerciante de origen judío converso, casado a su vez con Inés de Cepeda,
también de origen converso cuya familia era originaria de Tordesillas pero se había
establecido en Toledo. En 1485 tras el establecimiento del Tribunal de la Inquisición en la
ciudad, Juan Sánchez confesó voluntariamente ante éste y recibió una pena menor.
Posteriormente pudo obtener el reconocimento de hidalguía con ejecutoria presentando
pleito ante la Real Chancillería de Ciudad Real (que luego trasladó a la de Granada)
obteniendo el reconocimento de la misma en 1500. [2] [9]
Alonso se casó dos veces. La primera, con Catalina del Peso y Henao, tuvo dos
hijos: María y el capitán Juan Vázquez de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz
Dávila y Ahumada, pariente de la anterior, que murió cuando Teresa contaba unos 13
años, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo,
Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.
21
Infancia
Estatua de Santa Teresa al
lado de la Puerta del Alcázar
de la muralla de Ávila.
Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el
libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una
imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos
romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la
inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad.
En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo cual, ella y uno de sus
hermanos, Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las «tierras de infieles», es decir,
tierras ocupadas por los musulmanes, pidiendo limosna, para que allí los descabezasen.
Su tío los trajo de vuelta a casa. Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos
hermanos acordaron ser ermitaños. Teresa escribe:
En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas,
poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en
nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco.
Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el
rosario... Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios
como que éramos monjas.[10]
Perdió a su madre hacia 1527, o sea a los 12 años de edad. Ya en aquel tiempo su
vocación religiosa había sido continuamente demostrada. Aficionada a la lectura de libros
de caballerías,
Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado
de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran
hartas, por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi
edad, poco mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en
todas las cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus
22
aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree
que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación y
pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun
me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté
con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había dejado a Dios por
culpa mortal.
23
Mudanza física y espiritual
Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la
llevaron al lado de su hermana María de Cepeda, que con su marido, Martín de Guzmán
y Barrientos, vivía en Castellanos de la Cañada, alquería de la dehesa que lleva dicho
nombre, hoy sita en el término municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila). Luchando
consigo misma, llegó a decir a su padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su
carácter, que el haberlo dicho bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no
lo consentiría mientras él viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2
de noviembre de 1533 en el convento de la Encarnación, en Ávila, y allí profesó el día 3
de noviembre de 1534.
Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos, una
cardiopatía no definida y otras molestias. Así pasó el primer año. Para curarla, su padre
la llevó en (1535) a Castellanos de la Cañada, con su hermana. En dicha aldea
permaneció Teresa hasta la primavera de 1536. En Castellanos de la Cañada habría
logrado la conversión de un clérigo concubinario. Entonces pasó a Becedas (Ávila). De
vuelta en Ávila, el Domingo de Ramos de 1537, sufrió un paroxismo de cuatro días en
casa de su padre, quedando paralítica durante más de dos años. Antes y después del
paroxismo, sus padecimientos físicos fueron horribles.
24
Favores espirituales
Santa Teresa de Jesús. Pintura
al óleo de Alonso del Arco,
siglo XVII.
A mediados de 1539 Teresa recuperó la salud; según la tradición ello fue debido a la
intercesión de san José. Con la salud Teresa recuperó las aficiones mundanas, fáciles de
satisfacer, puesto que la clausura sólo se impuso como obligatoria a todas las religiosas a
partir de 1563. En esa época Teresa de Ávila vivió nuevamente en el convento de la
Encarnación, donde recibía frecuentes visitas.
Poco después, Teresa abandonó la oración (1541). Según su testimonio se le apareció
Jesucristo (1542) en el locutorio con semblante airado, reprendiéndole su trato familiar
con seglares. No obstante, la monja no cambió su estilo de vida en varios años, hasta su
conversión definitiva hacia el año 1554 o 1555, tras la vista de una talla policromada de
un Ecce homo, en su propia expresión, «de Cristo muy llagado» (Vida 9, 1).[11]
El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos
momentos, el dominico Vicente Barón, se encargó de dirigir la conciencia de Teresa
rememorando las últimas palabras del padre de ésta. Posteriormente, impresionada por
estas palabras, Teresa enmendó su conducta y estuvo dispuesta a corregir sus faltas. Al
cabo, Teresa se confortó con la lectura de las Confesiones, de San Agustín.
Por aquellos años, los jesuitas Juan de Prádanos y Baltasar Álvarez fundaron en
Ávila un colegio de la Compañía (1555). Teresa confesó con Prádanos; al año siguiente
(1556) comenzó a sentir grandes favores espirituales y poco después se vio animada
(1557) por San Francisco de Borja. Tuvo en 1558 su primer rapto y la visión del
infierno. Tomó por confesor (1559) a Baltasar Álvarez, que dirigió su conciencia durante
25
unos seis años, y disfrutó, dice, de grandes favores celestiales, entre los que se contó la
visión de Jesús resucitado. Hizo voto (1560) de aspirar siempre a lo más perfecto. San
Pedro de Alcántara aprobó su espíritu y San Luis Beltrán la animó a llevar adelante su
proyecto de reformar la Orden del Carmen, concebido hacia dicho año.
Teresa quería fundar en Ávila un monasterio para la estricta observancia de la regla
de su orden, que comprendía la obligación de la pobreza, de la soledad y del silencio. Por
mandato de su confesor, el dominico Pedro Ibáñez, escribió su vida (1561), trabajo que
terminó hacia junio de 1562; añadió, por orden de fray García de Toledo, la fundación
de San José; y por consejo de Soto volvió a escribir su vida en 1566.
Aquí es oportuno copiar al biógrafo francés Pierre Boudot:
En todas las páginas (del libro de su vida) se ven las huellas de una pasión viva,
de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles.
Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre
ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles en todo su
esplendor, y de lo alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su
vida interior. En su juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen
confusas; sólo en plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y
también más extraordinarias. Pasaba de los cuarenta y tres años cuando por vez
primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se sucedieron sin interrupción
durante dos años y medio (1559–1561). Sea por desconfianza, sea para probarla,
sus superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción
mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron que resistiera a estos
arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar de sus
esfuerzos, su oración era tan continua que ni aun el sueño podía interrumpir su
curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía
morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al
establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo.
El biógrafo francés alude al suceso (1559) que refiere la santa en estas líneas:
Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era
grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo
de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía
meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me
parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era
tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad
que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el
alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de
participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el
26
alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que
miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni
hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas
hayan tomado lo criado.
Vida de Santa Teresa, cap. XXIX
Para perpetuar la memoria de dicha misteriosa herida, el Papa Benedicto XIII, a
petición de los Carmelitas de España e Italia, estableció (1726) la fiesta de la
transverberación del corazón de Santa Teresa. El biógrafo francés agrega:
Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con las
personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del cielo; la de ser
transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero.
27
Inicio de las fundaciones a lo largo de España
El Convento de San José en
Ávila.
A fines de 1561 recibió Teresa cierta cantidad de dinero que le remitió desde el Perú
uno de sus hermanos, y con ella se ayudó para continuar la proyectada fundación del
Convento de San José. Para la misma obra contó con el concurso de su hermana Juana,
a cuyo hijo Gonzalo se dice que resucitó la Santa.[cita requerida] Esta, a principios de 1562,
marchó a Toledo a casa de Luisa de la Cerda, en donde estuvo hasta junio. En el mismo
año conoció al padre Báñez, que fue luego su principal director, y a fray García de
Toledo, ambos dominicos.
Descontenta con la «relajación» de las normas que en 1432 habían sido mitigadas
por Eugenio IV, Teresa decidió reformar la orden para volver a la austeridad, la pobreza
y la clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelitano. Pidió consejo a Francisco
de Borja y a Pedro de Alcántara que aprobaron su espíritu y su doctrina.
Después de dos años de luchas llegó a sus manos la bula de Pío IV para la erección
del convento de San José, en Ávila, ciudad a la que había regresado Teresa. Se abrió el
monasterio de San José (24 de agosto de 1562); tomaron el hábito cuatro novicias en la
nueva Orden de las Carmelitas Descalzas de San José; hubo alborotos en Ávila; se
obligó a la Santa a regresar al convento de la Encarnación, y, calmados los ánimos, vivió
Teresa cuatro años en el convento de San José con gran austeridad. Las religiosas
seguidoras de la reforma de Teresa, dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias
de cuero o madera; consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se
abstenían por completo de comer carne. Teresa no quiso para ella ninguna distinción,
antes bien siguió confundida con las demás religiosas no pocos años.
La reforma propugnada por Teresa junto a San Juan de la Cruz, que, como se verá,
comprendió también a los hombres, se llamó de los Carmelitas Descalzos, y progresó
rápidamente, no obstante los escasos recursos de que disponía la santa. El padre Rossi,
general del Carmen, visitó (1567) el convento de San José, lo aprobó, y dio permiso a
Teresa para fundar otros de mujeres y dos de hombres. La santa, en aquel año, marchó a
28
Medina del Campo para posesionarse de otro convento; estuvo en Madrid, y en Alcalá
de Henares arregló el convento de descalzas fundado por su amiga María de Jesús. Por
entonces se empezó a tratar de la reforma para hombres. En 1562 llegó a Malagón y
fundó otro monasterio de la reforma. El monasterio fue bendecido en su inauguración el
día de Ramos (11 de abril) de 1568. Como anécdota y dato curioso cabe decir que en la
celda del monasterio que ocupó Santa Teresa hay una imagen suya sentada escribiendo
en una pequeña mesa y que sólo se expone una vez cada 100 años en esa iglesia.
Actualmente, en el monasterio viven carmelitas de clausura.
De Malagón se trasladó Teresa a Toledo, a donde llegó enferma (1568), y tras una
corta residencia en Escalona, regresó a la ciudad de Ávila. De ella salió para Valladolid;
allí dejó establecido otro convento, y por Medina y Duruelo de Blascomillán (Ávila),
volvió al de Ávila (1569). Pasó a Toledo y Madrid; de aquí otra vez a Toledo, ciudad en
la que experimentó muchas dificultades para la fundación de un convento, la cual quedó
hecha a 13 de mayo, y vencidos otros obstáculos, tomó posesión del Convento de la
Concepción Francisca de Pastrana (9 de julio). De vuelta en Toledo, allí permaneció un
año, durante el cual hizo algunas breves excursiones a Medina, Valladolid y Pastrana. En
Duruelo de Blascomillan (Ávila) se había fundado el primer convento de hombres
(1568). Se afirma que vio Teresa milagrosamente el martirio del Padre Acevedo y otros
40 Jesuitas asesinados (1570) por el pirata protestante Jacobo Soria. Tras una visita a
Pastrana, de donde regresó a Toledo, entró en Ávila (agosto).
Poco después se fundaba en Alcalá el tercer convento de descalzos, y en Salamanca,
ciudad en que estuvo la santa, el séptimo de descalzas, al que siguió otro de mujeres en
Alba de Tormes (25 de enero de 1571). De Alba volvió Teresa a Salamanca, siendo
hospedada en el palacio de los condes de Monterrey; pasó a Medina, y de vuelta en
Ávila, aceptó el priorato del convento de la Encarnación, cuya reforma consiguió. El
priorato duró tres años. Se fundaron varios conventos más de descalzos; algunos en
Andalucía abrazaron la reforma, y comenzó la discordia entre calzados y descalzos, todo
ello en 1572, año en que Teresa recibió muchos favores espirituales en el convento de la
Encarnación: tales fueron su desposorio místico con Jesucristo y un éxtasis en el
locutorio cuando conversaba con San Juan de la Cruz. Teresa, que en el transcurso de su
vida escribió muchas cartas, estuvo en Salamanca en 1573. Allí, obedeciendo a su
director, el jesuita Ripalda, redactó el libro de sus fundaciones.
29
Resultados de la reforma carmelitana y tribulaciones de
Teresa
El éxtasis de Santa Teresa.
Escultura de Gian Lorenzo
Bernini.
Vivió después en Alba (1574), de la que, a pesar de hallarse enferma y muy
atribulada, pasó por Medina del Campo y Ávila a Segovia. En esta ciudad fundó otro
convento, al que pasaron las religiosas del monasterio de Pastrana que fue abandonado
debido al intento de Ana de Mendoza de la Cerda, la princesa de Éboli, de convertirse en
religiosa bajo el nombre de sor Ana de la Madre de Dios, siguiendo un estilo de vida
desapegado a la norma de la orden.
En dicho año se denunció a la Inquisición por primera vez la autobiografía de Teresa,
que, de regreso en Ávila, terminado (6 de octubre) su priorato en la Encarnación, volvió
a su convento de San José. A fines de año marchó a Valladolid. A principios de enero de
1575 por Medina del Campo, llegó a Ávila, y deteniéndose en Fontiveros, fue a Beas de
Segura (Jaén) invitada por Catalina Godínez para fundar allí. El camino lo hizo por
Toledo, Malagón y Torre de Juan Abad, donde tomó ceniza el día 16 de febrero, en el
trayecto se perdió en Sierra Morena, llegando esa misma tarde para la fundación del
décimo convento de Carmelitas Descalzas (Beas de Segura), el 24 de febrero de 1575.
En abril conoció al P. Jerónimo Gracián que estaba en Sevilla como visitador de la
Orden, salió camino de la Corte, y enterado que estaba la santa en Beas desvió su
camino, fue un encuentro gratificante para ambos. En Beas recibió una denuncia que
puso la princesa de Éboli a la Inquisición española por el Libro de su Vida. Después se
trasladó Teresa a Sevilla el 18 de mayo, estando enferma, y pasó grandes incomodidades
en el viaje. Sufrió también grandes contradicciones en Sevilla, aunque logró fundar en
ella el undécimo convento de descalzas.
30
Estalló la discordia entre carmelitas calzados y descalzos en el capítulo general
celebrado por aquellos días en Plasencia; en virtud de las bulas pontificias se acordó
tratar con rigor a los descalzos, que se habían extralimitado en sus fundaciones, y como
fuera el padre Gracián (21 de noviembre), por comisión del nuncio, a visitar a los
carmelitas calzados de Sevilla, estos resistieron la visita con gran alboroto. El padre
Salazar, provincial de Castilla, intimó a Teresa que no hiciera más fundaciones y que se
retirase a un convento sin salir de él. Trató la santa de retirarse a Valladolid, pero se
opuso Gracián. En Sevilla estaba Teresa al fundarse en Caravaca (1 de enero de 1576) el
duodécimo convento de descalzas. Delatada a la Inquisición por una religiosa salida del
convento, eligió para su residencia el convento de Toledo. Dejó Sevilla (4 de junio), llegó
a Malagón (11 de junio), y de allí a Toledo, donde ya estaba a principios de julio. Antes
de establecerse, marchó al convento de Ávila para arreglar varios asuntos; pero regresó
rápidamente a Toledo en compañía de Ana de San Bartolomé, a la que había tomado por
secretaria. Allí concluyó el libro de Las fundaciones, las cuales se suspendieron en los
cuatro años que duraron las persecuciones y conflictos entre calzados y descalzos. Eligió
en Toledo por confesor a Velázquez.
Propaladas muchas calumnias contra Teresa, se trató de enviarla a un convento
americano. Hizo la santa un viaje de Toledo a Ávila (julio de 1577), para someter a la
Orden del Carmen el convento de San José, antes sujeto al ordinario. Miguel de la
Columna y Baltasar de Jesús, desertores de la reforma, extendieron las calumnias contra
los descalzos, a los que con tal motivo persiguió el nuncio Felipe Sega. Acudió Teresa al
rey, que tomó en sus manos el asunto. Las monjas de la Encarnación, en Ávila, la
eligieron priora, a pesar de las censuras del padre Valdemoro (octubre de 1577). La santa
escribió (julio a noviembre) el libro de Las moradas. Sostuvo luego (1578) una polémica
con el padre Suárez, provincial de los Jesuitas, y el nuncio redobló sus persecuciones
hasta el punto de pretender destruir la reforma, desterrando a los principales descalzos y
confinando a Toledo a Teresa, por él calificada de «fémina inquieta y andariega». En
Sevilla un confesor delató a la Inquisición las supuestas faltas de la priora de las descalzas
y de Teresa misma, sobre lo cual se formó un ruidoso expediente que puso en claro la
inocencia de ambas.
Aquel año de (1578) la santa lo pasó en Ávila, y fue el más triste para Teresa, pues
en una de sus cartas decía que le hacían guerra todos los demonios. Por entonces se hizo
otra denuncia del Libro de su Vida. Desde principios de 1579 comenzó a calmarse la
tempestad contra Teresa y su reforma. La santa escribió en Ávila (6 de junio) los cuatro
avisos que dijo haber recibido del mismo Dios para aumento y conservación de su orden,
los cuales publicó Fray Luis de León al fin del libro de la Vida. De Ávila salió (25 de
junio) para visitar sus conventos. Sucesivamente estuvo en Medina del Campo,
Valladolid, otra vez en Medina, en Alba de Tormes y Salamanca. De regreso en Ávila
(noviembre), salió para Malagón, a pesar de estar enferma, y llegó a dicho pueblo (día
19) pasando por Toledo. En Villanueva de la Jara asistió a la fundación (21 de febrero de
31
1580) del decimotercer convento de descalzas. Regresó a Toledo, a pesar del mal estado
de su salud y de los dolores de un brazo que se había roto (1577) resultado de una caída.
En Toledo tuvo una parálisis y fallas cardíacas, que la pusieron a las puertas de la
muerte. De allí pasó a Segovia y volvió a la ciudad de Ávila. Por aquellos días Gregorio
XIII expidió las bulas (22 de junio) para la formación de provincia aparte para los
descalzos. Teresa visitó Medina y Valladolid, donde cayó gravemente enferma. En
Palencia fundó otro convento, al que siguieron dos de descalzos, uno en Valladolid y otro
en Salamanca, ambos fundados en 1581. El decimoquinto de descalzas quedó fundado
por la santa en Soria (3 de junio de 1581). Luego Teresa pasó por el Burgo de Osma,
Segovia y Villacastín a la ciudad de Ávila, en la que las monjas del convento de San José
la eligieron priora, cargo que hubo de aceptar. Después estuvo (1582) en Medina del
Campo, Valladolid, Palencia y Burgos, casi siempre enferma.
32
Últimas fundaciones y muerte
Vidriera del Convento de
Santa Teresa.
Supo que en Granada se había fundado el decimosexto convento de carmelitas, y uno
de descalzos en Lisboa. El decimoséptimo de descalzas lo fundó ella en Burgos, donde
escribió sus últimas fundaciones, incluyendo la de dicha ciudad. Saliendo de Burgos pasó
por Palencia, Valladolid, cuya priora la echó del convento, Medina del Campo, cuya
priora también la despreció, y Peñaranda. Al llegar a Alba de Tormes (20 de septiembre)
su estado empeoró. Recibido el viático y confesada, murió en brazos de Ana de San
Bartolomé la noche del 4 de octubre de 1582 (día en que el calendario juliano fue
sustituido por el calendario gregoriano en España, por lo que ese día pasó a ser, viernes,
15 de octubre). Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de esta
localidad, con grandes precauciones para evitar un robo. Exhumado el 25 de noviembre
de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila, donde se colocó en la
sala capitular; pero el cadáver, por mandato del Papa, fue devuelto al pueblo de Alba,
habiéndose hallado incorrupto (1586). Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo
en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.
33
Reconocimientos
Beatificada Teresa en 1614 por Paulo V, e incluida entre las santas por Gregorio XV
el 12 de marzo de 1622, fue designada (1627) para patrona de España por Urbano VIII.
En 1626 las Cortes de Castilla la nombraron copatrona de los Reinos de España, pero los
partidarios de Santiago Apóstol lograron revocar el acuerdo. Fue nombrada Doctora
honoris causa por la Universidad de Salamanca y posteriormente fue designada patrona
de los escritores.
Con todo, la Iglesia como institución no reconocía oficialmente el magisterio de la
vida espiritual realizado por santa Teresa de Jesús, ni su doctorado en la Iglesia. Se
hicieron varias tentativas al respecto, la última en 1923. La razón que se alegaba para el
rechazo era siempre la misma: «obstat sexus».[12]
Finalmente en 1970, santa Teresa de Jesús se convirtió (junto con Santa Catalina de
Siena) en la primera mujer elevada por la Iglesia Católica a la condición de Doctora de la
Iglesia, bajo el pontificado de Pablo VI. La Iglesia Católica celebra su fiesta el 15 de
octubre.
En 2015 la Universidad de Ávila la nombra doctora honoris causa[13]
34
Obra literaria
Santa Teresa, por François
Gérard.
Cultivó además Teresa la poesía lírico-religiosa. Llevada de su entusiasmo, se sujetó
menos que cuantos cultivaron dicho género a la imitación de los libros sagrados,
apareciendo, por tanto, más original. Sus versos son fáciles, de estilo ardiente y
apasionado, como nacido del amor ideal en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella
fuente inagotable de mística poesía.
Las obras místicas de carácter didáctico más importantes de cuantas escribió la santa
se titulan: Camino de perfección (1562–1564); Conceptos del amor de Dios y El
castillo interior (o Las moradas). Además de estas tres, pertenecen a dicho género las
tituladas: Vida de Santa Teresa de Jesús (1562–1565) escrita por ella misma y cuyos
originales se encuentran en la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del El Escorial;
Libro de las relaciones; Libro de las fundaciones (1573–1582); Libro de las
constituciones (1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de
religiosas; Exclamaciones del alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita
de descalzas; Avisos; Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual y
Vejamen.
También escribió poesías, escritos breves y escritos sueltos sin considerar una serie
de obras que se le atribuyen. Teresa escribió también 409 Cartas, publicadas en distintos
epistolarios. Los escritos de la santa se han traducido a varios idiomas. El nombre de
Santa Teresa de Jesús figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la
Real Academia Española.
35
Características físicas
El retrato más fiel a su apariencia es una copia de un original pintado de ella en 1576
a la edad de 61 años. Fray Juan de la Miseria pintó el rostro de Santa Teresa sobre
lienzo, que es el cuadro más parecido al aspecto original, por realizarlo con la
protagonista delante de sus ojos, y con los pinceles en la mano. (Retrato principal del
artículo).
Su confesor, Francisco de Ribera, trazó así el retrato de Teresa:
Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja
parecía harto bien: el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de
buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en
oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello,
negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que
tiraba algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los
ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos,
vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra
parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz
pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco
inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni grande ni
pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído,
de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las
orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco;
las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares pequeños al lado
izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro
entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien
y de muy buen aire en el andar, y era tan amable y apacible, que a todas las
personas que la miraban comúnmente aplacía mucho.
36
Enseñanzas
Teresa transmite con espontaneidad su experiencia personal. Primero más de 20 años
de oración estéril (sequedad o acedía), coincidiendo con enfermedades por las que
padece tremendos sufrimientos. Después, a partir de los 41 años, fuertes y vivas
experiencias místicas, a las que sus confesores califican como imaginarias o incluso como
obra del demonio, aunque Teresa confía en su origen divino por el efecto que dejan de
paz, refuerzo de las virtudes (especialmente de la humildad) y anhelo de servir a Dios y a
los otros. La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a
seguir la reforma iniciada ya en Europa. Muchos de sus textos están autocensurados,
temiendo esta vigilancia. Su manuscrito "Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares"
fue quemado por ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba
prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. La experiencia vivida y
transmitida por Teresa en todos sus escritos se basa en la oración como el modo por
excelencia de relación y comunicación con Dios.
37
Grados de oración
Los capítulos 11 a 23 del libro de La Vida son un tratado de oración clásico y único,
donde compara los niveles de oración con cuatro formas de regar un huerto. Las flores
que este dará son las virtudes:
1. Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo.
Corresponde con la oración mental, interior o meditativa, que es un discurso
intelectual sin repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en
el silencio, y evitar las continuas distracciones. La definición de Teresa de oración mental
está recogida en el Catecismo de la Iglesia católica: «[…] que no es otra cosa oración
mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con
quien sabemos nos ama» (Vida, 8, 5). Es la etapa que más esfuerzo personal requiere
para tomar la decisión de iniciar este camino.
2. Riego trasegándola con una noria.
Oración de quietud: también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y
razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la
concentración y la serenidad. El esfuerzo sigue siendo personal, se comienza a gustar de
los frutos de la oración, lo que nos anima a perseverar.
3. Riego con canales desde una acequia.
Oración de unión: el esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria,
imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: «el
gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado» (Vida 16,1).
4. Riego con la lluvia que viene del cielo.
Éxtasis o arrobamiento: se pierde el contacto con el mundo por los sentimientos.
«Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza» (Vida 18, 1), se pierde
incluso la sensación de estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo que nos
acontece. Corresponden con las descripciones de levitación.
En el libro Camino de Perfección (también llamado el Castillo Interior o Las
Moradas) detalla las etapas de la oración en 7 pasos. Describiendo el alma como un
castillo de cristal o diamante al que se entra por medio de la oración y en el que se van
recorriendo diversas moradas.
Teresa insiste en perseverar en la oración con humildad frente a Dios sin exigir o
buscar experiencias sobrenaturales: «[…] importa mucho entender que no a todos lleva
38
Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo está más
alto […]» (Camino de Perfección 27,2).
O dicho de otra forma: «el verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le
llevare el Señor» (Camino de Perfección 15, 2).
39
Reliquias y traslados
Reliquia del corazón de
Santa Teresa.
Carmelitas de Alba de
Tormes.
Nueve meses después de su muerte abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo
estaba entero y los vestidos podridos. Antes de devolver el cuerpo al cofre de
enterramiento le diseccionaron una mano que envolvieron en una toquilla y la llevaron a
Ávila. De esa mano cortó el padre Gracián el dedo meñique y, según su propio relato, lo
mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos. Lo rescató a cambio de
unas sortijas y 20 reales de la época.
Reunido el capítulo de los descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a
Ávila y ser custodiado en el convento de san José. Se hizo el traslado un sábado de
noviembre de 1585, casi en secreto. Las monjas del convento de Alba de Tormes
pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del
traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo
volvió de nuevo a Alba de Tormes.
Después de estos hechos no la volvieron a trasladar más, pero se sacaron varias
reliquias:
El pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma.
La mano izquierda, en Lisboa.
El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda (España). Esta es la famosa mano
40
que Francisco Franco conservó hasta su muerte, tras recuperarla las tropas
franquistas de manos republicanas durante la Guerra Civil Española.
El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la
Anunciación en Alba de Tormes. Y el cuerpo incorrupto de la santa en el altar
mayor, en un arca de mármol jaspeado custodiado por dos angelitos, en dicha
iglesia.
Un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París.
Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda.
Dedos y otros restos santos, esparcidos por España y toda la cristiandad.
Bastón de Teresa de Jesús en el V centenario de su nacimiento
A la izquierda, bastón de santa Teresa. En el
centro, detalle de la empuñadura. A la derecha, el
cardenal argentino Mario Aurelio Poli bendice al
pueblo con el bastón durante una misa celebrada en
el Monasterio Santa Teresa de Jesús en ocasión del
paso del báculo por Buenos Aires como parte de la
peregrinación llamada «Camino de la Luz».[14]
El bastón o báculo de Teresa de Jesús es una reliquia que se convirtió en símbolo del
camino espiritual de la propia santa Teresa.[15] [16] Con motivo de la preparación para
la celebración del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, el bastón,
resguardado por una caja vidriada, se trasladó en una peregrinación conocida como
«Camino de la Luz», que comenzó en Ávila, España, el 15 de octubre del 2014 (día de
su fiesta), y se detuvo en los principales centros de carmelitas descalzas en veintinueve
países de los cinco continentes.[16] El recorrido de la peregrinación, organizado por la
propia Orden, finalizó en Ávila el 28 de marzo (cumpleaños de la santa) de 2015.[16]
41
Títulos
Capitana de los Reinos de España. Este título fue proclamado por las Cortes en
1626 pero los partidarios de Santiago apóstol consiguieron revocar el acuerdo.
Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca.
Alcaldesa de la Villa de Alba de Tormes (título honorífico) desde el año 1963.
Doctora de la Iglesia Católica, declarada en 1970.
42
Cine y televisión
La película Santa Teresa de Jesús, dirigida en 1961 por Juan de Orduña, versó sobre
la vida de la Santa. En 1984 Josefina Molina rodó una nueva película de igual título,
protagonizada por Concha Velasco, que en ese mismo año, en una versión más extensa,
fue emitida en TVE como serie de ocho capítulos, muy premiada. En 2007 se estrenó
Teresa: el cuerpo de Cristo dirigida por Ray Loriga y protagonizada por Paz Vega.
La santa también aparece en el episodio «Adiós Maggie, adiós» de la vigésima
temporada de Los Simpson.
43
Véase también
San Juan de la Cruz
Fray Luis de León
Fray Luis de Granada
Carmelitas
Carmelitas Descalzas
Francisco Palau y Quer
Huellas de Santa Teresa
44
Notas
1. Volver a b Muere en alguna hora de la noche del 4 al 15 de octubre de 1582, la
noche de transición en España del calendario juliano al gregoriano.
45
Referencias
1. Volver A. Anthony Thompson, Irving (2008). «La cuestión de la autoridad en la
controversia sobre el Patronato de santa Teresa de Jesús». En Francisco José
Aranda Pérez y José Damiâo Rodrigues. De Re Publica Hispaniae: una
vindicación de la cultura política en los reinos ibéricos en la primera
modernidad (Silex Ediciones): 293-320. ISBN 978-84-7737-209-7.
2. Volver a b Burgos Madroñego, Manuel (1997). «En torno a santa Teresa de Jesús».
Isla de Arriarán: revista cultural y científica (10): 263–280. Consultado el 19 de
enero de 2015. El autor analiza el origen judeo-converso de Teresa de Jesús, y una
referencia de la obra de Efrén de la Madre de Dios (1951) Santa Teresa de Jesús.
Obras completas. Biografía de la Santa. Madrid, pp. 169-170 y 211-212, en la que
se señala: «El lugar de nacimiento hubo de ser, según parece, la riente aldea de
Gotarrendura, donde sus padres solían invernar.»
3. Volver Teresa de Jesús (2012). Constituciones que la madre Teresa de Jesús dio a
las Carmelitas Descalzas. Presentación. Red ediciones. p. 7. ISBN 978-84-9816-818-1.
Consultado el 19 de enero de 2015.
4. Volver Teresa de Jesús (2012). Las moradas. Presentación. Red ediciones. p. 7.
ISBN 978-84-9816-481-7. Consultado el 19 de enero de 2015.
5. Volver De Martino,Giulio; Bruzzese, Marina (2000). Las filósofas: las mujeres
protagonistas en la historia del pensamiento. Madrid: Ediciones Cátedra. p. 102.
ISBN 84-376-1440-6. Consultado el 19 de enero de 2015.
6. Volver Teresa de Jesús (2007). «Cronología». Libro de la vida. Algaba. «1515.
Nace en Ávila el 28 de marzo de 1515 (Miércoles de Pascua)».
7. Volver Barrio Maestre, José María (2012). Antropología del hecho religioso.
Madrid: Ediciones Rialp. p. 126. ISBN 978-84-321-3948-2.
8. Volver Congregatio pro Causis Sanctorum (1970). Junta Nacional Española para el
Doctorado de Santa Teresa de Jesús, ed. Santa Teresa de Jesús, doctora de la
Iglesia: documentos oficiales del proceso canónico. Editorial de Espiritualidad.
p. 246. «[...] A. Saudreau (muerto en 1946) dice que su autoridad en esta materia
"es de primer orden"; F. Naval la invoca como "Doctora preclara"; A. Tanquerei la
iguala a san Juan de la Cruz, que es el "mayor Doctor de la unión mística"; A.
Royo Marín dice que "es sin disputa la figura cumbre de la mística cristiana
experimental"; y A. Dagnino une su magisterio al de santo Tomás, san Juan de la
Cruz, san Francisco de Sales, añadiendo que es "doctora calificada y gran maestra
de la vida espiritual" [...]».
9. Volver Javierre, José María (1982). «La sangre judía de santa Teresa». Boletín de
la Real Academia Sevillana de Buenas Letras: Minervae baeticae (10): 53-54.
ISSN 0214-4395.
10. Volver Teresa de Jesús, Vida, capítulo 1.
11. Volver López Navarro, José (2014). «Introducción». En Santa Teresa de Jesús.
46
Libro de la Vida I. Relato autobiográfico. Madrid: Ediciones Rialp. p. 21. ISBN 978-
84-321-4467-7. Consultado el 28 de marzo de 2015.
12. Volver Royo Marín, Antonio (2002). Doctoras de la Iglesia: doctrina espiritual de
Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena. Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos. ISBN 978-84-220-0407-3. Obstat sexus [el sexo lo impide] fue la respuesta
con la cual el papa Pío XI anunció en 1923, por boca de monseñor Aurelio Galli, la
negativa a que Teresa de Jesús fuese declarada en ese entonces Doctora de la
Iglesia.
13. Volver La Universidad de Ávila nombra doctora “honoris causa” a Santa Teresa de
Jesús
14. Volver Ruíz, Mariana (8 de noviembre de 2014). «El bastón-reliquia de Santa
Teresa de Jesús recorrió su ‘Camino de luz’ en Buenos Aires». Crónicas de la
Emigración. Xunta de Galicia. Consultado el 4 de marzo de 2015.
15. Volver Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, ed. (4 de febrero de 2015). «Unas
horas junto al bastón de santa Teresa». Archivado desde el original el 27 de
noviembre de 2015. Consultado el 4 de marzo de 2015. «[...] el bastón, símbolo de
camino, de fe y de trascendencia religiosa.»
16. Volver a b c Revista Ecclesia, ed. (11 de octubre de 2014). «Camino de Luz,
peregrinación teresiana por los cinco continentes desde el 15 de octubre, inicio del
Año Jubilar del V Centenario de Santa Teresa de Jesús». Consultado el 4 de marzo
de 2015. «La idea de la vida como camino, como peregrinaje, incluso como
“misión”, está íntimamente ligada a la vida y a la memoria de Santa Teresa de
Jesús. Su espíritu andariego, emprendedor, creativo y de búsqueda de la fe y de la
verdad, se ha extendido por todo el mundo. [...] se recorrerán 29 países a todo lo
largo y ancho del mundo busca unir personas de diferentes razas y culturas. [...] la
peregrinación “Camino de Luz” partirá de Ávila el día 15 de octubre de 2014
(festividad de la Santa), y recorrerá el mundo por lugares teresianos en los cinco
continentes -Europa, Asia, América, África y Oceanía-, incluidas misiones en
activo, hasta llegar a Ávila el 28 de marzo de 2015, lugar y fecha de su nacimiento
[...]».
47
Bibliografía
Boudot, Pierre: la Jouissance de Dieu ou le Roman courtois de Thérèse d'Avila
(préface de Xavier de Tilliette). Cluny: A contrario, coll. « La sœur de l'ange. Les
classiques méconnus », 2005 ISBN 2-7534-0032-6.
Etxeberri, Xabier: Vida y obra de Santa Teresa de Ávila. Barcelona: Cartes, 1955.
García Valdés, Olvido: Santa Teresa de Jesús. Barcelona: Ediciones Omega S.A.,
2001. ISBN 84-282-1235-X.
Lope de Vega, Félix: Santa Teresa de Jesús. Barcelona: Linkgua ediciones, 2005.
ISBN 84-96428-91-5.
Martínez-Blat, Vicente: La andariega: Biografía íntima de Santa Teresa de Jesús.
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005. ISBN 84-7914-779-2.
Ribera, Francisco: La vida de la madre Teresa de Jesús: Fundadora de las
descalzas y descalzos carmelitas. Madrid: Edibesa, 2005. ISBN 84-8407-427-7.
Dževad Karahasan: El ángel extasiada: Viena, Salzburgo y Klagenfurt: Arbos,
2005.
Santa Teresa de Jesús: Castillo interior, o Las moradas. Madrid: Aguilar, 1957.
Santa Teresa de Jesús: Exclamaciones del alma a su Dios. Madrid: Aguilar, 1957.
Colección Crisol.
Santa Teresa de Jesús: Poesías. Madrid: Aguilar, 1957. Colección Crisol.
48
Bibliografía adicional
Pérez, Joseph (2007). Teresa de Ávila y la España de su tiempo. EDAF.
ISBN 9788496107809.
Lorenz, Erika (2004). Teresa de Ávila: las tres vidas de una mujer. Herder.
ISBN 9788425423901.
Auclair, Marcelle (2014). La vida de Santa Teresa de Jesús. Palabra.
ISBN 9788490610831.
49
ÍNDICE GENERAL
50
INTRODUCCIÓN A LAS OBRAS COMPLETAS DE
SANTA TERESA DE JESÚS
Por Vicente De La Fuente
§ I.
Motivos por los cuales hay que dar cabida en esta colección a las obras de Santa
Teresa.
En todas las ediciones de las obras de Santa Teresa, que hasta de ahora han salido a
luz, se ha considerado a esta célebre española como una santa escritora; en esta edición
mas bien va a figurar como una escritora santa.
Sin ambajes ni rodeos, sin rebuscados ni altisonantes exordios, quedan manifestados
desde la primera cláusula el objeto, la idea y las circunstancias de esta edición, hecha en
obsequio del literato, mas bien que para uso del hombre devoto. Habiendo sido la
sencillez en el lenguaje, en las formas, y sobre todo, en las costumbres, una de las
cualidades características de Santa Teresa, en verdad que fuera ridículo por mi parte el
obrar de otro modo, al publicar sus obras; porque si en medio de la elevación de sus
ideas el candor y pureza de su vida se retratan en la claridad y sencillez de sus escritos,
¿en qué podría fundarme yo para principiar estos apuntes con estilo enfático y
grandilocuente, aun dado caso que supiera usarlo? El valerme de tal lenguaje en el
preámbulo de las obras de Santa Teresa seria, en mi juicio, lo mismo que bordar de oro
la túnica de sayal que ella vestía. Si en su trato y en sus escritos jamás usó exordios ni
rodeos, creo impertinente usarlos en lo que tenga que decir en el preámbulo de sus obras:
si el estilo y lenguaje que usaba fueron siempre claros y sencillos, sin afectación ni
artificio, creo que desdiría el usar de cualquiera otro al publicar ahora sus obras y
51
anotarlas de nuevo, siquiera la edición se haga en obsequio de la gente de letras.
Y, en efecto, al figurar Santa Teresa con sus escritos al lado de los maestros León,
Granada y otros varios clásicos, hablistas y célebres escritores españoles, de varios siglos,
géneros y asuntos, en tan inconexas y distintas materias, ¿en qué concepto entran sus
libros entre los de otros autores españoles en esta variada y extensa Biblioteca?
Dos son los únicos vínculos que entre sí tienen todos los escritores, cuyas obras se
van publicando en esta Colección: la patria y la nombradía. Todos ellos son españoles,
todos ellos son notables, y por lo común célebres, siquiera su celebridad no sea igual en
todos ellos. Pero pocos escritores figuran en esta Biblioteca cuya fama y nombradía
rayen al igual de la reputación de Santa Teresa, dentro y fuera de España. Ni Cervantes
con su Quijote, ni Lope y Calderón con sus composiciones dramáticas, ni León y
Granada a pesar de la importancia de sus escritos ascéticos, tan generalizados en todos
los países católicos, son tan conocidos y nombrados como la célebre Autora del Camino
de la perfección y Las Moradas. ¿Será acaso por su santidad? ¿Será por haber fundado
un instituto, que se llegó a extender por toda la Iglesia, o por haber escrito cosas, que por
su utilidad necesitan andar en manos de todos y consultarse a cada momento? No por
cierto: san Ignacio de Loyola, san Pedro de Alcántara, san Francisco de Borja, san Juan
de la Cruz, el venerable maestro Juan de Avila y otros coetáneos suyos, fundadores o
propagadores de otros institutos no ménos célebres, fueron también notables por sus
virtudes, escribieron muy santas obras, y aun algunas de ellas son mas manuales que las
mismas de Santa Teresa; y con todo, ni gozan de tanta celebridad, ni son tan leídas. Los
mismos ejercicios de san Ignacio son mas leídos en sus comentarios, que tal cual fueron
escritos. En mi juicio son las calidades mismas de los escritos de Santa Teresa las que les
han valido esta popularidad, si bien las otras circunstancias no han dejado de venir a
realizarlas. La sencillez del lenguaje, su candor y naturalidad, la elevación misma de las
ideas encantan, aun a los que apénas lo comprenden, dejando vislumbrarlas caricias que
Dios prodiga a los que se dedican a su amor; además el modo tan halagüeño con que
descorre una punta del velo misterioso que acá en la tierra nos oculta al cielo, y el aliento
que comunica, aun a las almas tibias en religión, para esforzarse a entrar en los caminos
que conducen a Dios, son cualidades que caracterizan los escritos de Santa Teresa, y que
le han valido tanto crédito y reputación entre sabios e ignorantes, entre las gentes dadas a
la devoción, y aun entre los mismos hombres de mundo que las han leído.
Casi todas nuestras obras ascéticas estaban escritas por teólogos profundos, literatos
eminentes, versados en latín, y aun empapados en el lenguaje de Cicerón y Quintiliano,
conocedores profundos de la Sagrada Escritura y de los santos Padres, acostumbrados a
las abstracciones escolásticas de las aulas, al lenguaje convencional usado en las escuelas
para las explicaciones y controversias, y al hipérbaton latino, en cuyo idioma leían, aun
mas que en castellano. Santa Teresa, ajena a todas estas cosas, habla el lenguaje de las
mujeres, que por lo común es más castizo que el de los hombres de letras: expresa sus
ideas con las palabras y circunloquios que halla mas a mano, pero siempre con grande
52
oportunidad, como usados por persona que, aun prescindiendo de la inspiración, tenia
mucho talento, imaginación viva, educación esmerada, lectura de buenos libros y trato
con gente fina y bien nacida. De aquí que su lenguaje esté al alcance de todos, que su
estilo sea fácilmente comprendido y su lectura parezca siempre amena y agradable.
Puede decirse que Santa Teresa popularizó el estudio de la Teología mística, poniéndolo
al alcance de personas no letradas, y revelando al pueblo católico verdades conocidas
solamente de los sabios y escondidas en lo profundo de las cátedras y de los claustros
monásticos; no porque los teólogos tuvieran interés en ocultarlas, sino por la dificultad de
poderlas explicar llanamente y en lengua española, cuando la Iglesia, a vista de las
exageraciones protestantes, recelaba de los escritos teológicos en lengua vulgar, y la
Inquisición avizoraba todos los libros místicos, algunos de los cuales propendían a la
herejía y no pocos a extravíos de loco fanatismo.
Mas dejando a un lado estas consideraciones ascéticas y religiosas, veamos qué
títulos históricos o literarios tiene Santa Teresa, para que sus obras figuren al par de las
de otros literatos españoles, que aparecen en esta colección.
La primera es su gran celebridad en toda la Iglesia católica y, por tanto, dentro y
fuera de España, no tan solo por su virtud eminente, sino también como fundadora de un
instituto, que aun hoy en día subsiste con el fervor primitivo que supo comunicarle. El
español que entra por primera vez en el Vaticano, queda agradablemente sorprendido
cuando al dirigir su vista sobre la derecha y hacia el paraje donde los católicos acuden a
señalar sus frentes con el agua bendita, ve colocada allí la estátua colosal de Santa
Teresa, de riquísimo mármol blanco, y frente a ella, en el opuesto lado, la de san Pedro
Alcántara, su director, y también nuestro compatriota, no menos célebre. En la curiosa
narración de la Vida de Santa Teresa, que ella misma escribe por superior mandato, va
envuelto el origen de la célebre Reforma Carmelitana, que, cien años ha, contaba con
mas de setecientos conventos de ambos sexos, extendidos por toda la faz del orbe
católico, y aun entre los infieles mismos, con un total de mas de catorce mil individuos
que seguían su Regla y su espíritu, y leían sus obras a todas horas, y aun en los últimos
rincones del Africa y del Asia, a donde sus misiones habían penetrado. Si a estos catorce
mil lectores habituales de las obras de Santa Teresa se reúnen otros tantos carmelitas
calzados, no menos afectos a los escritos de la que en un tiempo llevó su hábito, y
además los individuos de otros institutos monásticos, y los seglares piadosos que leen con
avidez los escritos de la célebre reformadora, se ve que podía calcularse en un guarismo
muy alto el número de lectores habituales de estos escritos. Por ese motivo dije poco ha,
que no hay libro ninguno español tan leído, como los de las obras de Santa Teresa.
Apénas habían trascurrido veinte años después de su muerte, cuando ya sus obras se
habían traducido en casi todos los idiomas de Europa, y también al latín. Cualquiera
extranjero, medianamente conocedor de nuestra historia literaria, echaría aquí de menos
las obras de Santa Teresa, si no se les hubiera dado cabida en esta colección.
Para el literato español, y bajo el aspecto histórico, tienen además los escritos de
53
Santa Teresa no pocos atractivos, aun prescindiendo de su valor ascético. Consisten
estos en la narración exacta de unos hechos, que, aun cuando parecieran a juicio de
alguno aislados y pequeños, con todo, caracterizan puntualmente las ideas, costumbres,
genio, pasiones y hasta la vida privada de nuestros antepasados en el siglo xvi, siglo de
oro de nuestras glorias literarias, religiosas, políticas y militares. Para la historia particular
de la Iglesia de España son una de las más notables y preciosas fuentes: necesario es
consultarlas para conocer las costumbres del clero secular y regular, tanto en su estado
perfecto como de relajación, para saber las biografías de varios personajes coetáneos, las
prácticas religiosas, tradiciones pías, y hasta las rivalidades entre algunos institutos
religiosos.
Bajo el aspecto filológico, los libros de Santa Teresa pueden ser mirados como el tipo
mas completo del lenguaje familiar de Castilla en la segunda mitad del siglo xvi, lenguaje
que si no es el mas correcto y culto, en cambio es el mas puro y castizo.
Resulta, pues, la necesidad de dar cabida a las obras de Santa Teresa entre las de los
escritores españoles por cuatro conceptos principales, a saber: por su alta e importante
doctrina, por su celebridad universal e indisputable, por su importancia histórica y por su
mérito filológico. Las dos primeras son las principales para el católico, las otras dos
últimas para el literato español.
§ II.
Doctrina de Santa Teresa, su mérito e importancia.
En vida de Santa Teresa no todos acogieron bien sus escritos. Los émulos de la
Reforma Carmelitana no miraban con buenos ojos ni a la Escritora ni a sus escritos.
El de su Vida fue delatado a la Inquisición; el Comentario sobre algunos pasajes de
los Cantares, se lo hizo quemar un confesor. Finalmente, había algunos que llevaban a
mal el que una mujer se metiera a escribir sobre puntos tan arduos, como son los de
Teología mística, faltando a lo que decía san Pablo: Que las mujeres en la Iglesia debían
callar.
Pero la Iglesia no confunde, ni puede confundir, su enseñanza pastoral, propia y
oficial, por decirlo así, con la enseñanza externa, impropia y extraoficial, que ni se hace
desde la cátedra del Espíritu Santo, ni por la Iglesia docente, ni con carácter ninguno
dogmático ni obligatorio, sino solo de mera erudición. Seria una necedad confundir la
enseñanza que da un prelado desde su cátedra episcopal, cualquiera que sea su jerarquía,
54
con la que da un profesor desde su cátedra, aun cuando diga lo mismo. Es más, la
doctrina misma de un obispo y hasta la del Papa, varía mucho en su importancia, según
que procede en virtud de su ministerio pastoral, o según que enseña desde la cátedra de
un establecimiento, o por medio de obras queda a la prensa, como literato, y con objeto
de erudición. Mas esta distinción tan obvia y sencilla, al par que corriente, no se ha
hecho siempre ni por todos; y de aquí el que se hayan embrollado las cuestiones de
enseñanza, y que se haya preguntado a los legos y a las mujeres en virtud de qué misión
enseñaban, o con qué facultades escribían, como si para la enseñanza extraoficial y
privada se necesitasen misión ni facultades previas: la Iglesia, en tales escritos, sólo exige
la sumisión para aprobar o reprobar la doctrina, según que es buena o mala, conveniente
o inconveniente, pues no todo lo que es bueno es conveniente en todos casos.
El padre Gracián, en el prólogo de los Conceptos del Amor divino, sobre los
Cantares, se vió ya precisado a defender este derecho a escribir, aduciendo los ejemplos
de santa Hildegarde, santa Brígida y santa Matilde, que escribieron libros de revelaciones
aprobados por la Iglesia.
El padre Gracián nada dice de inspiración ni podía decirlo. Acerca de este punto
solamente la Iglesia podía hablar, distinguiendo y aprobando el espíritu. Era esto entonces
sumamente peligroso, cuando el Protestantismo introducía y encomiaba el espíritu
privado, sustituyéndolo al principio de autoridad, y cuando cundía por todas partes el
fanatismo místico, como una consecuencia forzosa de aquel principio anticatólico y
revolucionario en la Iglesia. Las monjas dogmatizaban en Valladolid con las pláticas de
Cazalla, y otras mujeres de Sevilla recibían inspiraciones místicas de clérigos y seglares,
cuyas vidas, poco limpias, registró la Inquisición. Ya los priscilianistas, en los antiguos
tiempos, habían hecho su propaganda por medio de mujeres, a quienes dogmatizaban en
sus conventículos nocturnos, y rara vez deja de ir unido al nombre de un hereje el de una
mujer ilustrada. Era preciso entonces mas que nunca precaverse contra tales abusos.
Respecto de Santa Teresa, no había lugar a sospechas ni en la fe ni en la moral. Aun
los que dudaban de la bondad de sus revelaciones la suponían ilusa, pero no
embaucadora. Mas bien pronto las aprobaron como buenas los hombres mis ilustres, que
en aquel tiempo tenia la Iglesia de España: san Pedro de Alcántara, san Francisco de
Borja, el venerable maestro Juan de Avila; los padres Baltasar Alvarez, Bañez, Ibañez,
Barron, Toledo, Medina, Yepes y otros muchos; los obispos don Alvaro de Mendoza,
Velazquez, Manso y otros prelados, dieron en vida de la Santa testimonio de la pureza y
sublimidad de su doctrina y de su vida. Es verdad que el Nuncio monseñor Sega, al venir
del extranjero, mal informado y prevenido contra los Carmelitas Descalzos, la llamó
femina inquieta y andariega, y que se metia a escritora; pero él mismo rectificó después
su juicio, cuando al cabo de dos años de residencia en España pudo ver mas claramente
en aquel asunto.
Mas, así.que murió Santa Teresa, una aclamación general y espontánea de toda la
55
Iglesia, y en especial de España, la llamó maestra de espíritu y doctora en Teología
mística: repitiéronse las ediciones de sus obras, tradujéronse en todos los idiomas cultos y
se buscaron con avidez, no solamente los originales de sus escritos, sino hasta las cartas,
las cuentas de gasto y los mas insignificantes fragmentos. La fama de la inspirada
Escritora castellana voló, no solamente por todas las regiones de Europa, sino por todos
los puntos a donde había penetrado el Catolicismo.
Cuando la Iglesia declaró la santidad de su vida y la decretó culto, poniéndola en los
altares, de paso aprobó su doctrina, encomió y ensalzó sus escritos en términos los mas
lisonjeros. La Rota Romana, en su informe al papa Paulo V, en 1616, sobre los procesos
para la beatificación, hechos y seguidos a instancia de Felipe III y del Orden de
Carmelitas Descalzos, decía así: Que tuvo talento de sabiduría y sublime conocimiento
de las cosas divinas y humanas para instrucción de los demás, lo acreditan bastante los
cuatro libros que dejó escritos, y de que arriba se habló, los cuales, traducidos del
español a varios idiomas, andan en manos de todos por los Estados que reconocen la
Iglesia de Dios, y su doctrina es aprobada y alabada por lodos, como verdadera, católica
e infusa por Dios, y en especial por los ochenta y cinco testigos que deponen acerca de
los artículos 54 y 55. Entre estos hay cinco reverendos obispos, insignes por su piedad y
doctrina, a saber: don Alonso Manrique, arzobispo de Burgos; don Pedro Manso, obispo
de Calahorra; don Pedro de Castro, obispo de Segovia; don Juan Alonso de Moscoso,
obispo de Málaga; y don Lorenzo Otaduy, obispo de Avila. Los otros siete son maestros
y catedráticos de sagrada Teología en la Universidad de Salamanca, a saber: el padre
maestro fray Domingo Bañez, del Orden de Predicadores, catedrático de Teología; el
padre Agustín Antolinez, provincial del Orden de San Agustín y catedrático de prima de
Teología; el maestro Juan Alfonso de Curiel, también catedrático de prima de Teología;
el maestro fray Basilio Ponce de León, del Orden de San Agustín; el maestro fray Pedro
Cornejo, del Orden de Carmelitas Calzados, ambos catedráticos de Teología; y el
maestro fray Bartolomé Sánchez, del mismo Orden de Carmelitas Calzados, catedrático
de Teología en propiedad y decano de la facultad de Teología; el maestro fray Luis
Bernardo, general del Orden de San Bernardo, catedrático de Sagrada Escritura; el
doctor don Roque de Vargas, arcediano de Monleon y canónigo doctoral en la iglesia de
Salamanca, catedrático de prima de Cánones en aquella Universidad; y el padre
Francisco Suarez, de la Compañía de Jesús, catedrático de prima de Teología en la
Universidad de Coimbra. Los restantes sesenta y cuatro testigos, unos son canónigos
magistrales y lectorales, otros religiosos muy literatos y graves de las Ordenes de Santo
Domingo, San Francisco, San Agustín, Nuestra Señora del Cármen, San Benito, San
Bernardo, San Jerónimo, los Cartujos, Compañía de Jesús, Santísima Trinidad y Nuestra
Señora de la Merced. Otros son presidentes e individuos de los Consejos del Rey
Católico. Los cuales, no solamente aprueban todos la doctrina de dichos libros, como
santa y católica, y la ensalzan con grandes encomios, sino (lo que es mas) algunos juzgan
y reputan que es sobrenaturalmente infusa por el mismo Dios, por medio de la oración y
conversación tan familiar que tuvo con Dios. Infieren también algunos de los dichos
56
testigos, que por la altura de los misterios sobrenaturales y divinos de nuestra fe, y otros
arcanos celestiales que escribió la dicha bienaventurada Teresa, con admirable ciencia y
claridad, se saca gran utilidad y gran fruto espiritual de la lectura, en la Iglesia, a pesar de
no haber ella estudiado ni cursado en las escuelas, sino que mas bien era una mujer
enteramente ignorante de las sagradas letras, pues toda su doctrina está rebosando en el
fuego de la caridad, con que se inflaman los corazones de los que leen estos libros, por lo
cual las almas de los fieles se apartan de los vicios y se excitan a las virtudes, y esto de
un modo milagroso, por la eficacia con que el corazón de los lectores, por duro que sea,
se ablanda con la compunción y devoción que inspiran, de lo cual muchos de los testigos
citados alegan haberlo experimentado por sí mismos. Así es que muchos de ellos añaden,
que por razón de la dicha ciencia infusa divinamente, con razón se pinta a esta
bienaventurada virgen con una paloma sobre su cabeza, bajo cuya figura afirma ella
misma habérsele aparecido el Espíritu Santo, en cierta vigilia de Pentecostés (capítulo
xxxviii, de su Vida), habiendo sido arrebatado su espíritu en éxtasis con gran fruición de
gloria. Añádase a esto, que muchas veces se la vio mientras escribía estos libros con el
rostro resplandeciente, escribiendo con gran velocidad, lo cual es una gran señal de la
presencia del Espíritu Santo, que le dictaba. Por todo lo cual, y por el dictámen de tantos
gravísimos y muy doctos varones, los juzgamos a dichos libros dignos de la dicha
calificación.»
Hasta aquí el dictamen de la Rota, haciendo suya la opinión de los prelados
catedráticos de Salamanca y demás testigos, que declaraban la doctrina de Santa Teresa
infusa y divinamente inspirada.
A este dictámen se adhirió también la Santa Sede, en el elogio de los seis santos, que
hizo leer el papa Gregorio XV el día de la fiesta de su canonización, al hablar de Santa
Teiiesa: Teresia virginitatis liliis coronata el voluntariis suppliciis cupiditalum arma in
propio corde contundens, semper de viribus doemonum in militanti Ecclesia triumphavit:
cui aeterna Sapientia loqui videbatur, sanctiora divinitatis arcana patefaciens, quae
martyrii palmam consecuta esset, nisi coelestia Sponsus, perpetuo virginei cordis
holocausto delectalus, victimam hanc incruentam servasset sacris Carmeli pascuis in
pristinum decorem restituendis.
Lo mismo expresa la Bula de Canonización con estas palabras: Adimplevit enim eam
spiritu intelligenliae ut non solum bonorum operum in Ecclesia Dei exempla relinqueret,
sed et illam caelestis sapientia; imbribus irrigaret, editis de mystica theologia, aliisque
etiam multa pietate refertis libellis, ex quibus fidelium mentes ubérrimos fruclus
percipiunt, et ad superna; patria desiderium máxime excitantur.
Pero el testimonio mas alto de la importancia y sublimidad de su doctrina, es el que
da la Iglesia al rezar continuamente la oración que, para el Oficio de Santa Teresa,
compuso el mismo papa Urbano VIII, y dice así: Exaudí nos, Deus, Salutaris noster, ut
sicut de B. Teresiae virginis tum festivitate gaudemus, ita Coelestis Ejus Doctrina pábulo
57
nutriamur, et piae devotionis erudiamur affectu.
Después de estos testimonios de la Iglesia, todo cuanto se pudiera decir en su elogio
seria pálido y descolorido. En las ediciones belgas de Foppens se pusieron, después de la
carta de fray Luis de León y la venerable Ana de Jesús, una porción de elogios de
personas muy graves y autorizadas, a saber: el ilustrísimo Yepes, obispo de Tarazona,
biógrafo de Santa Teresa; Tomás Bizio, fray Domingo Bañez, fray Pedro Ibañez, ambos
dominicos; el doctor Enrique Henriquez; los padres Bartolomé Pérez, Jerónimo Ripalda,
Gil González, Francisco Ribera y Antonio Posevino, jesuitas; los maestros Cristóbal
Colon y Juan de Avila; y el padre Julián de Avila, capellán de Santa Teresa, por espacio
de veinte años, y compañero de ella en muchas de sus fundaciones.
Bien pudieran añadirse a estos otros mil y de personas que la Iglesia tiene en sus
altares, en especial san Francisco de Sales, que, no solamente leía mucho las obras de
Santa Teresa, sino que recomendaba con frecuencia su lectura. Pero este acumulamiento
de elogios a nada conduce: si es por via de erudición viene a ser pesado, y si es para
prueba, inútil y hasta impertinente, después del fallo de la Iglesia. Por ese motivo se
suprimen en esta edición, como ya se hizo en la de Castro Palomino.
Mas en cambio, creo conveniente referir aquí lo que dice el venerable Palafox, en el
prólogo de las Cartas de Santa Teresa, acerca de los efectos que, hasta en los
protestantes mismos, había producido la lectura de las obras de Santa Teresa.
«El año de 1639, solo con leer las obras de la Santa, uno de los mas doctos herejes
de Alemania, a quien ni la fuerza de tan patente verdad, ni las plumas de los mas sabios
católicos lo pudieron rendir, ni reducir, solo el leer las obras desta divina Maestra, que él
tomó en las manos para querer impugnarlas, por el contrario, fue dellas tan alumbrado,
vencido, convencido y triunfado, que habiendo quemado públicamente sus libros, y
abjurado sus errores, se hizo hijo de la Iglesia. Y escríbelo con las siguientes palabras a
su hermano el señor don Duarte de Braganza:—Estando para firmar esta carta, se me
acordaron dos cosas, que acontecieron losdias pasados en Breme, en el ducado de
Witemberg, ciudad muy nombrada en Alemania, de donde salen los mayores herejes que
hay aquí. Era rector della, había muchos años, uno destos, que tenia dado en qué
entender con sus libros a todos los letrados de estas partes. Oyendo decir mucho de
Santa Teresa, envió a buscar un libro de su Vida, para lo reprobar y confutar. Escribió
tres años sobre ella, quemando en un mes lo que en los otros escribía. Resolvióse, en fin,
que no era posible, sino que aquella Santa seguía el verdadero camino de la salvación, y
quemó todos los libros. Dejó el oficio, y todo lo demás, y en breve se convirtió el día de
la Purificación pasado, en que le vi comulgar con tanta devoción y lágrimas, que se veía
era grande la fe que tenia. Vive como quien se quiere vengar del tiempo perdido. Escribe
ahora sobre las epístolas de san Pablo, refutando lo que sobre ellas tenia perversamente
escrito. Dicen es grande obra.»
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Pellicer refiere también haber conocido en Cádiz a un protestante, que se convirtió al
Catolicismo de resultas de haber leído las obras de aquella célebre escritora.
No debo concluir este artículo, acerca de la doctrina de Santa Teresa, sin tratar un
punto curioso, cual es el de su doctorado. En España se la pinta comunmente con la
borla y muceta de doctora en Teología, y de ese modo se la pone por lo común en los
altares. Suponen unos que el claustro de Teología le confirió el título de doctora en
aquella Universidad. Acerca de esto no hay dato ninguno histórico cierto, ni se halla
acuerdo alguno del claustro acerca de este asunto. La Universidad de Salamanca ha sido
siempre muy rígida en este punto, y no he hallado noticia de que haya conferido grado
ninguno de doctor, sin previo ejercicio, como se ha hecho en las demás Universidades de
España, que los han dado en estos últimos siglos a personajes políticos, a pesar de las
Bulas pontificias, que lo prohñiben terminantemente.
Los padres Carmelitas Descalzos, muy influyentes en la Universidad de Salamanca,
trataron de apurar el origen de esta noticia, pero no se halló acuerdo ninguno de la
Universidad, ni yo tampoco lo he hallado. Creo, pues, que se la llamó enfáticamente
doctora de Salamanca por lo mucho que escribió y enseñó en toda aquella parte de
Castilla la Vieja, que ilustró con su ejemplo y doctrina, por la gran relación que tuvo con
los doctores mas célebres de aquella Universidad, y por haber venido a morir y estar
enterrada cerca de ella y en la misma diócesis de Salamanca.
Por lo que hace al título de doctora de la Iglesia, tampoco se le puede dar en el
sentido estricto de esta palabra. Para considerar a uno como doctor de la Iglesia, no basta
ni la santidad, ni la excelencia de doctrina, aprobada por la Iglesia y generalizada en ella,
sino que se necesita especial decreto de la misma; pero este no se ha dado acerca de
Santa Teresa, por lo cual, solo en un sentido impropio se la pueda llamar Doctora
mística, y aun menos Doctora de la Iglesia; a la manera que no basta que uno sea sabio,
excelente escritor y maestro de muchos discípulos, para que se pueda titular doctor, si no
tiene la aprobación oficial de una corporación autorizada para dar tal título.
Otros muchos santos insignes, como san Francisco de Sales y san Alfonso de Ligorio,
que escribieron mucho y con gran acierto, no son apellidados aun doctores de la Iglesia.
Mas esto en nada rebaja el mérito e importancia de sus preciosos libros.
Nada diré aquí sobre el patronato de Santa Teresa en España. Urbano VIII reservó a
la Santa Sede la declaración de estos Patronatos, tanto por la declaración de la festividad,
consiguiente a ellos, como para evitar ciertas exageraciones indiscretas en este punto. Los
reyes últimos de la casa de Austria en unión de las Cortes, declararon a Santa Teresa
compatrona de España en 4617, y el papa Urbano VIII lo ratificó en 1627. Alborotóse
con esto el quijotismo del siglo xvn, y, como si los santos del ciclo tuvieran las miserias
de los hombres, se quiso suponer a Santiago perjudicado en sus derechos y descomponer
a entrambos: lo mismo hubiera podido descomponerse contra la Purísima Concepción,
59
san José y san Jorge.
El bueno de Quevedo, a pesar de su lucido ingenio, fue uno de los que mas dieron en
esta flaqueza, haciendo salir a Santiago por su espada. Mas este asunto tiene tan poca
conexión con los escritos de Sama Teresa, que no merece nos detengamos mas en él.
Baste decir, que las Cortes de Cádiz, a 50 de Junio de 1812, ratificaron, por su parte, el
patronato de Santa Teresa en España, en virtud de los acuerdos y concesiones pontificias
de 1617 y 27.
§ III.
Estilo y lenguaje de Santa Teresa.
Aun cuando la Iglesia reconozca como celestial y revelada la doctrina mística de
Santa Teresa, no por eso el estilo y el lenguaje dejan de ser peculiares de la persona que
escribe. El mismo Espíritu habla por boca de Habacuc, que por la de Isaías; pero en este
se echa de ver al cortesano instruido, y en aquel se oye hablar al campesino. Necesítase,
pues, conocerla educación, carácter, y hasta la biografía del escritor, para poder apreciar
su estilo, a la manera que al reconocer los manantiales de las aguas minerales conviene
estudiar el terreno por donde pasan.
Santa Teresa era hija de una familia noble e hidalga de Avila, pero sus padres
contaban numerosos hijos. Su madre era aficionada a la lectura de libros de caballerías,
tan usuales entonces en España. Las vidas mismas de los santos se princiaban ya a
desfigurar inconsideradamente,convirtiendo a estos en caballeros andantes. Milagros
estupendos, visiones tremebundas, diablos entremetidos a millares para los fenómenos
mas sencillos de la naturaleza, formaban el núcleo de las leyendas religiosas, que
principiaban a estragar el buen gusto religioso. Así como los caballeros andantes eran
unos matones milagrosos, asimismo se quería que los santos fuesen unos devotos
andantes. De este modo se fundían en uno los dos elementos constitutivos del carácter
español: la piedad y la hidalguía; pero perdiendo mucho la Religión verdadera en tan
triste amalgama. La virtud callada, dócil, humilde, modesta y laboriosa, de que había de
ser Santa Teresa un tipo tan acabado, no era cosa que se comprendiera fácilmente por el
vulgo, ni aun por muchas de las personas de mas elevada alcurnia. Ella misma se dejó,
no solo llevar de la afición a la lectura de obras de caballerías, sino que llegó a componer
una, según dice su confesor, el padre Ribera. Tal era la corriente que arrastraba aun a las
personas piadosas, y por otra parte muy devotas y recogidas. Este rasgo biográfico de
Santa Teresa en los primeros años de su juventud, revela ya que era persona de
instrucción y de imaginación viva y fecunda. Educada después en el convenio de Santa
60
María de Gracia, de Avila, como pensionista, y en unión de otras muchas jóvenes
principales de la ciudad, y de aquel país, tenia, además de sus cualidades personales, la
educación mas esmerada, que solia entonces darse a las hidalgas de las ciudades
principales de Castilla. Mas adelante, el trato con doña Luisa de la Cerda, los principes de
Éboli, doña Leonor de Mascareñas y otras muchas señoras de la primera grandeza de
España; obispos, consejeros, catedráticos, prebendados y otras personas sabias y
distinguidas, vino a completar su educación exterior. Aunque enemiga de etiquetas y de
los forzados cumplimientos del mundo, es innegable que de aquel trato supo obtener lo
bueno que de él podía sacar. La lectura de buenos libros ascéticos castellanos completó
su educación. En los escritos de los últimos años de su vida se echa de ver mayor soltura
y corrección en el lenguaje, aunque, por efecto de sus muchos años, quizá hay menos
imaginación y lozanía en los conceptos y en el estilo. Tanto en estos como en aquellos,
se echa siempre de ver, que el fondo le constituyen la sencillez y naturalidad, sin artificio
ni afectación alguna. Al mismo tiempo hay mucha energía en la expresión: nunca dice
mas que lo que quiere decir. Cuando no halla palabras adecuadas para expresar sus ideas,
o ignora los términos científicos, hace palpables las abstracciones místicas por medio de
imágenes y comparaciones, tan ingeniosas como oportunas. Huye siempre de parecer
instruida y dogmatizadora, sin caer en la pedantesca palabrería y en el escolasticismo
impertinente en que degeneraron los escritos de algunas otras escritoras del siglo xvii, que
harto poco se parecen a los de Santa Teresa.
Adolece esta, generalmente, de cierto gracioso desaliño. En la multitud de
ocupaciones que la asediaban, ni aun tiempo tenia para leer lo que llevaba escrito, cuanto
menos para corregirlo. Acerca de este gracioso desaliño decía muy oportunamente fray
Luis de León, persona competente cual ninguna, en lo que se refiere al habla castellana:
«Y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena
comppstura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo
yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale». Y más abajo añade:
«Porque si entendieran bien castellano vieran que el de la Madre es la misma elegancia».
Ello es, que cuando el padre Gracián, y otros de sus directores, se metieron a corregir sus
escritos, lo hicieron con mediano éxito, como se verá por las enmiendas, que se anotarán
en varios parajes de Las Fundaciones y de los Conceptos del Amor divino. El mismo
fray Luis de León llevaba a mal que se hubiese atrevido nadie a retocarlos. Por ese
motivo, en esta edición se han eliminado cuantas enmiendas y alteraciones se han echado
de ver, dejando todo las palabras conforme están en los originales, si han podido ser
habidos. Por eso también se ha puesto naide, traia, niervos, y otras palabras al mismo
tenor, donde la Santa las dejó consignadas de esta manera. Y, en efecto, los escritos de
Santa Teresa son el tipo del lenguaje familiar de Castilla la Vieja, tal cual lo usaban las
personas decentes, a mediados del siglo xvi. Los maestros León, Granada, Malón, Avila
y Márquez representan al hablista castellano, pero instruido, culto, teólogo y conocedor
del latín, cuyos términos e hipérbaton remedan a las veces. Lope, Cervantes, Antonio
Pérez y Quevedo, son gente culta e instruida, latinay ladina, frecuentadora de las
61
escuelas, de los salones de la corte, y a veces también de los campamentos militares. Su
lenguaje no es el familiar de Castilla la Vieja, sino el de Castilla la Nueva y de la corte.
Por el contrario, el de Santa Teresa es el tipo puro y castizo del castellano neto del centro
de España, tan remoto del culteranismo académico y cortesano, como del lenguaje
charro y sayagués.
No debe perderse de vista que aun no se había perfeccionado completamente nuestro
hermoso idioma castellano, cuya elaboración, por decirlo así, no se terminó hasta fines
del siglo xvi. Fray Luis de León seguía escribiendo, cuando ya Santa Teresa había
muerto. Muchas de las expresiones que hoy en día solo se suelen oír en boca de gente
mal educada, como naide, lición, dispusicion, cerimonia, caya, traya, imprimido, primitir,
indino, memento, mesmo, siguroy otros muchos, eran usuales entonces, y los escribían
de este modo hasta la gente de letras, porque de ese modo se pronunciaban todavía.
Quizá se hallarían también escritas de este modo en los originales de algunos de nuestros
clásicos, si estos pudieran ser habidos, y se echára de ver que no están del todo
conformes las ediciones con el primitivo escrito. Estas enmiendas impertinentes son
perjudiciales, pues nos privan de uno de los principales medios que teníamos para
estudiar la formación del lenguaje. Mas adelante se dará una tabla de muchas de estas
palabras.
Mas no en todos los escritos de Santa Teresa se encuentra esta especie de gracioso
desaliño. En el momento en que se deja arrebatar del estro, o hablando mejor y
cristianamente, de la inspiración del Amor divino, su estilo, y hasta su lenguaje, son mas
correctos y mas concisos, sus períodos menos largos, como de persona agitada, que
necesita aspirar con mas frecuencia.
Véanse sus Exclamaciones del alma a Dios, y muchos trozos de sus Conceptos del
Amor divino y otros capítulos enteros del libro de Las Moradas; y es, que estos libros
están escritos en los últimos años de su vida, en que la pureza y la exuberancia del amor
que la mataba, la levantaban de la tierra aislándola completamente de lo criado y de sus
imperfecciones. Presiente además que aquellas páginas de fuego no han de ser para solas
sus monjas, y que aun cuando los hombres hagan por aniquilarlas, la Providencia hará
que se conserven por medios insólitos y no preparados.
No sucede así en sus primeros escritos, y sobre todo en los históricos. Allí habla con
solas sus monjas, o con sus confesores. En vez de mirar de continuo hacia el Norte, a
donde se dirige, la obediencia le obliga a volver la vista atrás, cual viajero que mira a la
playa de que se aleja, en vez de atender al extenso horizonte en que va a sumergirse en
breve. Tal sucede en el libro de la Vida, en las Relaciones a sus Directores acerca del
estado de su alma, y en el libro de Las Fundaciones: lo mismo se echa de ver en el
Camino de perfección, que es la transición del género histórico al místico y preceptivo.
En estos se la ve rastrear siempre que habla de sí, esto es, de lo pasado, y elevarse
gradualmente así que habla de Dios, esto es, del porvenir.
62
Pero el carácter de Santa Teresa no era melancólico, ni aun siquiera propenso a la
tristeza, antes sí jovial y alegre. En tal concepto, hasta se le atribuyen con frecuencia
dichos agudos y chistes, algunos de ellos, no solamente apócrifos, sino poco adecuados a
la gran humildad de su carácter. Los que se encuentran en sus escritos son espontáneos y
altamente oportunos: viértelos con la mayor naturalidad y sencillez, no por hacer reir a
costa de otro, cosa impropia de su gravedad y caridad profunda, sino porque los consigna
la pluma tal cual se presentan a su imaginación inocente, al parque lozana. Estos pasajes
se echan de ver en el libro de Las Fundaciones y aun mas en las Cartas. A veces traza
también curiosas descripciones con rasgos sumamente concisos, pero muy oportunos.
¿Quién no se sonríe al ver la descripción de la casa ruinosa, donde se metió en Medina,
en la cual oian misa por las rendijas de la puerta: los apuros en la primera casa de Toledo:
el susto de su compañera durante la noche de ánimas, en Salamanca: los rezos en latín de
las beatas de Villanueva de la Jara: la economía de los frailes de Duruelo, que no tenían
donde dormir, pero llevaban cuatro relojes: y, en fin, hasta la semblanza poco halagüeña
del estricto provisor de Burgos?
Notable es también en este concepto la riqueza de refranes castellanos, que suelen
encontrarse en sus escritos, algunos de los cuales pudieran añadirse a la colección de su
paisano y contemporáneo el comendador griego, Hernán Nuñez el Pinciano: varios de
ellos se consignarán luego, juntamente con otras frases suyas sentenciosas, perdidas
unas, y otras llegadas hasta nuestros dias. Las etopeyas que se encuentran en sus escritos
históricos, sobre todo en el libro de Las Fundaciones, son retratos completos y parecidos.
Los del padre Gracián, doctor Velazquez y otros personajes célebres, son muy acabados,
aunque hechos a grandes rasgos; pero sobretodos el de san Pedro Alcántara: parece
estarse viendo aquel santo austero y penitente, al parque dulce y bondadoso, aunque no
se haya visto su retrato.
Los defectos mas comunes de lenguaje que se hallan en sus escritos, son el no regir a
plural en el verbo, por muchos que sean los sustantivos que lo rigen ; suprimirlos
relativos, y especialmente el que, y cortar con frecuencia la cláusula con paréntesis o
cláusulas intercaladas, a veces demasiado largas. Harto insignificantes son en quien no
hacia alarde ninguno literario, y antes a cada paso habla de su ignorancia, poco
entendimiento y torpeza para comprender; cosas que no eran ciertas, pero que su
profunda humildad se las hacia creer como tales. Ademas, escribiendo ella como hablaba,
reproducía las expresiones, los giros y hasta los solecismos, que quizá eran usuales, aun
entre la gente culta, cuando todavía nuestro lenguaje no se había acabado de formar
completamente; siquiera entonces fuera ya riquísimo y muy depurado.
Una cosa hay notable en su lenguaje, y es, el esmero con que evita la cacofonía en el
choque de vocales: no solamente dice siempre el alma, un águila, sino que extiende la
regla aun respecto a palabras en que hoy solemos anteponer los pronombres la y una; asi
es que no dice una aldea, la agonía como decimos ahora, sino un aldea, el agonía.
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Algunas veces ella misma corrige las trasposiciones. En la Carta LXXII del tomo v,
dice, hablando de que tenia que escribirla en las altas horas de la noche: «Darán las dos y
ansí no puedo alargarme, digo, de la noche.» Aun hoy en día suelen algunas veces los
escribanos rectificar de esta manera, con la palabra digo, las faltas de conexión, que
resultan por las frecuentes intercalaciones, que algunos de ellos suelen usar.
En la Carta LXXIV del mismo tomo dice Santa Teresa: «En el agua tengo esperanza
de Loja». Generalmente el lenguaje de sus Cartas es mas incorrecto que el de sus obras:
esto sucede siempre, y por regla general, con todos los escritores. Extraño seria que no
sucediera con las de Santa Teresa. ¿Quién será tan pedante, que quiera esmerarse en la
corrección de escritos que requieren franqueza, que se escriben con premura, que solo ha
de leer un sujeto, y que, por lo común, son quemados o rasgados? En Santa Teresa hay
una razón mayor para ello, pues en sus Cartas tiene que bajar la vista hacia las cosas de
la tierra, cuando en sus obras místicas casi siempre la levanta al cielo.
Dos veces repite una misma idea contra los pleitos en la Carta LIV del tomo ni:
«Porque es recia cosa andar con pleito»; y luego: tes recia cosa pleitos». La palabra recia
la usa siempre en sentido de cosa penosa y molesta, en cuyo concepto usa también la
palabra reciedumbre.
La anteposición del pronombre personal al posesivo es mas usual en las Cartas que
en las obras: asi dice: «la mi Isabel; la mi Parda». Este modo de hablar es todavía
común, no solamente en tierra de Avila y Salamanca, sino en todo el antiguo reino de
León y Galicia. Por el contrario, del Guadarrama para acá ya no se usa, ni en Castilla la
Nueva, ni en Aragón y Navarra; y, con todo, en los Catecismos de estos países, aun se
dice en la oración del Padre nuestro: «El tu nombre y el tu reino».
He aquí una colección de las palabras mas notables que se hallan en sus obras,
algunas de las cuales no se hallan en los Diccionarios.
Adormizada, adormecida. (Morada VI, capítulo 1.)
A usadas, a osadas, lo mismo que a fe; especie de interjección.
Amasar, mostrar, enseñar. (Carta L, tomo 6.)
Alucema, alhucema. (Carta LXXI.) Hay allí otros términos de yerbas. Es frase
común en Andalucía, en donde aprendió ella este término, pues en su país se llama
espliego.) Arrebujado, envuelto. (Tomo v, Carta XV.)
Apaciblimiento, afabilidad. (Carta XXIII.)
Astrosa, tierra astrosa por tierra pobre, mala y desastrada. (Era palabra común en
aquella época. Cervantes dice: «El astroso huésped de la selva».)
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Arresgar, romper, rasgar. (Carta LXXXV.) Baratona, negociadora, que mete todo
ábarato. (Cartas XXVII y XXX del tomo m.) Baratas, baraúndas. (Tomo v, Carta
LXXVII.)
Brinquinillos, dijes, acericos. (Carta LXXIV.) Brinquiños,dulces de Portugal. (Carta
LVII.)
Borrachez, borrachera. (Conceptos del Amor divino.)
Certinidad, certeza. (Vida, capítulo u y otros parajes.)
Cansosas, ocupaciones penosas. (Carta LVIII, tomo 4)
Careza, carestía. (Carta C.)
Crufiles, confites. (Carta LXXlI, tomo 5.)
Caraña, goma medicinal. (carta LXXIX.)
Capellana. (Se da a sí misma ese título en la Carta XLIII del tomo 6.) Damerías,
coquetisino, nimiedades de señoras. (Tomo 4, Carta XVI.)
Desabre, desabrimiento. (Vida, capítulo xxx.)
Desavor, disfavor. (Modo de visitar los conventos.)
Esquinancia. (Carta VI.)
Enfoscar, ensuciar.
Escaramojos, escaramujo, especie de rosal silvestre.(Carta LXVI, tomo 3.)
Enseñador, maestro, el que enseña. (Camino deperfección, capítulo xv.) Frailía,
estado de fraile. (Carta LXI, tomo v.)
Hulana, en vez de fulana. (Carta LXXIV.)
Yomar, por doña Guiomar. (Carta LVII.)
Incomportable, insoportable. (CAPÍTULO 32 de su Vida.)
Igualarse, ajustarse por un tanto alzado. (Tomo 4, página 401. Es común todavía en
Castilla la Vieja.)
Imprimido, impreso.
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Insufridero, insufrible. (Modo de visitar los conventos.)
Interesal, interesado.
Letrera, por letrada. (Carta LXLIII.)
Lloraduelos, persona llorona. (Carta VXI, tomo II.)
Maesa, maestra. (Carta LXXXI.)
Naderías, cosa de nada. (Camino de perfección, capítulo xxvi.) La usa con
frecuencia.
Nonada, ídem. (Camino de perfección, capítulo xn.)
Pecilgas, pellizcos. (Carta LXXXV.)
Pulida, política, cortesía. (CAPÍTULO vi de su Vida.)
Poquedad, cosa poca. (Vida, capítulo xxxi.)
Patillas, el diablo. (Carta XXIII.)
Paso (hablar paso), quedo. (Camino de perfección, capítulo xiv)
Repisar, despreciar mucho. (Camino de perfección, capítulo i.)
Refundar, idear. (Camino de perfección, capítulo xxxiv.)
Romarizo, constipado. (Tomo v. Carta XVI.)
Reciedumbre, tormento. (Vida, capítulo v.)
Salpullido. (Carta XXIV.)
Socrocio, emplasto. (Carta XII.)
Trasordinaria, extraordinaria. (Fundaciones, capítulo vi.)
Trampal, atolladero. (Idem, idem.)
Urdiembre, lo que se urde. (Carta LXXVI1I.)
Urguillas, el que hurga (i). (Carta XXXIV.)
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Otras muchas palabras hay notables, por variantes en la pronunciación, las cuales se
anotarán mas adelante al hablar de su pronunciación y ortografía. Los refranes y adagios
mas notables, que he hallado, son:
Hacerse espaldas unos a otros. (CAPÍTULO vii de la Vida.)
Lágrimas todo lo ganan: el agua trae agua. (CAPÍTULO xvii de su Vida.)
Es perdido quien tras perdido anda. (Vida, capítulo xxv.)
Andar como pollo trabado. (CAPÍTULO xxxix de la Vida.) Paner a uno pleito por sus
dineros, equivale a portarse con ingratitud, o ser muy exigente. (Capitulo xxxix, Vida.)
Donde está el Rey, allí es la corle. (Este refrán dura aun con poco variacion. Camino
de perfección, capítulo XLV.)
Quien no sabe dar jaque no sabe dar mate. (CAPÍTULO xxiv del Camino de
perfección.)
Quererse sacándose los ojos. (Conceptos, capítulo iv.)
Tiempo perdido no se torna a cobrar. (Exclamación IV.)
Observo que casi todos estos refranes se hallan en los libros que escribió en Avila.
Otros varios dichos y frases notables pudieran citarse, tales como: No dejar a sol ni a
sombra. —Dios le tenga de su mano. — Quedarse hecha un ovillo. — Traer al retortero.
— Poner manos en labor. —Querer hacer y acontecer.—Echarse dado falso. — Irse al
hilo de la gente. —Cada loco con su tema.
Algunos de ellos todavía son usuales en algunas provincias de España. En los tomos
de Cartas se hallan los siguientes, que se citan por el orden que tienen en la edición de
Doblado.
Estar entre banderas y baraúndas. (Carta XCV.) Estos que tratan, en un día tienen
mucho y en otro lo pierden todo. (Carta LXXXIII.)
Harto da el que da todo cuanto puede. (Carta LXXXVI.)
De esta hecha quedan personas para ir a Guinea. (Carta XCII.)
Tarda tanto que me da mohína. (Carta XCIV.)
Errando se viene a tomar expiriencia. (Carta XCV.)
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Mas si el yerro es grande nunca le cubre pelo. (Idem.)
Tras este tiempo verná otro. (Carta XXI.)
Bien dicen, que quien adelante no mira... (Alude al refrán: Quien adelante no mira
atrás se queda.(Carta XCV.). Cada día da Dios dos. (Carta LXXl.)
A falta de buenos (como dicen). (Carta LV)
Todo se hace tarde a quien desea. (Cara LXIII.)
La hija de la madrastra. (Carta LXX1V.)
La verdad padece, pero no perece. (Carta LXXIX.)
A necesidad no hay ley. (Carta X) Es derivado del axioma latino necessitas carel lege;
parodiando este mismo axioma latino se ha introducido otro en castellano: La necesidad
tiene cara de hereje.)
Jurar como un carretero. (Carta LXXXI. Duran hoy en día la frase y el vicio que la
motiva.)
Hoy está en un cabo, mañana en otro. (Carta LXXXI.)
Dineros de duende de casa. (Carta XXXVIII) Cosa que mete ruido y no tiene valor
ni realidad.
Otros muchos refranes y frases notables pudieran haberse notado, pero iba ya muy
adelantada la primera revisión de las obras, cuando me ocurrió emprender este pequeño
trabajo. Sirvan,pues, los presentes tan solo de muestra, para acreditar la conveniencia de
estudiar las obras de Santa Teresa como tipo del lenguaje familiar de Castilla la Vieja, a
mediados del siglo xvi, y para la definitiva formación de nuestro idioma hácia aquel
tiempo.
§ IV.
Ortografía y pronunciación de Santa Teresa.
Considerada Santa Teresa como uno de los tipos mas curiosos del lenguaje familiar
de Castilla a mediados del siglo xvi, conviene estudiar también la ortografía de sus
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Obras Completas de Santa Teresa - Santa Teresa de Jesús
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Obras Completas de Santa Teresa - Santa Teresa de Jesús

  • 1.
  • 2. OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS CON INTRODUCCIÓN DE VICENTE DE LA FUENTE Digitalizadas por: 2
  • 4. Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Santa Teresa, Vivo sin vivir en mí. 4
  • 5. Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta. Santa Teresa de Jesús. Poesía Nada te turbe. 5
  • 7. Prefacio del editor Estimado lector: En esta segunda edición de las "Obras Completas de Santa Teresa de Jesús" hemos llevado a cabo muchas mejoras sustanciales, entre las cuales se pueden nombrar: Links: Hemos reparado aquellos enlaces que o bien no llevaban a ningún sitio o bien estaban confundidos. Además hemos dado la disposición correcta a los índices. Configuración del texto: La alineación del texto ha sido debidamente implementada atendiendo a las pautas de estilo de Kindle. Decoración: Hemos decorado los títulos de cada capítulo del modo que les convenía. Código fuente: En general, el código del ebook ha sido saneado de impurezas y elementos innecesarios. Contenido: El único contenido añadido ha sido el artículo de la wikipedia de Santa Teresa de Jesús. Portada: Nuestro diseñador ha compuesto una nueva portada, con un estilo mucho más harmónico y estilizado (atendiendo en esto último a las indicaciones de Amazon). Información del contenido del ebook Las obras de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) contenidas en este ebook se encuentran en dominio público en todo el mundo. Esto es debido a dos razones: que la autora falleció hace más de cien años y que las ediciones utilizadas fueron publicadas hace más de cien años. Estas ediciones son las siguientes: Biblioteca Autores Españoles. Volumen 53. Escritos de Santa Teresa añadidos e ilustrados por don Vicente de La Fuente, I. (M. Rivadeneyra, Impresor, Editor, Madrid, 1861.) http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01338320811915076757802/index.htm Biblioteca Autores Españoles. Volumen 54. Escritos de Santa Teresa, II. Edición al 7
  • 8. cuidado de Vicente de la Fuente (Madrid, M. Rivadeneyra, Impresor, Editor, 1862.) http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01159418653478495230035/index.htm Vicente de la Fuente (1817-1889) fue catedrático, canonista e historiador español. En estos dos volumenes, su magna tarea fue la de redactar una introducción para cada una de las obras, un compendio de la vida de la Santa y las anotaciones al texto. Para la confección de este ebook, sólo nos hemos servido de los siguientes elementos: Las Introduciones a cada obra. El Compendio de la vida de Santa Teresa. Los Escritos Menores. Para los Escritos Mayores hemos optado por utilizar las versiones que se encuentran en Internet, en vez de digitalizarlas nosotros mismos. Esto es así porque estas versiones son fieles transcripciones de las ediciones originales. En cuanto a las notas, hemos optado por no digitalizarlas, de momento. Es necesario avisar que, en muchas ocasiones a lo largo de las Introducciones, Vicente de la Fuente hace alusiones a los textos de Santa Teresa según están distribuidas en sus dos volumenes. Así pues, las páginas y las númeraciones de las Cartas, no corresponden a este ebook. Esto es todo. Que disfrute de la lectura. Atentamente, El Editor. Martes, 22 de Diciembre de 2015. 8
  • 9. ÍNDICE GENERAL PORTADA FRASES CÉLEBRES PREFACIO DEL EDITOR ÍNDICE CRÓNOLOGICO ÍNDICE TEMÁTICO ARTÍCULO WIKIPEDIA INTRODUCCIÓN OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS EL LIBRO DE LA VIDA RELACIONES ESPIRITUALES FUNDACIONES CONSTITUCIONES AVISOS ESPIRITUALES MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID) CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS MORADAS O CASTILLO INTERIOR 9
  • 12. ÍNDICE CRÓNOLOGICO ÍNDICE TEMÁTICO 1.º EL LIBRO DE LA VIDA (1562) 2.º CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID) (1565) 3.º CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS (1566) 4.º CONSTITUCIONES (1567) 5.º EXCLAMACIONES (1569) 6.º RELACIONES ESPIRITUALES (1571) 7.º FUNDACIONES (1573) 8.º MORADAS O CASTILLO INTERIOR (1577) 9.º AVISOS ESPIRITUALES (1580) 10.º MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS (1581) ESCRITOS MENORES POESÍA CARTAS 12
  • 14. ÍNDICE TEMÁTICO ÍNDICE CRONOLÓGICO LIBROS HISTÓRICOS EL LIBRO DE LA VIDA RELACIONES ESPIRITUALES FUNDACIONES LIBROS PRECEPTIVOS CONSTITUCIONES AVISOS ESPIRITUALES MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS LIBROS DOCTRINALES CAMINO DE PERFECCIÓN (ESCORIAL Y VALLADOLID) CONCEPTOS DEL AMOR DE DIOS MORADAS O CASTILLO INTERIOR LIBROS POÉTICOS EXCLAMACIONES POESÍAS 14
  • 17. Santa Teresa de Jesús De Wikipedia, la enciclopedia libre Santa Teresa de Jesús Santa Teresa en una copia de un original de Fray Juan de la Miseria. Proclamada Doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970 por el papa Pablo VI Nombre Teresa de Cepeda y Ahumada Nacimiento 28 de marzo de 1515 Gotarrendura o Ávila, España Fallecimiento 4 de octubre de 1582[nota 1] (67 años) Alba de Tormes, España Venerada en Iglesia católica Beatificación 24 de abril de 1614 por Paulo V Canonización 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV 15 de octubre 27 de agosto Transverberación de 17
  • 18. Festividad Sta. Teresa (Vetus Ordo) 26 de agosto Transverberación de Sta. Teresa (Novus Ordo) Patronazgo De los escritores Españas[1] Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Gotarrendura[2] [3] [4] [5] o Ávila,[6] 28 de marzo de 1515-Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582),[nota 1] fue una religiosa, fundadora de las carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o carmelitas), mística y escritora española. Canonizada a poco menos de cuarenta años de su muerte, fue proclamada Doctora de la Iglesia católica en 1970 por Pablo VI. Junto con san Juan de la Cruz, se considera a santa Teresa de Jesús la cumbre de la mística experimental cristiana,[7] [8] y una de las grandes maestras de la vida espiritual en la historia de la Iglesia. 18
  • 19. Índice 1 Familia 2 Infancia 3 Mudanza física y espiritual 4 Favores espirituales 5 Inicio de las fundaciones a lo largo de España 6 Resultados de la reforma carmelitana y tribulaciones de Teresa 7 Últimas fundaciones y muerte 8 Reconocimientos 9 Obra literaria 9.1 Nota: 10 Características físicas 11 Enseñanzas 12 Grados de oración 13 Reliquias y traslados 13.1 Bastón de Teresa de Jesús en el V centenario de su nacimiento 14 Títulos 15 Cine y televisión 16 Véase también 17 Notas 18 Referencias 19
  • 21. Familia Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma, cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús. El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, hijodalgo a fuero de España, que se encontraba en la Suertes de los Fielazgos en la Cuadrilla de Blasco Jimeno o de San Juan, de la ciudad de Ávila. Hijo de Juan Sánchez de Toledo, éste era un bien establecido comerciante de origen judío converso, casado a su vez con Inés de Cepeda, también de origen converso cuya familia era originaria de Tordesillas pero se había establecido en Toledo. En 1485 tras el establecimiento del Tribunal de la Inquisición en la ciudad, Juan Sánchez confesó voluntariamente ante éste y recibió una pena menor. Posteriormente pudo obtener el reconocimento de hidalguía con ejecutoria presentando pleito ante la Real Chancillería de Ciudad Real (que luego trasladó a la de Granada) obteniendo el reconocimento de la misma en 1500. [2] [9] Alonso se casó dos veces. La primera, con Catalina del Peso y Henao, tuvo dos hijos: María y el capitán Juan Vázquez de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada, pariente de la anterior, que murió cuando Teresa contaba unos 13 años, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana. 21
  • 22. Infancia Estatua de Santa Teresa al lado de la Puerta del Alcázar de la muralla de Ávila. Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad. En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo cual, ella y uno de sus hermanos, Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las «tierras de infieles», es decir, tierras ocupadas por los musulmanes, pidiendo limosna, para que allí los descabezasen. Su tío los trajo de vuelta a casa. Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos hermanos acordaron ser ermitaños. Teresa escribe: En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario... Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas.[10] Perdió a su madre hacia 1527, o sea a los 12 años de edad. Ya en aquel tiempo su vocación religiosa había sido continuamente demostrada. Aficionada a la lectura de libros de caballerías, Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus 22
  • 23. aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había dejado a Dios por culpa mortal. 23
  • 24. Mudanza física y espiritual Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la llevaron al lado de su hermana María de Cepeda, que con su marido, Martín de Guzmán y Barrientos, vivía en Castellanos de la Cañada, alquería de la dehesa que lleva dicho nombre, hoy sita en el término municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila). Luchando consigo misma, llegó a decir a su padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el haberlo dicho bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo consentiría mientras él viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2 de noviembre de 1533 en el convento de la Encarnación, en Ávila, y allí profesó el día 3 de noviembre de 1534. Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos, una cardiopatía no definida y otras molestias. Así pasó el primer año. Para curarla, su padre la llevó en (1535) a Castellanos de la Cañada, con su hermana. En dicha aldea permaneció Teresa hasta la primavera de 1536. En Castellanos de la Cañada habría logrado la conversión de un clérigo concubinario. Entonces pasó a Becedas (Ávila). De vuelta en Ávila, el Domingo de Ramos de 1537, sufrió un paroxismo de cuatro días en casa de su padre, quedando paralítica durante más de dos años. Antes y después del paroxismo, sus padecimientos físicos fueron horribles. 24
  • 25. Favores espirituales Santa Teresa de Jesús. Pintura al óleo de Alonso del Arco, siglo XVII. A mediados de 1539 Teresa recuperó la salud; según la tradición ello fue debido a la intercesión de san José. Con la salud Teresa recuperó las aficiones mundanas, fáciles de satisfacer, puesto que la clausura sólo se impuso como obligatoria a todas las religiosas a partir de 1563. En esa época Teresa de Ávila vivió nuevamente en el convento de la Encarnación, donde recibía frecuentes visitas. Poco después, Teresa abandonó la oración (1541). Según su testimonio se le apareció Jesucristo (1542) en el locutorio con semblante airado, reprendiéndole su trato familiar con seglares. No obstante, la monja no cambió su estilo de vida en varios años, hasta su conversión definitiva hacia el año 1554 o 1555, tras la vista de una talla policromada de un Ecce homo, en su propia expresión, «de Cristo muy llagado» (Vida 9, 1).[11] El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos momentos, el dominico Vicente Barón, se encargó de dirigir la conciencia de Teresa rememorando las últimas palabras del padre de ésta. Posteriormente, impresionada por estas palabras, Teresa enmendó su conducta y estuvo dispuesta a corregir sus faltas. Al cabo, Teresa se confortó con la lectura de las Confesiones, de San Agustín. Por aquellos años, los jesuitas Juan de Prádanos y Baltasar Álvarez fundaron en Ávila un colegio de la Compañía (1555). Teresa confesó con Prádanos; al año siguiente (1556) comenzó a sentir grandes favores espirituales y poco después se vio animada (1557) por San Francisco de Borja. Tuvo en 1558 su primer rapto y la visión del infierno. Tomó por confesor (1559) a Baltasar Álvarez, que dirigió su conciencia durante 25
  • 26. unos seis años, y disfrutó, dice, de grandes favores celestiales, entre los que se contó la visión de Jesús resucitado. Hizo voto (1560) de aspirar siempre a lo más perfecto. San Pedro de Alcántara aprobó su espíritu y San Luis Beltrán la animó a llevar adelante su proyecto de reformar la Orden del Carmen, concebido hacia dicho año. Teresa quería fundar en Ávila un monasterio para la estricta observancia de la regla de su orden, que comprendía la obligación de la pobreza, de la soledad y del silencio. Por mandato de su confesor, el dominico Pedro Ibáñez, escribió su vida (1561), trabajo que terminó hacia junio de 1562; añadió, por orden de fray García de Toledo, la fundación de San José; y por consejo de Soto volvió a escribir su vida en 1566. Aquí es oportuno copiar al biógrafo francés Pierre Boudot: En todas las páginas (del libro de su vida) se ven las huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más extraordinarias. Pasaba de los cuarenta y tres años cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se sucedieron sin interrupción durante dos años y medio (1559–1561). Sea por desconfianza, sea para probarla, sus superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron que resistiera a estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar de sus esfuerzos, su oración era tan continua que ni aun el sueño podía interrumpir su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo. El biógrafo francés alude al suceso (1559) que refiere la santa en estas líneas: Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el 26
  • 27. alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado. Vida de Santa Teresa, cap. XXIX Para perpetuar la memoria de dicha misteriosa herida, el Papa Benedicto XIII, a petición de los Carmelitas de España e Italia, estableció (1726) la fiesta de la transverberación del corazón de Santa Teresa. El biógrafo francés agrega: Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con las personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del cielo; la de ser transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero. 27
  • 28. Inicio de las fundaciones a lo largo de España El Convento de San José en Ávila. A fines de 1561 recibió Teresa cierta cantidad de dinero que le remitió desde el Perú uno de sus hermanos, y con ella se ayudó para continuar la proyectada fundación del Convento de San José. Para la misma obra contó con el concurso de su hermana Juana, a cuyo hijo Gonzalo se dice que resucitó la Santa.[cita requerida] Esta, a principios de 1562, marchó a Toledo a casa de Luisa de la Cerda, en donde estuvo hasta junio. En el mismo año conoció al padre Báñez, que fue luego su principal director, y a fray García de Toledo, ambos dominicos. Descontenta con la «relajación» de las normas que en 1432 habían sido mitigadas por Eugenio IV, Teresa decidió reformar la orden para volver a la austeridad, la pobreza y la clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelitano. Pidió consejo a Francisco de Borja y a Pedro de Alcántara que aprobaron su espíritu y su doctrina. Después de dos años de luchas llegó a sus manos la bula de Pío IV para la erección del convento de San José, en Ávila, ciudad a la que había regresado Teresa. Se abrió el monasterio de San José (24 de agosto de 1562); tomaron el hábito cuatro novicias en la nueva Orden de las Carmelitas Descalzas de San José; hubo alborotos en Ávila; se obligó a la Santa a regresar al convento de la Encarnación, y, calmados los ánimos, vivió Teresa cuatro años en el convento de San José con gran austeridad. Las religiosas seguidoras de la reforma de Teresa, dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias de cuero o madera; consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se abstenían por completo de comer carne. Teresa no quiso para ella ninguna distinción, antes bien siguió confundida con las demás religiosas no pocos años. La reforma propugnada por Teresa junto a San Juan de la Cruz, que, como se verá, comprendió también a los hombres, se llamó de los Carmelitas Descalzos, y progresó rápidamente, no obstante los escasos recursos de que disponía la santa. El padre Rossi, general del Carmen, visitó (1567) el convento de San José, lo aprobó, y dio permiso a Teresa para fundar otros de mujeres y dos de hombres. La santa, en aquel año, marchó a 28
  • 29. Medina del Campo para posesionarse de otro convento; estuvo en Madrid, y en Alcalá de Henares arregló el convento de descalzas fundado por su amiga María de Jesús. Por entonces se empezó a tratar de la reforma para hombres. En 1562 llegó a Malagón y fundó otro monasterio de la reforma. El monasterio fue bendecido en su inauguración el día de Ramos (11 de abril) de 1568. Como anécdota y dato curioso cabe decir que en la celda del monasterio que ocupó Santa Teresa hay una imagen suya sentada escribiendo en una pequeña mesa y que sólo se expone una vez cada 100 años en esa iglesia. Actualmente, en el monasterio viven carmelitas de clausura. De Malagón se trasladó Teresa a Toledo, a donde llegó enferma (1568), y tras una corta residencia en Escalona, regresó a la ciudad de Ávila. De ella salió para Valladolid; allí dejó establecido otro convento, y por Medina y Duruelo de Blascomillán (Ávila), volvió al de Ávila (1569). Pasó a Toledo y Madrid; de aquí otra vez a Toledo, ciudad en la que experimentó muchas dificultades para la fundación de un convento, la cual quedó hecha a 13 de mayo, y vencidos otros obstáculos, tomó posesión del Convento de la Concepción Francisca de Pastrana (9 de julio). De vuelta en Toledo, allí permaneció un año, durante el cual hizo algunas breves excursiones a Medina, Valladolid y Pastrana. En Duruelo de Blascomillan (Ávila) se había fundado el primer convento de hombres (1568). Se afirma que vio Teresa milagrosamente el martirio del Padre Acevedo y otros 40 Jesuitas asesinados (1570) por el pirata protestante Jacobo Soria. Tras una visita a Pastrana, de donde regresó a Toledo, entró en Ávila (agosto). Poco después se fundaba en Alcalá el tercer convento de descalzos, y en Salamanca, ciudad en que estuvo la santa, el séptimo de descalzas, al que siguió otro de mujeres en Alba de Tormes (25 de enero de 1571). De Alba volvió Teresa a Salamanca, siendo hospedada en el palacio de los condes de Monterrey; pasó a Medina, y de vuelta en Ávila, aceptó el priorato del convento de la Encarnación, cuya reforma consiguió. El priorato duró tres años. Se fundaron varios conventos más de descalzos; algunos en Andalucía abrazaron la reforma, y comenzó la discordia entre calzados y descalzos, todo ello en 1572, año en que Teresa recibió muchos favores espirituales en el convento de la Encarnación: tales fueron su desposorio místico con Jesucristo y un éxtasis en el locutorio cuando conversaba con San Juan de la Cruz. Teresa, que en el transcurso de su vida escribió muchas cartas, estuvo en Salamanca en 1573. Allí, obedeciendo a su director, el jesuita Ripalda, redactó el libro de sus fundaciones. 29
  • 30. Resultados de la reforma carmelitana y tribulaciones de Teresa El éxtasis de Santa Teresa. Escultura de Gian Lorenzo Bernini. Vivió después en Alba (1574), de la que, a pesar de hallarse enferma y muy atribulada, pasó por Medina del Campo y Ávila a Segovia. En esta ciudad fundó otro convento, al que pasaron las religiosas del monasterio de Pastrana que fue abandonado debido al intento de Ana de Mendoza de la Cerda, la princesa de Éboli, de convertirse en religiosa bajo el nombre de sor Ana de la Madre de Dios, siguiendo un estilo de vida desapegado a la norma de la orden. En dicho año se denunció a la Inquisición por primera vez la autobiografía de Teresa, que, de regreso en Ávila, terminado (6 de octubre) su priorato en la Encarnación, volvió a su convento de San José. A fines de año marchó a Valladolid. A principios de enero de 1575 por Medina del Campo, llegó a Ávila, y deteniéndose en Fontiveros, fue a Beas de Segura (Jaén) invitada por Catalina Godínez para fundar allí. El camino lo hizo por Toledo, Malagón y Torre de Juan Abad, donde tomó ceniza el día 16 de febrero, en el trayecto se perdió en Sierra Morena, llegando esa misma tarde para la fundación del décimo convento de Carmelitas Descalzas (Beas de Segura), el 24 de febrero de 1575. En abril conoció al P. Jerónimo Gracián que estaba en Sevilla como visitador de la Orden, salió camino de la Corte, y enterado que estaba la santa en Beas desvió su camino, fue un encuentro gratificante para ambos. En Beas recibió una denuncia que puso la princesa de Éboli a la Inquisición española por el Libro de su Vida. Después se trasladó Teresa a Sevilla el 18 de mayo, estando enferma, y pasó grandes incomodidades en el viaje. Sufrió también grandes contradicciones en Sevilla, aunque logró fundar en ella el undécimo convento de descalzas. 30
  • 31. Estalló la discordia entre carmelitas calzados y descalzos en el capítulo general celebrado por aquellos días en Plasencia; en virtud de las bulas pontificias se acordó tratar con rigor a los descalzos, que se habían extralimitado en sus fundaciones, y como fuera el padre Gracián (21 de noviembre), por comisión del nuncio, a visitar a los carmelitas calzados de Sevilla, estos resistieron la visita con gran alboroto. El padre Salazar, provincial de Castilla, intimó a Teresa que no hiciera más fundaciones y que se retirase a un convento sin salir de él. Trató la santa de retirarse a Valladolid, pero se opuso Gracián. En Sevilla estaba Teresa al fundarse en Caravaca (1 de enero de 1576) el duodécimo convento de descalzas. Delatada a la Inquisición por una religiosa salida del convento, eligió para su residencia el convento de Toledo. Dejó Sevilla (4 de junio), llegó a Malagón (11 de junio), y de allí a Toledo, donde ya estaba a principios de julio. Antes de establecerse, marchó al convento de Ávila para arreglar varios asuntos; pero regresó rápidamente a Toledo en compañía de Ana de San Bartolomé, a la que había tomado por secretaria. Allí concluyó el libro de Las fundaciones, las cuales se suspendieron en los cuatro años que duraron las persecuciones y conflictos entre calzados y descalzos. Eligió en Toledo por confesor a Velázquez. Propaladas muchas calumnias contra Teresa, se trató de enviarla a un convento americano. Hizo la santa un viaje de Toledo a Ávila (julio de 1577), para someter a la Orden del Carmen el convento de San José, antes sujeto al ordinario. Miguel de la Columna y Baltasar de Jesús, desertores de la reforma, extendieron las calumnias contra los descalzos, a los que con tal motivo persiguió el nuncio Felipe Sega. Acudió Teresa al rey, que tomó en sus manos el asunto. Las monjas de la Encarnación, en Ávila, la eligieron priora, a pesar de las censuras del padre Valdemoro (octubre de 1577). La santa escribió (julio a noviembre) el libro de Las moradas. Sostuvo luego (1578) una polémica con el padre Suárez, provincial de los Jesuitas, y el nuncio redobló sus persecuciones hasta el punto de pretender destruir la reforma, desterrando a los principales descalzos y confinando a Toledo a Teresa, por él calificada de «fémina inquieta y andariega». En Sevilla un confesor delató a la Inquisición las supuestas faltas de la priora de las descalzas y de Teresa misma, sobre lo cual se formó un ruidoso expediente que puso en claro la inocencia de ambas. Aquel año de (1578) la santa lo pasó en Ávila, y fue el más triste para Teresa, pues en una de sus cartas decía que le hacían guerra todos los demonios. Por entonces se hizo otra denuncia del Libro de su Vida. Desde principios de 1579 comenzó a calmarse la tempestad contra Teresa y su reforma. La santa escribió en Ávila (6 de junio) los cuatro avisos que dijo haber recibido del mismo Dios para aumento y conservación de su orden, los cuales publicó Fray Luis de León al fin del libro de la Vida. De Ávila salió (25 de junio) para visitar sus conventos. Sucesivamente estuvo en Medina del Campo, Valladolid, otra vez en Medina, en Alba de Tormes y Salamanca. De regreso en Ávila (noviembre), salió para Malagón, a pesar de estar enferma, y llegó a dicho pueblo (día 19) pasando por Toledo. En Villanueva de la Jara asistió a la fundación (21 de febrero de 31
  • 32. 1580) del decimotercer convento de descalzas. Regresó a Toledo, a pesar del mal estado de su salud y de los dolores de un brazo que se había roto (1577) resultado de una caída. En Toledo tuvo una parálisis y fallas cardíacas, que la pusieron a las puertas de la muerte. De allí pasó a Segovia y volvió a la ciudad de Ávila. Por aquellos días Gregorio XIII expidió las bulas (22 de junio) para la formación de provincia aparte para los descalzos. Teresa visitó Medina y Valladolid, donde cayó gravemente enferma. En Palencia fundó otro convento, al que siguieron dos de descalzos, uno en Valladolid y otro en Salamanca, ambos fundados en 1581. El decimoquinto de descalzas quedó fundado por la santa en Soria (3 de junio de 1581). Luego Teresa pasó por el Burgo de Osma, Segovia y Villacastín a la ciudad de Ávila, en la que las monjas del convento de San José la eligieron priora, cargo que hubo de aceptar. Después estuvo (1582) en Medina del Campo, Valladolid, Palencia y Burgos, casi siempre enferma. 32
  • 33. Últimas fundaciones y muerte Vidriera del Convento de Santa Teresa. Supo que en Granada se había fundado el decimosexto convento de carmelitas, y uno de descalzos en Lisboa. El decimoséptimo de descalzas lo fundó ella en Burgos, donde escribió sus últimas fundaciones, incluyendo la de dicha ciudad. Saliendo de Burgos pasó por Palencia, Valladolid, cuya priora la echó del convento, Medina del Campo, cuya priora también la despreció, y Peñaranda. Al llegar a Alba de Tormes (20 de septiembre) su estado empeoró. Recibido el viático y confesada, murió en brazos de Ana de San Bartolomé la noche del 4 de octubre de 1582 (día en que el calendario juliano fue sustituido por el calendario gregoriano en España, por lo que ese día pasó a ser, viernes, 15 de octubre). Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de esta localidad, con grandes precauciones para evitar un robo. Exhumado el 25 de noviembre de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila, donde se colocó en la sala capitular; pero el cadáver, por mandato del Papa, fue devuelto al pueblo de Alba, habiéndose hallado incorrupto (1586). Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata. 33
  • 34. Reconocimientos Beatificada Teresa en 1614 por Paulo V, e incluida entre las santas por Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, fue designada (1627) para patrona de España por Urbano VIII. En 1626 las Cortes de Castilla la nombraron copatrona de los Reinos de España, pero los partidarios de Santiago Apóstol lograron revocar el acuerdo. Fue nombrada Doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca y posteriormente fue designada patrona de los escritores. Con todo, la Iglesia como institución no reconocía oficialmente el magisterio de la vida espiritual realizado por santa Teresa de Jesús, ni su doctorado en la Iglesia. Se hicieron varias tentativas al respecto, la última en 1923. La razón que se alegaba para el rechazo era siempre la misma: «obstat sexus».[12] Finalmente en 1970, santa Teresa de Jesús se convirtió (junto con Santa Catalina de Siena) en la primera mujer elevada por la Iglesia Católica a la condición de Doctora de la Iglesia, bajo el pontificado de Pablo VI. La Iglesia Católica celebra su fiesta el 15 de octubre. En 2015 la Universidad de Ávila la nombra doctora honoris causa[13] 34
  • 35. Obra literaria Santa Teresa, por François Gérard. Cultivó además Teresa la poesía lírico-religiosa. Llevada de su entusiasmo, se sujetó menos que cuantos cultivaron dicho género a la imitación de los libros sagrados, apareciendo, por tanto, más original. Sus versos son fáciles, de estilo ardiente y apasionado, como nacido del amor ideal en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella fuente inagotable de mística poesía. Las obras místicas de carácter didáctico más importantes de cuantas escribió la santa se titulan: Camino de perfección (1562–1564); Conceptos del amor de Dios y El castillo interior (o Las moradas). Además de estas tres, pertenecen a dicho género las tituladas: Vida de Santa Teresa de Jesús (1562–1565) escrita por ella misma y cuyos originales se encuentran en la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del El Escorial; Libro de las relaciones; Libro de las fundaciones (1573–1582); Libro de las constituciones (1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas; Exclamaciones del alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita de descalzas; Avisos; Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual y Vejamen. También escribió poesías, escritos breves y escritos sueltos sin considerar una serie de obras que se le atribuyen. Teresa escribió también 409 Cartas, publicadas en distintos epistolarios. Los escritos de la santa se han traducido a varios idiomas. El nombre de Santa Teresa de Jesús figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la Real Academia Española. 35
  • 36. Características físicas El retrato más fiel a su apariencia es una copia de un original pintado de ella en 1576 a la edad de 61 años. Fray Juan de la Miseria pintó el rostro de Santa Teresa sobre lienzo, que es el cuadro más parecido al aspecto original, por realizarlo con la protagonista delante de sus ojos, y con los pinceles en la mano. (Retrato principal del artículo). Su confesor, Francisco de Ribera, trazó así el retrato de Teresa: Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien: el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello, negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído, de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y era tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía mucho. 36
  • 37. Enseñanzas Teresa transmite con espontaneidad su experiencia personal. Primero más de 20 años de oración estéril (sequedad o acedía), coincidiendo con enfermedades por las que padece tremendos sufrimientos. Después, a partir de los 41 años, fuertes y vivas experiencias místicas, a las que sus confesores califican como imaginarias o incluso como obra del demonio, aunque Teresa confía en su origen divino por el efecto que dejan de paz, refuerzo de las virtudes (especialmente de la humildad) y anhelo de servir a Dios y a los otros. La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir la reforma iniciada ya en Europa. Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito "Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares" fue quemado por ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. La experiencia vivida y transmitida por Teresa en todos sus escritos se basa en la oración como el modo por excelencia de relación y comunicación con Dios. 37
  • 38. Grados de oración Los capítulos 11 a 23 del libro de La Vida son un tratado de oración clásico y único, donde compara los niveles de oración con cuatro formas de regar un huerto. Las flores que este dará son las virtudes: 1. Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo. Corresponde con la oración mental, interior o meditativa, que es un discurso intelectual sin repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en el silencio, y evitar las continuas distracciones. La definición de Teresa de oración mental está recogida en el Catecismo de la Iglesia católica: «[…] que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida, 8, 5). Es la etapa que más esfuerzo personal requiere para tomar la decisión de iniciar este camino. 2. Riego trasegándola con una noria. Oración de quietud: también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la concentración y la serenidad. El esfuerzo sigue siendo personal, se comienza a gustar de los frutos de la oración, lo que nos anima a perseverar. 3. Riego con canales desde una acequia. Oración de unión: el esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria, imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: «el gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado» (Vida 16,1). 4. Riego con la lluvia que viene del cielo. Éxtasis o arrobamiento: se pierde el contacto con el mundo por los sentimientos. «Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza» (Vida 18, 1), se pierde incluso la sensación de estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo que nos acontece. Corresponden con las descripciones de levitación. En el libro Camino de Perfección (también llamado el Castillo Interior o Las Moradas) detalla las etapas de la oración en 7 pasos. Describiendo el alma como un castillo de cristal o diamante al que se entra por medio de la oración y en el que se van recorriendo diversas moradas. Teresa insiste en perseverar en la oración con humildad frente a Dios sin exigir o buscar experiencias sobrenaturales: «[…] importa mucho entender que no a todos lleva 38
  • 39. Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo está más alto […]» (Camino de Perfección 27,2). O dicho de otra forma: «el verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor» (Camino de Perfección 15, 2). 39
  • 40. Reliquias y traslados Reliquia del corazón de Santa Teresa. Carmelitas de Alba de Tormes. Nueve meses después de su muerte abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo estaba entero y los vestidos podridos. Antes de devolver el cuerpo al cofre de enterramiento le diseccionaron una mano que envolvieron en una toquilla y la llevaron a Ávila. De esa mano cortó el padre Gracián el dedo meñique y, según su propio relato, lo mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos. Lo rescató a cambio de unas sortijas y 20 reales de la época. Reunido el capítulo de los descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a Ávila y ser custodiado en el convento de san José. Se hizo el traslado un sábado de noviembre de 1585, casi en secreto. Las monjas del convento de Alba de Tormes pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo volvió de nuevo a Alba de Tormes. Después de estos hechos no la volvieron a trasladar más, pero se sacaron varias reliquias: El pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma. La mano izquierda, en Lisboa. El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda (España). Esta es la famosa mano 40
  • 41. que Francisco Franco conservó hasta su muerte, tras recuperarla las tropas franquistas de manos republicanas durante la Guerra Civil Española. El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes. Y el cuerpo incorrupto de la santa en el altar mayor, en un arca de mármol jaspeado custodiado por dos angelitos, en dicha iglesia. Un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París. Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda. Dedos y otros restos santos, esparcidos por España y toda la cristiandad. Bastón de Teresa de Jesús en el V centenario de su nacimiento A la izquierda, bastón de santa Teresa. En el centro, detalle de la empuñadura. A la derecha, el cardenal argentino Mario Aurelio Poli bendice al pueblo con el bastón durante una misa celebrada en el Monasterio Santa Teresa de Jesús en ocasión del paso del báculo por Buenos Aires como parte de la peregrinación llamada «Camino de la Luz».[14] El bastón o báculo de Teresa de Jesús es una reliquia que se convirtió en símbolo del camino espiritual de la propia santa Teresa.[15] [16] Con motivo de la preparación para la celebración del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, el bastón, resguardado por una caja vidriada, se trasladó en una peregrinación conocida como «Camino de la Luz», que comenzó en Ávila, España, el 15 de octubre del 2014 (día de su fiesta), y se detuvo en los principales centros de carmelitas descalzas en veintinueve países de los cinco continentes.[16] El recorrido de la peregrinación, organizado por la propia Orden, finalizó en Ávila el 28 de marzo (cumpleaños de la santa) de 2015.[16] 41
  • 42. Títulos Capitana de los Reinos de España. Este título fue proclamado por las Cortes en 1626 pero los partidarios de Santiago apóstol consiguieron revocar el acuerdo. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca. Alcaldesa de la Villa de Alba de Tormes (título honorífico) desde el año 1963. Doctora de la Iglesia Católica, declarada en 1970. 42
  • 43. Cine y televisión La película Santa Teresa de Jesús, dirigida en 1961 por Juan de Orduña, versó sobre la vida de la Santa. En 1984 Josefina Molina rodó una nueva película de igual título, protagonizada por Concha Velasco, que en ese mismo año, en una versión más extensa, fue emitida en TVE como serie de ocho capítulos, muy premiada. En 2007 se estrenó Teresa: el cuerpo de Cristo dirigida por Ray Loriga y protagonizada por Paz Vega. La santa también aparece en el episodio «Adiós Maggie, adiós» de la vigésima temporada de Los Simpson. 43
  • 44. Véase también San Juan de la Cruz Fray Luis de León Fray Luis de Granada Carmelitas Carmelitas Descalzas Francisco Palau y Quer Huellas de Santa Teresa 44
  • 45. Notas 1. Volver a b Muere en alguna hora de la noche del 4 al 15 de octubre de 1582, la noche de transición en España del calendario juliano al gregoriano. 45
  • 46. Referencias 1. Volver A. Anthony Thompson, Irving (2008). «La cuestión de la autoridad en la controversia sobre el Patronato de santa Teresa de Jesús». En Francisco José Aranda Pérez y José Damiâo Rodrigues. De Re Publica Hispaniae: una vindicación de la cultura política en los reinos ibéricos en la primera modernidad (Silex Ediciones): 293-320. ISBN 978-84-7737-209-7. 2. Volver a b Burgos Madroñego, Manuel (1997). «En torno a santa Teresa de Jesús». Isla de Arriarán: revista cultural y científica (10): 263–280. Consultado el 19 de enero de 2015. El autor analiza el origen judeo-converso de Teresa de Jesús, y una referencia de la obra de Efrén de la Madre de Dios (1951) Santa Teresa de Jesús. Obras completas. Biografía de la Santa. Madrid, pp. 169-170 y 211-212, en la que se señala: «El lugar de nacimiento hubo de ser, según parece, la riente aldea de Gotarrendura, donde sus padres solían invernar.» 3. Volver Teresa de Jesús (2012). Constituciones que la madre Teresa de Jesús dio a las Carmelitas Descalzas. Presentación. Red ediciones. p. 7. ISBN 978-84-9816-818-1. Consultado el 19 de enero de 2015. 4. Volver Teresa de Jesús (2012). Las moradas. Presentación. Red ediciones. p. 7. ISBN 978-84-9816-481-7. Consultado el 19 de enero de 2015. 5. Volver De Martino,Giulio; Bruzzese, Marina (2000). Las filósofas: las mujeres protagonistas en la historia del pensamiento. Madrid: Ediciones Cátedra. p. 102. ISBN 84-376-1440-6. Consultado el 19 de enero de 2015. 6. Volver Teresa de Jesús (2007). «Cronología». Libro de la vida. Algaba. «1515. Nace en Ávila el 28 de marzo de 1515 (Miércoles de Pascua)». 7. Volver Barrio Maestre, José María (2012). Antropología del hecho religioso. Madrid: Ediciones Rialp. p. 126. ISBN 978-84-321-3948-2. 8. Volver Congregatio pro Causis Sanctorum (1970). Junta Nacional Española para el Doctorado de Santa Teresa de Jesús, ed. Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia: documentos oficiales del proceso canónico. Editorial de Espiritualidad. p. 246. «[...] A. Saudreau (muerto en 1946) dice que su autoridad en esta materia "es de primer orden"; F. Naval la invoca como "Doctora preclara"; A. Tanquerei la iguala a san Juan de la Cruz, que es el "mayor Doctor de la unión mística"; A. Royo Marín dice que "es sin disputa la figura cumbre de la mística cristiana experimental"; y A. Dagnino une su magisterio al de santo Tomás, san Juan de la Cruz, san Francisco de Sales, añadiendo que es "doctora calificada y gran maestra de la vida espiritual" [...]». 9. Volver Javierre, José María (1982). «La sangre judía de santa Teresa». Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras: Minervae baeticae (10): 53-54. ISSN 0214-4395. 10. Volver Teresa de Jesús, Vida, capítulo 1. 11. Volver López Navarro, José (2014). «Introducción». En Santa Teresa de Jesús. 46
  • 47. Libro de la Vida I. Relato autobiográfico. Madrid: Ediciones Rialp. p. 21. ISBN 978- 84-321-4467-7. Consultado el 28 de marzo de 2015. 12. Volver Royo Marín, Antonio (2002). Doctoras de la Iglesia: doctrina espiritual de Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 978-84-220-0407-3. Obstat sexus [el sexo lo impide] fue la respuesta con la cual el papa Pío XI anunció en 1923, por boca de monseñor Aurelio Galli, la negativa a que Teresa de Jesús fuese declarada en ese entonces Doctora de la Iglesia. 13. Volver La Universidad de Ávila nombra doctora “honoris causa” a Santa Teresa de Jesús 14. Volver Ruíz, Mariana (8 de noviembre de 2014). «El bastón-reliquia de Santa Teresa de Jesús recorrió su ‘Camino de luz’ en Buenos Aires». Crónicas de la Emigración. Xunta de Galicia. Consultado el 4 de marzo de 2015. 15. Volver Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, ed. (4 de febrero de 2015). «Unas horas junto al bastón de santa Teresa». Archivado desde el original el 27 de noviembre de 2015. Consultado el 4 de marzo de 2015. «[...] el bastón, símbolo de camino, de fe y de trascendencia religiosa.» 16. Volver a b c Revista Ecclesia, ed. (11 de octubre de 2014). «Camino de Luz, peregrinación teresiana por los cinco continentes desde el 15 de octubre, inicio del Año Jubilar del V Centenario de Santa Teresa de Jesús». Consultado el 4 de marzo de 2015. «La idea de la vida como camino, como peregrinaje, incluso como “misión”, está íntimamente ligada a la vida y a la memoria de Santa Teresa de Jesús. Su espíritu andariego, emprendedor, creativo y de búsqueda de la fe y de la verdad, se ha extendido por todo el mundo. [...] se recorrerán 29 países a todo lo largo y ancho del mundo busca unir personas de diferentes razas y culturas. [...] la peregrinación “Camino de Luz” partirá de Ávila el día 15 de octubre de 2014 (festividad de la Santa), y recorrerá el mundo por lugares teresianos en los cinco continentes -Europa, Asia, América, África y Oceanía-, incluidas misiones en activo, hasta llegar a Ávila el 28 de marzo de 2015, lugar y fecha de su nacimiento [...]». 47
  • 48. Bibliografía Boudot, Pierre: la Jouissance de Dieu ou le Roman courtois de Thérèse d'Avila (préface de Xavier de Tilliette). Cluny: A contrario, coll. « La sœur de l'ange. Les classiques méconnus », 2005 ISBN 2-7534-0032-6. Etxeberri, Xabier: Vida y obra de Santa Teresa de Ávila. Barcelona: Cartes, 1955. García Valdés, Olvido: Santa Teresa de Jesús. Barcelona: Ediciones Omega S.A., 2001. ISBN 84-282-1235-X. Lope de Vega, Félix: Santa Teresa de Jesús. Barcelona: Linkgua ediciones, 2005. ISBN 84-96428-91-5. Martínez-Blat, Vicente: La andariega: Biografía íntima de Santa Teresa de Jesús. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005. ISBN 84-7914-779-2. Ribera, Francisco: La vida de la madre Teresa de Jesús: Fundadora de las descalzas y descalzos carmelitas. Madrid: Edibesa, 2005. ISBN 84-8407-427-7. Dževad Karahasan: El ángel extasiada: Viena, Salzburgo y Klagenfurt: Arbos, 2005. Santa Teresa de Jesús: Castillo interior, o Las moradas. Madrid: Aguilar, 1957. Santa Teresa de Jesús: Exclamaciones del alma a su Dios. Madrid: Aguilar, 1957. Colección Crisol. Santa Teresa de Jesús: Poesías. Madrid: Aguilar, 1957. Colección Crisol. 48
  • 49. Bibliografía adicional Pérez, Joseph (2007). Teresa de Ávila y la España de su tiempo. EDAF. ISBN 9788496107809. Lorenz, Erika (2004). Teresa de Ávila: las tres vidas de una mujer. Herder. ISBN 9788425423901. Auclair, Marcelle (2014). La vida de Santa Teresa de Jesús. Palabra. ISBN 9788490610831. 49
  • 51. INTRODUCCIÓN A LAS OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS Por Vicente De La Fuente § I. Motivos por los cuales hay que dar cabida en esta colección a las obras de Santa Teresa. En todas las ediciones de las obras de Santa Teresa, que hasta de ahora han salido a luz, se ha considerado a esta célebre española como una santa escritora; en esta edición mas bien va a figurar como una escritora santa. Sin ambajes ni rodeos, sin rebuscados ni altisonantes exordios, quedan manifestados desde la primera cláusula el objeto, la idea y las circunstancias de esta edición, hecha en obsequio del literato, mas bien que para uso del hombre devoto. Habiendo sido la sencillez en el lenguaje, en las formas, y sobre todo, en las costumbres, una de las cualidades características de Santa Teresa, en verdad que fuera ridículo por mi parte el obrar de otro modo, al publicar sus obras; porque si en medio de la elevación de sus ideas el candor y pureza de su vida se retratan en la claridad y sencillez de sus escritos, ¿en qué podría fundarme yo para principiar estos apuntes con estilo enfático y grandilocuente, aun dado caso que supiera usarlo? El valerme de tal lenguaje en el preámbulo de las obras de Santa Teresa seria, en mi juicio, lo mismo que bordar de oro la túnica de sayal que ella vestía. Si en su trato y en sus escritos jamás usó exordios ni rodeos, creo impertinente usarlos en lo que tenga que decir en el preámbulo de sus obras: si el estilo y lenguaje que usaba fueron siempre claros y sencillos, sin afectación ni artificio, creo que desdiría el usar de cualquiera otro al publicar ahora sus obras y 51
  • 52. anotarlas de nuevo, siquiera la edición se haga en obsequio de la gente de letras. Y, en efecto, al figurar Santa Teresa con sus escritos al lado de los maestros León, Granada y otros varios clásicos, hablistas y célebres escritores españoles, de varios siglos, géneros y asuntos, en tan inconexas y distintas materias, ¿en qué concepto entran sus libros entre los de otros autores españoles en esta variada y extensa Biblioteca? Dos son los únicos vínculos que entre sí tienen todos los escritores, cuyas obras se van publicando en esta Colección: la patria y la nombradía. Todos ellos son españoles, todos ellos son notables, y por lo común célebres, siquiera su celebridad no sea igual en todos ellos. Pero pocos escritores figuran en esta Biblioteca cuya fama y nombradía rayen al igual de la reputación de Santa Teresa, dentro y fuera de España. Ni Cervantes con su Quijote, ni Lope y Calderón con sus composiciones dramáticas, ni León y Granada a pesar de la importancia de sus escritos ascéticos, tan generalizados en todos los países católicos, son tan conocidos y nombrados como la célebre Autora del Camino de la perfección y Las Moradas. ¿Será acaso por su santidad? ¿Será por haber fundado un instituto, que se llegó a extender por toda la Iglesia, o por haber escrito cosas, que por su utilidad necesitan andar en manos de todos y consultarse a cada momento? No por cierto: san Ignacio de Loyola, san Pedro de Alcántara, san Francisco de Borja, san Juan de la Cruz, el venerable maestro Juan de Avila y otros coetáneos suyos, fundadores o propagadores de otros institutos no ménos célebres, fueron también notables por sus virtudes, escribieron muy santas obras, y aun algunas de ellas son mas manuales que las mismas de Santa Teresa; y con todo, ni gozan de tanta celebridad, ni son tan leídas. Los mismos ejercicios de san Ignacio son mas leídos en sus comentarios, que tal cual fueron escritos. En mi juicio son las calidades mismas de los escritos de Santa Teresa las que les han valido esta popularidad, si bien las otras circunstancias no han dejado de venir a realizarlas. La sencillez del lenguaje, su candor y naturalidad, la elevación misma de las ideas encantan, aun a los que apénas lo comprenden, dejando vislumbrarlas caricias que Dios prodiga a los que se dedican a su amor; además el modo tan halagüeño con que descorre una punta del velo misterioso que acá en la tierra nos oculta al cielo, y el aliento que comunica, aun a las almas tibias en religión, para esforzarse a entrar en los caminos que conducen a Dios, son cualidades que caracterizan los escritos de Santa Teresa, y que le han valido tanto crédito y reputación entre sabios e ignorantes, entre las gentes dadas a la devoción, y aun entre los mismos hombres de mundo que las han leído. Casi todas nuestras obras ascéticas estaban escritas por teólogos profundos, literatos eminentes, versados en latín, y aun empapados en el lenguaje de Cicerón y Quintiliano, conocedores profundos de la Sagrada Escritura y de los santos Padres, acostumbrados a las abstracciones escolásticas de las aulas, al lenguaje convencional usado en las escuelas para las explicaciones y controversias, y al hipérbaton latino, en cuyo idioma leían, aun mas que en castellano. Santa Teresa, ajena a todas estas cosas, habla el lenguaje de las mujeres, que por lo común es más castizo que el de los hombres de letras: expresa sus ideas con las palabras y circunloquios que halla mas a mano, pero siempre con grande 52
  • 53. oportunidad, como usados por persona que, aun prescindiendo de la inspiración, tenia mucho talento, imaginación viva, educación esmerada, lectura de buenos libros y trato con gente fina y bien nacida. De aquí que su lenguaje esté al alcance de todos, que su estilo sea fácilmente comprendido y su lectura parezca siempre amena y agradable. Puede decirse que Santa Teresa popularizó el estudio de la Teología mística, poniéndolo al alcance de personas no letradas, y revelando al pueblo católico verdades conocidas solamente de los sabios y escondidas en lo profundo de las cátedras y de los claustros monásticos; no porque los teólogos tuvieran interés en ocultarlas, sino por la dificultad de poderlas explicar llanamente y en lengua española, cuando la Iglesia, a vista de las exageraciones protestantes, recelaba de los escritos teológicos en lengua vulgar, y la Inquisición avizoraba todos los libros místicos, algunos de los cuales propendían a la herejía y no pocos a extravíos de loco fanatismo. Mas dejando a un lado estas consideraciones ascéticas y religiosas, veamos qué títulos históricos o literarios tiene Santa Teresa, para que sus obras figuren al par de las de otros literatos españoles, que aparecen en esta colección. La primera es su gran celebridad en toda la Iglesia católica y, por tanto, dentro y fuera de España, no tan solo por su virtud eminente, sino también como fundadora de un instituto, que aun hoy en día subsiste con el fervor primitivo que supo comunicarle. El español que entra por primera vez en el Vaticano, queda agradablemente sorprendido cuando al dirigir su vista sobre la derecha y hacia el paraje donde los católicos acuden a señalar sus frentes con el agua bendita, ve colocada allí la estátua colosal de Santa Teresa, de riquísimo mármol blanco, y frente a ella, en el opuesto lado, la de san Pedro Alcántara, su director, y también nuestro compatriota, no menos célebre. En la curiosa narración de la Vida de Santa Teresa, que ella misma escribe por superior mandato, va envuelto el origen de la célebre Reforma Carmelitana, que, cien años ha, contaba con mas de setecientos conventos de ambos sexos, extendidos por toda la faz del orbe católico, y aun entre los infieles mismos, con un total de mas de catorce mil individuos que seguían su Regla y su espíritu, y leían sus obras a todas horas, y aun en los últimos rincones del Africa y del Asia, a donde sus misiones habían penetrado. Si a estos catorce mil lectores habituales de las obras de Santa Teresa se reúnen otros tantos carmelitas calzados, no menos afectos a los escritos de la que en un tiempo llevó su hábito, y además los individuos de otros institutos monásticos, y los seglares piadosos que leen con avidez los escritos de la célebre reformadora, se ve que podía calcularse en un guarismo muy alto el número de lectores habituales de estos escritos. Por ese motivo dije poco ha, que no hay libro ninguno español tan leído, como los de las obras de Santa Teresa. Apénas habían trascurrido veinte años después de su muerte, cuando ya sus obras se habían traducido en casi todos los idiomas de Europa, y también al latín. Cualquiera extranjero, medianamente conocedor de nuestra historia literaria, echaría aquí de menos las obras de Santa Teresa, si no se les hubiera dado cabida en esta colección. Para el literato español, y bajo el aspecto histórico, tienen además los escritos de 53
  • 54. Santa Teresa no pocos atractivos, aun prescindiendo de su valor ascético. Consisten estos en la narración exacta de unos hechos, que, aun cuando parecieran a juicio de alguno aislados y pequeños, con todo, caracterizan puntualmente las ideas, costumbres, genio, pasiones y hasta la vida privada de nuestros antepasados en el siglo xvi, siglo de oro de nuestras glorias literarias, religiosas, políticas y militares. Para la historia particular de la Iglesia de España son una de las más notables y preciosas fuentes: necesario es consultarlas para conocer las costumbres del clero secular y regular, tanto en su estado perfecto como de relajación, para saber las biografías de varios personajes coetáneos, las prácticas religiosas, tradiciones pías, y hasta las rivalidades entre algunos institutos religiosos. Bajo el aspecto filológico, los libros de Santa Teresa pueden ser mirados como el tipo mas completo del lenguaje familiar de Castilla en la segunda mitad del siglo xvi, lenguaje que si no es el mas correcto y culto, en cambio es el mas puro y castizo. Resulta, pues, la necesidad de dar cabida a las obras de Santa Teresa entre las de los escritores españoles por cuatro conceptos principales, a saber: por su alta e importante doctrina, por su celebridad universal e indisputable, por su importancia histórica y por su mérito filológico. Las dos primeras son las principales para el católico, las otras dos últimas para el literato español. § II. Doctrina de Santa Teresa, su mérito e importancia. En vida de Santa Teresa no todos acogieron bien sus escritos. Los émulos de la Reforma Carmelitana no miraban con buenos ojos ni a la Escritora ni a sus escritos. El de su Vida fue delatado a la Inquisición; el Comentario sobre algunos pasajes de los Cantares, se lo hizo quemar un confesor. Finalmente, había algunos que llevaban a mal el que una mujer se metiera a escribir sobre puntos tan arduos, como son los de Teología mística, faltando a lo que decía san Pablo: Que las mujeres en la Iglesia debían callar. Pero la Iglesia no confunde, ni puede confundir, su enseñanza pastoral, propia y oficial, por decirlo así, con la enseñanza externa, impropia y extraoficial, que ni se hace desde la cátedra del Espíritu Santo, ni por la Iglesia docente, ni con carácter ninguno dogmático ni obligatorio, sino solo de mera erudición. Seria una necedad confundir la enseñanza que da un prelado desde su cátedra episcopal, cualquiera que sea su jerarquía, 54
  • 55. con la que da un profesor desde su cátedra, aun cuando diga lo mismo. Es más, la doctrina misma de un obispo y hasta la del Papa, varía mucho en su importancia, según que procede en virtud de su ministerio pastoral, o según que enseña desde la cátedra de un establecimiento, o por medio de obras queda a la prensa, como literato, y con objeto de erudición. Mas esta distinción tan obvia y sencilla, al par que corriente, no se ha hecho siempre ni por todos; y de aquí el que se hayan embrollado las cuestiones de enseñanza, y que se haya preguntado a los legos y a las mujeres en virtud de qué misión enseñaban, o con qué facultades escribían, como si para la enseñanza extraoficial y privada se necesitasen misión ni facultades previas: la Iglesia, en tales escritos, sólo exige la sumisión para aprobar o reprobar la doctrina, según que es buena o mala, conveniente o inconveniente, pues no todo lo que es bueno es conveniente en todos casos. El padre Gracián, en el prólogo de los Conceptos del Amor divino, sobre los Cantares, se vió ya precisado a defender este derecho a escribir, aduciendo los ejemplos de santa Hildegarde, santa Brígida y santa Matilde, que escribieron libros de revelaciones aprobados por la Iglesia. El padre Gracián nada dice de inspiración ni podía decirlo. Acerca de este punto solamente la Iglesia podía hablar, distinguiendo y aprobando el espíritu. Era esto entonces sumamente peligroso, cuando el Protestantismo introducía y encomiaba el espíritu privado, sustituyéndolo al principio de autoridad, y cuando cundía por todas partes el fanatismo místico, como una consecuencia forzosa de aquel principio anticatólico y revolucionario en la Iglesia. Las monjas dogmatizaban en Valladolid con las pláticas de Cazalla, y otras mujeres de Sevilla recibían inspiraciones místicas de clérigos y seglares, cuyas vidas, poco limpias, registró la Inquisición. Ya los priscilianistas, en los antiguos tiempos, habían hecho su propaganda por medio de mujeres, a quienes dogmatizaban en sus conventículos nocturnos, y rara vez deja de ir unido al nombre de un hereje el de una mujer ilustrada. Era preciso entonces mas que nunca precaverse contra tales abusos. Respecto de Santa Teresa, no había lugar a sospechas ni en la fe ni en la moral. Aun los que dudaban de la bondad de sus revelaciones la suponían ilusa, pero no embaucadora. Mas bien pronto las aprobaron como buenas los hombres mis ilustres, que en aquel tiempo tenia la Iglesia de España: san Pedro de Alcántara, san Francisco de Borja, el venerable maestro Juan de Avila; los padres Baltasar Alvarez, Bañez, Ibañez, Barron, Toledo, Medina, Yepes y otros muchos; los obispos don Alvaro de Mendoza, Velazquez, Manso y otros prelados, dieron en vida de la Santa testimonio de la pureza y sublimidad de su doctrina y de su vida. Es verdad que el Nuncio monseñor Sega, al venir del extranjero, mal informado y prevenido contra los Carmelitas Descalzos, la llamó femina inquieta y andariega, y que se metia a escritora; pero él mismo rectificó después su juicio, cuando al cabo de dos años de residencia en España pudo ver mas claramente en aquel asunto. Mas, así.que murió Santa Teresa, una aclamación general y espontánea de toda la 55
  • 56. Iglesia, y en especial de España, la llamó maestra de espíritu y doctora en Teología mística: repitiéronse las ediciones de sus obras, tradujéronse en todos los idiomas cultos y se buscaron con avidez, no solamente los originales de sus escritos, sino hasta las cartas, las cuentas de gasto y los mas insignificantes fragmentos. La fama de la inspirada Escritora castellana voló, no solamente por todas las regiones de Europa, sino por todos los puntos a donde había penetrado el Catolicismo. Cuando la Iglesia declaró la santidad de su vida y la decretó culto, poniéndola en los altares, de paso aprobó su doctrina, encomió y ensalzó sus escritos en términos los mas lisonjeros. La Rota Romana, en su informe al papa Paulo V, en 1616, sobre los procesos para la beatificación, hechos y seguidos a instancia de Felipe III y del Orden de Carmelitas Descalzos, decía así: Que tuvo talento de sabiduría y sublime conocimiento de las cosas divinas y humanas para instrucción de los demás, lo acreditan bastante los cuatro libros que dejó escritos, y de que arriba se habló, los cuales, traducidos del español a varios idiomas, andan en manos de todos por los Estados que reconocen la Iglesia de Dios, y su doctrina es aprobada y alabada por lodos, como verdadera, católica e infusa por Dios, y en especial por los ochenta y cinco testigos que deponen acerca de los artículos 54 y 55. Entre estos hay cinco reverendos obispos, insignes por su piedad y doctrina, a saber: don Alonso Manrique, arzobispo de Burgos; don Pedro Manso, obispo de Calahorra; don Pedro de Castro, obispo de Segovia; don Juan Alonso de Moscoso, obispo de Málaga; y don Lorenzo Otaduy, obispo de Avila. Los otros siete son maestros y catedráticos de sagrada Teología en la Universidad de Salamanca, a saber: el padre maestro fray Domingo Bañez, del Orden de Predicadores, catedrático de Teología; el padre Agustín Antolinez, provincial del Orden de San Agustín y catedrático de prima de Teología; el maestro Juan Alfonso de Curiel, también catedrático de prima de Teología; el maestro fray Basilio Ponce de León, del Orden de San Agustín; el maestro fray Pedro Cornejo, del Orden de Carmelitas Calzados, ambos catedráticos de Teología; y el maestro fray Bartolomé Sánchez, del mismo Orden de Carmelitas Calzados, catedrático de Teología en propiedad y decano de la facultad de Teología; el maestro fray Luis Bernardo, general del Orden de San Bernardo, catedrático de Sagrada Escritura; el doctor don Roque de Vargas, arcediano de Monleon y canónigo doctoral en la iglesia de Salamanca, catedrático de prima de Cánones en aquella Universidad; y el padre Francisco Suarez, de la Compañía de Jesús, catedrático de prima de Teología en la Universidad de Coimbra. Los restantes sesenta y cuatro testigos, unos son canónigos magistrales y lectorales, otros religiosos muy literatos y graves de las Ordenes de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, Nuestra Señora del Cármen, San Benito, San Bernardo, San Jerónimo, los Cartujos, Compañía de Jesús, Santísima Trinidad y Nuestra Señora de la Merced. Otros son presidentes e individuos de los Consejos del Rey Católico. Los cuales, no solamente aprueban todos la doctrina de dichos libros, como santa y católica, y la ensalzan con grandes encomios, sino (lo que es mas) algunos juzgan y reputan que es sobrenaturalmente infusa por el mismo Dios, por medio de la oración y conversación tan familiar que tuvo con Dios. Infieren también algunos de los dichos 56
  • 57. testigos, que por la altura de los misterios sobrenaturales y divinos de nuestra fe, y otros arcanos celestiales que escribió la dicha bienaventurada Teresa, con admirable ciencia y claridad, se saca gran utilidad y gran fruto espiritual de la lectura, en la Iglesia, a pesar de no haber ella estudiado ni cursado en las escuelas, sino que mas bien era una mujer enteramente ignorante de las sagradas letras, pues toda su doctrina está rebosando en el fuego de la caridad, con que se inflaman los corazones de los que leen estos libros, por lo cual las almas de los fieles se apartan de los vicios y se excitan a las virtudes, y esto de un modo milagroso, por la eficacia con que el corazón de los lectores, por duro que sea, se ablanda con la compunción y devoción que inspiran, de lo cual muchos de los testigos citados alegan haberlo experimentado por sí mismos. Así es que muchos de ellos añaden, que por razón de la dicha ciencia infusa divinamente, con razón se pinta a esta bienaventurada virgen con una paloma sobre su cabeza, bajo cuya figura afirma ella misma habérsele aparecido el Espíritu Santo, en cierta vigilia de Pentecostés (capítulo xxxviii, de su Vida), habiendo sido arrebatado su espíritu en éxtasis con gran fruición de gloria. Añádase a esto, que muchas veces se la vio mientras escribía estos libros con el rostro resplandeciente, escribiendo con gran velocidad, lo cual es una gran señal de la presencia del Espíritu Santo, que le dictaba. Por todo lo cual, y por el dictámen de tantos gravísimos y muy doctos varones, los juzgamos a dichos libros dignos de la dicha calificación.» Hasta aquí el dictamen de la Rota, haciendo suya la opinión de los prelados catedráticos de Salamanca y demás testigos, que declaraban la doctrina de Santa Teresa infusa y divinamente inspirada. A este dictámen se adhirió también la Santa Sede, en el elogio de los seis santos, que hizo leer el papa Gregorio XV el día de la fiesta de su canonización, al hablar de Santa Teiiesa: Teresia virginitatis liliis coronata el voluntariis suppliciis cupiditalum arma in propio corde contundens, semper de viribus doemonum in militanti Ecclesia triumphavit: cui aeterna Sapientia loqui videbatur, sanctiora divinitatis arcana patefaciens, quae martyrii palmam consecuta esset, nisi coelestia Sponsus, perpetuo virginei cordis holocausto delectalus, victimam hanc incruentam servasset sacris Carmeli pascuis in pristinum decorem restituendis. Lo mismo expresa la Bula de Canonización con estas palabras: Adimplevit enim eam spiritu intelligenliae ut non solum bonorum operum in Ecclesia Dei exempla relinqueret, sed et illam caelestis sapientia; imbribus irrigaret, editis de mystica theologia, aliisque etiam multa pietate refertis libellis, ex quibus fidelium mentes ubérrimos fruclus percipiunt, et ad superna; patria desiderium máxime excitantur. Pero el testimonio mas alto de la importancia y sublimidad de su doctrina, es el que da la Iglesia al rezar continuamente la oración que, para el Oficio de Santa Teresa, compuso el mismo papa Urbano VIII, y dice así: Exaudí nos, Deus, Salutaris noster, ut sicut de B. Teresiae virginis tum festivitate gaudemus, ita Coelestis Ejus Doctrina pábulo 57
  • 58. nutriamur, et piae devotionis erudiamur affectu. Después de estos testimonios de la Iglesia, todo cuanto se pudiera decir en su elogio seria pálido y descolorido. En las ediciones belgas de Foppens se pusieron, después de la carta de fray Luis de León y la venerable Ana de Jesús, una porción de elogios de personas muy graves y autorizadas, a saber: el ilustrísimo Yepes, obispo de Tarazona, biógrafo de Santa Teresa; Tomás Bizio, fray Domingo Bañez, fray Pedro Ibañez, ambos dominicos; el doctor Enrique Henriquez; los padres Bartolomé Pérez, Jerónimo Ripalda, Gil González, Francisco Ribera y Antonio Posevino, jesuitas; los maestros Cristóbal Colon y Juan de Avila; y el padre Julián de Avila, capellán de Santa Teresa, por espacio de veinte años, y compañero de ella en muchas de sus fundaciones. Bien pudieran añadirse a estos otros mil y de personas que la Iglesia tiene en sus altares, en especial san Francisco de Sales, que, no solamente leía mucho las obras de Santa Teresa, sino que recomendaba con frecuencia su lectura. Pero este acumulamiento de elogios a nada conduce: si es por via de erudición viene a ser pesado, y si es para prueba, inútil y hasta impertinente, después del fallo de la Iglesia. Por ese motivo se suprimen en esta edición, como ya se hizo en la de Castro Palomino. Mas en cambio, creo conveniente referir aquí lo que dice el venerable Palafox, en el prólogo de las Cartas de Santa Teresa, acerca de los efectos que, hasta en los protestantes mismos, había producido la lectura de las obras de Santa Teresa. «El año de 1639, solo con leer las obras de la Santa, uno de los mas doctos herejes de Alemania, a quien ni la fuerza de tan patente verdad, ni las plumas de los mas sabios católicos lo pudieron rendir, ni reducir, solo el leer las obras desta divina Maestra, que él tomó en las manos para querer impugnarlas, por el contrario, fue dellas tan alumbrado, vencido, convencido y triunfado, que habiendo quemado públicamente sus libros, y abjurado sus errores, se hizo hijo de la Iglesia. Y escríbelo con las siguientes palabras a su hermano el señor don Duarte de Braganza:—Estando para firmar esta carta, se me acordaron dos cosas, que acontecieron losdias pasados en Breme, en el ducado de Witemberg, ciudad muy nombrada en Alemania, de donde salen los mayores herejes que hay aquí. Era rector della, había muchos años, uno destos, que tenia dado en qué entender con sus libros a todos los letrados de estas partes. Oyendo decir mucho de Santa Teresa, envió a buscar un libro de su Vida, para lo reprobar y confutar. Escribió tres años sobre ella, quemando en un mes lo que en los otros escribía. Resolvióse, en fin, que no era posible, sino que aquella Santa seguía el verdadero camino de la salvación, y quemó todos los libros. Dejó el oficio, y todo lo demás, y en breve se convirtió el día de la Purificación pasado, en que le vi comulgar con tanta devoción y lágrimas, que se veía era grande la fe que tenia. Vive como quien se quiere vengar del tiempo perdido. Escribe ahora sobre las epístolas de san Pablo, refutando lo que sobre ellas tenia perversamente escrito. Dicen es grande obra.» 58
  • 59. Pellicer refiere también haber conocido en Cádiz a un protestante, que se convirtió al Catolicismo de resultas de haber leído las obras de aquella célebre escritora. No debo concluir este artículo, acerca de la doctrina de Santa Teresa, sin tratar un punto curioso, cual es el de su doctorado. En España se la pinta comunmente con la borla y muceta de doctora en Teología, y de ese modo se la pone por lo común en los altares. Suponen unos que el claustro de Teología le confirió el título de doctora en aquella Universidad. Acerca de esto no hay dato ninguno histórico cierto, ni se halla acuerdo alguno del claustro acerca de este asunto. La Universidad de Salamanca ha sido siempre muy rígida en este punto, y no he hallado noticia de que haya conferido grado ninguno de doctor, sin previo ejercicio, como se ha hecho en las demás Universidades de España, que los han dado en estos últimos siglos a personajes políticos, a pesar de las Bulas pontificias, que lo prohñiben terminantemente. Los padres Carmelitas Descalzos, muy influyentes en la Universidad de Salamanca, trataron de apurar el origen de esta noticia, pero no se halló acuerdo ninguno de la Universidad, ni yo tampoco lo he hallado. Creo, pues, que se la llamó enfáticamente doctora de Salamanca por lo mucho que escribió y enseñó en toda aquella parte de Castilla la Vieja, que ilustró con su ejemplo y doctrina, por la gran relación que tuvo con los doctores mas célebres de aquella Universidad, y por haber venido a morir y estar enterrada cerca de ella y en la misma diócesis de Salamanca. Por lo que hace al título de doctora de la Iglesia, tampoco se le puede dar en el sentido estricto de esta palabra. Para considerar a uno como doctor de la Iglesia, no basta ni la santidad, ni la excelencia de doctrina, aprobada por la Iglesia y generalizada en ella, sino que se necesita especial decreto de la misma; pero este no se ha dado acerca de Santa Teresa, por lo cual, solo en un sentido impropio se la pueda llamar Doctora mística, y aun menos Doctora de la Iglesia; a la manera que no basta que uno sea sabio, excelente escritor y maestro de muchos discípulos, para que se pueda titular doctor, si no tiene la aprobación oficial de una corporación autorizada para dar tal título. Otros muchos santos insignes, como san Francisco de Sales y san Alfonso de Ligorio, que escribieron mucho y con gran acierto, no son apellidados aun doctores de la Iglesia. Mas esto en nada rebaja el mérito e importancia de sus preciosos libros. Nada diré aquí sobre el patronato de Santa Teresa en España. Urbano VIII reservó a la Santa Sede la declaración de estos Patronatos, tanto por la declaración de la festividad, consiguiente a ellos, como para evitar ciertas exageraciones indiscretas en este punto. Los reyes últimos de la casa de Austria en unión de las Cortes, declararon a Santa Teresa compatrona de España en 4617, y el papa Urbano VIII lo ratificó en 1627. Alborotóse con esto el quijotismo del siglo xvn, y, como si los santos del ciclo tuvieran las miserias de los hombres, se quiso suponer a Santiago perjudicado en sus derechos y descomponer a entrambos: lo mismo hubiera podido descomponerse contra la Purísima Concepción, 59
  • 60. san José y san Jorge. El bueno de Quevedo, a pesar de su lucido ingenio, fue uno de los que mas dieron en esta flaqueza, haciendo salir a Santiago por su espada. Mas este asunto tiene tan poca conexión con los escritos de Sama Teresa, que no merece nos detengamos mas en él. Baste decir, que las Cortes de Cádiz, a 50 de Junio de 1812, ratificaron, por su parte, el patronato de Santa Teresa en España, en virtud de los acuerdos y concesiones pontificias de 1617 y 27. § III. Estilo y lenguaje de Santa Teresa. Aun cuando la Iglesia reconozca como celestial y revelada la doctrina mística de Santa Teresa, no por eso el estilo y el lenguaje dejan de ser peculiares de la persona que escribe. El mismo Espíritu habla por boca de Habacuc, que por la de Isaías; pero en este se echa de ver al cortesano instruido, y en aquel se oye hablar al campesino. Necesítase, pues, conocerla educación, carácter, y hasta la biografía del escritor, para poder apreciar su estilo, a la manera que al reconocer los manantiales de las aguas minerales conviene estudiar el terreno por donde pasan. Santa Teresa era hija de una familia noble e hidalga de Avila, pero sus padres contaban numerosos hijos. Su madre era aficionada a la lectura de libros de caballerías, tan usuales entonces en España. Las vidas mismas de los santos se princiaban ya a desfigurar inconsideradamente,convirtiendo a estos en caballeros andantes. Milagros estupendos, visiones tremebundas, diablos entremetidos a millares para los fenómenos mas sencillos de la naturaleza, formaban el núcleo de las leyendas religiosas, que principiaban a estragar el buen gusto religioso. Así como los caballeros andantes eran unos matones milagrosos, asimismo se quería que los santos fuesen unos devotos andantes. De este modo se fundían en uno los dos elementos constitutivos del carácter español: la piedad y la hidalguía; pero perdiendo mucho la Religión verdadera en tan triste amalgama. La virtud callada, dócil, humilde, modesta y laboriosa, de que había de ser Santa Teresa un tipo tan acabado, no era cosa que se comprendiera fácilmente por el vulgo, ni aun por muchas de las personas de mas elevada alcurnia. Ella misma se dejó, no solo llevar de la afición a la lectura de obras de caballerías, sino que llegó a componer una, según dice su confesor, el padre Ribera. Tal era la corriente que arrastraba aun a las personas piadosas, y por otra parte muy devotas y recogidas. Este rasgo biográfico de Santa Teresa en los primeros años de su juventud, revela ya que era persona de instrucción y de imaginación viva y fecunda. Educada después en el convenio de Santa 60
  • 61. María de Gracia, de Avila, como pensionista, y en unión de otras muchas jóvenes principales de la ciudad, y de aquel país, tenia, además de sus cualidades personales, la educación mas esmerada, que solia entonces darse a las hidalgas de las ciudades principales de Castilla. Mas adelante, el trato con doña Luisa de la Cerda, los principes de Éboli, doña Leonor de Mascareñas y otras muchas señoras de la primera grandeza de España; obispos, consejeros, catedráticos, prebendados y otras personas sabias y distinguidas, vino a completar su educación exterior. Aunque enemiga de etiquetas y de los forzados cumplimientos del mundo, es innegable que de aquel trato supo obtener lo bueno que de él podía sacar. La lectura de buenos libros ascéticos castellanos completó su educación. En los escritos de los últimos años de su vida se echa de ver mayor soltura y corrección en el lenguaje, aunque, por efecto de sus muchos años, quizá hay menos imaginación y lozanía en los conceptos y en el estilo. Tanto en estos como en aquellos, se echa siempre de ver, que el fondo le constituyen la sencillez y naturalidad, sin artificio ni afectación alguna. Al mismo tiempo hay mucha energía en la expresión: nunca dice mas que lo que quiere decir. Cuando no halla palabras adecuadas para expresar sus ideas, o ignora los términos científicos, hace palpables las abstracciones místicas por medio de imágenes y comparaciones, tan ingeniosas como oportunas. Huye siempre de parecer instruida y dogmatizadora, sin caer en la pedantesca palabrería y en el escolasticismo impertinente en que degeneraron los escritos de algunas otras escritoras del siglo xvii, que harto poco se parecen a los de Santa Teresa. Adolece esta, generalmente, de cierto gracioso desaliño. En la multitud de ocupaciones que la asediaban, ni aun tiempo tenia para leer lo que llevaba escrito, cuanto menos para corregirlo. Acerca de este gracioso desaliño decía muy oportunamente fray Luis de León, persona competente cual ninguna, en lo que se refiere al habla castellana: «Y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena comppstura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale». Y más abajo añade: «Porque si entendieran bien castellano vieran que el de la Madre es la misma elegancia». Ello es, que cuando el padre Gracián, y otros de sus directores, se metieron a corregir sus escritos, lo hicieron con mediano éxito, como se verá por las enmiendas, que se anotarán en varios parajes de Las Fundaciones y de los Conceptos del Amor divino. El mismo fray Luis de León llevaba a mal que se hubiese atrevido nadie a retocarlos. Por ese motivo, en esta edición se han eliminado cuantas enmiendas y alteraciones se han echado de ver, dejando todo las palabras conforme están en los originales, si han podido ser habidos. Por eso también se ha puesto naide, traia, niervos, y otras palabras al mismo tenor, donde la Santa las dejó consignadas de esta manera. Y, en efecto, los escritos de Santa Teresa son el tipo del lenguaje familiar de Castilla la Vieja, tal cual lo usaban las personas decentes, a mediados del siglo xvi. Los maestros León, Granada, Malón, Avila y Márquez representan al hablista castellano, pero instruido, culto, teólogo y conocedor del latín, cuyos términos e hipérbaton remedan a las veces. Lope, Cervantes, Antonio Pérez y Quevedo, son gente culta e instruida, latinay ladina, frecuentadora de las 61
  • 62. escuelas, de los salones de la corte, y a veces también de los campamentos militares. Su lenguaje no es el familiar de Castilla la Vieja, sino el de Castilla la Nueva y de la corte. Por el contrario, el de Santa Teresa es el tipo puro y castizo del castellano neto del centro de España, tan remoto del culteranismo académico y cortesano, como del lenguaje charro y sayagués. No debe perderse de vista que aun no se había perfeccionado completamente nuestro hermoso idioma castellano, cuya elaboración, por decirlo así, no se terminó hasta fines del siglo xvi. Fray Luis de León seguía escribiendo, cuando ya Santa Teresa había muerto. Muchas de las expresiones que hoy en día solo se suelen oír en boca de gente mal educada, como naide, lición, dispusicion, cerimonia, caya, traya, imprimido, primitir, indino, memento, mesmo, siguroy otros muchos, eran usuales entonces, y los escribían de este modo hasta la gente de letras, porque de ese modo se pronunciaban todavía. Quizá se hallarían también escritas de este modo en los originales de algunos de nuestros clásicos, si estos pudieran ser habidos, y se echára de ver que no están del todo conformes las ediciones con el primitivo escrito. Estas enmiendas impertinentes son perjudiciales, pues nos privan de uno de los principales medios que teníamos para estudiar la formación del lenguaje. Mas adelante se dará una tabla de muchas de estas palabras. Mas no en todos los escritos de Santa Teresa se encuentra esta especie de gracioso desaliño. En el momento en que se deja arrebatar del estro, o hablando mejor y cristianamente, de la inspiración del Amor divino, su estilo, y hasta su lenguaje, son mas correctos y mas concisos, sus períodos menos largos, como de persona agitada, que necesita aspirar con mas frecuencia. Véanse sus Exclamaciones del alma a Dios, y muchos trozos de sus Conceptos del Amor divino y otros capítulos enteros del libro de Las Moradas; y es, que estos libros están escritos en los últimos años de su vida, en que la pureza y la exuberancia del amor que la mataba, la levantaban de la tierra aislándola completamente de lo criado y de sus imperfecciones. Presiente además que aquellas páginas de fuego no han de ser para solas sus monjas, y que aun cuando los hombres hagan por aniquilarlas, la Providencia hará que se conserven por medios insólitos y no preparados. No sucede así en sus primeros escritos, y sobre todo en los históricos. Allí habla con solas sus monjas, o con sus confesores. En vez de mirar de continuo hacia el Norte, a donde se dirige, la obediencia le obliga a volver la vista atrás, cual viajero que mira a la playa de que se aleja, en vez de atender al extenso horizonte en que va a sumergirse en breve. Tal sucede en el libro de la Vida, en las Relaciones a sus Directores acerca del estado de su alma, y en el libro de Las Fundaciones: lo mismo se echa de ver en el Camino de perfección, que es la transición del género histórico al místico y preceptivo. En estos se la ve rastrear siempre que habla de sí, esto es, de lo pasado, y elevarse gradualmente así que habla de Dios, esto es, del porvenir. 62
  • 63. Pero el carácter de Santa Teresa no era melancólico, ni aun siquiera propenso a la tristeza, antes sí jovial y alegre. En tal concepto, hasta se le atribuyen con frecuencia dichos agudos y chistes, algunos de ellos, no solamente apócrifos, sino poco adecuados a la gran humildad de su carácter. Los que se encuentran en sus escritos son espontáneos y altamente oportunos: viértelos con la mayor naturalidad y sencillez, no por hacer reir a costa de otro, cosa impropia de su gravedad y caridad profunda, sino porque los consigna la pluma tal cual se presentan a su imaginación inocente, al parque lozana. Estos pasajes se echan de ver en el libro de Las Fundaciones y aun mas en las Cartas. A veces traza también curiosas descripciones con rasgos sumamente concisos, pero muy oportunos. ¿Quién no se sonríe al ver la descripción de la casa ruinosa, donde se metió en Medina, en la cual oian misa por las rendijas de la puerta: los apuros en la primera casa de Toledo: el susto de su compañera durante la noche de ánimas, en Salamanca: los rezos en latín de las beatas de Villanueva de la Jara: la economía de los frailes de Duruelo, que no tenían donde dormir, pero llevaban cuatro relojes: y, en fin, hasta la semblanza poco halagüeña del estricto provisor de Burgos? Notable es también en este concepto la riqueza de refranes castellanos, que suelen encontrarse en sus escritos, algunos de los cuales pudieran añadirse a la colección de su paisano y contemporáneo el comendador griego, Hernán Nuñez el Pinciano: varios de ellos se consignarán luego, juntamente con otras frases suyas sentenciosas, perdidas unas, y otras llegadas hasta nuestros dias. Las etopeyas que se encuentran en sus escritos históricos, sobre todo en el libro de Las Fundaciones, son retratos completos y parecidos. Los del padre Gracián, doctor Velazquez y otros personajes célebres, son muy acabados, aunque hechos a grandes rasgos; pero sobretodos el de san Pedro Alcántara: parece estarse viendo aquel santo austero y penitente, al parque dulce y bondadoso, aunque no se haya visto su retrato. Los defectos mas comunes de lenguaje que se hallan en sus escritos, son el no regir a plural en el verbo, por muchos que sean los sustantivos que lo rigen ; suprimirlos relativos, y especialmente el que, y cortar con frecuencia la cláusula con paréntesis o cláusulas intercaladas, a veces demasiado largas. Harto insignificantes son en quien no hacia alarde ninguno literario, y antes a cada paso habla de su ignorancia, poco entendimiento y torpeza para comprender; cosas que no eran ciertas, pero que su profunda humildad se las hacia creer como tales. Ademas, escribiendo ella como hablaba, reproducía las expresiones, los giros y hasta los solecismos, que quizá eran usuales, aun entre la gente culta, cuando todavía nuestro lenguaje no se había acabado de formar completamente; siquiera entonces fuera ya riquísimo y muy depurado. Una cosa hay notable en su lenguaje, y es, el esmero con que evita la cacofonía en el choque de vocales: no solamente dice siempre el alma, un águila, sino que extiende la regla aun respecto a palabras en que hoy solemos anteponer los pronombres la y una; asi es que no dice una aldea, la agonía como decimos ahora, sino un aldea, el agonía. 63
  • 64. Algunas veces ella misma corrige las trasposiciones. En la Carta LXXII del tomo v, dice, hablando de que tenia que escribirla en las altas horas de la noche: «Darán las dos y ansí no puedo alargarme, digo, de la noche.» Aun hoy en día suelen algunas veces los escribanos rectificar de esta manera, con la palabra digo, las faltas de conexión, que resultan por las frecuentes intercalaciones, que algunos de ellos suelen usar. En la Carta LXXIV del mismo tomo dice Santa Teresa: «En el agua tengo esperanza de Loja». Generalmente el lenguaje de sus Cartas es mas incorrecto que el de sus obras: esto sucede siempre, y por regla general, con todos los escritores. Extraño seria que no sucediera con las de Santa Teresa. ¿Quién será tan pedante, que quiera esmerarse en la corrección de escritos que requieren franqueza, que se escriben con premura, que solo ha de leer un sujeto, y que, por lo común, son quemados o rasgados? En Santa Teresa hay una razón mayor para ello, pues en sus Cartas tiene que bajar la vista hacia las cosas de la tierra, cuando en sus obras místicas casi siempre la levanta al cielo. Dos veces repite una misma idea contra los pleitos en la Carta LIV del tomo ni: «Porque es recia cosa andar con pleito»; y luego: tes recia cosa pleitos». La palabra recia la usa siempre en sentido de cosa penosa y molesta, en cuyo concepto usa también la palabra reciedumbre. La anteposición del pronombre personal al posesivo es mas usual en las Cartas que en las obras: asi dice: «la mi Isabel; la mi Parda». Este modo de hablar es todavía común, no solamente en tierra de Avila y Salamanca, sino en todo el antiguo reino de León y Galicia. Por el contrario, del Guadarrama para acá ya no se usa, ni en Castilla la Nueva, ni en Aragón y Navarra; y, con todo, en los Catecismos de estos países, aun se dice en la oración del Padre nuestro: «El tu nombre y el tu reino». He aquí una colección de las palabras mas notables que se hallan en sus obras, algunas de las cuales no se hallan en los Diccionarios. Adormizada, adormecida. (Morada VI, capítulo 1.) A usadas, a osadas, lo mismo que a fe; especie de interjección. Amasar, mostrar, enseñar. (Carta L, tomo 6.) Alucema, alhucema. (Carta LXXI.) Hay allí otros términos de yerbas. Es frase común en Andalucía, en donde aprendió ella este término, pues en su país se llama espliego.) Arrebujado, envuelto. (Tomo v, Carta XV.) Apaciblimiento, afabilidad. (Carta XXIII.) Astrosa, tierra astrosa por tierra pobre, mala y desastrada. (Era palabra común en aquella época. Cervantes dice: «El astroso huésped de la selva».) 64
  • 65. Arresgar, romper, rasgar. (Carta LXXXV.) Baratona, negociadora, que mete todo ábarato. (Cartas XXVII y XXX del tomo m.) Baratas, baraúndas. (Tomo v, Carta LXXVII.) Brinquinillos, dijes, acericos. (Carta LXXIV.) Brinquiños,dulces de Portugal. (Carta LVII.) Borrachez, borrachera. (Conceptos del Amor divino.) Certinidad, certeza. (Vida, capítulo u y otros parajes.) Cansosas, ocupaciones penosas. (Carta LVIII, tomo 4) Careza, carestía. (Carta C.) Crufiles, confites. (Carta LXXlI, tomo 5.) Caraña, goma medicinal. (carta LXXIX.) Capellana. (Se da a sí misma ese título en la Carta XLIII del tomo 6.) Damerías, coquetisino, nimiedades de señoras. (Tomo 4, Carta XVI.) Desabre, desabrimiento. (Vida, capítulo xxx.) Desavor, disfavor. (Modo de visitar los conventos.) Esquinancia. (Carta VI.) Enfoscar, ensuciar. Escaramojos, escaramujo, especie de rosal silvestre.(Carta LXVI, tomo 3.) Enseñador, maestro, el que enseña. (Camino deperfección, capítulo xv.) Frailía, estado de fraile. (Carta LXI, tomo v.) Hulana, en vez de fulana. (Carta LXXIV.) Yomar, por doña Guiomar. (Carta LVII.) Incomportable, insoportable. (CAPÍTULO 32 de su Vida.) Igualarse, ajustarse por un tanto alzado. (Tomo 4, página 401. Es común todavía en Castilla la Vieja.) Imprimido, impreso. 65
  • 66. Insufridero, insufrible. (Modo de visitar los conventos.) Interesal, interesado. Letrera, por letrada. (Carta LXLIII.) Lloraduelos, persona llorona. (Carta VXI, tomo II.) Maesa, maestra. (Carta LXXXI.) Naderías, cosa de nada. (Camino de perfección, capítulo xxvi.) La usa con frecuencia. Nonada, ídem. (Camino de perfección, capítulo xn.) Pecilgas, pellizcos. (Carta LXXXV.) Pulida, política, cortesía. (CAPÍTULO vi de su Vida.) Poquedad, cosa poca. (Vida, capítulo xxxi.) Patillas, el diablo. (Carta XXIII.) Paso (hablar paso), quedo. (Camino de perfección, capítulo xiv) Repisar, despreciar mucho. (Camino de perfección, capítulo i.) Refundar, idear. (Camino de perfección, capítulo xxxiv.) Romarizo, constipado. (Tomo v. Carta XVI.) Reciedumbre, tormento. (Vida, capítulo v.) Salpullido. (Carta XXIV.) Socrocio, emplasto. (Carta XII.) Trasordinaria, extraordinaria. (Fundaciones, capítulo vi.) Trampal, atolladero. (Idem, idem.) Urdiembre, lo que se urde. (Carta LXXVI1I.) Urguillas, el que hurga (i). (Carta XXXIV.) 66
  • 67. Otras muchas palabras hay notables, por variantes en la pronunciación, las cuales se anotarán mas adelante al hablar de su pronunciación y ortografía. Los refranes y adagios mas notables, que he hallado, son: Hacerse espaldas unos a otros. (CAPÍTULO vii de la Vida.) Lágrimas todo lo ganan: el agua trae agua. (CAPÍTULO xvii de su Vida.) Es perdido quien tras perdido anda. (Vida, capítulo xxv.) Andar como pollo trabado. (CAPÍTULO xxxix de la Vida.) Paner a uno pleito por sus dineros, equivale a portarse con ingratitud, o ser muy exigente. (Capitulo xxxix, Vida.) Donde está el Rey, allí es la corle. (Este refrán dura aun con poco variacion. Camino de perfección, capítulo XLV.) Quien no sabe dar jaque no sabe dar mate. (CAPÍTULO xxiv del Camino de perfección.) Quererse sacándose los ojos. (Conceptos, capítulo iv.) Tiempo perdido no se torna a cobrar. (Exclamación IV.) Observo que casi todos estos refranes se hallan en los libros que escribió en Avila. Otros varios dichos y frases notables pudieran citarse, tales como: No dejar a sol ni a sombra. —Dios le tenga de su mano. — Quedarse hecha un ovillo. — Traer al retortero. — Poner manos en labor. —Querer hacer y acontecer.—Echarse dado falso. — Irse al hilo de la gente. —Cada loco con su tema. Algunos de ellos todavía son usuales en algunas provincias de España. En los tomos de Cartas se hallan los siguientes, que se citan por el orden que tienen en la edición de Doblado. Estar entre banderas y baraúndas. (Carta XCV.) Estos que tratan, en un día tienen mucho y en otro lo pierden todo. (Carta LXXXIII.) Harto da el que da todo cuanto puede. (Carta LXXXVI.) De esta hecha quedan personas para ir a Guinea. (Carta XCII.) Tarda tanto que me da mohína. (Carta XCIV.) Errando se viene a tomar expiriencia. (Carta XCV.) 67
  • 68. Mas si el yerro es grande nunca le cubre pelo. (Idem.) Tras este tiempo verná otro. (Carta XXI.) Bien dicen, que quien adelante no mira... (Alude al refrán: Quien adelante no mira atrás se queda.(Carta XCV.). Cada día da Dios dos. (Carta LXXl.) A falta de buenos (como dicen). (Carta LV) Todo se hace tarde a quien desea. (Cara LXIII.) La hija de la madrastra. (Carta LXX1V.) La verdad padece, pero no perece. (Carta LXXIX.) A necesidad no hay ley. (Carta X) Es derivado del axioma latino necessitas carel lege; parodiando este mismo axioma latino se ha introducido otro en castellano: La necesidad tiene cara de hereje.) Jurar como un carretero. (Carta LXXXI. Duran hoy en día la frase y el vicio que la motiva.) Hoy está en un cabo, mañana en otro. (Carta LXXXI.) Dineros de duende de casa. (Carta XXXVIII) Cosa que mete ruido y no tiene valor ni realidad. Otros muchos refranes y frases notables pudieran haberse notado, pero iba ya muy adelantada la primera revisión de las obras, cuando me ocurrió emprender este pequeño trabajo. Sirvan,pues, los presentes tan solo de muestra, para acreditar la conveniencia de estudiar las obras de Santa Teresa como tipo del lenguaje familiar de Castilla la Vieja, a mediados del siglo xvi, y para la definitiva formación de nuestro idioma hácia aquel tiempo. § IV. Ortografía y pronunciación de Santa Teresa. Considerada Santa Teresa como uno de los tipos mas curiosos del lenguaje familiar de Castilla a mediados del siglo xvi, conviene estudiar también la ortografía de sus 68