1. LA HISTORIA DE SADAKO
(Información para el profesor)
6 de agosto de 1945, estamos en la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos
arroja las primeras bombas atómicas de la historia sobre Hiroshima y Nagasaki,
Japón, con la esperanza de terminar la guerra. En pocos minutos, más de
200.000 personas perecieron por causa de las explosiones.
A un kilómetro y medio del punto cero de la detonación, vivía en Hiroshima
una feliz niñita de 2 años: Sadako Sasaki (佐々木 禎子 Sasaki Sadako, nacida el 7
de enero de 1943). No fue hasta 9 años después que a Sadako se le
manifestaron los efectos de la radiación. Era 1954, contaba con 11 años. Estaba
en una carrera cuando comenzó a sentirse mal y cayó al suelo: le detectaron
leucemia o «Enfermedad de la Bomba A».
Ingresada en el hospital, fue a visitarle su mejor amiga, Chizuko Hamamoto.
Esta llegó con un papel entre sus dedos y le contó una bonita historia de
esperanza, el ‘Senbazuru’ o ‘historia de las 1000 grullas de Origami’. En base a
una creencia japonesa según la cual las grullas son animales que pueden llegar a
vivir hasta 1000 años, el Senbazuru cuenta que si una persona enferma pliega
1000 grullas de papel, los dioses escuchan su petición y le ayudan a sanar “como
recompensa por el esfuerzo y la concentración necesarios para lograrlo”, tal
como se contaba ocurrió hacía muchísimo tiempo. Al terminar de contar la
historia, Chizuko le enseñó a plegar la grulla en su papel dorado y se la regaló,
diciéndole: «Aquí tienes tu primera grulla.» Emocionada y deseando que los
dioses le concediesen el deseo de volver a correr de nuevo, Sadako comenzó su
plegadura.
No hubo pasado mucho tiempo de esto que conoció a un niño también
enfermo por leucemia. Observando su mal estado de salud, le animó a hacer lo
mismo, pero la única respuesta que obtuvo del niño fue: «Sé que esta noche
moriré.» Quedó tan conmovida, que pensó que no sería justo plegar grullas sólo
para su propia sanación, por lo que se propuso ofrecer las grullas que ya tenía
plegadas (unas 300) y mil más para que los dioses miraran su esfuerzo y
concediesen la Paz y la curación a todas las víctimas del mundo. Se cuenta que
para lograrlo utilizó ¡incluso de las etiquetas de los tarros medicinales!
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2. Pero los dioses tenían sus propios planes: tras 14 meses de hospital y con un
total de 644 grullas plegadas, el 25 de octubre de 1955 Sadako fallece. En su
honor, se unieron sus amigos y le plegaron las 356 grullas que le faltaron a
Sadako para llegar a las 1000.
Estos mismos amigos, sabedores de la fuerza y coraje de Sadako, acordaron
recopilar todas sus cartas y publicarlas a modo de libro. Pero no contentos con
que se conociese su testimonio, estos mismos niños que durante todos los años
de sus vidas se juntaron para plegar 1000 grullas en su honor, también
movilizaron a niños de todo Japón a fin de construir un monumento homenaje a
Sadako y sus grullas de papel, así como al resto de niños muertos a causa de las
bombas. Quisieron que su efigie ayudase a reflexionar a quienes la
contemplaran y, quizá, impedir futuras guerras. El Parque de la Paz de
Hiroshima se inauguró en 1958, apenas 3 años después de su muerte. Si
viajásemos allí, veríamos la estatua de una niña sosteniendo una grulla dorada
entre sus manos. A sus pies, puede leerse esta frase: «Este es nuestro grito.
Esta es nuestra oración: Paz en el mundo.»
El 6 de agosto, día que cayó la bomba en Hiroshima, es el Día de la Paz en
Japón. Ese día, los niños acuden al parque a ofrecer sus grullas por la Paz. Es
más, no hay día del año que no lleguen grullas de todas partes del mundo
pidiéndola.
Más también en Seattle, Washington, hay otro Parque de la Paz en homenaje
y recuerdo a Sadako y cuanto representa. En 1988, el Dr. Floyd Schmoe ganó el
Premio de la Paz de Hiroshima. Con los 5000$ del premio, limpió de basura,
maleza y coches herrumbrosos un terreno cercano a la Universidad de
Washington para construir, con la ayuda de voluntarios, dicho Parque de la Paz.
Este se inauguró el 6 de agosto de 1990, con motivo del 45 aniversario del
bombardeo de Hiroshima. La estatua es de bronce y tiene el tamaño natural de
Sadako Sasaki. Como en Hiroshima no hay día que no la acompañen sus eternas y
benefactoras amigas: las grullas de papel.
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