2. EL FRUTO
DEL
ESPÍRITU
No es
Los dones del Espíritu Santo (sanamiento, don de
lenguas, evangelismo, …). Éstos son dados a la Iglesia “a
fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”
(Efesios, 4: 12)
Los frutos (los actos externos de la vida de la persona)
Es
El resultado de la acción del Espíritu Santo
en nosotros que nos hace SER cristianos.
Nos hace SER buenos árboles que dan
buenos frutos.
3. Se pueden tener dones y/o
manifestar frutos sin tener
el fruto del Espíritu Santo
(Mateo, 7: 21-23)
Como somos pecadores
podemos, ocasionalmente,
dar malos frutos.
El fruto del Espíritu se da al hijo de Dios de
modo que su vida pueda ser cambiada.
4. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer” Juan, 15: 4-5
Jesús es la VID VERDADERA.
Nosotros –los sarmientos o pámpanos– no
podemos llevar fruto si no permanecemos unidos
a la vid.
5. El resultado de permanecer en Él
será que llevemos fruto, no para
glorificarnos a nosotros mismos,
sino para glorificar a Dios.
“Así alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que están los cielos”.
(Mateo 5:16)
CORRECTA
•Glorificar a Dios.
INCORRECTA
•Glorificarnos a nosotros mismos.
6. A finales de enero se realiza una
primera poda donde se quitan los
sarmientos, que son guardados para
ser quemados.
Inmediatamente después se le quita
la maleza y se cava y amontona tierra
alrededor formando un cono para
protegerla de los hielos.
En primavera, se vuelve a podar
quitando algunos brotes para permitir
que el resto reciba más savia.
7. “Toda rama que da fruto la poda para
que de más fruto todavía” (Juan, 15: 2 NVI)
Solo un podador experto puede
realizar estas podas sin dañar a la vid
ni a los sarmientos.
Dios, que nos conoce profundamente,
va a “podar” de nuestra vida todo
aquello que sea un obstáculo para el
desarrollo de nuestro carácter.
Esta acción, aunque muchas veces
dolorosa, es necesaria para que demos
más y mejor fruto.
8. “Y dijo al viñador: He aquí,
hace tres años que vengo a
buscar fruto en esta
higuera, y no lo hallo;
córtala; ¿para qué inutiliza
también la tierra? El
entonces, respondiendo, le
dijo: Señor, déjala todavía
este año, hasta que yo cave
alrededor de ella, y la
abone. Y si diere fruto,
bien; y si no, la cortarás
después”. Lucas 13:7-9
Dios tiene paciencia con
nosotros y dilata todo lo
posible el momento de
desecharnos, esperando
que nos unamos
completamente a Él, la
Vid Verdadera.
9. LA SALVACIÓN NO SE OBTIENE
POR EL HECHO DE LLEVAR FRUTO
Llevar fruto es una expresión de la
salvación; no es el medio para
obtenerla.
No somos salvados por llevar fruto;
nuestro fruto revela la realidad de
la salvación que ya tenemos en
Jesús, por medio de la fe en Él.
10. “Debemos hallar día tras día que permanecemos en la
vid, dando fruto con paciencia en nuestro hogar, en
nuestras ocupaciones, y manifestando en la vida el
Espíritu de Cristo en cada trato con otros. Hay muchos
que proceden como si pensaran que una unión ocasional
con Cristo fuera todo lo necesario, y que pueden ser
reconocidos como ramas vivientes porque a veces
confiesan a Cristo; pero esto es un engaño. La rama
debe ser injertada en la vid y permanecer allí uniéndose
con la vid fibra tras fibra, extrayendo su porción diaria
de savia y alimento de la raíz y fertilidad de la vid
hasta que llega a ser uno con el tronco materno. La
savia que alimenta la vid debe nutrir la rama, y esto
será evidente en la vida de aquel que permanece en
Cristo, pues el gozo de Cristo será cumplido en aquel
que no camina según la carne sino según el Espíritu”.
E.G.W. (Comentario Bíblico Adventista, tomo 5, p. 1118)