2. Fue dirigida la palabra de
Dios a Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto, y
vino por toda la región del
Jordán predicando el
bautismo de penitencia en
remisión de los pecados.
Lc 3, 1-6.
3. Veinte siglos después de Juan Bautista, la palabra de Dios sigue
irrumpiendo en nuestro tiempo.
Es una palabra penetrante que nos interpela. Es una palabra que
grita para sacudirnos de nuestro letargo.
4. Juan recorría la ribera del
Jordán predicando un bautismo
de conversión.
Las gentes acudían a él y
escuchaban su voz potente e
inquietante.
Muchas veces necesitamos que
alguien grite en el yermo de
nuestra existencia y nos haga
salir del letargo del egoísmo.
5. «Preparad el camino al Señor.» Allanad sus senderos.
Abramos nuestro corazón, dejemos pista libre, quitemos del
alma todo aquello que estorba e impide que Dios entre en
nuestra vida. Hemos de allanar los senderos del corazón.
6. «Elévense los
valles, desciendan los montes y
colinas.»
Miremos con anchura y
profundidad nuestro horizonte.
Contemplemos la vida, los
acontecimientos, la
naturaleza, a Dios mismo.
7. «Lo que está torcido se enderezará.» ¿Cuántas veces nos
perdemos por caminos equivocados?
Necesitamos abandonar los recónditos parajes del egoísmo
interior y enderezar nuestra vida hacia Dios.
8. ¿Con qué fin predicaba y bautizaba Juan el Bautista?
Con el fin de que todos vieran la salvación de Dios.
Pero… ¿qué significa salvación?
9. La salvación es saber, sentir y
saborear el amor de Dios.
Esta es también la misión de la
Iglesia: que las gentes puedan
descubrir el sentido
trascendente de su vida y
lleguen a experimentar que
son inmensamente amadas
por un Dios que es Padre.
10. Esta es también la misión de
todo el cristiano bautizado:
allanar los corazones, ser voz
que grita en el desierto, clamor
que denuncia lo injusto y que
anuncia el inmenso amor de
Dios.
11. La palabra de Dios entra como miel deliciosa en la boca,
pero una vez dentro se convierte en fuego que arde.
Es una palabra exigente, que da vida y pide una respuesta.
Como Juan Bautista, todos los cristianos estamos llamados a ser
precursores de Jesús en nuestro tiempo.
12. La sociedad necesita
rejuvenecerse espiritualmente.
La Iglesia —todos nosotros—
está llamada a aportar esa
semilla de renovación y de
vida a todas las gentes.
El mundo puede parecer un
desierto árido y escabroso…
pero el agua de vida nos ha
sido dada, y estamos llamados
a darla.