2. El caso de Riolobos tiene su parangón con el de Antonio Carlos Jobim, el mayor compositor de música
popular en Brasil. Se quejaba en vida, de la incomprensión que tenía en su país porque lo acusaban de
extranjerizante. Él grababa en Estados Unidos, porque allí tenía todos los avances tecnológicos. Sus melodías
eran especiales, con una armonía muy cercana al jazz y la gente no le prestaba atención. Le dolía la falta de
reconocimiento en Brasil. Lo mismo le pasó a Riolobos.
Daniel Riolobos, cuyo nombre real era Pedro Nicasio Riolobos, había nacido en Villa Hipódromo de Godoy
Cruz, Mendoza, el 14 de diciembre de 1932.
Cantó por primera vez a los cinco años, vislumbrándose su calidad vocal. Se dedicó al estudio del canto,
aunque su verdadera pasión era el fútbol.
Como toda historia de un cantante, sus comienzos fueron similares a los de tantos otros. Cuando apenas
tenía tres años ya canturreaba en las reuniones familiares y a los cinco debutaba en una radio sanjuanina, y
su padre, asustado, consultó a un médico. Pero por esos días Daniel tenía otra gran pasión, el fútbol. Y allí lo
vieron brillar, en 1947, cuando jugó en la primera de Independiente Rivadavia. Hábil goleador, dúctil con el
manejo de pelota al igual que con su voz. Una lesión lo dejó afuera de ese mundo. Por ese entonces
estudiaba en el conservatorio Rossini, y a partir de 1950, luego de una breve estadía en Buenos Aires -la
demanda por cantantes de boleros era escasa en esta ciudad- partió a Chile y comenzó a presentarse como
crooner de la orquesta dirigida por el pianista Roberto Ingles hasta que reemplazó al chileno Lucho Gatica.
3. El mundo lo valoró, Argentina lo ignoró
Siendo muy joven se trasladó a Buenos Aires donde conoció al pianista Roberto Inglez, quien lo llevó a
recorrer Latinoamérica desde la década de 1950. Estuvo en Chile, donde comenzó a presentarse como
crooner de la orquesta dirigida por Inglez hasta que reemplazó al chileno Lucho Gatica. Gracias al éxito
obtenido, se lanzó como solista en Venezuela, Cuba, Puerto Rico, USA y México, país donde se radicó en
1958. En Cuba aún se lo recuerda por su interpretación del tema "Vete de mí" del argentino Virgilio
Expósito.
En enero de 1959, viajó a México para actuar en el Teatro Lírico y a partir de allí comenzaría a afianzarse, de
la mano de Agustín Lara y de Lucho Gatica.
Con Gatica solía encontrarse en los escenarios, como sucedió, por ejemplo, en un certamen en 1963; en esa
oportunidad, Riolobos se llevó el premio Azteca al Mejor Cantante Internacional y el chileno terminó detrás
de él.
En 1967, la revista argentina Gente publicó una extensa entrevista que le realizó el periodista Santo Biasatti,
en la que lamenta que se cumpla el refrán que dice nadie es profeta en su tierra aludiendo al poco
reconocimiento de parte de sus compatriotas. A partir de ese año se presentaba casi todas las semanas en el
canal 13 TV de Buenos Aires en el programa "Sábados Circulares" conducido por Nicolás "Pipo" Mancera
Sus grandes amigos y admiradores
Armando Manzanero fue su pianista y de quien grabó muchas de sus canciones.
Compartió escenario con grandes artistas de su país, entre ellos Los Cinco Latinos.
Fue amigo y compadre de Pedro Vargas.y gran amigo de Miguel Aceves Mejía.
Decía que sus cantantes preferidos eran Tony Bennett y Barbra Streisand.
En La Habana, Cuba, conoció a Benny Moré El bárbaro del ritmo, quien le enseñaría secretos de la profesión.
Con Astor Piazzolla grabó un disco simple con los tangos "Uno" y "Garúa".
Con Osvaldo Fresedo grabó un LP titulado "Los 10 mandamientos", en tiempo de tango, con temas cuyas
letras estaban relacionadas con los mandamientos: "Amo a mis padres", "No robarás", "Huyendo del
pecado", entre otros.
En la película argentina "Deliciosamente amoral" (1969) con Libertad Leblanc, aparece interpretando el
tema central: "Para olvidarte a ti", letra de Julio Porter y música de Lucio Milena.
Actuó en la película "Bromas, S.A." (1967) junto con a Nadia Milton, Mauricio Garcés, Gloria Marín y
Chabuca Granda, entre otros.
Festivales de la canción en los que triunfó
En 1968 - 2° Festival Buenos Aires de la Canción - tema "No es un juego el amor" de Eladia Blázquez. En 1979
- Festival de la OTI - tema "Cuenta conmigo", de Chico Novarro y Raúl Parentella. En 1985 - Premio Konex de
Platino - Rubro Música Popular - Cantante Melódico y en 1985 - Diploma al Mérito - Rubro Música Popular -
Cantante Melódico
4. El más grande bolerista
Fue el más grande cantante de boleros de la historia de este país y una de las voces más exquisitas que dio la
música melódica por estas tierras. Nació en Mendoza, viajó por toda Latinoamérica y triunfó. Volvió una y
otra vez, pero llamativamente no pudo cautivar del todo al público argentino que siempre se le mostró
esquivo.
¿Cuántas preguntas surgen tras esa figura? Muchas. ¿Cuántas respuestas se encuentran? Pocas. Los años
siguen pasando y uno puede pensar con cierta tranquilidad, que no habrá otro cantante igual. Cuesta
entender, como habiendo triunfado en el resto del mundo, ese hombre de voz insuperable, de gran
carácter, duro y seductor a la vez, no haya podido tener el reconocimiento que sí tuvieron otros por estos
lugares.
Sammy Davis Jr.
Una noche, aquella noche, en una de sus tantas presentaciones en Puerto Rico, luego de terminar de cantar,
a un costado del escenario y tras dejar todo, pero absolutamente todo, en medio de la oscuridad teñida por
el humo del tabaco, en el preciso momento en que el artista se toma un respiro, alguien que se había
entremezclado entre el público se le acerca y lo abraza efusivamente.
Riolobos se sorprende y queda tambaleando, ese alguien era ni más ni menos que Sammy Davis Junior,
aquel actor y cantante norteamericano que compartió escenarios con Frank Sinatra y Dean Martin entre
otros. Cuando Davis lo soltó, gritó ante todos: “Si yo cantara como tú, créeme que no tendría que hacer
estas payasadas que me hicieron famoso”, y luego partió ante la atónita mirada de Riolobos. Un par de
horas después, en el hotel donde se encontraba alojado el cantante, volvió a aparecer la figura de Sammy,
esta vez acompañado por un músico de la orquesta que oficiaba de traductor, porque Riolobos no sabía
inglés, cosa que le importaba poco y nada. Una vez allí, Sammy le dijo: “Vine hasta aquí sólo para que me
digas una cosa: ¿cuándo respiras? ¿en qué momento? realmente no lo pude descifrar y quiero saberlo”.
Riolobos sonrió. Tal vez Sammy no sabía de los orígenes del artista que tenía frente a él.
Su maestro Benny Moré
En La Habana, Cuba, conoció al artista que lo guiaría en su forma de cantar: Benny Moré, “el rey del ritmo”,
como se lo conocía en la isla, fue quien le enseñó los secretos de la profesión. “Un día, Benny me encontró
‘fusilado’ y que no podía abrir la boca para cantar. El secreto -me decía- es jugar con los tiempos. Si ves que
no puedes llegar arriba con la voz, atrásate, corta las palabras y verás que llegas. Y si no, al revés. Y ya está,
chico, ya está. Ahí empecé a conocer lo que era cantar de verdad”.
Benny Moré, recuerdan en la Isla que la gente esperaba con ansias cada vez que se presentaba en los
bailables de La Tropical y La Sierra, a salón lleno y, a veces, Benny ni aparecía, porque se paseaba de bar en
bar, cantando y tomando, y donde lo esperaban, era tan pero tan querido, que el público ni siquiera se
enojaba. Riolobos también aprendió todo eso.
5. En enero de 1959 arribaba a México, allí lo contratarían para actuar en el Teatro Lírico y a partir de allí
comenzaría a afianzarse, de la mano de Agustín Lara y de Lucho Gatica. Precisamente con este último tuvo
una vida artística paralela que siempre los encontraba juntos en distintos ámbitos, como por ejemplo
cuando participaron en un certamen, allá por 1963, y Riolobos se llevó el premio Azteca al Mejor Cantante
Internacional y el chileno terminó detrás de él.
Incansable viajero
Sus ojos negros, la mirada penetrante, el cabello tirado hacia atrás y un mechón que se empecinaba en caer
sobre su frente cada vez que realizaba algún movimiento, eran algunas de sus características, además de la
de ser un fascinador y un verdadero trabajador de la canción y decía: “trato de aprender cada día un poco
mejor este oficio de cantar. Algunos dicen que llegan. Es mentira. Siempre se está tratando de llegar. Solo
eso”.
Un viajero, era un incansable viajero que sufría porque tenía que dejar a su familia siempre, porque la vida
del cantante es así, de aeropuerto en aeropuerto, pero igual volvía, siempre volvía. Tal vez para presentarse
en algún teatro, para mostrar lo nuevo, porque entre otras cosas, también era un renovador. O regresaba
para visitar a su madre Felipa, quien seguía viviendo en su querida Mendoza.
La nobleza de un artista de culto
Y entonces cuando volvía hacía estragos, como en 1968, en el Segundo Festival de Buenos Aires de la
Canción, el cual ganó con un tema compuesto por Eladia Blázquez, titulado, “No es un juego el amor”. Dany
Martin, cantante y ahijado de Riolobos, también participó del evento, y recuerda: “Salí segundo con “Tiene
los ojos tuyos”, y le tuve que decir que me ganó porque era el más grande y no por la canción, y me decía
que era verdad, que la mía era más linda. Entonces le hacían un reportaje en radio donde lo felicitaban por
el premio y decía: ‘sí, pero “Tiene los ojos tuyos” es mejor’. La canción de Eladia era hermosa pero el tema
que yo cantaba tenía letra de mi tío Julio Gutierrez Martín, y confirmando lo que Daniel pensaba la grabó
seis meses después”.
En el ’79, en Caracas, Venezuela, se llevaba el primer premio a la mejor interpretación en el Festival OTI de
la canción con un tema de Chico Novarro y Raul Parentella, “Cuenta conmigo”. Se presentó con el maestro
Oscar Cardozo Ocampo en el piano y arrasó con todos, se los devoró. Y vuelve al país habiendo ganado un
certamen que junto con el de Viña del Mar en Chile y el de San Remo en Italia eran de lo más importante de
la canción en el mundo. Pero claro, ni siquiera esto alcanzaba para abrir los oídos a la gran multitud, era un
artista de culto, ya lo era. (Nota de Walter Marini en la revista Sudestada Nº 51-Agosto 2006-)
Uno de los mejores a nivel mundial
Bastaba ver a Riolobos en vivo para darse cuenta que era uno de los mejores, siempre de smoking o traje
negro cruzado junto a un trío que lo acompañaba. Te hipnotizaba cuando cantaba y lo veías ahí, con una una
voz privilegiada, gran afinación, manejo de la interpretación y del escenario, y sobre todo porque cantaba
6. con el sentimiento. Frank Sinatra fue el más grande melodista y Riolobos encajaba en ese modelo de
cantante.
Daniel pasó toda su vida yéndose y viniendo del país, con todas las esperanzas de radicarse acá, pero se
peleaba con todo el mundo, y lo hacía defendiendo sus derechos y su trayectoria.
Era muy parco para la conversación, porque todo lo que tenía para decir lo decía cantando. Se peleaba
mucho con aquellos que no lo valoraban y por eso parecía un tipo pedante y soberbio, pero cuando él
estaba con alguien que lo respetaba, se abría, era tierno, casi un chico, y necesitaba que le diesen una
palmada en el hombro porque acá había sufrido mucho. La sinceridad en el mundo artístico es mala palabra,
y Daniel no era ningún hipócrita. Él sabía lo que valía, lo decía y lo exponía, y mucha gente lo tomaba como
pedantería o soberbia, pero en realidad no lo conocían, era una manera de defenderse. Tenía un público
sensible, de grandes minorías.
Lamentablemente, la música de hoy es para ver, hay grandes shows montados y nada más.
En cambio, grandes como Sinatra, Tony Bennet o el mismo Riolobos, hacían música para escuchar, y lo que
importaba era lo que decían, cómo lo decían, y eso se fue perdiendo.
Algunos sellos lo perjudicaron
Hoy las radios se dedican a difundir todo lo que mandan los grandes sellos discográficos, y pasan lo que está
de moda o aquello que se encuentra en el primer plano y lo que está en el segundo o tercero, no le interesa
a nadie, por eso no hay investigación.
En cambio, en aquella época había una gran preocupación por lo artístico y uno descubría a un Horacio
Molina o al mismísimo Waldo de los Ríos, otro gran olvidado.
Una pequeña anécdota pinta de cuerpo entero la calidad que tenía, ya que en una oportunidad, Daniel
grabó con Victor Buchino en el sello RCA, y uno de los temas que incluyó en el disco lo grabó acostado sobre
un cuerpo de sillas.
En un momento tuvo un proyecto para grabar un long play con Astor Piazzolla, al final terminó grabando dos
temas: “Uno” y “Garúa”, el último en una versión infernal, con un registro bajo que pocos podrían lograr en
el mundo, fueron dos versiones admirables. Es muy injusto lo que pasó con él. Por eso es importante señalar
que algunos sellos discográficos lo perjudicaron notablemente. El grabó en un sello chico llamado Cabal, en
malas condiciones técnicas, con acompañantes que no estaban a su altura, con problemas de planos de
sonido y un proceso de elaboración del disco muy malo donde hizo lo que pudo, que finalmente fue mucho.
Creo que los argentinos no nos damos cuenta de los valores que producimos. No se tiene noción de todo lo
que Astor Piazzolla se escucha en el mundo, no se sabe lo que significa Atahualpa Yupanqui en gran parte de
Europa, y nunca supimos lo que significó en América Latina -especialmente en México-, una figura como
Daniel Riolobos. Sin lugar a dudas, Daniel fue uno de los cinco mejores cantantes a nivel mundial en la
década del sesenta y principios de los setenta, e incluyo a todos los géneros de la canción.
(Guillermo Fuentes Rey, Director General de la Comisión de Cultura de la Legislatura de Buenos Aires)