Encuentros de dos sensibilidades: la de Juan Ortiz de Mendívil (fotógrafo) y la de María Esperanza Párraga (poeta).
Encuentro a lo largo de varios años que ha culminado en una edición digital en el año 2017
Unitario - Serie Fotográfica - Emmanuel Toloza Pineda
Encuentros
1. Esperanza Párraga Granados y Juan Ortiz de Mendívil
ENCUENTROS
dDepósito legal M-22404-2017 Poemas de María Esperanza Párraga Granados. Fotografías de Juan Ortiz de Mendívil
2. Larga es la mano del amor
y la sombra que deja,
con tus pequeños dedos
tocarás lo imposible
y lo harás tuyo
en un afán ingenuo
de poseer la dicha.
No te escondas ya más,
que el tacto tenue
te ha dejado la huella
del silencio del sol.
3. Dicen que el rostro de los leones desfigura las piedras,
las hace ocre llanto, sangre desdibujada
donde antes lo amorfo permaneciera singular y feliz.
Sea la voluntad del ocaso y su lluvia,
del sol y su silencio…
4. Mirad la desnudez del alma oculta,
la alada transparencia de su duda
en ese cuerpo hermoso que la tiene
sin saber del regreso hacia la nada.
5. Dime dónde arranca la piedra su ternura de vegetal,
su noche,
¿en qué raíz del cuello la savia se hace sangre?
Mosaico en vertical,
enredado en espacio para que tú lo veas,
dentro la oscuridad de la distancia.
Ponle ojos donde la piedra duele
para que el también mire
nuestro rostro dormido,
silente,
y se sorprenda.
6. Desnudos equilibrios
nos dejan las ausencias
¿quién le pone palabra
a nuestro apoyo mudo?Desnudos equilibrios
nos dejan las ausencias
¿quién le pone palabra
a nuestro apoyo mudo?
7. Parece Señora, y lo es
No lo dice así su pentagrama,
su rostro coronado
y el hueco de sus ojos.
Adivina en sus labios
la calidez sonora
de su nota interior.
Si le pintas las hojas
como de planta ausente
te dejará la savia.
Toca la transparencia
de su rostro metálico
y levanta su velo.
Si te refleja
es ella.
8. Pregúntale a tu sombra
por cuánto renaciste,
esa incorpórea imagen
es más fiel que tu espejo.
9. Nunca le dijeron a donde le esperaban
y así recorría siempre un trayecto sin vuelta;
el sueño le ayudaba a perderse lo suficiente
para no encontrarse así mismo en cualquier parte.
10. No le pongáis más perlas submarinas
que ella no tiene rostro ni cola de sirena,
flotarán en el aire de su ausencia
todas las conchas rotas de aquel mar.
11. Voy a ti desde entonces
con mi Cristo de piedra,
redondas son las dudas;
pero mi amor ahuyenta
la permanencia gris
que detiene el dolor.
Levanta la cabeza:
hay un ángel en ti.
12. Ella, que está tumbada,
entre dormida y muda,
se mira en el espejo;
su redonda quietud
pone rostro a la tarde,
el transeúnte pasa por su lado
recorriendo la forma de su cuerpo
sin saber que sus ojos
ponen vida al acero.
13. Extendió el color rosa por el mundo,
nadie explicó después tanta alegría
ni el porqué del dolor que nos dejó
su ausencia.
Recorrió el camino de los árboles
por la lenta geometría de sus hojas
y desapareció.
14. Cubrid ya sin temor todo cuanto fue vuestro,
no temáis la gravedad exacta de la tierra
sobre este cuerpo inerme que cayó.
Todo es ya gris e impermeable a la vida.
Recoged los silencios, amontonad la tierra
y dejad que comience…
15. ¿Hacia dónde miramos mientras lloran las letras?
Es el cesto del hambre, su presión intangible.
Una figura plástica llama a nuestra conciencia;
creyente o no, Dios está sentado
y nos mira.
16. La niña
en su imaginación,
voló hasta el beso del caballo;
no lo pudo tomar:
estaba preso
de la luz vegetal
que en crin rodaba,
le cabalgaba el alma paralela
a punto de soñar...
Volvió los pasos hacia sí
y se hizo flor.
17. Llegan de más allá de nuestros pasos quietos,
nos hablan con sus ojos del dolor recorrido en el vacío.
Nadie les pone nombre por miedo a la presencia
y así pasan sin ser, como una sombra leve.
La memoria no puede traicionar tanta belleza
y deja en la conciencia un rostro de mujer.
18. ¿Quién sacó de la jaula bellos ojos,
puso así en los barrotes lo más puro?
Ya no están apresados, vigilantes,
te marcan el camino de la nada.
19. La música ha salido a jugar en las calles,
acordes pasajeros que dejamos pasar
ante la triste mirada del animal sentado.
Los dedos en la flauta saben de un aire cómplice.
20. No te salgas del marco,
no provoques al recto precipicio
que te espera más allá de la línea.
Quédate bien sentado
mientras tu pie sueña
con otros horizontes.
21. No le pongáis barrotes que el dolor es inmenso
y recorre el espacio sin fronteras visibles.
No puede la belleza ahuyentar su presencia
y nos deja en los ojos ese color oscuro
que nos va diluyendo…
La carcel del dolor
22. ¿Es el agua en el árbol
¿Es el árbol la sombra
que al agua le faltara?
Dentro de la sombra el agua
hace destellos de agua.
El camino es el ascenso
en las lágrimas de plata
mientras el verde desciende
para encendernos el alma.
El árbol todo lo sabe
y calla con su esperanza
para que llore el paisaje
con su viento, con su calma.
El agua se quedó seca,
las barcas se hacen montaña,
los labios de las laderas
son girasoles naranjas
donde los árboles niños
abrazan sueños de agua.
23. Para navegar las ramas,
para imaginar las barcas.
¿Quién nos dijo que en los días
los caminos no son agua?
Pobre dolor el del árbol
ya transformado, ya plata.
Que nunca le dejen solo,
que a los ojos del silencio
la lluvia se hace distancia
donde animales sumergen
su color sin esperanza.
Las barcas son hoy promesa,
no son envés de su rama.
24. El aire se ha poblado de mariposas neutras
todo tu yo se envuelve en la que fuera agua,
tus formas, tus deseos están ahora encerrados
y cuelgan del silencio para que no respires.
Ponles la máscara cuando llegue el otoño,
déjales ya sin luz para que no te miren,
ellos no han conocido el dolor en corriente
y sólo ven en ti las formas de tus sombras.
Tienes que trascender la transparencia,
sentir en tu cuerpo la margen del gran río,
el infinito deseo de los dioses antiguos,
estar en ti, y entonces, saber que son tus manos
las que nos dan aliento cuando el telón desciende.
25. Santa faz
Con lágrimas tejidas
pone Madre blandor sobre la piedra
y la hace rostro al fin.
26. El dolor de pensar es todo nuestro,
esencial e infinito en la cabeza humana,
que nos vino de Dios proclama el aire
y arropamos la duda con la mano.
Las hojas son testigo
de nuestro llanto mudo
y cubren nuestro cuerpo
de compasión eterna.
Desnudo sueña el aire
la locura del cielo.
27. La diosa de la felicidad
Ella tiene en el rostro
la rosa magnitud del sol que fuera.
Detenida por fin en rostro humano
queremos atraparla para siempre.
No puedes comprimir la luz oculta
que el barro recaló para tus manos.
Confórmate con atrapar su forma
fugazmente en tus ojos, clandestina.
28. Ella reza la luz,
vive en el blanco,
dicen que ayer soñó,
hoy sólo bebe
palabras imprecisas
de profundo misterio.
Viaja en la eternidad
de los instantes,
está para que mires
la densidad azul
de su silencio...
y la cuestiones.
29. No le pusieron rostro y quedó nuestro,
supo así del dolor y de la permanencia.
Llega la transparencia de su ser
por nuestra negra noche.
No imagines sus dedos ni su calor ausente,
no le sueñes feliz, no lo descubras.
Quédate ya ante tí, sereno y lúcido,
antes de la ascensión que nunca hiciste.
30. Yo creo en un más allá, yo sé que hay flores,
detrás de tí hay un trasfondo azul que te sostiene,
cuerda, tirante, cordón de trenza, hilo conductor,
cuerda floja de equilibrista sin red y sin suelo.
Detrás de tí hay un espacio, hay coordenadas,
hay una luz sin ver y sin sonido,
hay, como en un teatro, un telón que espera
la mano que lo toque y se haga el sueño.
Yo creo en “un más allá”, ese de todos,
ese que quedó atrás, que siempre estuvo,
ceniza al viento, mano de momia en el pecho,
camino que no existe en nuestra mente,
Más allá de ti, de tu sonrisa, de tu pena,
más allá...y al mismo tiempo en ti...
Me busco en él: hay algo sobre mí que me navega,
barco en mi océano, naufrago pero estás...
Más allá un faro...
Esperanza