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Clubcultura, marsé y la censura franquista
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Presentación en la
Fnac Callao (Mad)
Censura en Cuba
Expediente Marsé
Luis Pastor
Raymundo Gleyzer
Introducción Entrevista
Los informes El veredicto
La versión oficial
Explicando todo el caso, que tiene varias
fases, desde 1973 hasta 1976
Treinta años
después
El tiempo de los
sucesos
Treinta años después
"Escribí esta novela convencido de que no se iba a publicar jamás", dice Juan Marsé
en el prólogo que, en 1988, tres lustros después de escribir la novela, antepuso a
la edición corregida, y para él definitiva, de "Si te dicen que caí". No se trataba de
un ataque repentino de pesimismo; aunque durante la posguerra Marsé y su editor,
Carlos Barral, había trampeado con éxito a los censores, con esta nueva novela las
cosas serían mucho más difíciles.
En primer lugar por el título, un verso de "Cara al sol", el himno que para la
Falange escribieron Dionisio Ridruejo y José María Alfaro. Sugerido a Marsé
por Jaime Gil de Biedma, la frase se convirtió, en efecto, en "argumento"
descalificador de los lectores que, a sueldo de la censura franquista, se dedicaban a
evaluar todos los manuscritos editados en esos años en España. Incluso el más
benévolo de estos censores no podía dejar de reconocer que "existe en toda la obra
una gran dosis de desprecio hacia la Falange y hacia los representantes de la Iglesia
coaligada con el militarismo Nacional. Desprecio, ironía demoledora y falta de
respeto que existe en casi todo el libro, pero y es lo más destacable de manera
incidental, sin constituir el nervio fundamental de la trama novelística".
(Curiosamente, en este último punto coincidía el censor con el autor, que siempre
negó haber escrito una novela eminentemente política).
Aunque a finales de 1973, la censura franquista se había relajado un poco, en
paralelo, diríase, a la consunción física del dictador (recordemos por ejemplo, que
fue esa la época cuando la columna de Marsé "Señoras y Señores", aparecía cada
semana en "Hermano Lobo"), el país vivía un momento siniestro en el que parecía
que los peores hábitos de la dictadura iban a perpetuarse aun después de que Franco
muriera. Ese desánimo que aparece en las páginas de "Si te dicen que caí" había
conseguido prolongarse durante varias décadas hasta convertirse en un componente
esencial de la atmósfera de "libertad vigilada" en la que finalmente se escribe la
novela.
Como ha hecho notar Antonio Muñoz Molina, es con este libro de Marsé que se
produce un vuelco fundamental en la literatura de la posguerra española:
"Por los tiempos en los que Si te dicen que caí se escribía, incluso en el año dificil
en que los adictos a Marsé pudimos leerla en Seix Barral, la libertad de expresión
era todavía un sueño escrito con spray por las paredes, una amenaza y una
promesa, una ambición tan física como la de respirar con plenitud que se iba
logrando diariamente, con persecuciones y castigos, con heroísmos menores y
constantes. Como Marsé, aunque más tarde que él, muchos nos dábamos cuenta de
que la única manera de hacer posible la libertad de expresión era practicándola,
aprendiendo a decir exactamente lo que a uno le daba la gana, disfrutando con
entusiasmo y naturalidad aquel tumulto de bienes tardíos que nos iban llegando
desordenadamente, ya fueran libros, revistas, músicas, emisoras de radio,
periódicos".
En un acto de valentía insensata, Marsé dice Muñoz Molina, decidió escribir una
novela "como si la censura franquista no existiera, como si no existiera el
franquismo". Treinta años después esta novela puede leerse no sólo como uno de los
grandes hitos de la literatura española y de la propia trayectoria de Marsé, sino
también como un verdadero manifiesto por la libertad de expresión, un monumento
literario que consagra el empeño de no seguir doblegándose, de no aceptar nunca
más la monotonía de la obediencia.
El tiempo de los sucesos
A instancias de Gil de Biedma y de Carlos Barral que vieron claro que la novela no
sería publicada en España, Marsé decidió presentar su manuscrito a un premio
mexicano, el Internacional de Novela, que sin duda contribuyó a formar la leyenda
alrededor del libro prohibido. Tras las decisivas gestiones de su agente literario,
Carmen Balcells, Marsé se llevó el premio, y la primera edición de "Si te dicen que
caí" apareció en 1973, a cargo de la editorial Novaro. En su portada aparecía el
Saturno devorando a su hijo de Goya, ilustración perfecta para aquella historia de
gente desgarrada por el tiempo, pero no menos alusiva a la violencia con la que el
franquismo había tratado a los escritores de la posguerra.
Algunos ejemplares de esa edición de Novaro consiguieron entrar en España. En un
ensayo reciente, el novelista Rafael Chirbes recuerda, por ejemplo, los que se
colaron en el cuartito trasero de La Tarántula, una pequeña librería, hoy
desaparecida, situada en un semisótano de la calle Sagasta, a un paso de la plaza
de Alonso Martínez, en Madrid:
"A dicho "cuartito" se dejaba pasar a los clientes de confianza. Entre los títulos que
estaban permanentemente allí, recuerdo algunos de los "campos" del "Laberinto
Mágico" de Max Aub (los leí sin orden, a medida que pude hacerme con ellos: el
primero que leí fue Campo Francés; el segundo, Campo de los Almendros), y
también el otro laberinto, el que había escrito el historiador inglés afincado en
Granada, Gerald Brenan, "El laberinto español", así como los rudimentarios
principios de filosofía de Georges Pulitzer y el lúcido e instructivo manual de
"Historia de España" de Pierre Vilar. En otro orden de cosas, más en apariencia
relacionadas con las pulsiones de la carne que con los ideales de la política, tampoco
faltaban nunca en ese armario los trópicos de Henri Miller, "El Amante de Lady
Chatterley" de D. H. Lawrence, o la "Justine" del Marqués de Sade. A todos esos
libros se uniría muy pronto "Si te dicen que caí" de Juan Marsé. Creo recordar que
llegó un par de docenas de ejemplares (y que se vendieron muy pronto)."
Ni Carmen Balcells, recién estrenada como agente independiente después de haber
trabajado durante años para Barral, ni el propio editor se amilanaron y movieron
cielo y tierra para que el libro saliera indemne del previsible veto ideológico. El
Ministerio de Información y Turismo recibió numerosas peticiones, tanto de la
editorial Novaro como de Barral, para que el libro de Marsé fuera autorizado a
circular en España. En noviembre de 1973 una oficina que respondía al tenebroso
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