2. Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña
con sus nietas Serafina y Séfora. Serapio era un conejo bueno y muy respetuoso con
todos los animales de la montaña y por ello lo apreciaban mucho. Pero sus nietas eran
diferentes: no sabían lo que era el respeto a los demás. Serapio siempre pedía disculpas
por lo que ellas hacían. Cada vez que ellas salían a pasear, Serafina se burlaba: “Pero
mira que fea está esa oveja. Y mira la nariz del toro”. “Sí, mira que feos son”, respondía
Séfora delante de los otros animalitos. Y así se la pasaban molestando a los demás,
todos los días.
III - Unidad:
Tema: CUENTO CORTO: LA CONEJITA
3. III - Unidad:
Tema: CUENTO CORTO: LA CONEJITA
Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les
enseñaba, no se corregían), se le ocurrió algo para hacerlas entender y les dijo: “Vamos
a practicar un juego en donde cada una tendrá un cuaderno. En él escribirán la
palabra disculpas, cada vez que le falten el respeto a alguien. Ganará la que escriba
menos esa palabra.”
4. “Está bien abuelo, juguemos”, respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le faltaba el
respeto a alguien, Serafina le hacía acordar del juego y hacía que escriba en su cuaderno
la palabra disculpas (porque así Séfora tendría más palabras y perdería el juego). De igual
forma Séfora le hacía acordar a Serafina cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron
los días y hartas de escribir, las dos se pusieron a conversar: “¿no sería mejor que ya no
le faltemos el respeto a la gente? Así ya no sería necesario pedir disculpas.”
III - Unidad:
Tema: CUENTO CORTO: LA CONEJITA
5. III - Unidad:
Tema: CUENTO CORTO: LA CONEJITA
Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían quejas
de los vecinos. Les pidió a las conejitas que borraran poco a poco todo lo escrito hasta
que sus cuadernos quedaran como nuevos. Las conejitas se sintieron muy tristes porque
vieron que era imposible que las hojas del cuaderno quedaran como antes. Se lo
contaron al abuelo y él les dijo:
“Del mismo modo queda el corazón de una persona a la que le faltamos el respeto.
Queda marcado y por más que pidamos disculpas, las huellas no se borran por completo.
Por eso recuerden debemos respetar a los demás así como nos gustaría que nos
respeten a nosotros”.