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Complutum Extra, 6(1), 1996: 41-62
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO
DE LA CUEVA DE ABAUNTZ
SU APORTACIÓN A LOS ESTROS DEL MAGDALENIENSE TARDÍO
Pilar [¡trilla*, CarlosMazo* *
Rasutffln.- Se estudian tres bloques liticos de la cueva de Abauntz que contienen grabados pertenecientes al
Magdaleniense Final según dotación radiocarbónica por AMS. Junto afiguras realizadas con el máximo deta-
líey un excelente realismo (caballo del bloque 3) aparecen otras esquematizadasentre las que destacan las ca-
brasy ciervo en posición frontal de íos bloques 1 y 2. Estas se superponen a lasfigums de mayor toma/lo y
más realismo de los mismos bloques.
Ansiiuci-.- We present three engraved stones ofAbauniz cave. Tite radiocarbonic (AMS) datation date titen’
ita rite Lote Magdalenian. Near to animolistic representations carried out with a excellent realism ond mox¡-
mum detail (horse oftite stone 3). we can see schematic figures a/so, as tite goats atad deer ita frontal position
ofstones 1 atad 2. Titese scitematic figures are superpposedto tite greater atad more realistic representatiotas of
tite some stones.
PALABRAS CLA¡r: Magdaleniense Final. Arte Mobiliar, Área Cantábrica, Valle del Ebro.
Kcr Wonos: Late Magdalenian, MobiliorArt, Contabrian Spain, Ebro Va/ley.
Querernos unimos al Homenaje de nuestro
compañero Manuel Fernández-Miranda con una re-
flexión sobre los estilos tardíos del arte mobiliar
magdaleniense aportando nuestro mejor bagaje: los
tres magníficos bloques grabados y dos pintados que
las recientes excavaciones de la cueva de Abauntz
han éntregado durante las campañas de 1993 y 1994.
Ijuhiéra sido más opórtuno que este articulo hubiera
aparecido en el nñmero monográfico de arte paleolí-
tico que la revista Complutuna dedicó a la memoria
de Fernández-Miranda pero las fechas del hallazgo y
de la edición se superpusieron, desconociendo los
editores la existencia de estos hallazgos ya que, aún a
costa de nuestro propio ego, los mantuvimos en se-
creto rigín-oso para evitar el vandalismo al que nos
tienen acostumbrados nuestros clandestinos. Hoy he-
mos terminado el vaciado de los niveles magdale-
nienses de la cueva de Abauntz y podemos aportar
un avance detallado de lo que será el estudio definiti-
vo cuando hayamos completado el estudio de las su-
perposicionest.
1. LAS RECiENTES CAMPAÑAS DE
EXCAVACIÓN DE LA CUEVA DE
ABAUNTZ
A partir de 1991 se reanudaron los trabajos
arqueológicos en la cueva navarra de Abauntz, exca-
vada en los años setenta por uno de nosotros (Utrilla
1982), con el propósito de vaciarla segunda sala y el
pequeño pasillo por el que se accede a ella. Esta in-
tervención respondía a una campaña de salvamento,
dado que existía la intención de construir un embalse
que iba a inundar el yacimiento. En estas condiciones
las excavaciones han continuado hasta la actualidad
vaciando por completo los niveles magdalenienses.
De resultas de estos trabajos se ha registrado
la existencia de un potente nivel nuevo, denominado
2r, que está constituido exclusivamente por limos
muy sueltos de color rojo y en el que ocasionalmente
se intercalan lentejones de un rojo más intenso y ne-
gro. Su base se sitúa estratigráficamente siempre por
encima del nivel e, mientras que el contacto de su te-
* Area de Prehistoria. Departamento de Ciencias de la Antiguedad. Facultad de Filosofia y Letras. Campus Universitario.
50009 Zaragoza.
Área de Prehistoria. Departamento de Ciencias dc la Antiguedad. Colegio Universitario de Huesca. Plaza de la Univer-
sidad, 3. 22002 Huesca.
42 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
23 $/21
300 a 3~t5 m.
O a 45N1 u.
Madriguera
232/21 E 23 D/21 1)
o Costra
- C.D. E.~ 0,
Fig. 1.-Cueva deAbaunta. Estratigratia al comienzo dela segunda sala y píansa dela zona excavada.
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 43
elio es varíable, pudiendo estar en relación con la
costra del nivel c allá donde se localiza, con el nivel
b2, también muy residual, el bl, o incluso con el ni-
vel revuelto (Fig. 1)~.
A pesar de que sedimentológicamente no
existen diferencias a lo largo de todo su desarrollo, si
que se atestiguan desde el punto de vista arqueológi-
co. En el tramo superíor aparecen restos cerámicos y
líticos, entre ellos un triángulo en doble bisel, lo que
concuerda con su fecha de 5820+40 B.P. (GrN
21010), equivalente en su cronología al nivel b4,
neolítico medio, de las prímeras campañas. A conti-
nuación, y durante su mayor parte, es estéril, en tanto
que en el tramo inferiory directamente sobre el nivel
e vuelve a ser fértil, entregando restos de industria lí-
tica y los cantos con arte. Su potencia máxima se si-
túa sobre la banda 21, acuñándose progresivamente
hasta la banda 9. La zona superior se ha visto afecta-
da por remociones en algunos lugares pero a pesar de
ello el techo del nivel parece ofrecer una notable ho-
rizontalidad entre las bandas 9 y 25. A partir de ahí
no ocurre lo mismo pero posiblemente esto se deba a
que en algún momento la segunda sala ha podido ser
vaciada parcialmente (concretamente entre las ban-
das 27 y 31). De hecho el tipo de restos que resulta-
rían propios de su primer tramo ahí no aparecen, ni
tampoco puede considerarse la existencia del interva-
lo estéril.
Del tramo inferíor del nivel 2r, allí donde
aparecen los bloques con arte que presentamos, se
han obtenido hasta el momento tres fechas radiocar-
bónicas. La primera de ellas según el sistema de C14
convencional fue realizada por el labotario Beta Ana-
lytic Inc. de Miami para una muestra de carbón (Ab.
230.395) que dió una data de 14950±840 B.P. (Be-
ta 65726). La escasa utilidad de esta fecha ante seme-
jante amplitud del intervalo de conftanza condujo a
datar la mitad de ese mismo carbón por el sistema
AMS (que había sido desviada por el propio labora-
torio para formar parte de su “archivo”). La fecha en-
tonces obtenida fue de 12340+60 B.P. (CANIS 9918).
Ante la disparidad de resultados se dató un nuevo
trozo de carbón (Ab.19E.382) también por el sistema
ANIS que resultó en 11760±90 B.P. (Ox A-5116).
Éste último se encontraba adherido a la cara inferior
del canto 3
En el plano general de las distintas campa-
ñas (Fig. 2) pueden verse los límites de la principal
ocupación magdaleniense (nivel e), diferenciándose
claramente tres hogares. Uno de ellos, en el centro de
la primera sala, reuniaen torno a si abundantes útiles
líticos relacionados con el raspado y perforado de las
pieles, actividad que ya ha sido publicada en detalle
(Utrilla 1982; Utrílla y Mazo 1992); el segundo ho-
gar, de menor potencia y extensión, se hallabaadosa-
do a la pared del corredor a la altura del cuadro 1 lB
y bien pudiera interpretarse con una función de ilu-
minación, dado lo estrecho de la zona que no permite
realizar actividad alguna, salvo lugar de paso. El ter-
cer hogar se sitúa en el centro de la ocupación mag-
daleniense de la segunda sala, reuniendo en tomo a
él una interesante industria ósea a base de espátulas,
azagayas y varillas, acompañadas de una pobre in-
dustria lítica a base de simples láminas de sílex con
huellas de uso y algunos buríles. Es en el área pró-
xíma a este hogar donde se hallaban la mayor parte
de cantos grabados y pintados, precisamente en la zo-
na de contacto entre el nivel rojo (2r) y el nivel gris
arcilloso (e). A reseñar la existencia de ocho agujeros
de poste alineados en dos hileras que se hincan desde
el nivel e en la tierra estéril de base. Pudieron servir
para sujetar algún entoldado de pieles que separara
recintos o protegiera de la humedad. En la actualidad
la cueva ofrece unas condiciones deficientes de habi-
tabilidad, debido precisamente a una notable hume-
dad que hace descender varios grados la temperatura
de la segunda sala (Fig. 3).
Hasta la campaña de 1994 el tramo inferior
de 2r ha ofrecido 14 cantos. Diez de ellos son arcillas
carbonatadas (tres con grabados, seis con algunas
marcas y uno no manipulado), dos son calcarenitas,
ambos con trazos de pintura roja, y dos areniscos,
uno con restos de ocre y otro con numerosos surcos
profundos. La industria ósea está constituida por un
fragmento de azagaya de sección oval y una azagaya
monobiselada de sección cuadrangular. En cuanto a
los restos de industria lítica tipologizable hay un total
de 49 evidencias: trece soportes, básicamente lamina-
res, con saltados minimales que podrían considerarse
de uso, y cuatro núcleos o fragmentos de núcleo. Los
restos de fauna reconocible ascienden a 108, estando
muy representado el caballo.
2. ESTUDIO DE LOS BLOQUES GRA-
BADOS Y PINTADOS: SOPORTES
Y PROCESO DE CALCO
Durante las campañas de 1993 y 1994 (ban-
das 9 a 25) se localizaron manifestaciones artisticas
grabadas sobre tres bloques de alma compacta pero
superficie blanda, restos pintados en rojo sobre so-
portes duros, y representados por dos cantos rodados
de calcarenita, alargados y planos, que habían sido
modificados. Uno de ellos estaba apuntadoa modo de
pico en uno de sus extremos mediante golpes latera-
les mientras que el otro presentaba un filo cortante a
modo de hacha (Fig. 4). Un tercer canto, esta vez de
44 PILAR UTRILLAY CARLOS MAZO
Fig. 2.- Planta a la altura del nivel e. Las piedras con arte (en negro) aparecieron en el nivel 2r aunque en la zona de contacto con el nivel e.
Véanse los agujeros deposte alineados en dos hileras.
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNIZ 45
Fig. 3.- Cantos pintados enrojo procedentes del nivcl 2r.
arenisca, entregaba toda su superficie surcada por In-
numerables lineas rectilíneas, como si hubiera sido
utilizada como tabla para cortar sobre ella con uten-
silios de sílex.
Los soportes sobre los que están realizados
los grabados de los tres primeros bloques han sido
considerados por nosotros en alguna ocasión como
calcitas con aspecto de ocre amarillo (Utrilla 1982:
267) o como calizas margosas (Utrilla 1995; Utrilla y
Mazo 1996a). quizás por su aspecto exterior modera-
damente blando, si bien la presencia de negativos de
fractura concoidea no resultan normales en este tipo
de rocas. En realidad esa impresión debe ser modifi-
cada y, aunque todavía no disponemos del análisis
petrológico de las láminas delgadas que se han reali-
zado de otros cantos idénticos recuperados, una co-
municación verbal del Dr. Juan Mandado (Profesor
de la Facultad de Geológicas de esta Universidad),
resultado de su inspección visual, apunta a que se
trata de un mineral arcilloso con fijación de carbo-
natos que ha ido desarrollando y consolidando un nu-
cleo dentro de niveles de Jutita con mucha materia
orgánica. La textura que este núcleo alcanza depende
del grado de calcitización, encontrándose rodeado de
una corteza arcillosa (sobre la que se ha grabado). La
pátina (‘erruginosa que presentan resulta frecuente
por la movilización de coloides por el agua, al igual
que el caliche o costra calcárea que se observa en el
canto 2.
Este tipo de roca fue detectado ya en las pri-
meras campañas de excavación en el nivel e en el
área de la primera sala, aunque su densidad se ha
visto incrementada en las últimas campañas, cuando
se han excavado las áreas correspondientes a la se-
gunda sala y al tramo de pasillo que da acceso a ésta.
Aparecen tanto en el nivel e como en la base del ni-
vel 2r, sobre el techo del nivel e.
También aparece esta materia prima en el
nivel supuestamente musteriense (o quizá anterior)
detectado en 1994 y que ahora se ha empezado a ex-
cavar, en donde este mismo tipo de material ha sido
utilizado para la fabricación de un posible bifaz li-
mande o protolimande y de unas cuantas raederas de
aspecto poco fino, en los que esa corteza arcillosa to-
davía se mantiene. Convenientemente descortezada
se ha empleado para la fabricación de varios hende-
dores.
y ~ 7’
—ts~.1—”
F’g. 4.- Bloque o.’ i con representación topográfica de las figuras
principales.
46 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
Como otro tipo de cantos rodados o manu-
pons, la presencia de éstos en la cueva sólo es expli-
cable por una intervención humana. El nivel por aho-
ra más profundo registrado, la unidad h. de más de
metro y medio de potencia en el cuadro 35W y que
está constituido por una amplia serie de capas limo-
sas de colores muy diversos y otras de arenas que po-
nen de maniftesto la existencia de actividad hídrica
en la cueva durante bastante tiempo, también indica
que la capacidad de transpone o arrastre de ese cau-
dal era mínima. Todo el material de fracción gruesa
que aparece en el sedimento de la cueva a partir del
nivel g está constituido por cantos de caliza de for-
mas angulosas que proceden de las paredes y el le-
cho.
Si bien para el caso de la ocupación muste-
riense el aprovisionamiento de esos cantos tuvo que
realizarse en un afloramiento en el exterior (supues-
tamnente de edad paleozoica) desde donde se trans-
portaron a la cueva, para el momento mágdaleniense
podria aventurarse que su recogida se realizara in-
cluso allí mismo, en la propia cueva, aunque en la
actualidad no hay datos de que el nivel musteriense
haya sido perforado en ningún punto. Todo lo contra-
rio. Este nivel, tal y como se nos presenta en la ac-
tualidad, ofrece en su interfacie con el nivel f una
notable acumulación de piedras calizas que lo sella,
si bien es cierto que el área excavada hasta ahora es
reducida (del orden de los cinco metros cuadrados).
A pesar de esto, el canto número 1 (Ab. lIC.
285.39) no desentonaría en absoluto como bifaz en
un contexto musteriense o anterior y a buen seguro
que sería clasificado como tal. De forma amigdaloi-
de, el soporte ofrece unas dimensiones de 175 mm de
longitud, 100 de anchura y 54 de espesor maxímo.
Su peso es de 947 gramos. Antes de ser grabado pa-
rece haber sufrido cieno proceso de alteración que ha
suavizado sus aristas, posiblemente resultado de su
depósito en un sedimento un tanto húmedo que dc-
gradó la corteza arcillosa. Esta se sitúa rodeando el
interior carbonatado a modo de cónex y sólo una de
las extracciones, localizada en la cara A. ha dejado
aquél a la vista. Este negativo, como se indica más
adelante, ha sido incorporado por el artista a la coní-
posición.
El canto número 2 (Ab.23D.402.98) presen-
ta la forma de un prisma de base rectangular. La lon-
gitud máxima es de 146 mm, la anchura de 114 y la
altura o espesor de 77. El peso es de 1573 gramos. Su
cara superior (aquélla que resulta de orientar el ca-
ballo y tas cabras que presenta de pie) es cóncava y
en ella se localiza un pequeño agujero, intencional, y
un meandriforme asociado. Por su morfología, y por
el hecho de que en el momento de recuperarlo esta
cara se encontraba notablemente ennegrecida, esta
pieza fue considerada como una lámpara. Sólo pos-
teriormente, en el momento de la revisión minuciosa
de todos los cantos, se observó la presencia de graba-
dos en una de sus caras laterales mayores. En este ca-
so los grabados resultan menos aparentes, por menos
profundos que los de la pieza anterior, ya que han si-
do realizados básicamente sobre la propia arcilla car-
bonatada. Una extracción previa al grabado, que ha
dejado al exterior un alma más dura, no ha inte-
rrumpido el desarrollo de la figura principal, aunque
los trazos ahí resulten muy superficiales y aparentan
estar muy poco controlados, sin que se haya insistido
en absoluto en su profbndización.
El último de los cantos grabados (Ab.19E.
382.1) tiene unas dimensiones de 203 mm de longi-
tud, 135 de anchura y 45 de espesor, con un peso de
1097 gramos. Se trata de un bloque del que ha sido
extraída una gran lasca de su parte inferior que le ge-
nera una superficie cóncava y otras extracciones en
su cara superior de las que los negativos de las tres
mayores han generado una doble vertiente bastante
acusada.
Desde el momento en el que se comprobó la
existencia de manifestación artística grabada sobre
tres de los bloques de Abauntz se decidió limitar al
máximo su manipulación con objeto de evitar la más
mínima alteración de los mismos. Ya de origen se
hacía visible en el canto 1 cieno deterioro debido por
una parte a la facilidad con que parece que puede ra-
yarse o degradarse la superficie de este tipo de roca y,
por otra, a alguna clase de fricción que había arrasa-
do una zona de trazos en su cara B. concretamente en
el área en la que por la forma y tamaño del soporte
tienden a situarse losdedos durante su manipulación.
Por su localización, muy concreta, y por el hecho de
que otros trazos situados en aristas no se han alterado
tras haber sido grabados, cabe suponer que tal fric-
ción no se debe ya a ningún proceso sedimentario
(del que en buena lógica cabria esperar afecciones
más generalizadas) sino, por el contrario, a su uso o
transporte o. incluso, a la propia manipulación por el
artista o artistas durante la realización de la obra. En
este sentido aún siendo todo el conjunto homogéneo
y otorgándole una plausible contemporaneidad, la
realización de la cara B podria haber precedido a la
A.
Tras la limpieza y consolidación de las pie-
zas se procedió a realizar moldes de todas ellas. La
limpieza y consolidación fue efectuada por el restau-
rador A. Monforte. El proceso consistió en la elimi-
nación, primeramente, de los restos terrosos y los de-
pósitos de sales solubles en superficie a base de baños
de agua destilada. Después, las concreciones insolu-
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 47
bIes fueron tratadas con ácido acético al 5% de agua
destilada, aplicándose localmente con tampones y
manteniendo las piezas húmedas para que dicha ac-
tuación afectara estrictamente a la superficie. El efec-
lo del ácido fue neutralizado con repetidos baños en
agua destilada. Dado que existían algunas manchas
locales producidas por el contacto con depósitos gra-
sos, se aplicó un tratamiento puntual a base de desen-
grasantes de alta volatilidad hasta conseguir la legi-
bilidad en los grabados. No fueron eliminados por
completo dichos restos ya que una acción más inten-
sa podría haber erosionado el dibujo. Por último, la
fijación/consolidación fue realizada por aplicación en
dos fases de resma termoplástica (Paraloid B-72) al
5% en disolvente de nitrocelulosa, la primera por in-
mersión y la segunda en superficie hasta conseguir
un resultado óptimo.
Para realizar el negativo se utilizó una sili-
cona de fraguado por adición de viscosidad media
(Provil M) y para el modelo se aplicó una mezcla de
poliuretano no expandible e isocianato (75 y 25%
respectivamente). El resultado obtenido es un modelo
de calidad bastante aceptable para lo que se pretende,
su manejo durante el proceso de calco, la observación
por medio de una lupa binocular de las superposicio-
nes de trazos, y la obtención de secciones de estos úl-
timos.
A continuación el original fue colocado so-
bre una plataforma móvil de cristal (cuya superficie
había sido marcada en áreas mayores de 2 por 2 cm)
que se desplazaba sobre un soporte fijo igualmente
marcado. A partir de ahí fueron tomadas imágenes
barriendo bandas con una cámara de video Panasonic
a la que se le aplicó una lente fotográfica Nikon. La
iluminación de la pieza se realizó con una fuente de
luz fría
4. Un total de 150 imágenes entre ambas caras
del bloque 1 a la misma escala que se solapaban par-
cialmente, así como otras a mayor o menor aumento
de aspectos de detalle y generales fueron capturadas
en un ordenador Quadra 840 AV de Macintosch. Las
primeras fueron tratadas posteriormente con Adobe
Photoshop aplicando filtros y contrastes que permi-
tieron una mejor observación de los trazos.
Una vez montadas las tomas es obvioque las
representaciones aparecían “desplegadas” ocupando
un espacio bidimensional mayor que el real tridi-
mensional, por lo que los límites y las proporciones
de la pieza aparecieron localmente deformados. En
ese momento se procedió a su calco sobre la compo-
sición obtenida con objeto de ir ofreciendo algunos
resultados preliminares al estudio definitivo, calco
que fue realizado por nuestra dibujante M. C. Sope-
na. En la actualidad, y con objeto de ajustar la ubica-
ción y disposición de las figuras y los trazos a la rea-
lidad topográfica del canto se está microtopogra-
fiando la pieza estableciendo sus curvas de nivel a
una equidistancia de 1 mm. A partir de esta topogra-
fia, que se va introduciendo directamente en el orde-
nador, se generará una imagen tridimensional sobre
la que se acomodará el calco correctamente.
3. LAS REPRESENTACIONES FIGU-
RATI VAS. ALGUNAS REFLEXIO-
NES SOBRE TÉCNICAS, TEMAS Y
CONVENCIONES ESTILÍSTICAS
DEL MAGDALENIENSE
TERMINAL
Describimos brevemente la temática repre-
sentada sobre los tres bloques grabados para pasar a
continuación a realizar un estudio de conjunto sobre
algunos aspectos que nos parece interesante reseñar,
bien sea a nivel de paralelos temáticos, bien de cues-
tiones técnicas o de convenciones estilísticas. En el
bloque n.0 1 se identifican en la parte superior de la
cara A dos cienos <uno de frente y otro de perfil),
una retahila de cabras en fila (ocultas tras un des-
conchado previo de la pieza tjue ha sido contorneado
con rayas y puntos), otra cabra de perfil, otra serie de
cuernos en V con dos puntos junto a la base (que po-
drían ser representaciones de ojos) y varios haces de
líneas ondulantes que podrían sugerir un rio que se-
para las dos manadas de cabras. En el caso de que se
tratara realmente de un río seria el primero identifi-
cado en el arte paleolítico3, pudiendo quizá interpre-
tarse como una reproducción de la posición de la pro-
pia cueva de Abauntz, situada en un desfiladero entre
dos peñascos con un río que discurre entre ellos. Es
un buen lugar para la presencia de cabras, dado loes-
carpado del terreno, aunque en el registro arqueoló-
gico son mucho más abundantes los sarrios.
En la parte inferior de la cara A se reconoce
un antropomorfo con la boca muy abierta y dos aní-
malitos juveniles que podrían ser identificados por su
perfil como terneros aunque con unas orejas puntia-
gudas que más convendrían a un lagomorfo que a un
bóvido (Fig. 5).
Otros muchos signos aparecen en este tra-
mo, destacando un escaleriforme asociado al antro-
pomorfo que tendría su paralelo temático en un ejem-
pIar de la cueva del Parpalló (Villaverde 1994: Lám.
XLIV) y varios signos meandriformes situados tras la
oreja del individuo. En la cara B existe una maraña
de trazos entre los que parece atisbarse la parte supe-
rior de una cabeza de cierva (orejas y ojo) y una bella
cierva completa que recuerda por su tamaño y factura
al ciervo de perfil de la cara A (Fig. 6).
48 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
• 2 3 4
Fig. 5.- Bloque nP 1 de Abauwtz. Desarrollo dc la cara A.
1 2 3 4
Fig. 6.- Bloquen.’ 1 deAbauntz, l)esarrollo de la cara B.
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LITICO DELA CUEVA DE ABAUNTZ 49
Vg. 7.- Bloque nY 2 deAbatantz. Desarrollo del lateral.
En el segundo bloque aparece en el lateral
de la lámpara de superficie cóncava un gran caballo
de perfil, parcialmente repicado en su cabeza, que
presenta bajo su cuello una cabra completa de frente
y otras tres esquemáticas sobre su lomo, a las que po-
dria sumarse un dudoso antropomorfo y una banda
de haces de líneas paralelas quebradas que recuerdan
idénticos motivos del bloque t (iFig. 7). La similitud
de estas cabras, todas ellas en posición frontal, con
las representadas en una costilla del nivel IX de Lío-
nín pudiera ser, a nuestro parecer, muy significativa.
El tercer bloque (Fig. 8) ofrece una repre-
sentación de caballo mucho más detallada. Se trata
de un espléndido ejemplar, grabado con buríl de filo
múltiple, salvo en detalles como la barba y las orejas,
y que ofrece muy correctas proporciones y algunas
convenciones características del estilo IV al que se
adscribe. Signos esealeriformes aparecen junto a su
morro, siendo este tipo de signos habitual tanto en el
arte sobre soporte lítico como óseo
6. A destacar la
presencia de haces de lineas que delimitan su cuello
y que marcan el despiece de la cabeza, sin que se tra-
te de los típicos trazos cortos oblicuos que simulan el
pelaje de las piezas del estilo IV reciente sino de lar-
gos trazos semejantes a los que presenta un ejemplar
de grabado parietal de la cueva dc Tito Bustiflo
(Moure 1990: 210, fig. 22).
Una vez descritas las piezas es momento de
integrarlas en el contexto del Magdaleniense Supe-
rior-Final de la Costa Cantábrica. A. Moure (1995:
249) define así los estilos tardíos del Magdaleniense:
“Las figuraciones anima/es añaden el movimiento a
lafidelidadfotográ]? ca de la estructura corporal y a
la integración de los detalles: ojos, o/lares y cebra-
duras... El realismo coexiste con la tendencia a la
esquematización, de la que son bien representativas
fas visiones frontales de cabezas de cabra”. Todos
estos rasgos parecen describir el arte de nuestras pie-
zas de Abauntz. Así vemos figuras de un realismo fo-
tográftco como cl ciervo de perfil del bloque 1 o la
cabeza de caballo del bloque 3. En ellos se ven re-
presentadas actitudes de la vida diaria como la boca
abierta y el cuello estirado del ciervo en el momento
de bramar o detalles precisos como las barbas, la ce-
ja, las pupilas y los ollares del caballo. Junto a estas
figuras realistas aparecen las consabidas esquemati-
zaciones de cabras en visión frontal de los bloques 1
y 2 que llegan a su máxima elipsis al representar fi-
las de signos en y en la parte superior de la cara A
del bloque 1 para indicar una segunda manada de ca-
bras.
En la Fig. 9 recogemos en la primera fila las
cabras de los dos bloques de Abauntz comparadas a
otras del arte parietal o mueble, sin que en ningún
modo la lámina pretenda ser exhaustiva ya que se
F’g. 8.- BloquenY 3 dc Abauniz.
50 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
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2
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SS
Fig. 9.- Representaciones de cabras en posición frontal. Abauntz. (1, 2 y 3); Ker deMassat (4 y 12); Llonin (5, 8, 9, 13 y 14); Otero (6); LaVa-
che (7); Pendo (10. 16, 17y 18); tlrtiaga (II); Cuelode la Mina (15); Paloma (21>: Ekain (19 y 20): Tone (22) y Gourdan (23). SegÉn Basan-
diarán 1973 (lO. II, 15,16,17,18,21 y 22); Barriére 1990(4 y 12); Altuna y Apellániz 1978 (19 y 20); Sieveking 1987 (7); GonzálezSainz
1993(6> y calco sobre fotografia de Fortea. de la Rasilla y Rodríguez 1992(5,8,9. 13 y 14) y Delporte 1990(23).
¼
6
7
5
49
11
>1 10
12
14
‘ti
(
‘~9;
16 17~//
1
Y15
VN21
1918
2220 23
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 51
han publicado repertorios en numerosas ocasiones
(Barandiarán 1973: Utrilla 1990: González Sainz
1993). Entre ellas resaltamos como paralelos forma-
les más próximos los ejemplares de La Vache (Sieve-
king 1987: 182), Otero (González Sainz 1993: 52),
Ker de Massat (Barriére 1990: 43) y Ekain (Altuna y
Apellániz 1978: 26) respecto a la cabra dc cuernos
curvos del bloque 2 (nY 3 dc la Fig. 9) y las de Lío-
nín (cuyas testuces aparecen desde el borde de la cos-
tilla) y Ker de Massat en relación a la familia esque-
mática escondida tras el desconchado del bloque 1
(Fortea, de la Rasilla y Rodríguez 1992: 13). Otras
representaciones más realistas de cabezas de cabra en
fila con representación de la primera y elipsis de las
siguientes aparecen sobre un hueso de la cueva de La
Vache (MAN 83378).
Esta abstracción de la serie de cabras se eje-
cuta representando de modo bastante realista las tres
primeras (en esquematización progresiva) y quedan-
do los ejemplares siguientes reducidos a una serie de
cuernos en V, los cuales ~‘emosrepetidos en las filas
de “uves” de la parte superior. Esta técnica de repre-
sentar sólo la primera figura de una manada parcial-
mente semioculta aparece bien documentada en la fa-
mosa escena de renos en fila de la cueva de la Maine
en Teyjat (Barandiarán 1972: 353). en la citada pieza
de La Vache (Delporte 1990: 223). en una manada
de caballos de la grotte des Harpons de Lespugue (de
los que sólo vemos representados el lomo y la oreja)
(Delporte 1990: 221), en las cabezas de ciena super-
puestas de dos omoplatos de la cueva del Castillo
(Almagro 1976: 30 y 42), o en los bóvidos de una
plaqueta de Limeuil (con rasgos marcados los dos
primeros, esquemático el tercero), (Clotíes 1990:
540). en varios cantos y plaquetas del Abri Montas-
tmc de Bruniquel y de la grotte des Espelungues de
Lourdes con figuraciones de caballos a la carrera
(Sieveking 1988: 42, 44. 46 y 47), en el canto proce-
dente de Arudv, grabado con cinco cabezas de caba-
líos (Leroi Gourhan 1971: 380), sin que debamos ol-
vidar el último ejemplo de los ritiocerontes en pers-
pectiva de la cueva Chauvet. representados sólo por
sus cuernos y parte superior del lomo (Fig. lo).
El modelo de representación de cabras fron-
tales en la cueva de Abauntz aparece combinado en
la misma eseena con la visión de petftl (cabrita de la
parte superior de las filas de “u~’cs”), utilizándose
además las dos modalidades que señala González
Sainz (1993: 51-53): cabras con cuerpo de perfil y
cabeza ~‘uelta(bloque 1) y cabras con cuerpo de perfil
y cabeza de frente <bloque 2).
La misma convención de perspectiva frontal
aparece en el ciervo del bloque 1 con cabeza triangu-
lar y morro puntiagudo. cieno que recogemos en la
Fig. II acompañado de otros ejemplares similares de
~‘acimientospirenaicos y cantábricos. Así el cieno
citado se asemeja al representado en una plaqueta
calcárea de Limeuil (Capitán y Eouyssonie 1924:
Lám. XV, 58) donde una manada de ciervos forman-
do escena ofrece un ejemplar con cara de frente y
otro con la cabeza vuelta hacia atrás. También pre-
sentan cuerpo de perfil y cabezas de frente los famo-
sos ejemplares de ciervos “asociados a lobo” que re-
coge Ann Sievekiíxg (1976: 594), procedentes de
Pendo. Lorthet y Mas d’Azil’, a los que habría que
añadir los dos asociados a caballo de la cueva de La
Vache (MAN 83351). Entre los cienos representa-
dos con su cuerpo totalmente de frente deben citarse
los dos procedentes de Gourdan (el segundo quizá
una cabra aunque se publica como cérvido) y las ca-
bezas aisladas procedentes de Tevjat y La Madeleine
(Chollot 1990: 202) o la santanderina de la cueva de
Valle (Barandiarán 1995: 72).
En la Fig. 12 aparecen entresacados los cier-
vos del bloque 1 representados de perfil. Un ciervo
macho en la cara A y una ciena y la cabeza de otra
en la E presentan un tamaño y un estilode ejecución
similar, pudiendo ser contemporáneos en su realiza-
ción. El cieno, mucho mayor que el de visión fron-
tal, se encuentra infrapuesto a él en la zona de los
citemos por lo que habrá que pensar en una realiza-
ción posterior de las figuras pequeñas. El macho se
presenta con la boca abierta y la cabeza levantada co-
mo si estuviera en plena época de berrea, precisa-
mente el momento (hacia el mes de Septiembre) en
que el cien’o es más vulnerable. Otros ejemplos de
ciervos con la boca abierta los hemos recogido en el
abri Morin, en el hueso de Torre ‘y en Lonhel. siendo
mucho más numerosas las figuraciones de renos en
esta posición (series de Limeuil o La Marche, por
ejemplo).
La cien-a por su parte presenta la posición
típica de “amenaza de alta intensidad” con la cabeza
erguida. el cuello estirado y tína pata adelantada.
“Cuando lot/as las hembras se reúnen en un mismo
territorio se puede identificar por su comportamien-
fo a la que ostenta lajefatura. Revela su alto puesto
en la jerarquía por su actitud nerviosa y vigilante,
en continuo estado de alerta para detectar cualquier
peligro, >nientras las demás pastan o rumian de for-
ma más despreocupada” (Rodríguez de la Fuente el
a/ii 1982: 178 y 187). Ahora bien, si aceptamos su
relación con el cieno macho en actitud de berrea de
la cara inversa
8 quizá debamos interpretarla como
“disponible” en una escena de “preacoplatuiento” si-
milar a la escena que recoge Villaverde (1994b: 143)
en la cueva de Parpalló. A reseñar la ausencia de tra-
zos conos oblicuos ínarcaído pelaje eíi el interior de
52 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
6
Fig. JO.- Elipsis dc los animales por ocultanjientosparciales. l.imeuil(1); Espelungues de Lourdes (2 y 5>, Ab¡-i Montastnjc de F3nmniqtucl (3);
El Castillo (4): Pendo (6); Ls Vache (7); grolse des ¡-larpona de Lespugue (8) y g-otte de la Maine de‘leS at (9). Según Capitan y Bouyssonie
1924(1): Sievcking 198$ (2.3 y 5): Almagro 1975 (4): Barandiarán 1973 (6): Delporte ¡990 (7): Saint Péricr 1925 (8) y Breují (9)citado en
flarandiarán 1972.
2
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 53
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Fig. II.- Representaciones frontales de cérvidos, Abauntz(t): Limeuil (2 y 3): Oourdan (4y 5); leyjat (6, 7y 8): Valle (9): LaMadeleine(l0 y
II): Pendo (12); Mas d’Mil (13); Lorihel (14) y La Vache (15). Según Capitan y Bouyssonic 1924(2 y 3): Chollo! 1990 (4,5,6.7.8,10 y
II): Sieveking 1976(12 y 14); l3arandiarán 1973(9 y 13)y l)elporte 1990(15).
los ciervos de Abauntz, dato que comentaremos más
adelante en el apartado de técnicas y convenciones.
En la Fig. 13 recogemos los dos antropo-
morfos de los bloques de Abauntz comparados a
otros que presentan posturas similares (boca abierta,
ojo redondo, largo cuello) o que se localizan en yaci-
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54 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
Fig. 12.- Cienosdeperfil. AS-auníz (Iv 2): Lorthet (3): Tone (4)~’ NIorin (5). Según Barandiarán 1971 (4): Pierte 1907 (3) y I)efl’arge etola
1975 (5).
mientos próximos. Así los de Enléne (Clottes 1989:
348), narigudo de lsturitz (Sacchi 1990: 20). fiera de
Ker de Massat (Barriére 1990: 35) y serie de los Ca-
sares (Balbin y Aleolea 1992> ofrecen su boca abier-
ta, mientras que el de Altxerri (quizá un serpentifor-
me) se asemeja al de Abauníz por stí largo cuello
(Altuna y Apellániz 1976) y el de Parpalló por su
asociación a un escaleriforme (Villaverde 1994:
Lám. XLIV). Con el ejemplar de Tone (Barandiarán
1971), similar por su parte al peludo de Isluritz. sólo
le aproxima su vecindad geográfica y su posición en
un plano inferior respecto a la escena de herbívoros
situados en la parte alta de la pieza, como si ambos,
el de Abauníz y el de Torre, se encontraran acechan-
do los animales que se disponen a cazar. En el caso
de la magnifica escena de Torre el muestrario de her-
bivoros que se le ofrece (un caballo, un san-io. un bó-
vido, un ciervo y dos cabras esquemáticas) no puede
ser más variado, siendo destacable la diferente con-
cepeión que presentan las dos cabras, mucho meno-
res que el resto de los animales, a pares y no en ejem-
plares únicos y en perspectiva frontal. Idéntica con-
vención y tamaño presentan los animales representa-
dos en los bloques de Abauntz, siempre más peque-
ñas y esquematizadas las cabras con respecto a los
cérvidos del bloque 1 o al caballo del bloque 2.
En la misma zona que el antropomorfo (par-
te inferior de la cara A del bloque 1) se localizan dos
animales infantiles enfrentados que representamos en
la Fig. 14. La forma de su cabeza, cuello y cuerpo
nos recuerda el perfil de un ternero pero stís largas
orejas puntiagudas les asimilan a un lagomorfo. Sin
embargo no parece que el perfil de estos animales,
bien representados en la Marche, por ejemplo. (Pales
1989: lám. 16) encaje con nuestras figuras ya que lie-
bres y conejos presentan una frente convexa. Los pa-
ralelos más próximos entre los ejemplares grabados
los hemos localizado en Limeuil (Capitan y Bouysso-
nie 1924: lám. X, n.
0 37). en Mas d’Azil (Delporte
1990: 105) y en Teyjat (Leroi Gourhan 1971: 386)
donde son clasificados como “pequeños rumiantes” e
incluso, en el caso de Teyjat como cen’atos. A pesar
de las orejas puntiagudas no creemos que nuestros
gorditos ejemplares de cuello grueso y corto tengan
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ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 55
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Fig. 13.- Antropomorfos. Abauntz (1 y 2>; PaipaIló (3); Torre (4); Isturitz (5 y 8); Enléne (6); Ka deMassat (7); Altxeni (9) y Casares (lO, II
y 12). Según Villaverde 1994 (3); Barandiarán 1971 (4); Saint Pésier 1930 (5 y 8); Clones 1989 (6); Barriére 1990 (7); Aliuna y Apellániz
1976 (9)ycalco deCabré enBalbín y Alcolea 1992(10,11 y 12).
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56 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
Fig. 14.- Animalesjuveniles. Abauntz(I); Linicuil (2): Mas dL-Vil (3)y ‘leyjat (4). Según Capitan y Bouy~onie 19924 (2); Oclporte 1990 (3)
y Leroi (iourhan 1971 (4).
nada que ver con los esbeltos y delgados cervatillos,
quizá más con los rayones, pero es casi seguro que
para representar a estos animales el artista magdale-
niense no hubiera omitido la conVención de puntos
<cenatos) ó rayas (jabátos) que identifican a estos in-
dividuos infantiles. Un último ejemplo, esta vez mo-
delado en terracota no cocida, aparece en el vaci-
miento de Dolni Vestonice, siendo clasificado sim-
plemente como “un animar’ (Jelinek 1988: 208) o
como oso (Albrecht et allí 1989: 77. n.
0 25).
Las figuras de caballos son de muy diferente
concepeión en los dos bloques: el representado en el
nY 2 aparece en posición marginal, meramente deco-
rativa, sobre un canto que tuvo un carácter utilitario:
lámpara en su parte superior cóncava con cazoleta
para el combustible y afilador en uno de sus costados.
Se trata de un ejemplar de cuerpo entero, de factura
correcta pero sin detalles marcados, que presenta su
cabeza machacada por visibles huellas de golpes. Dos
casos similares de caballos sobre cantos usados como
compresores, recoge Sieveking (¡990: 8) en La Co-
lombiére. habiendo sido rehecho el grabado de uno
de ellos con posterioridad.
El caballo del bloque 3, sin ningún tipo de
reutilización. presenta en cambio su cabeza y cuello
muy meticulosamente grabados, con detalles realistas
en el morro, orejas. ceja y barbas. Un haz de lineas
estriadas arranca desde la base de las orejas y des-
ciende a lo largo del cuello. convención que vemos
repetida sobre un grabado parietalde cabeza de caba-
¡lo de la cueva dc Tito Btístillo (Motíre 1990: 210,
fig. 22). En la Fig. 15 se compara la cabeza de caba-
lío de Abauntz con otras barbadas de yacimientos de
plaquetas francocantábricos: una del yacimiento de
lsturitz (Sieveking 1987: 197), otra dcl Tuc d’Au-
doubcrt (Bégouen et ahí 1982: IX) y una tercera dc
* -~ ¿2
js- —
2
a 4
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE AEAUNTZ 57
el a/ii 1982 (3) y Mourc 1990(4).
Tito Bustillo (Moure 1990: 117). El mismo detalle en
la representación aunque con distinta solución para
la crimera se aprecia en una plaqueta de Gónnersdorf
(Bosinski 1975: 52). Otra cabeza de similar estilo en
orejas, ojo y crines procede de una plaqueta de Gour-
dan (Chollot 1964: 76. n.
0 47265) aunque ésta se ha-
lla partida a la altura de la boca por lo que no puede
apreciarse si se le marcaba la barba. Idéntica rotura y
ejecución respecto a ésta presenta una figura de Mas
d’Azil (Delporte 1990: 68, fig. 34) y una placa de pi-
zarra del yacimiento de Gónnesdorf (Albrecht cf ahii
1989: 93, n.0 73) muy similar en su composición y
detalles a la placa de Abauniz (ojo almendrado, ore-
jas de trazo simple frente al trazo ínúltiple del resto
de la cabeza, despiece en la zona que limita con cl
cuello...). No deja de ser sugestivo por otra parte el
hecho de que las tres cabezas de caballo (de Gour-
dan, Mas d’Azil ‘y Gónnesdorf) estén partidas en la
zona de la boca, precisamente la única zona de la ca-
beza en la que el caballo puede ser peligroso para el
hombre’.
Otro aspecto a tener en cuenta son las técni-
cas de grabado y las con~’eneiones estilísticas que en-
contramos en los ejemplares de Abauntz. Estos se-
rían los datos más llamativos:
- No existe en ningún momento la conven-
ción del trazo cono oblicuo para marcar el pelaje en
el interior de ciervos o caballos a pesar de que la cro-
nología cte C14 por AMS indica que fueron grabados
en la época magdalenicnse final cuando esta conven-
ción parece convertirse casi en un fósil director <bas-
tones dc Pendo, Valle y Lorthet por ejemplo). No
puede argumentarse qute el pequeño tamaño de las fi-
guras (cieno y cabras de frente) condicioíie la ausen-
1v—.
2
4
Fig. 15.- Caballos harbados sobre plaquetas. Abauntz (1): lsturitz (2): Tuc d’Audoubert (3) y ‘1’ito Bustillo (4). Según Sieveking (2). Bégoiten
58 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
cia de sombreado ya que está presente en las dimi-
nuLas del hueso de Torre y existen figuras de gran La-
maño (caballos de los bloques 2 y 3: ciervos de perfil
del bloque 1) que pudieran haber contenido este tipo
de trazos.
Sólo vemos una explicación posible: nunca
este tipo de trazos ha sido documentado sobre pla-
quetas de piedra (ver series dc Gourdan, Lorthet, En-
léne. La Marche o Limeuil) quizá debido a la dureza
del soporte. Sin embargo en nuestro caso la superfi-
cie de los bloques grabados es tan blanda que no hu-
biera habido problema técnico en realizar el som-
breado, máxime cuando estos trazos cortos oblicuos
se hallan contorneando el desconchado del bloque 1.
Existe pues una idea preconcebida en el grabador que
sabe que esa convención nunca debe emplearse sobre
soporte de piedra, quizá en este caso por demasiado
blanda.
2. Contrasta el cuidadoso detalle con cl que
se ejecutan algunas partes del cuerpo (boca abierta
del ciervo del bloque 1; morro. ceja, ojos y orejas del
caballo del bloque 3) con la descuidada representa-
ción de todas las extremidades, siendo francamente
torpes las de los dos terneros o de la cierva del blo-
que 1. cuando no aberrantes por su longitud como en
el caso del ciervo en posición frontal. En las figuras
de cabritas de frente y cieno de perfil se ha omitido
la realización de las patas y no debe atribuirse en este
caso a falta de espacio en el soporte como podría ser
el caso de los muñones cebrados de los animales del
hueso de Torre.
3. Podriamos pensar en una “damnano me-
moriae” de algunas figuras que han sido insistente-
mente eliminadas por rayados como es el caso de la
cierva del bloque 1 o por repiqueteados como la ca-
beza de caballo del bloque 2, aparentemente realiza-
dos con anterioridad al grabado de la figura. No pa-
rece que éste deba ser eí mismo caso de dos bisontes
totalmente rayados de la cueva de A¡txerri (Apellániz
1982: figs. 13 y 14) donde las rayas pretenden expre-
sar el volumen del animal y no la anulación de la fi-
gura, pero sí podrían interpretarse como destructivas
las rayas que cruzan reiteradamente algunas figuras
de bisontes de la misma cueva (de Barandiarán 1964:
119 y 120, figs. 6 y 7).
4. Como técnica de grabado es frecuente la
aparición del buril de filo múltiple en figuras de gran
tamaño como el antropomorfo del bloque 1 o el caba-
lío del bloque 3. combinando en este último con el
filo simple para representar las finas orejas y las bar-
bas y con el grabado estriado para marcar el despie-
ce entre cuello y cabeza. La firmeza del trazo y la
perfección de ejecución que ofrece eí caballo acredita
a su grabador como uno de los grandes maestros del
arte mobiliar niagdalcniense.
i. Sin embargo en varias ocasiones el autor
ha tenido que corregir el trazado del cuerpo de algu-
nos animales. Es el caso de la cabra principal de la
familia representada en el bloque 1 que presenta mo-
dificado el perfil de su cuerpo y extremo distal de los
cuernos. Algo similar ~emos en los cuartos traseros y
en las orejas de la cierva dc la cara E y en el trazado
del cuello del gran ciervo que ha sido manipulado en
dos ocasiones.
6. Un curioso papel representan los descon-
chados de los bloques que parecen tener una ejecu-
ción voluntaria en el caso del bloque 1 y un carácter
accidental en el bloque 2. El primero ha servido para
esconder la familia de cabras detrás de él. procedien-
do previamente a delimitar su contorno mediante una
línea en la zona de las cabras y una serie de líneas
cortas en la zona del antropomorfo. En el caso del
desconchado del bloque 2, previo a la realización del
caballo, no ha habido obstáculo para continuar las
patas sobre él, si bien éstas han quedado muy some-
ramente marcadas debido a la mayor dureza del so-
porte.
7. Similar interés plantean los haces parale-
los de lineas ondulantes o quebradas que se pasean
por las dos caras del bloque 1 y por el lateral del blo-
que 2 encima del caballo. Algunas de ellas pasan in-
cluso sin interrupeión de una cara a la otra, indicán-
donos quizás que las escenas de ambas caras tengan
una clara unidad. Ello podría afectar en la temática
al gran ciervo de perfil de la cara A y a las ciervas de
la cara 8, tal como hemos comentado anteriormente.
8. A falta del estudio microscópico definiti-
vo de las superposiciones de los bloques 1 y 2 adelan-
tamosen un primer análisis a la lupa de cámara clara
que las figuras de menor tamaño y visión frontal se
han ejecutado con posterioridad a las de mayor tama-
ño y visión lateral. Es el caso de las cabras y el cieno
del bloque 1 superpuestas al gran cieno de perfil y
de las tres cabras de frente del bloque 2 superpuestas
al lomo del gran caballo, siendo cl antropomorfo el
de más reciente realización. En este sentido el proce-
so diacrónico de realización de las figuras de
Abauntz es in~’erso al registrado por Barandiarán
(1971: 58-61) en el hueso de Torre. En este caso eran
las figuras pequeñas (cabra de frente, antropomorfo y
caballo) las primeras en ser grabadas y no precisa-
mente en el centro de la composición, realizando en
una etapa posterior las tres figuras mayores de herbí-
voros realistas (sarrio. cieno y bóvido), exactamente
simétricos sobre la superficie del hueso. “Se debe su-
poner, piensa Barandiarán (1984: 144), que el autor
paleolítico pensaba el tema y distribuía “in mente”
los diversos componenfrs sobre el espacio disponi-
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LITICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 59
ble, dejando huecos suficientes donde encajarían los
elementos aún no trazados”. En nuestro caso la cabra
de cuernos curvos del bloque 2 parece aprovechar el
espacio vacio que queda bajo el cuello del caballo, al
igual que el pequeño bisonte de Altamira se instala
en un menor tamaño que sus compañeros bajo el cue-
llo de la gran ciena o la marmota del bastón de los
sarrios de Gourdan asoma su cabeza en el espacio
disponible entre dos de ellos. Se trata según Chollot
(1980: 334) de un encaje o encuadre en la inserción
de la cabeza. “prueba de la no superposición del arte
mueble”.
4. LAS RELACIONES CON EL ARTE
PALEOLÍTICO DE SUS VECINOS
Si observamos en un mapa la posición geo-
gráfica de la cueva de Abauníz nos daremos cuenta
de su situación central respecto a los grandes núcleos
del arte paleolítico durante el Magdaleniense Medio-
Superior. Se encuentra prácticamente equidistante
del foco pirenaico del Ariége, del núcleo asturiano y
de la Dordoña, sin que por ello podamos atribuirle un
carácter especial de lugar de concentración que os-
tentaria en este territorio sin duda alguna la cueva de
Isturitz. Ella reúne todos los atributos que la acredi-
tan como lugar de reunión: su tamaño, la potencia de
sus niveles arqueológicos, la variedad de decoracio-
nes de su industria ósea y cl amplio radio de influen-
cia de su arte mobiliar. Por otra parte, el peculiar in-
terés que demuestra Isturitz en la figuración de caba-
líos podría resultar significativo, tanto más si tene-
mos en cuenta la representación de este mismo ani-
mal en los yacimientos satélite que dependen de ella.
Tal es el caso de Duruthy con sus bellas esculturas de
caballos y de Abauntz que presenta este animal como
figura principal en dos de sus bloques y que entrega
en su fauna una abrumadora mayoria de molares de
caballo en la zona donde aparecieron losbloques gra-
bados’
0.
La cueva de Abauntz presenta de este modo
muy nítidos paralelos con el mundo pirenaico del
Magdaleniense Medio-Superior, siendo constantes
las referencias a Isturitz y Duruthy en su industria
ósea del nivel e y a todo el Pirineo francés en su arte
mueble sobre soporte lítico (Lorthet, Gourdan, Mas
d’Azil. Enléne). La mera presencia de reno y saiga
(esta última la única de todo el Magdaleniense espa-
ñol”) ya atestigua por sí sola las relaciones con
Aquitania, quedando pendiente si existen paralelos
con los micrograbados de Arancou. yacimiento que
posee una serie inédita de arte mobiliar sobre piedra
(Vialou 1995: 273).
Las similitudes con yacimientos del Suroeste
de Francia (Dordoña y regiones vecinas) quedan bien
patentes en los yacimientos de Limeuil o Teyjat, con
figuras que ofrecen similares convenciones de repre-
sentación. No son menores los testimonios de la rela-
ción de Abauntz con yacimientos del País Vasco pe-
ninsular: así lo atestiguan la escena del hueso de To-
rre, la cabra con la cabeza vuelta de Ekain o el antro-
pomorfo de largo cuello de Altxerri, los cuales pre-
sentan claras similitudes con los grabados del bloque
1 de Abauntz.
Por otra parte las relaciones de nuestro yaci-
miento con el magdaleniense medio y superior de
Asturias quedan patentes en la industria ósea del ni-
vel e y en los motivos decorativos y figurativos del
arte mobiliar. tanto sobre soporte lítico como óseo
(Utrilla 1995). Citemos por ejemplo las varillas y
cinceles de Caldas, la costilla grabada de Llonín o las
plaquetas de piedra con arte figurativo de la cueva de
la Paloma o Tito Bustillo. yacimiento que posee ade-
más, como Abauntz. una interesante colección de es-
pátulas decoradas.
Las relaciones con yacimientos de la Meseta
y Levante ya no son tan nítidas. Hemos citado el an-
tropomorfo asociado a escaleriforme de la cueva de
Parpalló en similar composición al de Abauntz pero
podríamos añadir la abundancia de bandas de escale-
riformes decorando varillas, azagayas y plaquetas,
muy frecuentes en Parpalló (Pericot 1942: 107 y 109;
Villaverde 1994: 260) presentes también en las espá-
tulas del nivel e de Abauntz (Utrilla 1995: 294) o la
existencia de una crinera en escalón en el caballo del
bloque 2, convención muy utilizada desde el solu-
trense en las plaquetas del Parpalló y en el arte parie-
tal de la Meseta. En este sentido queremos llamar la
atención acerca de la opinión expresada por Villaver-
de en varias ocasiones <1992, 1994b) de que habría
que aproximar al magdaleniense algunos yacimientos
de esta zona que han sido clasificados en el estilo III.
Tal podría ser el caso de la famosa placa de
Villalba, el ejemplo mobiliar que tenemos más próxi-
mo en la Meseta. Sus autores (Jimeno el ahí 1990:
35-36) en una magnífica publicación plantean todos
los paralelos de convenciones estilísticas que les lle-
van en algunos casos al estilo IV con paralelos en el
magdaleniense de la Costa Cantábrica (despieces, de-
talles en las figuras como crines y barbas, cebraduras
en las patas de los caballos,...) y en otros a paralelos
mediterráneos, la mayoría procedentes del Magdale-
niense de la cueva de Parpalló.
Sin embargo, llama la atención que, tras es-
tos correctos razonamientos y tras indicar que en la
placa de Villalba están ausentes las crineras en esca-
lón, los vientres hinchados y los hocicos espatulifor-
60 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO
unes, clasifIquen la pieza en un Soltítrense Final o
Magdaleniense Inicial. No debe descartarse una cro-
nología dcl Magdaleniense Superior-Final para la
placa que ííos octípa. que es lo que estaban indicando
los paralelos reseñados. Precisamente el hallazgo de
los tres bloques de Abauntz, va cíl el Valle del Ebro,
y la existeticia de ~‘acimientosdel magdaleniense fi-
nal bien datados a unos 60 Km. de Villalba. como es
el caso de la Peña del Diablo de Cetina (Utrilla 1995:
303). puede dar valor a la aceptación de una cronolo-
gía magdalenicnse final para la pieza del arte mueble
soriano. La simplicidad de ejecución de las formas
animales no desentona de otros ejemplos suiputesta-
mente contemporáneos como podrían ser el caballo
del bloque 2 de Abaunizo los caballos d~ la cueva de
Ekain. sinaples en su concepción pero coía detalles en
sus convenciones de representación, como puedcía ser
la línea de despiece del vientre (presente también en
cl primer macho cabrío de Villalba) o las cebraduras
dc las patas que encontramos repetidas en los muño-
nes de los herbívoros del huteso de Torre. El tipo de
soporte dc la placa de Villalba (piedra dura) pudo
condicionar, como en el casode Abauntz. la ausencia
de los trazos cortos oblicuos marcando el pelaje.
Por otra parte el nexo de unión con el arte
parietal de la cueva de los Casares o el mobiliar de la
cueva de la Hoz (Balbín y Alcolea 1995). también a
tinos a 60 km de Cetina. qutedaría bien atestiguado en
este yacimiento del Valle del Jalón, refrendado ade-
más por el reciente hallazgo de niveles cenicientos
con útiles de aspecto paleolítico cía la localidad dc
Deza. población situada a orillas del río Henar y que
marcaría la níta de penetración en la provincia dc
Soria.
NOTAS
Se hadado noticia deestos hallazgos enalgunas publicaciones gene-
rales sobre cl magdalenies,se del Valle del Ebro. Así en el número
monográfico sobre el tinal del Paleolítico Cantábrico que lía editado
la Ijísiversidad deCantabria (Utrilla 1995), el Coloquio dePat’ sobre
coníunícac,ones transpirenaicas durante el I>aleolitico (Utrilla y Mazo
1996a) ~ el Coloquio dePañetas de la UtSPP sobre El Nítundo Medi-
terráneo después del Pleniglacial (Utrilla ep). l’onna parte también
del catálogo de la exposición de5am! Genííain-en-I.aye sobre “1. ‘art
préhiswriqoe des Pyrdnées’(Utrilla y Mazo 1996b).
En cl diario deexcavaciones se denomina 2r a este nuevo nitel que
tal vez, pudiera corresponder al lentejón rojizo esteril (el) que sc de-
tecté en la monografia dc 1982 sobre la superficie del nivel e (Utri-
lía 1982: 215). En este caso el clásico nivel e gutizó debiera pasar a
llamarse e2. Utilizar tilia nomenclatura u otra es irreletante.
El nivel e. en cambio, conocido ya desde la publicación de 1982.
acaba de entregar una Foeha ANIS de 13500±160131> (Ox A-5983).
Es esta datación la que creemos más fiable de entre las cuatro que Se
haí~ obtenido para este nivel, ya que concuerda tolalmente co,’ la ti-
pología dc su industria ósea (similar a Caldas Vil, U’ Viña IViní’ y
‘Filo Bustillo le) y dala directamente u,í fragííento de espáltíla deco-
rada con escaleril’orme, En los casos anteriores pudo haber contaníi—
nació¡í de algúíí htíeso procedente deniveles inibriores ya que acaba-
íííos dedetectar una antigtía ocupación mustcriense o achelense rica
enhendedores.
En este proceso interviniero,í J. L. Rodríguez y l. l. Pérez. teenícos
del servicio Audiovisual de la Facultad de Filosofla y Letras (SEME-
‘l’A).
Lohabitual es representar el agua por la presencia depeces guíe sal-
tan entre las patas de los cienos conio enel célebre bastón de Lorthet
o entre los antropomorlos de la cueva dc los Casares.
6 Nos ret’criníos a la representación variada deescalerifonnes que apa-
recen sobre tres espáltílas del ni~-el e de la nsisrna cueva (IJírilla
1995; Utrilla ‘Mazo 1996a)y que recuerdan los paralelos citados de
la fumosa costilla del..lonin (Fortea. de la Rasilla y Rodríguez 1992:
13) u otros ambientes níeditenáneos, couíío las a-zaga~’as del suíptícsuo
níagdaleniense II de Parpalló (Pericol 1942: fig. 77) olas existentes
encontextos de roníanelliense italiaíío (Leonardí 1988). Es interesan-
te señalar asiíííisnío que las dos únicas azagayas asturianas datadas
cloe portan esealerdotiííes hauí cntregadts lechas idénticas al bloqtíe 3
deAbaunta: 11900+140 HP en La l’alonía y 11650+190 RPen Cue-
te de la Mina (Nlcure 1995: 233). sin qute por ello queramos indicar
ni de lejos que un motivo tan coniótí ptíeda tener valor de lósil direc-
tor específico del NIagdaleniensc Final. va que el escaieritbrn,e de la
espátula dela propia- ctte”a de Abaunlz en su nivel e lía sido datado
en 13500 PP.
Sobre el tenía del lobo thoz cíue acecha al cieno en ulí cuento níag-
daleniense no deje de constíltarse el articulo de Ignacio I3arandiarán
(1993) coíí una reitíterpretaeión del tema.
No es inusual enel arte uííu,cble la relación temática o conceptual de
las dos caras de tina misma pieza. Quizá cí ejemplo más significativo
sea la lhíííosa costilla de la cueva de Isturita llamada de la “persectí-
eton amorosa - ce’, la mistna concepción defiguras heridas por tun ar-
piAn (hu¡ííanas en el anverso, bisontes en el reverso) que se pemsigtíe¡í
entre si (l)elporte 1990:132).
‘No obstaííle. siendo el caballo el animal más representado sobre pía’
qimetas en el ínagdaleniense fiancés (Sieveking 1990). encontraríamos
otros muchos ejemplares de caballos harbados en ~‘acimienlospire-
¡laicos ~‘ de la l)ordoña. por 1<> que las tres muestras aquí recogidas
vienen a ser solo un extracto de los paralelos mílás próximos.
En otro lugar (titrilla 1 994) heunos especulado acerca del valor de
la citeva de Isturisa como Itugar general de concentración de gentes
tuagdalenicnses y de Castillo y Altamira como toco dc atracción de
otras que octíparian la Costa Cantábrica o de Patpalló en la Costa le-
vantina. ‘lodos estos lugares tienen eneot,íuí, su posición central res-
pecto a las -áreas guíe atraen. puídie¡ído argttníentar qute sólo la cueva
de lsturitz. se cílcotítraria en el centro de las tres áreas por lo que os-
tentaria el carácter de “Stíper-site”. siendo las demás Focos de atrac-
ción de carácteríííás resíritígido.
Esta especie ha sido identificada por Níariezeurrena y Altu¡ía quie-
íes se encuentran realizatído el análisis de la arqtíeolho¡ía del yací—
íííiento, l)ebeníos ad~’ertir que las panes idetílifícadas so¡í Ialaííges
guíe. sí hiemí son los tílejores elementos qtte posee el paleontólogo para
dilbreneiar las saigas deotros herbítoros. no atesuigualí por su níísn’as
el paso del níonlañoso puerto de Velase por este ani¡ííal tan adaptado
a superficies llanas. Bien pudieron llegar las Ihianges a la etíeva conlo
parte delas pieles desaiga que portarían los cazadores ínagdalenicn-
ses procedemíles deAqutilaííia.
ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 61
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  • 1. Complutum Extra, 6(1), 1996: 41-62 ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ SU APORTACIÓN A LOS ESTROS DEL MAGDALENIENSE TARDÍO Pilar [¡trilla*, CarlosMazo* * Rasutffln.- Se estudian tres bloques liticos de la cueva de Abauntz que contienen grabados pertenecientes al Magdaleniense Final según dotación radiocarbónica por AMS. Junto afiguras realizadas con el máximo deta- líey un excelente realismo (caballo del bloque 3) aparecen otras esquematizadasentre las que destacan las ca- brasy ciervo en posición frontal de íos bloques 1 y 2. Estas se superponen a lasfigums de mayor toma/lo y más realismo de los mismos bloques. Ansiiuci-.- We present three engraved stones ofAbauniz cave. Tite radiocarbonic (AMS) datation date titen’ ita rite Lote Magdalenian. Near to animolistic representations carried out with a excellent realism ond mox¡- mum detail (horse oftite stone 3). we can see schematic figures a/so, as tite goats atad deer ita frontal position ofstones 1 atad 2. Titese scitematic figures are superpposedto tite greater atad more realistic representatiotas of tite some stones. PALABRAS CLA¡r: Magdaleniense Final. Arte Mobiliar, Área Cantábrica, Valle del Ebro. Kcr Wonos: Late Magdalenian, MobiliorArt, Contabrian Spain, Ebro Va/ley. Querernos unimos al Homenaje de nuestro compañero Manuel Fernández-Miranda con una re- flexión sobre los estilos tardíos del arte mobiliar magdaleniense aportando nuestro mejor bagaje: los tres magníficos bloques grabados y dos pintados que las recientes excavaciones de la cueva de Abauntz han éntregado durante las campañas de 1993 y 1994. Ijuhiéra sido más opórtuno que este articulo hubiera aparecido en el nñmero monográfico de arte paleolí- tico que la revista Complutuna dedicó a la memoria de Fernández-Miranda pero las fechas del hallazgo y de la edición se superpusieron, desconociendo los editores la existencia de estos hallazgos ya que, aún a costa de nuestro propio ego, los mantuvimos en se- creto rigín-oso para evitar el vandalismo al que nos tienen acostumbrados nuestros clandestinos. Hoy he- mos terminado el vaciado de los niveles magdale- nienses de la cueva de Abauntz y podemos aportar un avance detallado de lo que será el estudio definiti- vo cuando hayamos completado el estudio de las su- perposicionest. 1. LAS RECiENTES CAMPAÑAS DE EXCAVACIÓN DE LA CUEVA DE ABAUNTZ A partir de 1991 se reanudaron los trabajos arqueológicos en la cueva navarra de Abauntz, exca- vada en los años setenta por uno de nosotros (Utrilla 1982), con el propósito de vaciarla segunda sala y el pequeño pasillo por el que se accede a ella. Esta in- tervención respondía a una campaña de salvamento, dado que existía la intención de construir un embalse que iba a inundar el yacimiento. En estas condiciones las excavaciones han continuado hasta la actualidad vaciando por completo los niveles magdalenienses. De resultas de estos trabajos se ha registrado la existencia de un potente nivel nuevo, denominado 2r, que está constituido exclusivamente por limos muy sueltos de color rojo y en el que ocasionalmente se intercalan lentejones de un rojo más intenso y ne- gro. Su base se sitúa estratigráficamente siempre por encima del nivel e, mientras que el contacto de su te- * Area de Prehistoria. Departamento de Ciencias de la Antiguedad. Facultad de Filosofia y Letras. Campus Universitario. 50009 Zaragoza. Área de Prehistoria. Departamento de Ciencias dc la Antiguedad. Colegio Universitario de Huesca. Plaza de la Univer- sidad, 3. 22002 Huesca.
  • 2. 42 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO 23 $/21 300 a 3~t5 m. O a 45N1 u. Madriguera 232/21 E 23 D/21 1) o Costra - C.D. E.~ 0, Fig. 1.-Cueva deAbaunta. Estratigratia al comienzo dela segunda sala y píansa dela zona excavada.
  • 3. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 43 elio es varíable, pudiendo estar en relación con la costra del nivel c allá donde se localiza, con el nivel b2, también muy residual, el bl, o incluso con el ni- vel revuelto (Fig. 1)~. A pesar de que sedimentológicamente no existen diferencias a lo largo de todo su desarrollo, si que se atestiguan desde el punto de vista arqueológi- co. En el tramo superíor aparecen restos cerámicos y líticos, entre ellos un triángulo en doble bisel, lo que concuerda con su fecha de 5820+40 B.P. (GrN 21010), equivalente en su cronología al nivel b4, neolítico medio, de las prímeras campañas. A conti- nuación, y durante su mayor parte, es estéril, en tanto que en el tramo inferiory directamente sobre el nivel e vuelve a ser fértil, entregando restos de industria lí- tica y los cantos con arte. Su potencia máxima se si- túa sobre la banda 21, acuñándose progresivamente hasta la banda 9. La zona superior se ha visto afecta- da por remociones en algunos lugares pero a pesar de ello el techo del nivel parece ofrecer una notable ho- rizontalidad entre las bandas 9 y 25. A partir de ahí no ocurre lo mismo pero posiblemente esto se deba a que en algún momento la segunda sala ha podido ser vaciada parcialmente (concretamente entre las ban- das 27 y 31). De hecho el tipo de restos que resulta- rían propios de su primer tramo ahí no aparecen, ni tampoco puede considerarse la existencia del interva- lo estéril. Del tramo inferíor del nivel 2r, allí donde aparecen los bloques con arte que presentamos, se han obtenido hasta el momento tres fechas radiocar- bónicas. La primera de ellas según el sistema de C14 convencional fue realizada por el labotario Beta Ana- lytic Inc. de Miami para una muestra de carbón (Ab. 230.395) que dió una data de 14950±840 B.P. (Be- ta 65726). La escasa utilidad de esta fecha ante seme- jante amplitud del intervalo de conftanza condujo a datar la mitad de ese mismo carbón por el sistema AMS (que había sido desviada por el propio labora- torio para formar parte de su “archivo”). La fecha en- tonces obtenida fue de 12340+60 B.P. (CANIS 9918). Ante la disparidad de resultados se dató un nuevo trozo de carbón (Ab.19E.382) también por el sistema ANIS que resultó en 11760±90 B.P. (Ox A-5116). Éste último se encontraba adherido a la cara inferior del canto 3 En el plano general de las distintas campa- ñas (Fig. 2) pueden verse los límites de la principal ocupación magdaleniense (nivel e), diferenciándose claramente tres hogares. Uno de ellos, en el centro de la primera sala, reuniaen torno a si abundantes útiles líticos relacionados con el raspado y perforado de las pieles, actividad que ya ha sido publicada en detalle (Utrilla 1982; Utrílla y Mazo 1992); el segundo ho- gar, de menor potencia y extensión, se hallabaadosa- do a la pared del corredor a la altura del cuadro 1 lB y bien pudiera interpretarse con una función de ilu- minación, dado lo estrecho de la zona que no permite realizar actividad alguna, salvo lugar de paso. El ter- cer hogar se sitúa en el centro de la ocupación mag- daleniense de la segunda sala, reuniendo en tomo a él una interesante industria ósea a base de espátulas, azagayas y varillas, acompañadas de una pobre in- dustria lítica a base de simples láminas de sílex con huellas de uso y algunos buríles. Es en el área pró- xíma a este hogar donde se hallaban la mayor parte de cantos grabados y pintados, precisamente en la zo- na de contacto entre el nivel rojo (2r) y el nivel gris arcilloso (e). A reseñar la existencia de ocho agujeros de poste alineados en dos hileras que se hincan desde el nivel e en la tierra estéril de base. Pudieron servir para sujetar algún entoldado de pieles que separara recintos o protegiera de la humedad. En la actualidad la cueva ofrece unas condiciones deficientes de habi- tabilidad, debido precisamente a una notable hume- dad que hace descender varios grados la temperatura de la segunda sala (Fig. 3). Hasta la campaña de 1994 el tramo inferior de 2r ha ofrecido 14 cantos. Diez de ellos son arcillas carbonatadas (tres con grabados, seis con algunas marcas y uno no manipulado), dos son calcarenitas, ambos con trazos de pintura roja, y dos areniscos, uno con restos de ocre y otro con numerosos surcos profundos. La industria ósea está constituida por un fragmento de azagaya de sección oval y una azagaya monobiselada de sección cuadrangular. En cuanto a los restos de industria lítica tipologizable hay un total de 49 evidencias: trece soportes, básicamente lamina- res, con saltados minimales que podrían considerarse de uso, y cuatro núcleos o fragmentos de núcleo. Los restos de fauna reconocible ascienden a 108, estando muy representado el caballo. 2. ESTUDIO DE LOS BLOQUES GRA- BADOS Y PINTADOS: SOPORTES Y PROCESO DE CALCO Durante las campañas de 1993 y 1994 (ban- das 9 a 25) se localizaron manifestaciones artisticas grabadas sobre tres bloques de alma compacta pero superficie blanda, restos pintados en rojo sobre so- portes duros, y representados por dos cantos rodados de calcarenita, alargados y planos, que habían sido modificados. Uno de ellos estaba apuntadoa modo de pico en uno de sus extremos mediante golpes latera- les mientras que el otro presentaba un filo cortante a modo de hacha (Fig. 4). Un tercer canto, esta vez de
  • 4. 44 PILAR UTRILLAY CARLOS MAZO Fig. 2.- Planta a la altura del nivel e. Las piedras con arte (en negro) aparecieron en el nivel 2r aunque en la zona de contacto con el nivel e. Véanse los agujeros deposte alineados en dos hileras.
  • 5. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNIZ 45 Fig. 3.- Cantos pintados enrojo procedentes del nivcl 2r. arenisca, entregaba toda su superficie surcada por In- numerables lineas rectilíneas, como si hubiera sido utilizada como tabla para cortar sobre ella con uten- silios de sílex. Los soportes sobre los que están realizados los grabados de los tres primeros bloques han sido considerados por nosotros en alguna ocasión como calcitas con aspecto de ocre amarillo (Utrilla 1982: 267) o como calizas margosas (Utrilla 1995; Utrilla y Mazo 1996a). quizás por su aspecto exterior modera- damente blando, si bien la presencia de negativos de fractura concoidea no resultan normales en este tipo de rocas. En realidad esa impresión debe ser modifi- cada y, aunque todavía no disponemos del análisis petrológico de las láminas delgadas que se han reali- zado de otros cantos idénticos recuperados, una co- municación verbal del Dr. Juan Mandado (Profesor de la Facultad de Geológicas de esta Universidad), resultado de su inspección visual, apunta a que se trata de un mineral arcilloso con fijación de carbo- natos que ha ido desarrollando y consolidando un nu- cleo dentro de niveles de Jutita con mucha materia orgánica. La textura que este núcleo alcanza depende del grado de calcitización, encontrándose rodeado de una corteza arcillosa (sobre la que se ha grabado). La pátina (‘erruginosa que presentan resulta frecuente por la movilización de coloides por el agua, al igual que el caliche o costra calcárea que se observa en el canto 2. Este tipo de roca fue detectado ya en las pri- meras campañas de excavación en el nivel e en el área de la primera sala, aunque su densidad se ha visto incrementada en las últimas campañas, cuando se han excavado las áreas correspondientes a la se- gunda sala y al tramo de pasillo que da acceso a ésta. Aparecen tanto en el nivel e como en la base del ni- vel 2r, sobre el techo del nivel e. También aparece esta materia prima en el nivel supuestamente musteriense (o quizá anterior) detectado en 1994 y que ahora se ha empezado a ex- cavar, en donde este mismo tipo de material ha sido utilizado para la fabricación de un posible bifaz li- mande o protolimande y de unas cuantas raederas de aspecto poco fino, en los que esa corteza arcillosa to- davía se mantiene. Convenientemente descortezada se ha empleado para la fabricación de varios hende- dores. y ~ 7’ —ts~.1—” F’g. 4.- Bloque o.’ i con representación topográfica de las figuras principales.
  • 6. 46 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO Como otro tipo de cantos rodados o manu- pons, la presencia de éstos en la cueva sólo es expli- cable por una intervención humana. El nivel por aho- ra más profundo registrado, la unidad h. de más de metro y medio de potencia en el cuadro 35W y que está constituido por una amplia serie de capas limo- sas de colores muy diversos y otras de arenas que po- nen de maniftesto la existencia de actividad hídrica en la cueva durante bastante tiempo, también indica que la capacidad de transpone o arrastre de ese cau- dal era mínima. Todo el material de fracción gruesa que aparece en el sedimento de la cueva a partir del nivel g está constituido por cantos de caliza de for- mas angulosas que proceden de las paredes y el le- cho. Si bien para el caso de la ocupación muste- riense el aprovisionamiento de esos cantos tuvo que realizarse en un afloramiento en el exterior (supues- tamnente de edad paleozoica) desde donde se trans- portaron a la cueva, para el momento mágdaleniense podria aventurarse que su recogida se realizara in- cluso allí mismo, en la propia cueva, aunque en la actualidad no hay datos de que el nivel musteriense haya sido perforado en ningún punto. Todo lo contra- rio. Este nivel, tal y como se nos presenta en la ac- tualidad, ofrece en su interfacie con el nivel f una notable acumulación de piedras calizas que lo sella, si bien es cierto que el área excavada hasta ahora es reducida (del orden de los cinco metros cuadrados). A pesar de esto, el canto número 1 (Ab. lIC. 285.39) no desentonaría en absoluto como bifaz en un contexto musteriense o anterior y a buen seguro que sería clasificado como tal. De forma amigdaloi- de, el soporte ofrece unas dimensiones de 175 mm de longitud, 100 de anchura y 54 de espesor maxímo. Su peso es de 947 gramos. Antes de ser grabado pa- rece haber sufrido cieno proceso de alteración que ha suavizado sus aristas, posiblemente resultado de su depósito en un sedimento un tanto húmedo que dc- gradó la corteza arcillosa. Esta se sitúa rodeando el interior carbonatado a modo de cónex y sólo una de las extracciones, localizada en la cara A. ha dejado aquél a la vista. Este negativo, como se indica más adelante, ha sido incorporado por el artista a la coní- posición. El canto número 2 (Ab.23D.402.98) presen- ta la forma de un prisma de base rectangular. La lon- gitud máxima es de 146 mm, la anchura de 114 y la altura o espesor de 77. El peso es de 1573 gramos. Su cara superior (aquélla que resulta de orientar el ca- ballo y tas cabras que presenta de pie) es cóncava y en ella se localiza un pequeño agujero, intencional, y un meandriforme asociado. Por su morfología, y por el hecho de que en el momento de recuperarlo esta cara se encontraba notablemente ennegrecida, esta pieza fue considerada como una lámpara. Sólo pos- teriormente, en el momento de la revisión minuciosa de todos los cantos, se observó la presencia de graba- dos en una de sus caras laterales mayores. En este ca- so los grabados resultan menos aparentes, por menos profundos que los de la pieza anterior, ya que han si- do realizados básicamente sobre la propia arcilla car- bonatada. Una extracción previa al grabado, que ha dejado al exterior un alma más dura, no ha inte- rrumpido el desarrollo de la figura principal, aunque los trazos ahí resulten muy superficiales y aparentan estar muy poco controlados, sin que se haya insistido en absoluto en su profbndización. El último de los cantos grabados (Ab.19E. 382.1) tiene unas dimensiones de 203 mm de longi- tud, 135 de anchura y 45 de espesor, con un peso de 1097 gramos. Se trata de un bloque del que ha sido extraída una gran lasca de su parte inferior que le ge- nera una superficie cóncava y otras extracciones en su cara superior de las que los negativos de las tres mayores han generado una doble vertiente bastante acusada. Desde el momento en el que se comprobó la existencia de manifestación artística grabada sobre tres de los bloques de Abauntz se decidió limitar al máximo su manipulación con objeto de evitar la más mínima alteración de los mismos. Ya de origen se hacía visible en el canto 1 cieno deterioro debido por una parte a la facilidad con que parece que puede ra- yarse o degradarse la superficie de este tipo de roca y, por otra, a alguna clase de fricción que había arrasa- do una zona de trazos en su cara B. concretamente en el área en la que por la forma y tamaño del soporte tienden a situarse losdedos durante su manipulación. Por su localización, muy concreta, y por el hecho de que otros trazos situados en aristas no se han alterado tras haber sido grabados, cabe suponer que tal fric- ción no se debe ya a ningún proceso sedimentario (del que en buena lógica cabria esperar afecciones más generalizadas) sino, por el contrario, a su uso o transporte o. incluso, a la propia manipulación por el artista o artistas durante la realización de la obra. En este sentido aún siendo todo el conjunto homogéneo y otorgándole una plausible contemporaneidad, la realización de la cara B podria haber precedido a la A. Tras la limpieza y consolidación de las pie- zas se procedió a realizar moldes de todas ellas. La limpieza y consolidación fue efectuada por el restau- rador A. Monforte. El proceso consistió en la elimi- nación, primeramente, de los restos terrosos y los de- pósitos de sales solubles en superficie a base de baños de agua destilada. Después, las concreciones insolu-
  • 7. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 47 bIes fueron tratadas con ácido acético al 5% de agua destilada, aplicándose localmente con tampones y manteniendo las piezas húmedas para que dicha ac- tuación afectara estrictamente a la superficie. El efec- lo del ácido fue neutralizado con repetidos baños en agua destilada. Dado que existían algunas manchas locales producidas por el contacto con depósitos gra- sos, se aplicó un tratamiento puntual a base de desen- grasantes de alta volatilidad hasta conseguir la legi- bilidad en los grabados. No fueron eliminados por completo dichos restos ya que una acción más inten- sa podría haber erosionado el dibujo. Por último, la fijación/consolidación fue realizada por aplicación en dos fases de resma termoplástica (Paraloid B-72) al 5% en disolvente de nitrocelulosa, la primera por in- mersión y la segunda en superficie hasta conseguir un resultado óptimo. Para realizar el negativo se utilizó una sili- cona de fraguado por adición de viscosidad media (Provil M) y para el modelo se aplicó una mezcla de poliuretano no expandible e isocianato (75 y 25% respectivamente). El resultado obtenido es un modelo de calidad bastante aceptable para lo que se pretende, su manejo durante el proceso de calco, la observación por medio de una lupa binocular de las superposicio- nes de trazos, y la obtención de secciones de estos úl- timos. A continuación el original fue colocado so- bre una plataforma móvil de cristal (cuya superficie había sido marcada en áreas mayores de 2 por 2 cm) que se desplazaba sobre un soporte fijo igualmente marcado. A partir de ahí fueron tomadas imágenes barriendo bandas con una cámara de video Panasonic a la que se le aplicó una lente fotográfica Nikon. La iluminación de la pieza se realizó con una fuente de luz fría 4. Un total de 150 imágenes entre ambas caras del bloque 1 a la misma escala que se solapaban par- cialmente, así como otras a mayor o menor aumento de aspectos de detalle y generales fueron capturadas en un ordenador Quadra 840 AV de Macintosch. Las primeras fueron tratadas posteriormente con Adobe Photoshop aplicando filtros y contrastes que permi- tieron una mejor observación de los trazos. Una vez montadas las tomas es obvioque las representaciones aparecían “desplegadas” ocupando un espacio bidimensional mayor que el real tridi- mensional, por lo que los límites y las proporciones de la pieza aparecieron localmente deformados. En ese momento se procedió a su calco sobre la compo- sición obtenida con objeto de ir ofreciendo algunos resultados preliminares al estudio definitivo, calco que fue realizado por nuestra dibujante M. C. Sope- na. En la actualidad, y con objeto de ajustar la ubica- ción y disposición de las figuras y los trazos a la rea- lidad topográfica del canto se está microtopogra- fiando la pieza estableciendo sus curvas de nivel a una equidistancia de 1 mm. A partir de esta topogra- fia, que se va introduciendo directamente en el orde- nador, se generará una imagen tridimensional sobre la que se acomodará el calco correctamente. 3. LAS REPRESENTACIONES FIGU- RATI VAS. ALGUNAS REFLEXIO- NES SOBRE TÉCNICAS, TEMAS Y CONVENCIONES ESTILÍSTICAS DEL MAGDALENIENSE TERMINAL Describimos brevemente la temática repre- sentada sobre los tres bloques grabados para pasar a continuación a realizar un estudio de conjunto sobre algunos aspectos que nos parece interesante reseñar, bien sea a nivel de paralelos temáticos, bien de cues- tiones técnicas o de convenciones estilísticas. En el bloque n.0 1 se identifican en la parte superior de la cara A dos cienos <uno de frente y otro de perfil), una retahila de cabras en fila (ocultas tras un des- conchado previo de la pieza tjue ha sido contorneado con rayas y puntos), otra cabra de perfil, otra serie de cuernos en V con dos puntos junto a la base (que po- drían ser representaciones de ojos) y varios haces de líneas ondulantes que podrían sugerir un rio que se- para las dos manadas de cabras. En el caso de que se tratara realmente de un río seria el primero identifi- cado en el arte paleolítico3, pudiendo quizá interpre- tarse como una reproducción de la posición de la pro- pia cueva de Abauntz, situada en un desfiladero entre dos peñascos con un río que discurre entre ellos. Es un buen lugar para la presencia de cabras, dado loes- carpado del terreno, aunque en el registro arqueoló- gico son mucho más abundantes los sarrios. En la parte inferior de la cara A se reconoce un antropomorfo con la boca muy abierta y dos aní- malitos juveniles que podrían ser identificados por su perfil como terneros aunque con unas orejas puntia- gudas que más convendrían a un lagomorfo que a un bóvido (Fig. 5). Otros muchos signos aparecen en este tra- mo, destacando un escaleriforme asociado al antro- pomorfo que tendría su paralelo temático en un ejem- pIar de la cueva del Parpalló (Villaverde 1994: Lám. XLIV) y varios signos meandriformes situados tras la oreja del individuo. En la cara B existe una maraña de trazos entre los que parece atisbarse la parte supe- rior de una cabeza de cierva (orejas y ojo) y una bella cierva completa que recuerda por su tamaño y factura al ciervo de perfil de la cara A (Fig. 6).
  • 8. 48 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO • 2 3 4 Fig. 5.- Bloque nP 1 de Abauwtz. Desarrollo dc la cara A. 1 2 3 4 Fig. 6.- Bloquen.’ 1 deAbauntz, l)esarrollo de la cara B.
  • 9. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LITICO DELA CUEVA DE ABAUNTZ 49 Vg. 7.- Bloque nY 2 deAbatantz. Desarrollo del lateral. En el segundo bloque aparece en el lateral de la lámpara de superficie cóncava un gran caballo de perfil, parcialmente repicado en su cabeza, que presenta bajo su cuello una cabra completa de frente y otras tres esquemáticas sobre su lomo, a las que po- dria sumarse un dudoso antropomorfo y una banda de haces de líneas paralelas quebradas que recuerdan idénticos motivos del bloque t (iFig. 7). La similitud de estas cabras, todas ellas en posición frontal, con las representadas en una costilla del nivel IX de Lío- nín pudiera ser, a nuestro parecer, muy significativa. El tercer bloque (Fig. 8) ofrece una repre- sentación de caballo mucho más detallada. Se trata de un espléndido ejemplar, grabado con buríl de filo múltiple, salvo en detalles como la barba y las orejas, y que ofrece muy correctas proporciones y algunas convenciones características del estilo IV al que se adscribe. Signos esealeriformes aparecen junto a su morro, siendo este tipo de signos habitual tanto en el arte sobre soporte lítico como óseo 6. A destacar la presencia de haces de lineas que delimitan su cuello y que marcan el despiece de la cabeza, sin que se tra- te de los típicos trazos cortos oblicuos que simulan el pelaje de las piezas del estilo IV reciente sino de lar- gos trazos semejantes a los que presenta un ejemplar de grabado parietal de la cueva dc Tito Bustiflo (Moure 1990: 210, fig. 22). Una vez descritas las piezas es momento de integrarlas en el contexto del Magdaleniense Supe- rior-Final de la Costa Cantábrica. A. Moure (1995: 249) define así los estilos tardíos del Magdaleniense: “Las figuraciones anima/es añaden el movimiento a lafidelidadfotográ]? ca de la estructura corporal y a la integración de los detalles: ojos, o/lares y cebra- duras... El realismo coexiste con la tendencia a la esquematización, de la que son bien representativas fas visiones frontales de cabezas de cabra”. Todos estos rasgos parecen describir el arte de nuestras pie- zas de Abauntz. Así vemos figuras de un realismo fo- tográftco como cl ciervo de perfil del bloque 1 o la cabeza de caballo del bloque 3. En ellos se ven re- presentadas actitudes de la vida diaria como la boca abierta y el cuello estirado del ciervo en el momento de bramar o detalles precisos como las barbas, la ce- ja, las pupilas y los ollares del caballo. Junto a estas figuras realistas aparecen las consabidas esquemati- zaciones de cabras en visión frontal de los bloques 1 y 2 que llegan a su máxima elipsis al representar fi- las de signos en y en la parte superior de la cara A del bloque 1 para indicar una segunda manada de ca- bras. En la Fig. 9 recogemos en la primera fila las cabras de los dos bloques de Abauntz comparadas a otras del arte parietal o mueble, sin que en ningún modo la lámina pretenda ser exhaustiva ya que se F’g. 8.- BloquenY 3 dc Abauniz.
  • 10. 50 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO <Nq ¾ 2 —lix 4 a A(WV’VY” ¡~/13 ‘«1 SS Fig. 9.- Representaciones de cabras en posición frontal. Abauntz. (1, 2 y 3); Ker deMassat (4 y 12); Llonin (5, 8, 9, 13 y 14); Otero (6); LaVa- che (7); Pendo (10. 16, 17y 18); tlrtiaga (II); Cuelode la Mina (15); Paloma (21>: Ekain (19 y 20): Tone (22) y Gourdan (23). SegÉn Basan- diarán 1973 (lO. II, 15,16,17,18,21 y 22); Barriére 1990(4 y 12); Altuna y Apellániz 1978 (19 y 20); Sieveking 1987 (7); GonzálezSainz 1993(6> y calco sobre fotografia de Fortea. de la Rasilla y Rodríguez 1992(5,8,9. 13 y 14) y Delporte 1990(23). ¼ 6 7 5 49 11 >1 10 12 14 ‘ti ( ‘~9; 16 17~// 1 Y15 VN21 1918 2220 23
  • 11. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 51 han publicado repertorios en numerosas ocasiones (Barandiarán 1973: Utrilla 1990: González Sainz 1993). Entre ellas resaltamos como paralelos forma- les más próximos los ejemplares de La Vache (Sieve- king 1987: 182), Otero (González Sainz 1993: 52), Ker de Massat (Barriére 1990: 43) y Ekain (Altuna y Apellániz 1978: 26) respecto a la cabra dc cuernos curvos del bloque 2 (nY 3 dc la Fig. 9) y las de Lío- nín (cuyas testuces aparecen desde el borde de la cos- tilla) y Ker de Massat en relación a la familia esque- mática escondida tras el desconchado del bloque 1 (Fortea, de la Rasilla y Rodríguez 1992: 13). Otras representaciones más realistas de cabezas de cabra en fila con representación de la primera y elipsis de las siguientes aparecen sobre un hueso de la cueva de La Vache (MAN 83378). Esta abstracción de la serie de cabras se eje- cuta representando de modo bastante realista las tres primeras (en esquematización progresiva) y quedan- do los ejemplares siguientes reducidos a una serie de cuernos en V, los cuales ~‘emosrepetidos en las filas de “uves” de la parte superior. Esta técnica de repre- sentar sólo la primera figura de una manada parcial- mente semioculta aparece bien documentada en la fa- mosa escena de renos en fila de la cueva de la Maine en Teyjat (Barandiarán 1972: 353). en la citada pieza de La Vache (Delporte 1990: 223). en una manada de caballos de la grotte des Harpons de Lespugue (de los que sólo vemos representados el lomo y la oreja) (Delporte 1990: 221), en las cabezas de ciena super- puestas de dos omoplatos de la cueva del Castillo (Almagro 1976: 30 y 42), o en los bóvidos de una plaqueta de Limeuil (con rasgos marcados los dos primeros, esquemático el tercero), (Clotíes 1990: 540). en varios cantos y plaquetas del Abri Montas- tmc de Bruniquel y de la grotte des Espelungues de Lourdes con figuraciones de caballos a la carrera (Sieveking 1988: 42, 44. 46 y 47), en el canto proce- dente de Arudv, grabado con cinco cabezas de caba- líos (Leroi Gourhan 1971: 380), sin que debamos ol- vidar el último ejemplo de los ritiocerontes en pers- pectiva de la cueva Chauvet. representados sólo por sus cuernos y parte superior del lomo (Fig. lo). El modelo de representación de cabras fron- tales en la cueva de Abauntz aparece combinado en la misma eseena con la visión de petftl (cabrita de la parte superior de las filas de “u~’cs”), utilizándose además las dos modalidades que señala González Sainz (1993: 51-53): cabras con cuerpo de perfil y cabeza ~‘uelta(bloque 1) y cabras con cuerpo de perfil y cabeza de frente <bloque 2). La misma convención de perspectiva frontal aparece en el ciervo del bloque 1 con cabeza triangu- lar y morro puntiagudo. cieno que recogemos en la Fig. II acompañado de otros ejemplares similares de ~‘acimientospirenaicos y cantábricos. Así el cieno citado se asemeja al representado en una plaqueta calcárea de Limeuil (Capitán y Eouyssonie 1924: Lám. XV, 58) donde una manada de ciervos forman- do escena ofrece un ejemplar con cara de frente y otro con la cabeza vuelta hacia atrás. También pre- sentan cuerpo de perfil y cabezas de frente los famo- sos ejemplares de ciervos “asociados a lobo” que re- coge Ann Sievekiíxg (1976: 594), procedentes de Pendo. Lorthet y Mas d’Azil’, a los que habría que añadir los dos asociados a caballo de la cueva de La Vache (MAN 83351). Entre los cienos representa- dos con su cuerpo totalmente de frente deben citarse los dos procedentes de Gourdan (el segundo quizá una cabra aunque se publica como cérvido) y las ca- bezas aisladas procedentes de Tevjat y La Madeleine (Chollot 1990: 202) o la santanderina de la cueva de Valle (Barandiarán 1995: 72). En la Fig. 12 aparecen entresacados los cier- vos del bloque 1 representados de perfil. Un ciervo macho en la cara A y una ciena y la cabeza de otra en la E presentan un tamaño y un estilode ejecución similar, pudiendo ser contemporáneos en su realiza- ción. El cieno, mucho mayor que el de visión fron- tal, se encuentra infrapuesto a él en la zona de los citemos por lo que habrá que pensar en una realiza- ción posterior de las figuras pequeñas. El macho se presenta con la boca abierta y la cabeza levantada co- mo si estuviera en plena época de berrea, precisa- mente el momento (hacia el mes de Septiembre) en que el cien’o es más vulnerable. Otros ejemplos de ciervos con la boca abierta los hemos recogido en el abri Morin, en el hueso de Torre ‘y en Lonhel. siendo mucho más numerosas las figuraciones de renos en esta posición (series de Limeuil o La Marche, por ejemplo). La cien-a por su parte presenta la posición típica de “amenaza de alta intensidad” con la cabeza erguida. el cuello estirado y tína pata adelantada. “Cuando lot/as las hembras se reúnen en un mismo territorio se puede identificar por su comportamien- fo a la que ostenta lajefatura. Revela su alto puesto en la jerarquía por su actitud nerviosa y vigilante, en continuo estado de alerta para detectar cualquier peligro, >nientras las demás pastan o rumian de for- ma más despreocupada” (Rodríguez de la Fuente el a/ii 1982: 178 y 187). Ahora bien, si aceptamos su relación con el cieno macho en actitud de berrea de la cara inversa 8 quizá debamos interpretarla como “disponible” en una escena de “preacoplatuiento” si- milar a la escena que recoge Villaverde (1994b: 143) en la cueva de Parpalló. A reseñar la ausencia de tra- zos conos oblicuos ínarcaído pelaje eíi el interior de
  • 12. 52 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO 6 Fig. JO.- Elipsis dc los animales por ocultanjientosparciales. l.imeuil(1); Espelungues de Lourdes (2 y 5>, Ab¡-i Montastnjc de F3nmniqtucl (3); El Castillo (4): Pendo (6); Ls Vache (7); grolse des ¡-larpona de Lespugue (8) y g-otte de la Maine de‘leS at (9). Según Capitan y Bouyssonie 1924(1): Sievcking 198$ (2.3 y 5): Almagro 1975 (4): Barandiarán 1973 (6): Delporte ¡990 (7): Saint Péricr 1925 (8) y Breují (9)citado en flarandiarán 1972. 2
  • 13. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 53 <>s 3 4 Ir9 4~1 ‘u 5 NI’ 10 11 (rl~1 13 kI ¡Li1 15 Fig. II.- Representaciones frontales de cérvidos, Abauntz(t): Limeuil (2 y 3): Oourdan (4y 5); leyjat (6, 7y 8): Valle (9): LaMadeleine(l0 y II): Pendo (12); Mas d’Mil (13); Lorihel (14) y La Vache (15). Según Capitan y Bouyssonic 1924(2 y 3): Chollo! 1990 (4,5,6.7.8,10 y II): Sieveking 1976(12 y 14); l3arandiarán 1973(9 y 13)y l)elporte 1990(15). los ciervos de Abauntz, dato que comentaremos más adelante en el apartado de técnicas y convenciones. En la Fig. 13 recogemos los dos antropo- morfos de los bloques de Abauntz comparados a otros que presentan posturas similares (boca abierta, ojo redondo, largo cuello) o que se localizan en yaci- 2 MF 8 6 y,) ¡ 12 14 SI
  • 14. 54 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO Fig. 12.- Cienosdeperfil. AS-auníz (Iv 2): Lorthet (3): Tone (4)~’ NIorin (5). Según Barandiarán 1971 (4): Pierte 1907 (3) y I)efl’arge etola 1975 (5). mientos próximos. Así los de Enléne (Clottes 1989: 348), narigudo de lsturitz (Sacchi 1990: 20). fiera de Ker de Massat (Barriére 1990: 35) y serie de los Ca- sares (Balbin y Aleolea 1992> ofrecen su boca abier- ta, mientras que el de Altxerri (quizá un serpentifor- me) se asemeja al de Abauníz por stí largo cuello (Altuna y Apellániz 1976) y el de Parpalló por su asociación a un escaleriforme (Villaverde 1994: Lám. XLIV). Con el ejemplar de Tone (Barandiarán 1971), similar por su parte al peludo de Isluritz. sólo le aproxima su vecindad geográfica y su posición en un plano inferior respecto a la escena de herbívoros situados en la parte alta de la pieza, como si ambos, el de Abauníz y el de Torre, se encontraran acechan- do los animales que se disponen a cazar. En el caso de la magnifica escena de Torre el muestrario de her- bivoros que se le ofrece (un caballo, un san-io. un bó- vido, un ciervo y dos cabras esquemáticas) no puede ser más variado, siendo destacable la diferente con- cepeión que presentan las dos cabras, mucho meno- res que el resto de los animales, a pares y no en ejem- plares únicos y en perspectiva frontal. Idéntica con- vención y tamaño presentan los animales representa- dos en los bloques de Abauntz, siempre más peque- ñas y esquematizadas las cabras con respecto a los cérvidos del bloque 1 o al caballo del bloque 2. En la misma zona que el antropomorfo (par- te inferior de la cara A del bloque 1) se localizan dos animales infantiles enfrentados que representamos en la Fig. 14. La forma de su cabeza, cuello y cuerpo nos recuerda el perfil de un ternero pero stís largas orejas puntiagudas les asimilan a un lagomorfo. Sin embargo no parece que el perfil de estos animales, bien representados en la Marche, por ejemplo. (Pales 1989: lám. 16) encaje con nuestras figuras ya que lie- bres y conejos presentan una frente convexa. Los pa- ralelos más próximos entre los ejemplares grabados los hemos localizado en Limeuil (Capitan y Bouysso- nie 1924: lám. X, n. 0 37). en Mas d’Azil (Delporte 1990: 105) y en Teyjat (Leroi Gourhan 1971: 386) donde son clasificados como “pequeños rumiantes” e incluso, en el caso de Teyjat como cen’atos. A pesar de las orejas puntiagudas no creemos que nuestros gorditos ejemplares de cuello grueso y corto tengan 2 5 3
  • 15. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 55 6 3 5 8 ‘7, 1 1’ 9 Fig. 13.- Antropomorfos. Abauntz (1 y 2>; PaipaIló (3); Torre (4); Isturitz (5 y 8); Enléne (6); Ka deMassat (7); Altxeni (9) y Casares (lO, II y 12). Según Villaverde 1994 (3); Barandiarán 1971 (4); Saint Pésier 1930 (5 y 8); Clones 1989 (6); Barriére 1990 (7); Aliuna y Apellániz 1976 (9)ycalco deCabré enBalbín y Alcolea 1992(10,11 y 12). ¿9 7 ‘o 11
  • 16. 56 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO Fig. 14.- Animalesjuveniles. Abauntz(I); Linicuil (2): Mas dL-Vil (3)y ‘leyjat (4). Según Capitan y Bouy~onie 19924 (2); Oclporte 1990 (3) y Leroi (iourhan 1971 (4). nada que ver con los esbeltos y delgados cervatillos, quizá más con los rayones, pero es casi seguro que para representar a estos animales el artista magdale- niense no hubiera omitido la conVención de puntos <cenatos) ó rayas (jabátos) que identifican a estos in- dividuos infantiles. Un último ejemplo, esta vez mo- delado en terracota no cocida, aparece en el vaci- miento de Dolni Vestonice, siendo clasificado sim- plemente como “un animar’ (Jelinek 1988: 208) o como oso (Albrecht et allí 1989: 77. n. 0 25). Las figuras de caballos son de muy diferente concepeión en los dos bloques: el representado en el nY 2 aparece en posición marginal, meramente deco- rativa, sobre un canto que tuvo un carácter utilitario: lámpara en su parte superior cóncava con cazoleta para el combustible y afilador en uno de sus costados. Se trata de un ejemplar de cuerpo entero, de factura correcta pero sin detalles marcados, que presenta su cabeza machacada por visibles huellas de golpes. Dos casos similares de caballos sobre cantos usados como compresores, recoge Sieveking (¡990: 8) en La Co- lombiére. habiendo sido rehecho el grabado de uno de ellos con posterioridad. El caballo del bloque 3, sin ningún tipo de reutilización. presenta en cambio su cabeza y cuello muy meticulosamente grabados, con detalles realistas en el morro, orejas. ceja y barbas. Un haz de lineas estriadas arranca desde la base de las orejas y des- ciende a lo largo del cuello. convención que vemos repetida sobre un grabado parietalde cabeza de caba- ¡lo de la cueva dc Tito Btístillo (Motíre 1990: 210, fig. 22). En la Fig. 15 se compara la cabeza de caba- lío de Abauntz con otras barbadas de yacimientos de plaquetas francocantábricos: una del yacimiento de lsturitz (Sieveking 1987: 197), otra dcl Tuc d’Au- doubcrt (Bégouen et ahí 1982: IX) y una tercera dc * -~ ¿2 js- — 2 a 4
  • 17. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE AEAUNTZ 57 el a/ii 1982 (3) y Mourc 1990(4). Tito Bustillo (Moure 1990: 117). El mismo detalle en la representación aunque con distinta solución para la crimera se aprecia en una plaqueta de Gónnersdorf (Bosinski 1975: 52). Otra cabeza de similar estilo en orejas, ojo y crines procede de una plaqueta de Gour- dan (Chollot 1964: 76. n. 0 47265) aunque ésta se ha- lla partida a la altura de la boca por lo que no puede apreciarse si se le marcaba la barba. Idéntica rotura y ejecución respecto a ésta presenta una figura de Mas d’Azil (Delporte 1990: 68, fig. 34) y una placa de pi- zarra del yacimiento de Gónnesdorf (Albrecht cf ahii 1989: 93, n.0 73) muy similar en su composición y detalles a la placa de Abauniz (ojo almendrado, ore- jas de trazo simple frente al trazo ínúltiple del resto de la cabeza, despiece en la zona que limita con cl cuello...). No deja de ser sugestivo por otra parte el hecho de que las tres cabezas de caballo (de Gour- dan, Mas d’Azil ‘y Gónnesdorf) estén partidas en la zona de la boca, precisamente la única zona de la ca- beza en la que el caballo puede ser peligroso para el hombre’. Otro aspecto a tener en cuenta son las técni- cas de grabado y las con~’eneiones estilísticas que en- contramos en los ejemplares de Abauntz. Estos se- rían los datos más llamativos: - No existe en ningún momento la conven- ción del trazo cono oblicuo para marcar el pelaje en el interior de ciervos o caballos a pesar de que la cro- nología cte C14 por AMS indica que fueron grabados en la época magdalenicnse final cuando esta conven- ción parece convertirse casi en un fósil director <bas- tones dc Pendo, Valle y Lorthet por ejemplo). No puede argumentarse qute el pequeño tamaño de las fi- guras (cieno y cabras de frente) condicioíie la ausen- 1v—. 2 4 Fig. 15.- Caballos harbados sobre plaquetas. Abauntz (1): lsturitz (2): Tuc d’Audoubert (3) y ‘1’ito Bustillo (4). Según Sieveking (2). Bégoiten
  • 18. 58 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO cia de sombreado ya que está presente en las dimi- nuLas del hueso de Torre y existen figuras de gran La- maño (caballos de los bloques 2 y 3: ciervos de perfil del bloque 1) que pudieran haber contenido este tipo de trazos. Sólo vemos una explicación posible: nunca este tipo de trazos ha sido documentado sobre pla- quetas de piedra (ver series dc Gourdan, Lorthet, En- léne. La Marche o Limeuil) quizá debido a la dureza del soporte. Sin embargo en nuestro caso la superfi- cie de los bloques grabados es tan blanda que no hu- biera habido problema técnico en realizar el som- breado, máxime cuando estos trazos cortos oblicuos se hallan contorneando el desconchado del bloque 1. Existe pues una idea preconcebida en el grabador que sabe que esa convención nunca debe emplearse sobre soporte de piedra, quizá en este caso por demasiado blanda. 2. Contrasta el cuidadoso detalle con cl que se ejecutan algunas partes del cuerpo (boca abierta del ciervo del bloque 1; morro. ceja, ojos y orejas del caballo del bloque 3) con la descuidada representa- ción de todas las extremidades, siendo francamente torpes las de los dos terneros o de la cierva del blo- que 1. cuando no aberrantes por su longitud como en el caso del ciervo en posición frontal. En las figuras de cabritas de frente y cieno de perfil se ha omitido la realización de las patas y no debe atribuirse en este caso a falta de espacio en el soporte como podría ser el caso de los muñones cebrados de los animales del hueso de Torre. 3. Podriamos pensar en una “damnano me- moriae” de algunas figuras que han sido insistente- mente eliminadas por rayados como es el caso de la cierva del bloque 1 o por repiqueteados como la ca- beza de caballo del bloque 2, aparentemente realiza- dos con anterioridad al grabado de la figura. No pa- rece que éste deba ser eí mismo caso de dos bisontes totalmente rayados de la cueva de A¡txerri (Apellániz 1982: figs. 13 y 14) donde las rayas pretenden expre- sar el volumen del animal y no la anulación de la fi- gura, pero sí podrían interpretarse como destructivas las rayas que cruzan reiteradamente algunas figuras de bisontes de la misma cueva (de Barandiarán 1964: 119 y 120, figs. 6 y 7). 4. Como técnica de grabado es frecuente la aparición del buril de filo múltiple en figuras de gran tamaño como el antropomorfo del bloque 1 o el caba- lío del bloque 3. combinando en este último con el filo simple para representar las finas orejas y las bar- bas y con el grabado estriado para marcar el despie- ce entre cuello y cabeza. La firmeza del trazo y la perfección de ejecución que ofrece eí caballo acredita a su grabador como uno de los grandes maestros del arte mobiliar niagdalcniense. i. Sin embargo en varias ocasiones el autor ha tenido que corregir el trazado del cuerpo de algu- nos animales. Es el caso de la cabra principal de la familia representada en el bloque 1 que presenta mo- dificado el perfil de su cuerpo y extremo distal de los cuernos. Algo similar ~emos en los cuartos traseros y en las orejas de la cierva dc la cara E y en el trazado del cuello del gran ciervo que ha sido manipulado en dos ocasiones. 6. Un curioso papel representan los descon- chados de los bloques que parecen tener una ejecu- ción voluntaria en el caso del bloque 1 y un carácter accidental en el bloque 2. El primero ha servido para esconder la familia de cabras detrás de él. procedien- do previamente a delimitar su contorno mediante una línea en la zona de las cabras y una serie de líneas cortas en la zona del antropomorfo. En el caso del desconchado del bloque 2, previo a la realización del caballo, no ha habido obstáculo para continuar las patas sobre él, si bien éstas han quedado muy some- ramente marcadas debido a la mayor dureza del so- porte. 7. Similar interés plantean los haces parale- los de lineas ondulantes o quebradas que se pasean por las dos caras del bloque 1 y por el lateral del blo- que 2 encima del caballo. Algunas de ellas pasan in- cluso sin interrupeión de una cara a la otra, indicán- donos quizás que las escenas de ambas caras tengan una clara unidad. Ello podría afectar en la temática al gran ciervo de perfil de la cara A y a las ciervas de la cara 8, tal como hemos comentado anteriormente. 8. A falta del estudio microscópico definiti- vo de las superposiciones de los bloques 1 y 2 adelan- tamosen un primer análisis a la lupa de cámara clara que las figuras de menor tamaño y visión frontal se han ejecutado con posterioridad a las de mayor tama- ño y visión lateral. Es el caso de las cabras y el cieno del bloque 1 superpuestas al gran cieno de perfil y de las tres cabras de frente del bloque 2 superpuestas al lomo del gran caballo, siendo cl antropomorfo el de más reciente realización. En este sentido el proce- so diacrónico de realización de las figuras de Abauntz es in~’erso al registrado por Barandiarán (1971: 58-61) en el hueso de Torre. En este caso eran las figuras pequeñas (cabra de frente, antropomorfo y caballo) las primeras en ser grabadas y no precisa- mente en el centro de la composición, realizando en una etapa posterior las tres figuras mayores de herbí- voros realistas (sarrio. cieno y bóvido), exactamente simétricos sobre la superficie del hueso. “Se debe su- poner, piensa Barandiarán (1984: 144), que el autor paleolítico pensaba el tema y distribuía “in mente” los diversos componenfrs sobre el espacio disponi-
  • 19. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LITICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 59 ble, dejando huecos suficientes donde encajarían los elementos aún no trazados”. En nuestro caso la cabra de cuernos curvos del bloque 2 parece aprovechar el espacio vacio que queda bajo el cuello del caballo, al igual que el pequeño bisonte de Altamira se instala en un menor tamaño que sus compañeros bajo el cue- llo de la gran ciena o la marmota del bastón de los sarrios de Gourdan asoma su cabeza en el espacio disponible entre dos de ellos. Se trata según Chollot (1980: 334) de un encaje o encuadre en la inserción de la cabeza. “prueba de la no superposición del arte mueble”. 4. LAS RELACIONES CON EL ARTE PALEOLÍTICO DE SUS VECINOS Si observamos en un mapa la posición geo- gráfica de la cueva de Abauníz nos daremos cuenta de su situación central respecto a los grandes núcleos del arte paleolítico durante el Magdaleniense Medio- Superior. Se encuentra prácticamente equidistante del foco pirenaico del Ariége, del núcleo asturiano y de la Dordoña, sin que por ello podamos atribuirle un carácter especial de lugar de concentración que os- tentaria en este territorio sin duda alguna la cueva de Isturitz. Ella reúne todos los atributos que la acredi- tan como lugar de reunión: su tamaño, la potencia de sus niveles arqueológicos, la variedad de decoracio- nes de su industria ósea y cl amplio radio de influen- cia de su arte mobiliar. Por otra parte, el peculiar in- terés que demuestra Isturitz en la figuración de caba- líos podría resultar significativo, tanto más si tene- mos en cuenta la representación de este mismo ani- mal en los yacimientos satélite que dependen de ella. Tal es el caso de Duruthy con sus bellas esculturas de caballos y de Abauntz que presenta este animal como figura principal en dos de sus bloques y que entrega en su fauna una abrumadora mayoria de molares de caballo en la zona donde aparecieron losbloques gra- bados’ 0. La cueva de Abauntz presenta de este modo muy nítidos paralelos con el mundo pirenaico del Magdaleniense Medio-Superior, siendo constantes las referencias a Isturitz y Duruthy en su industria ósea del nivel e y a todo el Pirineo francés en su arte mueble sobre soporte lítico (Lorthet, Gourdan, Mas d’Azil. Enléne). La mera presencia de reno y saiga (esta última la única de todo el Magdaleniense espa- ñol”) ya atestigua por sí sola las relaciones con Aquitania, quedando pendiente si existen paralelos con los micrograbados de Arancou. yacimiento que posee una serie inédita de arte mobiliar sobre piedra (Vialou 1995: 273). Las similitudes con yacimientos del Suroeste de Francia (Dordoña y regiones vecinas) quedan bien patentes en los yacimientos de Limeuil o Teyjat, con figuras que ofrecen similares convenciones de repre- sentación. No son menores los testimonios de la rela- ción de Abauntz con yacimientos del País Vasco pe- ninsular: así lo atestiguan la escena del hueso de To- rre, la cabra con la cabeza vuelta de Ekain o el antro- pomorfo de largo cuello de Altxerri, los cuales pre- sentan claras similitudes con los grabados del bloque 1 de Abauntz. Por otra parte las relaciones de nuestro yaci- miento con el magdaleniense medio y superior de Asturias quedan patentes en la industria ósea del ni- vel e y en los motivos decorativos y figurativos del arte mobiliar. tanto sobre soporte lítico como óseo (Utrilla 1995). Citemos por ejemplo las varillas y cinceles de Caldas, la costilla grabada de Llonín o las plaquetas de piedra con arte figurativo de la cueva de la Paloma o Tito Bustillo. yacimiento que posee ade- más, como Abauntz. una interesante colección de es- pátulas decoradas. Las relaciones con yacimientos de la Meseta y Levante ya no son tan nítidas. Hemos citado el an- tropomorfo asociado a escaleriforme de la cueva de Parpalló en similar composición al de Abauntz pero podríamos añadir la abundancia de bandas de escale- riformes decorando varillas, azagayas y plaquetas, muy frecuentes en Parpalló (Pericot 1942: 107 y 109; Villaverde 1994: 260) presentes también en las espá- tulas del nivel e de Abauntz (Utrilla 1995: 294) o la existencia de una crinera en escalón en el caballo del bloque 2, convención muy utilizada desde el solu- trense en las plaquetas del Parpalló y en el arte parie- tal de la Meseta. En este sentido queremos llamar la atención acerca de la opinión expresada por Villaver- de en varias ocasiones <1992, 1994b) de que habría que aproximar al magdaleniense algunos yacimientos de esta zona que han sido clasificados en el estilo III. Tal podría ser el caso de la famosa placa de Villalba, el ejemplo mobiliar que tenemos más próxi- mo en la Meseta. Sus autores (Jimeno el ahí 1990: 35-36) en una magnífica publicación plantean todos los paralelos de convenciones estilísticas que les lle- van en algunos casos al estilo IV con paralelos en el magdaleniense de la Costa Cantábrica (despieces, de- talles en las figuras como crines y barbas, cebraduras en las patas de los caballos,...) y en otros a paralelos mediterráneos, la mayoría procedentes del Magdale- niense de la cueva de Parpalló. Sin embargo, llama la atención que, tras es- tos correctos razonamientos y tras indicar que en la placa de Villalba están ausentes las crineras en esca- lón, los vientres hinchados y los hocicos espatulifor-
  • 20. 60 PILAR UTRILLA Y CARLOS MAZO unes, clasifIquen la pieza en un Soltítrense Final o Magdaleniense Inicial. No debe descartarse una cro- nología dcl Magdaleniense Superior-Final para la placa que ííos octípa. que es lo que estaban indicando los paralelos reseñados. Precisamente el hallazgo de los tres bloques de Abauntz, va cíl el Valle del Ebro, y la existeticia de ~‘acimientosdel magdaleniense fi- nal bien datados a unos 60 Km. de Villalba. como es el caso de la Peña del Diablo de Cetina (Utrilla 1995: 303). puede dar valor a la aceptación de una cronolo- gía magdalenicnse final para la pieza del arte mueble soriano. La simplicidad de ejecución de las formas animales no desentona de otros ejemplos suiputesta- mente contemporáneos como podrían ser el caballo del bloque 2 de Abaunizo los caballos d~ la cueva de Ekain. sinaples en su concepción pero coía detalles en sus convenciones de representación, como puedcía ser la línea de despiece del vientre (presente también en cl primer macho cabrío de Villalba) o las cebraduras dc las patas que encontramos repetidas en los muño- nes de los herbívoros del huteso de Torre. El tipo de soporte dc la placa de Villalba (piedra dura) pudo condicionar, como en el casode Abauntz. la ausencia de los trazos cortos oblicuos marcando el pelaje. Por otra parte el nexo de unión con el arte parietal de la cueva de los Casares o el mobiliar de la cueva de la Hoz (Balbín y Alcolea 1995). también a tinos a 60 km de Cetina. qutedaría bien atestiguado en este yacimiento del Valle del Jalón, refrendado ade- más por el reciente hallazgo de niveles cenicientos con útiles de aspecto paleolítico cía la localidad dc Deza. población situada a orillas del río Henar y que marcaría la níta de penetración en la provincia dc Soria. NOTAS Se hadado noticia deestos hallazgos enalgunas publicaciones gene- rales sobre cl magdalenies,se del Valle del Ebro. Así en el número monográfico sobre el tinal del Paleolítico Cantábrico que lía editado la Ijísiversidad deCantabria (Utrilla 1995), el Coloquio dePat’ sobre coníunícac,ones transpirenaicas durante el I>aleolitico (Utrilla y Mazo 1996a) ~ el Coloquio dePañetas de la UtSPP sobre El Nítundo Medi- terráneo después del Pleniglacial (Utrilla ep). l’onna parte también del catálogo de la exposición de5am! Genííain-en-I.aye sobre “1. ‘art préhiswriqoe des Pyrdnées’(Utrilla y Mazo 1996b). En cl diario deexcavaciones se denomina 2r a este nuevo nitel que tal vez, pudiera corresponder al lentejón rojizo esteril (el) que sc de- tecté en la monografia dc 1982 sobre la superficie del nivel e (Utri- lía 1982: 215). En este caso el clásico nivel e gutizó debiera pasar a llamarse e2. Utilizar tilia nomenclatura u otra es irreletante. El nivel e. en cambio, conocido ya desde la publicación de 1982. acaba de entregar una Foeha ANIS de 13500±160131> (Ox A-5983). Es esta datación la que creemos más fiable de entre las cuatro que Se haí~ obtenido para este nivel, ya que concuerda tolalmente co,’ la ti- pología dc su industria ósea (similar a Caldas Vil, U’ Viña IViní’ y ‘Filo Bustillo le) y dala directamente u,í fragííento de espáltíla deco- rada con escaleril’orme, En los casos anteriores pudo haber contaníi— nació¡í de algúíí htíeso procedente deniveles inibriores ya que acaba- íííos dedetectar una antigtía ocupación mustcriense o achelense rica enhendedores. En este proceso interviniero,í J. L. Rodríguez y l. l. Pérez. teenícos del servicio Audiovisual de la Facultad de Filosofla y Letras (SEME- ‘l’A). Lohabitual es representar el agua por la presencia depeces guíe sal- tan entre las patas de los cienos conio enel célebre bastón de Lorthet o entre los antropomorlos de la cueva dc los Casares. 6 Nos ret’criníos a la representación variada deescalerifonnes que apa- recen sobre tres espáltílas del ni~-el e de la nsisrna cueva (IJírilla 1995; Utrilla ‘Mazo 1996a)y que recuerdan los paralelos citados de la fumosa costilla del..lonin (Fortea. de la Rasilla y Rodríguez 1992: 13) u otros ambientes níeditenáneos, couíío las a-zaga~’as del suíptícsuo níagdaleniense II de Parpalló (Pericol 1942: fig. 77) olas existentes encontextos de roníanelliense italiaíío (Leonardí 1988). Es interesan- te señalar asiíííisnío que las dos únicas azagayas asturianas datadas cloe portan esealerdotiííes hauí cntregadts lechas idénticas al bloqtíe 3 deAbaunta: 11900+140 HP en La l’alonía y 11650+190 RPen Cue- te de la Mina (Nlcure 1995: 233). sin qute por ello queramos indicar ni de lejos que un motivo tan coniótí ptíeda tener valor de lósil direc- tor específico del NIagdaleniensc Final. va que el escaieritbrn,e de la espátula dela propia- ctte”a de Abaunlz en su nivel e lía sido datado en 13500 PP. Sobre el tenía del lobo thoz cíue acecha al cieno en ulí cuento níag- daleniense no deje de constíltarse el articulo de Ignacio I3arandiarán (1993) coíí una reitíterpretaeión del tema. No es inusual enel arte uííu,cble la relación temática o conceptual de las dos caras de tina misma pieza. Quizá cí ejemplo más significativo sea la lhíííosa costilla de la cueva de Isturita llamada de la “persectí- eton amorosa - ce’, la mistna concepción defiguras heridas por tun ar- piAn (hu¡ííanas en el anverso, bisontes en el reverso) que se pemsigtíe¡í entre si (l)elporte 1990:132). ‘No obstaííle. siendo el caballo el animal más representado sobre pía’ qimetas en el ínagdaleniense fiancés (Sieveking 1990). encontraríamos otros muchos ejemplares de caballos harbados en ~‘acimienlospire- ¡laicos ~‘ de la l)ordoña. por 1<> que las tres muestras aquí recogidas vienen a ser solo un extracto de los paralelos mílás próximos. En otro lugar (titrilla 1 994) heunos especulado acerca del valor de la citeva de Isturisa como Itugar general de concentración de gentes tuagdalenicnses y de Castillo y Altamira como toco dc atracción de otras que octíparian la Costa Cantábrica o de Patpalló en la Costa le- vantina. ‘lodos estos lugares tienen eneot,íuí, su posición central res- pecto a las -áreas guíe atraen. puídie¡ído argttníentar qute sólo la cueva de lsturitz. se cílcotítraria en el centro de las tres áreas por lo que os- tentaria el carácter de “Stíper-site”. siendo las demás Focos de atrac- ción de carácteríííás resíritígido. Esta especie ha sido identificada por Níariezeurrena y Altu¡ía quie- íes se encuentran realizatído el análisis de la arqtíeolho¡ía del yací— íííiento, l)ebeníos ad~’ertir que las panes idetílifícadas so¡í Ialaííges guíe. sí hiemí son los tílejores elementos qtte posee el paleontólogo para dilbreneiar las saigas deotros herbítoros. no atesuigualí por su níísn’as el paso del níonlañoso puerto de Velase por este ani¡ííal tan adaptado a superficies llanas. Bien pudieron llegar las Ihianges a la etíeva conlo parte delas pieles desaiga que portarían los cazadores ínagdalenicn- ses procedemíles deAqutilaííia.
  • 21. ARTE MUEBLE SOBRE SOPORTE LÍTICO DE LA CUEVA DE ABAUNTZ 61 BIBLIOGRAFÍA ALnRrcííT, G. (1989): Objetos de arte magdaleniense. Los comienzos del arte en Europa Central, Ma- drid: 45-53. ALMAGRO, M. (1976): Los omoplatos decorados cíe la cueva de El Castillo, Puente Viesgo ÚScintancler3. Monograifias Arqueológicas n. 0 2. Museo Arqueo- lógico Nacional. Madrid. ALt-UNA, 1; APELLÁMZ, J. M. (1976): Las figuras m- pestres paleoliticas de la Cueva de Altxerri (Gui- púzcoa). =lJ¿mibe.28, 2/3. ALTIJNA, J.; APELLANIz. J. M. (1978): Las figuras ru- pestres de la cueva de Ekain <Deva). Manibe. 30. 1/3. BALEN, R. DE; ALCOLEA, J. J. (1992): La grolte de Los Casares et ¡‘Art Paléolithique de la Meseta espag- nole. L ‘Anthropoogie, 96: 397-452. B~ásrJxt4N, J. M. DE (1964): La cueva de Altxerri y sus figuras rupestres. ]uluntbe, 16, 2/3: 91-140. BARANDIARÁN, 1. (1971): Hueso con grabados paleolí- ticos en Torre (Ovarzun, Guipúzcoa). Munibe, 23: 37-70. BÁIANrt~ÁN, 1. (1972): Algunas convenciones dc re- presentación en las figuras animales del arte pa- leolítico. Santander Sympasiwn. A cias del £vm- pos/am Internacional cte Arte Prehistórico, San- tander-Madrid: 345-381. BARANDíARÁN, 1. (1973): Arte mueble del Paicohitico cantábrico. Monografias Arqueológicas n.0 14. Zaragoza. B~Áunt~ÁIl, 1. (1984): Utilización del espacio y proceso gráfico en el arte mueble paleolítico. Scripta Praehistorica. Francisco Jordá. Oblata, Salamanca: 113-161. BARANDLARÁN, 1. (1993): El lobo feroz: la vacuidad de un cuento magdaleniense.l~eleia. lO: 7-37. BARANDIA&ÁN, 1. (1994): Arte mueble del paleolítico cantábrico: una visión de síntesis en 1994. Con,- plutum, 5: 45-79. B~rnÉ~r, C. (1990): L ‘art pariétal da Ker de Mas- sai. Toulouse-le-Mirail. Presses universitaires du Mirail. HÉGOUEN, R.; Emois, F.; CLol-rEs, 1.; SERvElitá. Cíi. (1982): Art mobilier sur support lithique du Inc d’Audoubert á Montesquieu-Avantés (Ariége). Bulletin de la Société Préhistoriqae de lAriége: 15-60. BosístsKí, 0. (1975): Der Magadalénien - Fundplatz Gónnersdorf. “Aasgrabungen ¡ti Deatschland Monographien des Rómisch-Germaíxischen Zen- tralmu.seums. 1:42-63. CANTAN. L.; Bouysso=~.J. (1924): Un atehier dart préhístortque. Limeutí, son gisement el gravares sur pierres de 1 ‘áge dii renne. Publications de 1’lnstituí International d’Anthropologie, n.a 1. Paris. CHOLLOT, M. (1964): ]vfusée des Antiqaités Nationa- les. Collection Piette: art mohihier préhistoriqae. Éditions des Musées Nationaux. Paris. CIIOLLOT, M. (1980): Les origines da graphisme svm- bolique. Editions de la Fondation Singer-Polig- nac. Paris. CHOLLOT. ¡VI. (1990>: L’art non naturaliste, schémati- sation ou décor? L ‘art des objets att Paléolithi- que. Tome 2: Les votes de la recherche, Paris: 195-202. CLorrEs. J. (1989): Le Magdalénien des Pvrénées. Le Magdalénien en Europe. ERAFJL, 38: 281-360. CLOTTES. J. (1990): Ihe parietal art of Ihe Late Mag- dalenian. .lnt¡qn¡tv, 64-244: 527-548. DEEFARGE. R.; LAuRFztr, P.; SoÑ~v1LLE-BoRnEs. D. o~. (1975): Art mobilier du Magdalénien supéricur de l’abri Morin, á Pessac-sur-Dordogne (Giron- de). Gallia Préhistoire, 18: 1-64. BELPORTE, 1-1. (1990): L ‘Image des Animaux c/ans 1 ‘Art Préhistorique. Picard. Paris. FoRmA, LI.; DE LA RASILLA, M.; RonÉiGuEz. V. (1992>: La cueva de Llonín (Llonín, Peñamellera Alta). Campañas de 1987 a 1990. Excavaciones Ar- queológicas en Asíarias 1987-1990, Oviedo: 9- 18. GONZÁLEZ SAERZ, C. (1989): El Magdaleniense Supe- rior-Final en la región cantábrico. latín-Univer- sidad de Cantabria. Santander. GONZÁLEZ SAn4z. C. (1993): En torno a los paralelos entre el arte mobiliar y el rupestre. Veleta, lO: 39- 56. JELINEK, J. (1988): Considérations sur l’art paléolithi- que mobilier de ¡‘Europe Centrale. L Ant/n’opo- logie, 92: 203-238. LEONARLI, P. (1988): Art paléolithique mobilier el pa- riétal en Italie. L ‘Antropologie. 92: 139-202. LEROT GoumúxÑ, A. (1971): Préhistoire de lan occi- dental. Édiíions d’Art Lucien Mazenod. Paris. Mot.jp.p, A. (1990): La cueva del Tito Bustillo (Riba- deselia. Asturias). E] yacimiento paleolítico. Kv- cavactones Arqueológicas en Asturias /983- 1986, Oviedo: 107-127. MOURE, A. (1995): Después dc Altamira: transrorma- ciones en el hecho artístico al final del Pleistoce- no. “El final del Paleol,’tico Qinftibrico. ‘I’rans- formaciones ambientales y culturales durante eí Tardiglaciar y comienzos del Holoceno en la Re- gión Cantábrica” (A. Moure y C. González Sainz, eds.), Santander: 225-258.
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