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Perspectivas epistemológicas: tradiciones y proyecciones


                                 Silvia Rivera – Ileana Gutiérrez


         Ciencia, tecnología, industria, agro, universidad no se pueden desarrollar de manera
         aislada. Son prácticas que crecen y maduran integrando redes institucionales,
         tradiciones de conocimiento, decisiones políticas y hábitos culturales. La pregunta de
         qué país queremos se responde en gran parte en los laboratorios científicos, en los
         institutos de investigación y desarrollo económico.

                                             Diego Hurtado de Mendoza, “Entrevista a Diego Hurtado de
                                             Mendoza” Clarín, 26/8/07



Introducción

        Vivimos en un mundo determinado por la ciencia y la tecnología. Aún aquellas
personas que no tienen una inserción profesional que las vincule de modo directo con
tareas de investigación encuentran su vida atravesada por desarrollos tecnocientíficos1
que regulan, y aún modelan, sus intercambios cotidianos ya sean comerciales,
familiares, laborales o afectivos, entre otros.

        Este contacto cotidiano brinda una aproximación al campo de lo científico-
tecnológico que nos permite no sólo utilizar sus objetos sino también tener una cierta
comprensión de la ciencia, si bien bajo una modalidad que podríamos llamar
“prerreflexiva”. Esto significa que entendemos afirmaciones generales acerca de qué es
la ciencia, su desarrollo, sus beneficios y riesgos. Pero a pesar de tal entendimiento, no
siempre estamos en condiciones de explicitar con precisión la diferencia entre la ciencia
y otros saberes, como el de las humanidades y las artes, por ejemplo. O de dar cuenta
exacta de que estamos hablamos cuando nos referimos al progreso científico. La
afirmación “la ciencia progresa” se ha convertido en un lugar común, en la expresión
de algo que ha devenido obvio, pero cuyo sentido último dista mucho de serlo. Porque
para nada está claro si el progreso es acumulación de conocimientos, perfeccionamiento
del poder de manipulación sobre la naturaleza y sobre otros seres humanos, elevación
del estándar de vida de unos pocos, o por el contrario, aumento de la equidad en la
distribución de bienes y recursos o construcción de formas más justas de organización
social.


1
  El neologismo “tecnociencia” es introducido en 2003 por Javier Echeverría en su libro La revolución
tecnocientífica (Madrid, Fondo de Cultura Económica), con el objetivo de evitar rígidas separaciones
entre un plano teórico y otro práctico que simplifiquen las complejas relaciones entre la ciencia básica y
sus aplicaciones.
La epistemología es precisamente el ejercicio de reflexión que vuelve su
mirada sobre lo obvio en un intento de problematizar aquello que por su omnipresencia
evitamos cuestionar en sus supuestos. Si la epistemología nos instruye sobre la ciencia,
está claro que ambos conceptos se encuentran íntimamente ligados. Aún más, en la
medida que avancemos en el análisis del primero podremos llegar a una comprensión
reflexiva del segundo.

        La palabra “epistemología” -o rama de la filosofía que reflexiona sobre la
ciencia-2 se construye a partir del término griego “episteme”, que es elegido por Platón
para designar al conocimiento universal y necesario, es decir, un conocimiento
verdadero que puede dar cuenta de sus fundamentos y, por lo tanto, escapa a toda clase
de contingencia o particularidad. En la propuesta platónica, episteme se opone a doxa o
conocimiento imperfecto en el plano teórico pero suficiente para la acción. La
traducción habitual para doxa es “opinión”. Frente al decir sin fundamentos que
caracteriza a las múltiples opiniones que atraviesan el campo social, la episteme o
“ciencia” ocupa un lugar de privilegio en tanto garantiza la necesidad de su verdad. El
hecho de que se traduzca episteme como ciencia habla del lugar de privilegio que ocupa
la ciencia en nuestra sociedad: la ciencia es considerada como el conocimiento
privilegiado por el carácter absoluto de su verdad. Un lugar que sin duda merece ser
examinado con cuidado.




1-       ¿Qué es la ciencia?

        Ahora bien, ¿es posible reducir la complejidad de la práctica científica para que
pueda ser contenida por una definición como “la ciencia es un clase privilegiada de
conocimiento caracterizado por su carácter metódico y fundamentado, que otorga
objetividad a sus afirmaciones al tiempo que las inviste de validez universal”? Todo
indica que sí es posible, porque la epistemología en su versión heredada ha instalado
esta definición de ciencia. Una definición que no se limita a círculos expertos, ya que
podemos encontrarla de modo implícito en la base misma de nuestra comprensión
cotidiana. Y aquí nos encontramos con la paradoja de que un discurso altamente
formalizado y propio del ámbito académico, como es la epistemología, trasciende este
espacio instalándose -a través de mecanismos de formación y difusión- como supuesto
del sentido común.

        Ocurre sin embargo que una pregunta simple en su formulación como “¿qué es
la ciencia?” no resulta tan simple en su respuesta, siempre que decidamos dejar de lado



2
  Utilizo aquí “epistemología” en el sentido estricto de filosofía de la ciencia y no en el sentido amplio de
teoría del conocimiento. De todos modos, ambos sentidos se suponen mutuamente al erigirse la ciencia en
modelo de conocimiento por excelencia.
reduccionismos y simplificaciones3. Una pregunta planteada en tales términos no puede
ser respondida apelando a algún tipo de naturaleza interna del objeto o concepto a
definir. Porque las definiciones tienen historia, arraigo en el marco de alguna de las
diversas tradiciones o comunidades en las que cumplen funciones, y que es necesario
examinar para alcanzar una adecuada comprensión del concepto que nos proponemos
esclarecer.

       La epistemología que heredamos hunde sus raíces en los inicios de la
modernidad. En los comienzos de la ciencia moderna algunos filósofos, fascinados por
los trabajos experimentales de Galileo Galilei y sus contemporáneos, se proponen
establecer la característica distintiva del pensamiento científico. Conciben entonces la
ciencia como un tipo de conocimiento cuyo valor de verdad puede ser corroborado
mediante observaciones, experimentos y también mediante razonamientos lógicos. Los
razonamientos lógicos nos permiten sacar conclusiones a partir de nuestras
observaciones y experimentos, en la búsqueda de una universalidad que trascienda las
contingencias del observador. Todo conocimiento que se ajuste a las reglas del método
será considerado científico, mientras que todo conocimiento que haya sido generado por
fuera del método no calificará como ciencia.

        Encontramos en estas afirmaciones algunos de los principales legados de la
modernidad: 1. La definición de “ciencia” como un tipo de conocimiento; 2. La
idealización del método que en su estructura lógica se desvincula de las prácticas y
circunstancias históricas en las que fue producido; 3. La identificación entre verdad y
método.

        Las reglas del método permiten diferenciar a la ciencia de otros saberes: el saber
de las artes, de las humanidades y del sentido común. El conocimiento que se pretende
científico trasciende el espacio de la subjetividad para investirse de validez universal.
Los resultados de la investigación científica pueden así ser corroborados por todas las
personas, siempre que hayan sido educadas en la teoría y la práctica que modela la
producción y validación de los enunciados de la ciencia.


2-La tradición positivista

       A principios del siglo XX, Moritz Schlick (1882-1936), profesor a cargo de la
cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas en la Universidad de Viena, reúne a un
grupo de científicos y filósofos –entre los que se destacan Rudolf Carnap y Otto
Neurath- en lo que luego se llama “Círculo de Viena”. Este grupo, retoma los

3
  Se entiende por reduccionismo a la estrategia teórica que consiste en identificar el todo con una de sus
partes. Por ejemplo cuando se define a la ciencia tomando como modelo a una clase de ciencias: a saber,
las ciencias naturales. El reduccionismo es siempre injusto en tanto a la asimilación y uniformidad de lo
diferente: En este caso, las ciencias sociales deben asimilarse a las naturales, siempre que aspiren ser
investidas por los rasgos establecidos para la cientificidad.
desarrollos teóricos de la ciencia moderna iniciada entre otros por Francis Bacon (1561-
1626) y Galileo Galilei (1564-1642), pero fortaleciendo su andamiaje lógico. Con el
objetivo de otorgar absoluta universalidad al conocimiento científico, los miembros del
Círculo de Viena se dedican a perfeccionar un lenguaje que se ubica a la base de las
lenguas históricas y que puede ser compartido por todos los sujetos de conocimiento
con total independencia de su ubicación geográfica, histórica o social. Está claro que un
lenguaje de tales características debe dejar de lado todo contenido relacionado con la
vida concreta de las personas, para reducirse a la estructura o forma de las proposiciones
y los razonamientos. Tal lenguaje es la lógica, que se convierte así en la principal
herramienta de la ciencia. Este reclamo de universalidad no sólo atraviesa la producción
intelectual, sino que alcanza también a la producción de mercancías que empiezan a
desplegarse a comienzos de la era moderna y que requiere un mercado global para su
comercialización. Se trata de una universalidad posibilitada y requerida, al mismo
tiempo, por el sistema capitalista que se expande.

         A medida que el Círculo de Viena crece y trasciende las fronteras de la capital
austríaca, se desarrolla la tradición epistemológica que se conoce como “positivismo”, o
mejor aún, “positivismo lógico”, porque al tiempo que recupera supuestos básicos del
positivismo decimonónico reafirma la centralidad de la lógica a la hora de analizar las
proposiciones de la ciencia.

        Hablar de “positivismo” supone recuperar el pensamiento del francés Augusto
Comte (1798-1857), quien se propone perfeccionar el conocimiento del mundo natural
y social con el objetivo de controlarlo. La perspectiva científica, que se organiza en
función de leyes que explican y predicen los hechos, tanto naturales como sociales, es la
clave de tal perfeccionamiento. A la hora de validar las leyes científicas, se impone el
recurso a lo efectivamente dado a la experiencia, es decir lo “positivo” o dato de los
sentidos. Renegando de especulaciones teóricas, y con franca voluntad edificante,
Comte aspira a reconstruir los saberes en clave científica en la convicción de que tal
reconstrucción acercará prosperidad a hombres y naciones.

         El positivismo del siglo XX agrega a la propuesta de Comte el rigor de la
lógica formal, que no sólo conserva sino que agudiza las tendencias presentes en el
positivismo fundado por este pensador francés. En el interior de la tradición
determinante de la epistemología anglosajona se suceden pensadores que perfeccionan y
hasta modifican los ejes de la propuesta, entre ellos Karl Popper (1902-1994). Sin
embargo, y a pesar de las importantes transformaciones, todo ellos coinciden en algunas
convicciones básicas que nos habilitan a reunirlos en el grupo de los pensadores
denominados “cientificistas”. El cientificismo, nos dice el epistemólogo argentino
Enrique Marí, es una típica posición reduccionista. Recordemos que se entiende por
reduccionismo a la identificación del todo con una de sus partes. De este modo, se
identifica a la ciencia con el conocimiento desconociendo que la ciencia supone también
el proceso de producción de ese conocimiento. Se trata de un proceso complejo que se
desarrolla en diferentes contextos institucionales que es necesario estudiar, como lo
hacen algunos filósofos contemporáneos, entre ellos Javier Echeverría y Emmánuel
Lizcano. Otro ejemplo de reduccionismo es identificar al método científico con el
método propio de una clase de ciencias: las ciencias físico-naturales, también llamadas
ciencias “exactas” o ciencias “duras”. Según palabras de Enrique Marí (1927-2001):

         La posición cientificista es en la teoría una de las más típicas posiciones dogmáticas que
         se consuma en dos pasos: la asimilación del pensamiento racional con el pensamiento
         científico, y la posterior asimilación del pensamiento científico con las teorías físico-
         naturales.4



    3- El cientificismo y sus supuestos

      A la hora de avanzar en los supuestos que atraviesan los desarrollos de la
concepción de la ciencia que a grandes rasgos llamamos “cientificista” – surgida a partir
de la tradición epistemológica que inaugura el positivismo lógico- advertimos una serie
de dicotomías que funcionan a la manera de esquema básico para pensar la ciencia.

      En primer lugar, la distinción entre contextos. En 1938 Hans Reichenbach (1891-
1953) discípulo alemán del Círculo de Viena, propone distinguir dos contextos o
momentos del desarrollo de la investigación científica: el contexto de descubrimiento y
el contexto de justificación o validación. En el llamado contexto de descubrimiento, el
investigador –utilizando su genio y su capacidad creativa– genera conocimiento nuevo.
En este primer contexto, reinan el azar y la subjetividad; y el científico resulta
permeable a la influencia de factores históricos, psicológicos y sociales. Sin embargo,
según este autor, esto no pone en peligro la objetividad del conocimiento científico que
se alcanza en el contexto de justificación. En este segundo contexto, el investigador
busca validar o justificar el conocimiento mediante operaciones empíricas y racionales
que permitirán salvar la distancia entre la particularidad de los hechos y la generalidad
de las leyes que los rigen.

      Precisamente por estar atravesado por situaciones no controladas, y tampoco
fácilmente controlables, el contexto de descubrimiento pronto resulta postergado, en
tanto se advierte que no es posible formalizar las normas que conducen a los hombres a
nuevos hallazgos cognoscitivos. En la situación de descubrimiento intervienen además
de razonamientos lógicos, la inspiración y el azar. En este sentido afirma Hans
Reichembach, responsable de la institucionalización de la citada distinción entre
contextos:

           El acto de descubrimiento escapa al análisis lógico; no existen reglas lógicas según las
           cuales pudiera construirse una “máquina descubridora” que asumiera la función

4
    Marí, E. Elementos de epistemología comparada, Bs. As. Puntosur, 1990, p. 46.
creadora del genio. Pero la tarea del lógico no es explicar los descubrimientos
          científicos; todo lo que él puede hacer es analizar la relación que existe entre los hechos
          dados y la teoría que se le presente con la pretensión de que explica esos hechos. En
          otras palabras, a la lógica sólo le importa el contexto de justificación. 5


        Importantes consecuencias se siguen de la lectura atenta de esta cita. En primer
lugar, el desmesurado énfasis en el aspecto lógico lleva a Reichenbach a una
identificación nuevamente restrictiva: la identificación de la epistemología con la
lógica. Restricción que llega al absurdo de confundir ambas. Porque es a la
epistemología –no a la lógica- a la que sólo interesa el contexto de justificación.

        Interesarse en el contexto de justificación significa destacar los métodos para
validar teorías. Se trata de métodos que combinan de modo diverso experimentación y
razonamientos lógicos. La forma particular que asume en cada caso la combinación
citada junto con los presupuestos gnoseológicos que le sirven de base son los elementos
que definen el repertorio de métodos de validación, entre los que se destacan el
inductivismo, el método hipotético-deductivo y el falsacionismo.

        En segundo lugar, encontramos la dicotomía entre la historia interna y la historia
externa de la ciencia. Para conciliar el pretendido carácter universal y, por lo tanto,
ahistórico del conocimiento científico con las innegables modificaciones y cambios que
se perciben en un recorrido histórico, los epistemólogos recurren a la distinción entre
historia interna e historia externa de la ciencia. Ubicarse en la historia interna supone
aislar la ciencia de otras prácticas y reconocer que tiene una autonomía absoluta que la
coloca al margen de los avatares sociales, políticos, económicos o religiosos. La historia
interna diferencia claramente la ciencia de su contexto, y puede pensarse como un corte
longitudinal, en el que una teoría es seguida por otra, que le suma conocimientos o que
corrige los anteriores. Cada etapa es vista como un escalón necesario en el camino del
progreso.

        Por su parte, la historia externa puede pensarse como cortes transversales que
integran la ciencia en la trama de prácticas de una época dada. La ciencia de la Grecia
clásica, por ejemplo –con Aristóteles (384 a.C. -322 a.C.) como su representante
eminente–, se estudia como un saber con autonomía relativa, ya que si bien presenta
ciertos postulados lógicos y metodológicos, estos no pueden escindirse del manejo del
poder político, las creencias religiosas o los ideales estéticos de la época. Aristóteles
concebía el universo como un todo completo, cerrado y jerárquico, porque de ese modo
entendían el poder los filósofos de entonces. En este universo las cosas se mueven
orientadas por un fin último que las atrae, tal como en la ética la conducta de los
hombres se orienta hacia un fin valioso: la felicidad.



5
    Reichenbach, H. La filosofía científica, México, Fondo de Cultura Económica, 1953, pp. 210-211.
En tercer lugar, la dicotomía entre ciencia pura y ciencia aplicada es criticada
duramente, entre otros autores, por el científico argentino Oscar Varsavsky (1920-
1976). Para el cientificismo, la investigación que se presenta como el motor del proceso
de producción del conocimiento científico se inicia con un primer momento, el de la
investigación básica -también llamada “pura”- al que sigue la investigación aplicada,
que en tanto hace posible la fabricación de artefactos específicos, da paso a la
tecnología, y una vez que estos artefactos se producen en serie, encontramos a la
industria inserta en la dimensión del mercado. Este esquema -que surge después de la
Segunda Guerra Mundial- es unidireccional en su orientación y se denomina “modelo
lineal de innovación”. Tiene entre sus “ventajas” el hecho de preservar un espacio de
neutralidad y excelencia, que se ubica en el polo de la ciencia básica, creando la ilusión
de una ciencia neutral, tanto en el plano ético como en el plano político. Una ciencia
neutral, al menos en su momento “básico” o “puro” sólo reconoce como orientación a
un valor epistémico, es decir teórico: la búsqueda de la verdad. Bajo este supuesto se
trata de construir un ideal de ciencia que oculta a la reflexión los múltiples
condicionamientos que afectan el rumbo de las investigaciones, que si bien pueden ser
teóricas, nunca son “puras” en tanto se encuentran orientadas por intereses diversos,
entre los que se destaca el interés económico, dado que el financiamiento de proyectos
responde a la rentabilidad de sus aplicaciones.

        Las citadas dicotomías refuerzan el carácter puramente epistémico de la ciencia,
la abstracción y ahistoricidad de sus sujetos, la neutralidad valorativa de sus productos,
la linealidad del proceso de innovación, la autonomía científica y, en definitiva, la
preeminencia de la teoría sobre la praxis. En este sentido, las dicotomías en cuestión
deben ser revisadas a través de un estudio riguroso y sistemático que redefina el
abordaje de la ciencia como producto inmaculado, para poder incluir en él las marcas o
huellas de su proceso de producción. Y muy especialmente para incluir el análisis de ese
proceso de producción en el campo de la reflexión epistemológica.


    4- Crítica a la “concepción heredada”

       La tradición epistemológica que comienza con el Círculo de Viena, y que en sus
rasgos más generales se identifica con “cientificismo”, es conocida también como
“concepción heredada” en filosofía de la ciencia. Su carácter “heredado” indica que la
encontramos ya siempre ahí, modelando nuestra comprensión prerreflexiva de la
ciencia, a pesar que en algunos autores haya alcanzado un notable nivel de
formalización. Esto no implica sin embargo que no pueda o no deba ser revisada con
atención.

       La crítica a la concepción heredada emerge desde espacios diversos.6
Señalaremos aquí la crítica que es desplegada por pensadores que, si bien formados en
6
 Podemos señalar también la tradición marxista, la hermenéutica y al epistemología francesa como
posiciones críticas diferentes, pero que apuntan –cada una a su manera- a una revisión del reduccionismo
la concepción heredada, deciden socavar sus cimientos. Entre ellos se destaca el filósofo
austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) que inaugura un nuevo modo de concebir el
lenguaje. Entendiendo que las palabras son mucho más “herramientas” para ser usadas
por una comunidad que las fabrica y no tanto “rótulos” que adjuntamos a los objetos
con finalidad identificatoria, Wittgenstein destaca el arraigo del lenguaje en una forma
de vida.7 El lenguaje propio de la ciencia es el que corresponde a un grupo social
denominado “comunidad científica”. Se trata de una comunidad histórica, que interactúa
con otras estableciendo relaciones de las que no está exento el poder en sus múltiples
manifestaciones. A partir de los trabajos de Wittgenstein -y lejos ya de la perspectiva
analítica o atomista que caracterizó al positivismo lógico en su búsqueda de elementos
simples como determinantes del sentido y la verdad- el significado surge de un todo
complejo que articula lo lingüístico y lo no lingüístico. Esto quiere decir que la
comprensión de una palabra o proposición sólo puede realizarse teniendo en cuenta el
conjunto de prácticas y discursos que tejen la trama de una forma de vida. En el caso de
los conceptos científicos, estos sólo podrán ser comprendidos estudiando las
comunidades de significados y de prácticas que los contienen.

        Años más tarde, el epistemólogo norteamericano Thomas Kuhn (1922-1996),
inspirado en los desarrollos de Wittgenstein, abre el camino para una ampliación de la
epistemología. Revirtiendo el reduccionismo presente en la concepción heredada, Kuhn
advierte entre otras cosas que la ciencia comienza en las aulas, con el proceso de
adiestramiento de sujetos en las convicciones básicas de un modelo posible de ciencia.
Este autor presenta entonces el “contexto de pedagogía”, otorgando a la dimensión
institucional un lugar privilegiado a la hora de estudiar la ciencia en cada dispositivo
histórico.8

       El investigador deja de ser representado como un sujeto ideal y ahistórico, para
convertirse en miembro de una comunidad científica que mantiene relaciones de poder
hacia el interior de su comunidad pero también con otros grupos e instituciones. El
reconocimiento las comunidades en su pluralidad, como verdaderos sujetos de la
ciencia, muestra que el conocimiento que llamamos científico no se desarrolla al
margen de la historia. Se trata de una historia abarcadora que entrelaza íntimamente, en
un movimiento único, a las denominadas historias “interna” y “externa” de la ciencia.

        Redefinir la ciencia colocando el acento en su dimensión práctica y social
significa dejar atrás el reduccionismo y enfrentar la realidad en sus múltiples facetas e
implicaciones. De esta manera, pierde sentido la distinción clásica entre ciencia básica

cientificista. En todos los casos, tal revisión impacta de un modo especial en las ciencias sociales, que
recuperan su especificidad y protagonismo.
7
 Se entiende por forma de vida al modo particular que tiene un grupo de interactuar en el plano simbólico
y material, es decir que incluye el intercambio de significados, bienes, valores, afectos entre otros.
8
 Kuhn, T. La tensión esencial, Méxíco, UNAM, 1996, p. 351. “El contexto de pedagogía difiere del
contexto de justificación casi tanto como del contexto de descubrimiento
o pura -guiada por el valor teórico de la verdad- y ciencia aplicada, aquella que se
utiliza para producir artefactos que responden a intereses y necesidades prácticas.
Significa también abrir nuevos capítulos en el estudio de la ciencia.


    5- La epistemología ampliada a lo ético y político

      Ampliar la concepción de ciencia implica enriquecer su abordaje teórico. Sin
renegar de la lógica y la metodología –baluartes de la epistemología positivista- vemos
emerger nuevos temas que requieren modalidades de estudio diversas. Esta diversidad
incluye estilos y métodos que exceden el modelo de las llamadas “ciencias duras”. La
reflexión de las ciencias sociales, así como también de la ética y la política posibilitan
una cabal comprensión del trabajo científico pero sobre posibilitan una efectiva
intervención en los diferentes contextos de su proceso de su producción.

        Está claro que cada uno de nosotros nos insertamos activamente en uno o varios
de estos contextos, aún en caso de no ser profesionales de algún tipo de ciencia. Como
educadores en todos los niveles de la enseñanza sistemática, pero también en el marco
de la divulgación científica, trabajamos para instalar en la sociedad una concepción de
ciencia que habilita intervenciones concretas sobre nuestro mundo. Porque la
comunidad científica sostiene su poder, entre otras cosas, sobre la base del apoyo y la
confianza, muchas veces acrítica, que recibe de todos los ciudadanos. Como
investigadores que integran equipos radicados en organismos públicos, empresas
privadas nacionales o internacionales así como fundaciones diversas participamos en
proyectos que nos anteceden y que muchas veces se nos escapan en sus múltiples
derivaciones. Como funcionarios que intervienen en la definición de programas de
becas y subsidios sesgamos el desarrollo científico y tecnológico al decidir sobre temas
prioritarios. Como industriales que fabrican productos derivados de la investigación
científica introducimos en el mercado una serie de mercancías cuyo principal criterio de
evaluación suele ser la rentabilidad económica, que en su sobredimensión deja de lado
otros valores posibles. Como comerciantes contribuimos a la distribución de tales
mercancías y como consumidores las adquirimos porque la demanda ha sido instalada
por publicistas que trabajan al servicio de instituciones hegemónicas.

       Todos somos responsables, si bien en grado diverso y de acuerdo a la función
que desempeñamos, por el tipo de ciencia y tecnología que producimos y por las
consecuencias que de esta producción se siguen en nuestra forma de vida. Superando el
reduccionismo cientificista, que subordina el objetivo o fin último de la ciencia a la
racionalidad científica, advertimos que todos podemos y debemos participar
activamente en el debate acerca del tipo de ciencia que elegimos.9 Porque si el objetivo

9
  La ética es la reflexión sobre la moral o conjunto de valores y normas que guían nuestra conducta.
Mientras la moral es “heredada” o dogmática, la ética es reflexiva y crítica. La parte de la ética que
reflexiona sobre los sentidos y valores que otorgamos a las acciones se denomina “axiología”.
valioso o fin último de la ciencia es extracientífico, es decir que no responde a una
racionalidad demostrativa sino al ejercicio de la deliberación y argumentación propia de
la ética y la política, entonces todos los ciudadanos somos interlocutores válidos de un
diálogo inclusivo, que debe darse de modo explícito y no escamotearse en reductos
expertos. Un diálogo que nos aleja del rol pasivo de reproductores o consumidores de
un modelo de desarrollo tecnocientífico que la epistemología heredada nos presenta
como inevitable, en su obsesión por fundamentar la validez universal de las
proposiciones de la ciencia. Porque sin duda otra ciencia es posible; tan sólo requiere –
como afirma Oscar Varsavsky- una diferente distribución de recursos.10

        Una propuesta de epistemología ampliada, que logre revincular ciencia, ética y
política de un modo sustantivo y no meramente cosmético, se presenta así como
instrumento de formación ciudadana capaz de desarrollar nuestro pensamiento crítico y
potenciar nuestro compromiso en el ejercicio de una democracia efectiva y no
meramente declamada.




10
  “¿Puede haber diferentes tipos de ciencia? Es indudable que sí. Basta una diferente asignación de
recursos –humanos, financieros y de prestigio- para que las ramas de la ciencia se desarrollen con
diferente velocidad y susinfluencias mutuas empiecen a cambiar de sentido. Eso da una Ciencia
diferente.” Varsavsky, O. Ciencia, política y cientificismo, Bs. As. Centro Editor de América Latina,
1975.

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Perspectivas epistemológicas: tradiciones y proyecciones

  • 1. Perspectivas epistemológicas: tradiciones y proyecciones Silvia Rivera – Ileana Gutiérrez Ciencia, tecnología, industria, agro, universidad no se pueden desarrollar de manera aislada. Son prácticas que crecen y maduran integrando redes institucionales, tradiciones de conocimiento, decisiones políticas y hábitos culturales. La pregunta de qué país queremos se responde en gran parte en los laboratorios científicos, en los institutos de investigación y desarrollo económico. Diego Hurtado de Mendoza, “Entrevista a Diego Hurtado de Mendoza” Clarín, 26/8/07 Introducción Vivimos en un mundo determinado por la ciencia y la tecnología. Aún aquellas personas que no tienen una inserción profesional que las vincule de modo directo con tareas de investigación encuentran su vida atravesada por desarrollos tecnocientíficos1 que regulan, y aún modelan, sus intercambios cotidianos ya sean comerciales, familiares, laborales o afectivos, entre otros. Este contacto cotidiano brinda una aproximación al campo de lo científico- tecnológico que nos permite no sólo utilizar sus objetos sino también tener una cierta comprensión de la ciencia, si bien bajo una modalidad que podríamos llamar “prerreflexiva”. Esto significa que entendemos afirmaciones generales acerca de qué es la ciencia, su desarrollo, sus beneficios y riesgos. Pero a pesar de tal entendimiento, no siempre estamos en condiciones de explicitar con precisión la diferencia entre la ciencia y otros saberes, como el de las humanidades y las artes, por ejemplo. O de dar cuenta exacta de que estamos hablamos cuando nos referimos al progreso científico. La afirmación “la ciencia progresa” se ha convertido en un lugar común, en la expresión de algo que ha devenido obvio, pero cuyo sentido último dista mucho de serlo. Porque para nada está claro si el progreso es acumulación de conocimientos, perfeccionamiento del poder de manipulación sobre la naturaleza y sobre otros seres humanos, elevación del estándar de vida de unos pocos, o por el contrario, aumento de la equidad en la distribución de bienes y recursos o construcción de formas más justas de organización social. 1 El neologismo “tecnociencia” es introducido en 2003 por Javier Echeverría en su libro La revolución tecnocientífica (Madrid, Fondo de Cultura Económica), con el objetivo de evitar rígidas separaciones entre un plano teórico y otro práctico que simplifiquen las complejas relaciones entre la ciencia básica y sus aplicaciones.
  • 2. La epistemología es precisamente el ejercicio de reflexión que vuelve su mirada sobre lo obvio en un intento de problematizar aquello que por su omnipresencia evitamos cuestionar en sus supuestos. Si la epistemología nos instruye sobre la ciencia, está claro que ambos conceptos se encuentran íntimamente ligados. Aún más, en la medida que avancemos en el análisis del primero podremos llegar a una comprensión reflexiva del segundo. La palabra “epistemología” -o rama de la filosofía que reflexiona sobre la ciencia-2 se construye a partir del término griego “episteme”, que es elegido por Platón para designar al conocimiento universal y necesario, es decir, un conocimiento verdadero que puede dar cuenta de sus fundamentos y, por lo tanto, escapa a toda clase de contingencia o particularidad. En la propuesta platónica, episteme se opone a doxa o conocimiento imperfecto en el plano teórico pero suficiente para la acción. La traducción habitual para doxa es “opinión”. Frente al decir sin fundamentos que caracteriza a las múltiples opiniones que atraviesan el campo social, la episteme o “ciencia” ocupa un lugar de privilegio en tanto garantiza la necesidad de su verdad. El hecho de que se traduzca episteme como ciencia habla del lugar de privilegio que ocupa la ciencia en nuestra sociedad: la ciencia es considerada como el conocimiento privilegiado por el carácter absoluto de su verdad. Un lugar que sin duda merece ser examinado con cuidado. 1- ¿Qué es la ciencia? Ahora bien, ¿es posible reducir la complejidad de la práctica científica para que pueda ser contenida por una definición como “la ciencia es un clase privilegiada de conocimiento caracterizado por su carácter metódico y fundamentado, que otorga objetividad a sus afirmaciones al tiempo que las inviste de validez universal”? Todo indica que sí es posible, porque la epistemología en su versión heredada ha instalado esta definición de ciencia. Una definición que no se limita a círculos expertos, ya que podemos encontrarla de modo implícito en la base misma de nuestra comprensión cotidiana. Y aquí nos encontramos con la paradoja de que un discurso altamente formalizado y propio del ámbito académico, como es la epistemología, trasciende este espacio instalándose -a través de mecanismos de formación y difusión- como supuesto del sentido común. Ocurre sin embargo que una pregunta simple en su formulación como “¿qué es la ciencia?” no resulta tan simple en su respuesta, siempre que decidamos dejar de lado 2 Utilizo aquí “epistemología” en el sentido estricto de filosofía de la ciencia y no en el sentido amplio de teoría del conocimiento. De todos modos, ambos sentidos se suponen mutuamente al erigirse la ciencia en modelo de conocimiento por excelencia.
  • 3. reduccionismos y simplificaciones3. Una pregunta planteada en tales términos no puede ser respondida apelando a algún tipo de naturaleza interna del objeto o concepto a definir. Porque las definiciones tienen historia, arraigo en el marco de alguna de las diversas tradiciones o comunidades en las que cumplen funciones, y que es necesario examinar para alcanzar una adecuada comprensión del concepto que nos proponemos esclarecer. La epistemología que heredamos hunde sus raíces en los inicios de la modernidad. En los comienzos de la ciencia moderna algunos filósofos, fascinados por los trabajos experimentales de Galileo Galilei y sus contemporáneos, se proponen establecer la característica distintiva del pensamiento científico. Conciben entonces la ciencia como un tipo de conocimiento cuyo valor de verdad puede ser corroborado mediante observaciones, experimentos y también mediante razonamientos lógicos. Los razonamientos lógicos nos permiten sacar conclusiones a partir de nuestras observaciones y experimentos, en la búsqueda de una universalidad que trascienda las contingencias del observador. Todo conocimiento que se ajuste a las reglas del método será considerado científico, mientras que todo conocimiento que haya sido generado por fuera del método no calificará como ciencia. Encontramos en estas afirmaciones algunos de los principales legados de la modernidad: 1. La definición de “ciencia” como un tipo de conocimiento; 2. La idealización del método que en su estructura lógica se desvincula de las prácticas y circunstancias históricas en las que fue producido; 3. La identificación entre verdad y método. Las reglas del método permiten diferenciar a la ciencia de otros saberes: el saber de las artes, de las humanidades y del sentido común. El conocimiento que se pretende científico trasciende el espacio de la subjetividad para investirse de validez universal. Los resultados de la investigación científica pueden así ser corroborados por todas las personas, siempre que hayan sido educadas en la teoría y la práctica que modela la producción y validación de los enunciados de la ciencia. 2-La tradición positivista A principios del siglo XX, Moritz Schlick (1882-1936), profesor a cargo de la cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas en la Universidad de Viena, reúne a un grupo de científicos y filósofos –entre los que se destacan Rudolf Carnap y Otto Neurath- en lo que luego se llama “Círculo de Viena”. Este grupo, retoma los 3 Se entiende por reduccionismo a la estrategia teórica que consiste en identificar el todo con una de sus partes. Por ejemplo cuando se define a la ciencia tomando como modelo a una clase de ciencias: a saber, las ciencias naturales. El reduccionismo es siempre injusto en tanto a la asimilación y uniformidad de lo diferente: En este caso, las ciencias sociales deben asimilarse a las naturales, siempre que aspiren ser investidas por los rasgos establecidos para la cientificidad.
  • 4. desarrollos teóricos de la ciencia moderna iniciada entre otros por Francis Bacon (1561- 1626) y Galileo Galilei (1564-1642), pero fortaleciendo su andamiaje lógico. Con el objetivo de otorgar absoluta universalidad al conocimiento científico, los miembros del Círculo de Viena se dedican a perfeccionar un lenguaje que se ubica a la base de las lenguas históricas y que puede ser compartido por todos los sujetos de conocimiento con total independencia de su ubicación geográfica, histórica o social. Está claro que un lenguaje de tales características debe dejar de lado todo contenido relacionado con la vida concreta de las personas, para reducirse a la estructura o forma de las proposiciones y los razonamientos. Tal lenguaje es la lógica, que se convierte así en la principal herramienta de la ciencia. Este reclamo de universalidad no sólo atraviesa la producción intelectual, sino que alcanza también a la producción de mercancías que empiezan a desplegarse a comienzos de la era moderna y que requiere un mercado global para su comercialización. Se trata de una universalidad posibilitada y requerida, al mismo tiempo, por el sistema capitalista que se expande. A medida que el Círculo de Viena crece y trasciende las fronteras de la capital austríaca, se desarrolla la tradición epistemológica que se conoce como “positivismo”, o mejor aún, “positivismo lógico”, porque al tiempo que recupera supuestos básicos del positivismo decimonónico reafirma la centralidad de la lógica a la hora de analizar las proposiciones de la ciencia. Hablar de “positivismo” supone recuperar el pensamiento del francés Augusto Comte (1798-1857), quien se propone perfeccionar el conocimiento del mundo natural y social con el objetivo de controlarlo. La perspectiva científica, que se organiza en función de leyes que explican y predicen los hechos, tanto naturales como sociales, es la clave de tal perfeccionamiento. A la hora de validar las leyes científicas, se impone el recurso a lo efectivamente dado a la experiencia, es decir lo “positivo” o dato de los sentidos. Renegando de especulaciones teóricas, y con franca voluntad edificante, Comte aspira a reconstruir los saberes en clave científica en la convicción de que tal reconstrucción acercará prosperidad a hombres y naciones. El positivismo del siglo XX agrega a la propuesta de Comte el rigor de la lógica formal, que no sólo conserva sino que agudiza las tendencias presentes en el positivismo fundado por este pensador francés. En el interior de la tradición determinante de la epistemología anglosajona se suceden pensadores que perfeccionan y hasta modifican los ejes de la propuesta, entre ellos Karl Popper (1902-1994). Sin embargo, y a pesar de las importantes transformaciones, todo ellos coinciden en algunas convicciones básicas que nos habilitan a reunirlos en el grupo de los pensadores denominados “cientificistas”. El cientificismo, nos dice el epistemólogo argentino Enrique Marí, es una típica posición reduccionista. Recordemos que se entiende por reduccionismo a la identificación del todo con una de sus partes. De este modo, se identifica a la ciencia con el conocimiento desconociendo que la ciencia supone también el proceso de producción de ese conocimiento. Se trata de un proceso complejo que se
  • 5. desarrolla en diferentes contextos institucionales que es necesario estudiar, como lo hacen algunos filósofos contemporáneos, entre ellos Javier Echeverría y Emmánuel Lizcano. Otro ejemplo de reduccionismo es identificar al método científico con el método propio de una clase de ciencias: las ciencias físico-naturales, también llamadas ciencias “exactas” o ciencias “duras”. Según palabras de Enrique Marí (1927-2001): La posición cientificista es en la teoría una de las más típicas posiciones dogmáticas que se consuma en dos pasos: la asimilación del pensamiento racional con el pensamiento científico, y la posterior asimilación del pensamiento científico con las teorías físico- naturales.4 3- El cientificismo y sus supuestos A la hora de avanzar en los supuestos que atraviesan los desarrollos de la concepción de la ciencia que a grandes rasgos llamamos “cientificista” – surgida a partir de la tradición epistemológica que inaugura el positivismo lógico- advertimos una serie de dicotomías que funcionan a la manera de esquema básico para pensar la ciencia. En primer lugar, la distinción entre contextos. En 1938 Hans Reichenbach (1891- 1953) discípulo alemán del Círculo de Viena, propone distinguir dos contextos o momentos del desarrollo de la investigación científica: el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación o validación. En el llamado contexto de descubrimiento, el investigador –utilizando su genio y su capacidad creativa– genera conocimiento nuevo. En este primer contexto, reinan el azar y la subjetividad; y el científico resulta permeable a la influencia de factores históricos, psicológicos y sociales. Sin embargo, según este autor, esto no pone en peligro la objetividad del conocimiento científico que se alcanza en el contexto de justificación. En este segundo contexto, el investigador busca validar o justificar el conocimiento mediante operaciones empíricas y racionales que permitirán salvar la distancia entre la particularidad de los hechos y la generalidad de las leyes que los rigen. Precisamente por estar atravesado por situaciones no controladas, y tampoco fácilmente controlables, el contexto de descubrimiento pronto resulta postergado, en tanto se advierte que no es posible formalizar las normas que conducen a los hombres a nuevos hallazgos cognoscitivos. En la situación de descubrimiento intervienen además de razonamientos lógicos, la inspiración y el azar. En este sentido afirma Hans Reichembach, responsable de la institucionalización de la citada distinción entre contextos: El acto de descubrimiento escapa al análisis lógico; no existen reglas lógicas según las cuales pudiera construirse una “máquina descubridora” que asumiera la función 4 Marí, E. Elementos de epistemología comparada, Bs. As. Puntosur, 1990, p. 46.
  • 6. creadora del genio. Pero la tarea del lógico no es explicar los descubrimientos científicos; todo lo que él puede hacer es analizar la relación que existe entre los hechos dados y la teoría que se le presente con la pretensión de que explica esos hechos. En otras palabras, a la lógica sólo le importa el contexto de justificación. 5 Importantes consecuencias se siguen de la lectura atenta de esta cita. En primer lugar, el desmesurado énfasis en el aspecto lógico lleva a Reichenbach a una identificación nuevamente restrictiva: la identificación de la epistemología con la lógica. Restricción que llega al absurdo de confundir ambas. Porque es a la epistemología –no a la lógica- a la que sólo interesa el contexto de justificación. Interesarse en el contexto de justificación significa destacar los métodos para validar teorías. Se trata de métodos que combinan de modo diverso experimentación y razonamientos lógicos. La forma particular que asume en cada caso la combinación citada junto con los presupuestos gnoseológicos que le sirven de base son los elementos que definen el repertorio de métodos de validación, entre los que se destacan el inductivismo, el método hipotético-deductivo y el falsacionismo. En segundo lugar, encontramos la dicotomía entre la historia interna y la historia externa de la ciencia. Para conciliar el pretendido carácter universal y, por lo tanto, ahistórico del conocimiento científico con las innegables modificaciones y cambios que se perciben en un recorrido histórico, los epistemólogos recurren a la distinción entre historia interna e historia externa de la ciencia. Ubicarse en la historia interna supone aislar la ciencia de otras prácticas y reconocer que tiene una autonomía absoluta que la coloca al margen de los avatares sociales, políticos, económicos o religiosos. La historia interna diferencia claramente la ciencia de su contexto, y puede pensarse como un corte longitudinal, en el que una teoría es seguida por otra, que le suma conocimientos o que corrige los anteriores. Cada etapa es vista como un escalón necesario en el camino del progreso. Por su parte, la historia externa puede pensarse como cortes transversales que integran la ciencia en la trama de prácticas de una época dada. La ciencia de la Grecia clásica, por ejemplo –con Aristóteles (384 a.C. -322 a.C.) como su representante eminente–, se estudia como un saber con autonomía relativa, ya que si bien presenta ciertos postulados lógicos y metodológicos, estos no pueden escindirse del manejo del poder político, las creencias religiosas o los ideales estéticos de la época. Aristóteles concebía el universo como un todo completo, cerrado y jerárquico, porque de ese modo entendían el poder los filósofos de entonces. En este universo las cosas se mueven orientadas por un fin último que las atrae, tal como en la ética la conducta de los hombres se orienta hacia un fin valioso: la felicidad. 5 Reichenbach, H. La filosofía científica, México, Fondo de Cultura Económica, 1953, pp. 210-211.
  • 7. En tercer lugar, la dicotomía entre ciencia pura y ciencia aplicada es criticada duramente, entre otros autores, por el científico argentino Oscar Varsavsky (1920- 1976). Para el cientificismo, la investigación que se presenta como el motor del proceso de producción del conocimiento científico se inicia con un primer momento, el de la investigación básica -también llamada “pura”- al que sigue la investigación aplicada, que en tanto hace posible la fabricación de artefactos específicos, da paso a la tecnología, y una vez que estos artefactos se producen en serie, encontramos a la industria inserta en la dimensión del mercado. Este esquema -que surge después de la Segunda Guerra Mundial- es unidireccional en su orientación y se denomina “modelo lineal de innovación”. Tiene entre sus “ventajas” el hecho de preservar un espacio de neutralidad y excelencia, que se ubica en el polo de la ciencia básica, creando la ilusión de una ciencia neutral, tanto en el plano ético como en el plano político. Una ciencia neutral, al menos en su momento “básico” o “puro” sólo reconoce como orientación a un valor epistémico, es decir teórico: la búsqueda de la verdad. Bajo este supuesto se trata de construir un ideal de ciencia que oculta a la reflexión los múltiples condicionamientos que afectan el rumbo de las investigaciones, que si bien pueden ser teóricas, nunca son “puras” en tanto se encuentran orientadas por intereses diversos, entre los que se destaca el interés económico, dado que el financiamiento de proyectos responde a la rentabilidad de sus aplicaciones. Las citadas dicotomías refuerzan el carácter puramente epistémico de la ciencia, la abstracción y ahistoricidad de sus sujetos, la neutralidad valorativa de sus productos, la linealidad del proceso de innovación, la autonomía científica y, en definitiva, la preeminencia de la teoría sobre la praxis. En este sentido, las dicotomías en cuestión deben ser revisadas a través de un estudio riguroso y sistemático que redefina el abordaje de la ciencia como producto inmaculado, para poder incluir en él las marcas o huellas de su proceso de producción. Y muy especialmente para incluir el análisis de ese proceso de producción en el campo de la reflexión epistemológica. 4- Crítica a la “concepción heredada” La tradición epistemológica que comienza con el Círculo de Viena, y que en sus rasgos más generales se identifica con “cientificismo”, es conocida también como “concepción heredada” en filosofía de la ciencia. Su carácter “heredado” indica que la encontramos ya siempre ahí, modelando nuestra comprensión prerreflexiva de la ciencia, a pesar que en algunos autores haya alcanzado un notable nivel de formalización. Esto no implica sin embargo que no pueda o no deba ser revisada con atención. La crítica a la concepción heredada emerge desde espacios diversos.6 Señalaremos aquí la crítica que es desplegada por pensadores que, si bien formados en 6 Podemos señalar también la tradición marxista, la hermenéutica y al epistemología francesa como posiciones críticas diferentes, pero que apuntan –cada una a su manera- a una revisión del reduccionismo
  • 8. la concepción heredada, deciden socavar sus cimientos. Entre ellos se destaca el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) que inaugura un nuevo modo de concebir el lenguaje. Entendiendo que las palabras son mucho más “herramientas” para ser usadas por una comunidad que las fabrica y no tanto “rótulos” que adjuntamos a los objetos con finalidad identificatoria, Wittgenstein destaca el arraigo del lenguaje en una forma de vida.7 El lenguaje propio de la ciencia es el que corresponde a un grupo social denominado “comunidad científica”. Se trata de una comunidad histórica, que interactúa con otras estableciendo relaciones de las que no está exento el poder en sus múltiples manifestaciones. A partir de los trabajos de Wittgenstein -y lejos ya de la perspectiva analítica o atomista que caracterizó al positivismo lógico en su búsqueda de elementos simples como determinantes del sentido y la verdad- el significado surge de un todo complejo que articula lo lingüístico y lo no lingüístico. Esto quiere decir que la comprensión de una palabra o proposición sólo puede realizarse teniendo en cuenta el conjunto de prácticas y discursos que tejen la trama de una forma de vida. En el caso de los conceptos científicos, estos sólo podrán ser comprendidos estudiando las comunidades de significados y de prácticas que los contienen. Años más tarde, el epistemólogo norteamericano Thomas Kuhn (1922-1996), inspirado en los desarrollos de Wittgenstein, abre el camino para una ampliación de la epistemología. Revirtiendo el reduccionismo presente en la concepción heredada, Kuhn advierte entre otras cosas que la ciencia comienza en las aulas, con el proceso de adiestramiento de sujetos en las convicciones básicas de un modelo posible de ciencia. Este autor presenta entonces el “contexto de pedagogía”, otorgando a la dimensión institucional un lugar privilegiado a la hora de estudiar la ciencia en cada dispositivo histórico.8 El investigador deja de ser representado como un sujeto ideal y ahistórico, para convertirse en miembro de una comunidad científica que mantiene relaciones de poder hacia el interior de su comunidad pero también con otros grupos e instituciones. El reconocimiento las comunidades en su pluralidad, como verdaderos sujetos de la ciencia, muestra que el conocimiento que llamamos científico no se desarrolla al margen de la historia. Se trata de una historia abarcadora que entrelaza íntimamente, en un movimiento único, a las denominadas historias “interna” y “externa” de la ciencia. Redefinir la ciencia colocando el acento en su dimensión práctica y social significa dejar atrás el reduccionismo y enfrentar la realidad en sus múltiples facetas e implicaciones. De esta manera, pierde sentido la distinción clásica entre ciencia básica cientificista. En todos los casos, tal revisión impacta de un modo especial en las ciencias sociales, que recuperan su especificidad y protagonismo. 7 Se entiende por forma de vida al modo particular que tiene un grupo de interactuar en el plano simbólico y material, es decir que incluye el intercambio de significados, bienes, valores, afectos entre otros. 8 Kuhn, T. La tensión esencial, Méxíco, UNAM, 1996, p. 351. “El contexto de pedagogía difiere del contexto de justificación casi tanto como del contexto de descubrimiento
  • 9. o pura -guiada por el valor teórico de la verdad- y ciencia aplicada, aquella que se utiliza para producir artefactos que responden a intereses y necesidades prácticas. Significa también abrir nuevos capítulos en el estudio de la ciencia. 5- La epistemología ampliada a lo ético y político Ampliar la concepción de ciencia implica enriquecer su abordaje teórico. Sin renegar de la lógica y la metodología –baluartes de la epistemología positivista- vemos emerger nuevos temas que requieren modalidades de estudio diversas. Esta diversidad incluye estilos y métodos que exceden el modelo de las llamadas “ciencias duras”. La reflexión de las ciencias sociales, así como también de la ética y la política posibilitan una cabal comprensión del trabajo científico pero sobre posibilitan una efectiva intervención en los diferentes contextos de su proceso de su producción. Está claro que cada uno de nosotros nos insertamos activamente en uno o varios de estos contextos, aún en caso de no ser profesionales de algún tipo de ciencia. Como educadores en todos los niveles de la enseñanza sistemática, pero también en el marco de la divulgación científica, trabajamos para instalar en la sociedad una concepción de ciencia que habilita intervenciones concretas sobre nuestro mundo. Porque la comunidad científica sostiene su poder, entre otras cosas, sobre la base del apoyo y la confianza, muchas veces acrítica, que recibe de todos los ciudadanos. Como investigadores que integran equipos radicados en organismos públicos, empresas privadas nacionales o internacionales así como fundaciones diversas participamos en proyectos que nos anteceden y que muchas veces se nos escapan en sus múltiples derivaciones. Como funcionarios que intervienen en la definición de programas de becas y subsidios sesgamos el desarrollo científico y tecnológico al decidir sobre temas prioritarios. Como industriales que fabrican productos derivados de la investigación científica introducimos en el mercado una serie de mercancías cuyo principal criterio de evaluación suele ser la rentabilidad económica, que en su sobredimensión deja de lado otros valores posibles. Como comerciantes contribuimos a la distribución de tales mercancías y como consumidores las adquirimos porque la demanda ha sido instalada por publicistas que trabajan al servicio de instituciones hegemónicas. Todos somos responsables, si bien en grado diverso y de acuerdo a la función que desempeñamos, por el tipo de ciencia y tecnología que producimos y por las consecuencias que de esta producción se siguen en nuestra forma de vida. Superando el reduccionismo cientificista, que subordina el objetivo o fin último de la ciencia a la racionalidad científica, advertimos que todos podemos y debemos participar activamente en el debate acerca del tipo de ciencia que elegimos.9 Porque si el objetivo 9 La ética es la reflexión sobre la moral o conjunto de valores y normas que guían nuestra conducta. Mientras la moral es “heredada” o dogmática, la ética es reflexiva y crítica. La parte de la ética que reflexiona sobre los sentidos y valores que otorgamos a las acciones se denomina “axiología”.
  • 10. valioso o fin último de la ciencia es extracientífico, es decir que no responde a una racionalidad demostrativa sino al ejercicio de la deliberación y argumentación propia de la ética y la política, entonces todos los ciudadanos somos interlocutores válidos de un diálogo inclusivo, que debe darse de modo explícito y no escamotearse en reductos expertos. Un diálogo que nos aleja del rol pasivo de reproductores o consumidores de un modelo de desarrollo tecnocientífico que la epistemología heredada nos presenta como inevitable, en su obsesión por fundamentar la validez universal de las proposiciones de la ciencia. Porque sin duda otra ciencia es posible; tan sólo requiere – como afirma Oscar Varsavsky- una diferente distribución de recursos.10 Una propuesta de epistemología ampliada, que logre revincular ciencia, ética y política de un modo sustantivo y no meramente cosmético, se presenta así como instrumento de formación ciudadana capaz de desarrollar nuestro pensamiento crítico y potenciar nuestro compromiso en el ejercicio de una democracia efectiva y no meramente declamada. 10 “¿Puede haber diferentes tipos de ciencia? Es indudable que sí. Basta una diferente asignación de recursos –humanos, financieros y de prestigio- para que las ramas de la ciencia se desarrollen con diferente velocidad y susinfluencias mutuas empiecen a cambiar de sentido. Eso da una Ciencia diferente.” Varsavsky, O. Ciencia, política y cientificismo, Bs. As. Centro Editor de América Latina, 1975.