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LA FUENTE DE LAS
VESTALES
LITERATURA UNIVERSAL
LUCÍA BUDIÑO CARRIL
ÍNDICE
Introducción y comentario general del libro — página 2
Comentario de un fragmento y de dos citas — págs 3, 4, 5, 6, 7 y 8
Conclusión — página 9
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INTRODUCCIÓN Y COMENTARIO GENERAL DEL LIBRO
En el presente comentario sobre la lectura de La fuente de las vestales, de Jean-
François Nahmias, estudiaremos de forma particular —además de realizar un
comentario general previo— un fragmento y también un par de citas que, a mi
parecer, destacan dentro del texto.
La fuente de las vestales es una novela en la que se combinan la intriga y misterio
que provoca un asesinato con la curiosidad que producen los elementos históricos y
culturales de la mitificada Antigua Roma. Así, además de cumplir una función lúdica,
también vemos que incorpora la función didáctica. Mientras la trama nos entretiene,
los elementos que la rodean enriquecen nuestros conocimientos.
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COMENTARIO DE UN FRAGMENTO Y DE DOS CITAS
Comentario de un fragmento llamativo:
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En este fragmento que acabamos de presentar observamos cómo el protagonista del
relato, Titus Flaminius, llega a un punto de inflexión. Tras llevar siguiendo la pista al
asesino de su madre durante largo tiempo y no haber avanzado significativamente, lo
intenta una vez más accediendo a la cámara subterránea —espacio dirigido a
condenar a una muerte cruel a aquellas vestales transgresoras— de Minucia, una
vestal condenada 23 años antes cuyo caso podría tener mucha relación con el que
Flaminius estaba investigando. Pero, entonces, éste se queda encerrado, y ante la
inminencia de su muerte, reflexiona sobre su vida. Se da cuenta de que casi todo lo
que ha realizado durante la misma no le ha aportado nada útil, y que lo que ha vivido
no es en absoluto relevante. Tal vez movido por la desesperación y el miedo, intenta
quitarle importancia a su propia vida, o realmente es el enfrentamiento con la
realidad —el asesinato de su madre lo deja huérfano, desamparado, y el intento de
vengarlo desencadena una serie de sucesos que ponen en jaque su noción del mundo
(veamos por ejemplo el sobrecogimiento que le causó visitar Suburra, el barrio pobre
de Roma)— lo que lo hace reflexionar y ser autocrítico. Aunque poco después se verá
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que logra zafarse de la muerte y que finalmente resuelve el misterio, lo meditado no
se le olvidará y es por ello que su forma de actuar cambia radicalmente. Ya no está
ciego de soberbia e inocencia, sino que ha aprendido de las recientes experiencias a
ser todo lo contrario.
Esta escena introspectiva nos es útil a nosotros también para reflexionar sobre el
mensaje que encierra la situación, que resulta curiosa e incluso paradójica.
Observamos que, de forma general, somos incapaces de razonar detenidamente
sobre nuestras acciones y pensamientos hasta que semeja que ya es demasiado tarde
para reaccionar y rectificar.
Por otra parte, también podemos apreciar una crítica a la inconsciencia, ignorancia y
prejuicios a los que estamos sometidos al nacer y criarnos en un determinado
entorno. Entendemos que lo que vivimos es lo único real y correcto, mientras que
todo lo demás forma parte de una imaginación imperfecta, aislándonos con los ojos
cerrados en una burbuja hermética.
Otro debate que suscita este
fragmento podría ser la justicia
romana: Minucia es condenada
erróneamente a muerte por un
hecho a nuestros ojos insignificante
pero importantísimo para los
romanos. Así, diferimos en la
cantidad y calidad de las pruebas
que demuestren la culpabilidad de
una persona, en la magnitud de la
pena o castigo (la muerte), en la
consideración que damos a un determinado delito (que una vestal mantuviese
relaciones con un hombre no se castigaba de la misma forma que un asesinato, de
cuya resolución debía encargarse la familia afectada) y en la distinción del castigo por
un delito dependiendo de si quien lo comete es un hombre o una mujer (la mujer es
condenada a muerte, el hombre al látigo).
Comentario de dos citas:
«Esta trama se parece a un laberinto. ¿Cómo escapó Dédalo del laberinto?
Fabricando unas alas y echando a volar. Tú permaneces a ras del suelo y sufres
reveses desde el principio. ¡Tienes que tomar altura!» (Bruto a Flaminius, p. 201)
En esta primera cita observamos que Bruto, el mejor amigo de Flaminius, aconseja a
éste sobre su proceder. Bruto siente pasión por la filosofía y es un estoico convencido,
aunque en esta cita no podemos apreciarlo. Su serenidad y autodominio influyen
notablemente en la actitud de Flaminius ante las adversidades, y aunque no me
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parezca correcta su posición filosófica (por invocar una eterna calma que considero
ideal e imposible), creo que es interesante que compare el mito con la situación de su
amigo. Así, Flaminius comprende la moraleja y ve que para seguir adelante debe
cambiar de perspectiva.
«Estuvimos cara a cara. Él representaba la verdad y yo
la mentira, él la justicia y yo el delito. Por suerte para
mí, el temor al látigo le impedía hablar. No obstante,
tuve miedo en el instante del veredicto. Leí en sus ojos
tanta indignación, tanto odio, que pensé que iba a
contarlo todo. Guardó silencio, pero antes de partir se
acercó y me dijo: "No te alegres, detrás de mí vendrá
otro".» (Licinia en su carta de suicidio, p. 250)
En esta cita, la vestal relata cómo Plotino, el hombre
con el que había tenido una breve relación secreta hacía
23 años, había decidido conseguir que ella fuese
castigada por haber infringido las leyes y además haber
acusado a Minucia de cometer el mismo delito. Pero,
ante el riesgo de ser torturado, no denuncia que ella
haya tenido una relación con él, sino que inventa que la
ha mantenido con su tío Craso. Así, podemos ver que
este hombre exige que se haga justicia con la mujer pero no consigo mismo, habiendo
incurrido los dos en el mismo delito.
Esta cita me parece interesante por manifestar una realidad demasiado frecuente en
nuestras vidas, y que parece no variar a lo largo del tiempo. Entre la hipocresía y la
paradoja, para los hombres nosotras siempre seremos las únicas culpables.
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CONCLUSIÓN
Como ya hemos dicho en la introducción, La fuente de las vestales es una novela que
integra cómodamente trama policíaca y rasgos culturales, sociales y políticos de la
Antigua Roma, haciéndola atractiva tanto para aquellos que deseen saber más acerca
de esta época como para quienes solo quieran entretenerse con la lectura.
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Si bien es cierto que la trama poco tiene de original y novedosa, creo que esta
desproporción se ve equilibrada suficientemente por los elementos culturales que la
desencadenan. Las referencias al sistema político -que en aquellos momentos bailaba
entre República e Imperio, pero de todos modos seguía sin cumplir con el objetivo
teórico: proteger a los ciudadanos-, a la excesiva importancia de la religión o a la
extrema situación de la mujer -contraponiéndose las sagradas vestales y las
ninguneadas prostitutas, mujeres ricas y pobres- nos dan una idea de lo convulsa y a
la vez imperturbable -puesto que
no se disponía a cambiar a pesar
de las injusticias y los conflictos-
que era la ciudad en aquellos
tiempos. Esto supone una
contradicción con lo que
normalmente se cree o piensa que
era Roma hace dos mil años:
únicamente una ciudad próspera y
rica, cuna de la cultura europea
como también lo fue Grecia. Por lo
tanto, creo que el libro también nos sería útil para deshacernos de esta parcialidad
aprendida.