2. Había una vez... Un hombre tomaba cada día el ómnibus para ir al trabajo...
3. Una parada después, una abuela subía al ómnibus y se sentaba junto a la ventana.
4. La abuela abría un bolso y, durante todo el trayecto, iba lanzando algo por la ventana.
5. Siempre hacía lo mismo y un día, curioso, el hombre le preguntó qué era lo que lanzaba por la ventana. ¡Son semillas! -le dijo la abuela. .
6. - ¿Semillas? ¿Semillas de qué? - De flores. Es que miro afuera y todo es tan vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Qué bonito que sería, no? .
7. - Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Quiere decir, abuela, que sus semillas germinarán junto al camino? - ¡Muy cierto! Pese a que algunas se pierdan, alguna acabará a los márgenes y, con el tiempo, brotará.
8. - Pero... Tardarán a crecer, necesitan agua... - Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
9. La abuela siguió con su trabajo... Y el hombre bajó del ómnibus para ir a trabajar, siempre pensando que la abuela había perdido algo la cordura. .
10. Unos meses después... Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores... ¡Todo lo que veía era un coloreado y florecido paisaje!
11. Se acordó de la abuela, pero hacía días que no la había visto. Preguntó al chófer: - ¿Y la abuela de las semillas? - Pues, ya hace un mes que murió. .
12. El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. «Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra».
13. Entonces, sintió la risa de una persona. Una niña señalaba entusiasmada las flores... - ¡Mira, papá! ¡Mira cuántas flores! .
14. ¿No hace falta explicar demasiado el sentido de esta historia, no? La abuela de nuestra historia había hecho su trabajo y dejó su herencia a todos quienes la pudieran recibir, a todos quienes pudieron contemplarla y ser más felices.
15. Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con un bolso de semillas... .
16. Parábola del sembrador (Mc 4,1-9; Lc 8,4-8) Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
17. Esta presentación está dedicada a todos aquellos maestros, educadores, profesionales de la enseñanza, que hoy, más que nunca, no pueden ver cómo crecen las semillas plantadas, las esperanzas sembradas en el corazón, sobre todo, de los adolescentes que llenan sus clases. Y como los padres son, o deberán ser, los granos educadores, también les está dedicada. Porque... educar es mostrar caminos.