1. Entre las ciudades griegas, Atenas, y dentro de
ella la Acrópolis constituye el emblema de la
Grecia Antigua.
2. Esa situación no fue, sin embargo, configurada
por azar o por el capricho de un puñado de
mentes preclaras, sino por una tradición secular
enraizada en entresijos mitológicos, según los
cuales en aquel lugar tenía la diosa Atenea su
complacencia.
3. Su predilección correspondía a los desvelos y
homenajes que incesantemente le tributaban
los habitantes, reciprocidad llamada a colmar
los más altos designios.
4. En la época prehistórica la Acrópolis de
Atenas, como la mayoría de las acrópolis
griegas, era una fortaleza. De hecho todavía
hoy es la primera impresión que produce en el
que la visita, con sus laderas rocosas cortadas
a pico en uno de sus lados.
5. Con el transcurso del tiempo el terreno de la
Acrópolis se fue llenando de templos y otras
edificaciones.
6. Hacia mediados del siglo V a. de C., Pericles
emprendió en la Acrópolis la realización de un
conjunto de construcciones que formaban parte
de su programa general de grandes obras.
Éstas, supervisadas por Fidias, comenzaron la
construcción del Partenón, prosiguieron con los
Propileos, el Templo de Atenea Nike y por
último el Erecteion.
7. Los edificios estaban insertos en un conjunto
arquitectónico ya que el espacio comprendido
entre ellos estaba cubierto de ofrendas, sobre
todo de estatuas de bronce o piedra,
destacando entre todas ellas la colosal estatua
de bronce de Atenea Prómaco, obra de Fidias,
ya desaparecida.
8. De hecho los antiguos decían que los
navegantes veían brillar el extremo de su lanza
una vez que sus barcos habían franqueado el
cabo Sunion situados a unos 75 kilómetros de
Atenas.