Estimados.
En noviembre del año pasado tuve el honor de participar en el 3er Congreso de Relaciones Internacionales, organizado por el Consejo Federal de Estudios Internacionales (COFEI), y que se celebró en la ciudad de Córdoba.
Les comparto el artículo de mi ponencia, incluido en la publicación recopilatoria "Diálogos de Agenda Internacional. Una Perspectiva Federal".
Mi exposición tuvo como tema un lugar muy especial en el valle de Ferganá de Asia Central. Para quien le interese esta zona del mundo que no suele salir en las noticias, pero que no deja de tener su relevancia y no está tan distante como parece.
Matías Iglesias. El enclave Vorukh. Paradojas en la convergencia de las agendas local, nacional y global en el valle de Ferganá
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El objeto de este trabajo es Vorukh, un enclave pertene-
ciente a Tayikistán que se encuentra rodeado por el terri-
torio de la provincia de Batken, en Kirguistán. Allí las
fronteras no han sido demarcadas con precisión y, en con-
secuencia, se han producido varios incidentes en los últi-
mos años con motivo de disputas entre vecinos de las dis-
tintas comunidades.
La problemática de Vorukh puede analizarse a través de
tres niveles de agenda de seguridad que se entrecruzan en
la práctica: local, nacional (o bilateral) y global. Los intere-
ses puestos en juego en los distintos niveles producen pa-
radojas que el trabajo se propone analizar en profundidad.
El trabajo se plantea además por qué los Estados en cues-
tión no desatienden esta problemática, pero tampoco le
dan una solución definitiva.
La relevancia del asunto viene dada por la diversidad de
temas involucrados que se entrecruzan: seguridad fronte-
riza y conflictos territoriales, unidades subnacionales, pro-
blemas transnacionales, en una zona del mundo, Asia
Central, que parece distante para los argentinos, pero a la
cual las grandes potencias miran con atención en virtud de
sus recursos energéticos y su ubicación estratégica.
Tema: Seguridad Internacional
Mesa: Relaciones Políticas Internacionales (II)
Fecha de envió: 31 de agosto de 2017
Fecha de Aceptación: 02 de octubre de 2017
El objeto de este trabajo es Vorukh, un enclave pertene-
ciente a Tayikistán que se encuentra rodeado por el terri-
torio de la provincia de Batken, en Kirguistán. Allí las
fronteras no han sido demarcadas con precisión y, en con-
secuencia, se han producido varios incidentes en los últi-
mos años con motivo de disputas entre vecinos de las dis-
tintas comunidades.
El trabajo se propone analizar las paradojas que se produ-
cen en este enclave cuando convergen las agendas de se-
guridad a nivel local, nacional (o bilateral) y global.
En la era soviética, las disputas eran arbitradas por el po-
der centralizado con capital en Moscú. Los estados moder-
nos de Tayikistán y Kirguistán no solo no han diseñado un
método de resolución de controversias que reemplace al
arbitraje soviético, sino que, impulsados por la vocación
de reafirmar, han reforzado los controles y los patrullajes,
dando lugar a un aumento de la tensión. Por si esto fuera
poco, la comunidad internacional y no pocos analistas de-
mandan aún más control de las fronteras en Asia Central
*
Universidad de Palermo matiasiglesias09@gmail.com
para combatir el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata
de personas y el terrorismo, lo que en la práctica significa
seguir militarizando la región.
Además, el trabajo se plantea por qué los Estados en cues-
tión no desatienden esta problemática, pero tampoco le
dan una solución definitiva.
La relevancia del asunto viene dada por la diversidad de
temas involucrados que se entrecruzan: seguridad fronte-
riza y conflictos territoriales, unidades subnacionales, pro-
blemas transnacionales, en una zona del mundo, Asia
Central, que parece distante para los argentinos, pero a la
cual las grandes potencias miran con atención en virtud de
sus recursos energéticos y su ubicación estratégica.
El trabajo se divide de la siguiente manera: dado que
Vorukh es solo uno de tantos enclaves en Asia Central,
una primera parte lo ubica en su contexto, para lo cual se
comenta el origen de los enclaves en la región y sus carac-
terísticas particulares.
La segunda parte trata específicamente sobre Vorukh y la
agenda local. Luego de comparar la vida en los tiempos de
la Unión Soviética con la actualidad y de hacer un repaso
de los incidentes y sus motivos, se interpreta que los veci-
nos de las distintas comunidades perciben una ruptura en
el equilibrio que les había permitido convivir hasta hace
unos años.
La tercera parte corresponde a la agenda bilateral. Se ve
que a pesar de que las relaciones bilaterales son relativa-
mente positivas y el diálogo existe y ocurre sin demora
ante incidentes eventuales, la solución definitiva no está a
la vista a corto plazo.
La cuarta parte trata de la agenda global: las demandas de
parte de la comunidad internacional y de numerosos ana-
listas para reforzar aún más los controles fronterizos.
En las conclusiones, más que ofrecer soluciones a la dis-
tancia, se ofrecen algunas observaciones o comentarios de
cara al futuro.
Con la independencia de las repúblicas en el espacio pos-
tsoviético han salido a la luz alrededor de veinte enclaves
nuevos, de los cuales nueve están ubicados en el valle de
Ferganá, una región de Asia Central compartida por Uz-
bekistán, Kirguistán y Tayikistán.
El origen de los enclaves del valle de Ferganá es objeto de
discusión. Cabe mencionar que antes de la Unión Soviética
la región nunca se había caracterizado por demarcaciones
rigurosas, ya que la competición entre clanes étnicos y re-
gionales era feroz y las fronteras de los kanatos se redibu-
jaban frecuentemente. Las tradiciones nómadas persistían
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y la población ignoraba conceptos tales como fronteras es-
tatales (International Crisis Group, 2002). Algunos expli-
can que los enclaves fueron creados de acuerdo a un plan
maestro de los soviéticos para dividir y reinar (Doorov,
Aioubov y Recknagel, 2014; Gabdulhakov, 2014), otros lo
niegan categóricamente (Reeves, 2014). Una explicación
alternativa es que la división de la tierra fue el producto
de una delimitación decidida a nivel local en referencia a
lazos culturales y lingüísticos (Gabdulhakov, 2014).
Cualquiera que sea la explicación, el resultado es notable.
Además de Vorukh, existen otros enclaves tayikos y uzbe-
kos en Kirguistán, y enclaves tayikos y kirguises en Uzbe-
kistán. Se presentan numerosas curiosidades. Aquí solo se
mencionará, por ejemplo, que el enclave de Sokh, que se
encuentra rodeado enteramente por Kirguistán, es territo-
rio uzbeko, cuyos habitantes son uzbekos de ciudadanía,
pero étnica y lingüísticamente tayikos; o que, en secciones
de la línea fronteriza entre Uzbekistán y Kirguistán, si la
frontera se demarcara con vallas, la mitad de los hogares
quedaría de un lado y la mitad del otro, y algunos incluso
tendrían el living en Uzbekistán y la terraza en Kirguistán
(Gabdulhakov, 2014).
Las naciones centroasiáticas han aceptado en principio y a
grandes rasgos las viejas fronteras administrativas sovié-
ticas, lo cual ha sido un paso importante contra la posibi-
lidad de un enjambre de reclamos irredentistas. Sin em-
bargo, esas fronteras muchas veces no eran más que bos-
quejos, lo que dio lugar al establecimiento de comisiones
bilaterales para precisarlas (ICG, 2002). Aunque muchas
fronteras fueron efectivamente demarcadas, no se ha lo-
grado demasiado en los años siguientes con respecto al va-
lle de Ferganá y sus enclaves. Por un lado, debido a que
las fronteras fueron redibujadas en numerosas oportuni-
dades durante la era soviética, existen disputas sobre cuá-
les son los mapas correctos. Cada Estado utiliza el mapa
de la época que más le conviene (Pylenko, 2005). Por otro
lado, en los primeros años de independencia, existía la ex-
pectativa de que las fronteras nacionales de la Comunidad
de Estados Independientes se mantuvieran abiertas, y el
comercio continuara fluyendo libremente (ICG, 2002).
Cabe destacar que, y sin perjuicio de los incidentes locali-
zados que se tratan en este trabajo, no han ocurrido en
Asia Central guerras interestatales a gran escala. La expli-
cación principal es que se trata de una región de Estados
débiles, cuya capacidad de interacción es débil y cuya ca-
pacidad para encarar una rivalidad interestatal en el sen-
tido clásico es limitada. Son Estados considerados como
premodernos, definidos por niveles bajos de cohesión so-
cio-política y con estructuras de gobierno poco desarrolla-
das (Buzan y Waever, 2003: 24, 424).
El enclave tayiko de Vorukh se ubica en un valle angosto
por donde corre el río Isfara, el cual desciende a su vez
hacia el gran valle de Ferganá. El pueblo de Vorukh pro-
piamente dicho tiene alrededor de 20.000 habitantes, pero
todo el valle en general se encuentra densamente poblado
y es intensamente cultivado. Apenas río abajo desde
Vorukh se encuentra la aldea de Aksai, ya en Kirguistán.
También río arriba y alrededor de Vorukh existen otros
pequeños poblados kirguises. Las características orográfi-
cas hacen que a través del valle corra un único camino
principal, de manera tal que hasta hace algunos años, por
ejemplo, si un granjero kirguís que vivía río arriba desde
Vorukh quería acceder a su capital provincial, Batken, de-
bía indefectiblemente atravesar Vorukh hasta Aksai y
luego, más adelante debía cruzar otra lengua de territorio
tayiko perteneciente al distrito de Isfara, para recién allí
reingresar por segunda vez a Kirguistán y llegar a destino.
Es decir que Vorukh es un enclave oficial, pero debido a
su presencia, las aldeas kirguises a su alrededor también
son enclaves en la práctica.
Allí no se agota la complejidad del asunto. Los lugareños
han vivido mezclados durante generaciones y en conse-
cuencia es imposible demarcar bien las fronteras. En cier-
tos rincones se produce una formación de jurisdicciones
alternantes y contradictorias, siguiendo un patrón que re-
cuerda a un tablero de damas. Existen disputas sobre pas-
tizales y agua para el ganado. Aunque un extranjero des-
prevenido no note la diferencia entre dos escuelas separa-
das por 300 metros, el hecho es que ambas pueden seguir
planes de estudio diferentes, celebrar fiestas nacionales
distintas y hasta tener husos horarios distintos, dado que
Tayikistán se encuentra una hora retrasado con respecto a
Kirguistán y Vorukh no es la excepción. Así, la hora del
día y los nombres de las calles y aldeas varían de acuerdo
al destinatario de la pregunta (Reeves, 2014; The Econo-
mist, 2014).
Todas estas particularidades no eran tan problemáticas en
la era soviética, cuando las fronteras no tenían ninguna
importancia. Las disputas sobre tierras y pastos existían,
pero eran arbitradas por los oficiales soviéticos siguiendo
órdenes de Moscú. La industria pesada, la agricultura, el
flujo de bienes y personas, estaban todos diseñados para
servir al centro soviético. No se requería visas para viajar,
por lo que los grupos étnicos viviendo en repúblicas dife-
rentes tenían acceso fácil a sus familias y amigos a través
de la frontera administrativa. La energía estaba fuerte-
mente subsidiada y fluía de una república a la otra (ICG,
2002).
Luego de la caída de la Unión Soviética, el modus vivendi
no se desmoronó de inmediato. La escuela de Aksai toda-
vía servía una comunidad multiétnica, igual que en el pa-
sado. Por un tiempo, los vecinos todavía comerciaban en
los mismos mercados fronterizos, usando tanto el somoni
tayiko como el som kirguís. En definitiva, el “Estado” -en
la forma de guardias fronterizos, oficiales de aduana y ser-
vicios de seguridad- era percibido como algo distante y re-
lativamente despreocupado por la restricción de los movi-
mientos. Se entendía que el comercio era la piedra basal de
la paz interétnica y transfronteriza (Reeves, 2014; The Eco-
nomist, 2014).
Paulatinamente, no obstante, las bases para la convivencia
se fueron erosionando. Las fricciones entre las comunida-
des se convirtieron en disputas más formales entre ciuda-
danos de estados diferentes, agravadas por el aumento de
la población y la creciente escasez de recursos (Myrzabe-
kova, 2014; The Economist, 2014). Ya sin Moscú, se acaba-
ron tanto los subsidios energéticos como el arbitraje en
tanto método de resolución de controversias, y las nego-
ciaciones bilaterales entre los nuevos Estados ya no serían
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tan efectivas. Más bien al contrario, las fronteras comenza-
ron a sufrir cierres preventivos, deteriorando el transporte
y el comercio (ICG, 2002; Reeves, 2014).
Hoy en día, el ruso como lengua franca es cada vez menos
hablado. La escuela de Aksai cuenta sólo con estudiantes
kirguises, pero también sirve como una barraca semi-se-
creta para una compañía de fuerzas especiales (The Eco-
nomist, 2014). La antropóloga Madeleine Reeves, quien ha
pasado una década estudiando las comunidades mixtas
alrededor de Aksai dice que la militarización del valle “en-
vía un mensaje a los niños de que esta es una región donde
deberían tener miedo de los vecinos a unos pocos metros”
y que el sentido de “nosotros contra ellos” es especial-
mente fuerte entre los jóvenes (citada en The Economist,
2014).
En efecto, la securitización del régimen fronterizo ha lle-
vado a que, a medida que Kirguistán y Tayikistán se sen-
tían más seguros de sus capacidades, aumentaran el envío
de guardias fronterizos, militarizando así de a poco el va-
lle. Estos guardias a veces están apostados en algunos
puestos de control, pero como las fronteras no son preci-
sas, muchas veces también patrullan los vecindarios - “ta-
bleros de damas”, donde la ciudadanía está determinada
por la etnicidad (The Economist, 2014). Las acusaciones
cruzadas de maltratos y abusos están a la orden del día.
Todos estos cambios fueron provocando un creciente ma-
lestar entre los lugareños.
La gota que rebalsó el vaso es la construcción por
parte de los kirguises de un camino alternativo al princi-
pal, que era hasta entonces, como se mencionaba arriba, la
única vía que tenían tayikos y kirguises por igual para des-
plazarse hacia el resto de sus respectivos países. El camino
nuevo, trazado por las faldas del valle, les permitiría a los
kirguises pasar por el costado de Vorukh y así adquirir
una suerte de autonomía vial.
El 27 de abril de 2013, trabajadores kirguises es-
taban construyendo ese camino alternativo cuando cien
residentes de Vorukh salieron a su cruce alegando que la
obra infringía su territorio. Fuentes tayikas indican que
dos semanas antes se había acordado por oficiales de am-
bas partes detener la construcción hasta que todos los re-
clamos fueran escuchados. En definitiva, hubo incidentes
violentos que incluyeron una toma de 17 rehenes tayikos
por partes de los kirguises (Trilling, 2013; Stein, 2015).
El 11 de enero de 2014, al menos ocho guardias fronterizos,
kirguises y tayikos, fueron heridos en un tiroteo de una
hora de duración cerca de Aksai. El motivo fue el mismo,
pero, mientras que anteriormente los protagonistas eran
civiles, ahora por primera vez estuvieron involucrados ofi-
ciales de fuerzas de seguridad de ambos países y se usaron
armas pesadas, como morteros y granadas propulsadas
por cohetes (Doorov et al, 2014; Muzalevsky, 2014; The
Economist, 2014; Toktonaliev, Olimova y y Pirzanarov,
2014; Valieva, 2014; Stein, 2015).
El 10 de julio de ese mismo año, ya los incidentes tuvieron
como consecuencia la muerte de un ciudadano tayiko y
siete heridos. También en este caso hubo tiroteos, lanza-
miento de morteros y granadas, etc. (Muzalevsky, 2014;
Sabyrbekov, 2014; Stein, 2015).
Cabe hacerse la pregunta de por qué un camino alterna-
tivo genera tantas suspicacias. No se trata solamente de
que el trazado del camino infrinja o no territorio tayiko, lo
cual es un asunto más que opinable. La explicación es que
los residentes de Vorukh entienden que la existencia de un
camino único es el sostén de cierto equilibrio que permite
la convivencia. Siempre hubo disputas y desacuerdos,
pero había un límite máximo a las represalias. Bloquear el
único camino del valle era igualmente perjudicial para
ambas partes. Construir un camino alternativo que saltee
el enclave significa para los kirguises la posibilidad de blo-
quearles a los tayikos la salida sin que esto se les vuelva en
contra (Reeves, 2014; Sabyrbekov, 2014).
Por supuesto, este no es el argumento que los kirguises
dan para justificar la construcción del camino, sino la bús-
queda de conectividad y seguridad para la gente que vive
en y alrededor de Aksai y debe cruzar el enclave para lle-
gar al resto de su país, y prometen que nunca van a blo-
quear el enclave (Reeves, 2014; The Economist, 2014).
A pesar de ello, según cuenta Medet Tulegenov, un ana-
lista político kirguís que visitó el área luego de los inciden-
tes, los tayikos desconfían porque el camino se construye
en la falda del valle con alambres de púas a los costados,
impidiendo entre otras cosas el pastoreo de los animales
(Reeves, 2014).
Esta causal de conflictividad no es exclusiva de Vorukh,
sino que en la mayoría de los incidentes violentos a lo
largo de las fronteras kirguís-uzbekas o kirguís-tayikas la
disputa involucra infraestructura en proceso de construc-
ción (Stein, 2015).
Los incidentes descriptos en la sección anterior (que por
cierto no son los únicos sino sólo los más notorios) son cau-
sados por motivos hiper-locales y no han logrado precipi-
tar un conflicto más amplio. Según Reeves, aquellos que
viven fuera de estos valles en particular, incluso quienes
viven en Batken (a 30 minutos en auto desde Vorukh), y
más aún quienes viven en Bishkek, no se sienten amena-
zados inmediatamente por “los tayikos” como un grupo
étnico, menos aún por Tayikistán en tanto estado (citada
en Putz, 2015). De este modo, las disputas fronterizas no
han llevado a ninguna acción militar sostenida por nin-
guno de los dos gobiernos, sin perjuicio del uso de la
fuerza por los guardias fronterizos en alguna que otra
oportunidad (Stein, 2015).
Los gobiernos tayiko y kirguís disfrutan generalmente de
buenas relaciones, en un fuerte contraste con las relaciones
de cada uno de ellos con Uzbekistán (Toktonaliev et al,
2014). En 2001, organizaron un comité intergubernamental
para resolver los asuntos fronterizos. Sin embargo, de los
casi mil kilómetros de frontera, todavía quedan 500 en
disputa (Salimov, 2014), y en los siete años anteriores a los
incidentes de 2014, no se demarcó ni un solo kilómetro,
mostrando la ineficacia del proceso (Muzalevsky, 2014).
En la última semana de agosto de 2014 hubo encuentros
múltiples entre varios comités, delegaciones y oficiales de
ambos países en Bishkek, y los temas fueron variados, in-
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cluyendo por supuesto los asuntos fronterizos. Con res-
pecto al asunto del camino, se llegó a un acuerdo para re-
localizar las estaciones de patrulla fronteriza y establecer
condiciones favorables para la construcción en tiempo.
Los gobiernos reportaron un “progreso significativo” y
anunciaron un acuerdo sobre formas de cooperación eco-
nómicas y sociales para “estimular las relaciones vecinales
mutuamente beneficiosas” (Salimov, 2014).
El acuerdo sobre el camino parece haber funcionado y du-
rante un tiempo no se reportaron incidentes en o alrededor
de Vorukh. Esto no significa que todo esté resuelto, pero
los esfuerzos de cooperación existen. El vice primer minis-
tro de Kirguistán, Tokon Mamytov, dijo que las principa-
les instituciones kirguises -presidente, gobierno, parla-
mento, autoridades locales, etc. – quieren ver que todos los
temas con Tayikistán sean resueltos, pero que la clave es
el compromiso y las soluciones graduales. Otros funciona-
rios, como el Ministro de Seguridad Abdyrakhman Ma-
mataliev, sin embargo, consideraron que el tema de la de-
marcación persistirá por un tiempo a pesar del progreso
alcanzado (Muzalevsky, 2014; Myrzabekova, 2014; Stein,
2015).
Uno de los mayores obstáculos para zanjar los temas pen-
dientes de demarcación es el hecho de que cada país usa
el mapa que más le conviene. Dado que las fronteras eran
revisadas frecuentemente durante la era soviética, existen
distintos mapas y distintas interpretaciones de las motiva-
ciones de los oficiales soviéticos (Salimov, 2014). Los kir-
guises insisten en usar mapas de 1955-1959, mientras que
Tayikistán recomienda usar mapas de 1924-1927 (Doorov
et al, 2014; Myrzabekova, 2014; Putz, 2015; Stein, 2015).
Ambos gobiernos han acudido a los archivos soviéticos de
Moscú para pedir más mapas a su favor, pero el acceso ha
sido problemático (ICG, 2002; Stein 2015).
Vale considerar un aspecto más para entender por qué los
asuntos fronterizos entre Tayikistán y Kirguistán no se
agravan, pero tampoco se resuelven del todo, y es la cues-
tión de Uzbekistán: Uzbekistán es el estado más poblado
y militarmente poderoso de Asia Central, y comparte fron-
teras con los otros cuatro países, incluyendo Kazakstán y
Turkmenistán, que sólo aquí serán mencionados. De
modo que Uzbekistán es partícipe de al menos la mitad de
las controversias fronterizas regionales, lo cual lo con-
vierte en un jugador clave. Los otros Estados perciben a
Uzbekistán como el estado más agresivo en la región en lo
que al avance de los intereses territoriales se refiere (ICG,
2002).
Así, por ejemplo, Uzbekistán ha cortado suministros ener-
géticos a Kirguistán y Tayikistán, aparentemente como re-
presalia por deudas impagas y para ejercer presión en las
negociaciones y, desde 2010, se ha rehusado ha permitir
que sus vías de ferrocarril sean usadas para el transporte
al sur de Tayikistán, por lo que todo el transporte de carga
debe viajar a través de Kirguistán (ICG, 2002; Toktonaliev
et al, 2014). Kirguistán y Tayikistán, por otro lado, com-
parten intereses con respecto a la energía hidroeléctrica,
dado que ambos se encuentran localizados río arriba de la
mayor cuenca hídrica de la región. El mayor flujo de la
cuenca del mar de Aral se forma en Kirguistán y Tayikis-
tán y corre río abajo hacia Turkmenistán y Uzbekistán (Va-
lieva, 2014).
Así es que, debido a que sus capacidades son relativa-
mente muy bajas y que a ambos les preocupa mucho más
su tercer vecino más poderoso, Tayikistán y Kirguistán
prefieren evitar cualquier escalada entre ellos que los deje
a merced de aquél. Por otro lado, y esto ya es materia de
interpretación, tampoco están apurados en zanjar definiti-
vamente la cuestión fronteriza, porque se trata al mismo
tiempo de una carta de negociación o de leverage (Muzale-
vsky, 2014).
En razón de la vastísima literatura que existe al respecto,
a esta altura no es necesario elaborar demasiado la afirma-
ción de que la agenda de seguridad internacional se ha ex-
pandido y profundizado a partir del fin de la Guerra Fría
para contemplar amenazas de carácter transnacional que
anteriormente no formaban parte de la misma (cf. Buzan
& Hansen, 2009): aquí se hará referencia solamente al cri-
men organizado y al terrorismo. El crimen organizado,
además, puede dividirse en tres ramas principales: el trá-
fico de drogas, la trata de personas, y el tráfico de armas
(Picarelli, 2008: 457).
El crimen organizado transnacional impacta en la seguri-
dad a nivel humano (seguridad humana), nacional e inter-
nacional, y por ende requiere respuestas en esos tres nive-
les: a través de la sociedad civil, de los estados nacionales,
ya sea con medidas unilaterales o multilaterales, y de la
comunidad internacional a través de las agencias intergu-
bernamentales regionales o de carácter funcional especí-
fico (Picarelli, 2008: 462-466). El terrorismo puede ser con-
siderado de la misma manera.
En otras palabras, se entiende que las amenazas transna-
cionales, por su naturaleza intrínseca, sobrepasan la capa-
cidad de reacción y maniobra de los estados nacionales.
Entonces surgen las recomendaciones, la demanda de
creación de nuevas instituciones, los programas de asis-
tencia y financiamiento con su respectiva condicionalidad,
los estándares para medir los esfuerzos de los gobiernos,
etc.
En el caso de Asia Central, y especialmente desde la erup-
ción de violencia extremista en Ferganá en 1999 y 2000, los
donantes occidentales han impulsado agresivamente la
idea de que los estados soberanos modernos necesitan
fronteras claramente definidas (The Economist, 2014).
Dada la caracterización frecuente de Kirguistán y Tayikis-
tán como estados fallidos, y la frontera compartida de Ta-
yikistán con Afganistán, los miedos de un derrame de
inestabilidad desde Afganistán son un lugar común (Va-
lieva, 2014).
Se cree que el enclave de Vorukh es un santuario de extre-
mistas armados y narcotraficantes, aunque los locales lo
nieguen categóricamente (Pylenko, 2005). Los traficantes
se interesan particularmente en la región por tratarse de
un área remota donde la aplicación de las leyes y la auto-
ridad es débil. La trata de personas y el tráfico de armas
también se han convertido en actividades ilegales lucrati-
vas, incrementando los incentivos de los señores de la
droga para diversificarse. El tráfico de armas es una con-
secuencia directa de la guerra y la inhabilidad estatal para
controlar la distribución de armamento (Cornell, 2014: 74;
5. Página 126 de 429
Engvall, 2014: 58). Tanto Tayikistán como Kirguistán son
considerados de nivel 2 de acuerdo al Reporte sobre Trata
de Personas del Departamento de Estado (2017), lo que
significa que no satisfacen los estándares mínimos de la
ley de protección de víctimas del tráfico. Ambos países son
origen y destino de hombres, mujeres y niños sujetos a tra-
bajo forzado, y mujeres y niños sujetos a explotación se-
xual.
En este contexto, la cooperación internacional con el fin de
reforzar las fronteras no se hace esperar. Hay un número
de organizaciones que se ocupan del tema, incluyendo el
programa de administración de fronteras para Asia Cen-
tral (BOMCA, por sus siglas en inglés), el Centro de Infor-
mación y Coordinación Regional de Asia Central, el Con-
sejo de Comandantes de Tropas de Frontera, y la Organi-
zación para la Seguridad y la Cooperación en Europa
(Stein, 2015). BOMCA es un programa de la Unión Euro-
pea en activo desde 2003 para brindar asistencia y finan-
ciamiento, proveyendo a su vez de tecnología clave, infra-
estructura en los cruces de fronteras, y entrenamiento (Ga-
vrilis, 2009).
Hay quienes opinan que todo el asunto está mal enfocado
y viene a pedir de boca de los regímenes represivos cen-
troasiáticos para proveer de liquidez a sus aparatos, sobre
todo cuando se hace énfasis en el vínculo entre el crimen
organizado y el terrorismo islamista. Por otro lado, los as-
pectos materiales de la seguridad fronteriza no agotan la
problemática. No es la falta de cabinas de control o de co-
municaciones en la frontera lo que permite el crimen orga-
nizado o la incursión radical, sino la corrupción (Peyrouse,
2012).
La paradoja es que la demanda de más y más controles
fronterizos por parte de la comunidad internacional incen-
tiva a los Estados kirguís y tayiko a seguir militarizando
Vorukh y sus alrededores, lo cual ciertamente no contri-
buye a aquietar las aguas.
Se ha visto que la problemática del enclave de Vorukh (y
la lógica puede extenderse a los otros enclaves de Asia
Central) puede analizarse a través de tres niveles de
agenda de seguridad que naturalmente se entrecruzan en
la práctica. Los intereses de los actores en los distintos ni-
veles producen paradojas. Los vecinos están atentos a
cualquier amenaza a la ruptura del equilibrio que les ha
permitido convivir a pesar de las diferencias. Tayikistán y
Kirguistán no tienen ningún interés en escalar el conflicto,
pero tampoco se ven con apuro para resolverlo, lo que da
a pensar que el conflicto puede ser visto como una baza
para negociar en sus relaciones mutuas y con Uzbekistán.
La comunidad internacional tiene su propia agenda de se-
guridad, y lo que le preocupa con respecto a Asia Central
son las amenazas transnacionales como el crimen organi-
zado y el terrorismo; en consecuencia, se demandan con-
troles más rigurosos.
Este trabajo prefiere evitar la tentación de sugerir solucio-
nes o recomendaciones, lo cual implicaría pretender que
uno desde las antípodas del mundo es capaz de ver algo
que los actores involucrados no han visto ya. En vez de
eso, me gustaría terminar con algunas observaciones o co-
mentarios de cara al futuro.
Quizá sea ir demasiado lejos decir que la situación tal
como está es un equilibrio de Nash, pero cuesta imaginar
un cambio fundamental en las circunstancias. Los mismos
funcionarios estatales de Kirguistán y Tayikistán dicen
que quieren resolver el conflicto al mismo tiempo que ad-
vierten que la tarea llevará años. Además, si ello implica
relocalizar personas, familias y aldeas enteras, puede traer
más dolores de cabeza que soluciones a corto plazo. Lo
menos que puede decirse es que no es una prioridad.
Para finalizar, alguien puede argumentar que la tarea de
demarcar las fronteras con precisión al centímetro es una
obsesión de la modernidad. Sin llegar a tanto, una pre-
gunta que puede hacerse es si los enclaves de Asia Central
tienen que ser necesariamente un problema. A veces las
“curiosidades legales” generan atractivos turísticos y esti-
mulan la economía local, como el caso del templo Preah
Vihear en la frontera entre Camboya y Tailandia. Sin em-
bargo, siendo realistas, pensar algo así en Ferganá parece
solo una expresión de deseo.
Buzan, B. y Hansen, L. (2009), The Evolution of Interna-
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