El documento describe las tumbas protodinásticas en Egipto y cómo los montículos que las cubrían simbolizaban la tierra fértil de la creación. Los sacerdotes "plantaban" el cuerpo del rey en el montículo para que renaciera como las semillas. Hierakonpolis contenía la primera asociación entre el faraón, el montículo y Horus, dios de la realeza, y la evidencia sugiere que fue un importante centro predinástico donde surgieron las primeras mastabas.