Juan Daniel Gomez nos ofrece este interesante documento, con su punto de vista sobre la transformación del consumo de psicoactivosen una enfermedad. Desde la perspectiva de la medicalización de la vida y para analizar y reflexionar sobre las estrategias de "trafico de enfermedades" (disease mongering) que ulilizan las estructuras de poder y lucro, resulta muy jugoso.
Por Juan Daniel Gómez:
Hace algunos años observé un vídeo (El Marketing de la locura –disponible todavía en la Web) en el que se afirma que muchos de los ahora trastornos psicológicos o psiquiátricos (las enfermedades mentales) no son enfermedades reales, sino estrategias de mercadeo de la industria farmacéutica, que buscan reclutar personas sanas y normales haciéndoles creer, a través de estrategias de mercadeo, que tienen un defecto o enfermedad mental que requiere tratamiento, con el primordial interés de derivar de ellas incalculables utilidades económicas.
Qué hay detrás del marketing del consumo de drogas como enfermedad Juan Daniel Gomez phd
1. ¿Qué hay detrás del marketing
del consumo de drogas como
enfermedad?
Por Juan Daniel Gómez
Hace algunos años observé un vídeo (El
Marketing de la locura –disponible todavía en la
Web) en el que se afirma que muchos de los
ahora trastornos psicológicos o psiquiátricos (las
enfermedades mentales) no son enfermedades
reales, sino estrategias de mercadeo de la
industria farmacéutica, que buscan reclutar
personas sanas y normales haciéndoles creer, a
través de estrategias de mercadeo, que tienen
un defecto o enfermedad mental que requiere
tratamiento, con el primordial interés de derivar
de ellas incalculables utilidades económicas.
Las categorías diagnósticas de la enfermedad
mental generalmente se definen como “un
conjunto de signos y de síntomas que…”, a partir
de preconcepciones sobre imaginarios relativos
a “entidades”, algo así como espíritus que como
en la época de la inquisición poseen a sujetos
antes sanos o normales. Y es que ciertamente no
existe ninguna otra categoría terapéutica que
acepte tantos subtipos de patologías como la
enfermedad mental. Esto se debe a que rara vez
sus síntomas son los mismos de individuo a
individuo y a que rara vez éstos son observables
o medibles objetivamente.
De acuerdo con la Organización Mundial de la
Salud, cerca de 450 millones de personas en el
mundo padecen algún tipo de enfermedad
mental. Un número similar al de la población de
Nueva York, Los Ángeles, Londres, Paris,
Mumbai, Madrid, Atenas, Toronto, Washington,
Ciudad de México, Melbourne, Pekín, Roma y
Berlín juntas. La industria de los medicamentos
para su tratamiento vende U$150.000 por
minuto.
Un ejemplo demostrativo de la invención de
enfermedades se muestra en el vídeo El
marketing de la locura: el 1º de Abril de 2006
apareció en el British Medical Journal una
noticia en la que se decía que los científicos
habían descubierto una nueva enfermedad: el
“trastorno de déficit motivacional”
(Motivational Deficiency Disorder o MoDoD, por
sus siglas en inglés), caracterizado por letargo e
indisposición para trabajar. Los autores
publicaron la noticia sin cuestionarla y millones
de personas reportaron tener los síntomas de la
enfermedad. Lo que no sabían era que se
trataba de la edición del día de los inocentes.
Esto demuestra claramente que la venta de la
enfermedad funciona.
Entre las supuestas “enfermedades” que se han
vendido en las dos últimas décadas se
encuentran el “trastorno de ansiedad social”,
(S.A.D, por sus siglas en inglés), una especie de
alergia a la gente para la que se desarrolló la
paroxetina o Paxil ®, cuyas ventas crecieron
geométricamente con el mercadeo de la
enfermedad.
Otra condición en la que se convence a gente
que está esencialmente bien de que está
enferma, o a gente ligeramente enferma de que
está muy enferma, es el otrora raro “trastorno
bipolar” (antes de ser mercadeado afectaba a
una décima parte del 1% de la población y hoy
en día afecta al 1,2% de la población). El slogan
publicitario para aumentar mil veces el número
de enfermos en todo el mundo fue: “te vamos a
ayudar a ser más feliz y más sano, y para esto
hay algunos medicamentos que te pueden
ayudar”. Ni qué decir del “trastorno bipolar
pediátrico”, que define a la infancia y sus
naturales cambios de ánimo como una
“enfermedad”. Dice el vídeo en mención que el
psiquiatra que lo publicitó fue llevado ante el
jurado por no declarar utilidades personales
superiores al millón de dólares.
Para el “trastorno por estrés postraumático”
(PTSD, por sus siglas en inglés) se diseñó el Zolof
®. Antes de que existiera se identificaban y
trataban solo algunos casos en los países
desarrollados y hoy en día lo padecen
principalmente los países y ciudades más
pobladas del mundo, especialmente del llamado
“tercer mundo”. La estrategia publicitaria
consistió en sugerir que quien presenció un acto
de violencia, una catástrofe ambiental o un
evento angustioso podría padecerlo o padece de
un conjunto de signos y de síntomas pre‐
definidos como PTSD.
Del mismo modo la tristeza invernal (que ocurre
por carencia de luz solar) se redefinió como
enfermedad bajo la etiqueta de “trastorno
2. afectivo estacional” así como el “trastorno
compulsivo de ir de compras” (según la
estrategia publicitaria, más de 20 millones de
ciudadanos americanos, la mayoría mujeres, lo
padecerían). Para este último “trastorno” se
inventó el antidepresivo Celexa ®.
Entre otros muchos, finalmente cabe mencionar
la “depresión post‐ataque cardiaco”, para la que
se pre‐desarrolló el Lexapro®. Está indicado para
quienes sufren un ataque cardíaco, tengan o no
tengan síntomas de depresión. Con esta nueva
“enfermedad” se reinventó la “medicación
preventiva”.
Estamos asistiendo en el mundo entero a la
venta de una nueva enfermedad, para la cual se
ha diseñado tres slogan publicitarios: 1) “ La
dependencia de drogas es una enfermedad
crónica y recurrente con múltiples
determinantes, tanto biológicos y psicológicos
como sociales, y debe ser considerada y tratada
como un asunto de salud pública, tal como el
tratamiento de otras enfermedades crónicas”;
2) “Se facilitará el acceso a un sistema de
tratamiento que ofrezca varios modelos
integrales de intervenciones terapéuticas
basados en evidencia y teniendo en cuenta
estándares de calidad aceptados
internacionalmente” y 3) “se debe limitar la
producción, distribución y consumo de drogas
para fines científicos y médicos”.
¿Qué hay detrás de la reinvención de esta
“nueva enfermedad”? ¿Solamente es otra
estrategia de mercadeo de la industria
farmacéutica, encubierta bajo el antifaz de la
“reducción de riesgos y la mitigación de daños”,
con el fin apropiarse del negocio de los cárteles
de las drogas, la que hoy en día representan
cerca del 2% del producto mundial bruto? No. Se
trata de un proyecto corporativo que pretende
duplicar el negocio de la enfermedad mental, si
se tiene en cuenta que en el mundo hay entre
350 y 400 millones de personas consumidoras
frecuentes de drogas psicoactivantes.
La doble moral en relación con el “problema” de
las drogas campea por el mundo entero desde
comienzos del S. XX, cuando ingleses y
norteamericanos en su condición de vencedores
después de la primera guerra mundial hicieron
que los alemanes firmaran cláusulas
prohibitorias para la venta de sustancias como la
heroína y la cocaína, dado que en ellas veían un
potencial enemigo comercial del tabaco de
Virginia y del whisky de escocés, que ya
representaba una inmensa fuente de ingresos
para estas naciones. La crisis económica de los
años veinte en los EU tiene estrecha relación con
la prohibición de venta de bebidas alcohólicas,
motivada por los alemanes principalmente y
respaldada por algunos conservadores en EU. En
ese momento el fenómeno del consumo de
drogas no vendidas por EU y Europa occidental
(alcohol, cigarrillos y psicofármacos legalizados)
se convierte en “problema de salud pública” y se
ilegalizan las demás sustancias psicoactivantes
no comercializadas por ellos, y cuando empieza
a crecer en proporciones descomunales la
industria de los destilados alcohólicos y la
industria del tabaco. Lo que en en razón a la
competencia que estas sustancias, producidas
principalmente por países de Asia, África y
Latinoamérica, representa para las economías
del norte hegemónico se convierte en un
“problema de seguridad nacional” y, en
consecuencia, se emprende la “Guerra contra
las Drogas”.
Es un hecho evidente que las iniciativas de
control de la oferta y reducción de la demanda
de drogas centradas en reducir las dimensiones
de los mercados y del consumo a través de
medios punitivos, por ejemplo; “Plan Colombia”
y los Programas de Prevención de las Adicciones
han fracasado estrepitosamente. Una de las
razones se debe a que los seres humanos
siempre han consumido psicoactivantes y
probablemente no dejarán de hacerlo nunca.
Con el objeto de demostrar por qué la
enfermedad del consumo de drogas es una
falacia comercial usaré los que en el vídeo el
Marketing de la locura se develan como los tres
elementos publicitarios ‘clave’ para el fomento
de una nueva enfermedad. El primero de ellos
es: “elevar la importancia de la condición o
hacer ver que un problema es mucho peor o
mucho más extendido de lo que realmente es”.
De acuerdo con la Organización Mundial de la
Salud hay aproximadamente 350 millones de
personas dependientes de las drogas ilegales en
el mundo. Según el informe mundial de 2013
sobre drogas de la ONU solo un 10% de todos los
350 millones de consumidores de drogas (entre
16 y 39 millones de personas) son consumidores
problemáticos. Ellos serían los enfermos reales,
o sea tendrían lo que se denomina un síndrome
de desregulación dopaminérgica o una suerte de
proclividad genética a la adicción. Los
aproximadamente 315 millones de
consumidores restantes no son enfermos, pero
el marketing de la enfermedad los quiere captar
como tales.
3. El segundo elemento publicitario clave para el
fomento y venta de la enfermedad del consumo
de drogas es: “redefinir una condición normal,
es decir existente como un proceso mórbido o
enfermedad predefiniéndola
conceptualmente”.Ya decía más arriba que los
seres humanos hemos consumido y
consumiremos siempre drogas.
La teoría fitogenética, avalada por miles de
científicos en el mundo entero, prueba que fue
el contacto de los pre‐homínidos con las
sustancias psicoactivantes el responsable de
que en la evolución biológica de la especie el
sistema nervioso produjera por sí mismo los
neurotransmisores, unos psicactivantes
endógenos (como las endorfinas y los
endocannabinoides) sin los cuales no serían
posibles fenómenos como la subjetividad, la
mente y la consciencia, Todos los
neurotransmisores, sin excepción, son similares
en su composición química, acción biológica y
efectos sobre el comportamiento a las
sustancias psicoactivantes naturales. El tercer
elemento ‘clave’ para vender la supuesta
“enfermedad” de las drogas consiste en “crear
una nueva condición supuestamente médica,
para satisfacer una necesidad de mercado
inesxistente no satisfecha (an unnet market
need). Esto fue lo que ocurrió con la terapia
sustitutiva para la dependencia de heroína. La
metadona se había desarrollado en el mercado
legal, pero no tenía una demanda que
satisficiera sus expectativas de venta, de esa
manera se cambió una droga legal (con
propiedades adictivas y efectos euforizantes,
que se presta al uso recreativo) por la droga
ilegalizada, de tal forma que los laboratorios se
podrían apropiar de una amplia franja del
mercado de la heroína, ahora administrada por
dealers académicos.
El riesgo de la “marihuana medicinal” es que
ésta es la puerta de entrada a la apropiación del
mercado de las demás drogas ilegales por parte
de la industria farmacéutica foránea. A mi juicio,
sería mucho mejor, acompañada de un
megaproyecto cultural que eduque a la
comunidad sobre el consumo moderado de
drogas, la regularización del consumo de drogas
para uso recreativo, así como normalizar su
producción por parte de laboratorios
nacionales, los cuales podrían, a su vez, producir
y comercializar por ejemplo medicamentos
sustitutivos, fitocannabinoides y las drogas
mismas, para suplir las necesidades de personas
con un demostrado síndrome de desregulación
dopaminérgica.
Juan Daniel Gómez
Correo: judago5@hotmail.com
Bogotá, 30 de Noviembre de 2014