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MÁS QUE
JUNCO Y TOTORA
LOS POBLADORES
PREHISPÁNICOS
DE CHILCA
Martín del Carpio Perla
Más que junco y totora
Los pobladores prehispánicos de Chilca
Resultados del Proyecto de rescate arqueológico
Estación de Red a Clúster Chilca
Más que junco y totora: Los pobladores prehispánicos de Chilca
Resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca
Editado por:
© 2021 CÁLIDDA - Gas Natural de Lima y Callao S.A.
Morelli 150, Torre 2, c.c. La Rambla - San Borja, Lima - Perú.
Investigación y textos:
Martín del Carpio Perla
Primera edición digital, diciembre de 2021
Libro electrónico disponible en https://granmuseo.calidda.com.pe
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-14470
ISBN 978-612-45136-1-9
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso del
titular del copyright.
Publicado en Perú
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
LOS POBLADORES PREHISPÁNICOS DE CHILCA
Resultados del Proyecto de rescate arqueológico
Estación de Red a Clúster Chilca
Martín del Carpio Perla
6 CÁLIDDA
CONTENIDOS
3
7
6
2
5
LOS MATERIALES
ARQUEOLÓGICOS
ENCONTRADOS
EL PROYECTO DE RESCATE
ARQUEOLÓGICO
ESTACIÓN DE RED
A CLÚSTER CHILCA -ETAPA 2
4
1
CHILCA PREHISPÁNICA
PRESENTACIÓN
LOS DESCUBRIDORES
CHILCA: PAISAJE,
ECOLOGÍA Y CULTURA
PRÓLOGO
6 7
7
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
9
10
8
11
13
12
14
CATÁLOGO DE MATERIALES
ARQUEOLÓGICOS
MUCHO MÁS QUE
JUNCO Y TOTORA
VIVIR DE LANA Y
MORIR DE ALGODÓN
OBJETOS PARA LA VIDA
Y LA MUERTE
TIRANDO DEL HILO
DE LA MADEJA:
EL PROCESO FUNERARIO
CRÉDITOS
BIBLIOGRAFÍA
9 10 11
5
4
8 CÁLIDDA
1 PRESENTACIÓN
Desde hace diecisiete años, en Cálidda, nos dedicamos al servicio de distribución de Gas Natural en Lima y
Callao. Para llevar esta energía a los hogares, comercios, industrias y grifos, es necesario tender redes subte-
rráneas por toda la ciudad, lo cual implica dar el óptimo tratamiento a los restos arqueológicos que existen, li-
teralmente, bajo nuestros pies, pues somos un país privilegiado en elementos culturales. En Cálidda, seguimos
los criterios y protocolos establecidos por el Ministerio de Cultura, que incluyen la prevención de afectaciones
a nuestro patrimonio, el monitoreo de las excavaciones por parte de arqueólogos profesionales, y el rescate y
recuperación de los objetos encontrados.
El libro Más que junco y totora: Los pobladores prehispánicos de Chilca, que ahora presentamos, está enmar-
cado en nuestro Programa de Patrimonio Cultural, que nos hace sentir orgullosos y que cuenta con el portal
web del Gran Museo Cálidda, en donde compartimos los hallazgos arqueológicos realizados por nuestra em-
presa. Este libro no pudiera haberse escrito sin la participación y el apoyo del Ministerio de Cultura, de la Mu-
nicipalidad Distrital de Chilca y de los vecinos de la comunidad. Sus páginas son el fruto del trabajo conjunto
que promovemos como parte de nuestras iniciativas sociales y nuestras estrategias de sostenibilidad. Ellas nos
hablan del pasado prehispánico del valle de Chilca, ubicado al sur de Lima, en un entorno geográfico singular.
Sus habitantes son herederos de una larga tradición de doce mil años, de la que se asombraron los cronistas es-
pañoles llegados a estas tierras y los primeros arqueólogos que la estudiaron. Dentro de esta extensa historia, el
libro ahonda en los resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca, realizado
durante la segunda mitad del año 2018. En él se dan a conocer nueve tumbas prehispánicas excavadas al pie de
la carretera Panamericana, a la altura del kilómetro 63. A partir de estos hallazgos, se hacen inferencias sobre
los eventos funerarios, las prácticas sepulcrales, la proveniencia de la población y las actividades cotidianas y de
subsistencia de quienes fueron enterrados en el lugar, hace novecientos años.
Los protagonistas de esta historia: hilanderos, tejedores, pescadores, cesteros, pastores y arrieros son anóni-
mos,pero sus actos han quedado reflejados en los contextos y objetos rescatados por los arqueólogos.Hoy com-
partimos los mismos espacios que ellos habitaron y modificaron. Nosotros los reutilizamos y aprovechamos de
la misma forma que ellos lo hicieron: con creatividad. Sus conocimientos forman parte de nuestro pasado y nos
permiten evaluar nuestro propio presente. Con algo de ingenio, podemos definirnos parcialmente a la luz de
sus logros. Como el título de uno de los célebres cuentos de Alfredo Bryce Echenique, creemos que el camino
que sigue este libro es así: “con las piernas, pero también con la imaginación”.
Martín Mejía
Director General de Cálidda
9
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
PRÓLOGO 2
Los que hoy vivimos cerca de Chilca podemos gozar de sus playas, practicar deportes de aventura en sus dunas
y bañarnos en sus lagunas medicinales. Luego, podemos visitar su espléndida iglesia matriz y descansar en su
plaza mayor comiendo un delicioso helado artesanal o los dulces higos que nos ofrecen en el camino.
En el pasado reciente, los chilcanos fueron reconocidos por los estupendos sombreros, cigarreras, esteras y
otros productos de cestería fina que confeccionaban con el junco y la totora que crecían en los humedales del
valle bajo. También fueron admirados por las ollas y jarras de cerámica que fabricaban en el valle alto.
Algo más apartado en el tiempo, los primeros cronistas y viajeros europeos se maravillaron con los inmensos
maizales de las chacras hundidas del medio del desierto. Pero Chilca tenía aún más que mostrar.
Durante las excavaciones de Cálidda al pie del kilómetro 63 de la carretera Panamericana, enmarcadas en el
Proyecto de Rescate Arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca, se descubrieron tumbas prehispánicas que
muestran una complejidad cultural insospechada. Cientos de objetos arqueológicos, artefactos de madera,
restos botánicos,mates,cerámica y,en particular,textiles de extraordinaria calidad dan fe de los diversos cono-
cimientos adquiridos en el pasado por los antiguos chilcanos.
Este documento deja constancia de los hallazgos arqueológicos, de las actividades en que los objetos estuvieron
envueltos y de las personas que los crearon y utilizaron. Este es un libro escrito contra el olvido.
a mi papá
Martín del Carpio
mayo de 2020
10 CÁLIDDA
11
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
12 CÁLIDDA
13
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
Dos investigadores se interesaron inicialmente en Chilca. El primero de ellos fue Aleš
Hrdlička, quien, a inicios del siglo veinte, y atraído por la monumentalidad de Pacha-
camac y la metrópoli de Lima, recorrió por primera vez algunos de los cementerios
del valle. Hrdlička formó una colección de objetos y cráneos, y descubrió la mezcla de
rasgos costeños y serranos de la antigua población chilcana. El segundo investigador
fue Frédéric Engel. Él estudió esta cuenca por casi treinta años, desde la década de
1950.Sus estudios mostraron la sorprendente antigüedad de los habitantes de Chilca,
el complejo origen de la agricultura y la densidad de asentamientos prehispánicos de
este pequeño valle.
Después de las investigaciones en el valle del Rímac de Ernst Middendorf (1974[1894]),
las excavaciones de Wilhelm Reiss y Alfons Stübel en la necrópolis de Ancón (Reiss y
Stübel 1880-1887), y las de Charles Wiener (1880) y Max Uhle en Pachacamac (Uhle
1903), los ojos de la nueva disciplina arqueológica peruana miraron hacia el valle de
Lurín y el norte de Lima. Los fabulosos hallazgos lo ameritaban. Los largos brazos de
Pachacamac, uno de los sitios arqueológicos más importantes de la costa, parecieron
extenderse entonces más hacia el norte que hacia el sur limeño. Faltarían dos décadas
para que Julio C. Tello, en 1925, excavara en la Huaca Malena del valle de Omas o Asia,
y muchas más para que sus trabajos en dicho lugar fueran publicados (Museo de Ar-
queología y Antropología Universidad Nacional Mayor de San Marcos 2000).
Por su parte, el pequeño y seco valle de Chilca fue poco valorado, pues nada hacía pre-
sagiar que escondía una parte importante de nuestra historia. Solo los ojos curiosos
del antropólogo Aleš Hrdlička se atrevieron a mirarlo, aunque raudamente, desde las
alturas de Huarochirí hasta el mar. En 1910, Hrdlička, como curador del área de an-
tropología física del National Museum en Washington (hoy National Museum of Natural
History del Smithsonian Institution), había sido invitado al Congreso Internacional de
Americanistas en Buenos Aires y Ciudad de México. Por ello, visitó Perú para conocer
las ruinas de Pachacamac y Chan Chan, los dos sitios arqueológicos más importantes
de la costa peruana. En ese breve viaje, conoció más de treinta cementerios prehispá-
nicos y examinó 3400 cráneos para los estudios antropométricos que publicó al año
siguiente (Hrdlička 1911:3; Schultz 1944:307-308).
Entusiasmado por la riqueza cultural peruana,deseó continuar con sus trabajos en esta
parte del continente. En 1913, regresó al Perú, esta vez, para preparar la exhibición
 Figura 02.
Valle bajo de Chilca.
Los humedales de Puerto
Viejo y el cerro Yaya.
LOS DESCUBRIDORES
3
 Figura 01.
Páginas 10 y 11: Mapa
de la cuenca de Chilca
y los ríos y quebradas
aledañas, con ubicación
de los sitios arqueológicos
mencionados.
14 CÁLIDDA
antropológica de la Panama-California Exposition en San Diego (Hrdlička
1914:1; Schultz 1944:308). En los tres meses que duró su segundo viaje,
visitó nuevamente Pachacamac y Chan Chan; pudo reconocer también
cementerios en Ancón, Huaral, Huacho, Ica y Nasca. En esta ocasión,
aprovechó para estudiar la población de las alturas de Huarochirí. En
San Damián,recuperó cráneos de los sitios arqueológicos de Pueblo
Viejo Ulculla y Cinco Cerros (Hrdlička 1914:8-10). Hrdlička sufrió las
penurias de un hombre acomodado que visita la sierra limeña.
Finalmente, conoció Chilca. Visitó un cementerio grande en una
colina y otro más pequeño cerca de esta, a unos cinco kilómetros al
noroeste del pueblo (Hrdlička 1914:22). El primero de estos, más cerca del
pueblo, había sido recientemente saqueado en servicio de “un alto dig-
natario de Lima”. La mayor parte se encontraba todavía intacta. “El
suelo, hasta las partes más profundas excavadas, estaba cubierto
de huesos y telas”.Aunque el sabio no pudo determinar la edad del
cementerio, indicó que los cuerpos estaban en posición flexionada
y mostraban partes blandas, además, que “aún existía un olor con-
siderableenalgunosrestos”.Estasobservacionessugierenunabuena
conservación. Reconoció también que los textiles eran exclusivamente
prehispánicos (Hrdlička 1914:22-23). Por su parte, el cementerio pequeño
del noroeste del pueblo se encontró en un lecho de arroyo poco profundo, que rara vez
tenía agua. Varios de los esqueletos y cráneos que estaban expuestos mostraban signos
de haber sido lavados por una corriente más reciente. Cerca de este cementerio, en la
colina, Hrdlička encontró los restos de un asentamiento (Hrdlička 1914:23).
En aquel momento, él ya era un antropólogo físico reconocido mundialmente. Los
estudios de los esqueletos peruanos, en especial de los cráneos, le revelaron la exis-
tencia de dos razas distintas: la de los braquicéfalos (o de cabeza redondeada), gente
de la costa del tipo Quechua; y la de los dolicocéfalos (o de cabeza alargada), gente de
las montañas del tipo Aymara (Feldman 2016:236; Hrdlička 1914:50, 56–57).
Los esqueletos encontrados en los cementerios del valle bajo de Chilca fueron in-
cluidos en las teorías raciales que Hrdlička venía desarrollando. De un lado, los
cráneos del cementerio pequeño mostraban, como en Pachacamac, la mezcla entre
ambos tipos descritos: costeños y serranos (Hrdlička 1914:23). De otro lado, los restos
del cementerio grande manifestaban una “intrusión en la población costeña de los
habitantes de las montañas de cabeza alargada […] La mayoría de huesos y cráneos
mostraron personas claramente del tipo encontrado en la no tan distante localidad de
Huarochirí”. Además de ello, existía una moderada mezcla de rasgos costeños. Para
Hrdlička, la población enterrada en el cementerio grande era gente de las montañas
(Hrdlička 1914:22). A ojos de investigadores actuales, estos esqueletos pertenecieron a
poblaciones caracterizadas por movimientos e interacciones regionales,más que a ti-
pos raciales amplios y geográficamente aislados (Feldman 2016:236; Guillén 2012:313).
 Figura 04.
Contexto funerario AR01-
CF5-CF7-CF8. Registrado
en el Proyecto de Rescate
Arqueológico Estación de
Red a Clúster Chilca.
 Figura 03.
Cráneo dolicocéfalo de
mujer. Recuperado por
Aleš Hrdlička en Chilca
(Redibujado de Hrdlička
1914: Plates 20 y 22).
15
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
Además de los 4800 o 6000 cráneos peruanos recolectados (Feldman 2016:236; Guillén
2012:312), Hrdlička también recuperó objetos prehispánicos que hoy se guardan en el
National Museum of Natural History. Entre ellos, se encuentran decenas de textiles sin-
gulares que provienen de los cementerios de Chilca. Dichos elementos, a pesar de sus
peculiaridades, no generaron, sin embargo, mayor interés en la comunidad científica
de la época. Chilca fue olvidada en la naciente la Arqueología Peruana.
Pasarían largos años hasta que la cuenca chilcana fuera redescubierta. Esta vez, fue el
antropólogo suizo Frédéric Engel quien, durante la década de 1950, inició sus labores
en Perú como parte de la Embajada de Francia. Posteriormente, el presidente Manuel
Prado Ugarteche lo nombró Tesorero del Patronato Nacional de Arqueología y,tiempo
después,en 1962,primer alcalde del distrito de La Molina.Engel fue también profesor
de la Universidad Nacional Agraria de La Molina y director del Instituto de Arqueo-
logía y Agricultura Precolombina, que fue la base del Centro de Investigaciones de
Zonas Áridas – CIZA, fundado en 1975 (Benfer 2005:2).
Desde que Engel llegó al país, quedó fascinado con la domesticación de plantas y los
procesos que habían generado la agricultura (Engel 1966:15). Por ello, pensaba que la
labor arqueológica era indesligable de otras ciencias, como la biología, la geología o la
hidrología (Benfer 2005:2-4; Engel 1966:15). Con la finalidad de conocer los primeros
métodos agrícolas,escogió las culturas tempranas asentadas en los desiertos de la costa
central,comoenCurayacu,AsiayParacas.Ensusestudios,aplicóloscriteriosdepatrón
de asentamiento y subsistencia, y tomó fechados radiocarbónicos (Benfer 2005:3).
Finalmente,en 1963,investigó el valle de Chilca.Escogió esta cuenca por sus pequeñas
dimensiones, su buena delimitación y su aridez. Estas características podrían ofrecer
una noción extraordinaria de los procesos agrícolas.Debido a ellas,la cuenca no debía
contener muchos sitios arqueológicos, por lo que su estudio no demandaría mucho
tiempo (Engel 1966:16). En esto último, se equivocó.
Sus excavaciones en Tres Ventanas, Chilca 1 y La Paloma, por mencionar algunos
sitios, mostraron una sorprendente variedad de vegetales que fueron cultivados tem-
pranamenteenestepequeñovalle(Benfer1982,1999,2005;Engel1966,1970,1984,1987;
Quilter 1989). Con sus trabajos, Engel descubrió la extraordinaria complejidad de los
primeros habitantes de Chilca. Pudo reconstruir las bases de su alimentación, sus ac-
tividades de subsistencia, sus viviendas; en suma, los aspectos esenciales de su vida.
Pero el marcado interés del antropólogo suizo en Chilca lo llevó también a realizar ex-
tensos recorridos por el valle y las zonas de lomas de los alrededores.Gracias a su visión
amplia, obtuvo un detallado registro de los yacimientos arqueológicos existentes, los
cuales pertenecían a las distintas épocas del desarrollo cultural de la cuenca chilcana.
Engel registró más de quinientos yacimientos (Engel 1966, 1970, 1971a, 1971b, 1984, 1987,
1988). La cuenca, apenas recorrida anteriormente por Aleš Hrdlička, había sido conver-
tidaporEngelysuequipoenunodelosfocosmásimportantesdelacivilizaciónandina.
16 CÁLIDDA
17
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
18 CÁLIDDA
19
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 06.
Planta de sábila del valle
medio.
Chilca es un pequeño valle seco, ubicado a pocos kilómetros al sur de Lima. Como
varias de sus quebradas vecinas, este valle está encajonado por el río Lurín, el cual
capta toda el agua que proviene de la sierra. La aridez del área es una característica
constante en su historia, por lo que está grabada tanto en los mitos y narraciones del
Manuscrito Quechua de Huarochirí, escrito por el año 1608, como en aquellos que
perviven aún en las zonas altas de los alrededores de Santo Domingo de los Olleros.
Esta característica cambia moderadamente con las estaciones y abruptamente con
la aparición circunstancial de los fenómenos El Niño. La humedad existente en di-
chas épocas genera recursos naturales que sustentan, por tramos, variados ecosis-
temas. A la aparición de zonas de lomas por las neblinas del invierno se suman las
corrientes de agua de los eventos más fuertes. Durante estos periodos anómalos,
la cuenca se carga, su franja fértil se ensancha y los humedales de su desemboca-
dura aumentan notoriamente su volumen. Así se rompe la aspereza del desierto.
Los pobladores de Chilca han aprovechado estas vicisitudes. Han excavado pozos
de agua para generar parcelas cultivables y han creado las famosas hoyadas en los
humedales costeños. Con ello, han transformado ambientes puntuales en zonas pro-
ductivas. Mientras que en la costa siembran diversos cultivos, extraen junco y totora
para cestería, recolectan sal y obtienen recursos del mar; en las zonas medias y altas
cultivan, crían animales y explotan las fuentes de arcilla para producir cerámica.
Sin embargo, estos bienes no son usufructuados solo para sí mismos. La presencia de
ambientes verdes pero discontinuos en Chilca ha propiciado la movilidad poblacional
y, con ella, el pastoreo, la arriería y, finalmente, el comercio. Hoy, en invierno, se pue-
den observar familias de pastores de cabras, ovejas y vacas que usan estos entornos
apacibles como estaciones. Hasta hace unos años, los arrieros, con sus caballos y mu-
las, transportaban sus mercancías entre las alturas y el mar. En el pasado distante, lo
hacían en caravanas de llamas y alpacas.En este capítulo,ahondaremos en los detalles
que convirtieron este valle agreste en uno particular y productivo, y a su gente, en una
población móvil.
CHILCA: PAISAJE, ECOLOGÍA Y CULTURA
4
 Figura 05.
Páginas 16 y 17: Pelícanos
en vuelo por el mar de
Chilca. Fotografía de
María Fernanda
del Carpio.
20 CÁLIDDA
 Figura 07.
Pequeña quebrada seca
con plantas de siempreviva
(Tillandsia werdermannii).
Quizás por ubicarse tan solo a 63 kilómetros al sur de Lima, las características pro-
pias de Chilca, como su tradición culinaria, su producción frutícola y la fabricación
de sus finos productos de cestería no son del todo percibidas. Sin embargo, este fue
y es un lugar singular.
El valle de Chilca es reducido. Cubre una distancia de sesenta kilómetros desde su
origen,en las partes altas de Huarochirí,hasta el mar.Ocupa un poco menos de ocho-
cientos kilómetros cuadrados de los distritos de Chilca, Santo Domingo de los Olleros
y Mariatana. Limita por el este con la provincia de Huarochirí; por el norte, con la
quebrada Cruz de Huesos o Chamaure; por el sur, con los cerros que lo separan del río
Mala; y por el oeste, con el océano Pacífico.
Al igual que las quebradas norteñas vecinas: Cruz de Hueso o Chamaure, Malanche,
Lúcumo, Pucará y Río Seco o Manzano, Chilca tampoco alcanza las partes más altas
de la cordillera, ubicadas por encima de los 3600 metros sobre el nivel del mar. Así
como ellas, Chilca se encuentra encajonada por el cauce curvo del río Lurín. Este río
se origina en el pueblo de San Lázaro de Escomarca, cerca de la vertiente del río Mala,
y muestra una inflexión en el pueblo de Santa Rosa de Chontay, que lo dirige hacia su
desembocadura en el Pacífico.
Las consecuencias de este hecho no son pocas. En primer lugar, las cuencas limitadas
al este por el río Lurín no reciben aguas de las lluvias de la puna,tampoco de deshielos
de nevados ni de desagües de lagunas,por lo que son secas.En sentido inverso,el valle
de Lurín recibe aguas de las sierras más alta y su río tiene carga todo el año. En se-
gundo lugar,por la falta de agua en estas cuencas y sus características morfológicas se
 ir al índice
21
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
generan corredores y espacios que acercan sus partes altas a las del Lurín. Por poner
un ejemplo: de Santo Domingo de los Olleros, en la cabecera de Chilca, a Santa Cruz
de Lanchi, en la cuenca del Lurín, hay solo trece kilómetros; y de allí a San José de los
Chorrillos hay menos tres.
Lascaracterísticasmencionadasconviertenestaáreaenunaunidadgeográfica,desde
el río Mala hasta el río Lurín, por cuyo curso superior se pueden alcanzar fácilmente
las quebradas Cruz de Hueso, Malanche, Lúcumo, Pucará, Río Seco, Chilca y otras.
Luego, es posible transitar por ellas, valle abajo, hasta el litoral. Aunque estas cuencas
carecen de agua, se pueden hallar zonas de lomas en su recorrido. Estas, si bien son
de carácter estacional, generan ecosistemas y biomasa aprovechables. La costa tam-
bién es transitable a través de un desierto relativamente plano, pero sin agua. Entre el
litoral de Chilca y el río de Lurín existe un trecho de unos cuarenta kilómetros.Gracias
a las vías actuales de comunicación, se puede recorrer el valle de Lurín hasta la altura
de San José de los Chorrillos y bajar por Santo Domingo de los Olleros hasta Chilca; y
de allí hasta Lurín por la carretera Panamericana.
Una cuenca árida
Internamente, el valle de Chilca se subdivide en tres quebradas mayores: Cuculí y Cu-
cayacu, ubicadas en la margen derecha e izquierda del valle alto, respectivamente; y el
río Chilca, que nace de la unión de ambas a la altura del poblado Casa Rosada, y que
desemboca en el Océano Pacífico (ONERN 1976 Vol. 1:25). Estas quebradas tienen, a su
vez, otras subsidiarias. De ellas, la más importante es la de Calahuaya, que aporta, du-
rante las lluvias,la mayor parte del reducido volumen de agua a la cuenca (ANA 2015:5).
El valle alto de Chilca, ubicado entre los 2000 y 3600 metros sobre el nivel del mar, es
la franja más lluviosa. Los pastos naturales que crecen en él sostienen perdices, viz-
cachas, venados y palomas, además de animales de pastoreo, especialmente, cabras.
Sin embargo, por las características ya mencionadas, no existen nevados ni lagunas
que contribuyan con corrientes de agua que recorran el valle más allá de la zona donde
llueve (ONERN 1976 Vol. 1:34). Estos recursos son insuficientes para cultivar extensas
zonas agrícolas, pues, a pesar de algunas lluvias presentes entre enero y marzo, hay
años que son completamente secos.
Por debajo de los dos mil metros sobre el nivel del mar, se inicia el valle medio. A
esta altura, se unen las quebradas Cuculí y Cucayacu, y la cuenca se vuelve árida.
Esta parte está delimitada por cerros y contrafuertes estériles que la confinan por
veinte kilómetros, hasta ensancharse a siete kilómetros del litoral. Aquí proliferan las
tillandsias y se cultivan tunas con agua extraída de pozos (Engel 1966:18-24).
El valle bajo recorre siete kilómetros hasta la línea de playa. Tiene, además, doce kiló-
metros de ancho, ocupados parcialmente por el humedal de Puerto Viejo, y surcados
por las quebradas Chilca 1, al lado sur; y Chilca 2, al lado norte.
22 CÁLIDDA
En la extensa llanura del valle bajo, se ubica el pueblo de Chilca, que pertenece al dis-
trito del mismo nombre,el más norteño de la provincia de Cañete.El área es desértica
y calurosa, pues no existen aguas de la cuenca que lleguen al mar. Está divida en dos
zonas separadas por los cerros Yaya y Honda, y el poblado de Las Salinas. Esta llanura
tiene zonas cubiertas con limo de acarreo aluvial y una napa freática elevada, por lo
que se cubre de vegetación. En esta parte del valle, se produce la mayor variedad de
cultivos, tales como higos, olivos y granadas (Ministerio de Agricultura 2005:7). Ape-
nas separadas de la zona agrícola, se ubican las playas Ñave, Chilca y Yaya.
Una historia seca
"Desde antes hemos escuchado que Pariacaca había sido un apu, apu de las aguas. él vivía siem-
pre enamorado de la princesa Chayculla, el cerro más alto que está al fondo, ese es Chayculla.
Bueno, la princesa Chayculla no lo aceptó, porque Pariacaca era un hombre muy especial, tenía
mucho poder, pero como tenía demasiado poder el hombre se vestía demasiado simple, pobre,
que cualquiera veía diría que es un mendigo y a él le encantaba desempeñar el papel de men-
digo; y, a la princesa Chayculla le ofreció agua a cambio de su amor, le llevó en un cantarito y
resulta que no lo recibió, no lo aceptó ni tampoco lo recibió. así, Pariacaca se fue caminando,
se fue donde otra princesa, Wichuca de Santo Domingo de los Olleros; tampoco aceptó la prin-
cesa Wichuca, pues las chicas eran simpáticas, altas, guapas y él todo andrajoso. así el hombre,
triste, cabizbajo, fracasado en el amor retornaba y se encuentra en el trayecto con una mujer,
con una doncella que estaba tejiendo su manta, era Cavillaca; era la princesa, era la ñusta de
familia noble. entonces él (Pariacaca) le ofrece su amor, le dijo que no, y como Pariacaca tenía
poder la engaña: Cavillaca, al árbol tenía que poner así como un estacón grande y ese estacón
era una fruta que se llamaba lúcuma, y ella trabajando hace fuerza y cae una lúcuma, madurita
estaba y ella se la comió y según cuenta la leyenda, allí estuvo Pariacaca, le engendró un hijo y ya
transcurrido los nueve meses, esta ñusta preocupada (por saber) quién podía ser el padre, si ella
nunca tuvo ningún enamorado y menos iba a tener relación,de donde va a nacer esa criatura; así
llamó a todos los brujos para saber cómo podía hacer y los brujos daban la conclusión que es de
un dios y le aconsejan que llame a todos los dioses y sabrá cuál de ellos es.la criatura tendría seis
o siete meses, ya gateaba, entonces llama a todos los dioses, esta chica se arregló bien, ya toda
simpaticona estuvo y todos querían estar con ella y todos llamaban al bebe “ven, ven a mí, a mí”
y (el bebe) iba a uno y nada que ver, iba al otro y nada que ver y así hasta el final y el último era el
andrajoso que estaba hasta las patas y ahí se levanta el bebe y se abraza de Pariacaca. Y Cavillaca
dice: ¡no! Yo estoy de acuerdo con cualquiera menos con él, no, no puede ser”. coge al hijo y se va
despavorida,caminosinrumbo,ylosdemásdiosesleincrepanaPariacaca“oye,como
haces esas cosas, al menos nosotros estamos aptos, pero ¿tú? al menos preséntate
mejor, al menos para que te acepten”. Y en esas discusiones que estaba, así conforme
has hecho el hijo, ahora tienes que responder; entonces, Pariacaca se anima y va al
alcance, en el trayecto se encuentra con varios animales: encuentra a una serpiente
que estaba bien paradita así tipo cobra y le dice: “tú lo has visto a una mujer con un
niño en el brazo” —“no, no lo he visto, pero si acaso ha estado pasando por acá no lo
he visto”—“pues te maldigo,a partir de ahora te arrastrarás por el suelo”,le dice y por
eso dice que la culebra se arrastra; sigue su trayecto, se encuentra con el zorro: “señor
23
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 08.
Corriente esporádica del
río Chilca, recientemente
desecada.
zorro le dice,tú has visto a una mujer con un hijo en el brazo”—“si”le dice –“muy bien,a qué dis-
tancia están?”—“¿distancia? no,la mujer se regresó”—“mentiroso,si el rastro da para abajo,por
qué dices que se regresó?” y se ríe el zorro,“te maldigo, a partir de hoy día, tu vivirás perseguido
por los hombres,para alimentarte tendrás que robar,y por ese robo serás destinado a la muerte”
por eso que el zorro tiene que vivir a escondidas y tiene que robar para alimentarse. Y sigue así
su ruta, se encuentra una palomita, y a la palomita le dice “¿has visto una mujer con un niño?”
—“lleva distancia” le dice, —“¿podría alcanzarla?” —“sí, le dice, si usted acelera alcanza” —“te
bendigo palomita, a partir de hoy día tu vivirás feliz y tu trinar será lindo en el amanecer y serás
fielparatuparejaytuparejaseráfielparati”,lediosubendiciónycontinúo,yasícuandoelve,ya
llegandoaPachacamac,llegandoaLurín,alolejosvealamujer,Pariacacavaalalcanceylamujer
¿quéhace?ParanocaerenmanosdePariacacasearrojaalmar,losdosconelbebe,alarrojarseen
el mar, queda convertida en una isla y la hija en la otra isla más pequeñita, frente a Pachacamac
(ruinas) y en Lurín hoy sale el agua, el agua que llevaba Pariacaca, un canal encantado, hay agua.
Y cuentan los antiguos que ahí está la planta de la palla, la pakepuna, el ichu, todo eso existe
allí y sale cantidad de agua que se va al mar, en Lurín y no es en Chilca. luego Pariacaca regresó,
nunca más pretendió a ninguna princesa ni a nadie y se fue a ocultarse a la cordillera, como era
el dios de las aguas, ahí quedó. Por eso hay esperanza de que un día vaya a salir; entonces, será
otra historia diferente, la segunda venida de Pariacaca, Cuniraya Pariacaca" (Mito de Pariacaca
narrado por Arnaldo Tello Macavilca, de Huarochirí. Gutiérrez 2007).
24 CÁLIDDA
 Figura 09.
Quebrada Cucayacu del
valle medio de Chilca.
La aridez del valle de Chilca, la irregularidad de sus corrientes y la necesidad de
ampliación de su frontera agrícola han sido registradas históricamente. El carác-
ter desértico de la cuenca ha quedado atestiguado en las crónicas de los siglos XVI
y XVII (Cieza 1995[1553]:215; Cobo 1804[1653]:205; Garcilaso 1919[1609]:63; Lizárraga
2002[1605]:130), las descripciones geográficas y apreciaciones de los viajeros de los
siglos XVIII y XIX (Alcedo 1786:506; Cerdán 1828:8; Tschudi 1847:228-229), y aun en
las incursiones a Lima durante la guerra civil de 1865 (Anónimo 1866:7) o la Guerra del
Pacífico (Academia Chilena de la Historia 1979:886). La necesidad de obtener mayores
suelos irrigados se hizo evidente en los estudios de la cuenca durante el siglo pasado,
en los años 1913, 1936 y 1953 (Ministerio de Agricultura 1981:266-267,271). El objetivo
de tales estudios era el trasvase parcial de aguas de los ríos Mala o Lurín hacia Chilca.
Finalmente, en 2011, se construyó el canal de riego Julio C. Tello, que trasvasa los exce-
dentes del río Canchahuara hasta la quebrada de Calahuaya, en Chilca (ANA 2015:24).
Esta escasez de las aguas superficiales del valle fue y es compensada con la presencia
de aguas subterráneas. Estas son aprovechadas mediante la perforación de pozos
en distintos sectores y la generación de islas de cultivo (Alcedo 1786:506; ANA 2015:7;
Engel 1966:22-24; Villar Córdova 1935:33).
Pero la historia hidrológica del valle de Chilca cambia drásticamente en algunas tem-
poradas con la ocurrencia del fenómeno El Niño.Las consecuencias de este evento son
conocidas: las quebradas secas se activan de manera desproporcionada, las piedras y
el lodo de los aluviones arrastran todo a su paso, los pueblos y las tierras de cultivo se
25
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 10.
Superficies de limo
craqueladas, producidas
por las corrientes de El
Niño Costero de 2017.
inundan por las intensas lluvias.Así quedó registrado en 1983 y 1998,cuando se vieron
afectadas las bases de la carretera Panamericana y el área periférica de Chilca.
Si bien este fenómeno es global y, en nuestro país, afecta principalmente a la costa
norte, recientemente se ha descubierto un fenómeno de efectos similares, pero más
focalizado, llamado Niño Costero. El Niño Costero se produce por el calentamiento
anómalo del mar cerca de la costa. Al igual que el evento ya conocido, incrementa
las lluvias y desplaza los vientos alisios hacia el sur. Este hecho implica que las zonas
afectadas pasen de un clima árido subtropical a uno tropical y húmedo, lo que causa
aluviones e inundaciones en áreas no adaptadas a ellos (Takahashi 2017:5-6).
El Niño Costero es también muy destructivo. Su poder fue demostrado entre enero y
marzo de 2017, cuando causó estragos en las costas de Ecuador, Chile y Perú, y afectó
intensamente las regiones de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash y
Lima. El 6 de febrero, alcanzó la cuenca de Chilca. El río se desbordó; las piedras y
lodo que trajo alteraron varias viviendas en Pucusana. Las cuencas secas al norte de
Chilca también se activaron. El 15 de marzo, el lodo del aluvión en la quebrada de
Pampa Pacta, en San Bartolo, arrastró vehículos, animales y personas. Lo mismo ocu-
rrió en la quebrada de Malanche, a la altura del balneario de Punta Hermosa (Diario
El Comercio, 16 de marzo de 2017).
Este no fue un evento aislado. El padre Pedro Villar Córdova, estudioso del pasado de
Lima, había ya descrito las fuertes lluvias de la siguiente manera:
Entre los diversos tipos de lluvias que se forman en la región de la sierra, se ofrece
uno, que por largos períodos de ausencia de 10 a 20 años y a veces en plazo más cor-
to, se produce en la ceja de costa, y es de funestas consecuencias por las avalanchas
que provoca. La repentina caída de estos chubascos produce el desmoronamiento
de grandes cantidades de tierra y arcilla, a las que los agentes atmosféricos hicie-
ron porosas y quebradizas, y que, convertidos en barro por su mezcla con el agua
de la lluvia, bajan despeñándose como aludes al fondo de los barrancos. Aquí se
encuentra con riachuelos, los rechaza y va corriendo a la deriva, derribando árboles
y cubriendo las casas y los campos con el grueso sedimento de material sólido que
arrastran sus aguas (Villar Córdova 1935:35-36).
También Frédéric Engel se había referido a los depósitos de limo de la sección baja
de Chilca, que eran producidos por las violentas avenidas temporales. Él había visto
el barro entrando a la playa frente al sitio arqueológico de Bandurria, en la margen
norte del valle (Engel 1987:197).
Quizás, debido a este abrupto vaivén entre tiempos secos y súbitas lluvias destruc-
tivas, varios mitos, posiblemente de origen huarochirano, tienen como elemento
central el agua. El primero de ellos, trascrito al inicio de este subcapítulo (Gutiérrez
26 CÁLIDDA
 Figura 11.
Mapa del valle alto de
Chilca y las cuencas
aledañas. Ubicación de los
apus Pariacaca y Wichuca.
2007),trata,en parte,de la negativa de la princesa Wichuca1
,de Santo Domingo de los
Olleros,a recibir los afectos del dios de las aguas,Pariacaca.El dios,entonces,se va en
pos de la princesa Cavillaca, de Lurín. El mito continúa de manera similar al de Cuni-
raya Huiracocha en el ManuscritoQuechuadeHuarochirí(Taylor 1987:53-73), aunque con
Pariacaca como protagonista, y no con Huiracocha. El dios persigue a Cavillaca y su
bebé; los ve lanzarse al mar y convertirse en islas. En su persecución, lleva el agua que
termina por irrigar la cuenca de Lurín, en vez de la de Chilca.
Un mito similar del folklore ollerano refiere que Pariacaca, enamorado de Wichuca, le
envió un cántaro con agua de los deshielos de su nevado. Ella, molesta, lo arrojó. El
cántaro rebotó en Buena Vista,Lurín,por lo que allí hay una laguna y crece abundante
vegetación. Como escarmiento, el dios lanzó una lluvia de rocas a los dominios de
Wichuca, que destruyó pueblos, manantiales y chacras. El pueblo principal desapa-
reció y los habitantes tuvieron que refugiarse cerca de los pequeños manantiales que
quedan hoy, como Olleros, Matará, Chatacancha, Calahuaya, Mariatana, Huallanchi,
Comalipa, Cuculí, Pampilla, Llaka Llaka y otros (Pumayauli 2008, citado en Munici-
palidad distrital de Santo Domingo de los Olleros).
Otros mitos semejantes pueden aún escucharse entre los pobladores del lugar (Arroyo
2007:154-155). Estos también tienen como protagonistas a Wichuca y Pariacaca. En
ellos, el rechazo de Wichuca ofende al dios, quien decide amar a otra mujer y llevar
sus aguas hacia ella y, a su vez, destruir los dominios de la mujer esquiva. Estos mitos
explican por qué el río Lurín lleva agua y revelan la causa de la aridez del valle de
Chilca, pero también la existencia de algunos puquiales.
1
Wichuca o La Vichuca es el nombre de la montaña más alta del distrito de Santo Domingo de los Olle-
ros, en la cabecera de la cuenca chilcana. Es considerada sagrada por los olleranos (Arroyo 2008:107).
27
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 12.
Humedales de Puerto
Viejo. En el extremo
izquierdo de la foto, se
observa la extracción
artesanal de totora.
Los humedales
La dureza de la cuenca chilcana obliga a preguntarse por aquellas características que,
además del uso discontinuo de las aguas del subsuelo o de las ocasionales avenidas,
hicieron habitable este valle. Estos otros rasgos permitieron también la aparición de
medioambientes complejos y la conversión de terrenos en suelos cultivables.
Entre estos rasgos, están sus humedales. Estos se forman porque las aguas de las
lluvias de las partes altas penetran el subsuelo y afloran en el valle bajo, con lo cual
se genera un ecosistema viable. En la llanura aluvial de Chilca, existen dos áreas de
humedales. La primera de ellas forma parte de su cono de deyección. Está delimita-
da por los cerros de Pucusana, al norte; y Yaya y Honda, al sur. El segundo humedal
es el de Puerto Viejo, que está bañado actualmente por las aguas derivadas del río
Mala, pero cuya formación geológica se relaciona con la cuenca de Chilca. Ambas
zonas son, en realidad, parte de un mismo proceso, pues se encuentran conectadas
por remanentes desecados al este del cerro Yaya y al sur del pueblo de Las Salinas.
La superficie de los humedales es ondulada por naturaleza,pues está compuesta por
una planicie de depósitos marinos y eólicos que forman dunas (Moschella 2012:76).
Esta particularidad permite que el agua del subsuelo aflore en los niveles más pro-
fundos y cree pequeñas lagunas y superficies húmedas. Las lagunas aumentan su
volumen en los años lluviosos (Engel 1987:43,197), como durante el Niño Costero de
2017. Su aparición genera los hábitats ideales para albergar gramas saladas, juncos,
28 CÁLIDDA
 Figura 13.
Falaropos de Wilson en la
laguna La Encantada de
Las Salinas.
totoras, jacintos de agua, garzas, patos, aguiluchos, huerequeques, ratones orejo-
nes y zorros costeños, entre otras plantas y animales.
En este ecosistema tan especial y característico de Chilca, se observan las famosas
hoyadas2
prehispánicas. Los estudios estratigráficos del área indicaron que, sobre
el nivel de aguas del subsuelo, existe una capa de arena y fango de unos treinta
centímetros de espesor. Sobre esta capa hay unos quince centímetros de arena y
conchas, y luego, un depósito de arena eólica y raíces del suelo cultivado, de más de
un metro de espesor. Estos estratos se intercalan con capas de limo y sedimentos de
las avenidas y crecidas esporádicas, lo cual crea suelos fértiles (Engel 1987:43; Knapp
1979, 1982, 1987; Ojeda 1982; Parsons y Psuty 1981:54).
El aprovechamiento de las hoyadas es una de las particularidades de Chilca, por
lo que las actividades desarrolladas en ellas han merecido amplio reconocimiento.
El área es usada con fines agrícolas. En ella se siembran higos, granadas, dátiles,
vid y olivos. También se realizan actividades de pastoreo de ganado vacuno y ca-
prino y, al menos hasta fines de la década de 1950, se produjo leche (Engel 1966:67).
Pero es conocida especialmente por la extracción de junco y totora con los que se
confeccionan canastas, petates, esteras y, hasta hace poco, escobas (Engel 1966:66)
y materiales para los techos de las casas del lugar (Markham 2014[1856]:22). En el
pasado reciente, fueron famosos los sombreros y cigarreras producidos con la ma-
teria prima de los humedales chilcanos (Córdova y Urrutia 1992[1839] Tomo II:106;
Markham 2014[1856]:22; Tschudi 1847:229).
Otros rasgos importantes de este medioambiente son las populares lagunas La
Mellicera, La Encantada y La Milagrosa, ubicadas en el pueblo de Las Salinas, al
sur de Chilca. Estas lagunas son, quizás, los elementos más representativos para
la población local y foránea, que toma baños medicinales en sus aguas durante el
verano (Cheesman 1912:131; ONERN 1976 vol. 1:237). Al menos hasta el siglo XVIII,
en las lagunas se pescaban lizas (Flores Galindo 1981:162).
La alta salinidad de las lagunas fue un factor determinante para su explota-
ción. La extracción de sal ha quedado registrada en las primeras crónicas (Cobo
1804[1653]:206,208; Lizárraga 2002[1605]:130). Este producto era tan abundante que
se transportaba a muchas partes, “pero no tienen facultad para extraherla de allí
otros mas que los Indios de aquel Pueblo, y son estos los que se ocupan en condu-
cirla á los demás parages donde se necesita” (Ulloa 1772:283-284). Esta sal llegaba a
2
Las hoyadas, chacras hundidas o mahamaes son resultado de la adaptación y transformación de los hume-
dales para convertirlos en terrenos aptos para el cultivo. Muchos investigadores opinan que esta trans-
formación se debe a la excavación de los suelos para alcanzar la napa freática (Cobo 1804[1653]:205; Engel
1987:198, 1988:12; Ojeda 1982; Parsons y Psuty 1981:51; Soldi 1982). Sin embargo, esta idea ha sido criticada
por Gregory Knapp. Él considera que la hoyas no son producto de excavaciones, sino de la creación de
cercos y del aprovechamiento de las inundaciones esporádicas del valle (Knapp 1979,1982,1987).Este uso
de las avenidas de agua y su consecuente canalización ha sido también mencionado por Engel (1988:13).
29
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
30 CÁLIDDA
 Figura 14. Huerequeque
descansando entre las
rocas.
Lima (Cosme Bueno 1764) y a las poblaciones serranas limítrofes de Cañete, Yauyos
y Huarochirí (Cheesman 1912:133; Flores Galindo 1981:162).
Finalmente, este ecosistema húmedo, tan provechoso para los habitantes de Chilca,
se encuentra muy cerca de un rico mar del que se extrae anchoveta, corvina, cabri-
lla, lenguado y mariscos (Cheesman 1912:133). Aún hacia mediados del siglo XX,
en este mar, se pescaba con caballitos de totora fabricados en los humedales (Buse
1977:290; Engel 1966:64).
Las lomas
Los humedales del cauce bajo no son los únicos lugares naturales de los alrededo-
res con entornos ricos en vida. Chilca y las quebradas vecinas también presentan
ecosistemas de lomas que, aunque frágiles, permiten la subsistencia de plantas
durante las épocas de invierno.
La formación de lomas se debe a que la temperatura del mar se calienta bajo la acción
solar; el agua se evapora, se condensa y forma neblinas que alcanzan los mil metros
de altitud. En invierno, de junio a octubre, los vientos empujan las nubes hacia el este,
pero la cordillera de los Andes las detiene, por lo cual se transforman en garuas. La
alta humedad genera vegetación efímera y periódica, distribuida en zonas que son
llamadas lomas (Ferreyra 1986). El encuentro de elementos, como la abundante ve-
getación y los terrenos rocosos e inclinados, permite una mayor condensación de las
neblinas y, por lo tanto, mayor humedad puntual que crea, a su vez, más vegetación.
Parte de la flora que crece en las lomas es endémica, aunque también hay especies co-
munes, como amancay, papas silvestres, valerianas y tabaco cimarrón. Esta permite
la presencia de venados, zorros y variedades de aves e insectos.
En los alrededores de Chilca, Engel registró varias áreas de lomas que él prefirió
llamar oasis de neblina. Estas ocupan las secciones medias y bajas de la cuenca, y
suman un total de setenta kilómetros cuadrados (Engel 1971b:41). Las lomas estu-
diadas por Engel fueron La Paloma, Víbora, Portillo, Moya, Sorpresa, Huarangal,
Jaboncillo, Camotillo, Los Cardos, La Lomada, Cerro Brujo y Dos Rayos (Engel
1984:11, 1987:183,197). La más importante de todas es La Paloma, que separa el norte
de Chilca de la quebrada Cruz de Hueso, pues ella fue investigada en profundidad,
tanto en términos culturales como ecológicos (Benfer 1982, 1999; Quilter 1989; Sán-
chez y Velásquez 1982; Torres y López 1982).
Además de las lomas del valle, existen otras, localizadas en los cauces secos entre
Lurín y Chilca, tales como Malanche, Lúcumo, Pucará y Cruz de Hueso, que han
sido estudiadas desde el punto de vista arqueológico y etnohistórico (Bautista 2007;
Engel 1987; Jiménez 2009; Kalicki 2014; Kalicki et al. 2014; Makowski 2002; Mujica
1997). Mientras los estudios arqueológicos de estas lomas anuncian una ocupación
humana permanente en los yacimientos registrados (Bautista 2007; Makowski
31
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 15. Siempreviva.
 Figura 16.
Quebrada seca de
Malanche, ubicada al
norte de Chilca.
2002; Mujica 1997), las referencias etnohistóricas y etnográficas indican un uso
estacional o temporal, como coto de caza, lugar de tala de árboles (Canziani y Mu-
jica 1997:505; Rostworowski 2005:41) o área de pastoreo de ganado vacuno, ovino y
caprino (Engel 1987:192). La importancia de las lomas como lugar de pastoreo ha
quedado firmemente atestiguada en un documento fechado en junio de 1795. En él,
Juan Evangelista Chuquimanco Dávila, cacique gobernador de Nuestra Señora de
la Asunción de Chilca y de San Pedro de Mala, pidió al virrey Francisco de Gil Ta-
boada y Lemos la anulación de arrendamiento de las lomas de Chutana, Lucicasgo y
otras que habían sido puestas en beneficio de los pueblos de Santo Domingo de los
Olleros y San Cristóbal de Chatacancha de Huarochirí. Dichas lomas eran el único
lugar posible para que los indios de su gobernación alimentasen a su ganado (AGN
Documento PE/15/AGN/GO/BI/BI1/GO_BI_BI1_045,592).
Hoy en día, durante el invierno, es posible ver familias ganaderas que ocupan las lo-
mas entre Lurín y Chilca. Estas familias vienen de Santo Domingo de los Olleros y se
instalan por meses en las zonas húmedas, aprovechándolas como pasturas para sus
animales; principalmente, cabras, pero también, ovejas y vacas. Finalmente, venden
sus productos en las partes bajas: leche, queso y sus animales (Bautista 2007:158;
Makowski 2002:164; Mujica 1997:213). En su trayecto, reutilizan la arquitectura pre-
hispánica para construir viviendas precarias y corrales (Mujica 1997:213-214).
32 CÁLIDDA
 Figura 17.
Mapa de los valles de
Chilca y Mala, y algunos
caminos transversales
que los interconectaban;
según las indicaciones
de Francisco Cheesman y
dibujo de Camilo Vallejos
(Tomado de Cheesman
1912:136).
La actividad ganadera de los olleranos no es excluyente; algunas familias del lugar
son reconocidas por su producción alfarera (Cárdenas 1994; Miasta 1986; Quiroz
1981; Ramón 1999, 2016). El uso de las lomas en la temporada de invierno les resulta
beneficioso pues, el final de las lluvias en las alturas, marca su migración ganadera
a las partes bajas (Ramón 1999:218). Esta comunidad alfarera distribuye sus produc-
tos en las localidades vecinas de altura; aunque algunos registros indican que antes
pudieron distribuirlos también en la costa de Chilca, Mala, Lurín y Lima, y que se
hallaban grupos alfareros en otras zonas aledañas, como San Pedro de Huallanche,
Piedra Grande y Llaka Llaka (Cárdenas 1994:188; Engel 1971a; Ramón 1999:237).
33
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
 Figura 18.
Un triciclo cargado de
caña de maíz recorre una
calle central del pueblo de
Chilca.
Los caminos
Algunas de las rutas de tránsito de los comerciantes alfareros y pastores entre San-
to Domingo de los Olleros y las zonas bajas vecinas se han logrado reconocer. Dos
de ellas recorren la quebrada de Tinajas y las lomas de Lúcumo hacia Lurín (Oré
2012:69), y una baja por la quebrada Cruz de Hueso (Bautista 2007:159). Tal como
ocurre en la actualidad, “es altamente probable que un movimiento análogo se rea-
lizara con los rebaños de camélidos aprovechando de manera alterna los pastos de
altura y los pastos de loma” (Makowski 2002:164).
Las lomas, por lo tanto, son y debieron ser estupendas estaciones en los trayectos
entre la costa y la sierra y los recorridos entre cuencas, además de lugares de ocu-
pación permanente. En el invierno, ante la escasez de pastos en las planicies, los
camélidos: llamas y alpacas, eran llevados a pastar a las áreas de lomas, como se
hace todavía con cabras, ovejas, caballos y vacas (Rostworowski 2005:53-55).
Este tipo de tránsito debió ocurrir por todas las quebradas existentes que unen la
sierra de Huarochirí con la costa, incluyendo Chilca. Además de estas rutas, pudie-
ron existir otras menores que aprovecharan los accidentes naturales que facilitaban
la circulación. Así, pudieron recorrerse transversalmente las quebradas menciona-
das, hasta alcanzar las áreas de lomas más benignas. Antonio Raimondi, en su viaje
por Cañete, Yauyos y Huarochirí de 1862, menciona “un gran camino” transversal
en el valle medio de Mala que, desde la zona de Huarangal y Aymará, “atraviesa
la quebrada y se dirige directamente a Chilca” (Raimondi 1896:379). Este camino
parece ser uno de los que el padre Francisco Cheesman presentó en un mapa de los
distritos de Chilca y Mala en 1912, junto a otros caminos transversales entre la cuen-
ca de Mala y Chilca (Cheesman 1912:136). Además de estos caminos, dicho mapa
muestra el trayecto de la costa que cruza el desierto árido entre valle y valle. Este
camino completa el panorama de rutas que existen hoy en el área, algunas de las
cuales debieron también ser útiles en el pasado.
Chilca es, en resumen, un valle estrecho y árido, inserto en un sistema de pequeñas
cuencas secas cuyas partes altas limitan con el río Lurín. Este último recibe el agua
de los deshielos y hace que el resto del sistema no la tenga.
Sin embargo, el clima estacional, por un lado, y los fenómenos El Niño y El Niño
Costero, por el otro, generan ambientes ocasionales diferentes. Las lomas inter-
mitentes y las inundaciones que aumentan el nivel de las aguas del subsuelo crean
zonas húmedas cerca del litoral. Los recursos inherentes a ellas han sido sabiamen-
te aprovechados por los grupos humanos que habitan y habitaron Chilca. Estos
lugares fueron convertidos en residencia permanente o en verdaderas estaciones
de paso entre las quebradas secas que unieron el valle alto y bajo de Chilca y las
cuencas y ríos aledaños.
34 CÁLIDDA
35
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
36 CÁLIDDA
37
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
Cierto es cosa notable y nunca vista, que en tierra donde ni llueve ni cae sino algún
pequeño rocío, puedan gentes bivir a su placer (Pedro Cieza de León 1995[1553]:216).
El siguiente capítulo es un compendio de los eventos que ocurrieron en Chilca antes
de la conquista española. Aunque han sido pocos los arqueólogos que estudiaron el
área, los prolongados trabajos de Frédéric Engel demuestran que los antiguos pobla-
dores del valle aprovecharon todas sus peculiaridades. En esta historia, se comparan
las evidencias prehispánicas de Chilca con las de los valles cercanos, se mencionan los
fechados radiocarbónicos tomados por los investigadores, se exponen algunos de los
debates arqueológicos generados y se insertan en la discusión los mitos y narraciones
del Manuscrito Quechua de Huarochirí.
Los primeros cronistas europeos que describieron el valle de Chilca en los siglos XVI y
XVII se preguntaban por el sustento de la población que habitaba un territorio árido.
Sus dudas fueron despejadas cuando observaron los procesos de producción agrícola
en las hoyadas del valle bajo. La conversión de los humedales naturales en terreno
fértil causó la admiración de los foráneos. En las hoyadas, los nativos sembraban,
entre otros alimentos, abundante maíz, cuyos granos no crecerían “si con cada uno
no echassen una a dos cabezas de sardina de las que toman con sus redes en la mar, y
assí al sembrar las ponen y juntan con el mayz en el propio hoyo que hazen para echar
los granos: y desta manera nasce y se da en abundancia” (Cieza 1995[1553]:216). Gra-
cias a este método ingenioso, los antiguos chilcanos “no sabían que cosa era carestía”
(Garcilaso 1919[1609]:63).
Los cronistas europeos habían sido testigos directos de la creatividad de los poblado-
res locales; quienes,gracias a un profundo y antiguo conocimiento de su entorno geo-
gráfico, se habían asentado en el valle y habían alcanzado un importante desarrollo.
Los antiguos habitantes habían logrado adaptarse a los vaivenes de la estacionalidad
en las zonas de lomas, a las intermitentes avenidas de agua de su estrecho valle y al
uso perspicaz del agua subterránea. El dominio de los distintos paisajes, de lo cual
quedan centenares de evidencias, se había iniciado once mil años antes del contacto
con el mundo hispano.
5
CHILCA PREHISPÁNICA
 Figura 20.
Mapa de los yacimientos
del valle de Chilca
mencionados en el texto.
 Figura 19.
Páginas 34 y 35: Yacimiento
de Bandurria, ubicado en
el valle bajo.
38 CÁLIDDA
Los primeros habitantes
Los pequeños grupos de cazadores y recolectores que ocuparon Chilca aprovechaban
los escasos recursos de agua existentes en el valle. Sus restos más antiguos se han
hallado en varias cuevas de las zonas altas,pero también en pequeñas aldeas ubicadas
en las lomas cercanas al litoral.
Las primeras comunidades fueron móviles, pues avanzaban buscando recursos, apo-
yadas en los cambios de estación. Sus casas eran pequeñas, circulares u ovales, y esta-
ban construidas con estacas de palos cubiertas de carrizo o ichu. En ellas enterraban
a sus muertos envueltos en esteras.
Poco a poco, empezaron a controlar el ciclo vital de diversas plantas e iniciaron la
horticultura. En la costa, se valieron principalmente de los recursos marinos y en las
alturas, de la fauna mayor. Con el tiempo, la población aumentó, las casas cambiaron
su distribución y aparecieron los primeros edificios religiosos comunales.
39
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
La larga historia de Chilca se expuso por primera vez en las alturas de Huarochirí
cuando, en 1966, Frédéric Engel, Bernardino Ojeda y el equipo del Instituto de Ar-
queología y Agricultura Precolombina de la Universidad Nacional Agraria de La Mo-
lina descubrieron las primeras ocupaciones humanas en las cuevas de Tres Ventanas
y Quiqché. Estas cuevas se encontraban a casi cuatro mil metros sobre el nivel del
mar, entre los actuales pueblos de Calahuaya y San Lázaro de Escomarca, cerca de
pequeñas lagunas (Engel 1987:16-24).
Tres Ventanas está conformada por tres cuevas localizadas frente a una terraza na-
tural y un riachuelo. En dos de las cuevas, se hallaron individuos de diversas edades,
cubiertos con mantas de piel de camélido o amarrados con tiras de cuero y redes
vegetales. Estos descansaban sobre lechos de paja. Dos de los casos fueron hallados
dentro de una choza ovalada de 2.50 metros de diámetro (Engel 1987:23; Kaulicke
1994:218; Vallejos 1982).
Varios elementos llamaron la atención en Tres Ventanas. En primer lugar, la extraor-
dinaria conservación de los restos orgánicos permitió conocer los tejidos anillados
y entrelazados que fueron parte de la vestimenta de los individuos (Engel 1987:23).
Gracias a esta buena preservación, también se pudieron identificar vegetales, como
gramíneas,caña,tuna,jíquima,camote,ollucoy,posiblemente,papa.Losanálisisfau-
nísticos indicaron la presencia de camélidos,cérvidos y vizcachas (Engel 1987:17,41).Si
bien hay dudas sobre la domesticación de los restos vegetales, es posible que algunas
especies ya estuvieran en procesos iniciales de cultivo (Lumbreras 2010:74).
En segundo lugar, sorprenden, sin duda, las fechas tempranas de la ocupación. Uno
de los entierros de Tres Ventanas II obtuvo un fechado radiocarbónico de 8030 ± 120
a.p.3
, recientemente recalibrado en fechas calendáricas entre 7350 y 6750 a. de C. (Sal-
cedo 2011:225). El fechado más antiguo de Tres Ventanas I alcanzó 10030 ± 170 a.p., lo
que es equivalente a entre 10400 y 9200 a. de C. (Salcedo 2011: Tabla 3, Figura 4).
Las cuevas de Quiqché se encuentran a tres kilómetros al oeste de Tres Ventanas. Al
igual que en ellas, en Quiqché I, Engel y su equipo encontraron una choza circular de
dos metros de diámetro, sostenida por estacas. En su interior, hallaron también un
fogón y unas puntas de piedra alineadas, que sugieren la existencia de asientos alre-
dedor del fuego, por lo que la vivienda pudo estar amoblada. Además, encontraron
el esqueleto de un individuo adulto en posición flexionada lateral (Engel 1987:17). El
fechado radiocarbónico más antiguo en Quiqché I dio como resultado 9940 ± 200 a.p.,
equivalente a entre 10200 y 8800 a. de C. (Salcedo 2011: Tabla 3, Figura 4).
Estas investigaciones muestran que en los inicios del poblamiento de los Andes, du-
rante las primeras etapas del periodo Precerámico (c. 15000 a 1800 a. de C.), las partes
3
A.p. significa “antes del presente”, es decir, antes del año 1950. A. de C. significa “antes de Cristo” y d. de
C., “después de Cristo”.
 Tabla 01.
Cuadro cronológico de las
épocas prehispánicas.
 Figura 21.
"Hacha de mano" tipo San
Lorenzo de Escomarca.
Proviene de una de las
cuevas de Tres Ventanas.
Redibujada de Engel
1982:Fig. 15.
40 CÁLIDDA
altas de la cuenca de Chilca estuvieron habitadas por grupos humanos reducidos.
Los miembros de estas bandas construyeron sus viviendas en el interior de cuevas
y prendieron fogones para guarescerse del frío de la puna. Aprovecharon las plantas
que crecían naturalmente en el entorno y quizás comenzaron su manipulación. Ter-
minaron de retocar sus puntas de flecha foliáceas en los alrededores de sus viviendas
y se dispusieron a cazar las vicuñas, guanacos, ciervos y vizcachas que fueran a beber
agua del riachuelo cercano (Engel 1987:18).
Pero los primeros habitantes del valle no solo aprovecharon los ambientes serranos
que contaban con corrientes permanentes de agua. Resulta aún más sorprendente
que también ocuparan las partes bajas y secas de la cuenca. Estos pueblos costeños
tempranos fueron descritos brevemente por Pedro Villar Córdova. El refirió que, en
los cementerios de Chilca, con “basurales de grueso conchal”, se hallaron cadáveres
momificados en posición horizontal y envueltos en esteras. Estos
cadáveres eran parte de una “cultura genuina del litoral
anterior a la de los invasores aimarás” (Villar Cór-
dova 1935:276).
Los trabajos de Engel confirmaron las
ideas iniciales del padre Villar Córdova.
Las evidencias de las ocupaciones
resultaron abundantes y dieron a
los investigadores un panora-
ma muy completo del remoto
pasado peruano (Benfer
1982, 1999; Engel 1966, 1987;
Quilter 1989). Algunos de
los sitios arqueológicos
registrados en
Chilca, como La
Quipa, La Paloma
o Pueblo 1 son, en la
actualidad, excelentes
ejemplos de los primeros
grupos humanos que habi-
taron la costa peruana.
En el sitio de La Quipa, se tomaron los
fechados más antiguos de la costa chil-
cana, que están entre 9700 ± 200 a.p. y 8900
± 120 a.p (en fechas calendáricas, entre 9900 y
7650 a. de C. Salcedo 2011:211, 2019:12). Estos con-
cuerdan gruesamente con los fechados de las cuevas de
la parte alta. La Quipa se ubica a dos kilómetros de Playa Honda, a
 Figura 22.
Vivienda precerámica
de Pueblo 1 de Chilca.
(Tomada de Quilter
1989:17. Redibujada en
acuarela por Paloma
Manrique Bravo).
41
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
los pies de una loma. Fue un campamento con chozas de 2.5 metros de diámetro,
sostenidas por palos, cuyos interiores estuvieron levemente por debajo del nivel del
suelo (Engel 1987:25).
La aldea de La Paloma, 12b-Vll-6134
, es quizás el sitio arqueológico más famoso del
valle bajo y, también, el más excavado. Su ubicación es singular, pues se encuentra a
ocho kilómetros al norte del río Chilca y a 3.5 del mar, en una zona con pocos recursos
aparentes (Benfer 1982, 1999:216). Los estudios realizados indican que el sitio estaba
emplazado en una antigua zona de lomas (León 2007:147-151). Más de una veintena de
fechados indican una ocupación entre 5850 y 2750 a. de C. (Benfer 1999:223).
Sus viviendas eran de forma circular u oval, y tenían un promedio de 4.5 metros de
diámetro. Sus superficies internas habían sido cavadas por debajo del nivel del sue-
lo (Engel 1987:39). Las paredes eran de paja, esteras y grama, y estaban soportadas
por palos o grupos de cañas atadas y colocadas en zanjas (Engel 1987:33). Algunas de
estas casas estuvieron rodeadas por un patio. Durante los trabajos arqueológicos, se
registraron 55 viviendas, pero el cálculo total puede ser de cerca de un millar (Benfer
1982, 1999:227).
En su interior, se encontraron fogones con huesos animales, conchas, pescado y pie-
dras que sugieren la práctica de insertarlas calientes dentro de recipientes para cocer
los alimentos (Benfer 1982, 1999:227). Entre los primeros elementos botánicos consu-
midos, se hallaron begonias, amancay y calabazas; luego se incorporaron frejoles y
tubérculos. Los mariscos, como choros y machas; los animales mayores, como lobos
4
  12b-VII-613 es el nombre de La Paloma en el sistema de codificación de sitios del Centro de Investiga-
ciones de Zonas Áridas – CIZA (Engel 1984:14).	
 Figura 23.
Fardo hallado en el piso de
la choza V del Pueblo 1 de
Chilca. (Tomado de Engel
1988: Fig.28a. Redibujado
en acuarela por Paloma
Manrique Bravo).
42 CÁLIDDA
marinos, camélidos y aves; y los peces, como anchovetas, corvinas y lornas comple-
mentaron la dieta (Benfer 1982, 1999:231). Un fémur de mono, posiblemente aullador,
sugiere que hubo contactos con otras áreas (Reitz 1982).
En La Paloma, es posible que la muerte del padre de familia marcara también el aban-
dono de la vivienda, pues esta formaba parte del lecho mortuorio. En esta práctica
ritual, se envolvían los cuerpos con esteras y se quemaban junto con la casa (Benfer
1982, 1999:224). En los trabajos arqueológicos, se hallaron más de 150 tumbas y 251
esqueletos. Los estudios antropológicos indican que los hombres medían 1.65 metros
y las mujeres, 1.51. La esperanza de vida era de entre veinticinco y treinta años. Los
esqueletos masculinos mostraban exostosis auditiva5
, por lo que pudieron estar ex-
puestos al agua de manera prolongada. Al morir, los individuos eran enterrados en
fardos con ofrendas de conchas, huesos, pieles de animales, textiles, cordeles, anzue-
los de hueso y espinas de cactus (Benfer 1982).
Además de las casas y las tumbas, se halló una edificación cuadrangular de piedra, de
diez metros por lado, llamada el Templo Rojo. Es posible que esta construcción haya
sido uno de los primeros edificios públicos de los Andes.
Otra de las aldeas tempranas registradas es el Pueblo 1 de Chilca, 12b-VII-1, en la co-
dificación de Engel. Este se ubicaba sobre una terraza natural, en el brazo norte de la
quebrada Chilca 2, a siete kilómetros al sur de La Paloma y a 4.5 del mar. El sitio tuvo
múltiples ocupaciones; las más antiguas con fechados de 5700 ± 135 a.p., que en fe-
chas calendáricas equivale a entre 4895 y 4290 a.de C.(Engel 1987:42; Salcedo 2019:12).
El Pueblo 1 de Chilca tuvo al menos tres niveles superpuestos de ocupación, intercala-
dos por estratos de abandono. En su nivel más antiguo, se hallaron chozas circulares
similares a las descritas para La Paloma, aunque más pequeñas. También se regis-
traron esqueletos vestidos y con ajuares de conchas, huesos y madera, y envueltos en
esteras (Engel 1987:43).
La segunda ocupación mostró características similares. La buena conservación del si-
tio permitió entender mejor las construcciones. Las chozas eran soportadas por gru-
pos de tres o cuatro cañas amarradas con soguillas y,en algunos casos,por costillas de
ballena. Es posible que los techos fueran planos. En las excavaciones, se hallaron los
restos de una pequeña puerta (Engel 1987:43).
En los alrededores de las casas, se hallaron pozos circulares para guardar alimentos,
como jíquima, pallar, camote y yuca. También hubo fogones. En una de las viviendas,
se encontraron siete individuos envueltos en esteras y cubiertos con batanes y otras
5
  Esta es una formación benigna de hueso en el canal auditivo externo, cuya causa está en discusión (Au-
fderheide y Rodríguez-Martín 1998:254-256), aunque algunos investigadores consideran que se genera
por actividades de buceo (Weiss 1969:40).
43
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
piedras. Es posible que algunas de las casas hayan sido destruidas en un proceso ri-
tual similar al de La Paloma (Kaulicke 1994:220).
La tercera etapa mostró más claramente los procesos funerarios. Los muertos ente-
rrados en las casas fueron generalmente colocados en posición flexionada y envueltos
en esteras. Presentaban vestimentas de tejidos entrelazados y anillados, además,
redes y anzuelos hechos con espinas de cactus. Los infantes fueron envueltos en pajas
o esteras, y colocados en una calabaza con forma de copa. Algunos fueron adornados
con collares. A 250 metros de las casas, se halló un cementerio, el más antiguo desen-
terrado hasta hoy (Engel 1987:53).
En el valle bajo, han sido registrados varios otros sitios similares, como Cerro Pu-
cusana (12B-VII-908) o Chilca 20 (Engel 1987:24; Salcedo 2019:1). Entre ellos, destaca
Cerro Calcarí 6, una aldea y cementerio temprano con características similares a la
Paloma y Pueblo 1. En este yacimiento, se hallaron viviendas semisubterráneas de
planta circular u ovalada, levantadas con postes de madera. También se encontraron
restos malacológicos, líticos y fogones, entre otras áreas de actividad. Más de veinte
contextos funerarios con individuos envueltos en esterillas vegetales completaron
los hallazgos (Salcedo 2018:13, 2019:26).
Sin duda alguna,la existencia de estos sitios tempranos en el valle bajo de
Chilca fundamenta la relación entre estos poblados y los recursos del
mar,delaslomasydelacuenca.Estosrecursosfueronprocesados,
transformados y preparados para su consumo. Es posible
que en algunas zonas se haya practicado una agricultura
incipiente. Los restos hallados en los sitios de la costa
concuerdan entre sí. Los tejidos, las viviendas y el
patrón de entierro son semejantes, por lo que
los yacimientos pudieron ser utilizados por
los mismos grupos humanos.
La gran cantidad de moluscos hallados
en los sitios como La Paloma hizo
notar a Frédéric Engel la movilidad
de sus habitantes
desde la zona de
playa hasta las
lomas (Engel
1971b:42). Es
factible que los
grupos humanos
de Chilca hayan te-
nido un patrón de movilidad
estacional ajustado a su medio,
 Figura 24.
Vivienda precerámica de
La Paloma. (Tomada de
Quilter 1989:17. Redibujada
en acuarela por Paloma
Manrique Bravo).
44 CÁLIDDA
con desplazamientos desde las zonas de lomas hacia el valle o el mar,entre noviembre
y diciembre, para establecer sus campamentos en zonas ecológicas diferentes (Benfer
1982). Este patrón coincide con el concepto de campamentos base, es decir, de una
permanencia relativa, que incluiría largas temporadas en las lomas, el mar, el valle
bajo y,quizás,las partes altas de la cuenca (Benfer 1982; Bueno 2014:148; Engel 1987:39;
Kaulicke 1994:172-173; Vallejos 1982).
Estos hallazgos remarcan la importancia del valle en el desarrollo inicial de los Andes.
La adaptación a ecosistemas tan disímiles como la puna, las lomas, el mar y el desierto
implica un profundo conocimiento y dominio del medio. Este dominio se fue incre-
mentando en las etapas subsiguientes, generalmente en las mismas aldeas menciona-
das y en varias otras zonas que fueron ocupadas paulatinamente; las que, finalmente,
dieron paso a más cultivos, como el algodón, el frejol y los mates (Knapp 1979:50).
La aparición de la cerámica
El Periodo Inicial (c. 1800 a 1500 a. de C.) y el Formativo u Horizonte Tempano (c.
1500 a 100 d. de C.) han sido caracterizados tradicionalmente por la aparición de la
cerámica; en particular, ollas sin cuello, figurinas y piezas incisas y pulidas, similares
a las del estilo Cupisnique. En el valle, los asentamientos de estas épocas se ubicaron
en los cauces naturales y en las zonas de lomas. Allí se construyeron casas de piedra
circulares con techos de lajas y terrazas para el cultivo. Es posible que en este tiempo
se haya complementado la recolección de los recursos marítimos con la extracción de
los productos de las lomas.
En 1955, Frédéric Engel excavó la aldea de pescadores de Curayacu, en el distrito de
San Bartolo, a nueve kilómetros al norte de Chilca y cinco de La Paloma. Allí identificó
pequeñas casas de piedras que, en su interior, tenían fogones y lugares de almacena-
miento (Engel 1956:99, 103). Entre los
desechos, halló restos de conchas,
plantas, como algodón y maíz,
partes de una red de pesca, pesos,
implementos de hueso y cincuen-
ta mil fragmentos de cerámica
del periodo Horizonte Temprano.
También encontró tumbas con indi-
viduos en posición flexionada lateral
y tapados con esteras. Estos llevaban
aretes y collares de cuentas de concha y
lapislázuli (Engel 1956:104).
 Figura 25.
Tazón de cerámica
del Horizonte Temprano,
proveniente de Curayacu
(Redibujado de Engel
1956: Fig.11e).
45
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
La cerámica chavinoide hallada en las tumbas era fina y pulida, y tenía diseños incisos y
puncionados que, en algunos casos, se encontraban pintados de rojo. Al investigador le
llamó la atención la cantidad de fragmentos de figurinas.Sin lugar a dudas,la de mayor
interés fue la Venus de Curayacu, que mostraba diseños similares a una figurina hallada
en la bahía de Ancón (Carrión Cachot 1951; Engel 1956:104-105).Aún faltaban varios años
para que se excavaran Cardal, Mina Perdida y Manchay Bajo, entre otros templos del
vecino valle de Lurín (Burger 1993). Los materiales encontrados en San Bartolo perte-
necían a fines del periodo Inicial e inicios del Horizonte Temprano (Kaulicke 2013:286).
Luego de los trabajos en Curayacu, el equipo de Engel descubrió otros yacimientos
tempranos en el valle, ubicados sobre sitios del periodo Precerámico. Ninguno de
estos sitios fue profundamente excavado o debidamente divulgado. Esto generó la
idea de que no había centros ceremoniales en Chilca similares a los templos hallados
en el valle de Lurín (Ángeles 2002:119; Burger 1993). Chilca, por lo tanto, dio una falsa
imagen de escasez de asentamientos de los periodos Inicial y Horizonte Temprano.
En sus publicaciones, sin embargo, Engel presentó gráficos de decenas de vasijas
que provenían de Chilca. Entre las vasijas, se observan ollas sin cuello con bordes in-
ternos engrosados, cuencos y platos incisos o puncionados y fragmentos de botellas
de asa estribo (Engel 1966: Figs. 26 a 28, 1984: Plates 1 a 23). Un inventario de quince
fechados radiocarbónicos correspondientes a trece sitios arqueológicos con cerámica
pre-Chavín y Chavín fue publicado por el autor (Engel 1984:37). Las fechas caen en los
intervalos 3499 ± 64 a.p. (entre 1978 y 1664 a. de C., al 94.4% de probabilidad) y 2420 ±
175 a.p. (entre 916 y 91 a. de C., al 95.3% de probabilidad6
).
En términos generales, la ocupación del Horizonte Temprano incluyó la aparición
de aldeas de campesinos o pescadores asentados en pequeñas casas de piedras, aun-
que algunas también fueron de adobe (Engel 1966:44; 1987:89,198). Junto a ellas, se
construyeron los primeros andenes para sembrar maíz y maní, entre otros productos
ya conocidos (Engel 1966:39; 1987:199). Los asentamientos se esparcieron por el valle
bajo, las lomas y cerca de los juncales y pantanos de la antigua bahía chilcana (Engel
1966:44, 1987:198, 1988:14; Knapp 1979:51).
Entre los yacimientos registrados por Engel en el valle bajo se encontraron las al-
deas Río VIII o 12b-VII-24, Río XV o 12b-VII-6 y Pueblo 1 de Chilca o 12b-VII-1 (Engel
1984:30,31; 1987:90; Jiménez 2009:292). Pueblo 1 de Chilca tuvo tres reocupaciones
con cerámica chavín. Estas reocupaciones fueron llamadas Pantano II 12b-VII-15,
12b-VII-2921 y 12b-VII-1215. La última fue un cementerio (Engel 1984:31). Las poblacio-
nes que ocuparon el valle bajo fueron plenamente sedentarias y se dedicaron a la pesca
y la agricultura. Para esta época, es difícil encontrar materiales en los valles medios de
la costa central, incluyendo la quebrada de Chilca (Bueno 2014:149-150; Engel 1966:43).
6
  Los fechados indicados en este libro han sido calibrados mediante el programa Oxcal versión 4.3 y curva
de calibración IntCal 13, Bronk Ramsey 2009. Recurso en línea: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal.html.
46 CÁLIDDA
Engel también encontró cerámica del periodo Horizonte Temprano en zonas de lo-
mas,como en el sitio 12b-VII-945,de las lomas de Camotillo,y en el sitio 12b-VII-8570,
de las de Huarangal (Engel 1984:37, 1988:14). En esta última zona, halló pequeñas al-
deas que se extendían por más de tres kilómetros; sin embargo,reconoció la dificultad
para diferenciarlas de las de otras épocas (Engel 1971b:48).Las casas que encontró en el
lugar eran rectangulares, con paredes de piedras y accesos de sesenta centímetros de
ancho, flanqueados por piedras verticales. También halló edificaciones circulares de
piedra, de entre diez y quince metros de diámetro, que contaban con una escalinata
de acceso. Estos edificios pudieron utilizarse en fiestas o ceremonias comunales (En-
gel 1971b:50).Estructuras similares han sido encontradas en el sitio de Cerro Calcarí 5.
No se tiene claro si los moradores de estas antiguas lomas tuvieron algún
régimen de movilidad estacional. Piotr Kalicki opina que el sistema de
trashumancia en las lomas no pudo efectuarse en fechas tempranas,
cuando recién apareció el pastoreo. Para él, se inició en el periodo Ho-
rizonte Medio (c. 500 a 1100 d. de C. Kalicki 2014:96). Contrariamente,
Milagritos Jiménez piensa que las lomas fueron habitadas
durante el Horizonte Temprano, y utilizadas como recur-
so complementario de las poblaciones especializadas en
la extracción de recursos marinos o en la agricultura
(Jiménez 2009:286). Esta idea coincide con los plantea-
mientos de Engel para Curayacu (Engel 1987:197), y
podría extenderse para los sitios comentados de
Huarangal, Camotillo y Cerro Calcarí 5.
Finalmente, aunque los datos son muy es-
casos, también se han hallado fragmentos
de cerámica del Horizonte Temprano en
las cuevas de Tres Ventanas I, Tres Ven-
tanas II y Quiqché I. El fechado de esta
ocupación para el primero de los sitios
mencionados fue de 2070 ± 90 a.p, que
calibrado resulta en una fecha tardía
de entre 361 a. de C y 85 d. de C. (Oxcal
versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel
1984:16-17; Vallejos 1982).
Los datos expuestos muestran la basta pre-
sencia de asentamientos y elementos muebles de los
periodos Inicial y Horizonte Temprano en el valle. Los sitios
hallados indican el uso de los recursos del valle bajo, del mar y de las lomas. La escasa
presencia de materiales recuperados en las partes altas, sin embargo, no nos permite
hacer mayores conjeturas sobre su ocupación durante estas épocas tempranas.
 Figura 26.
Botella de cerámica del
Horizonte Temprano del
sitio Río VIII (Redibujada
de Engel 1966: Fig.28).
47
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
Los Lapa Lapa
Hacia el año 330 antes de Cristo, es decir, antes del periodo Intermedio Temprano (c.
100 a 500 d. de C.), se construyó Lapa Lapa, el primer asentamiento grande en Chilca.
Este fue el primer sitio en el valle con cerámica emparentada con el estilo conocido
como blanco sobre rojo.
Lapa Lapa estaba compuesto por un gran poblado, áreas de depósitos y templos em-
plazados sobre la cima del Cerro Yaya,al pie del mar (Engel 1966:48,1971b:54,1987:198).
En las faldas del lado oriental, se construyeron terrazas de piedras que estuvieron in-
terconectadas por gradas. Sobre ellas se colocaron chozas de cañas y esteras sosteni-
das por palos. Los trabajos evidenciaron que en el interior de las casas hubo fogones,
depósitos y restos de basura (Engel 1966:48).
La magnitud del lugar indicó a Engel que el poblado pudo albergar entre cinco mil y
siete mil personas (Engel 1987:199). Sin embargo, Lapa Lapa careció de agua potable,
por lo que el investigador supuso que esta era cargada desde las lagunas existentes
en los humedales de los alrededores (Engel 1966:49). Entendió también que fue la
primera población que utilizó el sistema de hoyadas para realizar actividades agrí-
colas (Engel 1971a:21, 1987:198, 1988:15; Ojeda 1982: Fig. 5). Jeffrey Parsons y Norbert
Psuty no estuvieron de acuerdo con esta idea. Sus estudios indicaron que el área de
los humedales debió ser parte del lecho marino, hasta aproximadamente 1200 años
antes de Cristo, y que su proceso de desecación fue paulatino, por lo que culminó
hacia el 500 o 1000 después de Cristo. Recién en esta fecha las hoyadas pudieron ser
utilizadas (Parsons y Psuty 1981:73,76).
Entre los desechos cerámicos de Lapa Lapa se hallaron varios fragmentos de platos
con decoración pintada después de la cocción. Además, se encontraron cántaros
de golletes evertidos, figurinas y botellas de doble pico y asa puente, entre otros
objetos (Engel 1984: Plates 1 a 23). Este tipo de vasijas, que fue hallado también en
 Figura 27.
Sitio arqueológico de Lapa
Lapa, ubicado en la cima
del cerro Yaya.
48 CÁLIDDA
otras partes del valle, se encuentra emparentado con la cerámica blanco sobre rojo
hallada en Lurín, Atocongo y Chira-Villa (Engel 1987:112).
Los Lapa Lapa también ocuparon las zonas de lomas como Camotillo y Huarangal, a
unosveintekilómetrosdelacosta(Knapp1979:51).Estehechoimplicó,porprimeravez,
el aprovechamiento masivo de este tipo de ambiente, gracias a los complejos métodos
para la obtención del recurso más escaso en el valle: el agua. En las pequeñas quebra-
das de las lomas, acumularon piedras pircadas para formar muros anchos y paralelos
(Engel 1987:191,198). Estas acumulaciones sirvieron de atrapanieblas para condensar
la humedad ambiental y transformarla en agua. El sistema fue complementado con
la construcción de pozos de piedra con escalinatas de acceso, a manera de reservorios
(Engel 1987:200). Ejemplos de estos pozos han sido hallados en los sitios 12b-VII-2057
y 12b-VII-933 (Engel 1971b: Plates 16 y 17). Para épocas posteriores, también se han ob-
servado estos sistemas en la quebrada de Río Seco, ubicada en la margen izquierda del
río Lurín (Makowski 2002).La presencia de cerámica Lapa Lapa indica que su origen es
anterior al periodo Intermedio Temprano (Engel 1971b:51, 1987:192).
Los sitios Lapa Lapa de las lomas contaron además con viviendas semisubterráneas.
Estas tuvieron un pasillo de acceso y techos de lajas (Engel 1987:192,205). Un pueblo
con 51 casas, colcas y terrazas, ubicado entre las lomas de Camotillo y Huarangal, es
el mejor ejemplo de esta ocupación (Engel 1971b: Plates 18 a 20). Los Lapa Lapa, final-
mente, desaparecieron por el año 200 después de Cristo (Engel 1987:113).
Wari
Son pocos los yacimientos del periodo Horizonte Medio (c. 500 a 1100 d. de C.) en-
contrados en Chilca. Estos tuvieron casas cuadrangulares de piedra y corrales para
camélidos, además de algunas tumbas de adobes con techos de maderas. Algunas de
las piezas de cerámica de estos contextos fueron de los estilos Wari-Pachacamac y
Cerro de Oro.
A Engel le causaron extrañeza las pocas evidencias Wari existentes en el valle (En-
gel 1988:15). Sin embargo, pudo recuperar información de algunos yacimientos. En
Sawilka, por ejemplo, en la margen izquierda de la quebrada de Cucayacu, encontró
el yacimiento 12b-VIII-235 (Engel 1966:47). Allí registró un poblado con casas de pie-
dra y techos con vigas de madera. Inmediatamente al norte de esta área, halló algu-
nos corrales con espesas capas de estiércol de camélidos y, en sus alrededores, un
cementerio de llamas y áreas de quema de cerámica (Engel 1984:14, Fig. 87). A partir
de estos hallazgos, infirió que el sitio era una estación en el camino entre la sierra
de Huarochirí y la costa chilcana (Engel 1966:47,92). El fechado obtenido dio como
resultado 1830 ± 120 a.p., entre 106 a. de C. y 431 d. de C. (al 94.1% de probabilidad,
Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). Esta fecha es más temprana de lo esperable,
pues en el sitio halló “cerámica de tipo Lapa Lapa, pero pintada pre-cocción” (En-
 Figura 28.
Vaso marrón de líneas
incisas del Horizonte
Medio (Redibujado de
Engel 1984: Plate 3. P.4454).
 Figura 29.
Plato trípode con diseños
Wari (Redibujado de Engel
1966: Fig.47).
49
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
gel 1966:92), además de un fragmento de vasija “con
rasgos tiahuanacoides” (actualmente llamado Wari.
Engel 1966: Fig. 48) y un “idolillo de malaquita verde”
de 2.5 centímetros de alto (Engel 1966: Fig. 45).
Algunos otros fragmentos pintados provenientes
de Sawilka fueron también clasificados por Engel
como Tiahuanaco Costeño. Estos objetos, especialmente
cuencos, tienen rasgos que parecen ser de la primera
mitad del periodo Horizonte Medio (Engel 1984: Plate
6, P.3273), en los cánones estilísticos denominados Cerro
del Oro (Ángeles 2009:103; Ángeles y Pozzi-Escot 2004:864).
Lastimosamente, Engel no indicó la procedencia de un vaso y
un plato trípode de paredes altas, ambos de estilo Pachacamac (Engel
1966: Figs. 46 y 47). Estos quizás fueron recogidos en el pequeño cementerio ubicado
en Lapa Lapa (Engel 1988:15).
Además de Sawilka, otros sitios también contuvieron
fragmentos de cerámica Wari. Este es el caso de Cu-
rayacu (Engel 1956:99), del Pueblo 36, de Poza Salinas
(12b-VII-519) y de Lomas de Portillo (12b-VII-8010). En
Poza Salinas, ubicada junto a las chacras hundidas, los
fechados dieron un resultado de 950 ± 110 a.p., es decir,
entre 875 y 1279 d. de C. (al 95.1% de probabilidad, Oxcal
versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1966:95, 1984:38).
Por su parte, en Lomas de Portillo, se hallaron cuatro ta-
zones que muestran semejanzas con el estilo teatino de
la costa centro norte (Bonavia 1962; Engel 1984: Plate 3,
P.4445-P4600, P.4454, P.4455, P.4601). Dos fechados para
este sitio dieron 710 ± 90 a.p. y 750 ± 95 a.p, es decir,
entre 1154 y 1421 d. de C. (al 94.3% de probabilidad) y en-
tre 1119 y 1404 d. de C. (al 88.4% de probabilidad, Oxcal
versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:38).
En su análisis tipológico de 1984, Engel no encontró más objetos Tiahuanaco Costeño ni
Tiahuanaco Tardío que los aquí mencionados. La mayoría de fragmentos presentados
por él tiene decoración incisa de chevrones o círculos impresos del estilo Cuculí7
, junto
7
  El estilo de cerámica Cuculí fue definido por primera vez por Frédéric Engel en el valle de Chilca,
como post-tiahuanacoide (Engel 1966:96, 1987:43), de pasta marrón y, generalmente, con decoración de
círculos estampados (Engel 1984; Vallejo 2004:613). Francisco Vallejo refiere que esta cerámica tiene una
pasta similar a la que él llama lomas y que el estilo es comparable con los materiales del Rímac y Lurín
de las fases Ychsma Medio A e Ychsma Medio B (Vallejo 2004:613,619). Él y Daniel Guerrero incluyen en esta
cerámica los cántaros de cuello convexo o abombado abundantes en Chilca, Rímac y Lurín (Guerrero
2004:172; Vallejo 2004:613-620).
50 CÁLIDDA
con diseños pintados que recuerdan la cerámica de la segunda mitad del periodo Ho-
rizonte Medio (Engel 1984:113-161). Algunos de los fechados correspondientes caen en
el periodo Intermedio Tardío (c. 1100 a 1450 d. de C.).
La cerámica Wari o Pachacamac del valle de Chilca ha resultado definitivamente es-
casa. En cambio, Engel notó la presencia de “tejidos con motivos tiahuanacoides muy
decadentes” en Mancos III (12b-VII-143), sitio ubicado en la quebrada 1 del río Chilca,
al norte del pueblo y a quinientos metros de la carretera Panamericana (Engel 1966:95,
1984:38). La capa que los contuvo fue fechada en 1005 ± 125 a.p., es decir, entre 769 y
1263 d. de C. (al 95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). Estos
tejidos fueron hallados en tumbas rectangulares de adobes, cubiertas con vigas y es-
teras, como la excavada en el cementerio del valle bajo llamado Río VII (12b-VII-612).
Uno de los textiles de dicha tumba fue fechado en 1015 ± 100 a.p., que en fechas ca-
lendáricas resulta entre 776 y 1218 d. de C. (al 95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3,
Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:30,45 y Fig. 99). Lamentablemente, no se menciona la
cerámica hallada junto con dichos tejidos.
La poca evidencia de elementos Wari(Tiahuanaco, para Engel) contrasta notoriamente
con aquella más vasta encontrada en algunos sitios de los valles cercanos; tal es el
caso del sitio de Pachacamac, en Lurín (Kaulicke 2000:330-335), y de la Huaca Malena,
en el valle de Asia (Ángeles 2009, 2015, 2017; Ángeles y Pozzi-Escot 2004). O bien, las
investigaciones sobre el fenómeno Wari en el valle de Chilca son aún insuficientes, y
por ello los restos de la primera mitad del Horizonte Medio se encuentran subrepre-
sentados, o estos restos no existen.
 Figura 30.
Contexto funerario de
Río VII, excavado por
el equipo del Centro de
Investigaciones de Zonas
Áridas – CIZA (Tomado
de Engel 1984:Fig.99.
Redibujado en acuarela
por Paloma Manrique
Bravo).
51
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
Los estilos del Intermedio Tardío: Cuculí y Puerto Viejo
Los acontecimientos posteriores a Wari están mejor documentados; es posible que
algunos de ellos se encuentren narrados en el Manuscrito Quechua de Huarochirí. En
Chilca, durante el periodo Intermedio Tardío (c. 1100 a 1450 d. de C.), confluyeron los
estilos cerámicos llamados Cuculí y Puerto Viejo.Con ellos,por primera vez prolifera-
ron yacimientos en todo el valle y en todos los ecosistemas. En las zonas medias y al-
tas, los sitios contaron con viviendas de cuatro o cinco habitaciones, interconectadas
con escalinatas y callejones. Algunos de ellos fueron asentamientos especializados en
producción cerámica, con áreas de quema y estaciones de pastoreo para el comercio.
Las lomas también fueron pobladas intensamente.En ellas,se construyeron muros de
piedras pircadas que sirvieron para condensar la humedad de las neblinas. Se edifi-
caron terrazas habitacionales, áreas de cultivo y corrales. En el litoral, aparecieron las
famosas hoyadas o chacras hundidas, con las que los humedales naturales se hicieron
altamente productivos.
Aunque son pocos, los estudios sugieren una ocupación diferenciada, pero no restric-
tiva, de los estilos Cuculí y Puerto Viejo. En donde el primero estaría vinculado con
las poblaciones de los valles medio y alto, mientras que el segundo lo estaría con las
poblaciones del valle bajo. Este patrón coincide con las investigaciones realizadas en
las cuencas vecinas de Mala y Asia y, en menor medida, con las discusiones sobre la
cultura Ychsma en los valles del Rímac y Lurín.
Cuculí
Cinco décadas antes de que Engel y su equipo se interesaran en Chilca, el antropólogo
Aleš Hrdlička había realizado algunas labores de investigación en el valle. Estas esta-
ban dedicadas a sus estudios antropométricos como curador del área de antropología
física del National Museum en Washington (Hrdlička 1911, 1914; Schultz 1944). Hrdlička
recuperó, junto con una amplia colección de cráneos, varios objetos de los cemente-
rios cercanos al pueblo de Chilca. Estos objetos se encuentran en el National Museum
of Natural History del Smithsonian Institution. Entre ellos, se observan textiles que co-
rresponden a las etapas posteriores al impacto estilístico de la cultura ayacuchana.
Lastimosamente, no existe cerámica en la colección de Hrdlička que provenga de los
mismos cementerios de donde proceden las bellas telas, por lo que la relación entre
los textiles y algún estilo cerámico resulta dificultosa.
Afortunadamente, Engel excavó una tumba colectiva en el cementerio Río VI
(12b-VII-12), ubicado en la margen derecha de la quebrada Chilca 2, al este del asenta-
52 CÁLIDDA
miento actual 15 de Enero. Esta tumba tenía una es-
tructura de adobes techada con esteras y vigas de
madera (Engel 1984:30, Figs. 98a y 98b). En su
interior,y junto con algunos fardos,se halla-
ron textiles,entre ellos un uncu8
y una cinta
decorados (Engel 1984: Fig.98c), botellas
del estilo Cuculí,caleros9
de mates y mates
en forma de platos, tazas y botellas, bol-
sas que contenían yuca y restos de cuyes
(Engel 1984:45). El fechado radiocarbónico
del sitio dio 635 ± 110 a.p., que en fechas ca-
lendáricas resulta entre 1156 y 1479 d. de C. (al
95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk
Ramsey 2009; Engel 1984:30). Esta fecha ubica este
nuevo estilo cerámico en el periodo Intermedio Tardío
(c. 1100 a 1450 d. de C.). Gracias a este hallazgo se pudo vin-
cular la cerámica Cuculí con los finos tejidos decorados.
El primer sitio donde fue identificado este nuevo estilo cerámico se llama Cuculí I
(12b-V-224; Engel 1984:26). Este fue un gran asentamiento ubicado en el cerro que
separa la quebrada Cuculí de la Encantada, a mil doscientos metros sobre el nivel del
mar. En él se encontraron cuatro conjuntos arquitectónicos que, en suma, contuvie-
ron alrededor de cien viviendas emplazadas sobre terrazas. Estas viviendas tuvieron
forma irregular y estuvieron constituidas por tres o cinco habitaciones conectadas
por escalinatas y callejones. Engel vio accesos con dinteles y techos a un agua sopor-
tados por vigas de madera, además, hoyos circulares techados con lajas. Los cálculos
le indicaron que el sitio albergó entre 500 y 2500 habitantes (Engel 1984:26; 1987:158).
También registró algunas chullpas10
. Una de ellas fue fechada en 635 ± 150 a.p. (Engel
1966:96; 1984:26) que, en términos calendáricos cae entre 1040 y 1522 d. de C. (al 92.6%
de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). La cerámica hallada en Cuculí
I consistió en cántaros y ollas de cuello evertido y cántaros de cuello convexo; algunos
de los cuales tuvieron círculos estampados (Engel 1984: Plates 1 a 23).
Quizás el sitio Cuculí más importante sea Chichacara I (12b-V-240), ubicado en la mar-
gen izquierda de la quebrada de Cucayacu, a mil trescientos metros sobre el nivel del
mar.Este fue un asentamiento de ceramistas construido cerca de una cantera de arcilla
(Engel 1971a:22; 1987:163). Es, además, uno de los pocos lugares en donde hoy crece ve-
getación arbórea y pastizales (Engel 1984:22). El sitio tiene siete plazas alrededor de las
cuales se organizaron 75 viviendas con cuatro habitaciones y un patio cada una (Engel
8
  Traje corto y ancho que cubría el torso masculino.	
9
  Contenedores de cal para su consumo con hojas de coca.		
10
  El término chullpa puede ser definido como cámara funeraria comunitaria (Engel 1988:16).	
 Figura 31.
Vasija con círculos
impresos de estilo Cuculí
(Redibujada de Engel
1984:Plate 7;P.4409).
53
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
1984:22). Cada grupo de casas contaba con áreas para quemar cerámica y un área te-
chada para evitar el sol durante la producción (Engel 1971a:22). En total, este pueblo de
artesanos pudo albergar alrededor de 1500 o 1800 habitantes (Engel 1984:23; 1987:163).
Los contextos funerarios del sitio fueron tanto individuales como colectivos. Los
cuerpos fueron colocados en fardos atados con sogas y enterrados dentro las casas o
en la zona de cementerio. En las tumbas, se hallaron tumis de cobre que quizás fue-
ron también fabricados en el lugar, cerámica de estilo Cuculí y cerámica negra de tipo
Chimú (Engel 1984:23). La cerámica de Chichacara I, similar a la de Cuculí I, consistió
en cántaros de cuello convexo y boca angosta y figurinas, algunas de las cuales repre-
sentan adultos con bebés y animales en brazos (Engel 1984: Plate 10, P.4066; Plate 21,
P.4584, P.4588).
Chichacara I fue entendido por Engel como un asentamiento de alfareros de varios
periodos, cuyo inicio coincidió con el uso de la cerámica Cuculí y se extendió hasta el
Horizonte Tardío (c.1450 a 1532 d.de C.).La existencia de una cantera cercana y el acce-
so al agua,tan escasa en el valle,convirtieron la zona en un lugar forestado privilegiado.
Losexcrementosyhuesosdecamélidos,ademásderestosdeyuca,camote,frejol,maní,
entre otros alimentos, indican la existencia de animales de pastoreo y la posibilidad de
consumo e intercambio de productos agrícolas.Completa el panorama,la existencia de
 Figura 32.
Terrazas prehispánicas
del yacimiento de Cuculí,
ubicadas en la quebrada
del mismo nombre.
54 CÁLIDDA
cuatro caminos que parten de Chichacara y que, posiblemente, se dirigían a los valles
vecinos de Lurín y Mala, a la pampa de Chilca y, valle arriba, a Calahuaya. En otras pa-
labras, estas pudieron ser las rutas de intercambio de la producción alfarera, y quizás
metalúrgica, de los antiguos pobladores de Chichacara (Engel 1971a:22, 1984:22-23,
1987:163). En 1960, un poblador del lugar le contó a Engel que las familias que vivían en
Calahuaya eran propietarias de la zona y de los derechos de agua, y que la reocupaban
en diciembre, luego de que las lluvias de verano activaran el riachuelo (Engel 1987:163).
En otros sitios del valle, Engel y su equipo también registraron cerámica Cuculí. Entre
ellos, las cuevas de Tres Ventanas y Quiqché; además de pequeños asentamientos,
como Chichacara II (12b-V-3084), Sawilka II (12b-V-794), Condorcoto I (12b-VIII-1375),
Capto II (12b-VIII-242) y el cementerio Río XIV (12b-VII-7) (Engel 1984:16-31). En total,
sin contar los pueblos aislados en las lomas, el investigador reconoció 35 asentamien-
tos de este tipo (Engel 1987:157).
Para él, el estilo Cuculí fue la forma de hacer cerámica de una etnia serrana que ocupó
el valle medio de Chilca,cuyos poblados estaban conformados por viviendas de piedra
con techos a un agua, y que rodeaban un patio común. Estos poblados tenían calles
empedradas y un canal con agua para el riego de las huertas (Engel 1987:157-158). La
presencia predominante de la cerámica Cuculí en el valle medio de Chilca también ha
sido corroborada por otros investigadores (González 2001,citado en Vallejo 2004:614).
A decir de Engel, los Cuculí se dedicaban al pastoreo, eran “serranos que bajaban con
sus llamas, se vestían de lana y usaban cobre” (Engel 1988:15). Viajaban con sus caméli-
dos desde sus poblados hasta las lomas, y los usaban como medio de comercio de sus
 Figura 33.
Estructuras circulares
del sitio arqueológico
Culebrillas I, ubicado en
la margen derecha de la
quebrada Cuculí.
55
MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
productos, cinrculando entre el valle bajo y la puna (Engel 1987:158). En el valle bajo,
Engel halló dos pequeños cementerios de esta etnia, uno de los cuales, a juzgar por las
descripciones, pudo haber sido Río VI (12b-VII-12). Las paredes de las tumbas eran
de adobes rectangulares, mientras que los techos eran de palos y cañas, cubiertos con
tierra y arena.Los fardos que albergaban las tumbas contenían,además de los cuerpos
y vestimentas, bolsas de lana “bordadas con dibujos polícromos”, en donde se guarda-
ban coca y cal, anzuelos, depiladores y tumis de cobre, además de pesas y cuchillos de
piedra. En estos cementerios también enterraban a sus llamas (Engel 1987:158).
La cerámica Cuculí también ha sido registrada fuera de Chilca, principalmente, en los
valles de Lurín y Rímac. Dos secuencias de cerámica Ychsma propuestas para dichos
valles colocan al estilo Cuculí en etapas distintas. Francisco Vallejo indica que este es-
tilo es contemporáneo con sus fases YchsmaMedioA e YchsmaMedioB (Vallejo 2004:613,
619), mientras que Francisco Bazán indica que lo es con su fase Ichma Inicial (Bazán
2008:14). Estas secuencias no son equivalentes; sin embargo, coinciden en ciertos
puntos, como en la sincronía entre la cerámica Cuculí y los cántaros de cuello convexo,
en forma de copa o abombados.
Francisco Bazán indica que en Chilca la “cerámica Ichma Inicial recibió el nombre de
fase Cuculi” (Bazán 2008:19). Es decir, el investigador incorpora el estilo Cuculí dentro
del desarrollo de la sociedad Ychsma. La procedencia serrana marcada por Engel, sin
embargo, es apoyada por otros investigadores. Daniel Guerrero, por ejemplo, observa
que el estilo Cuculí aparece también en Cajamarquilla, Yanacoto y otros sitios del valle
medio del Rímac. Algunas piezas Cuculí recuperadas por él en Armatambo, fueron, a
su juicio, obtenidas por intercambio (Guerrero 2004:172). Guerrero refiere una dis-
tribución progresiva de objetos de este estilo durante el Intermedio Tardío, quizás
por movimiento de poblaciones que se trasladaron desde las cabeceras de los valles
 Figura 34.
Vista isométrica de
una vivienda cuculí del
yacimiento de Capto
XIII, ubicado en el valle
medio. (Tomada de Engel
1984:Fig.96a. Redibujada
en acuarela por Paloma
Manrique Bravo).
56 CÁLIDDA
hasta las partes medias. Las piezas halladas en los valles bajos pudieron haber sido
intercambiadas y, aun imitadas con pasta y decoración Ychsma (Guerrero 2004:172).
Sea Cuculí un estilo de la sociedad Ychsma o de un grupo serrano incorporado por ella,
sus fechados en el valle de Chilca han sido enmarcados entre los años 1250 y 1450 d.
de C. (Vallejos 1982) o entre los años 1300 y 1400 d. de C. (Engel 1984:116). A ojos de
Francisco Bazán, estas fechas resultan algo tardías (Bazán 2008:14),
pues dejan poco tiempo para los desarrollos prehispánicos poste-
riores, entre los cuales debería estar Puerto Viejo.
Puerto Viejo
La cerámica conocida como Puerto Viejo fue definida por primera
vez por Duccio Bonavia en el sitio del mismo nombre, situado en la
zona del litoral, entre los valles de Chilca y Mala (Bonavia 1959). Este
estilo se ubica en los periodos Intermedio Tardío y Horizonte Tar-
dío. Sus características principales incluyen la presencia de cántaros
cara-gollete pintados de rojo, blanco y negro, vasijas con diseños
geométricos de rombos o peces estilizados sobre fondo blan-
co y vasijas con círculos estampados de pasta gruesa. Para
Bonavia, “es un estilo local pre-inca” (Bonavia 1959:166).
Los estudios posteriores indican su distribución por
los valles bajos del Rímac, Lurín, Chilca,
Mala, Asia y Cañete, incluyendo zonas
de lomas como Pucará (Makowski
2002; Mejía y Raymondi 2015:122;
Peralta 2013:94). También indican,
al menos de manera parcial, su
contemporaneidad con la ocupación
incaica (Makowski 2002:137).
En el valle de Chilca, varios yacimientos contu-
vieron cerámica Puerto Viejo, estilo que, a ojos de
Engel, es posterior al Cuculí. Si bien Engel indicó su
contemporaneidad con los incas (Engel 1988:15), tam-
bién reconoció cierta superposición (Engel 1984:22,23,28).
A diferencia de los asentamientos Cuculí, el investigador
suizo no describió en detalle los sitios Puerto Viejo, por lo que
la información referida a ellos es muy escueta (Engel 1984:16-31).
La cerámica Puerto Viejo de Chilca graficada por Engel presenta los
rasgos típicos de la definición hecha por Bonavia, como la existencia de
abundantes cántaros cara-gollete, la decoración negra sobre blanco con
diseños geométricos y la existencia de figurinas (Engel 1984: Plates 1 a 23). Esta
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  • 1. MÁS QUE JUNCO Y TOTORA LOS POBLADORES PREHISPÁNICOS DE CHILCA Martín del Carpio Perla
  • 2.
  • 3. Más que junco y totora Los pobladores prehispánicos de Chilca Resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca
  • 4. Más que junco y totora: Los pobladores prehispánicos de Chilca Resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca Editado por: © 2021 CÁLIDDA - Gas Natural de Lima y Callao S.A. Morelli 150, Torre 2, c.c. La Rambla - San Borja, Lima - Perú. Investigación y textos: Martín del Carpio Perla Primera edición digital, diciembre de 2021 Libro electrónico disponible en https://granmuseo.calidda.com.pe Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-14470 ISBN 978-612-45136-1-9 Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso del titular del copyright. Publicado en Perú
  • 5. MÁS QUE JUNCO Y TOTORA LOS POBLADORES PREHISPÁNICOS DE CHILCA Resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca Martín del Carpio Perla
  • 6. 6 CÁLIDDA CONTENIDOS 3 7 6 2 5 LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS ENCONTRADOS EL PROYECTO DE RESCATE ARQUEOLÓGICO ESTACIÓN DE RED A CLÚSTER CHILCA -ETAPA 2 4 1 CHILCA PREHISPÁNICA PRESENTACIÓN LOS DESCUBRIDORES CHILCA: PAISAJE, ECOLOGÍA Y CULTURA PRÓLOGO 6 7
  • 7. 7 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA 9 10 8 11 13 12 14 CATÁLOGO DE MATERIALES ARQUEOLÓGICOS MUCHO MÁS QUE JUNCO Y TOTORA VIVIR DE LANA Y MORIR DE ALGODÓN OBJETOS PARA LA VIDA Y LA MUERTE TIRANDO DEL HILO DE LA MADEJA: EL PROCESO FUNERARIO CRÉDITOS BIBLIOGRAFÍA 9 10 11 5 4
  • 8. 8 CÁLIDDA 1 PRESENTACIÓN Desde hace diecisiete años, en Cálidda, nos dedicamos al servicio de distribución de Gas Natural en Lima y Callao. Para llevar esta energía a los hogares, comercios, industrias y grifos, es necesario tender redes subte- rráneas por toda la ciudad, lo cual implica dar el óptimo tratamiento a los restos arqueológicos que existen, li- teralmente, bajo nuestros pies, pues somos un país privilegiado en elementos culturales. En Cálidda, seguimos los criterios y protocolos establecidos por el Ministerio de Cultura, que incluyen la prevención de afectaciones a nuestro patrimonio, el monitoreo de las excavaciones por parte de arqueólogos profesionales, y el rescate y recuperación de los objetos encontrados. El libro Más que junco y totora: Los pobladores prehispánicos de Chilca, que ahora presentamos, está enmar- cado en nuestro Programa de Patrimonio Cultural, que nos hace sentir orgullosos y que cuenta con el portal web del Gran Museo Cálidda, en donde compartimos los hallazgos arqueológicos realizados por nuestra em- presa. Este libro no pudiera haberse escrito sin la participación y el apoyo del Ministerio de Cultura, de la Mu- nicipalidad Distrital de Chilca y de los vecinos de la comunidad. Sus páginas son el fruto del trabajo conjunto que promovemos como parte de nuestras iniciativas sociales y nuestras estrategias de sostenibilidad. Ellas nos hablan del pasado prehispánico del valle de Chilca, ubicado al sur de Lima, en un entorno geográfico singular. Sus habitantes son herederos de una larga tradición de doce mil años, de la que se asombraron los cronistas es- pañoles llegados a estas tierras y los primeros arqueólogos que la estudiaron. Dentro de esta extensa historia, el libro ahonda en los resultados del Proyecto de rescate arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca, realizado durante la segunda mitad del año 2018. En él se dan a conocer nueve tumbas prehispánicas excavadas al pie de la carretera Panamericana, a la altura del kilómetro 63. A partir de estos hallazgos, se hacen inferencias sobre los eventos funerarios, las prácticas sepulcrales, la proveniencia de la población y las actividades cotidianas y de subsistencia de quienes fueron enterrados en el lugar, hace novecientos años. Los protagonistas de esta historia: hilanderos, tejedores, pescadores, cesteros, pastores y arrieros son anóni- mos,pero sus actos han quedado reflejados en los contextos y objetos rescatados por los arqueólogos.Hoy com- partimos los mismos espacios que ellos habitaron y modificaron. Nosotros los reutilizamos y aprovechamos de la misma forma que ellos lo hicieron: con creatividad. Sus conocimientos forman parte de nuestro pasado y nos permiten evaluar nuestro propio presente. Con algo de ingenio, podemos definirnos parcialmente a la luz de sus logros. Como el título de uno de los célebres cuentos de Alfredo Bryce Echenique, creemos que el camino que sigue este libro es así: “con las piernas, pero también con la imaginación”. Martín Mejía Director General de Cálidda
  • 9. 9 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA PRÓLOGO 2 Los que hoy vivimos cerca de Chilca podemos gozar de sus playas, practicar deportes de aventura en sus dunas y bañarnos en sus lagunas medicinales. Luego, podemos visitar su espléndida iglesia matriz y descansar en su plaza mayor comiendo un delicioso helado artesanal o los dulces higos que nos ofrecen en el camino. En el pasado reciente, los chilcanos fueron reconocidos por los estupendos sombreros, cigarreras, esteras y otros productos de cestería fina que confeccionaban con el junco y la totora que crecían en los humedales del valle bajo. También fueron admirados por las ollas y jarras de cerámica que fabricaban en el valle alto. Algo más apartado en el tiempo, los primeros cronistas y viajeros europeos se maravillaron con los inmensos maizales de las chacras hundidas del medio del desierto. Pero Chilca tenía aún más que mostrar. Durante las excavaciones de Cálidda al pie del kilómetro 63 de la carretera Panamericana, enmarcadas en el Proyecto de Rescate Arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca, se descubrieron tumbas prehispánicas que muestran una complejidad cultural insospechada. Cientos de objetos arqueológicos, artefactos de madera, restos botánicos,mates,cerámica y,en particular,textiles de extraordinaria calidad dan fe de los diversos cono- cimientos adquiridos en el pasado por los antiguos chilcanos. Este documento deja constancia de los hallazgos arqueológicos, de las actividades en que los objetos estuvieron envueltos y de las personas que los crearon y utilizaron. Este es un libro escrito contra el olvido. a mi papá Martín del Carpio mayo de 2020
  • 11. 11 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
  • 13. 13 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA Dos investigadores se interesaron inicialmente en Chilca. El primero de ellos fue Aleš Hrdlička, quien, a inicios del siglo veinte, y atraído por la monumentalidad de Pacha- camac y la metrópoli de Lima, recorrió por primera vez algunos de los cementerios del valle. Hrdlička formó una colección de objetos y cráneos, y descubrió la mezcla de rasgos costeños y serranos de la antigua población chilcana. El segundo investigador fue Frédéric Engel. Él estudió esta cuenca por casi treinta años, desde la década de 1950.Sus estudios mostraron la sorprendente antigüedad de los habitantes de Chilca, el complejo origen de la agricultura y la densidad de asentamientos prehispánicos de este pequeño valle. Después de las investigaciones en el valle del Rímac de Ernst Middendorf (1974[1894]), las excavaciones de Wilhelm Reiss y Alfons Stübel en la necrópolis de Ancón (Reiss y Stübel 1880-1887), y las de Charles Wiener (1880) y Max Uhle en Pachacamac (Uhle 1903), los ojos de la nueva disciplina arqueológica peruana miraron hacia el valle de Lurín y el norte de Lima. Los fabulosos hallazgos lo ameritaban. Los largos brazos de Pachacamac, uno de los sitios arqueológicos más importantes de la costa, parecieron extenderse entonces más hacia el norte que hacia el sur limeño. Faltarían dos décadas para que Julio C. Tello, en 1925, excavara en la Huaca Malena del valle de Omas o Asia, y muchas más para que sus trabajos en dicho lugar fueran publicados (Museo de Ar- queología y Antropología Universidad Nacional Mayor de San Marcos 2000). Por su parte, el pequeño y seco valle de Chilca fue poco valorado, pues nada hacía pre- sagiar que escondía una parte importante de nuestra historia. Solo los ojos curiosos del antropólogo Aleš Hrdlička se atrevieron a mirarlo, aunque raudamente, desde las alturas de Huarochirí hasta el mar. En 1910, Hrdlička, como curador del área de an- tropología física del National Museum en Washington (hoy National Museum of Natural History del Smithsonian Institution), había sido invitado al Congreso Internacional de Americanistas en Buenos Aires y Ciudad de México. Por ello, visitó Perú para conocer las ruinas de Pachacamac y Chan Chan, los dos sitios arqueológicos más importantes de la costa peruana. En ese breve viaje, conoció más de treinta cementerios prehispá- nicos y examinó 3400 cráneos para los estudios antropométricos que publicó al año siguiente (Hrdlička 1911:3; Schultz 1944:307-308). Entusiasmado por la riqueza cultural peruana,deseó continuar con sus trabajos en esta parte del continente. En 1913, regresó al Perú, esta vez, para preparar la exhibición  Figura 02. Valle bajo de Chilca. Los humedales de Puerto Viejo y el cerro Yaya. LOS DESCUBRIDORES 3  Figura 01. Páginas 10 y 11: Mapa de la cuenca de Chilca y los ríos y quebradas aledañas, con ubicación de los sitios arqueológicos mencionados.
  • 14. 14 CÁLIDDA antropológica de la Panama-California Exposition en San Diego (Hrdlička 1914:1; Schultz 1944:308). En los tres meses que duró su segundo viaje, visitó nuevamente Pachacamac y Chan Chan; pudo reconocer también cementerios en Ancón, Huaral, Huacho, Ica y Nasca. En esta ocasión, aprovechó para estudiar la población de las alturas de Huarochirí. En San Damián,recuperó cráneos de los sitios arqueológicos de Pueblo Viejo Ulculla y Cinco Cerros (Hrdlička 1914:8-10). Hrdlička sufrió las penurias de un hombre acomodado que visita la sierra limeña. Finalmente, conoció Chilca. Visitó un cementerio grande en una colina y otro más pequeño cerca de esta, a unos cinco kilómetros al noroeste del pueblo (Hrdlička 1914:22). El primero de estos, más cerca del pueblo, había sido recientemente saqueado en servicio de “un alto dig- natario de Lima”. La mayor parte se encontraba todavía intacta. “El suelo, hasta las partes más profundas excavadas, estaba cubierto de huesos y telas”.Aunque el sabio no pudo determinar la edad del cementerio, indicó que los cuerpos estaban en posición flexionada y mostraban partes blandas, además, que “aún existía un olor con- siderableenalgunosrestos”.Estasobservacionessugierenunabuena conservación. Reconoció también que los textiles eran exclusivamente prehispánicos (Hrdlička 1914:22-23). Por su parte, el cementerio pequeño del noroeste del pueblo se encontró en un lecho de arroyo poco profundo, que rara vez tenía agua. Varios de los esqueletos y cráneos que estaban expuestos mostraban signos de haber sido lavados por una corriente más reciente. Cerca de este cementerio, en la colina, Hrdlička encontró los restos de un asentamiento (Hrdlička 1914:23). En aquel momento, él ya era un antropólogo físico reconocido mundialmente. Los estudios de los esqueletos peruanos, en especial de los cráneos, le revelaron la exis- tencia de dos razas distintas: la de los braquicéfalos (o de cabeza redondeada), gente de la costa del tipo Quechua; y la de los dolicocéfalos (o de cabeza alargada), gente de las montañas del tipo Aymara (Feldman 2016:236; Hrdlička 1914:50, 56–57). Los esqueletos encontrados en los cementerios del valle bajo de Chilca fueron in- cluidos en las teorías raciales que Hrdlička venía desarrollando. De un lado, los cráneos del cementerio pequeño mostraban, como en Pachacamac, la mezcla entre ambos tipos descritos: costeños y serranos (Hrdlička 1914:23). De otro lado, los restos del cementerio grande manifestaban una “intrusión en la población costeña de los habitantes de las montañas de cabeza alargada […] La mayoría de huesos y cráneos mostraron personas claramente del tipo encontrado en la no tan distante localidad de Huarochirí”. Además de ello, existía una moderada mezcla de rasgos costeños. Para Hrdlička, la población enterrada en el cementerio grande era gente de las montañas (Hrdlička 1914:22). A ojos de investigadores actuales, estos esqueletos pertenecieron a poblaciones caracterizadas por movimientos e interacciones regionales,más que a ti- pos raciales amplios y geográficamente aislados (Feldman 2016:236; Guillén 2012:313).  Figura 04. Contexto funerario AR01- CF5-CF7-CF8. Registrado en el Proyecto de Rescate Arqueológico Estación de Red a Clúster Chilca.  Figura 03. Cráneo dolicocéfalo de mujer. Recuperado por Aleš Hrdlička en Chilca (Redibujado de Hrdlička 1914: Plates 20 y 22).
  • 15. 15 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA Además de los 4800 o 6000 cráneos peruanos recolectados (Feldman 2016:236; Guillén 2012:312), Hrdlička también recuperó objetos prehispánicos que hoy se guardan en el National Museum of Natural History. Entre ellos, se encuentran decenas de textiles sin- gulares que provienen de los cementerios de Chilca. Dichos elementos, a pesar de sus peculiaridades, no generaron, sin embargo, mayor interés en la comunidad científica de la época. Chilca fue olvidada en la naciente la Arqueología Peruana. Pasarían largos años hasta que la cuenca chilcana fuera redescubierta. Esta vez, fue el antropólogo suizo Frédéric Engel quien, durante la década de 1950, inició sus labores en Perú como parte de la Embajada de Francia. Posteriormente, el presidente Manuel Prado Ugarteche lo nombró Tesorero del Patronato Nacional de Arqueología y,tiempo después,en 1962,primer alcalde del distrito de La Molina.Engel fue también profesor de la Universidad Nacional Agraria de La Molina y director del Instituto de Arqueo- logía y Agricultura Precolombina, que fue la base del Centro de Investigaciones de Zonas Áridas – CIZA, fundado en 1975 (Benfer 2005:2). Desde que Engel llegó al país, quedó fascinado con la domesticación de plantas y los procesos que habían generado la agricultura (Engel 1966:15). Por ello, pensaba que la labor arqueológica era indesligable de otras ciencias, como la biología, la geología o la hidrología (Benfer 2005:2-4; Engel 1966:15). Con la finalidad de conocer los primeros métodos agrícolas,escogió las culturas tempranas asentadas en los desiertos de la costa central,comoenCurayacu,AsiayParacas.Ensusestudios,aplicóloscriteriosdepatrón de asentamiento y subsistencia, y tomó fechados radiocarbónicos (Benfer 2005:3). Finalmente,en 1963,investigó el valle de Chilca.Escogió esta cuenca por sus pequeñas dimensiones, su buena delimitación y su aridez. Estas características podrían ofrecer una noción extraordinaria de los procesos agrícolas.Debido a ellas,la cuenca no debía contener muchos sitios arqueológicos, por lo que su estudio no demandaría mucho tiempo (Engel 1966:16). En esto último, se equivocó. Sus excavaciones en Tres Ventanas, Chilca 1 y La Paloma, por mencionar algunos sitios, mostraron una sorprendente variedad de vegetales que fueron cultivados tem- pranamenteenestepequeñovalle(Benfer1982,1999,2005;Engel1966,1970,1984,1987; Quilter 1989). Con sus trabajos, Engel descubrió la extraordinaria complejidad de los primeros habitantes de Chilca. Pudo reconstruir las bases de su alimentación, sus ac- tividades de subsistencia, sus viviendas; en suma, los aspectos esenciales de su vida. Pero el marcado interés del antropólogo suizo en Chilca lo llevó también a realizar ex- tensos recorridos por el valle y las zonas de lomas de los alrededores.Gracias a su visión amplia, obtuvo un detallado registro de los yacimientos arqueológicos existentes, los cuales pertenecían a las distintas épocas del desarrollo cultural de la cuenca chilcana. Engel registró más de quinientos yacimientos (Engel 1966, 1970, 1971a, 1971b, 1984, 1987, 1988). La cuenca, apenas recorrida anteriormente por Aleš Hrdlička, había sido conver- tidaporEngelysuequipoenunodelosfocosmásimportantesdelacivilizaciónandina.
  • 17. 17 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
  • 19. 19 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 06. Planta de sábila del valle medio. Chilca es un pequeño valle seco, ubicado a pocos kilómetros al sur de Lima. Como varias de sus quebradas vecinas, este valle está encajonado por el río Lurín, el cual capta toda el agua que proviene de la sierra. La aridez del área es una característica constante en su historia, por lo que está grabada tanto en los mitos y narraciones del Manuscrito Quechua de Huarochirí, escrito por el año 1608, como en aquellos que perviven aún en las zonas altas de los alrededores de Santo Domingo de los Olleros. Esta característica cambia moderadamente con las estaciones y abruptamente con la aparición circunstancial de los fenómenos El Niño. La humedad existente en di- chas épocas genera recursos naturales que sustentan, por tramos, variados ecosis- temas. A la aparición de zonas de lomas por las neblinas del invierno se suman las corrientes de agua de los eventos más fuertes. Durante estos periodos anómalos, la cuenca se carga, su franja fértil se ensancha y los humedales de su desemboca- dura aumentan notoriamente su volumen. Así se rompe la aspereza del desierto. Los pobladores de Chilca han aprovechado estas vicisitudes. Han excavado pozos de agua para generar parcelas cultivables y han creado las famosas hoyadas en los humedales costeños. Con ello, han transformado ambientes puntuales en zonas pro- ductivas. Mientras que en la costa siembran diversos cultivos, extraen junco y totora para cestería, recolectan sal y obtienen recursos del mar; en las zonas medias y altas cultivan, crían animales y explotan las fuentes de arcilla para producir cerámica. Sin embargo, estos bienes no son usufructuados solo para sí mismos. La presencia de ambientes verdes pero discontinuos en Chilca ha propiciado la movilidad poblacional y, con ella, el pastoreo, la arriería y, finalmente, el comercio. Hoy, en invierno, se pue- den observar familias de pastores de cabras, ovejas y vacas que usan estos entornos apacibles como estaciones. Hasta hace unos años, los arrieros, con sus caballos y mu- las, transportaban sus mercancías entre las alturas y el mar. En el pasado distante, lo hacían en caravanas de llamas y alpacas.En este capítulo,ahondaremos en los detalles que convirtieron este valle agreste en uno particular y productivo, y a su gente, en una población móvil. CHILCA: PAISAJE, ECOLOGÍA Y CULTURA 4  Figura 05. Páginas 16 y 17: Pelícanos en vuelo por el mar de Chilca. Fotografía de María Fernanda del Carpio.
  • 20. 20 CÁLIDDA  Figura 07. Pequeña quebrada seca con plantas de siempreviva (Tillandsia werdermannii). Quizás por ubicarse tan solo a 63 kilómetros al sur de Lima, las características pro- pias de Chilca, como su tradición culinaria, su producción frutícola y la fabricación de sus finos productos de cestería no son del todo percibidas. Sin embargo, este fue y es un lugar singular. El valle de Chilca es reducido. Cubre una distancia de sesenta kilómetros desde su origen,en las partes altas de Huarochirí,hasta el mar.Ocupa un poco menos de ocho- cientos kilómetros cuadrados de los distritos de Chilca, Santo Domingo de los Olleros y Mariatana. Limita por el este con la provincia de Huarochirí; por el norte, con la quebrada Cruz de Huesos o Chamaure; por el sur, con los cerros que lo separan del río Mala; y por el oeste, con el océano Pacífico. Al igual que las quebradas norteñas vecinas: Cruz de Hueso o Chamaure, Malanche, Lúcumo, Pucará y Río Seco o Manzano, Chilca tampoco alcanza las partes más altas de la cordillera, ubicadas por encima de los 3600 metros sobre el nivel del mar. Así como ellas, Chilca se encuentra encajonada por el cauce curvo del río Lurín. Este río se origina en el pueblo de San Lázaro de Escomarca, cerca de la vertiente del río Mala, y muestra una inflexión en el pueblo de Santa Rosa de Chontay, que lo dirige hacia su desembocadura en el Pacífico. Las consecuencias de este hecho no son pocas. En primer lugar, las cuencas limitadas al este por el río Lurín no reciben aguas de las lluvias de la puna,tampoco de deshielos de nevados ni de desagües de lagunas,por lo que son secas.En sentido inverso,el valle de Lurín recibe aguas de las sierras más alta y su río tiene carga todo el año. En se- gundo lugar,por la falta de agua en estas cuencas y sus características morfológicas se
  • 21.  ir al índice 21 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA generan corredores y espacios que acercan sus partes altas a las del Lurín. Por poner un ejemplo: de Santo Domingo de los Olleros, en la cabecera de Chilca, a Santa Cruz de Lanchi, en la cuenca del Lurín, hay solo trece kilómetros; y de allí a San José de los Chorrillos hay menos tres. Lascaracterísticasmencionadasconviertenestaáreaenunaunidadgeográfica,desde el río Mala hasta el río Lurín, por cuyo curso superior se pueden alcanzar fácilmente las quebradas Cruz de Hueso, Malanche, Lúcumo, Pucará, Río Seco, Chilca y otras. Luego, es posible transitar por ellas, valle abajo, hasta el litoral. Aunque estas cuencas carecen de agua, se pueden hallar zonas de lomas en su recorrido. Estas, si bien son de carácter estacional, generan ecosistemas y biomasa aprovechables. La costa tam- bién es transitable a través de un desierto relativamente plano, pero sin agua. Entre el litoral de Chilca y el río de Lurín existe un trecho de unos cuarenta kilómetros.Gracias a las vías actuales de comunicación, se puede recorrer el valle de Lurín hasta la altura de San José de los Chorrillos y bajar por Santo Domingo de los Olleros hasta Chilca; y de allí hasta Lurín por la carretera Panamericana. Una cuenca árida Internamente, el valle de Chilca se subdivide en tres quebradas mayores: Cuculí y Cu- cayacu, ubicadas en la margen derecha e izquierda del valle alto, respectivamente; y el río Chilca, que nace de la unión de ambas a la altura del poblado Casa Rosada, y que desemboca en el Océano Pacífico (ONERN 1976 Vol. 1:25). Estas quebradas tienen, a su vez, otras subsidiarias. De ellas, la más importante es la de Calahuaya, que aporta, du- rante las lluvias,la mayor parte del reducido volumen de agua a la cuenca (ANA 2015:5). El valle alto de Chilca, ubicado entre los 2000 y 3600 metros sobre el nivel del mar, es la franja más lluviosa. Los pastos naturales que crecen en él sostienen perdices, viz- cachas, venados y palomas, además de animales de pastoreo, especialmente, cabras. Sin embargo, por las características ya mencionadas, no existen nevados ni lagunas que contribuyan con corrientes de agua que recorran el valle más allá de la zona donde llueve (ONERN 1976 Vol. 1:34). Estos recursos son insuficientes para cultivar extensas zonas agrícolas, pues, a pesar de algunas lluvias presentes entre enero y marzo, hay años que son completamente secos. Por debajo de los dos mil metros sobre el nivel del mar, se inicia el valle medio. A esta altura, se unen las quebradas Cuculí y Cucayacu, y la cuenca se vuelve árida. Esta parte está delimitada por cerros y contrafuertes estériles que la confinan por veinte kilómetros, hasta ensancharse a siete kilómetros del litoral. Aquí proliferan las tillandsias y se cultivan tunas con agua extraída de pozos (Engel 1966:18-24). El valle bajo recorre siete kilómetros hasta la línea de playa. Tiene, además, doce kiló- metros de ancho, ocupados parcialmente por el humedal de Puerto Viejo, y surcados por las quebradas Chilca 1, al lado sur; y Chilca 2, al lado norte.
  • 22. 22 CÁLIDDA En la extensa llanura del valle bajo, se ubica el pueblo de Chilca, que pertenece al dis- trito del mismo nombre,el más norteño de la provincia de Cañete.El área es desértica y calurosa, pues no existen aguas de la cuenca que lleguen al mar. Está divida en dos zonas separadas por los cerros Yaya y Honda, y el poblado de Las Salinas. Esta llanura tiene zonas cubiertas con limo de acarreo aluvial y una napa freática elevada, por lo que se cubre de vegetación. En esta parte del valle, se produce la mayor variedad de cultivos, tales como higos, olivos y granadas (Ministerio de Agricultura 2005:7). Ape- nas separadas de la zona agrícola, se ubican las playas Ñave, Chilca y Yaya. Una historia seca "Desde antes hemos escuchado que Pariacaca había sido un apu, apu de las aguas. él vivía siem- pre enamorado de la princesa Chayculla, el cerro más alto que está al fondo, ese es Chayculla. Bueno, la princesa Chayculla no lo aceptó, porque Pariacaca era un hombre muy especial, tenía mucho poder, pero como tenía demasiado poder el hombre se vestía demasiado simple, pobre, que cualquiera veía diría que es un mendigo y a él le encantaba desempeñar el papel de men- digo; y, a la princesa Chayculla le ofreció agua a cambio de su amor, le llevó en un cantarito y resulta que no lo recibió, no lo aceptó ni tampoco lo recibió. así, Pariacaca se fue caminando, se fue donde otra princesa, Wichuca de Santo Domingo de los Olleros; tampoco aceptó la prin- cesa Wichuca, pues las chicas eran simpáticas, altas, guapas y él todo andrajoso. así el hombre, triste, cabizbajo, fracasado en el amor retornaba y se encuentra en el trayecto con una mujer, con una doncella que estaba tejiendo su manta, era Cavillaca; era la princesa, era la ñusta de familia noble. entonces él (Pariacaca) le ofrece su amor, le dijo que no, y como Pariacaca tenía poder la engaña: Cavillaca, al árbol tenía que poner así como un estacón grande y ese estacón era una fruta que se llamaba lúcuma, y ella trabajando hace fuerza y cae una lúcuma, madurita estaba y ella se la comió y según cuenta la leyenda, allí estuvo Pariacaca, le engendró un hijo y ya transcurrido los nueve meses, esta ñusta preocupada (por saber) quién podía ser el padre, si ella nunca tuvo ningún enamorado y menos iba a tener relación,de donde va a nacer esa criatura; así llamó a todos los brujos para saber cómo podía hacer y los brujos daban la conclusión que es de un dios y le aconsejan que llame a todos los dioses y sabrá cuál de ellos es.la criatura tendría seis o siete meses, ya gateaba, entonces llama a todos los dioses, esta chica se arregló bien, ya toda simpaticona estuvo y todos querían estar con ella y todos llamaban al bebe “ven, ven a mí, a mí” y (el bebe) iba a uno y nada que ver, iba al otro y nada que ver y así hasta el final y el último era el andrajoso que estaba hasta las patas y ahí se levanta el bebe y se abraza de Pariacaca. Y Cavillaca dice: ¡no! Yo estoy de acuerdo con cualquiera menos con él, no, no puede ser”. coge al hijo y se va despavorida,caminosinrumbo,ylosdemásdiosesleincrepanaPariacaca“oye,como haces esas cosas, al menos nosotros estamos aptos, pero ¿tú? al menos preséntate mejor, al menos para que te acepten”. Y en esas discusiones que estaba, así conforme has hecho el hijo, ahora tienes que responder; entonces, Pariacaca se anima y va al alcance, en el trayecto se encuentra con varios animales: encuentra a una serpiente que estaba bien paradita así tipo cobra y le dice: “tú lo has visto a una mujer con un niño en el brazo” —“no, no lo he visto, pero si acaso ha estado pasando por acá no lo he visto”—“pues te maldigo,a partir de ahora te arrastrarás por el suelo”,le dice y por eso dice que la culebra se arrastra; sigue su trayecto, se encuentra con el zorro: “señor
  • 23. 23 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 08. Corriente esporádica del río Chilca, recientemente desecada. zorro le dice,tú has visto a una mujer con un hijo en el brazo”—“si”le dice –“muy bien,a qué dis- tancia están?”—“¿distancia? no,la mujer se regresó”—“mentiroso,si el rastro da para abajo,por qué dices que se regresó?” y se ríe el zorro,“te maldigo, a partir de hoy día, tu vivirás perseguido por los hombres,para alimentarte tendrás que robar,y por ese robo serás destinado a la muerte” por eso que el zorro tiene que vivir a escondidas y tiene que robar para alimentarse. Y sigue así su ruta, se encuentra una palomita, y a la palomita le dice “¿has visto una mujer con un niño?” —“lleva distancia” le dice, —“¿podría alcanzarla?” —“sí, le dice, si usted acelera alcanza” —“te bendigo palomita, a partir de hoy día tu vivirás feliz y tu trinar será lindo en el amanecer y serás fielparatuparejaytuparejaseráfielparati”,lediosubendiciónycontinúo,yasícuandoelve,ya llegandoaPachacamac,llegandoaLurín,alolejosvealamujer,Pariacacavaalalcanceylamujer ¿quéhace?ParanocaerenmanosdePariacacasearrojaalmar,losdosconelbebe,alarrojarseen el mar, queda convertida en una isla y la hija en la otra isla más pequeñita, frente a Pachacamac (ruinas) y en Lurín hoy sale el agua, el agua que llevaba Pariacaca, un canal encantado, hay agua. Y cuentan los antiguos que ahí está la planta de la palla, la pakepuna, el ichu, todo eso existe allí y sale cantidad de agua que se va al mar, en Lurín y no es en Chilca. luego Pariacaca regresó, nunca más pretendió a ninguna princesa ni a nadie y se fue a ocultarse a la cordillera, como era el dios de las aguas, ahí quedó. Por eso hay esperanza de que un día vaya a salir; entonces, será otra historia diferente, la segunda venida de Pariacaca, Cuniraya Pariacaca" (Mito de Pariacaca narrado por Arnaldo Tello Macavilca, de Huarochirí. Gutiérrez 2007).
  • 24. 24 CÁLIDDA  Figura 09. Quebrada Cucayacu del valle medio de Chilca. La aridez del valle de Chilca, la irregularidad de sus corrientes y la necesidad de ampliación de su frontera agrícola han sido registradas históricamente. El carác- ter desértico de la cuenca ha quedado atestiguado en las crónicas de los siglos XVI y XVII (Cieza 1995[1553]:215; Cobo 1804[1653]:205; Garcilaso 1919[1609]:63; Lizárraga 2002[1605]:130), las descripciones geográficas y apreciaciones de los viajeros de los siglos XVIII y XIX (Alcedo 1786:506; Cerdán 1828:8; Tschudi 1847:228-229), y aun en las incursiones a Lima durante la guerra civil de 1865 (Anónimo 1866:7) o la Guerra del Pacífico (Academia Chilena de la Historia 1979:886). La necesidad de obtener mayores suelos irrigados se hizo evidente en los estudios de la cuenca durante el siglo pasado, en los años 1913, 1936 y 1953 (Ministerio de Agricultura 1981:266-267,271). El objetivo de tales estudios era el trasvase parcial de aguas de los ríos Mala o Lurín hacia Chilca. Finalmente, en 2011, se construyó el canal de riego Julio C. Tello, que trasvasa los exce- dentes del río Canchahuara hasta la quebrada de Calahuaya, en Chilca (ANA 2015:24). Esta escasez de las aguas superficiales del valle fue y es compensada con la presencia de aguas subterráneas. Estas son aprovechadas mediante la perforación de pozos en distintos sectores y la generación de islas de cultivo (Alcedo 1786:506; ANA 2015:7; Engel 1966:22-24; Villar Córdova 1935:33). Pero la historia hidrológica del valle de Chilca cambia drásticamente en algunas tem- poradas con la ocurrencia del fenómeno El Niño.Las consecuencias de este evento son conocidas: las quebradas secas se activan de manera desproporcionada, las piedras y el lodo de los aluviones arrastran todo a su paso, los pueblos y las tierras de cultivo se
  • 25. 25 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 10. Superficies de limo craqueladas, producidas por las corrientes de El Niño Costero de 2017. inundan por las intensas lluvias.Así quedó registrado en 1983 y 1998,cuando se vieron afectadas las bases de la carretera Panamericana y el área periférica de Chilca. Si bien este fenómeno es global y, en nuestro país, afecta principalmente a la costa norte, recientemente se ha descubierto un fenómeno de efectos similares, pero más focalizado, llamado Niño Costero. El Niño Costero se produce por el calentamiento anómalo del mar cerca de la costa. Al igual que el evento ya conocido, incrementa las lluvias y desplaza los vientos alisios hacia el sur. Este hecho implica que las zonas afectadas pasen de un clima árido subtropical a uno tropical y húmedo, lo que causa aluviones e inundaciones en áreas no adaptadas a ellos (Takahashi 2017:5-6). El Niño Costero es también muy destructivo. Su poder fue demostrado entre enero y marzo de 2017, cuando causó estragos en las costas de Ecuador, Chile y Perú, y afectó intensamente las regiones de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Ancash y Lima. El 6 de febrero, alcanzó la cuenca de Chilca. El río se desbordó; las piedras y lodo que trajo alteraron varias viviendas en Pucusana. Las cuencas secas al norte de Chilca también se activaron. El 15 de marzo, el lodo del aluvión en la quebrada de Pampa Pacta, en San Bartolo, arrastró vehículos, animales y personas. Lo mismo ocu- rrió en la quebrada de Malanche, a la altura del balneario de Punta Hermosa (Diario El Comercio, 16 de marzo de 2017). Este no fue un evento aislado. El padre Pedro Villar Córdova, estudioso del pasado de Lima, había ya descrito las fuertes lluvias de la siguiente manera: Entre los diversos tipos de lluvias que se forman en la región de la sierra, se ofrece uno, que por largos períodos de ausencia de 10 a 20 años y a veces en plazo más cor- to, se produce en la ceja de costa, y es de funestas consecuencias por las avalanchas que provoca. La repentina caída de estos chubascos produce el desmoronamiento de grandes cantidades de tierra y arcilla, a las que los agentes atmosféricos hicie- ron porosas y quebradizas, y que, convertidos en barro por su mezcla con el agua de la lluvia, bajan despeñándose como aludes al fondo de los barrancos. Aquí se encuentra con riachuelos, los rechaza y va corriendo a la deriva, derribando árboles y cubriendo las casas y los campos con el grueso sedimento de material sólido que arrastran sus aguas (Villar Córdova 1935:35-36). También Frédéric Engel se había referido a los depósitos de limo de la sección baja de Chilca, que eran producidos por las violentas avenidas temporales. Él había visto el barro entrando a la playa frente al sitio arqueológico de Bandurria, en la margen norte del valle (Engel 1987:197). Quizás, debido a este abrupto vaivén entre tiempos secos y súbitas lluvias destruc- tivas, varios mitos, posiblemente de origen huarochirano, tienen como elemento central el agua. El primero de ellos, trascrito al inicio de este subcapítulo (Gutiérrez
  • 26. 26 CÁLIDDA  Figura 11. Mapa del valle alto de Chilca y las cuencas aledañas. Ubicación de los apus Pariacaca y Wichuca. 2007),trata,en parte,de la negativa de la princesa Wichuca1 ,de Santo Domingo de los Olleros,a recibir los afectos del dios de las aguas,Pariacaca.El dios,entonces,se va en pos de la princesa Cavillaca, de Lurín. El mito continúa de manera similar al de Cuni- raya Huiracocha en el ManuscritoQuechuadeHuarochirí(Taylor 1987:53-73), aunque con Pariacaca como protagonista, y no con Huiracocha. El dios persigue a Cavillaca y su bebé; los ve lanzarse al mar y convertirse en islas. En su persecución, lleva el agua que termina por irrigar la cuenca de Lurín, en vez de la de Chilca. Un mito similar del folklore ollerano refiere que Pariacaca, enamorado de Wichuca, le envió un cántaro con agua de los deshielos de su nevado. Ella, molesta, lo arrojó. El cántaro rebotó en Buena Vista,Lurín,por lo que allí hay una laguna y crece abundante vegetación. Como escarmiento, el dios lanzó una lluvia de rocas a los dominios de Wichuca, que destruyó pueblos, manantiales y chacras. El pueblo principal desapa- reció y los habitantes tuvieron que refugiarse cerca de los pequeños manantiales que quedan hoy, como Olleros, Matará, Chatacancha, Calahuaya, Mariatana, Huallanchi, Comalipa, Cuculí, Pampilla, Llaka Llaka y otros (Pumayauli 2008, citado en Munici- palidad distrital de Santo Domingo de los Olleros). Otros mitos semejantes pueden aún escucharse entre los pobladores del lugar (Arroyo 2007:154-155). Estos también tienen como protagonistas a Wichuca y Pariacaca. En ellos, el rechazo de Wichuca ofende al dios, quien decide amar a otra mujer y llevar sus aguas hacia ella y, a su vez, destruir los dominios de la mujer esquiva. Estos mitos explican por qué el río Lurín lleva agua y revelan la causa de la aridez del valle de Chilca, pero también la existencia de algunos puquiales. 1 Wichuca o La Vichuca es el nombre de la montaña más alta del distrito de Santo Domingo de los Olle- ros, en la cabecera de la cuenca chilcana. Es considerada sagrada por los olleranos (Arroyo 2008:107).
  • 27. 27 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 12. Humedales de Puerto Viejo. En el extremo izquierdo de la foto, se observa la extracción artesanal de totora. Los humedales La dureza de la cuenca chilcana obliga a preguntarse por aquellas características que, además del uso discontinuo de las aguas del subsuelo o de las ocasionales avenidas, hicieron habitable este valle. Estos otros rasgos permitieron también la aparición de medioambientes complejos y la conversión de terrenos en suelos cultivables. Entre estos rasgos, están sus humedales. Estos se forman porque las aguas de las lluvias de las partes altas penetran el subsuelo y afloran en el valle bajo, con lo cual se genera un ecosistema viable. En la llanura aluvial de Chilca, existen dos áreas de humedales. La primera de ellas forma parte de su cono de deyección. Está delimita- da por los cerros de Pucusana, al norte; y Yaya y Honda, al sur. El segundo humedal es el de Puerto Viejo, que está bañado actualmente por las aguas derivadas del río Mala, pero cuya formación geológica se relaciona con la cuenca de Chilca. Ambas zonas son, en realidad, parte de un mismo proceso, pues se encuentran conectadas por remanentes desecados al este del cerro Yaya y al sur del pueblo de Las Salinas. La superficie de los humedales es ondulada por naturaleza,pues está compuesta por una planicie de depósitos marinos y eólicos que forman dunas (Moschella 2012:76). Esta particularidad permite que el agua del subsuelo aflore en los niveles más pro- fundos y cree pequeñas lagunas y superficies húmedas. Las lagunas aumentan su volumen en los años lluviosos (Engel 1987:43,197), como durante el Niño Costero de 2017. Su aparición genera los hábitats ideales para albergar gramas saladas, juncos,
  • 28. 28 CÁLIDDA  Figura 13. Falaropos de Wilson en la laguna La Encantada de Las Salinas. totoras, jacintos de agua, garzas, patos, aguiluchos, huerequeques, ratones orejo- nes y zorros costeños, entre otras plantas y animales. En este ecosistema tan especial y característico de Chilca, se observan las famosas hoyadas2 prehispánicas. Los estudios estratigráficos del área indicaron que, sobre el nivel de aguas del subsuelo, existe una capa de arena y fango de unos treinta centímetros de espesor. Sobre esta capa hay unos quince centímetros de arena y conchas, y luego, un depósito de arena eólica y raíces del suelo cultivado, de más de un metro de espesor. Estos estratos se intercalan con capas de limo y sedimentos de las avenidas y crecidas esporádicas, lo cual crea suelos fértiles (Engel 1987:43; Knapp 1979, 1982, 1987; Ojeda 1982; Parsons y Psuty 1981:54). El aprovechamiento de las hoyadas es una de las particularidades de Chilca, por lo que las actividades desarrolladas en ellas han merecido amplio reconocimiento. El área es usada con fines agrícolas. En ella se siembran higos, granadas, dátiles, vid y olivos. También se realizan actividades de pastoreo de ganado vacuno y ca- prino y, al menos hasta fines de la década de 1950, se produjo leche (Engel 1966:67). Pero es conocida especialmente por la extracción de junco y totora con los que se confeccionan canastas, petates, esteras y, hasta hace poco, escobas (Engel 1966:66) y materiales para los techos de las casas del lugar (Markham 2014[1856]:22). En el pasado reciente, fueron famosos los sombreros y cigarreras producidos con la ma- teria prima de los humedales chilcanos (Córdova y Urrutia 1992[1839] Tomo II:106; Markham 2014[1856]:22; Tschudi 1847:229). Otros rasgos importantes de este medioambiente son las populares lagunas La Mellicera, La Encantada y La Milagrosa, ubicadas en el pueblo de Las Salinas, al sur de Chilca. Estas lagunas son, quizás, los elementos más representativos para la población local y foránea, que toma baños medicinales en sus aguas durante el verano (Cheesman 1912:131; ONERN 1976 vol. 1:237). Al menos hasta el siglo XVIII, en las lagunas se pescaban lizas (Flores Galindo 1981:162). La alta salinidad de las lagunas fue un factor determinante para su explota- ción. La extracción de sal ha quedado registrada en las primeras crónicas (Cobo 1804[1653]:206,208; Lizárraga 2002[1605]:130). Este producto era tan abundante que se transportaba a muchas partes, “pero no tienen facultad para extraherla de allí otros mas que los Indios de aquel Pueblo, y son estos los que se ocupan en condu- cirla á los demás parages donde se necesita” (Ulloa 1772:283-284). Esta sal llegaba a 2 Las hoyadas, chacras hundidas o mahamaes son resultado de la adaptación y transformación de los hume- dales para convertirlos en terrenos aptos para el cultivo. Muchos investigadores opinan que esta trans- formación se debe a la excavación de los suelos para alcanzar la napa freática (Cobo 1804[1653]:205; Engel 1987:198, 1988:12; Ojeda 1982; Parsons y Psuty 1981:51; Soldi 1982). Sin embargo, esta idea ha sido criticada por Gregory Knapp. Él considera que la hoyas no son producto de excavaciones, sino de la creación de cercos y del aprovechamiento de las inundaciones esporádicas del valle (Knapp 1979,1982,1987).Este uso de las avenidas de agua y su consecuente canalización ha sido también mencionado por Engel (1988:13).
  • 29. 29 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
  • 30. 30 CÁLIDDA  Figura 14. Huerequeque descansando entre las rocas. Lima (Cosme Bueno 1764) y a las poblaciones serranas limítrofes de Cañete, Yauyos y Huarochirí (Cheesman 1912:133; Flores Galindo 1981:162). Finalmente, este ecosistema húmedo, tan provechoso para los habitantes de Chilca, se encuentra muy cerca de un rico mar del que se extrae anchoveta, corvina, cabri- lla, lenguado y mariscos (Cheesman 1912:133). Aún hacia mediados del siglo XX, en este mar, se pescaba con caballitos de totora fabricados en los humedales (Buse 1977:290; Engel 1966:64). Las lomas Los humedales del cauce bajo no son los únicos lugares naturales de los alrededo- res con entornos ricos en vida. Chilca y las quebradas vecinas también presentan ecosistemas de lomas que, aunque frágiles, permiten la subsistencia de plantas durante las épocas de invierno. La formación de lomas se debe a que la temperatura del mar se calienta bajo la acción solar; el agua se evapora, se condensa y forma neblinas que alcanzan los mil metros de altitud. En invierno, de junio a octubre, los vientos empujan las nubes hacia el este, pero la cordillera de los Andes las detiene, por lo cual se transforman en garuas. La alta humedad genera vegetación efímera y periódica, distribuida en zonas que son llamadas lomas (Ferreyra 1986). El encuentro de elementos, como la abundante ve- getación y los terrenos rocosos e inclinados, permite una mayor condensación de las neblinas y, por lo tanto, mayor humedad puntual que crea, a su vez, más vegetación. Parte de la flora que crece en las lomas es endémica, aunque también hay especies co- munes, como amancay, papas silvestres, valerianas y tabaco cimarrón. Esta permite la presencia de venados, zorros y variedades de aves e insectos. En los alrededores de Chilca, Engel registró varias áreas de lomas que él prefirió llamar oasis de neblina. Estas ocupan las secciones medias y bajas de la cuenca, y suman un total de setenta kilómetros cuadrados (Engel 1971b:41). Las lomas estu- diadas por Engel fueron La Paloma, Víbora, Portillo, Moya, Sorpresa, Huarangal, Jaboncillo, Camotillo, Los Cardos, La Lomada, Cerro Brujo y Dos Rayos (Engel 1984:11, 1987:183,197). La más importante de todas es La Paloma, que separa el norte de Chilca de la quebrada Cruz de Hueso, pues ella fue investigada en profundidad, tanto en términos culturales como ecológicos (Benfer 1982, 1999; Quilter 1989; Sán- chez y Velásquez 1982; Torres y López 1982). Además de las lomas del valle, existen otras, localizadas en los cauces secos entre Lurín y Chilca, tales como Malanche, Lúcumo, Pucará y Cruz de Hueso, que han sido estudiadas desde el punto de vista arqueológico y etnohistórico (Bautista 2007; Engel 1987; Jiménez 2009; Kalicki 2014; Kalicki et al. 2014; Makowski 2002; Mujica 1997). Mientras los estudios arqueológicos de estas lomas anuncian una ocupación humana permanente en los yacimientos registrados (Bautista 2007; Makowski
  • 31. 31 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 15. Siempreviva.  Figura 16. Quebrada seca de Malanche, ubicada al norte de Chilca. 2002; Mujica 1997), las referencias etnohistóricas y etnográficas indican un uso estacional o temporal, como coto de caza, lugar de tala de árboles (Canziani y Mu- jica 1997:505; Rostworowski 2005:41) o área de pastoreo de ganado vacuno, ovino y caprino (Engel 1987:192). La importancia de las lomas como lugar de pastoreo ha quedado firmemente atestiguada en un documento fechado en junio de 1795. En él, Juan Evangelista Chuquimanco Dávila, cacique gobernador de Nuestra Señora de la Asunción de Chilca y de San Pedro de Mala, pidió al virrey Francisco de Gil Ta- boada y Lemos la anulación de arrendamiento de las lomas de Chutana, Lucicasgo y otras que habían sido puestas en beneficio de los pueblos de Santo Domingo de los Olleros y San Cristóbal de Chatacancha de Huarochirí. Dichas lomas eran el único lugar posible para que los indios de su gobernación alimentasen a su ganado (AGN Documento PE/15/AGN/GO/BI/BI1/GO_BI_BI1_045,592). Hoy en día, durante el invierno, es posible ver familias ganaderas que ocupan las lo- mas entre Lurín y Chilca. Estas familias vienen de Santo Domingo de los Olleros y se instalan por meses en las zonas húmedas, aprovechándolas como pasturas para sus animales; principalmente, cabras, pero también, ovejas y vacas. Finalmente, venden sus productos en las partes bajas: leche, queso y sus animales (Bautista 2007:158; Makowski 2002:164; Mujica 1997:213). En su trayecto, reutilizan la arquitectura pre- hispánica para construir viviendas precarias y corrales (Mujica 1997:213-214).
  • 32. 32 CÁLIDDA  Figura 17. Mapa de los valles de Chilca y Mala, y algunos caminos transversales que los interconectaban; según las indicaciones de Francisco Cheesman y dibujo de Camilo Vallejos (Tomado de Cheesman 1912:136). La actividad ganadera de los olleranos no es excluyente; algunas familias del lugar son reconocidas por su producción alfarera (Cárdenas 1994; Miasta 1986; Quiroz 1981; Ramón 1999, 2016). El uso de las lomas en la temporada de invierno les resulta beneficioso pues, el final de las lluvias en las alturas, marca su migración ganadera a las partes bajas (Ramón 1999:218). Esta comunidad alfarera distribuye sus produc- tos en las localidades vecinas de altura; aunque algunos registros indican que antes pudieron distribuirlos también en la costa de Chilca, Mala, Lurín y Lima, y que se hallaban grupos alfareros en otras zonas aledañas, como San Pedro de Huallanche, Piedra Grande y Llaka Llaka (Cárdenas 1994:188; Engel 1971a; Ramón 1999:237).
  • 33. 33 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA  Figura 18. Un triciclo cargado de caña de maíz recorre una calle central del pueblo de Chilca. Los caminos Algunas de las rutas de tránsito de los comerciantes alfareros y pastores entre San- to Domingo de los Olleros y las zonas bajas vecinas se han logrado reconocer. Dos de ellas recorren la quebrada de Tinajas y las lomas de Lúcumo hacia Lurín (Oré 2012:69), y una baja por la quebrada Cruz de Hueso (Bautista 2007:159). Tal como ocurre en la actualidad, “es altamente probable que un movimiento análogo se rea- lizara con los rebaños de camélidos aprovechando de manera alterna los pastos de altura y los pastos de loma” (Makowski 2002:164). Las lomas, por lo tanto, son y debieron ser estupendas estaciones en los trayectos entre la costa y la sierra y los recorridos entre cuencas, además de lugares de ocu- pación permanente. En el invierno, ante la escasez de pastos en las planicies, los camélidos: llamas y alpacas, eran llevados a pastar a las áreas de lomas, como se hace todavía con cabras, ovejas, caballos y vacas (Rostworowski 2005:53-55). Este tipo de tránsito debió ocurrir por todas las quebradas existentes que unen la sierra de Huarochirí con la costa, incluyendo Chilca. Además de estas rutas, pudie- ron existir otras menores que aprovecharan los accidentes naturales que facilitaban la circulación. Así, pudieron recorrerse transversalmente las quebradas menciona- das, hasta alcanzar las áreas de lomas más benignas. Antonio Raimondi, en su viaje por Cañete, Yauyos y Huarochirí de 1862, menciona “un gran camino” transversal en el valle medio de Mala que, desde la zona de Huarangal y Aymará, “atraviesa la quebrada y se dirige directamente a Chilca” (Raimondi 1896:379). Este camino parece ser uno de los que el padre Francisco Cheesman presentó en un mapa de los distritos de Chilca y Mala en 1912, junto a otros caminos transversales entre la cuen- ca de Mala y Chilca (Cheesman 1912:136). Además de estos caminos, dicho mapa muestra el trayecto de la costa que cruza el desierto árido entre valle y valle. Este camino completa el panorama de rutas que existen hoy en el área, algunas de las cuales debieron también ser útiles en el pasado. Chilca es, en resumen, un valle estrecho y árido, inserto en un sistema de pequeñas cuencas secas cuyas partes altas limitan con el río Lurín. Este último recibe el agua de los deshielos y hace que el resto del sistema no la tenga. Sin embargo, el clima estacional, por un lado, y los fenómenos El Niño y El Niño Costero, por el otro, generan ambientes ocasionales diferentes. Las lomas inter- mitentes y las inundaciones que aumentan el nivel de las aguas del subsuelo crean zonas húmedas cerca del litoral. Los recursos inherentes a ellas han sido sabiamen- te aprovechados por los grupos humanos que habitan y habitaron Chilca. Estos lugares fueron convertidos en residencia permanente o en verdaderas estaciones de paso entre las quebradas secas que unieron el valle alto y bajo de Chilca y las cuencas y ríos aledaños.
  • 35. 35 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA
  • 37. 37 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA Cierto es cosa notable y nunca vista, que en tierra donde ni llueve ni cae sino algún pequeño rocío, puedan gentes bivir a su placer (Pedro Cieza de León 1995[1553]:216). El siguiente capítulo es un compendio de los eventos que ocurrieron en Chilca antes de la conquista española. Aunque han sido pocos los arqueólogos que estudiaron el área, los prolongados trabajos de Frédéric Engel demuestran que los antiguos pobla- dores del valle aprovecharon todas sus peculiaridades. En esta historia, se comparan las evidencias prehispánicas de Chilca con las de los valles cercanos, se mencionan los fechados radiocarbónicos tomados por los investigadores, se exponen algunos de los debates arqueológicos generados y se insertan en la discusión los mitos y narraciones del Manuscrito Quechua de Huarochirí. Los primeros cronistas europeos que describieron el valle de Chilca en los siglos XVI y XVII se preguntaban por el sustento de la población que habitaba un territorio árido. Sus dudas fueron despejadas cuando observaron los procesos de producción agrícola en las hoyadas del valle bajo. La conversión de los humedales naturales en terreno fértil causó la admiración de los foráneos. En las hoyadas, los nativos sembraban, entre otros alimentos, abundante maíz, cuyos granos no crecerían “si con cada uno no echassen una a dos cabezas de sardina de las que toman con sus redes en la mar, y assí al sembrar las ponen y juntan con el mayz en el propio hoyo que hazen para echar los granos: y desta manera nasce y se da en abundancia” (Cieza 1995[1553]:216). Gra- cias a este método ingenioso, los antiguos chilcanos “no sabían que cosa era carestía” (Garcilaso 1919[1609]:63). Los cronistas europeos habían sido testigos directos de la creatividad de los poblado- res locales; quienes,gracias a un profundo y antiguo conocimiento de su entorno geo- gráfico, se habían asentado en el valle y habían alcanzado un importante desarrollo. Los antiguos habitantes habían logrado adaptarse a los vaivenes de la estacionalidad en las zonas de lomas, a las intermitentes avenidas de agua de su estrecho valle y al uso perspicaz del agua subterránea. El dominio de los distintos paisajes, de lo cual quedan centenares de evidencias, se había iniciado once mil años antes del contacto con el mundo hispano. 5 CHILCA PREHISPÁNICA  Figura 20. Mapa de los yacimientos del valle de Chilca mencionados en el texto.  Figura 19. Páginas 34 y 35: Yacimiento de Bandurria, ubicado en el valle bajo.
  • 38. 38 CÁLIDDA Los primeros habitantes Los pequeños grupos de cazadores y recolectores que ocuparon Chilca aprovechaban los escasos recursos de agua existentes en el valle. Sus restos más antiguos se han hallado en varias cuevas de las zonas altas,pero también en pequeñas aldeas ubicadas en las lomas cercanas al litoral. Las primeras comunidades fueron móviles, pues avanzaban buscando recursos, apo- yadas en los cambios de estación. Sus casas eran pequeñas, circulares u ovales, y esta- ban construidas con estacas de palos cubiertas de carrizo o ichu. En ellas enterraban a sus muertos envueltos en esteras. Poco a poco, empezaron a controlar el ciclo vital de diversas plantas e iniciaron la horticultura. En la costa, se valieron principalmente de los recursos marinos y en las alturas, de la fauna mayor. Con el tiempo, la población aumentó, las casas cambiaron su distribución y aparecieron los primeros edificios religiosos comunales.
  • 39. 39 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA La larga historia de Chilca se expuso por primera vez en las alturas de Huarochirí cuando, en 1966, Frédéric Engel, Bernardino Ojeda y el equipo del Instituto de Ar- queología y Agricultura Precolombina de la Universidad Nacional Agraria de La Mo- lina descubrieron las primeras ocupaciones humanas en las cuevas de Tres Ventanas y Quiqché. Estas cuevas se encontraban a casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, entre los actuales pueblos de Calahuaya y San Lázaro de Escomarca, cerca de pequeñas lagunas (Engel 1987:16-24). Tres Ventanas está conformada por tres cuevas localizadas frente a una terraza na- tural y un riachuelo. En dos de las cuevas, se hallaron individuos de diversas edades, cubiertos con mantas de piel de camélido o amarrados con tiras de cuero y redes vegetales. Estos descansaban sobre lechos de paja. Dos de los casos fueron hallados dentro de una choza ovalada de 2.50 metros de diámetro (Engel 1987:23; Kaulicke 1994:218; Vallejos 1982). Varios elementos llamaron la atención en Tres Ventanas. En primer lugar, la extraor- dinaria conservación de los restos orgánicos permitió conocer los tejidos anillados y entrelazados que fueron parte de la vestimenta de los individuos (Engel 1987:23). Gracias a esta buena preservación, también se pudieron identificar vegetales, como gramíneas,caña,tuna,jíquima,camote,ollucoy,posiblemente,papa.Losanálisisfau- nísticos indicaron la presencia de camélidos,cérvidos y vizcachas (Engel 1987:17,41).Si bien hay dudas sobre la domesticación de los restos vegetales, es posible que algunas especies ya estuvieran en procesos iniciales de cultivo (Lumbreras 2010:74). En segundo lugar, sorprenden, sin duda, las fechas tempranas de la ocupación. Uno de los entierros de Tres Ventanas II obtuvo un fechado radiocarbónico de 8030 ± 120 a.p.3 , recientemente recalibrado en fechas calendáricas entre 7350 y 6750 a. de C. (Sal- cedo 2011:225). El fechado más antiguo de Tres Ventanas I alcanzó 10030 ± 170 a.p., lo que es equivalente a entre 10400 y 9200 a. de C. (Salcedo 2011: Tabla 3, Figura 4). Las cuevas de Quiqché se encuentran a tres kilómetros al oeste de Tres Ventanas. Al igual que en ellas, en Quiqché I, Engel y su equipo encontraron una choza circular de dos metros de diámetro, sostenida por estacas. En su interior, hallaron también un fogón y unas puntas de piedra alineadas, que sugieren la existencia de asientos alre- dedor del fuego, por lo que la vivienda pudo estar amoblada. Además, encontraron el esqueleto de un individuo adulto en posición flexionada lateral (Engel 1987:17). El fechado radiocarbónico más antiguo en Quiqché I dio como resultado 9940 ± 200 a.p., equivalente a entre 10200 y 8800 a. de C. (Salcedo 2011: Tabla 3, Figura 4). Estas investigaciones muestran que en los inicios del poblamiento de los Andes, du- rante las primeras etapas del periodo Precerámico (c. 15000 a 1800 a. de C.), las partes 3 A.p. significa “antes del presente”, es decir, antes del año 1950. A. de C. significa “antes de Cristo” y d. de C., “después de Cristo”.  Tabla 01. Cuadro cronológico de las épocas prehispánicas.  Figura 21. "Hacha de mano" tipo San Lorenzo de Escomarca. Proviene de una de las cuevas de Tres Ventanas. Redibujada de Engel 1982:Fig. 15.
  • 40. 40 CÁLIDDA altas de la cuenca de Chilca estuvieron habitadas por grupos humanos reducidos. Los miembros de estas bandas construyeron sus viviendas en el interior de cuevas y prendieron fogones para guarescerse del frío de la puna. Aprovecharon las plantas que crecían naturalmente en el entorno y quizás comenzaron su manipulación. Ter- minaron de retocar sus puntas de flecha foliáceas en los alrededores de sus viviendas y se dispusieron a cazar las vicuñas, guanacos, ciervos y vizcachas que fueran a beber agua del riachuelo cercano (Engel 1987:18). Pero los primeros habitantes del valle no solo aprovecharon los ambientes serranos que contaban con corrientes permanentes de agua. Resulta aún más sorprendente que también ocuparan las partes bajas y secas de la cuenca. Estos pueblos costeños tempranos fueron descritos brevemente por Pedro Villar Córdova. El refirió que, en los cementerios de Chilca, con “basurales de grueso conchal”, se hallaron cadáveres momificados en posición horizontal y envueltos en esteras. Estos cadáveres eran parte de una “cultura genuina del litoral anterior a la de los invasores aimarás” (Villar Cór- dova 1935:276). Los trabajos de Engel confirmaron las ideas iniciales del padre Villar Córdova. Las evidencias de las ocupaciones resultaron abundantes y dieron a los investigadores un panora- ma muy completo del remoto pasado peruano (Benfer 1982, 1999; Engel 1966, 1987; Quilter 1989). Algunos de los sitios arqueológicos registrados en Chilca, como La Quipa, La Paloma o Pueblo 1 son, en la actualidad, excelentes ejemplos de los primeros grupos humanos que habi- taron la costa peruana. En el sitio de La Quipa, se tomaron los fechados más antiguos de la costa chil- cana, que están entre 9700 ± 200 a.p. y 8900 ± 120 a.p (en fechas calendáricas, entre 9900 y 7650 a. de C. Salcedo 2011:211, 2019:12). Estos con- cuerdan gruesamente con los fechados de las cuevas de la parte alta. La Quipa se ubica a dos kilómetros de Playa Honda, a  Figura 22. Vivienda precerámica de Pueblo 1 de Chilca. (Tomada de Quilter 1989:17. Redibujada en acuarela por Paloma Manrique Bravo).
  • 41. 41 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA los pies de una loma. Fue un campamento con chozas de 2.5 metros de diámetro, sostenidas por palos, cuyos interiores estuvieron levemente por debajo del nivel del suelo (Engel 1987:25). La aldea de La Paloma, 12b-Vll-6134 , es quizás el sitio arqueológico más famoso del valle bajo y, también, el más excavado. Su ubicación es singular, pues se encuentra a ocho kilómetros al norte del río Chilca y a 3.5 del mar, en una zona con pocos recursos aparentes (Benfer 1982, 1999:216). Los estudios realizados indican que el sitio estaba emplazado en una antigua zona de lomas (León 2007:147-151). Más de una veintena de fechados indican una ocupación entre 5850 y 2750 a. de C. (Benfer 1999:223). Sus viviendas eran de forma circular u oval, y tenían un promedio de 4.5 metros de diámetro. Sus superficies internas habían sido cavadas por debajo del nivel del sue- lo (Engel 1987:39). Las paredes eran de paja, esteras y grama, y estaban soportadas por palos o grupos de cañas atadas y colocadas en zanjas (Engel 1987:33). Algunas de estas casas estuvieron rodeadas por un patio. Durante los trabajos arqueológicos, se registraron 55 viviendas, pero el cálculo total puede ser de cerca de un millar (Benfer 1982, 1999:227). En su interior, se encontraron fogones con huesos animales, conchas, pescado y pie- dras que sugieren la práctica de insertarlas calientes dentro de recipientes para cocer los alimentos (Benfer 1982, 1999:227). Entre los primeros elementos botánicos consu- midos, se hallaron begonias, amancay y calabazas; luego se incorporaron frejoles y tubérculos. Los mariscos, como choros y machas; los animales mayores, como lobos 4   12b-VII-613 es el nombre de La Paloma en el sistema de codificación de sitios del Centro de Investiga- ciones de Zonas Áridas – CIZA (Engel 1984:14).  Figura 23. Fardo hallado en el piso de la choza V del Pueblo 1 de Chilca. (Tomado de Engel 1988: Fig.28a. Redibujado en acuarela por Paloma Manrique Bravo).
  • 42. 42 CÁLIDDA marinos, camélidos y aves; y los peces, como anchovetas, corvinas y lornas comple- mentaron la dieta (Benfer 1982, 1999:231). Un fémur de mono, posiblemente aullador, sugiere que hubo contactos con otras áreas (Reitz 1982). En La Paloma, es posible que la muerte del padre de familia marcara también el aban- dono de la vivienda, pues esta formaba parte del lecho mortuorio. En esta práctica ritual, se envolvían los cuerpos con esteras y se quemaban junto con la casa (Benfer 1982, 1999:224). En los trabajos arqueológicos, se hallaron más de 150 tumbas y 251 esqueletos. Los estudios antropológicos indican que los hombres medían 1.65 metros y las mujeres, 1.51. La esperanza de vida era de entre veinticinco y treinta años. Los esqueletos masculinos mostraban exostosis auditiva5 , por lo que pudieron estar ex- puestos al agua de manera prolongada. Al morir, los individuos eran enterrados en fardos con ofrendas de conchas, huesos, pieles de animales, textiles, cordeles, anzue- los de hueso y espinas de cactus (Benfer 1982). Además de las casas y las tumbas, se halló una edificación cuadrangular de piedra, de diez metros por lado, llamada el Templo Rojo. Es posible que esta construcción haya sido uno de los primeros edificios públicos de los Andes. Otra de las aldeas tempranas registradas es el Pueblo 1 de Chilca, 12b-VII-1, en la co- dificación de Engel. Este se ubicaba sobre una terraza natural, en el brazo norte de la quebrada Chilca 2, a siete kilómetros al sur de La Paloma y a 4.5 del mar. El sitio tuvo múltiples ocupaciones; las más antiguas con fechados de 5700 ± 135 a.p., que en fe- chas calendáricas equivale a entre 4895 y 4290 a.de C.(Engel 1987:42; Salcedo 2019:12). El Pueblo 1 de Chilca tuvo al menos tres niveles superpuestos de ocupación, intercala- dos por estratos de abandono. En su nivel más antiguo, se hallaron chozas circulares similares a las descritas para La Paloma, aunque más pequeñas. También se regis- traron esqueletos vestidos y con ajuares de conchas, huesos y madera, y envueltos en esteras (Engel 1987:43). La segunda ocupación mostró características similares. La buena conservación del si- tio permitió entender mejor las construcciones. Las chozas eran soportadas por gru- pos de tres o cuatro cañas amarradas con soguillas y,en algunos casos,por costillas de ballena. Es posible que los techos fueran planos. En las excavaciones, se hallaron los restos de una pequeña puerta (Engel 1987:43). En los alrededores de las casas, se hallaron pozos circulares para guardar alimentos, como jíquima, pallar, camote y yuca. También hubo fogones. En una de las viviendas, se encontraron siete individuos envueltos en esteras y cubiertos con batanes y otras 5   Esta es una formación benigna de hueso en el canal auditivo externo, cuya causa está en discusión (Au- fderheide y Rodríguez-Martín 1998:254-256), aunque algunos investigadores consideran que se genera por actividades de buceo (Weiss 1969:40).
  • 43. 43 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA piedras. Es posible que algunas de las casas hayan sido destruidas en un proceso ri- tual similar al de La Paloma (Kaulicke 1994:220). La tercera etapa mostró más claramente los procesos funerarios. Los muertos ente- rrados en las casas fueron generalmente colocados en posición flexionada y envueltos en esteras. Presentaban vestimentas de tejidos entrelazados y anillados, además, redes y anzuelos hechos con espinas de cactus. Los infantes fueron envueltos en pajas o esteras, y colocados en una calabaza con forma de copa. Algunos fueron adornados con collares. A 250 metros de las casas, se halló un cementerio, el más antiguo desen- terrado hasta hoy (Engel 1987:53). En el valle bajo, han sido registrados varios otros sitios similares, como Cerro Pu- cusana (12B-VII-908) o Chilca 20 (Engel 1987:24; Salcedo 2019:1). Entre ellos, destaca Cerro Calcarí 6, una aldea y cementerio temprano con características similares a la Paloma y Pueblo 1. En este yacimiento, se hallaron viviendas semisubterráneas de planta circular u ovalada, levantadas con postes de madera. También se encontraron restos malacológicos, líticos y fogones, entre otras áreas de actividad. Más de veinte contextos funerarios con individuos envueltos en esterillas vegetales completaron los hallazgos (Salcedo 2018:13, 2019:26). Sin duda alguna,la existencia de estos sitios tempranos en el valle bajo de Chilca fundamenta la relación entre estos poblados y los recursos del mar,delaslomasydelacuenca.Estosrecursosfueronprocesados, transformados y preparados para su consumo. Es posible que en algunas zonas se haya practicado una agricultura incipiente. Los restos hallados en los sitios de la costa concuerdan entre sí. Los tejidos, las viviendas y el patrón de entierro son semejantes, por lo que los yacimientos pudieron ser utilizados por los mismos grupos humanos. La gran cantidad de moluscos hallados en los sitios como La Paloma hizo notar a Frédéric Engel la movilidad de sus habitantes desde la zona de playa hasta las lomas (Engel 1971b:42). Es factible que los grupos humanos de Chilca hayan te- nido un patrón de movilidad estacional ajustado a su medio,  Figura 24. Vivienda precerámica de La Paloma. (Tomada de Quilter 1989:17. Redibujada en acuarela por Paloma Manrique Bravo).
  • 44. 44 CÁLIDDA con desplazamientos desde las zonas de lomas hacia el valle o el mar,entre noviembre y diciembre, para establecer sus campamentos en zonas ecológicas diferentes (Benfer 1982). Este patrón coincide con el concepto de campamentos base, es decir, de una permanencia relativa, que incluiría largas temporadas en las lomas, el mar, el valle bajo y,quizás,las partes altas de la cuenca (Benfer 1982; Bueno 2014:148; Engel 1987:39; Kaulicke 1994:172-173; Vallejos 1982). Estos hallazgos remarcan la importancia del valle en el desarrollo inicial de los Andes. La adaptación a ecosistemas tan disímiles como la puna, las lomas, el mar y el desierto implica un profundo conocimiento y dominio del medio. Este dominio se fue incre- mentando en las etapas subsiguientes, generalmente en las mismas aldeas menciona- das y en varias otras zonas que fueron ocupadas paulatinamente; las que, finalmente, dieron paso a más cultivos, como el algodón, el frejol y los mates (Knapp 1979:50). La aparición de la cerámica El Periodo Inicial (c. 1800 a 1500 a. de C.) y el Formativo u Horizonte Tempano (c. 1500 a 100 d. de C.) han sido caracterizados tradicionalmente por la aparición de la cerámica; en particular, ollas sin cuello, figurinas y piezas incisas y pulidas, similares a las del estilo Cupisnique. En el valle, los asentamientos de estas épocas se ubicaron en los cauces naturales y en las zonas de lomas. Allí se construyeron casas de piedra circulares con techos de lajas y terrazas para el cultivo. Es posible que en este tiempo se haya complementado la recolección de los recursos marítimos con la extracción de los productos de las lomas. En 1955, Frédéric Engel excavó la aldea de pescadores de Curayacu, en el distrito de San Bartolo, a nueve kilómetros al norte de Chilca y cinco de La Paloma. Allí identificó pequeñas casas de piedras que, en su interior, tenían fogones y lugares de almacena- miento (Engel 1956:99, 103). Entre los desechos, halló restos de conchas, plantas, como algodón y maíz, partes de una red de pesca, pesos, implementos de hueso y cincuen- ta mil fragmentos de cerámica del periodo Horizonte Temprano. También encontró tumbas con indi- viduos en posición flexionada lateral y tapados con esteras. Estos llevaban aretes y collares de cuentas de concha y lapislázuli (Engel 1956:104).  Figura 25. Tazón de cerámica del Horizonte Temprano, proveniente de Curayacu (Redibujado de Engel 1956: Fig.11e).
  • 45. 45 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA La cerámica chavinoide hallada en las tumbas era fina y pulida, y tenía diseños incisos y puncionados que, en algunos casos, se encontraban pintados de rojo. Al investigador le llamó la atención la cantidad de fragmentos de figurinas.Sin lugar a dudas,la de mayor interés fue la Venus de Curayacu, que mostraba diseños similares a una figurina hallada en la bahía de Ancón (Carrión Cachot 1951; Engel 1956:104-105).Aún faltaban varios años para que se excavaran Cardal, Mina Perdida y Manchay Bajo, entre otros templos del vecino valle de Lurín (Burger 1993). Los materiales encontrados en San Bartolo perte- necían a fines del periodo Inicial e inicios del Horizonte Temprano (Kaulicke 2013:286). Luego de los trabajos en Curayacu, el equipo de Engel descubrió otros yacimientos tempranos en el valle, ubicados sobre sitios del periodo Precerámico. Ninguno de estos sitios fue profundamente excavado o debidamente divulgado. Esto generó la idea de que no había centros ceremoniales en Chilca similares a los templos hallados en el valle de Lurín (Ángeles 2002:119; Burger 1993). Chilca, por lo tanto, dio una falsa imagen de escasez de asentamientos de los periodos Inicial y Horizonte Temprano. En sus publicaciones, sin embargo, Engel presentó gráficos de decenas de vasijas que provenían de Chilca. Entre las vasijas, se observan ollas sin cuello con bordes in- ternos engrosados, cuencos y platos incisos o puncionados y fragmentos de botellas de asa estribo (Engel 1966: Figs. 26 a 28, 1984: Plates 1 a 23). Un inventario de quince fechados radiocarbónicos correspondientes a trece sitios arqueológicos con cerámica pre-Chavín y Chavín fue publicado por el autor (Engel 1984:37). Las fechas caen en los intervalos 3499 ± 64 a.p. (entre 1978 y 1664 a. de C., al 94.4% de probabilidad) y 2420 ± 175 a.p. (entre 916 y 91 a. de C., al 95.3% de probabilidad6 ). En términos generales, la ocupación del Horizonte Temprano incluyó la aparición de aldeas de campesinos o pescadores asentados en pequeñas casas de piedras, aun- que algunas también fueron de adobe (Engel 1966:44; 1987:89,198). Junto a ellas, se construyeron los primeros andenes para sembrar maíz y maní, entre otros productos ya conocidos (Engel 1966:39; 1987:199). Los asentamientos se esparcieron por el valle bajo, las lomas y cerca de los juncales y pantanos de la antigua bahía chilcana (Engel 1966:44, 1987:198, 1988:14; Knapp 1979:51). Entre los yacimientos registrados por Engel en el valle bajo se encontraron las al- deas Río VIII o 12b-VII-24, Río XV o 12b-VII-6 y Pueblo 1 de Chilca o 12b-VII-1 (Engel 1984:30,31; 1987:90; Jiménez 2009:292). Pueblo 1 de Chilca tuvo tres reocupaciones con cerámica chavín. Estas reocupaciones fueron llamadas Pantano II 12b-VII-15, 12b-VII-2921 y 12b-VII-1215. La última fue un cementerio (Engel 1984:31). Las poblacio- nes que ocuparon el valle bajo fueron plenamente sedentarias y se dedicaron a la pesca y la agricultura. Para esta época, es difícil encontrar materiales en los valles medios de la costa central, incluyendo la quebrada de Chilca (Bueno 2014:149-150; Engel 1966:43). 6   Los fechados indicados en este libro han sido calibrados mediante el programa Oxcal versión 4.3 y curva de calibración IntCal 13, Bronk Ramsey 2009. Recurso en línea: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal.html.
  • 46. 46 CÁLIDDA Engel también encontró cerámica del periodo Horizonte Temprano en zonas de lo- mas,como en el sitio 12b-VII-945,de las lomas de Camotillo,y en el sitio 12b-VII-8570, de las de Huarangal (Engel 1984:37, 1988:14). En esta última zona, halló pequeñas al- deas que se extendían por más de tres kilómetros; sin embargo,reconoció la dificultad para diferenciarlas de las de otras épocas (Engel 1971b:48).Las casas que encontró en el lugar eran rectangulares, con paredes de piedras y accesos de sesenta centímetros de ancho, flanqueados por piedras verticales. También halló edificaciones circulares de piedra, de entre diez y quince metros de diámetro, que contaban con una escalinata de acceso. Estos edificios pudieron utilizarse en fiestas o ceremonias comunales (En- gel 1971b:50).Estructuras similares han sido encontradas en el sitio de Cerro Calcarí 5. No se tiene claro si los moradores de estas antiguas lomas tuvieron algún régimen de movilidad estacional. Piotr Kalicki opina que el sistema de trashumancia en las lomas no pudo efectuarse en fechas tempranas, cuando recién apareció el pastoreo. Para él, se inició en el periodo Ho- rizonte Medio (c. 500 a 1100 d. de C. Kalicki 2014:96). Contrariamente, Milagritos Jiménez piensa que las lomas fueron habitadas durante el Horizonte Temprano, y utilizadas como recur- so complementario de las poblaciones especializadas en la extracción de recursos marinos o en la agricultura (Jiménez 2009:286). Esta idea coincide con los plantea- mientos de Engel para Curayacu (Engel 1987:197), y podría extenderse para los sitios comentados de Huarangal, Camotillo y Cerro Calcarí 5. Finalmente, aunque los datos son muy es- casos, también se han hallado fragmentos de cerámica del Horizonte Temprano en las cuevas de Tres Ventanas I, Tres Ven- tanas II y Quiqché I. El fechado de esta ocupación para el primero de los sitios mencionados fue de 2070 ± 90 a.p, que calibrado resulta en una fecha tardía de entre 361 a. de C y 85 d. de C. (Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:16-17; Vallejos 1982). Los datos expuestos muestran la basta pre- sencia de asentamientos y elementos muebles de los periodos Inicial y Horizonte Temprano en el valle. Los sitios hallados indican el uso de los recursos del valle bajo, del mar y de las lomas. La escasa presencia de materiales recuperados en las partes altas, sin embargo, no nos permite hacer mayores conjeturas sobre su ocupación durante estas épocas tempranas.  Figura 26. Botella de cerámica del Horizonte Temprano del sitio Río VIII (Redibujada de Engel 1966: Fig.28).
  • 47. 47 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA Los Lapa Lapa Hacia el año 330 antes de Cristo, es decir, antes del periodo Intermedio Temprano (c. 100 a 500 d. de C.), se construyó Lapa Lapa, el primer asentamiento grande en Chilca. Este fue el primer sitio en el valle con cerámica emparentada con el estilo conocido como blanco sobre rojo. Lapa Lapa estaba compuesto por un gran poblado, áreas de depósitos y templos em- plazados sobre la cima del Cerro Yaya,al pie del mar (Engel 1966:48,1971b:54,1987:198). En las faldas del lado oriental, se construyeron terrazas de piedras que estuvieron in- terconectadas por gradas. Sobre ellas se colocaron chozas de cañas y esteras sosteni- das por palos. Los trabajos evidenciaron que en el interior de las casas hubo fogones, depósitos y restos de basura (Engel 1966:48). La magnitud del lugar indicó a Engel que el poblado pudo albergar entre cinco mil y siete mil personas (Engel 1987:199). Sin embargo, Lapa Lapa careció de agua potable, por lo que el investigador supuso que esta era cargada desde las lagunas existentes en los humedales de los alrededores (Engel 1966:49). Entendió también que fue la primera población que utilizó el sistema de hoyadas para realizar actividades agrí- colas (Engel 1971a:21, 1987:198, 1988:15; Ojeda 1982: Fig. 5). Jeffrey Parsons y Norbert Psuty no estuvieron de acuerdo con esta idea. Sus estudios indicaron que el área de los humedales debió ser parte del lecho marino, hasta aproximadamente 1200 años antes de Cristo, y que su proceso de desecación fue paulatino, por lo que culminó hacia el 500 o 1000 después de Cristo. Recién en esta fecha las hoyadas pudieron ser utilizadas (Parsons y Psuty 1981:73,76). Entre los desechos cerámicos de Lapa Lapa se hallaron varios fragmentos de platos con decoración pintada después de la cocción. Además, se encontraron cántaros de golletes evertidos, figurinas y botellas de doble pico y asa puente, entre otros objetos (Engel 1984: Plates 1 a 23). Este tipo de vasijas, que fue hallado también en  Figura 27. Sitio arqueológico de Lapa Lapa, ubicado en la cima del cerro Yaya.
  • 48. 48 CÁLIDDA otras partes del valle, se encuentra emparentado con la cerámica blanco sobre rojo hallada en Lurín, Atocongo y Chira-Villa (Engel 1987:112). Los Lapa Lapa también ocuparon las zonas de lomas como Camotillo y Huarangal, a unosveintekilómetrosdelacosta(Knapp1979:51).Estehechoimplicó,porprimeravez, el aprovechamiento masivo de este tipo de ambiente, gracias a los complejos métodos para la obtención del recurso más escaso en el valle: el agua. En las pequeñas quebra- das de las lomas, acumularon piedras pircadas para formar muros anchos y paralelos (Engel 1987:191,198). Estas acumulaciones sirvieron de atrapanieblas para condensar la humedad ambiental y transformarla en agua. El sistema fue complementado con la construcción de pozos de piedra con escalinatas de acceso, a manera de reservorios (Engel 1987:200). Ejemplos de estos pozos han sido hallados en los sitios 12b-VII-2057 y 12b-VII-933 (Engel 1971b: Plates 16 y 17). Para épocas posteriores, también se han ob- servado estos sistemas en la quebrada de Río Seco, ubicada en la margen izquierda del río Lurín (Makowski 2002).La presencia de cerámica Lapa Lapa indica que su origen es anterior al periodo Intermedio Temprano (Engel 1971b:51, 1987:192). Los sitios Lapa Lapa de las lomas contaron además con viviendas semisubterráneas. Estas tuvieron un pasillo de acceso y techos de lajas (Engel 1987:192,205). Un pueblo con 51 casas, colcas y terrazas, ubicado entre las lomas de Camotillo y Huarangal, es el mejor ejemplo de esta ocupación (Engel 1971b: Plates 18 a 20). Los Lapa Lapa, final- mente, desaparecieron por el año 200 después de Cristo (Engel 1987:113). Wari Son pocos los yacimientos del periodo Horizonte Medio (c. 500 a 1100 d. de C.) en- contrados en Chilca. Estos tuvieron casas cuadrangulares de piedra y corrales para camélidos, además de algunas tumbas de adobes con techos de maderas. Algunas de las piezas de cerámica de estos contextos fueron de los estilos Wari-Pachacamac y Cerro de Oro. A Engel le causaron extrañeza las pocas evidencias Wari existentes en el valle (En- gel 1988:15). Sin embargo, pudo recuperar información de algunos yacimientos. En Sawilka, por ejemplo, en la margen izquierda de la quebrada de Cucayacu, encontró el yacimiento 12b-VIII-235 (Engel 1966:47). Allí registró un poblado con casas de pie- dra y techos con vigas de madera. Inmediatamente al norte de esta área, halló algu- nos corrales con espesas capas de estiércol de camélidos y, en sus alrededores, un cementerio de llamas y áreas de quema de cerámica (Engel 1984:14, Fig. 87). A partir de estos hallazgos, infirió que el sitio era una estación en el camino entre la sierra de Huarochirí y la costa chilcana (Engel 1966:47,92). El fechado obtenido dio como resultado 1830 ± 120 a.p., entre 106 a. de C. y 431 d. de C. (al 94.1% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). Esta fecha es más temprana de lo esperable, pues en el sitio halló “cerámica de tipo Lapa Lapa, pero pintada pre-cocción” (En-  Figura 28. Vaso marrón de líneas incisas del Horizonte Medio (Redibujado de Engel 1984: Plate 3. P.4454).  Figura 29. Plato trípode con diseños Wari (Redibujado de Engel 1966: Fig.47).
  • 49. 49 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA gel 1966:92), además de un fragmento de vasija “con rasgos tiahuanacoides” (actualmente llamado Wari. Engel 1966: Fig. 48) y un “idolillo de malaquita verde” de 2.5 centímetros de alto (Engel 1966: Fig. 45). Algunos otros fragmentos pintados provenientes de Sawilka fueron también clasificados por Engel como Tiahuanaco Costeño. Estos objetos, especialmente cuencos, tienen rasgos que parecen ser de la primera mitad del periodo Horizonte Medio (Engel 1984: Plate 6, P.3273), en los cánones estilísticos denominados Cerro del Oro (Ángeles 2009:103; Ángeles y Pozzi-Escot 2004:864). Lastimosamente, Engel no indicó la procedencia de un vaso y un plato trípode de paredes altas, ambos de estilo Pachacamac (Engel 1966: Figs. 46 y 47). Estos quizás fueron recogidos en el pequeño cementerio ubicado en Lapa Lapa (Engel 1988:15). Además de Sawilka, otros sitios también contuvieron fragmentos de cerámica Wari. Este es el caso de Cu- rayacu (Engel 1956:99), del Pueblo 36, de Poza Salinas (12b-VII-519) y de Lomas de Portillo (12b-VII-8010). En Poza Salinas, ubicada junto a las chacras hundidas, los fechados dieron un resultado de 950 ± 110 a.p., es decir, entre 875 y 1279 d. de C. (al 95.1% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1966:95, 1984:38). Por su parte, en Lomas de Portillo, se hallaron cuatro ta- zones que muestran semejanzas con el estilo teatino de la costa centro norte (Bonavia 1962; Engel 1984: Plate 3, P.4445-P4600, P.4454, P.4455, P.4601). Dos fechados para este sitio dieron 710 ± 90 a.p. y 750 ± 95 a.p, es decir, entre 1154 y 1421 d. de C. (al 94.3% de probabilidad) y en- tre 1119 y 1404 d. de C. (al 88.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:38). En su análisis tipológico de 1984, Engel no encontró más objetos Tiahuanaco Costeño ni Tiahuanaco Tardío que los aquí mencionados. La mayoría de fragmentos presentados por él tiene decoración incisa de chevrones o círculos impresos del estilo Cuculí7 , junto 7   El estilo de cerámica Cuculí fue definido por primera vez por Frédéric Engel en el valle de Chilca, como post-tiahuanacoide (Engel 1966:96, 1987:43), de pasta marrón y, generalmente, con decoración de círculos estampados (Engel 1984; Vallejo 2004:613). Francisco Vallejo refiere que esta cerámica tiene una pasta similar a la que él llama lomas y que el estilo es comparable con los materiales del Rímac y Lurín de las fases Ychsma Medio A e Ychsma Medio B (Vallejo 2004:613,619). Él y Daniel Guerrero incluyen en esta cerámica los cántaros de cuello convexo o abombado abundantes en Chilca, Rímac y Lurín (Guerrero 2004:172; Vallejo 2004:613-620).
  • 50. 50 CÁLIDDA con diseños pintados que recuerdan la cerámica de la segunda mitad del periodo Ho- rizonte Medio (Engel 1984:113-161). Algunos de los fechados correspondientes caen en el periodo Intermedio Tardío (c. 1100 a 1450 d. de C.). La cerámica Wari o Pachacamac del valle de Chilca ha resultado definitivamente es- casa. En cambio, Engel notó la presencia de “tejidos con motivos tiahuanacoides muy decadentes” en Mancos III (12b-VII-143), sitio ubicado en la quebrada 1 del río Chilca, al norte del pueblo y a quinientos metros de la carretera Panamericana (Engel 1966:95, 1984:38). La capa que los contuvo fue fechada en 1005 ± 125 a.p., es decir, entre 769 y 1263 d. de C. (al 95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). Estos tejidos fueron hallados en tumbas rectangulares de adobes, cubiertas con vigas y es- teras, como la excavada en el cementerio del valle bajo llamado Río VII (12b-VII-612). Uno de los textiles de dicha tumba fue fechado en 1015 ± 100 a.p., que en fechas ca- lendáricas resulta entre 776 y 1218 d. de C. (al 95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:30,45 y Fig. 99). Lamentablemente, no se menciona la cerámica hallada junto con dichos tejidos. La poca evidencia de elementos Wari(Tiahuanaco, para Engel) contrasta notoriamente con aquella más vasta encontrada en algunos sitios de los valles cercanos; tal es el caso del sitio de Pachacamac, en Lurín (Kaulicke 2000:330-335), y de la Huaca Malena, en el valle de Asia (Ángeles 2009, 2015, 2017; Ángeles y Pozzi-Escot 2004). O bien, las investigaciones sobre el fenómeno Wari en el valle de Chilca son aún insuficientes, y por ello los restos de la primera mitad del Horizonte Medio se encuentran subrepre- sentados, o estos restos no existen.  Figura 30. Contexto funerario de Río VII, excavado por el equipo del Centro de Investigaciones de Zonas Áridas – CIZA (Tomado de Engel 1984:Fig.99. Redibujado en acuarela por Paloma Manrique Bravo).
  • 51. 51 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA Los estilos del Intermedio Tardío: Cuculí y Puerto Viejo Los acontecimientos posteriores a Wari están mejor documentados; es posible que algunos de ellos se encuentren narrados en el Manuscrito Quechua de Huarochirí. En Chilca, durante el periodo Intermedio Tardío (c. 1100 a 1450 d. de C.), confluyeron los estilos cerámicos llamados Cuculí y Puerto Viejo.Con ellos,por primera vez prolifera- ron yacimientos en todo el valle y en todos los ecosistemas. En las zonas medias y al- tas, los sitios contaron con viviendas de cuatro o cinco habitaciones, interconectadas con escalinatas y callejones. Algunos de ellos fueron asentamientos especializados en producción cerámica, con áreas de quema y estaciones de pastoreo para el comercio. Las lomas también fueron pobladas intensamente.En ellas,se construyeron muros de piedras pircadas que sirvieron para condensar la humedad de las neblinas. Se edifi- caron terrazas habitacionales, áreas de cultivo y corrales. En el litoral, aparecieron las famosas hoyadas o chacras hundidas, con las que los humedales naturales se hicieron altamente productivos. Aunque son pocos, los estudios sugieren una ocupación diferenciada, pero no restric- tiva, de los estilos Cuculí y Puerto Viejo. En donde el primero estaría vinculado con las poblaciones de los valles medio y alto, mientras que el segundo lo estaría con las poblaciones del valle bajo. Este patrón coincide con las investigaciones realizadas en las cuencas vecinas de Mala y Asia y, en menor medida, con las discusiones sobre la cultura Ychsma en los valles del Rímac y Lurín. Cuculí Cinco décadas antes de que Engel y su equipo se interesaran en Chilca, el antropólogo Aleš Hrdlička había realizado algunas labores de investigación en el valle. Estas esta- ban dedicadas a sus estudios antropométricos como curador del área de antropología física del National Museum en Washington (Hrdlička 1911, 1914; Schultz 1944). Hrdlička recuperó, junto con una amplia colección de cráneos, varios objetos de los cemente- rios cercanos al pueblo de Chilca. Estos objetos se encuentran en el National Museum of Natural History del Smithsonian Institution. Entre ellos, se observan textiles que co- rresponden a las etapas posteriores al impacto estilístico de la cultura ayacuchana. Lastimosamente, no existe cerámica en la colección de Hrdlička que provenga de los mismos cementerios de donde proceden las bellas telas, por lo que la relación entre los textiles y algún estilo cerámico resulta dificultosa. Afortunadamente, Engel excavó una tumba colectiva en el cementerio Río VI (12b-VII-12), ubicado en la margen derecha de la quebrada Chilca 2, al este del asenta-
  • 52. 52 CÁLIDDA miento actual 15 de Enero. Esta tumba tenía una es- tructura de adobes techada con esteras y vigas de madera (Engel 1984:30, Figs. 98a y 98b). En su interior,y junto con algunos fardos,se halla- ron textiles,entre ellos un uncu8 y una cinta decorados (Engel 1984: Fig.98c), botellas del estilo Cuculí,caleros9 de mates y mates en forma de platos, tazas y botellas, bol- sas que contenían yuca y restos de cuyes (Engel 1984:45). El fechado radiocarbónico del sitio dio 635 ± 110 a.p., que en fechas ca- lendáricas resulta entre 1156 y 1479 d. de C. (al 95.4% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009; Engel 1984:30). Esta fecha ubica este nuevo estilo cerámico en el periodo Intermedio Tardío (c. 1100 a 1450 d. de C.). Gracias a este hallazgo se pudo vin- cular la cerámica Cuculí con los finos tejidos decorados. El primer sitio donde fue identificado este nuevo estilo cerámico se llama Cuculí I (12b-V-224; Engel 1984:26). Este fue un gran asentamiento ubicado en el cerro que separa la quebrada Cuculí de la Encantada, a mil doscientos metros sobre el nivel del mar. En él se encontraron cuatro conjuntos arquitectónicos que, en suma, contuvie- ron alrededor de cien viviendas emplazadas sobre terrazas. Estas viviendas tuvieron forma irregular y estuvieron constituidas por tres o cinco habitaciones conectadas por escalinatas y callejones. Engel vio accesos con dinteles y techos a un agua sopor- tados por vigas de madera, además, hoyos circulares techados con lajas. Los cálculos le indicaron que el sitio albergó entre 500 y 2500 habitantes (Engel 1984:26; 1987:158). También registró algunas chullpas10 . Una de ellas fue fechada en 635 ± 150 a.p. (Engel 1966:96; 1984:26) que, en términos calendáricos cae entre 1040 y 1522 d. de C. (al 92.6% de probabilidad, Oxcal versión 4.3, Bronk Ramsey 2009). La cerámica hallada en Cuculí I consistió en cántaros y ollas de cuello evertido y cántaros de cuello convexo; algunos de los cuales tuvieron círculos estampados (Engel 1984: Plates 1 a 23). Quizás el sitio Cuculí más importante sea Chichacara I (12b-V-240), ubicado en la mar- gen izquierda de la quebrada de Cucayacu, a mil trescientos metros sobre el nivel del mar.Este fue un asentamiento de ceramistas construido cerca de una cantera de arcilla (Engel 1971a:22; 1987:163). Es, además, uno de los pocos lugares en donde hoy crece ve- getación arbórea y pastizales (Engel 1984:22). El sitio tiene siete plazas alrededor de las cuales se organizaron 75 viviendas con cuatro habitaciones y un patio cada una (Engel 8   Traje corto y ancho que cubría el torso masculino. 9   Contenedores de cal para su consumo con hojas de coca. 10   El término chullpa puede ser definido como cámara funeraria comunitaria (Engel 1988:16).  Figura 31. Vasija con círculos impresos de estilo Cuculí (Redibujada de Engel 1984:Plate 7;P.4409).
  • 53. 53 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA 1984:22). Cada grupo de casas contaba con áreas para quemar cerámica y un área te- chada para evitar el sol durante la producción (Engel 1971a:22). En total, este pueblo de artesanos pudo albergar alrededor de 1500 o 1800 habitantes (Engel 1984:23; 1987:163). Los contextos funerarios del sitio fueron tanto individuales como colectivos. Los cuerpos fueron colocados en fardos atados con sogas y enterrados dentro las casas o en la zona de cementerio. En las tumbas, se hallaron tumis de cobre que quizás fue- ron también fabricados en el lugar, cerámica de estilo Cuculí y cerámica negra de tipo Chimú (Engel 1984:23). La cerámica de Chichacara I, similar a la de Cuculí I, consistió en cántaros de cuello convexo y boca angosta y figurinas, algunas de las cuales repre- sentan adultos con bebés y animales en brazos (Engel 1984: Plate 10, P.4066; Plate 21, P.4584, P.4588). Chichacara I fue entendido por Engel como un asentamiento de alfareros de varios periodos, cuyo inicio coincidió con el uso de la cerámica Cuculí y se extendió hasta el Horizonte Tardío (c.1450 a 1532 d.de C.).La existencia de una cantera cercana y el acce- so al agua,tan escasa en el valle,convirtieron la zona en un lugar forestado privilegiado. Losexcrementosyhuesosdecamélidos,ademásderestosdeyuca,camote,frejol,maní, entre otros alimentos, indican la existencia de animales de pastoreo y la posibilidad de consumo e intercambio de productos agrícolas.Completa el panorama,la existencia de  Figura 32. Terrazas prehispánicas del yacimiento de Cuculí, ubicadas en la quebrada del mismo nombre.
  • 54. 54 CÁLIDDA cuatro caminos que parten de Chichacara y que, posiblemente, se dirigían a los valles vecinos de Lurín y Mala, a la pampa de Chilca y, valle arriba, a Calahuaya. En otras pa- labras, estas pudieron ser las rutas de intercambio de la producción alfarera, y quizás metalúrgica, de los antiguos pobladores de Chichacara (Engel 1971a:22, 1984:22-23, 1987:163). En 1960, un poblador del lugar le contó a Engel que las familias que vivían en Calahuaya eran propietarias de la zona y de los derechos de agua, y que la reocupaban en diciembre, luego de que las lluvias de verano activaran el riachuelo (Engel 1987:163). En otros sitios del valle, Engel y su equipo también registraron cerámica Cuculí. Entre ellos, las cuevas de Tres Ventanas y Quiqché; además de pequeños asentamientos, como Chichacara II (12b-V-3084), Sawilka II (12b-V-794), Condorcoto I (12b-VIII-1375), Capto II (12b-VIII-242) y el cementerio Río XIV (12b-VII-7) (Engel 1984:16-31). En total, sin contar los pueblos aislados en las lomas, el investigador reconoció 35 asentamien- tos de este tipo (Engel 1987:157). Para él, el estilo Cuculí fue la forma de hacer cerámica de una etnia serrana que ocupó el valle medio de Chilca,cuyos poblados estaban conformados por viviendas de piedra con techos a un agua, y que rodeaban un patio común. Estos poblados tenían calles empedradas y un canal con agua para el riego de las huertas (Engel 1987:157-158). La presencia predominante de la cerámica Cuculí en el valle medio de Chilca también ha sido corroborada por otros investigadores (González 2001,citado en Vallejo 2004:614). A decir de Engel, los Cuculí se dedicaban al pastoreo, eran “serranos que bajaban con sus llamas, se vestían de lana y usaban cobre” (Engel 1988:15). Viajaban con sus caméli- dos desde sus poblados hasta las lomas, y los usaban como medio de comercio de sus  Figura 33. Estructuras circulares del sitio arqueológico Culebrillas I, ubicado en la margen derecha de la quebrada Cuculí.
  • 55. 55 MÁS QUE JUNCO Y TOTORA productos, cinrculando entre el valle bajo y la puna (Engel 1987:158). En el valle bajo, Engel halló dos pequeños cementerios de esta etnia, uno de los cuales, a juzgar por las descripciones, pudo haber sido Río VI (12b-VII-12). Las paredes de las tumbas eran de adobes rectangulares, mientras que los techos eran de palos y cañas, cubiertos con tierra y arena.Los fardos que albergaban las tumbas contenían,además de los cuerpos y vestimentas, bolsas de lana “bordadas con dibujos polícromos”, en donde se guarda- ban coca y cal, anzuelos, depiladores y tumis de cobre, además de pesas y cuchillos de piedra. En estos cementerios también enterraban a sus llamas (Engel 1987:158). La cerámica Cuculí también ha sido registrada fuera de Chilca, principalmente, en los valles de Lurín y Rímac. Dos secuencias de cerámica Ychsma propuestas para dichos valles colocan al estilo Cuculí en etapas distintas. Francisco Vallejo indica que este es- tilo es contemporáneo con sus fases YchsmaMedioA e YchsmaMedioB (Vallejo 2004:613, 619), mientras que Francisco Bazán indica que lo es con su fase Ichma Inicial (Bazán 2008:14). Estas secuencias no son equivalentes; sin embargo, coinciden en ciertos puntos, como en la sincronía entre la cerámica Cuculí y los cántaros de cuello convexo, en forma de copa o abombados. Francisco Bazán indica que en Chilca la “cerámica Ichma Inicial recibió el nombre de fase Cuculi” (Bazán 2008:19). Es decir, el investigador incorpora el estilo Cuculí dentro del desarrollo de la sociedad Ychsma. La procedencia serrana marcada por Engel, sin embargo, es apoyada por otros investigadores. Daniel Guerrero, por ejemplo, observa que el estilo Cuculí aparece también en Cajamarquilla, Yanacoto y otros sitios del valle medio del Rímac. Algunas piezas Cuculí recuperadas por él en Armatambo, fueron, a su juicio, obtenidas por intercambio (Guerrero 2004:172). Guerrero refiere una dis- tribución progresiva de objetos de este estilo durante el Intermedio Tardío, quizás por movimiento de poblaciones que se trasladaron desde las cabeceras de los valles  Figura 34. Vista isométrica de una vivienda cuculí del yacimiento de Capto XIII, ubicado en el valle medio. (Tomada de Engel 1984:Fig.96a. Redibujada en acuarela por Paloma Manrique Bravo).
  • 56. 56 CÁLIDDA hasta las partes medias. Las piezas halladas en los valles bajos pudieron haber sido intercambiadas y, aun imitadas con pasta y decoración Ychsma (Guerrero 2004:172). Sea Cuculí un estilo de la sociedad Ychsma o de un grupo serrano incorporado por ella, sus fechados en el valle de Chilca han sido enmarcados entre los años 1250 y 1450 d. de C. (Vallejos 1982) o entre los años 1300 y 1400 d. de C. (Engel 1984:116). A ojos de Francisco Bazán, estas fechas resultan algo tardías (Bazán 2008:14), pues dejan poco tiempo para los desarrollos prehispánicos poste- riores, entre los cuales debería estar Puerto Viejo. Puerto Viejo La cerámica conocida como Puerto Viejo fue definida por primera vez por Duccio Bonavia en el sitio del mismo nombre, situado en la zona del litoral, entre los valles de Chilca y Mala (Bonavia 1959). Este estilo se ubica en los periodos Intermedio Tardío y Horizonte Tar- dío. Sus características principales incluyen la presencia de cántaros cara-gollete pintados de rojo, blanco y negro, vasijas con diseños geométricos de rombos o peces estilizados sobre fondo blan- co y vasijas con círculos estampados de pasta gruesa. Para Bonavia, “es un estilo local pre-inca” (Bonavia 1959:166). Los estudios posteriores indican su distribución por los valles bajos del Rímac, Lurín, Chilca, Mala, Asia y Cañete, incluyendo zonas de lomas como Pucará (Makowski 2002; Mejía y Raymondi 2015:122; Peralta 2013:94). También indican, al menos de manera parcial, su contemporaneidad con la ocupación incaica (Makowski 2002:137). En el valle de Chilca, varios yacimientos contu- vieron cerámica Puerto Viejo, estilo que, a ojos de Engel, es posterior al Cuculí. Si bien Engel indicó su contemporaneidad con los incas (Engel 1988:15), tam- bién reconoció cierta superposición (Engel 1984:22,23,28). A diferencia de los asentamientos Cuculí, el investigador suizo no describió en detalle los sitios Puerto Viejo, por lo que la información referida a ellos es muy escueta (Engel 1984:16-31). La cerámica Puerto Viejo de Chilca graficada por Engel presenta los rasgos típicos de la definición hecha por Bonavia, como la existencia de abundantes cántaros cara-gollete, la decoración negra sobre blanco con diseños geométricos y la existencia de figurinas (Engel 1984: Plates 1 a 23). Esta