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TEMAS PRINCIPALES Y SECUNDARIOS EN “ LA CASA DE BERNARDA ALBA”
IES PRÍNCIPE DE ASTURIAS, 2013.
NOTA: Puesto que ya hay un tema dedicado al “enfrentamiento entre una moral autoritaria y el
deseo de libertad”, nombraremos solo lo fundamental para centrarnos en: el papel y la situación
de la mujer en la obra, las diferencias sociales, la hipocresía, la honra, el odio y la envidia.
Podemos decir que hay tres tipos de temas:
•

social: critica aspectos de la sociedad de la época, como, por ejemplo, la marginación de la
mujer, la hipocresía, el clasismo, etc.;

•

psicológico: el autor desarrolla la personalidad de cada personaje, sus reacciones ante la falta
de libertad y la represión;

•

moral: censura la España tradicional y conservadora, con una rígida moral que conduce a ser
infeliz.

Enfrentamiento entre una moral autoritaria y el deseo de libertad.
El tema central de la obra lo constituye la clave fundamental del teatro lorquiano: la represión ejercida por una
moral estricta y autoritaria y las ansias de libertad de las personas sujetas a esa represión. Es, en definitiva, el
enfrentamiento entre dos actitudes vitales o dos ideologías: la que defiende una forma de vida dominada por
las apariencias, las convenciones sociales y la moral tradicional basada en el autoritarismo (representada por
Bernarda, que asume la moral del pueblo para imponer su poder sobre sus hijas -"Hasta que salga de esta
casa... "-. Es tiránica, anuladora de ilusiones, castrativa) y la que proclama, por encima de todo, la libertad del
individuo para opinar y actuar (encarnada por Mª Josefa y Adela). Se trata, pues, de dos modelos de conducta: el
conservador y rígido frente al abierto y progresista.
La oposición se plantea desde el principio: Bernarda, de moral rígida y puritana, niega a sus hijas, e
incluso a su madre, la libertad de poder decidir sobre sus vidas e impone sus normas opresivas basándose en la
autoridad que le concede el ser "cabeza de familia"; así, un luto de ocho años con enclaustramiento, decisión que
provoca la leve protesta de Magdalena y que es sofocada de inmediato: "Aquí se hace lo que yo mando..." (acto
primero).
Frente a esto, las criadas, la abuela y las hijas sufren y se desesperan -sobre todo Adela, la menor -,
generándose en ellas un ansia de libertad y una pasión incontrolables. No es casual, sino muy significativo y
simbólico, que las que más se rebelan contra el estado impuesto por Bernarda sean la más anciana y la más
joven de la casa: María Josefa -madre de Bernarda, de 80 años- sufre doble encierro y reclama la vida en cada
escapada, quiere casarse "a la orilla del mar”. Por su parte, Adela -hija menor de Bernarda, de 20 añosmanifiesta que no quiere "perder su blancura" encerrada. Las demás hijas, Angustias (39 años), Magdalena (30
años), Amelia (27 años) y Martirio (24 años) aceptan con resignación su suerte, si bien Martirio se enfrenta a su
madre en alguna ocasión. Las criadas (Poncia y Criada) viven bajo el dominio y autoridad de Bernarda: la temen,
no se atreven a enfrentarse y se limitan a murmurar a sus espaldas.
El autoritarismo de Bernarda se manifiesta ya en su primera intervención, está presente en la
primera y última palabra que Bernarda pronuncia: ¡silencio!, y constituye una constante de su actitud y su
carácter. (También el título de la obra contiene ciertas connotaciones de dominio y pertenencia: la casa, un
lugar cerrado, es de Bernarda, ella es la dueña de la vivienda y de sus habitantes. La casa es de Bernarda y
todos sus enseres también.
El principio de autoridad responde, aparentemente, a una visión clasista del mundo que cristaliza en una
moral social fundada -como escribe Torrente Ballester- en "preceptos negativos, limitaciones y constricciones", y
condicionada por "el qué dirán" y por la necesidad consiguiente de defenderse, aislándose de esa vigilancia
social y alienante. La dictadura de Bernarda pretende guardar las apariencias, como confiesa a Angustias en el
acto tercero: "Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar". El
comportamiento de Bernarda se orienta a salvar la "buena fachada" familiar, aunque ese sepulcro blanco que es
su casa-cárcel contenga una negra tormenta que, pese a su vigilancia, acabará por estallar. Por ello:
•

Marca rígidamente el comportamiento que han de mantener sus hijas en relación con los hombres; y la
que desobedezca sufrirá las consecuencias: "Una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse
en enemiga" (acto segundo). Por eso también, en ese mismo acto, cuando Angustias reivindica su
derecho a saber por qué el Romano, su novio, ronda la casa hasta las cuatro de la madrugada, su madre
le contesta: "Tú no tienes más derecho que a obedecer".

•

Restablece el orden cuando sus hijas discuten: "Silencio digo..." (actos primero y segundo).

•

Todas las mujeres de la casa deben someterse a su disciplina: "Aquí no se vuelve a dar un paso sin que
yo lo sienta" (acto segundo); "Mi vigilancia lo puede todo" (acto tercero).

Bernarda impone en el universo cerrado de su casa el orden, un único orden posible, que no admite
protesta ni desviación; pero a lo largo del drama aparece como la raíz del principio de autoridad que instaura ese
orden indiscutible, otra fuerza más oscura y primitiva: el instinto de poder. Poder que se quiere absoluto y que
negará no sólo toda libertad personal -la propia y la de los demás-, sino todo sentimiento, deseo o aspiración, e,
incluso, toda realidad. Bernarda no es sólo autoritaria, tirana, fría y cruel, según la van definiendo desde la
primera escena la Poncia y la Criada, sino que es, fundamentalmente, ese instinto de poder que niega la misma
realidad, que lo otro y los otros existan.
Frente a este instinto de poder se opone otro instinto no menos elemental: el sexo, tan ciego como el
instinto de poder. La consecuencia de este conflicto es la imposibilidad de toda comunicación, de todo
compromiso. Bernarda y sus hijas están frente a frente aisladas e incomunicadas, y de este choque de fuerzas
sólo puede resultar la destrucción de una de ellas. De hecho, el deseo de libertad y la pasión amorosa de Adela,
incontrolables, son más fuertes que su temor a la autoridad materna. Desde el comienzo de la obra manifiesta su
rebeldía:
•

Lleva un abanico de flores rojas y verdes en lugar del abanico negro prescrito por el luto.

•

Se prueba su vestido verde y lo luce ante las gallinas.

•

Expresa sus deseos de libertad y su decisión de romper con las normas de Bernarda: "Nadie podrá evitar
que suceda...", "Mi cuerpo será de quien yo quiera..." (acto segundo), "Esto no es más que el
comienzo..." (acto tercero).

•

Al final se produce el enfrentamiento directo con su madre, a quien le arrebata el bastón (símbolo de
autoridad), lo parte en dos y defiende su recuperada libertad: "Aquí se acabaron las voces de presidio...
en mí no manda más que Pepe!"

En un mundo así estructurado sólo hay dos salidas, si no se acepta la ley impuesta por Bernarda: la locura (Mª
Josefa) forma extrema de evasión; o el suicidio (Adela):
•

María Josefa da cauce a su rebelión a través de la locura, única vía de escape para un personaje
maltratado y enclaustrado en una habitación. Su prisión es más asfixiante que la de las hijas, al ver más
reducido su espacio vital. Pero su locura le da fuerzas para proclamar sus deseos de libertad, enfrentarse
a Bernarda y denunciar su tiranía y el sufrimiento y el sometimiento propio y ajeno.

•

Adela acaba suicidándose y su suicidio -último signo de rebelión en defensa de una libertad
imposible- ciega para sus hermanas el camino de la libertad. Otra vez se impone la dominación de
Bernarda sobre sus hijas, que se ven condenadas a vivir encerradas sin esperanza; la que desafía su
autoridad lo paga caro.
Las palabras finales de Bernarda: "La hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio,
silencio he dicho! ¡Silencio!" cierran aún más herméticamente ese mundo, contra la verdad. Nadie, a partir de
ahora, intentará una nueva rebelión. Todas conocen la verdad, pero ninguna romperá el silencio.
•

Diferencias entre hombre y mujer. Marginación de la mujer

Lorca denuncia las diferencias establecidas en el comportamiento de hombres y mujeres y la
marginación de la mujer en la sociedad de su época. Para ello enfrenta dos modelos de
comportamiento femenino:
• El basado en una moral relajada: Paca la Roseta, la prostituta a la que contratan los
segadores, y la hija de la Librada. Llevan una vida de aparente libertad. Viven al margen de
la sociedad y son condenadas, moral e, incluso, físicamente, por la opinión del pueblo.
• El comportamiento femenino basado en la honra y en la decencia aparentes implica una
sumisión en las normas sociales y convencionales, que discriminan a la mujer en beneficio
del hombre.
Los hombres y las mujeres serán diferentes ante la ley (Martirio cuenta la historia del padre
de Adelaida):
-"¿Y ese infame por qué no está en la cárcel?"
-"Porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de
delatar".
Su trabajo será también distinto: los hombres trabajarán en el campo, las mujeres cuidarán
la casa. Así, Bernarda, desde el principio, impone a sus hijas, un determinado comportamiento que
corresponde tanto a su condición de mujeres como a su nivel económico acomodado: Hilo y aguja...
La mujer estará sometida al varón; la mujer decente debe ser una "perra sumisa" que les dé
de comer y ha de resignarse a cumplir la función que les asigna la sociedad, ya que, según Martirio,
a los hombres sólo "les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer". A
este respecto, debemos considerar los consejos y advertencias de la Poncia a las muchachas (Acto
segundo) que no difieren de los de Bernarda a Angustias (Acto tercero). En su conversación con
Adela en el acto segundo, la criada defiende la represión sexual y la frustración amorosa antes que
ir "contra la ley de Dios" y contra la decencia: "No os tengo ley a ninguna, pero quiero vivir en
casa decente. ¡No quiero mancharme de vieja!"
Consecuentemente, las mujeres serán las grandes perdedoras de la sociedad: A los hombres se
les permitirá todo, (Poncia lo justifica) en cambio, a las mujeres que llevan una vida parecida a la de
muchos hombres, como Paca la Roseta o la hija de la Librada, se las marginará hasta querer lincharlas.
Las hijas de Bernarda protestarán por esta marginación a la que se ven sometidas pero nada podrán
hacer (a excepción de Adela que se rebela; rebelión que la lleva a la muerte).
•

Mujer y tragedia

La casa de Bernarda Alba, subtitulada Drama de mujeres, es una obra de personajes exclusivamente
femeninos. El autor escenifica un violento y descarnado enfrentamiento entre mujeres, obligadas a vivir
en un encierro sofocante, en un ambiente rural. Por el escenario desfilan mujeres de clase social, edad,
formas de vida, sensibilidad, y sentimientos de todo tipo, pero la sombra del hombre gravita
constantemente Estas mujeres serán las protagonistas de unos hechos amargos y violentos. El drama de
estas mujeres encerradas en un mundo inhóspito y salvaje se concreta en la ausencia de amor en sus
vidas y en el temor a permanecer solteras, lo que las impulsa a alimentar fuertes sentimientos de odio y
de envidia. El personaje femenino se aborda, pues, desde la perspectiva de la soledad y la ausencia,
que les lleva a buscar al hombre. Para ellas el hombre:
•
•
•
•

Es un ser deseado y necesario para alcanzar la felicidad y para vivir con alegría.
Está dotado de una enorme fuerza y es amigo de la violencia.
Tiene un fuerte instinto que le inclina al amor y al erotismo.
Somete a la mujer en el matrimonio, la encarga del cuidado del hogar, se desentiende...

Pero, aún así, el hombre es objeto del deseo de las hijas de Bernarda, que aceptan con resignación la
dictadura materna y un destino fatal por ser mujeres: "Nacer mujer es el mayor castigo", dirá Amelia.
Todas ellas, víctimas de una feroz represión sexual y de la infelicidad amorosa, a la que se resignan,
menos Adela, que simboliza la lucha por la libertad contra la tiranía, coinciden en la búsqueda de
varón y la necesidad de amar.
El dominio tiránico de Bernarda, que ha prohibido la entrada de los hombres a su casa y
controla cada uno de los movimientos de sus hijas, impide cualquier posibilidad de que éstas entablen
una relación amorosa. En consecuencia, sus hijas han perdido toda esperanza de encontrar marido.
Ante la propuesta de Bernarda de que pasen los años de luto bordando el ajuar para una posible boda
futura, Magdalena dice "Sé que ya no me voy a casar". En su locura, será Mª Josefa quien denuncie el
sufrimiento de las muchachas y las causas de su mal: "Aquí los hombres huyen de las mujeres"... "No
quiero ver a estas mujeres solteras rabiando por la boda, haciéndose polvo el corazón"
La irrupción en su mundo cerrado de Pepe el Romano desencadenará las pasiones de estas
mujeres solteras que desean casarse para liberarse de la tiranía de Bernarda y para vivir alegres y
felices. Bernarda acepta la extraña propuesta del Romano, que quiere casarse con la mayor y más fea
de las hermanas. Esto ocasionará un conflicto:
•
Angustias sueña, feliz, con su boda;
•
Martirio se enamora del Romano y sufre por no poder atraer su atención; y
•
Adela, también enamorada, llega a mantener relaciones con el hombre más atractivo del
lugar.
Desde el primer acto, se puede adivinar la pasión amorosa de Adela: el abanico de flores rojas
y verdes -que simbolizan amor y pasión- contrario al luto; el traje verde, con que acude al corral -lugar
de sus posteriores encuentros amorosos- a mostrarse a las gallinas; y su reacción al enterarse de que
Pepe el Romano quiere casarse con Angustias: "Yo no quiero estar encerrada. ¡No quiero que se me
pongan las carnes como a vosotras!.
En el segundo acto se produce la evolución de Adela: pasa de los deseos a los hechos. Poncia
intenta advertirla y amonestarla pero ella arde en pasión amorosa: "No por encima de ti que eres una
criada, por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y
boca". Ella misma define su pasión como un fuego que le quema y arde en su interior. Un fuego que le
hace expresar en lenguaje poético su deseo sexual: "Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre
lentamente". Ella justifica su pasión ya que su causa está en la fuerza del destino, que la priva de
libertad y de juicio.
Martirio también se ha enamorado de Pepe el Romano. Su pasión amorosa despierta sus celos y
su envidia. Ve que lo pierde e intenta destruir a Adela. Angustias, desde el funeral, va al encuentro de
los hombres. Esta actitud despertará la cólera de su madre. Amelia y Magdalena participan también del
deseo y de la necesidad del varón, pero apenas hay lugar para que expresen sus sentimientos.
•

El amor sensual. La búsqueda del varón

El drama de las hijas de Bernarda es la imposibilidad de amar y de ser amadas: Bernarda alejó por
medio de engaños -antes del tiempo escénico- a Enrique Humanes, que pretendía a Martirio; y, ya en el
transcurso de la obra, ha prohibido la entrada de los hombres en su casa. Por lo que la presencia del
hombre como búsqueda y deseo de varón- y la pasión amorosa solamente aparecerá:
• Por medio de referencias y alusiones a historias amorosas acaecidas fuera de escena (Pepe el
Romano, aparece sólo indirectamente en escena, porque, igual que los agricultores que van a
segar, él es un símbolo, el símbolo de la vida que atrae arrebatadoramente a Adela; por eso
Bernarda quiere disparar contra él; por eso, cuando Adela cree que éste ha muerto, sólo le
queda quitarse la poca vida que, sin él, le queda) y
• por medio de vivencias auténticas de los personajes, también ocurridas fuera de escena.
La irrupción en su mundo cerrado de Pepe el Romano desencadenará las pasiones de estas mujeres
solteras que desean casarse para liberarse de la tiranía de Bernarda y para vivir alegres y felices.
•

La honra

Ligado al tema de las apariencias y vinculado al tema del amor, se desarrolla el tema de la honra.
Bernarda se mueve guiada por unos principios convencionales y rígidos -apoyados en la tradición- que
exigen un comportamiento público inmaculado, es decir, una imagen social u honra limpia e
intachable. Este sentido de la honra que guía tanto a Bernarda como a Poncia es el mismo que impera
en el pueblo y que hace posible el linchamiento de la hija de la Librada.
• Bernarda recrimina a su hija Angustias que mira a los hombres en el funeral (Acto primero).
• La Poncia aconseja a Adela que deje al Romano (Acto segundo): Para que las gentes no
escupan al pasar por esta puerta... ¡No quiero mancharme de vieja!
• La preocupación por la opinión ajena.
• El temor a la murmuración.
• El deseo de aparentar lo que no se es.
•

La hipocresía

La preocupación por la opinión ajena, el temor a la murmuración, el deseo de aparentar lo que no se es,
y, en definitiva, la hipocresía que enmascara y oculta la realidad constituye uno de los motivos
recurrentes de la obra. Simbólicamente, esta preocupación por las apariencias se refleja en la
obsesión por la limpieza (la blancura de las habitaciones) que caracteriza a Bernarda.
La necesidad de aparentar define a Bernarda. Es un personaje poderoso pero sometido al qué
dirán, que marca todos sus actos y su carácter autoritario. El miedo a la murmuración, que es una
constante en la vida del pueblo, marca la conducta de Bernarda. Así, por ejemplo, se avergüenza de la
locura de su madre y encierra para que nadie la vea. A la muerte de Adela se empeña en hacer creer a la
gente que su hija no ha hecho nada malo: "Llevadla a su cuarto y vestidla como si fuera doncella!
¡Nadie dirá nada! Ella ha muerto virgen!". Ese miedo de Bernarda se manifiesta en varias frases
suyas: "¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto!". "Estarán las vecinas con el oído
pegado a los tabiques". Las hijas son conscientes del daño que causan las malas lenguas y se quejan
amargamente de que sus vidas estén condicionadas por la opinión ajena.
Pero este mundo de las falsas apariencias y de la hipocresía, como forma de comportamiento,
afecta también, aunque en menor medida, a Martirio. Martirio es hipócrita, odia a Angustias pero se
muestra contenta cuando se entera de que se va a casar con Pepe el Romano, del que está enamorada.
Finge preocuparse por Adela, cuando lo único que hace es vigilarla para que no se vaya con Pepe.
Las criadas también aparentan. La Poncia se comporta bien con Bernarda, le cuenta cosas, le
aconseja... cuando es de sobra sabido que ya en la primera escena ha admitido su profundo odio hacia
ella. La criada, en el primer acto, en un monólogo, se alegra por la muerte del marido de Bernarda
pero, cuando llega el duelo, finge ser la más desgraciada de los de la servidumbre.
•

La injusticia social. El clasismo

(La crítica social predomina en el primer acto, cuando el autor está presentando el ambiente, la
situación... Más adelante disminuyen las alusiones sociales y la obra se centra en las relaciones
humanas, odio, envidia, autoritarismo, deseos de libertad... auténtico objetivo de la obra.)
El libro plantea una jerarquía social definida, que los personajes aceptan y no intentan cambiar. Las
relaciones humanas están jerarquizadas y dominadas por la crueldad y la mezquindad de las que
ocupan el estrato superior con quien se encuentra en una posición inferior, y por la sumisión resignada
-teñida de odio- de quienes están en los escalones inferiores hacia Bernarda. Cada personaje tiende a
humillar al que se sitúa en el estrato inferior de la jerarquía social.
La posición más elevada la ocupan Bernarda y Angustias, la más rica de las hijas. Ejemplo de
la marcada actitud clasista de Bernarda lo encontramos cuando llega el duelo y le dice a la criada:
"Menos gritos y más obras... Vete. No es este tu lugar". (La criada se va llorando). "Los pobres son
como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias". Le contestan: "Los pobres
sienten también sus penas". Bernarda responde: "Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos".
A continuación, las demás hijas, la Poncia, la criada y, finalmente, en una posición ínfima, la
miseria absoluta, la degradación social, la injusticia humana, representadas por la Mendiga. Este
contraste entre miseria y riqueza se plantea ya desde la primera escena en el diálogo entre la Poncia y
la Criada que se relaciona con el monólogo de la Criada, que protesta por la desigualdad social: que
gritando a Angustias... suelos barnizados con aceite... Esta desigualdad económica afecta, incluso, a
las hijas de Bernarda: Poncia ¡cuánto dinero le queda a Angustias!... y provocará, en cierta medida, el
drama, puesto que Pepe el Romano elegirá a Angustias precisamente por su fortuna.
•

El odio y la envidia

Las relaciones están dominadas por los sentimientos de odio y de envidia. Se presenta entre las
distintas clases e incluso entre personajes de la misma. La desigualdad entre las clases es la causa
principal pero también la falta de libertad y el deseo de ser feliz generará grandes tensiones entre los
personajes. Bernarda se convierte en objeto de odio de sus criadas y de los vecinos del pueblo por su
rigidez y su orgullo clasista e hipócrita. Alimenta en sí misma el odio hasta tal punto que se convierte
en un personaje detestable. La imposibilidad de amar y ser libres hace a las hijas de Bernarda seres
dominados por el odio. Toda la obra está repleta de pasajes en los que se manifiesta el odio:
• En las acotaciones: "con odio", "con sarcasmo"...
• Por medio de insinuaciones: "¡Guárdate esa lengua en la madriguera!"
• Por medio de insultos: "¡Mandona!". "¡Mala, más que mala!"
• Por medio de expresiones directas: "Mi sangre ya no es la tuya..."

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  • 1. TEMAS PRINCIPALES Y SECUNDARIOS EN “ LA CASA DE BERNARDA ALBA” IES PRÍNCIPE DE ASTURIAS, 2013.
  • 2. NOTA: Puesto que ya hay un tema dedicado al “enfrentamiento entre una moral autoritaria y el deseo de libertad”, nombraremos solo lo fundamental para centrarnos en: el papel y la situación de la mujer en la obra, las diferencias sociales, la hipocresía, la honra, el odio y la envidia. Podemos decir que hay tres tipos de temas: • social: critica aspectos de la sociedad de la época, como, por ejemplo, la marginación de la mujer, la hipocresía, el clasismo, etc.; • psicológico: el autor desarrolla la personalidad de cada personaje, sus reacciones ante la falta de libertad y la represión; • moral: censura la España tradicional y conservadora, con una rígida moral que conduce a ser infeliz. Enfrentamiento entre una moral autoritaria y el deseo de libertad. El tema central de la obra lo constituye la clave fundamental del teatro lorquiano: la represión ejercida por una moral estricta y autoritaria y las ansias de libertad de las personas sujetas a esa represión. Es, en definitiva, el enfrentamiento entre dos actitudes vitales o dos ideologías: la que defiende una forma de vida dominada por las apariencias, las convenciones sociales y la moral tradicional basada en el autoritarismo (representada por Bernarda, que asume la moral del pueblo para imponer su poder sobre sus hijas -"Hasta que salga de esta casa... "-. Es tiránica, anuladora de ilusiones, castrativa) y la que proclama, por encima de todo, la libertad del individuo para opinar y actuar (encarnada por Mª Josefa y Adela). Se trata, pues, de dos modelos de conducta: el conservador y rígido frente al abierto y progresista. La oposición se plantea desde el principio: Bernarda, de moral rígida y puritana, niega a sus hijas, e incluso a su madre, la libertad de poder decidir sobre sus vidas e impone sus normas opresivas basándose en la autoridad que le concede el ser "cabeza de familia"; así, un luto de ocho años con enclaustramiento, decisión que provoca la leve protesta de Magdalena y que es sofocada de inmediato: "Aquí se hace lo que yo mando..." (acto primero). Frente a esto, las criadas, la abuela y las hijas sufren y se desesperan -sobre todo Adela, la menor -, generándose en ellas un ansia de libertad y una pasión incontrolables. No es casual, sino muy significativo y simbólico, que las que más se rebelan contra el estado impuesto por Bernarda sean la más anciana y la más joven de la casa: María Josefa -madre de Bernarda, de 80 años- sufre doble encierro y reclama la vida en cada escapada, quiere casarse "a la orilla del mar”. Por su parte, Adela -hija menor de Bernarda, de 20 añosmanifiesta que no quiere "perder su blancura" encerrada. Las demás hijas, Angustias (39 años), Magdalena (30 años), Amelia (27 años) y Martirio (24 años) aceptan con resignación su suerte, si bien Martirio se enfrenta a su madre en alguna ocasión. Las criadas (Poncia y Criada) viven bajo el dominio y autoridad de Bernarda: la temen, no se atreven a enfrentarse y se limitan a murmurar a sus espaldas. El autoritarismo de Bernarda se manifiesta ya en su primera intervención, está presente en la primera y última palabra que Bernarda pronuncia: ¡silencio!, y constituye una constante de su actitud y su carácter. (También el título de la obra contiene ciertas connotaciones de dominio y pertenencia: la casa, un lugar cerrado, es de Bernarda, ella es la dueña de la vivienda y de sus habitantes. La casa es de Bernarda y
  • 3. todos sus enseres también. El principio de autoridad responde, aparentemente, a una visión clasista del mundo que cristaliza en una moral social fundada -como escribe Torrente Ballester- en "preceptos negativos, limitaciones y constricciones", y condicionada por "el qué dirán" y por la necesidad consiguiente de defenderse, aislándose de esa vigilancia social y alienante. La dictadura de Bernarda pretende guardar las apariencias, como confiesa a Angustias en el acto tercero: "Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar". El comportamiento de Bernarda se orienta a salvar la "buena fachada" familiar, aunque ese sepulcro blanco que es su casa-cárcel contenga una negra tormenta que, pese a su vigilancia, acabará por estallar. Por ello: • Marca rígidamente el comportamiento que han de mantener sus hijas en relación con los hombres; y la que desobedezca sufrirá las consecuencias: "Una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse en enemiga" (acto segundo). Por eso también, en ese mismo acto, cuando Angustias reivindica su derecho a saber por qué el Romano, su novio, ronda la casa hasta las cuatro de la madrugada, su madre le contesta: "Tú no tienes más derecho que a obedecer". • Restablece el orden cuando sus hijas discuten: "Silencio digo..." (actos primero y segundo). • Todas las mujeres de la casa deben someterse a su disciplina: "Aquí no se vuelve a dar un paso sin que yo lo sienta" (acto segundo); "Mi vigilancia lo puede todo" (acto tercero). Bernarda impone en el universo cerrado de su casa el orden, un único orden posible, que no admite protesta ni desviación; pero a lo largo del drama aparece como la raíz del principio de autoridad que instaura ese orden indiscutible, otra fuerza más oscura y primitiva: el instinto de poder. Poder que se quiere absoluto y que negará no sólo toda libertad personal -la propia y la de los demás-, sino todo sentimiento, deseo o aspiración, e, incluso, toda realidad. Bernarda no es sólo autoritaria, tirana, fría y cruel, según la van definiendo desde la primera escena la Poncia y la Criada, sino que es, fundamentalmente, ese instinto de poder que niega la misma realidad, que lo otro y los otros existan. Frente a este instinto de poder se opone otro instinto no menos elemental: el sexo, tan ciego como el instinto de poder. La consecuencia de este conflicto es la imposibilidad de toda comunicación, de todo compromiso. Bernarda y sus hijas están frente a frente aisladas e incomunicadas, y de este choque de fuerzas sólo puede resultar la destrucción de una de ellas. De hecho, el deseo de libertad y la pasión amorosa de Adela, incontrolables, son más fuertes que su temor a la autoridad materna. Desde el comienzo de la obra manifiesta su rebeldía: • Lleva un abanico de flores rojas y verdes en lugar del abanico negro prescrito por el luto. • Se prueba su vestido verde y lo luce ante las gallinas. • Expresa sus deseos de libertad y su decisión de romper con las normas de Bernarda: "Nadie podrá evitar que suceda...", "Mi cuerpo será de quien yo quiera..." (acto segundo), "Esto no es más que el comienzo..." (acto tercero). • Al final se produce el enfrentamiento directo con su madre, a quien le arrebata el bastón (símbolo de autoridad), lo parte en dos y defiende su recuperada libertad: "Aquí se acabaron las voces de presidio... en mí no manda más que Pepe!" En un mundo así estructurado sólo hay dos salidas, si no se acepta la ley impuesta por Bernarda: la locura (Mª Josefa) forma extrema de evasión; o el suicidio (Adela): • María Josefa da cauce a su rebelión a través de la locura, única vía de escape para un personaje maltratado y enclaustrado en una habitación. Su prisión es más asfixiante que la de las hijas, al ver más reducido su espacio vital. Pero su locura le da fuerzas para proclamar sus deseos de libertad, enfrentarse a Bernarda y denunciar su tiranía y el sufrimiento y el sometimiento propio y ajeno. • Adela acaba suicidándose y su suicidio -último signo de rebelión en defensa de una libertad imposible- ciega para sus hermanas el camino de la libertad. Otra vez se impone la dominación de Bernarda sobre sus hijas, que se ven condenadas a vivir encerradas sin esperanza; la que desafía su
  • 4. autoridad lo paga caro. Las palabras finales de Bernarda: "La hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!" cierran aún más herméticamente ese mundo, contra la verdad. Nadie, a partir de ahora, intentará una nueva rebelión. Todas conocen la verdad, pero ninguna romperá el silencio. • Diferencias entre hombre y mujer. Marginación de la mujer Lorca denuncia las diferencias establecidas en el comportamiento de hombres y mujeres y la marginación de la mujer en la sociedad de su época. Para ello enfrenta dos modelos de comportamiento femenino: • El basado en una moral relajada: Paca la Roseta, la prostituta a la que contratan los segadores, y la hija de la Librada. Llevan una vida de aparente libertad. Viven al margen de la sociedad y son condenadas, moral e, incluso, físicamente, por la opinión del pueblo. • El comportamiento femenino basado en la honra y en la decencia aparentes implica una sumisión en las normas sociales y convencionales, que discriminan a la mujer en beneficio del hombre. Los hombres y las mujeres serán diferentes ante la ley (Martirio cuenta la historia del padre de Adelaida): -"¿Y ese infame por qué no está en la cárcel?" -"Porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar". Su trabajo será también distinto: los hombres trabajarán en el campo, las mujeres cuidarán la casa. Así, Bernarda, desde el principio, impone a sus hijas, un determinado comportamiento que corresponde tanto a su condición de mujeres como a su nivel económico acomodado: Hilo y aguja... La mujer estará sometida al varón; la mujer decente debe ser una "perra sumisa" que les dé de comer y ha de resignarse a cumplir la función que les asigna la sociedad, ya que, según Martirio, a los hombres sólo "les importa la tierra, las yuntas y una perra sumisa que les dé de comer". A este respecto, debemos considerar los consejos y advertencias de la Poncia a las muchachas (Acto segundo) que no difieren de los de Bernarda a Angustias (Acto tercero). En su conversación con Adela en el acto segundo, la criada defiende la represión sexual y la frustración amorosa antes que ir "contra la ley de Dios" y contra la decencia: "No os tengo ley a ninguna, pero quiero vivir en casa decente. ¡No quiero mancharme de vieja!" Consecuentemente, las mujeres serán las grandes perdedoras de la sociedad: A los hombres se les permitirá todo, (Poncia lo justifica) en cambio, a las mujeres que llevan una vida parecida a la de muchos hombres, como Paca la Roseta o la hija de la Librada, se las marginará hasta querer lincharlas. Las hijas de Bernarda protestarán por esta marginación a la que se ven sometidas pero nada podrán hacer (a excepción de Adela que se rebela; rebelión que la lleva a la muerte). • Mujer y tragedia La casa de Bernarda Alba, subtitulada Drama de mujeres, es una obra de personajes exclusivamente femeninos. El autor escenifica un violento y descarnado enfrentamiento entre mujeres, obligadas a vivir en un encierro sofocante, en un ambiente rural. Por el escenario desfilan mujeres de clase social, edad, formas de vida, sensibilidad, y sentimientos de todo tipo, pero la sombra del hombre gravita constantemente Estas mujeres serán las protagonistas de unos hechos amargos y violentos. El drama de estas mujeres encerradas en un mundo inhóspito y salvaje se concreta en la ausencia de amor en sus vidas y en el temor a permanecer solteras, lo que las impulsa a alimentar fuertes sentimientos de odio y de envidia. El personaje femenino se aborda, pues, desde la perspectiva de la soledad y la ausencia, que les lleva a buscar al hombre. Para ellas el hombre:
  • 5. • • • • Es un ser deseado y necesario para alcanzar la felicidad y para vivir con alegría. Está dotado de una enorme fuerza y es amigo de la violencia. Tiene un fuerte instinto que le inclina al amor y al erotismo. Somete a la mujer en el matrimonio, la encarga del cuidado del hogar, se desentiende... Pero, aún así, el hombre es objeto del deseo de las hijas de Bernarda, que aceptan con resignación la dictadura materna y un destino fatal por ser mujeres: "Nacer mujer es el mayor castigo", dirá Amelia. Todas ellas, víctimas de una feroz represión sexual y de la infelicidad amorosa, a la que se resignan, menos Adela, que simboliza la lucha por la libertad contra la tiranía, coinciden en la búsqueda de varón y la necesidad de amar. El dominio tiránico de Bernarda, que ha prohibido la entrada de los hombres a su casa y controla cada uno de los movimientos de sus hijas, impide cualquier posibilidad de que éstas entablen una relación amorosa. En consecuencia, sus hijas han perdido toda esperanza de encontrar marido. Ante la propuesta de Bernarda de que pasen los años de luto bordando el ajuar para una posible boda futura, Magdalena dice "Sé que ya no me voy a casar". En su locura, será Mª Josefa quien denuncie el sufrimiento de las muchachas y las causas de su mal: "Aquí los hombres huyen de las mujeres"... "No quiero ver a estas mujeres solteras rabiando por la boda, haciéndose polvo el corazón" La irrupción en su mundo cerrado de Pepe el Romano desencadenará las pasiones de estas mujeres solteras que desean casarse para liberarse de la tiranía de Bernarda y para vivir alegres y felices. Bernarda acepta la extraña propuesta del Romano, que quiere casarse con la mayor y más fea de las hermanas. Esto ocasionará un conflicto: • Angustias sueña, feliz, con su boda; • Martirio se enamora del Romano y sufre por no poder atraer su atención; y • Adela, también enamorada, llega a mantener relaciones con el hombre más atractivo del lugar. Desde el primer acto, se puede adivinar la pasión amorosa de Adela: el abanico de flores rojas y verdes -que simbolizan amor y pasión- contrario al luto; el traje verde, con que acude al corral -lugar de sus posteriores encuentros amorosos- a mostrarse a las gallinas; y su reacción al enterarse de que Pepe el Romano quiere casarse con Angustias: "Yo no quiero estar encerrada. ¡No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras!. En el segundo acto se produce la evolución de Adela: pasa de los deseos a los hechos. Poncia intenta advertirla y amonestarla pero ella arde en pasión amorosa: "No por encima de ti que eres una criada, por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca". Ella misma define su pasión como un fuego que le quema y arde en su interior. Un fuego que le hace expresar en lenguaje poético su deseo sexual: "Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente". Ella justifica su pasión ya que su causa está en la fuerza del destino, que la priva de libertad y de juicio. Martirio también se ha enamorado de Pepe el Romano. Su pasión amorosa despierta sus celos y su envidia. Ve que lo pierde e intenta destruir a Adela. Angustias, desde el funeral, va al encuentro de los hombres. Esta actitud despertará la cólera de su madre. Amelia y Magdalena participan también del deseo y de la necesidad del varón, pero apenas hay lugar para que expresen sus sentimientos. • El amor sensual. La búsqueda del varón El drama de las hijas de Bernarda es la imposibilidad de amar y de ser amadas: Bernarda alejó por medio de engaños -antes del tiempo escénico- a Enrique Humanes, que pretendía a Martirio; y, ya en el transcurso de la obra, ha prohibido la entrada de los hombres en su casa. Por lo que la presencia del hombre como búsqueda y deseo de varón- y la pasión amorosa solamente aparecerá: • Por medio de referencias y alusiones a historias amorosas acaecidas fuera de escena (Pepe el Romano, aparece sólo indirectamente en escena, porque, igual que los agricultores que van a segar, él es un símbolo, el símbolo de la vida que atrae arrebatadoramente a Adela; por eso
  • 6. Bernarda quiere disparar contra él; por eso, cuando Adela cree que éste ha muerto, sólo le queda quitarse la poca vida que, sin él, le queda) y • por medio de vivencias auténticas de los personajes, también ocurridas fuera de escena. La irrupción en su mundo cerrado de Pepe el Romano desencadenará las pasiones de estas mujeres solteras que desean casarse para liberarse de la tiranía de Bernarda y para vivir alegres y felices. • La honra Ligado al tema de las apariencias y vinculado al tema del amor, se desarrolla el tema de la honra. Bernarda se mueve guiada por unos principios convencionales y rígidos -apoyados en la tradición- que exigen un comportamiento público inmaculado, es decir, una imagen social u honra limpia e intachable. Este sentido de la honra que guía tanto a Bernarda como a Poncia es el mismo que impera en el pueblo y que hace posible el linchamiento de la hija de la Librada. • Bernarda recrimina a su hija Angustias que mira a los hombres en el funeral (Acto primero). • La Poncia aconseja a Adela que deje al Romano (Acto segundo): Para que las gentes no escupan al pasar por esta puerta... ¡No quiero mancharme de vieja! • La preocupación por la opinión ajena. • El temor a la murmuración. • El deseo de aparentar lo que no se es. • La hipocresía La preocupación por la opinión ajena, el temor a la murmuración, el deseo de aparentar lo que no se es, y, en definitiva, la hipocresía que enmascara y oculta la realidad constituye uno de los motivos recurrentes de la obra. Simbólicamente, esta preocupación por las apariencias se refleja en la obsesión por la limpieza (la blancura de las habitaciones) que caracteriza a Bernarda. La necesidad de aparentar define a Bernarda. Es un personaje poderoso pero sometido al qué dirán, que marca todos sus actos y su carácter autoritario. El miedo a la murmuración, que es una constante en la vida del pueblo, marca la conducta de Bernarda. Así, por ejemplo, se avergüenza de la locura de su madre y encierra para que nadie la vea. A la muerte de Adela se empeña en hacer creer a la gente que su hija no ha hecho nada malo: "Llevadla a su cuarto y vestidla como si fuera doncella! ¡Nadie dirá nada! Ella ha muerto virgen!". Ese miedo de Bernarda se manifiesta en varias frases suyas: "¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto!". "Estarán las vecinas con el oído pegado a los tabiques". Las hijas son conscientes del daño que causan las malas lenguas y se quejan amargamente de que sus vidas estén condicionadas por la opinión ajena. Pero este mundo de las falsas apariencias y de la hipocresía, como forma de comportamiento, afecta también, aunque en menor medida, a Martirio. Martirio es hipócrita, odia a Angustias pero se muestra contenta cuando se entera de que se va a casar con Pepe el Romano, del que está enamorada. Finge preocuparse por Adela, cuando lo único que hace es vigilarla para que no se vaya con Pepe. Las criadas también aparentan. La Poncia se comporta bien con Bernarda, le cuenta cosas, le aconseja... cuando es de sobra sabido que ya en la primera escena ha admitido su profundo odio hacia ella. La criada, en el primer acto, en un monólogo, se alegra por la muerte del marido de Bernarda pero, cuando llega el duelo, finge ser la más desgraciada de los de la servidumbre. • La injusticia social. El clasismo (La crítica social predomina en el primer acto, cuando el autor está presentando el ambiente, la situación... Más adelante disminuyen las alusiones sociales y la obra se centra en las relaciones humanas, odio, envidia, autoritarismo, deseos de libertad... auténtico objetivo de la obra.) El libro plantea una jerarquía social definida, que los personajes aceptan y no intentan cambiar. Las
  • 7. relaciones humanas están jerarquizadas y dominadas por la crueldad y la mezquindad de las que ocupan el estrato superior con quien se encuentra en una posición inferior, y por la sumisión resignada -teñida de odio- de quienes están en los escalones inferiores hacia Bernarda. Cada personaje tiende a humillar al que se sitúa en el estrato inferior de la jerarquía social. La posición más elevada la ocupan Bernarda y Angustias, la más rica de las hijas. Ejemplo de la marcada actitud clasista de Bernarda lo encontramos cuando llega el duelo y le dice a la criada: "Menos gritos y más obras... Vete. No es este tu lugar". (La criada se va llorando). "Los pobres son como los animales. Parece como si estuvieran hechos de otras sustancias". Le contestan: "Los pobres sienten también sus penas". Bernarda responde: "Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos". A continuación, las demás hijas, la Poncia, la criada y, finalmente, en una posición ínfima, la miseria absoluta, la degradación social, la injusticia humana, representadas por la Mendiga. Este contraste entre miseria y riqueza se plantea ya desde la primera escena en el diálogo entre la Poncia y la Criada que se relaciona con el monólogo de la Criada, que protesta por la desigualdad social: que gritando a Angustias... suelos barnizados con aceite... Esta desigualdad económica afecta, incluso, a las hijas de Bernarda: Poncia ¡cuánto dinero le queda a Angustias!... y provocará, en cierta medida, el drama, puesto que Pepe el Romano elegirá a Angustias precisamente por su fortuna. • El odio y la envidia Las relaciones están dominadas por los sentimientos de odio y de envidia. Se presenta entre las distintas clases e incluso entre personajes de la misma. La desigualdad entre las clases es la causa principal pero también la falta de libertad y el deseo de ser feliz generará grandes tensiones entre los personajes. Bernarda se convierte en objeto de odio de sus criadas y de los vecinos del pueblo por su rigidez y su orgullo clasista e hipócrita. Alimenta en sí misma el odio hasta tal punto que se convierte en un personaje detestable. La imposibilidad de amar y ser libres hace a las hijas de Bernarda seres dominados por el odio. Toda la obra está repleta de pasajes en los que se manifiesta el odio: • En las acotaciones: "con odio", "con sarcasmo"... • Por medio de insinuaciones: "¡Guárdate esa lengua en la madriguera!" • Por medio de insultos: "¡Mandona!". "¡Mala, más que mala!" • Por medio de expresiones directas: "Mi sangre ya no es la tuya..."