1. DISFRUTANDO DEL TIEMPO LIBRE EN FAMILIA
Autor: Azucena Esteban Alonso
Desde hace varios artículos venimos
analizando la estructura familiar
adentrándonos en su interior de forma
general, en sus dinámicas comunicativas,
su funcionamiento, etc. Ciertamente son
muchos los aspectos que habría que
abordar debido a la complejidad de la
propia entidad familiar. Es por ello, que
hemos apostado por realizar una
aproximación a la realidad por "temáticas"
a lo largo de varios artículos. El turno, en esta ocasión, lo constituirá el ocio y
tiempo libre familiar.
Pero, ¿por qué adentrarnos en esta cuestión? El tiempo libre compartido en
familia resulta esencial en el establecimiento de relaciones funcionales,
comunicativas y afectivas entre sus miembros. Igualmente, constituye un
espacio esencial en la formación de los hijos puesto que en dichos momentos
se desarrollan y asimilan gran parte de los aprendizajes informales. Y, del
mismo modo, es en el tiempo libre cuando también se asimilan conductas
relacionadas con el deber y el placer, la importancia otorgada a uno y otro,
cómo compaginar ambos, etc.
Así pues, jugar juntos, compartir una comida, ir al teatro o al cine, hacer
deporte, viajar o, simplemente, disfrutar de una conversación, suponen
espacios de convivencia y disfrute del tiempo libre y, en consecuencia, de la
propia familia. Es en estos espacios en los que se refuerzan los lazos
familiares, pues se facilita la relación, el intercambio de opiniones y
sentimientos, lo que proporciona una gran satisfacción a todos los miembros de
la familia. Y, evidentemente, cuanta mayor sea la gratificación que se obtiene
de esa interacción, mayores son los deseos de mantenerla e, incluso, de
disfrutar de más tiempo libre con la familia.
El disfrute del ocio y tiempo libre se ve
condicionado por lo que podríamos
denominar como el momento evolutivo en
el que se encuentra el núcleo familiar, es
decir, la etapa del ciclo vital por la que
atraviesa. Así pues, la edad de los hijos va
a configurar no sólo la manera de disfrutar
de ese tiempo sino también la cantidad (no
hace falta comentar que cuando la
adolescencia comienza, aumenta el tiempo que chicos y chicas desean
compartir con sus iguales).
2. Sin embargo, a pesar de la gran aportación que el compartir buenos momentos
genera a la familia, la realidad actual nos descubre algunos factores que
dificultan conceder a estos aspectos la importancia deseada. Nos referimos,
por ejemplo, a las largas jornadas que no sólo algunos adultos realizan, sino
también a las que sufren desde pequeños algunos de nuestros alumnos. Al
finalizar el colegio, una gran mayoría acuden a actividades extraescolares,
muchas de ellas con contenido académico más que lúdico. Así pues, tanto
adultos como niños, al llegar a casa, poco es del tiempo que disponen y
menores las energías restantes para dedicar a los otros. En muchas ocasiones
cena, baño y cama es lo que resta en el día.
Una vez más, nuestras rutinas diarias se vuelven en nuestra contra para
restarnos fuerzas, por lo que no siempre resulta posible dedicar el tiempo
necesario o deseable a disfrutar de un tiempo juntos en familia. Aunque
también es cierto que no se trata sólo de la cantidad de tiempo compartido,
sino de la calidad. El lema menos es más, en este caso supone un aspecto a
valorar.
En conclusión, resulta esencial aprender a
disfrutar de la familia, pues, en ocasiones,
la cultura del deber y la exigencia social de
reconocimiento en el terreno profesional no
nos permite tomarnos un tiempo de
diversión y disfrute junto a los más
allegados. Así pues, es tan importante ser
responsable en nuestras obligaciones como
vivir, en el sentido más amplio, con la
familia. Sin duda, todos estos aspectos,
contribuyen al bienestar de la familia y a la mejora en la comunicación y en las
relaciones entre todos sus miembros.