1. I.E. POLITECNICO NACIONAL DEL CALLAO
TEMA:
“EXPLICANDO LAS TESIS DE LA EXISTENCIA DE DIOS,
SEGÚN SANTO TOMAS”
ALUMNO:
SERGIO DANIEL QUISPE AROSTEGUI
PROFESOR:
ERNESTO CHONG
GRADO Y SECCION:
5° “F”
CURSO:
RELIGIÓN
AÑO:
2018
2. LAS CINCO VÍAS O DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA
DE DIOS SGÚN TOMÁS AQUINO.
A) PRIMERA VÍA. El punto de partida aquí es el movimiento; así se la llama prueba por el movimiento (ex
motu).
“Es cosa cierta, y consta por los sentidos, que en este mundo algunas cosas se mueven”, comienza diciendo Santo
Tomás. En efecto, todos tenemos la experiencia del movimiento, es decir, del cambio; no de que todo cambie,
porque de todo no puede tenerse experiencia, sino simplemente de que algunas cosas cambian. Lo que se mueve
lo llamamos móvil.
Ahora bien, “todo lo que se mueve es movido por otro”. El movimiento es el pasaje del ser-en-potencia al ser-en-
acto. Para que algo se mueva es preciso que esté “en potencia respecto de aquello hacia lo que se mueve”.
Llamamos “motor” a lo que mueve. Es claro que para que algo se mueva, para que pase de la potencia al acto, se
necesita un motor que lo lleve a efectuar tal pasaje, que le comunique aquello que actualmente no tiene acto
pero que posee potencia. Y el motor para lograr tal cosa, tiene él mismo que estar en acto, es decir, tener en acto
lo que transmitirá al móvil que lo reciba, porque para dar acto, hay que poseerlo. El principio de contradicción
dice que nada puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido, por tanto “todo lo que se mueve es preciso que
sea movido por otro”.
Entonces, si lo que mueve -el motor- a su vez es movido, “es preciso que él mismo sea movido por otro; y éste,
por otro”. Sin embrago al ser una cadena continua al infinito esta serie quedaría indeterminada; por eso es preciso
determinar un primer motor inmóvil, es decir, algo que se mueve por sí mismo sin necesidad de ser él mismo
movido por nada.
Un “primer motor que no sea movido por nada” es “lo que todos entienden por Dios” -puesto que, siendo todo
en acto y nada en potencia, es un ente perfecto. Por tanto, Dios existe.
4. B) SEGUNDA VÍA. Su punto de partida es la causa eficiente; se le
llama, entonces, prueba por la causa eficiente (ex causa efficienti)
“Descubrimos que en las cosas sensibles hay una ordenación de las causas
eficientes”.
Ahora bien, todo efecto depende de la causa eficiente que lo produce. Si
no fuera así, es hecho sería causa eficiente de sí mismo; y como la causa es
necesariamente anterior al efecto, en tal caso “sería anterior a sí misma”, lo
cual evidentemente es absurdo y equivaldría a decir que es algo antes de
serlo.
“Mas tampoco es posible que en las causas eficientes se proceda al infinito”
porque en tal caso la serie indefinida de las causas equivaldría a admitir un
efecto sin causa: “si se procediese al infinito en las causas eficientes, no
habría causa eficiente primera; y así no habría ni efecto último ni causas
eficientes intermedias, lo que es eventualmente absurdo”. Por tanto, hay
que admitir una causa eficiente primera.
6. C) TERCERA VÍA. Es la prueba por la contingencia, o por lo posible y necesario (ex possibili et
necessario). Se llama “contingente” todo ente que es, pero “podría” no ser, es decir, todo ente que
llega a ser (generación) y deja de ser (corrupción). Lo que tiene potencia de ser y no ser, “entes
que pueden ser y no ser” (possibilia esse et non esse) y que, por tanto, alguna vez no fueron y
alguna vez dejarán de ser. De estos entes se dice que existen sólo contigentemente, que no son
necesarios.
Encontramos, sin duda, cosas contingentes, porque un árbol, por ejemplo, hubo un tiempo en que
no fue; luego, quiere decir que fue generado; y llegará un momento en que dejará de ser; el árbol es
algo “posible que sea y no sea”, algo contingente.
“todo lo que puede ser, alguna vez no fue” porque si hubiese sido siempre, no sería contingente,
sino necesario. Y si todas las cosas fueran contingentes, si el universo entero fuese contingente,
entonces, “hubo un tiempo en que nada era”, un momento de nada absoluta. Sin embargo esto no
es posible, porque si hubiese habido un tiempo en que nada era, nada hubiese podido comenzar a
ser: porque de la nada, nada sale, es decir, que para que algo comience a ser se precisa un ente, ya
existente, que lo haga ser. Por tanto, es falso, que todo sea contingente, y es preciso admitir algo
necesario para explicar el hecho de la existencia de los entes contingentes que nos ofrece la
experiencia.
“Ahora bien, todo ente necesario, o bien tiene la causa de su necesidad fuera de sí mismo, o bien no.”
Si la tiene fuera de sí mismo sera preciso otro ente necesario que locause. Pero como “no es posible
que se proceda al infinito en las cosas necesarias que tienen una causa (extrínseca) de su necesidad,
así como no lo es en el caso de las causas eficientes”, será “forzoso establecer algo que sea por sí (es
decir, intrínsecamente) necesario, y que no tenga la causa de su necesidad fuera de sí”
Pues bien, tal ente necesario, que existe por virtud de su propia naturaleza, es aquello a “lo cual
todos llaman Dios”
8. CUARTA VÍA. Por los grados de perfección (ex gradibus
perfectioris).
“Se encuentra en las cosas algo más o menos bueno, y verdadero, y noble”, es decir, cosas
mejores o peores que otras, un más y un menos; y, en conjunto la realidad se nos ofrece como
sistemas de grados de perfección o jerarquías.
Toda jerarquía supone un grado o término supremo, un arquetipo de perfección. Tiene que haber
pues , un ente absolutamente perfecto, “algo que es verísimo, y optimo, y noblísimo, y en
consecuencia es lo máximamente ente (máxime ens) porque también el ente tiene grados, según
participe más o menos del ser.
Además, “aquello que se dice máximamente tal en cuanto género, es causa” o fundamento “de
todo lo que pertenece a dicho género; así como el fuego, que es máximamente caliente, es la
causa de todas las cosas calientes”. Si una cosa posee una perfección de modo incompleto, no
puede poseerla de por sí, no la posee porque su esencia sea esa perfección; si algo es bello, pero
no es lo bello en sí, quiere decir que esa belleza la tiene “de prestado”, si así podemos expresarnos
( si la poseyera por esencia, la poseería plenamente y por derecho propio); esto es, posee esa
perfección por participación de una causa extrínseca, pero no es esa perfección. Sólo lo
supremamente perfecto puede otorgar la perfección mayor o menor que algo posea: este algo
“participará” de ella. Por tanto “hay algo que es para todas las cosas la causa de su ser, y de su
bondad, y de cualquier otra perfección”.
Pero justamente “a esto lo llamamos Dios”. Luego, Dios existe.
10. QUINTA VÍA. por el orden o gobierno del mundo (ex gubernatione rerum). Esta
prueba llamada -teleológica porque se apoya en la finalidad que se manifiesta en la
naturaleza- es la prueba del sentido común, y la más corriente según el propio
Santo Tomás.
Observamos en la naturaleza orden y finalidad. “vemos que algunas cosas que carecen de
conciencia o conocimiento (cognitio), como los cuerpos naturales, obran por causa de un fin”; la raíz
de la planta, por ejemplo, se orienta hacia la tierra como si la “buscará” , y sin embargo sin saber
que la busca. Y esto no ocurre por azar o casualidad (porque entonces las cosas se comportarían de
modo diferente en cada caso); sino que ocurre siempre “de la misma manera para conseguir lo que
les sea óptimo”, teniendo a éste por meta o fin.
Pero cuando algo carente de conocimiento se orienta hacia un fin -como la flecha al blanco-, se
trata de algo dirigido (pasivo); por tanto, lo debe dirigir (acto) hacia ese fin “algo consciente e
inteligente, tal como la flecha al arquero”. Dicho de otra manera, todo orden supone un ordenador;
el orden no puede ser fruto del azar, porque ello equivaldría a suponer un efecto -el orden que se
observa en la naturaleza- sin causa. El orden debe tener, pues, una causa final.
Por tanto, “hay algo inteligente que ordena la cosas naturales hacia su fin”. Y no se puede argüir que
esa inteligencia esté a su vez ordenada a su fin por otra inteligencia superior, y ésta por otra, porque
entonces caería en un regreso infinito, que ya se ha rechazado. Hay, pues, una inteligencia suprema.
“Y a esto llamamos Dios”. Por tanto, Dios.