Las ciudades antiguas tenían patrones urbanos definidos, con calles rectas y ortogonales que formaban manzanas regulares. Esto facilitaba la movilidad y orientación dentro de la ciudad. Además, solían tener espacios públicos centrales como plazas, mercados y edificios gubernamentales, rodeados de viviendas residenciales más pequeñas. La planificación urbana en cuadrícula era común en ciudades romanas, griegas y mesopotámicas.