Las muñecas que compraron para una campaña de navidad cobraron vida mágicamente durante una tormenta eléctrica en Camerún. Al principio causaron un gran alboroto en la casa, pero luego accedieron a calmarse si se les permitía una fiesta con cerveza. A la mañana siguiente, después de una gran resaca, las muñecas habían vuelto a la normalidad dentro de sus sacos.
2. Como bien sabéis, el viernes pasado nos tocó ir al mercado artesanal a comprar 650 muñecas
para la campaña de navidad de Recover. Después de ir a por ellas, llevarlas a casa, sacarlas
de sus sacos, contarlas para comprobar que estaban todas, y volver a guardarlas, estábamos
agotadas. Nos tiramos en el sofá, nos bebimos unas cervezas, y poco rato después nos metimos
en la cama.
Era una noche de tormenta…de esas tormentas camerunesas donde parece que el cielo se va a
caer a trozos de un momento a otro. El ruido de los truenos no nos dejaba dormir, y los
relámpagos iluminaban nuestras habitaciones como si ya fuese de día. No sabemos cuánto
tiempo estuvo lloviendo…pero sí que fue la tormenta más impresionante que habíamos visto
desde que llegamos a Camerún.
A la mañana siguiente al levantarnos, fuimos al salón, donde habíamos dejado los sacos de
las muñecas cerrados. Para nuestra sorpresa, estaban abiertos, y en ellos no quedaba ninguna.
¿Podría ser que alguien hubiese entrado por la noche a robarlas?
Corrimos al otro lado de la casa a avisar a David y de pronto, descubrimos que todas las
muñecas estaban allí, corriendo por el suelo, subiéndose a los taburetes, intentando abrir la
nevera en la cocina… ¡Habían cobrado vida! No dábamos crédito.
3. La casa se había convertido en un gallinero, las muñecas no paraban de hablar a
gritos unas con otras, armando escándalo, hasta que nos vieron aparecer por la puerta.
De repente, se hizo el silencio. Nos miraron con la misma incredulidad con la que
nosotras las estábamos mirando a ellas. Después de un buen rato de desconcierto
colectivo, les preguntamos qué estaban haciendo y cómo era posible que se hubiesen
despertado.
-¿Una fiesta en nuestra casa?- Respondimos.-No, no, no, de ninguna manera. Eso es
imposible. Si vais a seguir montándola de esta forma tendréis que iros a otra parte,
aquí no os podéis quedar. Nosotras tenemos cosas que hacer.
4.
5. Intentamos que se calmaran, pero fue imposible. El griterío iba en aumento, así que no
nos quedó más remedio que acceder a lo que nos pedían.
-Está bien, está bien. Os daremos cerveza y os dejaremos hacer una fiesta, pero sólo si
por la noche os volvéis a meter en vuestros sacos y dejáis de hacer ruido. ¿De acuerdo?
Ya os podéis imaginar el resultado. Al cabo de una hora habían acabado con todas
nuestras reservas de cerveza, y estaban cantando y bailando por toda la casa. Algunas
de ellas hasta se habían traído sus instrumentos. Como no podíamos luchar contra
ellas, decidimos unirnos. Hay que reconocer que las camerunesas saben pasárselo
bien, aunque son nuestra perdición… ¡Vaya borrachera!
6. A la mañana siguiente, con una resaca del quince, fuimos a verlas. Estaban metidas
en sus sacos, de nuevo volvían a ser simples muñecas. Hasta la siguiente tormenta no
volveremos a verlas buscando fiesta en casa. ¡Menos mal que llega la estación seca! Si
no… ¡no hay quien trabaje en este país!