David Hume fue un filósofo escocés del siglo XVIII. Estudió leyes pero abandonó la carrera y trabajó como preceptor y secretario para sustentarse. Publicó varias obras filosóficas que cuestionaban ideas como sustancia, existencia y relación causal, afirmando que es imposible conocer la causalidad real. Estimó que el único razonamiento posible era someter a crítica toda clase de ideas y refutar proposiciones metafísicas o teológicas.
2. Biografía
• Filósofo inglés. Nació en el seno de una familia
emparentada con la aristocracia, aunque de
modesta fortuna. Estudió durante un tiempo
leyes en la Universidad de Edimburgo por
voluntad de su familia, pero su falta de interés
determinó que abandonara la carrera y se
viese obligado a buscar la manera de ganarse
la vida.
3. • La favorable acogida que obtuvo la publicación en
Edimburgo de la primera parte de sus Ensayos
morales y políticos en 1742, le hizo olvidar su
primer fracaso. Trabajó como preceptor del
marqués de Annandale (1745-1746) y luego
como secretario del general St. Clair (1746-1748),
a quien acompañó en misión diplomática a Viena
y Turín. Nombrado bibliotecario del Colegio de
Abogados de Edimburgo, emprendió la redacción
de una historia de Inglaterra, que publicó desde
1754 hasta 1762 en varias entregas, algunas
bastante mal recibidas por la burguesía liberal.
4. • En 1763 aceptó la invitación de lord Hertford
de incorporarse a la embajada en París, ciudad
donde residió hasta 1766 y en la que se
relacionó con los enciclopedistas. En 1769
regresó definitivamente a Edimburgo con el
propósito de disfrutar de la fortuna que le
habían proporcionado tanto sus cargos como,
finalmente, sus obras.
5. • Estimando imposible cualquier otra forma de
razonamiento, lo que suponía rechazar como falsas las
proposiciones de la metafísica o la teología, sometió a
crítica toda clase de ideas, y refutó en especial las de
sustancia, existencia y relación causal. Respecto de esta
última, sin negar la posibilidad de que exista una
causalidad real, afirmó que era imposible conocerla: el
origen de la idea de causa hay que buscarlo, por tanto,
en el hábito psicológico de percibir determinadas
sensaciones de forma simultánea o sucesiva, sin que
dicha idea encierre ninguna necesidad lógica o
racional.