SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 14
Descargar para leer sin conexión
17Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
GUILLERMO BUSTAMANTE ZAMUDIO*
JUSTIFICACIONES EXTRA-LITERARIAS
DEL CUENTO EN LA ENSEÑANZA PRIMARIA1
Resumen
Antes de la Renovación curricular, en las Guías para el maestro que el Ministerio de Educación Nacional entrega-
ba a los docentes, se justificaba la literatura en la enseñanza primaria de dos maneras. No obstante, ambas
formas remiten la literatura a aspectos exteriores a ella misma: de un lado, a asuntos distantes de su especifici-
dad artística (tales como apoyar los contenidos de otras asignaturas, despertar sentimientos patrióticos y formar
moralmente); y, de otro lado, a asuntos que si bien apuntan a su especificidad (tales como la materialidad
lingüística de la literatura y la pregunta por el efecto estético), no obstante, son planteados de una manera que la
escamoten
Palabras clave: Justificación extra-literaria, cuento, enseñanza primaria, literatura, lenguaje.
Abstract
Before the Renovation curricular, in the Guides for the teacher that the Ministry of National Education surrendered
to the educational ones, the literature was justified in the primary teaching in two ways: Nevertheless, both forms
remit the literature to aspects external to herself: of a side, to distant matters of their artistic specificity (such as
supporting the contents of other subjects, to wake up patriotic feelings and to form morally); and, of another side,
to matters that although they point for you specify (such as the linguistic materiality of the literature and the question
for the aesthetic effect), nevertheless, they are outlined in a way that the hide.
Key words: Curricular renovation, literature, primary teaching, teacher.
* Profesor Universidad Pedagógica Nacio-
nal. E-mail: bustama@colnodo.apc.org
1 El presente artículo resume las dos prime-
ras partes del informe de la investigación
titulada “Concepción del Ministerio de Edu-
cación Nacional sobre la literatura y su en-
señanza en primaria (1º a 3º), antes de la
Renovación curricular”, que realicé en la Uni-
versidad Pedagógica Nacional durante
1996. Este artículo fue recibido el 15 de
octubre de 2003 y aprobado el 31 de octu-
bre de 2003.
2 Afirmarlo en tiempo pasado podría hacer
suponer que las posiciones descritas ya han
sido abandonadas, asunto que habría que
demostrar.
El MEN justifica2
de dos formas ge-
néricas la existencia de la literatura
Pedagogía y Saberes Nº 19. Universidad Pedagógica Nacional. Facultad de Educación, 2003, pp. 17-30
en la enseñanza primaria; ambas
pueden denominarse “extra-lite-
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
rarias”, pues remiten el cuento a
aspectos que están por fuera de él.
En la primera parte, se tratarán las
justificaciones extra-literarias que
podrían denominarse “ilegítimas”
(desde el punto de vista de la espe-
cificidad de la literatura), como son
otras asignaturas, el concepto “pa-
tria” y el moralismo. En la segunda
parte, se considerarán las justifica-
ciones extra-literarias “legítimas”, o
sea, que apuntan a aspectos perti-
nentes, como el lenguaje (forma
material de la literatura) y lo estéti-
co (una de sus características);
pero que, no obstante, son plantea-
das de manera contraproducente.
1. Justificaciones
extra-literarias “ilegítimas”
1.1. Otras asignaturas
Para el MEN, se justifica el cuento
como objeto de la enseñanza pri-
maria por el hecho de que existen
las demás asignaturas, y no por él
mismo: “La narración es un medio
eficaz para interesar a los niños en
las diversas materias del programa
escolar” (3ºa:51)3
. Más adelante,
plantea que los cuentos de la Natu-
raleza (3ºa:53): “Ilustran hábitos de
los animales, leyes de la naturale-
za, crecimiento de las plantas, for-
mación de la tierra, estimulan el in-
terés y amplían los conocimientos”.
Para primero, dice: “En cada sema-
na, los temas afines se han integra-
do alrededor de un tema central que
corresponde unas veces al área de
Estudios Sociales, y otras, al de
Ciencias Naturales” (1ºa:4); y, de ahí
en adelante, todos los cuentos tra-
bajados, o que se sugieren, giran
en torno al tema central de la se-
mana.
Por ejemplo, cuando se trata de ha-
blar de las propiedades de los ali-
mentos, en el programa de segun-
do (2º:27), se recurre a coplas como
la siguiente:
Si hortalizas comemos
de las verdes y amarillas
mejores ojos tendremos
para leer la cartilla.
Se presupone la necesidad de que
existan las “diversas materias del
programa escolar”; en cambio, la li-
teratura requiere una justificación
explícita que el MEN busca en otras
asignaturas. Es notoria una falta de
equilibrio en esta consideración,
pues en ningún documento del MEN
se plantea que las demás asignatu-
ras del programa escolar se justifi-
quen por la existencia de la literatu-
ra; tampoco se dice que sirvan para
explicar la existencia del cuento, ni
aun para incentivar a los niños ha-
cia el arte. Por lo tanto, en esta fun-
ción asignada a los cuentos están
implícitos: a) una jerarquización,
según la cual las verdades históri-
cas y naturales serían primarias,
mientras que las artes serían secun-
darias; y b) un desconocimiento de
la especificidad de la literatura.
Contribuyen a considerar secunda-
ria a la literatura los criterios de “efi-
cacia” (la primera cita dice que la
narración es un medio eficaz para
interesar en las otras asignaturas),
“utilidad” y “aplicabilidad”; se nos ha
enseñado a pensar que “lo que se
hace debe servir para algo”; princi-
pio que aparece y rige en una so-
ciedad que tiene estipulado un pre-
cio para cada cosa, incluso para el
arte; una sociedad que desde sus
comienzos ha ejercido la idea de
que “El tiempo es oro”; y que ahora,
en los tiempos neoliberales, ha to-
mado la forma de una evaluación de
las acciones humanas desde los
criterios de eficiencia y eficacia.
De esta forma, si todo tiene precio,
si lo que se hace debe ser aplica-
ble, entonces el cuento, al menos,
debe interesar a los niños en otras
asignaturas que sí sirven, estimular
el interés y ampliar los conocimien-
tos, como dicen las citas. Dar al arte
tanta importancia como a las asig-
naturas consideradas imprescindi-
bles, pone en riesgo el futuro en una
sociedad del lucro, la acumulación,
la prisa y la eficacia. El principal
papel “asignado” por los procesos
históricos a los maestros –capaci-
tar para el desempeño económico
y la articulación en lo social–, en
cierta medida riñe con la formación
del niño en algunas áreas cultura-
les. De ahí que éstas aparezcan con
el fin de afianzar otras consideradas
más útiles.
A nivel de la sociedad en su conjun-
to sucede algo parecido: se crean
condiciones adversas a lo cultural,
se producen conceptualizaciones
superficiales y se trata de educar en
tal sentido; sin embargo, se alaban
las obras (Gioconda, Quinta Sinfo-
nía, Don Quijote) a condición de que
su potencia transformadora se
“museifique”, se recicle en los pro-
cesos ideológicos de la sociedad,
ingrese en una escala de valores y
reconocimientos ajena al arte mis-
mo.
Esta concepción está lejos incluso
de lo que se pensaba hace 24 si-
glos; Aristóteles decía que hay prác-
ticas con interés social, tales como
el comercio, la técnica y la educa-
ción; y prácticas desinteresadas,
tales como el arte, la filosofía y la
ciencia, cuya especificidad no está
definida por la obtención de un re-
sultado inmediato y medido por el
éxito. Por el contrario, estas prácti-
cas culturales “tienen una función
social múltiple, que en último térmi-
no es la de creación de cultura con
una racionalidad, un método, una
perspectiva y una función social. Es
decir, todo el saber en general tiene
una 'utilidad' histórica en cuanto
transforma los modos de pensar y
de vivir” (Londoño, 1989:72).
Claro está que, además de trabajar
sobre el cuento, se puede hablar de
otras asignaturas; y es obvio que se
necesita hacerlo, pues el arte es
interpretado desde prácticas cultu-
3 Como se citan frecuentemente los textos
del MEN, se reseña únicamente el curso, uti-
lizando el cardinal (1º, 2º y 3º). En los casos
de 1º y 3º, se agrega una letra, que indica el
primero o segundo textos del MEN reseñados
para ese grado en la bibliografía. Después
de los dos puntos, se coloca el número de la
página de donde se saca la cita; si nada
antecede a los dos puntos es porque se trata
del mismo texto reseñado inmediatamente
antes.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
rales concretas, además de ser él
mismo intertextual. Pero esto exi-
ge, de una parte, el respeto de su
especificidad y, de otra, una forma
de trabajo que no prive al niño del
hecho de que el saber humano no
viene dividido en las “asignaturas”
del currículo escolar, ni se ha pro-
ducido así.
Además, valdría la pena preguntar-
se si se le está haciendo un favor a
las otras asignaturas cuando los
textos que se privilegian no tienen
una lógica argumentativa. El cuen-
to se usa más con el sentido de una
“motivación”; se piensa que el niño
no tiene el nivel para asumir discur-
sos argumentativos y que, en con-
secuencia, hay que animarlo con
historias (supuestamente más cer-
canas a su nivel de desarrollo) para,
de todas formas, “entregarle” un
saber que debe aprender, pero que
no está en capacidad de compren-
der; es decir, una clara perspectiva
heteroestructurante (Not, 1994).
En el cuento En los tiempos de la
conquista, por ejemplo, el persona-
je-maestra, “para aprovechar el gran
interés de los alumnos”, hace una
lectura sobre la llegada de los es-
pañoles; terminada la lectura, los
personajes-alumnos preguntan,
como si se supieran el libreto-currí-
culo de memoria: “¿Trajeron los es-
pañoles a sus esposas? [...] ¿Qué
enseñaron los españoles a los in-
dios? [...] ¿cuánto tiempo manda-
ron aquí los españoles? [...] ¿qué
productos trajeron los conquistado-
res? [...] ¿Cómo se llamaron los
primeros españoles que pisaron
nuestras tierras?” (3ºb:111).
Las respuestas que los personajes
dan a estas preguntas, se supone,
constituyen datos del currículo del
área; pues bien, algunas de éstas
son las siguientes imprecisiones
históricas: que, en un principio, los
españoles no trajeron a sus espo-
sas porque estaban acostumbrados
a ciertas comodidades que no po-
dían disfrutar en estas tierras; y que
los españoles les enseñaron a los
indios a hablar su propio idioma, su
religión y sus costumbres. Formas
muy curiosas de hablar del saqueo
y de la imposición por la violencia.
Igual pasa, en tercero, con los cuen-
tos Conversación con la abuelita, a
propósito de los medios de trans-
porte (3ºb:125); De compras con
mis amigos, para hablar del comer-
cio (:140); El tesoro de los niños, a
propósito de las carteleras (:146);
Elecciones en la escuela, para re-
ferirse a los mecanismos de repre-
sentación política (:155); y La his-
toria de Ricardo, a propósito de la
salud (:185). Y en segundo, con los
cuentos La ranita verde y el ganso,
para hablar de las ranas en la agri-
cultura (2º:76); Declaración de la
Independencia, en el que los perso-
najes-estudiantes, emocionados por
la clase de sociales, vuelven y re-
presentan los hechos que precedie-
ron la petición de Cabildo Abierto,
relato que se usa para “precisar los
acontecimientos sobresalientes del
grito de Independencia” (:92); El ca-
feto, cuento idéntico a la descrip-
ción de la historia del café en clase
de sociales, pero narrado en prime-
ra persona (:121); y La sal y otros
minerales, cuento en el que el niño-
personaje pregunta por el conteni-
do de ciencias naturales y su pa-
dre, como un buen profesor, suple
el currículo de la semana número
28 de la programación (:130).
Si no hubiera ciencias sociales y
naturales, no habría necesidad del
cuento; ni siquiera habría cuentos:
“Aun cuando los cuentos, fábulas,
leyendas y anécdotas pueden
relatarse en forma ocasional, convie-
ne incluirlos además dentro del pe-
ríodo de lenguaje oral, especialmen-
te cuando los temas de estudios
sociales y ciencias naturales, lo re-
quieran” (3ºa:55).
No obstante, la especificidad del
arte está lejana de la utilidad. Kant,
por ejemplo, para definir el juicio es-
tético, excluye lo que no le es esen-
cial; y, entre varios factores, excluye
la utilidad (Londoño, 1990:148): el
arte no puede entenderse desde un
punto de vista practicista, en el sen-
tido de “servir para hacer algo”. Por
ser un producto humano, es una fi-
nalidad, pero no tiene fin, objetivo
externo a él mismo; puede tener fi-
nalidades políticas, religiosas, etc.,
pero éstas no lo definen. Frente a
la idea de entregar un saber teóri-
co –como quiere el MEN– el arte “no
pretende ofrecer una descripción de
algo en la forma de una aseveración;
no intenta explicar nada. No es una
sustitución de la ciencia ni ocupa
su lugar” (Londoño, 1990:149).
Concepciones y recomendaciones
del MEN, como las que se vienen
comentando, hacen que la división
en asignaturas, de origen metodoló-
gico, así como la supuesta jerarquía
entre ellas, lleguen a pensarse
como constitutivas del saber o de
los objetos. La “integración” de asig-
naturas no se lleva a cabo en la edu-
cación primaria como determinada
por una característica del saber, sino
por una supuesta poca capacidad
intelectual del niño; la prueba es
que, a medida que asciende por la
escala de los cursos, se le fraccio-
na con más severidad el saber.
1.2. El patriotismo
El MEN también justifica la literatura
en la primaria con ayuda de otro cri-
terio extra-literario “ilegítimo”: la
Patria. Así, asigna al maestro la la-
bor de “Procurar que los niños co-
nozcan de preferencia la poesía, la
literatura y el folklore de su país y
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
luego los de otros países para que
aprecien y comparen los valores ar-
tísticos propios” (3ºa:51).
La urgencia del MEN por inculcar esta
noción es comprensible, pues la
educación, en cualquier país del
mundo, trata de mantener las con-
diciones existentes, y éstas requie-
ren la idea de “patria”. No obstante,
siendo que se plantea que al comien-
zo habría que privilegiar nuestros
valores artísticos, mucha de la lite-
ratura citada no es colombiana4
: en
primero, la hay de Italia (1ºb:24),
México (:43), Argentina (:82, 104),
Grecia (:50, 137); en segundo, la hay
de Paraguay (:39), Chile (:80, 132),
Arabia (:127), Puerto Rico (:142),
Costa Rica (:146), México (:157); y,
en tercero, la hay de Cuba (3ºb:16),
Rusia (:58), México (:70), España
(:74), Costa Rica (:126, 149, 150)...
En este caso, afortunadamente, el
MEN ni siquiera es ejemplo de lo que
promulga.
La noción de “patria” tiene origen en
el replanteamiento de algunos prin-
cipios, como la nobleza y la divini-
dad, que llevó consigo el triunfo de
la burguesía y la implantación del
capitalismo. Las funciones ideoló-
gicas –que durante el feudalismo co-
rrían fundamentalmente a cargo de
la iglesia– fueron disgregadas en un
conjunto de prácticas sociales que
también acogieron a la divinidad,
pero en forma de un séquito de se-
mi-dioses: Progreso, Justicia, Liber-
tad, Civilización, Humanidad, Patria,
etc. (Lafargue, 1973:56-57). Acorde
con la función que tenía el otro dios,
ahora parcialmente desterrado, se
pretendió que estos semi-dioses
existían por sí mismos, autosuficien-
tes, eternos, omnipotentes y que
engendraban los fenómenos histó-
ricos.
Como ejemplo, baste señalar la im-
portancia de la idea de “libertad” para
la aparición de una fuerza de traba-
jo que ahora ya no se encontraba
ligada a los medios de producción,
ni al nivel de su propiedad ni al del
control del proceso productivo: de
siervos que no podían ser desarrai-
gados de su tierra y que tenían cier-
ta autonomía sobre la producción,
se pasa a obreros “libres”, es decir,
con su fuerza de trabajo como úni-
ca posesión, “libres” de venderla o
no, o sea, de morir o no de hambre.
Tal vez no sea pertinente explicar
aquí la inconsistencia de creer que
ideas como patria, libertad, civiliza-
ción, etc. son eternas, autosuficien-
tes y omnipotentes; basta señalar
que, al hablar de la cultura, la no-
ción “patria” resulta imprecisa, ya
que:
a. La literatura no refleja las condi-
ciones que la rodean, como se
podría inferir de la cita del MEN.
La sociedad constituye las con-
diciones dentro de las cuales se
da la literatura; por lo tanto, ésta
responde a las características de
aquélla. No se pueden separar
la Ilíada y la Odisea de la nave-
gación griega, del comercio de
la época, de sus dioses, de las
técnicas de guerra hasta enton-
ces desarrolladas, de la geogra-
fía del mundo antiguo, etc. Pero
esos hechos no son los que dan
valor artístico a esas obras, pues-
to que hoy, en una sociedad con
economía, técnicas y divinidades
distintas, todavía nos conmueven.
Zuleta (1986) plantea que Kant,
Marx y Freud señalaron esta
“transhistoricidad” del arte como
una clave de su especificidad. El
arte no puede abstraerse de su
contexto, pero no es un docu-
mento histórico, geográfico o
natural. Para decirlo en términos
de Barthes (1978:23), la literatu-
ra asume y toma a su cargo mu-
chos saberes, es el fulgor mis-
mo de lo real; pero lo real no
puede ser representado; en ello
consiste una de sus funciones:
la función utópica. Si la literatu-
ra tiene algo de universal, de
transhistórico, es justamente por-
que está constituída por algo más
que la expresión de sus condi-
ciones; forma parte de las rela-
ciones objetivas y subjetivas de
una sociedad y está condiciona-
da por ellas.
b. La internacionalización de las
estructuras económicas hace
que las relaciones entre siste-
mas productivo y cultural no se
restrinjan a un país. La idea de
una “literatura latinoamericana”,
por ejemplo, habla de la imposi-
bilidad de trazar límites precisos.
Por ejemplo, las manifestacio-
nes del folclor no respetan fron-
teras políticas: pueden caracte-
rizar regiones dentro de un país
(no al país entero) o regiones que
abarcan varios países. El ritmo
de la política es diferente al del
conjunto de la cultura; difícilmen-
te se podrían hacer coincidir cul-
tura y fronteras; por ejemplo,
Colombia tiene formas de expre-
sión cultural tan diversas como
las del Llano, la Costa Atlántica
y la zona Andina; sin embargo,
sus características son comunes
con regiones de Venezuela, el
Caribe y Ecuador-Bolivia, respec-
tivamente. Por las relaciones de
4 Los textos oficiales anteriores a la Renova-
ción Curricular son muy inconsistentes: en
muchos relatos y poesías no vienen reseña-
dos los autores; entre los reseñados, no to-
dos tienen su nacionalidad; los datos sólo a
veces mencionan los textos de donde son
sacados; etc.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
sobredeterminación, puede afir-
marse no sólo que la historia rige
a la literatura, sino también que
la literatura rige a la historia de
la que hace parte; claro que ha-
bría que estudiar en qué medida
en una sociedad específica: “una
perspectiva artística puede mo-
dificar nuestra apreciación de la
vida [...] la estética permite la
creación de nuevas formas de
sensibilidad ante la vida” (Lon-
doño, 1989:73).
c. La literatura (así como las reli-
giones más distintas y alejadas
entre sí) muestra unas constan-
tes más allá de los países, ya
que los diversos pueblos, al pa-
sar por necesidades materiales
e intelectuales parecidas, recu-
rren a instituciones y formas del
pensamiento análogas (Lafar-
gue, 1973:89). Por ejemplo, cul-
turas tan alejadas en el espacio
y el tiempo, como pueden serlo
las orientales y las precolombi-
nas, plantean experiencias eso-
téricas muy similares que se lo-
gran mediante mecanismos tam-
bién similares (Cf. Bataille,
1979); no es novedoso, por ejem-
plo, el hecho de que un diluvio
universal está presente en la tra-
dición cultural de muchos pue-
blos distantes.
d. Para el psicoanálisis, el mate-
rial psíquico que trabaja el escri-
tor no es de su pertenencia: él
maneja elementos que están pre-
sentes en todos los hombres y
cuya simple comunicación cau-
saría rechazo o, por lo menos,
no podría procurar placer algu-
no; sin embargo, el trabajo poé-
tico los convierte en placenteros.
De igual forma, el material míti-
co que maneja el escritor no le
pertenece a su país, es patrimo-
nio de la especie y refleja los
patrones de posibilidad-condicio-
namiento psíquico del hombre.
Los mitos, dice Freud (1974:18),
corresponden a residuos defor-
mados de fantasías optativas de
la Humanidad joven; a su vez, la
antropología los caracteriza co-
mo papeles reguladoras de la so-
ciedad, en el interior de una con-
cepción de mundo.
e. Por último, según la semiótica
del texto literario (Kristeva, 1978:
235-236), la literatura es escritu-
ra-réplica. O sea, la literatura es
un diálogo con manifestaciones
sociales que también vienen de
otras latitudes, traducidas de
otras lenguas, vistas desde di-
versas culturas. Nadie ha pen-
sado desde una ingenua relación
con el mundo objetivo, sino más
bien como réplica a un mundo
previamente interpretado.
Tenidas en cuenta estas caracterís-
ticas (literales a. hasta e.) ¿cómo
hablar de valores artísticos “pro-
pios”? ¿Cómo saber lo que es y lo
que no es “nuestro”? O, incluso,
¿para qué saberlo? Toda cultura es
una hibridación. Toda literatura es,
por definición, mestiza.
La idea de “unidad nacional” puede
considerarse problemática. Por ejem-
plo, en nuestra Constitución se ha-
bla de respetar las diferencias, se
reconoce la pluriculturalidad y, por
otro lado, se plantea la unidad na-
cional. Históricamente, la posición
dominante de los llamados a la “uni-
dad nacional”, a la “identidad” ha sido
el privilegio de la unidad y el sacrifi-
cio de la diferencia. En principio,
parece aceptable pensar que la uni-
dad nacional se produce por la edu-
cación; pero si bien es cierto que la
educación contribuye a producir ese
efecto, también es cierto que no lo
hace de manera deliberada, que no
lo hace necesariamente en el senti-
do que se lo propone; es decir, que
si a algo podemos llamarle “unidad
nacional”, no resulta del cumplimien-
to de determinados objetivos explí-
citos en el proceso educativo, entre
otras cosas, porque entre los pro-
pósitos y la educación del país es-
tán las mediaciones sociales. La
educación informal tal vez contribu-
ye más a producir la “unidad nacio-
nal”, salvo que, en relación con ella,
los objetivos no son controlables con
resoluciones. Grotescamente, el
fanatismo futbolístico, el modelo de
vida que pintan las propagandas, la
telenovela de moda y las encues-
tas de opinión (para poner sólo unos
ejemplos) son más forjadores de la
“unidad nacional”.
Mecanismos como la educación y
el idioma oficial lo único que preten-
den es reprimir la tendencia del hom-
bre a ser una diáspora5
, a nombre
de una unidad nacional cuyo senti-
do, por un lado, es de naturaleza
política y no representa nada que
pudiéramos llamar identidad nacio-
nal; y, por otro, se constituye en un
significante en relación con el cual
los sujetos inscriben su habla (en
otras palabras, es una ficción con
efectos reales). Muy probablemen-
te no es generalizable una educa-
ción con pretensiones de cultivar la
diferencia y de denunciar el precio
que se paga cuando se quiere lu-
char por la unidad, inexistente, pero
que se constituye en una forma de
desear, como decía Zuleta (1996:
10), que también produce segrega-
ción y violencia, en función de los
mecanismos de las formaciones
colectivas.
Hay una contradicción entre, de un
lado, la jerarquización que hace MEN
entre asignaturas importantes y
asignaturas auxiliares (señalada en
1.1), y, de otro, el llamado a un apre-
cio por lo “propio”. La razón de esta
contradicción es que el criterio que
determina la jerarquización tiene
que ver con la supuesta validez
universal del conocimiento científi-
co, mientras que la cultura local está
caracterizada justamente por lo pro-
vincial, por la validez local. Si se tra-
tara de aplicar sistemáticamente el
primer criterio, habría que desechar
lo local, los “valores artísticos pro-
pios”; de tener en cuenta lo local y
de aplicar sistemáticamente el cri-
terio desde el que se sustentaría
dicha petición habría que desechar
la jerarquización.
5 Un análisis de este papel, jugado por la
llamada “lengua nacional”, está descrito
exhaustivamente, para el caso de Francia,
en Balibar y Laporte (1976).
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
1.3. El moralismo
Otra forma –la última extra-literaria
a la que nos referiremos– como el
MEN justifica “ilegítimamente” la pre-
sencia de la literatura en primaria
es por medio del moralismo. Por
ejemplo, se dice que la enseñanza
de los cuentos es importante «por-
que despierta el cariño por las per-
sonas, los animales y por todo aque-
llo que rodea al niño. Además, por
medio del cuento, el niño adquiere
hábitos de higiene y de moralidad,
aprende el verdadero sentido de la
vida y enriquece su expresión con
vocabulario adecuado» (3ºa:51).
Esta concepción es, obviamente,
discutible en la medida en que el
“cariño por las personas”, por ejem-
plo, se produce fundamentalmente
en la intersubjetividad, y ella marca
la posición del lector frente a la
interacción entre personajes de la
literatura. Pues bien, semejante con-
cepción tan problemática le permite
al MEN introducir cuentos como La
historia de Ricardo, cuyo comienzo
dice: “Ricardo es un niño muy sano
y fuerte; vive con sus padres en una
casita en las afueras de la ciudad.
Ricardo no está acostumbrado a usar
letrina, y deposita sus heces cerca
a los árboles. ¡Pobrecito, no sabe los
daños que esto puede causarle!”
(3ºb:185).
Aunque la utilización que se va a
hacer de este cuento tiene que ver
con el área de ciencias naturales
(“Hacer un comentario de la lectura
anterior y explicar brevemente los
síntomas de la fiebre tifoidea [...]”),
no puede negarse el tono moralista
con el que una forma de vida es pues-
ta como paradigma de ignorancia
(“Si Ricardo tuviera un microscopio,
podría observar algunos de los mi-
crobios y rechazaría el alimento, pero
como no lo sabe, los ingiere con
deleite”). Quien hace la caracteriza-
ción le supone comportamientos al
otro –se siente autorizado, pues se
trata de un cuento, de una ficción– y
luego los condena. Claro que si se
sigue el paradigma de la ciencia oc-
cidental6
, todo vuelve a la normalidad:
“Gracias al tratamiento oportuno al
cual se sometió, Ricardo recuperó
la salud”. Es decir, la enfermedad es
el castigo por no coincidir con el de-
ber-ser materializado en la cartilla.
Cuentos así son perfectos estereo-
tipos. Pese a esto, si el efecto fue-
ra transformar positivamente los
comportamientos del niño frente a
la salud y al estudio, a expensas
de la literatura, algo se habría logra-
do. No obstante, Bettelheim y Zelan
(1983) encuentran que los niños ter-
minan previendo lo que el maestro
y la cartilla quieren y, en consecuen-
cia, le hacen el juego a los ejerci-
cios, pero ellos no ven allí algo que
aporte para su vida. Para los niños,
las historias de las cartillas sólo
muestran niños y adultos, general-
mente padres; ambos son presen-
tados como seres insípidos; los
personajes no muestran sentimien-
tos verdaderos; las “grandes cosas”
que supuestamente enseñan, ellos
las saben mejor. Cuando se les pre-
guntó por qué no lo habían expresa-
do antes, comentaron que a nadie
le importaba su opinión; que los
maestros sólo esperaban respues-
tas del tipo “me gustó”; y que si las
historias no eran sinceras, ¿cómo
iban a exponer ellos opiniones así?
(Ibid:24-25).
En este contexto, véanse los si-
guientes conceptos del MEN (3ºa:52-
53): en los cuentos humorísticos:
«debe procurarse que la jocosidad
no caiga ni en lo vulgar ni en lo
cruel»; en los cuentos realistas:
«debe haber exaltación de las virtu-
des y reprobación de los vicios»; la
norma de selección del cuento his-
tórico y de aventuras: «se ajusta al
valor de los hechos presentados,
para fortalecer el carácter y desper-
tar deseos de emulación de las ha-
zañas nobles y generosas e ir com-
prendiendo el sentido de la vida».
Ante esta forma de entender la lite-
ratura, vale la pena hacer dos co-
mentarios:
a. Por una parte, es flagrante la si-
guiente contradicción: mientras
en el Anexo I para tercero (3ºa.)
se hacen tales recomendacio-
nes, en el Desarrollo de los pro-
gramas para el mismo curso
(3ºb.) nunca se manifiestan pro-
pósitos como esos; ni en los
objetivos generales del área de
Lenguaje, ni en los objetivos por
cada unidad. Los objetivos ge-
nerales nada buscan en relación
con lo moral (no obstante el peso
que esto gana en las actividades),
ni con la literatura (hay que te-
ner en cuenta que, sólo a partir
de la Renovación Curricular, el
área se denominó Español y Li-
teratura; antes se denominaba
simplemente Lenguaje). Tal vez
lo que produce la inversión entre
propósitos explícitos e implícitos
sea la particular articulación con
los otros saberes, fundamental-
mente sociales y naturales. El
caso de segundo es tal vez más
claro, pues el Desarrollo (2º) no
se da tanto por asignaturas co-
mo por semanas en las que
aquellas se “integran”; este tex-
to es de un marcado tono mora-
lista en el que la utilización de la
literatura privilegia la poesía-mo-
raleja de rimas fáciles.
b. La función poética del lenguaje
fue definida por Jakobson (1975:
358) como un énfasis en la ma-
terialidad del lenguaje, presente
en todo enunciado; de ahí que
incluso haya usado propagandas
6 Que, por otra parte, ya ha encontrado bas-
tantes objeciones: Morin (1994) se refiere a
él como “Uso degradado de la razón”.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
para ejemplificarla (:359). Esto
evidenció que lo estético no es
automáticamente artístico. De
igual forma, el relato no consti-
tuye por sí mismo un valor esté-
tico ni confiere tampoco automá-
ticamente el carácter de artísti-
co. No obstante, es evidente que
el MEN confunde el simple relato
con el relato de carácter litera-
rio. De ahí que, entre los cuen-
tos que utiliza para ejemplificar
clases de cuentos, esté Alicia
en el país de las maravillas al
lado de El viaje de una gota de
agua. El primero, un trabajo “des-
interesado” aplicado sobre el len-
guaje, los mitos y deseos huma-
nos; mientras el segundo sólo
busca explicar el ciclo del agua,
como contenido de la clase de
Ciencias Naturales.
Como en el caso de la propaganda
–que, sin ser específicamente artís-
tica, hace un trabajo estético en bus-
ca de un efecto interpelativo–, de
igual forma, el MEN pide utilizar el
efecto estético del cuento y el inte-
rés por los relatos (sin que parezca
entender la diferencia) para fines no
artísticos. Un cuento utilizado en la
escuela para despertar moralidad
es un discurso moralista en un con-
texto didáctico, no literatura. Las
conclusiones obtenidas a partir de
la consideración del relato interesa-
do, de contenidos “cognoscitivo” o
moral, no pueden aplicarse a la lite-
ratura. Además, el imperativo moral
que se quiere imponer al profesor
carece de una aplicabilidad conse-
cuente con el arte, no sólo por ha-
cer de lado lo que el arte es, sino
porque la petición, por un lado, está
constituída de “opiniones” que igno-
ran el estado de la discusión
ético-filosófica, y, por otro, no expli-
cita sus principios. Por ejemplo, se
pide al profesor que con el cuento
enseñe “el verdadero sentido de la
vida”, lo que presupone que hay va-
rios sentidos de la vida, entre los
cuales uno es el verdadero. Pero,
¿cuáles son los otros? ¿Cómo dis-
tinguir el verdadero? Puede inferirse
que quien plantea el asunto de esa
forma tiene un referente absoluto que
no sólo lo pone en el lugar de la auto-
ridad, sino que hace incontroverti-
bles sus posiciones.
La pregunta por el sentido de la vida,
que tal vez, en alguna medida, haya
motivado las búsquedas cognosciti-
vas del hombre, no es una sola, ni
permanece. Dos ejemplos: La bio-
logía moderna desplaza las res-
puestas por el sentido de la vida que
involucran, desde fuera, “planes” y
“finalidades” (Maturana y Varela,
1995: cap.II. Cf. también Monod,
1986; Schrödinger, 1983; Sagan y
Druyan, 1993). Por su parte, la ac-
tual cosmología (Hawking, 1989:
222) establece que el universo es
explicable sin recurrir a esas nocio-
nes.
La pregunta por el sentido de la vida
estaría más relacionada con la rea-
lización de las potencialidades hu-
manas. Por eso, aparecen ideas
como las de Heidegger: el hombre
es un proyecto; no está terminado
sino que es pura temporalidad, atra-
vesado constantemente por la muer-
te. Pero, ¿estaría la escuela dis-
puesta a lograr que el niño asuma
la finitud, como sentido de la exis-
tencia? No; cuando el MEN habla de
“sentido de la vida”, se refiere a otra
cosa. Por otra parte, los estudios
acerca de las diversas culturas
muestran que los proyectos huma-
nos están históricamente determi-
nados y, por lo tanto, son histórica-
mente variables; o sea, que no se
pueden elevar a la categoría de uni-
versales, que es lo presupuesto por
la actitud moralista. Pero, ¿estaría
la escuela dispuesta a lograr que el
niño asuma la relatividad histórica
de todos los principios sociales? No;
cuando el MEN habla de “hábitos de
moralidad”, se refiere a otra cosa.
El panorama se complejiza cuando
se mira hacia la especificidad de la
literatura, pues ella bebe de la
cotidianidad, de la ciencia y de la
filosofía (aunque tales horizontes no
le son específicos), y está inmersa
en los valores culturales, escenifica
tales valores; o sea, tiene que ver
con “cariño”, “higiene”, “moral”, “sen-
tido de la vida”, “virtudes”, etc.
(3ºa:51-52), pero no es moralizante
o, mejor, no es edificante, como pre-
tende el MEN, por ejemplo, con rela-
tos como el siguiente: «Una linda
niña jugaba con sus amiguitos en
el jardín de su casa, el balón cayó a
la calle y ella corrió tras de él; en su
afán de alcanzarlo no tuvo en cuen-
ta el semáforo y un carro la atrope-
lló; sus padres, muy afanados, lla-
maron al médico» (2º:16).
La literatura no puede ser edificante
porque le falta, a diferencia de otras
instancias desde donde se profie-
ren discursos, un referente absolu-
to7
. Y, lo que es peor, como las ac-
titudes no se generan exclusivamen-
te en el ámbito del decir contex-
tualizado escolarmente, puede que
no sólo se esté atentando contra la
7 No es que haya referentes absolutos, sino
que determinados ámbitos de discurso se
amparan en esa suposición; lo cual les per-
mite, hacia dentro, darse unidad y, hacia afue-
ra, clasificar a los los sujetos.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
especificidad de la literatura, sino
que tampoco se esté logrando el
objetivo moralizante.
En la literatura aparecen posibles
sentidos de la vida, pero no el senti-
do de la vida. Dos ejemplos: en la
literatura de este siglo, se asume la
vida como un absurdo (es el caso
de El extranjero, de Albert Camus);
en el arte griego, la existencia del
hombre se asume trágicamente:
está entre la obligación y los de-
seos, la autonomía humana y los
dioses, la realización individual y la
ciudad, el desenfreno y el control (es
el caso de la Odisea); para los grie-
gos, el sentido de la vida estaría
dado por la perspectiva ética de la
práctica de sí mismo, de la mode-
ración, de la templanza; actitud que
no tiene relación con el moralismo
vertical que divide el mundo entre el
bien y el mal.
Hoy florece una “ética discursiva”,
de tinte habermasiano, que podría
definirse como el esfuerzo por ex-
plicitar y establecer concertada-
mente las condiciones pragmáticas
de la comunicación (Mockus et al.,
1994). En consecuencia, no habría
referentes por fuera de las condicio-
nes mismas de comunicación y en
relación con los cuales las perso-
nas queden clasificadas como mo-
rales e inmorales; es decir, la caída
de principios como los que el MEN
ha expuesto expresamente y como
los que subyacen a su ejercicio
prescriptivo. Esta perspectiva ética
es más parecida a la dialógica que
señalara Bajtín (Cf. Bubnova, 1995);
por su parte, Gadamer (1991) acuña
la categoría de fiesta, similar a la
bajtiniana de carnaval (Bajtin, 1987),
para establecer una de las tres ca-
racterísticas que definen, para él, la
especificidad de lo artístico. En otras
palabras, antes que proponer una
moral, la literatura pondría en acto
un principio ético dialógico y, en con-
secuencia, abierto.
Por su parte, Lipovetsky (1986) plan-
tea que hay tres momentos del pen-
samiento ético: inicialmente, un re-
ferente supuestamente exterior a
los sucesos sociales (como los dio-
ses, en la época clásica); ensegui-
da, la razón como referente (duran-
te la modernidad); y, finalmente, el
sujeto mismo (que caracterizaría el
momento actual). Esta clasificación
—que señala la historicidad del
asunto ético— también sirve para
pensar una diacronía literaria: poe-
sía heroica, que hacía honor a los
principios transcendentes; literatu-
ra deconstructiva, que profundizó
sobre lo social y lo anímico; y a-
literatura, que propone un límite im-
preciso con el kitsch y con los gé-
neros discursivos.
En conclusión, la literatura se defi-
ne parcialmente por la escenifi-
cación de conflictos ético-morales
en todas las épocas, pero no es un
discurso moralista, aunque –por su
complejidad y desdoblamiento vir-
tual8
– soporte lecturas que así la
hagan ver. Quizá entre sus razones
esté la siguiente paradoja: tanto la
búsqueda siempre relativa de senti-
dos para la vida, como la contribu-
ción a interrogar por la existencia
de un sentido para la vida.
2. Justificaciones
extra-literarias “legítimas”
2.1. La competencia comunicativa
En la descripción que el MEN (3ºa:51)
hace de la utilidad de la narración y
del cuento, puede apreciarse la pre-
sencia de usos que ya tocan al len-
guaje, que es la forma material de
la literatura: «La narración es un me-
dio eficaz para interesar a los niños
en las diversas materias del progra-
ma escolar, a más del uso específi-
co que de ella podemos hacer para
desarrollar el poder de expresión de
los alumnos [...] Además, por me-
dio del cuento, el niño [...] enrique-
ce su expresión con vocabulario
adecuado». Nótese que la primera
afirmación reconoce, tácitamente,
que los otros usos, comentados
antes (cf. punto 1), no tienen que
ver con la especificidad de la litera-
tura. El MEN invalida sus propios pre-
supuestos.
El MEN considera, pues, que el uso
específico de la literatura, en la en-
señanza primaria, está en relación
con el poder de expresión y el enri-
quecimiento léxico; es decir, con
aspectos que hacen parte de lo que
podría denominarse competencia
comunicativa. En otras palabras, se
hace alusión a la especificidad del
uso del cuento, pero se elude su
materialidad: no importa qué es el
cuento, sino para qué sirve. Y, aún
así, no se comenta un posible “uso
literario”, sino uno extra-literario; otra
vez la necesidad de una aplicación
no artística, sino en un aspecto en
el que se pueda obtener un resulta-
do útil, incluso susceptible de ser
medido, como puede ser el número
de palabras nuevas en el vocabula-
rio del niño.
De cualquier manera, se plantea una
relación entre literatura y comunica-
ción, bien sea en el sentido de la
capacidad expresiva o de la adqui-
sición de vocabulario, que es nece-
sario comentar.
2.1.1. La competencia y el uso
comunicativos son la columna ver-
tebral de todo aprendizaje; una in-
competencia en tal sentido perjudi-
ca no sólo la asignatura de lengua
materna, sino todas las asignaturas.
No obstante, para profesores que
dictan todas las asignaturas (en los
primeros años de la primaria) el po-
der expresivo de los estudiantes se
cultiva en el momento en el que se
esté haciendo el énfasis en lengua-
je; y, para maestros que dictan “su”
asignatura, la capacidad expresiva
depende de otra asignatura: Espa-
ñol (o Lenguaje o Español y Litera-
8 La narrativa literaria es una forma especí-
fica de articular los actos de significación y
las condiciones sociales de su aparición: pue-
de tener aseveraciones, predicciones e hipó-
tesis, pero no es un discurso científico; puede
tener requisiciones, compromisos, declaracio-
nes y decisiones, pero no es un conjunto de
enunciados sobre el funcionamiento social.
Tiene expresiones afectivas e, incluso, pue-
de ser una expresión afectiva, pero no se
limita a expresar la necesidad afectiva de
su autor o de los personajes.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
tura). En ninguno de los dos casos
suele haber preguntas sobre la es-
pecificidad de los discursos que cir-
culan en la escuela, sobre la labor
esperable de ella frente a esas dife-
rencias, sobre su posible desen-
cuentro, sobre la existencia de for-
mas comunicativas implícitas, so-
bre la jerarquización entre formas
explícitas e implícitas.
La falsa separación entre momen-
tos o asignaturas puede ser causa,
al menos en forma parcial, de lo que
se denomina “bajo rendimiento”. Las
ciencias Sociales y Naturales, como
conocimientos que representan,
también contribuyen a la capacidad
verbal de los estudiantes y son asu-
midas por ellos en la medida de di-
cha capacidad; pero esto puede no
ser “visible” si se piensa la especifi-
cidad de la escuela únicamente en
el sentido de enunciar un conoci-
miento científico delante de un pú-
blico que lo ignora (Cf. Not, 1994).
Así, la pretensión de restringir el
desarrollo de la competencia comu-
nicativa a un momento o a una asig-
natura, otra vez escamotea la es-
pecificidad de la literatura; pero
también le escamotea la especifi-
cidad discursiva a las asignaturas
del currículo y a los espacios es-
colares.
En principio, puede ser cierto que
la literatura incremente la capacidad
verbal; pero poner eso como su ra-
zón de ser en la enseñanza es muy
limitado, sobre todo cuando el MEN:
a. Le da importancia a aspectos
como la posición corporal al es-
cribir (2º:29), o a la distancia del
libro en relación con los ojos
(1ºa:20); es decir, actitudes en
las que se pone el deber-ser por
encima de la construcción de
significación y se olvida que es
la función que busca satisfacer-
se con ayuda del lenguaje la que
“corrige” posiciones y realiza el
mejor “aprestamiento” conocido.
b. Enfatiza la entonación y la pun-
tuación (3ºb:120); es decir, ejer-
cicios en los que los contextos
comunicativos no se toman co-
mo definitivos para determinar el
sentido de sus aspectos consti-
tutivos (como entonación y pun-
tuación), y, en consecuencia, en
los que se busca el ajuste a una
norma.
c. Sugiere actividades de completa-
ción de frases (3ºb:120, 196); es
decir, ejercicios en los que los
diálogos sobre los textos no se
inscriben en conversaciones “au-
ténticas”, en las que no hay fra-
ses con huecos para completar,
y en las que más bien aparece
la anticipación, aplicada a lo que
podría venir, de acuerdo con las
probabilidades de aparición de
los sonidos; con la forma como
se rigen entre sí las palabras;
con los contextos discursivo y
comunicativo en los que apare-
cen las frases; con las compe-
tencias culturales que determi-
nan los actos de habla. Al con-
trario, los ejercicios de comple-
tación de frases dadas se diri-
gen a lo dicho y materializan
interacciones cuyo único senti-
do pragmático es tomar la lec-
ción.
d. Usa las palabras de los textos
con fines de enseñanza grama-
tical; es decir, ejercicios en los
que, por una parte, la reflexión
sobre estructura del lenguaje no
es asumida como una cualifica-
ción de su uso, sino como una
necesidad exigida desde fuera;
y, por otra, en los que se extraen
las palabras de su contexto para
dar lugar a la máxima unidad de
significación que este enfoque
conoce: la frase. Por ejemplo:
sacar la lista de sustantivos co-
munes y formar con ellos oracio-
nes (2º:93); formar oraciones
con los nombres en diminutivo
(2º:125); sacar las palabras agu-
das y separar las que tienen til-
de (3ºb:120); escribir sinónimos
de expresiones y palabras de la
lectura (3ºb:149); clasificar pala-
bras según acentuación (3ºb:
208); indicar el tiempo futuro de
algunos verbos (3ºb:208).
e. Invita a hacer usos estereotipa-
dos de la lengua, tales como
escribir tablas de precios de ar-
tículos del mercado como ejer-
cicio, pero no hacer las compras
(1ºb:97); cartas que no van a ser
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
realmente enviadas, pues son
solicitadas por un personaje en
un cuento (3ºb:150); cartas que
no se necesita enviar, porque se
tiene al destinatario cerca (3ºb:
196).
f. Sugiere escribir historias con pa-
labras dadas; esto en primero es
paradigmático y se aplica en pro
de la ejercitación del vocabula-
rio de la semana (1ºa:28, 32, 35,
45). Palabras como «Hermanito
/ Travesura / ¡Qué castigo!» (3ºb:
196) que, además, tienen una
clara intención moralista. Como
afirma Jurado (1992:43), ejerci-
cios sin una lógica en la acción
en los que se condiciona al niño
a escribir desde la restringida
perspectiva de la frase. Activida-
des formalmente parecidas pue-
den tener un sentido completa-
mente distinto al buscado por el
MEN: para Rodari (1992), por
ejemplo, dar al niño dos palabras
para que haga un relato, o agre-
gar a un grupo de palabras liga-
das por una historia previamen-
te conocida, una palabra extra-
ña, tiene como objetivo obligar a
una palabra a descubrir su ca-
pacidad de crear nuevos signifi-
cados (:21), o hacer reaccionar
a las palabras usuales ante un
nuevo contexto (:68).
g. Ordena diligenciar cuestionarios
que sirven, o bien para hacer un
resumen del cuento como con-
signación del tema (2º:131;
3ºb:85), o bien para hacer “con-
trol de lectura” (1ºa:23, 67;
1ºb:63, 94, 118; 2º:129; 3ºb:196).
Es decir, en el primer caso, “ir
llenando el cuaderno”, sin tener
en cuenta lo que hayan entendi-
do los estudiantes del cuento
como totalidad; se trata de ha-
cer lecturas literales (donde no
hay que inferir ni establecer pre-
supuestos) y parciales (donde
nunca se toma la macroestruc-
tura del texto) que, sumadas, van
estableciendo la secuencia del
cuento, tal como el profesor la
reconstruyó, con el fin de dejar
testimonio en el cuaderno de que
algo se hizo. Y, en el segundo
caso, se trata de preguntar por
la literalidad de los enunciados
del texto: personajes y carac-
terísticas, escenarios de la ac-
ción, etapas de la acción, con-
clusiones, con el fin de obligar
al otro a leer o de verificar si leyó
como se supone que tiene que
hacerlo.
2.1.2. La idea de que el contacto
con los cuentos enriquece la expre-
sión de los estudiantes con voca-
bulario adecuado (3ºa:51; 3ºb:84) es
parte de la intención edificante del
MEN que ya ha sido comentada (cf.
1.3). No obstante, merece comen-
tario adicional, por tener implicacio-
nes en la conceptualización y en-
señanza de la lengua y la literatura.
Hablar de vocabulario “adecuado”
envía inmediatamente a su opues-
to, el vocabulario “inadecuado”; tér-
minos que resaltan la existencia de
diversos registros lingüísticos: for-
males e informales, normativos y
anormativos (Stubbs, 1984). La ac-
titud que se ha tomado tradicional-
mente en la escuela es la que ma-
nifiesta el MEN en el ejemplo: seña-
lar una línea divisoria entre lo bueno
y lo malo a propósito del uso de la
lengua, poner a la autoridad del lado
bueno, a los estudiantes del lado
malo (hasta que no demuestren lo
contrario) y proponerse pasar a los
estudiantes del lado en el que “na-
turalmente” están, al que deberían
estar. Esta posición se opone a la
consideración del campo educativo
como un objeto de investigación y
del maestro como un sujeto que
igualmente vive un proceso de apren-
dizaje; que son las actitudes que
dieron lugar –para hacer referencia
a un ejemplo del área que se anali-
za– a fructíferas investigaciones so-
bre el aprendizaje de la lectura y de
la escritura9
.
La posición del MEN autoriza al
maestro de lengua materna a esta-
blecer uno de los usos lingüísticos
como el modelo, frente al cual los
otros pueden rechazarse, señalar-
se como “incultos”, “inapropiados”,
característicos de gente “mal edu-
cada”, “incorrectos”, etc. Por ejem-
plo, uno de los objetivos de unidad
en segundo (2º:58) dice: «Compa-
rar su escritura con la de un modelo
y encontrar las fallas cometidas».
Aquí, el modelo queda descartado
como cometedor de fallas; éstas
sólo pueden provenir del niño; de otro
lado, el “error” es algo que se esta-
blece en relación con una norma y
no en relación con las condiciones
específicas del proceso comunica-
tivo (donde muchos “errores” son
funcionales y donde muchos usos
canónicos son infuncionales). En
realidad, el profesor raras veces está
en posesión de la lengua normati-
va; él, como todo hablante, perte-
nece a una comunidad en la que los
usos del lenguaje se dispersan en
función de las diferencias sociales,
de las actividades sociales. Ni si-
quiera el texto mismo del MEN está
exento de usos anormativos e infor-
males.
La oposición entre el modelo y las
realizaciones de los niños, da lugar
a que se hable de paso ordenado
9 Investigaciones, como se sabe, iniciadas
por Emilia Ferreiro. Esta investigadora, tanto
como las personas que han colaborado con
ella o seguido estudios independientemen-
te, han partido de objetar dos evidencias:
que el niño llega a la escuela sin saber leer
ni escribir; y que el maestro ya domina di-
chas prácticas.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
(del principio al final) de las hojas
(1ºa:20); mejorar la expresión oral
(2º:4); hacer la debida puntuación
(:4); lograr articulación y entonación
adecuadas (:12), o correctas (:54);
utilizar con propiedad (:23, 48, 163)
y escribir correctamente (:54, 144,
163) el nuevo vocabulario; mantener
posición correcta al escribir (:29);
usar correctamente singular y plu-
ral (:71); pronunciar correctamente
el fonema b en las unidades bra,
bre, bla, ble... (:96); utilizar los tér-
minos apropiados (:101), el vocabu-
lario adecuado, al hacer una des-
cripción (120); identificar y usar ade-
cuadamente los artículos y termina-
ciones de género (:114); emplear
correctamente los diminutivos más
usuales (:120).
Posiblemente el maestro no nece-
site una autorización para segregar
usos de la lengua, pues la valora-
ción del registro en el que hablan
las personas suele ser usado so-
cialmente para discriminar (Sttubs,
1984:22). Incluso podría plantearse
que es esta perspectiva social la que
hace presencia en la escuela, y no
los objetivos escolares los que la
producen.
Por estas razones, la asignatura de
lenguaje se convierte en normativa,
lo cual se opone al desarrollo de
habilidades comunicativas, dando al
traste con objetivos explícitos de la
asignatura, tales como «mejorar la
expresión oral mediante la coordi-
nación de ideas en el relato de sus
experiencias», en 2º; y estimular al
niño para que adquiera «flexibilidad,
riqueza y precisión en su lenguaje»,
y «confianza en sí mismo al expre-
sarse», en 3º. Las disciplinas que
estudian el funcionamiento social del
lenguaje establecen que el uso de-
termina las formas efectivas –en el
sentido de funcionar de alguna ma-
nera para las intenciones del emi-
sor– de uso de los signos para el
contexto específico; esto hace que
las mismas formas no tengan igual
validez si se cambian de contexto
(usar “términos científicos” –abso-
lutamente pertinentes en su contex-
to– haría que un biólogo no tuviera
éxito a la hora de contar chistes).
Halliday (1982) es uno de los socio-
lingüistas que ha señalado esto y
que hace propuestas pedagógicas
consecuentes con ello.
De otro lado, una de las formas
como se entiende la enseñanza es
la de “dar” una nueva terminología a
los estudiantes (Stubbs, 1984:13);
cuando cada maestro dicta un área,
su función puede ser entendida
como enseñar la terminología de
“su” disciplina. En esta perspecti-
va, es comprensible que el MEN pos-
tule con frecuencia objetivos, para
el área de lenguaje, como los si-
guientes: para primero, las historias
siempre se hacen para afianzar el
vocabulario visto en la semana; para
segundo, «utilizar el nuevo vocabu-
lario» (2º:23), «utilizar el vocabula-
rio específico del tema» (:48), es-
cribirlo (:54) correctamente (:76),
incorporarlo (:58, 126, 148); y, para
tercero, «ejercitarse en la escritura
del vocabulario nuevo» (3ºb:28),
«ampliar el vocabulario mediante la
formación de familias de palabras»
(:116), «aumentar el vocabulario
científico, con los términos de la
unidad» (:193). Es claro que no se
entiende el aprendizaje como una
capacidad operativa del sujeto y, en
consecuencia, se siembra el terre-
no para un “aprendizaje” memorís-
tico; es decir, para una respuesta
del alumno coherente con el tipo de
demanda que le hace la escuela.
Bettelheim y Zelan (1983:32) citan
un estudio, realizado en los Esta-
dos Unidos, en el que, dada la falta
de interés por la lectura y la calidad
de la educación, siempre por deba-
jo de lo esperado, el vocabulario de
las cartillas se disminuyó paulatina-
mente, pues se creía que los pro-
blemas venían de la dificultad inhe-
rente a los textos. Se estableció
que, de 1920 a 1962, el número de
palabras usadas en las primeras
cartillas de lectura bajó de 645 a
350, siendo que los niños de primer
grado con vocabulario “más reduci-
do” manejan más de 2000 palabras
(los hay que manejan hasta 4000).
Por supuesto, «a medida que el
número de palabras de cada histo-
ria y en todo el libro disminuía de
edición en edición, el contenido se
hacía más aburrido y repetitivo»
(Idem). Las recomendaciones del
MEN, pese a que dicen tratar de “enri-
quecer el vocabulario”, lo hacen en
el marco de la tendencia señalada
por la investigación mencionada;
enriquecer un vocabulario que no sea
muy difícil, palabras que vayan en un
orden de complejidad preestablecido
y no determinado por las dificultades
reales con los textos auténticos.
Por otra parte, la enseñanza del vo-
cabulario de los cuentos ha sido,
para segundo, una explicación de
las palabras de “difícil significado”
para luego emplearlas en oraciones
sin funciones reales (2º:122); o, para
tercero, un ejercicio mecánico y
estéril de búsqueda en el dicciona-
rio y construcción de frases igual-
mente de tablero: sacarlas de la
unidad mayor de significación (el
texto), en la que se definen por sus
relaciones complejas, e introducir-
las en unidades de significación
parcial (la frase): «Leer cuentos, fá-
bulas y otros textos relacionados
con la unidad para buscar en el dic-
cionario el significado de algunas
palabras y emplearlas en oraciones»
(3ºb:85). Después de leer «Los in-
dios de nuestras tierras», los niños
deben, entre otras actividades: «Bus-
car en el diccionario la significación
de las palabras nuevas. Escribirlas
y utilizarlas en oraciones. Formar con
algunas, familias de palabras desta-
cando la palabra primitiva y sus de-
rivados» (3ºb:149). Etc.
No es para sorpresas, entonces,
que un tiempo después de las eva-
luaciones los estudiantes no recuer-
den el significado de palabras nue-
vas, ni hayan progresado en su uso
verbal (o que pueda imputarse dicho
progreso a los ejercicios de “fraseo-
logía” y no a la interacción entre ni-
ños, a la televisión, a la lectura mis-
ma, etc.). Para que el contacto con
la literatura enriquezca la expresión
de los estudiantes, la relación con
el cuento tendría que ser vital y las
palabras “nuevas” (así no sean “ade-
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
cuadas”) tendrían que integrarse a
sus necesidades comunicativas rea-
les10
.
2.2. El uso estético del lenguaje
La otra justificación extra-literaria
“legítima” es la que se hace, en una
alusión muy breve, por medio del
uso estético del lenguaje. Según el
MEN, cumpliendo algunas de sus re-
comendaciones (ya comentadas):
«[...] se estimula al niño para que
convierta su idioma, de utilitario, en
instrumento de belleza» (3ºa:51). De
este planteamiento se pueden ha-
cer, al menos, cinco inferencias que
es necesario comentar en aras de
la aclaración de la especificidad de
la literatura:
– El idioma puede concebirse por
fuera de su uso.
– El idioma es fundamentalmente
utilitario.
– Lo literario es una forma excep-
cional del idioma.
– La belleza caracteriza lo litera-
rio.
– Lo estético no es útil.
2.2.1. Que el idioma es algo con-
cebible por fuera de su uso se de-
duce del hecho de que el MEN agre-
gue a “lenguaje” el adjetivo “utilita-
rio”; de lo contrario (es decir, conce-
bir el lenguaje solamente en función
de su utilización), la frase sería una
redundancia. Desafortunadamente,
la clase de lengua materna en la en-
señanza básica se ha manejado
con este presupuesto. De ahí que a
los niños se les enseñe a leer y a
escribir con frases artificiosas («la
masa se amasa en la mesa») y con
énfasis en aspectos formales y nor-
mativos, y no en relación con sus
producciones reales, con sus capa-
cidades intelectuales y comunica-
tivas específicas y con su creativi-
dad y emotividad. Esto es conse-
cuente con las teorías que subya-
cen a dicha enseñanza y que, ante
la alternativa del código o del uso,
escogen el primero como su objeto
de conocimiento. La gramática tra-
dicional estaba muy preocupada por
“cómo debe hablarse”. De Saussure
decía que sólo la lengua era siste-
mática y que en consecuencia sólo
ella podía ser objeto de conocimien-
to de una ciencia. Y, por su parte,
Chomsky tomó como objeto de es-
tudio la competencia de un hablan-
te-oyente ideal. Desde lo que se vie-
ne comentando, las tres posiciones
son idénticas. En este panorama,
la enseñanza de la literatura sería
un medio privilegiado para vincular
los aspectos creativo y emotivo del
niño.
2.2.2. Que el idioma es fundamen-
talmente utilitario lo presupone el
MEN al postular su convertibilidad en
instrumento de belleza, pues el es-
tado que debe ser transformado es
el más usual, incluso el constituti-
vo. Afirmar tal cosa depende de es-
tablecer qué se entiende por “utili-
tario”. Evidentemente el lenguaje es
un logro de la especie humana con
finalidades específicas: se creó para
ser utilizado y existe gracias a que
se utiliza: «La lengua es como es a
causa de las funciones que ha de-
sarrollado para servir en la vida de
la gente» (Halliday, 1982:13). Pero
¿cuáles son esas finalidades? En
este punto los autores no se ponen
de acuerdo (cf. Bühler, Jakobson,
Halliday, Baena) aunque se seña-
lan con mayor o menor consenso,
usos socializante, subjetivante,
emotivo, interpelativo, interaccional,
cognoscitivo, referencial, poético,
fático y metalingüístico.
En tal sentido, pues, el lenguaje
sería utilitario; se definiría en gran
parte por ese aspecto. Pero, si se
entiende “utilitario” como aquello
aplicable más o menos en forma
inmediata para obtener algún tipo de
ganancia, el criterio resulta más
impreciso. Por ello se diferenciaron,
en 1.1, prácticas sociales “desinte-
resadas” / “interesadas”; pero, como
tal vez esta clasificación responde
más a apariencias, podría caracte-
rizarse mejor como prácticas con un
“interés socialformativo” (ciencia, fi-
losofía, arte) y prácticas con “inte-
rés de aplicación inmediata” (técni-
ca, enseñanza, comercio).
En la escuela, es necesario conce-
bir la capacidad de reflexionar y de
recrear la realidad como constituti-
vas del hombre; y al uso del lengua-
je, en cualquiera de estos sentidos,
como parte de sus funciones cons-
titutivas. Los estudios sobre diver-
sas comunidades parecen arrojar
cada vez más evidencia sobre el
hecho de que la simbolización cons-
tituye al hombre y que la determi-
nación económica (que, en últimas
tanto preocupa a la educación) pasa
por esta simbolización; o sea, que
no habría determinismo económico
a ultranza.
2.2.3. Que lo literario es una utili-
zación excepcional del idioma se
desprende de la segunda concep-
ción de utilitario (la utilizada por el
MEN) y de que se invite a “convertir”
el lenguaje en instrumento de belle-
za, es decir, en lenguaje literario. Tal
10 Esto se aplica también para los conoci-
mientos de la gramática de la lengua en la
primaria. No de otra forma podría entender-
se el hecho de que, no obstante ver durante
toda la primaria y la secundaria asignaturas
correspondientes al área de lenguaje, la pre-
ocupación de que los estudiantes no saben
leer ni escribir persiste aun en la universi-
dad.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
idea conlleva a pensar a la literatura
(y al arte, en general) como una
esfera aislada de la sociedad, y a
sus factuores como una élite espe-
cial, también en cierta forma aislada
de la sociedad. Se termina pensan-
do que el arte no sería para todos y
que hacerlo depende de poseer la
clave de la “creación”. Es decir, se
omite el proceso productivo del arte
y se lo asimila a las prácticas intere-
sadas; y como no se lo conoce pero
se propagandea su necesidad, en-
tonces hay que “consumirlo” (com-
prarlo y acumularlo para ser perso-
nas “cultas”), pero no producirlo, eso
sería para genios; o, en último caso,
entrar a una institución “autorizada”
para enseñarlo; y tampoco proble-
matizar con él la vida, se trata de
disfrutarlo como se disfruta un ciga-
rrillo.
Como resultado, puede contribuírse
al debilitamiento de las prácticas
culturales de las comunidades (tro-
va, poesía, declamación, relato, dan-
za, música, etc.) –pese a la resis-
tencia que ellas ejercen–, así como
de las posibles prácticas culturales
individuales, en pro de la comercia-
lización de la cultura, de la espe-
cialización en actividades “útiles” y
de la elitización de la cultura.
Sin embargo, la diferencia entre
“idioma utilitario” e “idioma para la
belleza” es relativa: la lingüística ha
encontrado que el lenguaje “denota-
tivo” que parece apuntar hacia las
cosas (“utilitario”, en términos del
MEN), pasa también por el consen-
so, como el “connotativo”; o sea que
es convencional como aquel que
recrea el sentido del mundo (“para
la belleza”, en términos del MEN).
También se plantea que el efecto de
denotación es un efecto connotativo:
«La denotación no es el primero de
los sentidos, pero finge serlo; bajo
esta ilusión no es finalmente sino la
última de las connotaciones» (Bar-
thes, 1987:6); en otras palabras, que
el lenguaje cotidiano tiene caracte-
rísticas de lenguaje literario y vice-
versa (Dubois et al., 1979:139). En-
tonces, no es cierto que se estimu-
le al niño «para que convierta su idio-
ma, de utilitario, en instrumento de
belleza», como dice el MEN, pues las
propiedades estéticas ya están en
el lenguaje.
2.2.4. Que la belleza caracteriza lo
literario se deduce de la noción de
“belleza” utilizada por el MEN para
referirse a la literatura: el concepto
básico de la estética tradicional.
Esta noción inmediata acerca de lo
“bello” podría objetarse fácilmente:
entre los mismos productos “reco-
nocidos” como arte se encuentran
algunos mutuamente excluyentes,
o ejemplares que están en oposi-
ción radical con algunos principios
sociales de belleza. Los educandos
mismos entienden que esta noción
es relativa, pues lo que a alguien
parece bello, a otro puede no pare-
cerle.
Desde los filósofos griegos (por
ejemplo, en el diálogo Hipias mayor
o de lo bello de Platón) tal concep-
to se ha caracterizado por su in-
exactitud y su adaptabilidad a mu-
chos criterios y objetos, es decir,
por su relatividad cultural. La tarea
sería un análisis riguroso de la lite-
ratura, con ayuda de la filosofía (es-
tética) y de disciplinas como el
materialismo histórico (cuando se
refiere al efecto artístico), el psicoa-
nálisis (en su estudio del goce es-
tético11
) y la lingüística (más exac-
tamente, la poética).
2.2.5. La idea de que lo estético no
es útil se deduce de que el MEN pro-
ponga convertir el lenguaje utilitario
en otra cosa que, por lo mismo, no
será útil: lo estético. Esta idea, tan
relevante en la educación colombia-
na, conduce a la percepción de las
materias humanísticas (entre las
que está la literatura) como meras
“costuras”, es decir, secundarias, de
relleno, y las demás como impor-
tantes.
En los textos estudiados del MEN es
evidente que no se «estimula al niño
para que convierta su idioma, de
utilitario, en instrumento de belleza»,
como él mismo dice (3ºa:51). Des-
de un comienzo, la labor era impo-
sible, pues la palabra del niño que-
da por fuera de consideración cuan-
do se tiene una idea normativa del
lenguaje y de su enseñanza. La es-
tética del lenguaje, presente en to-
dos sus usos, queda descartada
cuando se piensa que lo estético es
un uso deliberado y presente sólo en
ciertas formas canónicamente reco-
nocidas como tales. La belleza,
como definición de una propiedad
especial de la literatura, queda aho-
gada en la especificidad de los tex-
tos edificantes (en sentido cognitivo
o moral) que se le presentan al niño
y con los que se lo hace trabajar,
que no tienen belleza alguna y que,
desde el punto de vista de la signifi-
cación, más bien son obvios, y que,
desde el punto de vista formal, no
ofrecen alternativas al uso cotidia-
no del lenguaje.
Un último aspecto que podría estar
relacionado con el llamado “uso es-
tético” del lenguaje es la parte lúdica
(hay concepciones que relacionan
la especificidad de la literatura con
este aspecto). Curiosamente, la “lec-
tura recreativa” se menciona apenas
en primero, en tres ocasiones (1ºa:
61, 66, 72), como objetivos; no obs-
tante, en el desarrollo no se lleva
nada a cabo al respecto; a no ser
una “libre” interpretación de dos poe-
sías –cuyo tema es el tema central
de la semana (1ºb:119)– o la lectura
de unos relatos-jeroglíficos (:120).
Bibliografía
ARBOLEDA, Rubén. “Sobre la Reforma
Curricular: el caso de Español y Literatu-
ra”. En: Revista .Colombiana de Educa-
ción Nº 18. Bogotá: Universidad Pedagógi-
ca Nacional, II semestre de 1986.
BAENA, Luis Ángel y BUSTAMANTE, Guillermo.
“Eláreadelenguajeyelrendimientoescola”.
En: Revista La Palabra Nº 1. Tunja, UPTC,
1993.
11 Son clásicos los estudios de Freud sobre
literatura; por ejemplo, sobre autores como
Dostoyevski, Shakespeare, Goethe, Jensen.
Por su parte, Kofman (1973) hace un recorri-
do por los análisis psicoanalíticos de obras
artísticas, pues no hubo una teoría específi-
ca de Freud al respecto.
Pedagogía y Saberes Nº 19 2003
BAJTÍN, Mijail. La cultura popular en la Edad
Media y el Renacimiento. Madrid: Alianza,
1987.
BALIBAR, Etienne y LAPORTE,Dominique. Bur-
guesía y lengua nacional.Barcelona:Avan-
ce, 1976.
BARTHES, Roland. Leçon. Paris: Du seuil,
1978.
————. S/Z. Madrid: Siglo XXI, 1987.
BATAILLE, Georges. La experiencia interior.
Madrid: Taurus, 1979.
BETTELHEIM, Bruno y ZELAN, Karen. Apren-
der a leer. Barcelona: Grijalbo, 1983.
BUBNOVA, Tatiana. “El principio ético como
fundamento del dialogismo en M. Bajtín”.
En: Revista La Palabra Nº 4-5, 1995.
BUSTAMANTE, Guillermo.“Competencia
comunicativa y enseñanza de la lengua
materna”.En:CuadernosdeLingüísticaNo.
3.Tunja,UPTC,1990.
————. “Introducción al análisis de la Re-
forma Curricular en el área de lenguaje”.
En: revista Enunciación Nº 1. Bogotá: Uni-
versidad Distrital, julio de 1996.
DUBOIS, Jean et al. Diccionario de Lingüís-
tica. Madrid: Alianza, 1979.
FREUD, Sigmund. “El poeta y la fantasía”.
En: Psicoanálisis aplicado y técnica psico-
analítica. Madrid: Alianza, 1974.
GADAMER, Hans-Georg. La actualidad de lo
bello. Barcelona: Paidós, 1991.
GRISOLLE, Juan. La creación literaria en los
niños. Bogotá: Ecoe, 1991.
HALLIDAY, M.A.K. El lenguaje como semióti-
ca social. México: Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1982.
HAWKING, Stephen. Historia del tiempo.
Barcelona: Crítica, 1989.
JAKOBSON, Roman. “Lingüística y poética”.
En: Ensayos de lingüística general. Bar-
celona: Seix Barral, 1975.
JURADO, Fabio. “La escritura: proceso
semiótico reestructurador de la concien-
cia”. En: Revista Forma y Función Nº 6.
Bogotá: Universidad Nacional, Abril de
1992.
KOFMAN, Sarah. El nacimiento del arte.
Buenos Aires: Siglo XXI, 1973.
KRISTEVA, Julia. Semiótica. Madrid: Funda-
mentos, 1978.
LAFARGUE, Paul. “El método histórico”. En:
El materialismo histórico según los gran-
des marxistas. México: Roca, 1973.
LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacío. Barce-
lona: Anagrama, 1986.
LONDOÑO, Carlos Arturo. “La formación del
sujeto reflexivo”. En: RevistaInquietud em-
presarial. Vol. 2, No. 2. Tunja, UPTC, 1989.
————. “El sentido del arte”. En:
Estanislao Zuleta 1935-1990. Tunja: La
Rana y el Aguila, 1990.
MATURANA, Humberto y VARELA, Francisco.
De máquinas y seres vivos. Santiago de
Chile: Universitaria, 1995.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL (MEN).
Guía para el maestro. Primer grado de
enseñanza primaria. Parcelación. Bogo-
tá: MEN, 1975a.
————. Guía para el maestro. Primer
grado de enseñanza primaria. Desarrollo.
Bogotá: MEN, 1975b.
————. Guía para el maestro. Segundo
grado de enseñanza primaria. Desarrollo.
Bogotá: Italgraf, 1972a.
————. Guía para el maestro. Tercer
grado de enseñanza primaria. Anexo I. Bo-
gotá: Italgraf, 1972b.
————. Guía para el maestro. Tercer
grado de enseñanza primaria. Desarrollo.
Bogotá: Italgraf, 1972c.
————. Marcos Generales de la Reno-
vación Curricular. Bogotá: MEN, 1984.
————. Saber. Sistema Nacional de
evaluación de la calidad de la evaluación.
Primeros resultados: matemáticas y len-
guaje en la básica primaria. Bogotá: MEN,
1992.
MOCKUS, Antanas et al. Las fronteras de la
escuela. Bogotá: Sociedad Colombiana de
Pedagogía,1994.
MONOD, Jacques. El azar y la necesidad.
Barcelona: Orbis, 1986.
MORIN, Édgar. Introducción al pensamien-
to complejo. Barcelona: Gedisa, 1994.
NOT, Louis. Las pedagogías del conoci-
miento. Bogotá: Fondo de Cultura Econó-
mica, 1994.
RINCÓN, Gloria et al. “La lengua materna en
la escuela y la Reforma Curricular”. En: Re-
vista Educación y Cultura Nº 9. Bogotá:
FECODE, Septiembre de 1986.
RODARI, Gianni. Gramática de la Fantasía.
Barcelona: Ferrán Pelissa, 1992.
SAGAN, Carl y DRUYAN, Ann. Sombras de
antepasados olvidados. Barcelona: Plane-
ta, 1993.
SCHRÖDINGER, Erwin. ¿Qué es la vida?
Barcelona: Tusquets, 1983.
STUBBS, Michael. Lenguaje y escuela. Ma-
drid: Cincel-Kapelusz, 1984.
TODOROV, Tzvetan. “Las categorías del re-
lato literario”. En: Análisis estructural del
relato(varios autores). Buenos Aires: Tiem-
po Contemporáneo, 1970.
———— y DUCROT, Oswald. Diccionario
enciclopédico de las ciencias del lengua-
je. Buenos Aires: Siglo XXI, 1975.
VASCONI, Tomás. Ideología, lucha de cla-
ses y aparatos educativos en el desarro-
llodeAméricaLatina. Bogotá: Latina, 1975.
ZULETA, Estanislao. Arteyfilosofía.Medellín:
Percepción, 1986.
————. “Elogio de la dificultad”. En: Elo-
gio de la dificultad y otros ensayos. Cali:
Fundacíon EZ, 1996.

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

Enseñanza de la historia en la educación básica
Enseñanza de la historia en la educación básicaEnseñanza de la historia en la educación básica
Enseñanza de la historia en la educación básicaFernanda Moroyoqui Arce
 
Análisis de un libro de texto
Análisis de un libro de textoAnálisis de un libro de texto
Análisis de un libro de textogeismon
 
Introducción a la literatura iv dif.a
Introducción a la literatura   iv dif.aIntroducción a la literatura   iv dif.a
Introducción a la literatura iv dif.aYosselin Rivas Morales
 
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbre
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbreBambuco musica-nacional-colombia-costumbre
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbreGabriel Gomez
 
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)Paulo Andrés Carreras Martínez
 
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicos
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicosConstrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicos
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicosNoe Gómez Aguilar
 
Mi curso virtual
Mi curso virtualMi curso virtual
Mi curso virtualOlga Rojas
 
Núcleo 1 psicocritica
Núcleo 1 psicocriticaNúcleo 1 psicocritica
Núcleo 1 psicocriticaAndrea Karina
 
Volver a dar las cartas
Volver a dar las cartasVolver a dar las cartas
Volver a dar las cartasSusana Sanchez
 

La actualidad más candente (12)

Enseñanza de la historia en la educación básica
Enseñanza de la historia en la educación básicaEnseñanza de la historia en la educación básica
Enseñanza de la historia en la educación básica
 
Análisis de un libro de texto
Análisis de un libro de textoAnálisis de un libro de texto
Análisis de un libro de texto
 
Sesion 4
Sesion 4Sesion 4
Sesion 4
 
Bourdieu ,Qué es hacer hablar a un autor
Bourdieu ,Qué es hacer hablar a un autor Bourdieu ,Qué es hacer hablar a un autor
Bourdieu ,Qué es hacer hablar a un autor
 
Función social de la escritura
Función social de la escrituraFunción social de la escritura
Función social de la escritura
 
Introducción a la literatura iv dif.a
Introducción a la literatura   iv dif.aIntroducción a la literatura   iv dif.a
Introducción a la literatura iv dif.a
 
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbre
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbreBambuco musica-nacional-colombia-costumbre
Bambuco musica-nacional-colombia-costumbre
 
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)
Contextodeproduccindelaobraliteraria 100319211449-phpapp01 (1)
 
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicos
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicosConstrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicos
Constrate entre las corrientes historiográficas y los principios pedagógicos
 
Mi curso virtual
Mi curso virtualMi curso virtual
Mi curso virtual
 
Núcleo 1 psicocritica
Núcleo 1 psicocriticaNúcleo 1 psicocritica
Núcleo 1 psicocritica
 
Volver a dar las cartas
Volver a dar las cartasVolver a dar las cartas
Volver a dar las cartas
 

Similar a El cuento en la enseñanza primaria

Dimensiones de la didáctica literaria
Dimensiones de la didáctica literariaDimensiones de la didáctica literaria
Dimensiones de la didáctica literariaKelita Vanegas
 
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?Hilda Mercedes Morán Quiroz
 
Jameson sobre los estudios culturales
Jameson sobre los estudios culturalesJameson sobre los estudios culturales
Jameson sobre los estudios culturalesCarlos Muñoz
 
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanos
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanosRec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanos
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanosAr He
 
La enseñanza de la historia como ciencia
La enseñanza de la historia como cienciaLa enseñanza de la historia como ciencia
La enseñanza de la historia como cienciaGerardo Mora
 
Arte en la escuela
Arte en la escuelaArte en la escuela
Arte en la escuelajanisffer19
 
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdf
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdflas novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdf
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdfRodrigoGeraldo12
 
2011 programa 1er cuat. hsca
2011 programa 1er cuat. hsca2011 programa 1er cuat. hsca
2011 programa 1er cuat. hscaHAV
 
Interrogando la historia desde el arte.docx
Interrogando la historia desde el arte.docxInterrogando la historia desde el arte.docx
Interrogando la historia desde el arte.docxVerdun Perlas
 
Dussel nuevos alfabetismos
Dussel nuevos alfabetismosDussel nuevos alfabetismos
Dussel nuevos alfabetismosaliciabeatriz10
 
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL ORO
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL OROANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL ORO
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL OROJavier Danilo
 
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docx
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docxElementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docx
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docxEmilyPavn1
 
Educacion y gubernamentalidad primera sesion
Educacion y gubernamentalidad primera sesionEducacion y gubernamentalidad primera sesion
Educacion y gubernamentalidad primera sesionpedagogiayletras
 

Similar a El cuento en la enseñanza primaria (20)

Educacion y pedagogia
Educacion y pedagogiaEducacion y pedagogia
Educacion y pedagogia
 
Dimensiones de la didáctica literaria
Dimensiones de la didáctica literariaDimensiones de la didáctica literaria
Dimensiones de la didáctica literaria
 
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?
Sociocrítica: ¿Versatilidad, caos o complejidad?
 
Jameson sobre los estudios culturales
Jameson sobre los estudios culturalesJameson sobre los estudios culturales
Jameson sobre los estudios culturales
 
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanos
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanosRec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanos
Rec12 oficio ensenar_saber_pedagogico araceli de terzanos
 
La enseñanza de la historia como ciencia
La enseñanza de la historia como cienciaLa enseñanza de la historia como ciencia
La enseñanza de la historia como ciencia
 
Arte en la escuela
Arte en la escuelaArte en la escuela
Arte en la escuela
 
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdf
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdflas novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdf
las novelas de la evolucion mexicana escritas por sus testigos.pdf
 
Maestro sabercultura
Maestro saberculturaMaestro sabercultura
Maestro sabercultura
 
Honorio velasco
Honorio velascoHonorio velasco
Honorio velasco
 
Foro 2 problematica mlr
Foro 2 problematica mlrForo 2 problematica mlr
Foro 2 problematica mlr
 
2011 programa 1er cuat. hsca
2011 programa 1er cuat. hsca2011 programa 1er cuat. hsca
2011 programa 1er cuat. hsca
 
1e8420 1e575368d64c4fe388d3aa60c90e69be
1e8420 1e575368d64c4fe388d3aa60c90e69be1e8420 1e575368d64c4fe388d3aa60c90e69be
1e8420 1e575368d64c4fe388d3aa60c90e69be
 
Benejam, 2002.
Benejam, 2002.Benejam, 2002.
Benejam, 2002.
 
Interrogando la historia desde el arte.docx
Interrogando la historia desde el arte.docxInterrogando la historia desde el arte.docx
Interrogando la historia desde el arte.docx
 
Dussel nuevos alfabetismos
Dussel nuevos alfabetismosDussel nuevos alfabetismos
Dussel nuevos alfabetismos
 
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL ORO
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL OROANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL ORO
ANTEPROYECTO INVESTIGACIÓN MUSEO DEL ORO
 
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docx
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docxElementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docx
Elementos generales sobre la historia de la educación y la pedagogía.docx
 
Educacion y gubernamentalidad primera sesion
Educacion y gubernamentalidad primera sesionEducacion y gubernamentalidad primera sesion
Educacion y gubernamentalidad primera sesion
 
Otra vez comenio
Otra vez comenioOtra vez comenio
Otra vez comenio
 

El cuento en la enseñanza primaria

  • 1. 17Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 GUILLERMO BUSTAMANTE ZAMUDIO* JUSTIFICACIONES EXTRA-LITERARIAS DEL CUENTO EN LA ENSEÑANZA PRIMARIA1 Resumen Antes de la Renovación curricular, en las Guías para el maestro que el Ministerio de Educación Nacional entrega- ba a los docentes, se justificaba la literatura en la enseñanza primaria de dos maneras. No obstante, ambas formas remiten la literatura a aspectos exteriores a ella misma: de un lado, a asuntos distantes de su especifici- dad artística (tales como apoyar los contenidos de otras asignaturas, despertar sentimientos patrióticos y formar moralmente); y, de otro lado, a asuntos que si bien apuntan a su especificidad (tales como la materialidad lingüística de la literatura y la pregunta por el efecto estético), no obstante, son planteados de una manera que la escamoten Palabras clave: Justificación extra-literaria, cuento, enseñanza primaria, literatura, lenguaje. Abstract Before the Renovation curricular, in the Guides for the teacher that the Ministry of National Education surrendered to the educational ones, the literature was justified in the primary teaching in two ways: Nevertheless, both forms remit the literature to aspects external to herself: of a side, to distant matters of their artistic specificity (such as supporting the contents of other subjects, to wake up patriotic feelings and to form morally); and, of another side, to matters that although they point for you specify (such as the linguistic materiality of the literature and the question for the aesthetic effect), nevertheless, they are outlined in a way that the hide. Key words: Curricular renovation, literature, primary teaching, teacher. * Profesor Universidad Pedagógica Nacio- nal. E-mail: bustama@colnodo.apc.org 1 El presente artículo resume las dos prime- ras partes del informe de la investigación titulada “Concepción del Ministerio de Edu- cación Nacional sobre la literatura y su en- señanza en primaria (1º a 3º), antes de la Renovación curricular”, que realicé en la Uni- versidad Pedagógica Nacional durante 1996. Este artículo fue recibido el 15 de octubre de 2003 y aprobado el 31 de octu- bre de 2003. 2 Afirmarlo en tiempo pasado podría hacer suponer que las posiciones descritas ya han sido abandonadas, asunto que habría que demostrar. El MEN justifica2 de dos formas ge- néricas la existencia de la literatura Pedagogía y Saberes Nº 19. Universidad Pedagógica Nacional. Facultad de Educación, 2003, pp. 17-30 en la enseñanza primaria; ambas pueden denominarse “extra-lite-
  • 2. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 rarias”, pues remiten el cuento a aspectos que están por fuera de él. En la primera parte, se tratarán las justificaciones extra-literarias que podrían denominarse “ilegítimas” (desde el punto de vista de la espe- cificidad de la literatura), como son otras asignaturas, el concepto “pa- tria” y el moralismo. En la segunda parte, se considerarán las justifica- ciones extra-literarias “legítimas”, o sea, que apuntan a aspectos perti- nentes, como el lenguaje (forma material de la literatura) y lo estéti- co (una de sus características); pero que, no obstante, son plantea- das de manera contraproducente. 1. Justificaciones extra-literarias “ilegítimas” 1.1. Otras asignaturas Para el MEN, se justifica el cuento como objeto de la enseñanza pri- maria por el hecho de que existen las demás asignaturas, y no por él mismo: “La narración es un medio eficaz para interesar a los niños en las diversas materias del programa escolar” (3ºa:51)3 . Más adelante, plantea que los cuentos de la Natu- raleza (3ºa:53): “Ilustran hábitos de los animales, leyes de la naturale- za, crecimiento de las plantas, for- mación de la tierra, estimulan el in- terés y amplían los conocimientos”. Para primero, dice: “En cada sema- na, los temas afines se han integra- do alrededor de un tema central que corresponde unas veces al área de Estudios Sociales, y otras, al de Ciencias Naturales” (1ºa:4); y, de ahí en adelante, todos los cuentos tra- bajados, o que se sugieren, giran en torno al tema central de la se- mana. Por ejemplo, cuando se trata de ha- blar de las propiedades de los ali- mentos, en el programa de segun- do (2º:27), se recurre a coplas como la siguiente: Si hortalizas comemos de las verdes y amarillas mejores ojos tendremos para leer la cartilla. Se presupone la necesidad de que existan las “diversas materias del programa escolar”; en cambio, la li- teratura requiere una justificación explícita que el MEN busca en otras asignaturas. Es notoria una falta de equilibrio en esta consideración, pues en ningún documento del MEN se plantea que las demás asignatu- ras del programa escolar se justifi- quen por la existencia de la literatu- ra; tampoco se dice que sirvan para explicar la existencia del cuento, ni aun para incentivar a los niños ha- cia el arte. Por lo tanto, en esta fun- ción asignada a los cuentos están implícitos: a) una jerarquización, según la cual las verdades históri- cas y naturales serían primarias, mientras que las artes serían secun- darias; y b) un desconocimiento de la especificidad de la literatura. Contribuyen a considerar secunda- ria a la literatura los criterios de “efi- cacia” (la primera cita dice que la narración es un medio eficaz para interesar en las otras asignaturas), “utilidad” y “aplicabilidad”; se nos ha enseñado a pensar que “lo que se hace debe servir para algo”; princi- pio que aparece y rige en una so- ciedad que tiene estipulado un pre- cio para cada cosa, incluso para el arte; una sociedad que desde sus comienzos ha ejercido la idea de que “El tiempo es oro”; y que ahora, en los tiempos neoliberales, ha to- mado la forma de una evaluación de las acciones humanas desde los criterios de eficiencia y eficacia. De esta forma, si todo tiene precio, si lo que se hace debe ser aplica- ble, entonces el cuento, al menos, debe interesar a los niños en otras asignaturas que sí sirven, estimular el interés y ampliar los conocimien- tos, como dicen las citas. Dar al arte tanta importancia como a las asig- naturas consideradas imprescindi- bles, pone en riesgo el futuro en una sociedad del lucro, la acumulación, la prisa y la eficacia. El principal papel “asignado” por los procesos históricos a los maestros –capaci- tar para el desempeño económico y la articulación en lo social–, en cierta medida riñe con la formación del niño en algunas áreas cultura- les. De ahí que éstas aparezcan con el fin de afianzar otras consideradas más útiles. A nivel de la sociedad en su conjun- to sucede algo parecido: se crean condiciones adversas a lo cultural, se producen conceptualizaciones superficiales y se trata de educar en tal sentido; sin embargo, se alaban las obras (Gioconda, Quinta Sinfo- nía, Don Quijote) a condición de que su potencia transformadora se “museifique”, se recicle en los pro- cesos ideológicos de la sociedad, ingrese en una escala de valores y reconocimientos ajena al arte mis- mo. Esta concepción está lejos incluso de lo que se pensaba hace 24 si- glos; Aristóteles decía que hay prác- ticas con interés social, tales como el comercio, la técnica y la educa- ción; y prácticas desinteresadas, tales como el arte, la filosofía y la ciencia, cuya especificidad no está definida por la obtención de un re- sultado inmediato y medido por el éxito. Por el contrario, estas prácti- cas culturales “tienen una función social múltiple, que en último térmi- no es la de creación de cultura con una racionalidad, un método, una perspectiva y una función social. Es decir, todo el saber en general tiene una 'utilidad' histórica en cuanto transforma los modos de pensar y de vivir” (Londoño, 1989:72). Claro está que, además de trabajar sobre el cuento, se puede hablar de otras asignaturas; y es obvio que se necesita hacerlo, pues el arte es interpretado desde prácticas cultu- 3 Como se citan frecuentemente los textos del MEN, se reseña únicamente el curso, uti- lizando el cardinal (1º, 2º y 3º). En los casos de 1º y 3º, se agrega una letra, que indica el primero o segundo textos del MEN reseñados para ese grado en la bibliografía. Después de los dos puntos, se coloca el número de la página de donde se saca la cita; si nada antecede a los dos puntos es porque se trata del mismo texto reseñado inmediatamente antes.
  • 3. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 rales concretas, además de ser él mismo intertextual. Pero esto exi- ge, de una parte, el respeto de su especificidad y, de otra, una forma de trabajo que no prive al niño del hecho de que el saber humano no viene dividido en las “asignaturas” del currículo escolar, ni se ha pro- ducido así. Además, valdría la pena preguntar- se si se le está haciendo un favor a las otras asignaturas cuando los textos que se privilegian no tienen una lógica argumentativa. El cuen- to se usa más con el sentido de una “motivación”; se piensa que el niño no tiene el nivel para asumir discur- sos argumentativos y que, en con- secuencia, hay que animarlo con historias (supuestamente más cer- canas a su nivel de desarrollo) para, de todas formas, “entregarle” un saber que debe aprender, pero que no está en capacidad de compren- der; es decir, una clara perspectiva heteroestructurante (Not, 1994). En el cuento En los tiempos de la conquista, por ejemplo, el persona- je-maestra, “para aprovechar el gran interés de los alumnos”, hace una lectura sobre la llegada de los es- pañoles; terminada la lectura, los personajes-alumnos preguntan, como si se supieran el libreto-currí- culo de memoria: “¿Trajeron los es- pañoles a sus esposas? [...] ¿Qué enseñaron los españoles a los in- dios? [...] ¿cuánto tiempo manda- ron aquí los españoles? [...] ¿qué productos trajeron los conquistado- res? [...] ¿Cómo se llamaron los primeros españoles que pisaron nuestras tierras?” (3ºb:111). Las respuestas que los personajes dan a estas preguntas, se supone, constituyen datos del currículo del área; pues bien, algunas de éstas son las siguientes imprecisiones históricas: que, en un principio, los españoles no trajeron a sus espo- sas porque estaban acostumbrados a ciertas comodidades que no po- dían disfrutar en estas tierras; y que los españoles les enseñaron a los indios a hablar su propio idioma, su religión y sus costumbres. Formas muy curiosas de hablar del saqueo y de la imposición por la violencia. Igual pasa, en tercero, con los cuen- tos Conversación con la abuelita, a propósito de los medios de trans- porte (3ºb:125); De compras con mis amigos, para hablar del comer- cio (:140); El tesoro de los niños, a propósito de las carteleras (:146); Elecciones en la escuela, para re- ferirse a los mecanismos de repre- sentación política (:155); y La his- toria de Ricardo, a propósito de la salud (:185). Y en segundo, con los cuentos La ranita verde y el ganso, para hablar de las ranas en la agri- cultura (2º:76); Declaración de la Independencia, en el que los perso- najes-estudiantes, emocionados por la clase de sociales, vuelven y re- presentan los hechos que precedie- ron la petición de Cabildo Abierto, relato que se usa para “precisar los acontecimientos sobresalientes del grito de Independencia” (:92); El ca- feto, cuento idéntico a la descrip- ción de la historia del café en clase de sociales, pero narrado en prime- ra persona (:121); y La sal y otros minerales, cuento en el que el niño- personaje pregunta por el conteni- do de ciencias naturales y su pa- dre, como un buen profesor, suple el currículo de la semana número 28 de la programación (:130). Si no hubiera ciencias sociales y naturales, no habría necesidad del cuento; ni siquiera habría cuentos: “Aun cuando los cuentos, fábulas, leyendas y anécdotas pueden relatarse en forma ocasional, convie- ne incluirlos además dentro del pe- ríodo de lenguaje oral, especialmen- te cuando los temas de estudios sociales y ciencias naturales, lo re- quieran” (3ºa:55). No obstante, la especificidad del arte está lejana de la utilidad. Kant, por ejemplo, para definir el juicio es- tético, excluye lo que no le es esen- cial; y, entre varios factores, excluye la utilidad (Londoño, 1990:148): el arte no puede entenderse desde un punto de vista practicista, en el sen- tido de “servir para hacer algo”. Por ser un producto humano, es una fi- nalidad, pero no tiene fin, objetivo externo a él mismo; puede tener fi- nalidades políticas, religiosas, etc., pero éstas no lo definen. Frente a la idea de entregar un saber teóri- co –como quiere el MEN– el arte “no pretende ofrecer una descripción de algo en la forma de una aseveración; no intenta explicar nada. No es una sustitución de la ciencia ni ocupa su lugar” (Londoño, 1990:149). Concepciones y recomendaciones del MEN, como las que se vienen comentando, hacen que la división en asignaturas, de origen metodoló- gico, así como la supuesta jerarquía entre ellas, lleguen a pensarse como constitutivas del saber o de los objetos. La “integración” de asig- naturas no se lleva a cabo en la edu- cación primaria como determinada por una característica del saber, sino por una supuesta poca capacidad intelectual del niño; la prueba es que, a medida que asciende por la escala de los cursos, se le fraccio- na con más severidad el saber. 1.2. El patriotismo El MEN también justifica la literatura en la primaria con ayuda de otro cri- terio extra-literario “ilegítimo”: la Patria. Así, asigna al maestro la la- bor de “Procurar que los niños co- nozcan de preferencia la poesía, la literatura y el folklore de su país y
  • 4. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 luego los de otros países para que aprecien y comparen los valores ar- tísticos propios” (3ºa:51). La urgencia del MEN por inculcar esta noción es comprensible, pues la educación, en cualquier país del mundo, trata de mantener las con- diciones existentes, y éstas requie- ren la idea de “patria”. No obstante, siendo que se plantea que al comien- zo habría que privilegiar nuestros valores artísticos, mucha de la lite- ratura citada no es colombiana4 : en primero, la hay de Italia (1ºb:24), México (:43), Argentina (:82, 104), Grecia (:50, 137); en segundo, la hay de Paraguay (:39), Chile (:80, 132), Arabia (:127), Puerto Rico (:142), Costa Rica (:146), México (:157); y, en tercero, la hay de Cuba (3ºb:16), Rusia (:58), México (:70), España (:74), Costa Rica (:126, 149, 150)... En este caso, afortunadamente, el MEN ni siquiera es ejemplo de lo que promulga. La noción de “patria” tiene origen en el replanteamiento de algunos prin- cipios, como la nobleza y la divini- dad, que llevó consigo el triunfo de la burguesía y la implantación del capitalismo. Las funciones ideoló- gicas –que durante el feudalismo co- rrían fundamentalmente a cargo de la iglesia– fueron disgregadas en un conjunto de prácticas sociales que también acogieron a la divinidad, pero en forma de un séquito de se- mi-dioses: Progreso, Justicia, Liber- tad, Civilización, Humanidad, Patria, etc. (Lafargue, 1973:56-57). Acorde con la función que tenía el otro dios, ahora parcialmente desterrado, se pretendió que estos semi-dioses existían por sí mismos, autosuficien- tes, eternos, omnipotentes y que engendraban los fenómenos histó- ricos. Como ejemplo, baste señalar la im- portancia de la idea de “libertad” para la aparición de una fuerza de traba- jo que ahora ya no se encontraba ligada a los medios de producción, ni al nivel de su propiedad ni al del control del proceso productivo: de siervos que no podían ser desarrai- gados de su tierra y que tenían cier- ta autonomía sobre la producción, se pasa a obreros “libres”, es decir, con su fuerza de trabajo como úni- ca posesión, “libres” de venderla o no, o sea, de morir o no de hambre. Tal vez no sea pertinente explicar aquí la inconsistencia de creer que ideas como patria, libertad, civiliza- ción, etc. son eternas, autosuficien- tes y omnipotentes; basta señalar que, al hablar de la cultura, la no- ción “patria” resulta imprecisa, ya que: a. La literatura no refleja las condi- ciones que la rodean, como se podría inferir de la cita del MEN. La sociedad constituye las con- diciones dentro de las cuales se da la literatura; por lo tanto, ésta responde a las características de aquélla. No se pueden separar la Ilíada y la Odisea de la nave- gación griega, del comercio de la época, de sus dioses, de las técnicas de guerra hasta enton- ces desarrolladas, de la geogra- fía del mundo antiguo, etc. Pero esos hechos no son los que dan valor artístico a esas obras, pues- to que hoy, en una sociedad con economía, técnicas y divinidades distintas, todavía nos conmueven. Zuleta (1986) plantea que Kant, Marx y Freud señalaron esta “transhistoricidad” del arte como una clave de su especificidad. El arte no puede abstraerse de su contexto, pero no es un docu- mento histórico, geográfico o natural. Para decirlo en términos de Barthes (1978:23), la literatu- ra asume y toma a su cargo mu- chos saberes, es el fulgor mis- mo de lo real; pero lo real no puede ser representado; en ello consiste una de sus funciones: la función utópica. Si la literatu- ra tiene algo de universal, de transhistórico, es justamente por- que está constituída por algo más que la expresión de sus condi- ciones; forma parte de las rela- ciones objetivas y subjetivas de una sociedad y está condiciona- da por ellas. b. La internacionalización de las estructuras económicas hace que las relaciones entre siste- mas productivo y cultural no se restrinjan a un país. La idea de una “literatura latinoamericana”, por ejemplo, habla de la imposi- bilidad de trazar límites precisos. Por ejemplo, las manifestacio- nes del folclor no respetan fron- teras políticas: pueden caracte- rizar regiones dentro de un país (no al país entero) o regiones que abarcan varios países. El ritmo de la política es diferente al del conjunto de la cultura; difícilmen- te se podrían hacer coincidir cul- tura y fronteras; por ejemplo, Colombia tiene formas de expre- sión cultural tan diversas como las del Llano, la Costa Atlántica y la zona Andina; sin embargo, sus características son comunes con regiones de Venezuela, el Caribe y Ecuador-Bolivia, respec- tivamente. Por las relaciones de 4 Los textos oficiales anteriores a la Renova- ción Curricular son muy inconsistentes: en muchos relatos y poesías no vienen reseña- dos los autores; entre los reseñados, no to- dos tienen su nacionalidad; los datos sólo a veces mencionan los textos de donde son sacados; etc.
  • 5. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 sobredeterminación, puede afir- marse no sólo que la historia rige a la literatura, sino también que la literatura rige a la historia de la que hace parte; claro que ha- bría que estudiar en qué medida en una sociedad específica: “una perspectiva artística puede mo- dificar nuestra apreciación de la vida [...] la estética permite la creación de nuevas formas de sensibilidad ante la vida” (Lon- doño, 1989:73). c. La literatura (así como las reli- giones más distintas y alejadas entre sí) muestra unas constan- tes más allá de los países, ya que los diversos pueblos, al pa- sar por necesidades materiales e intelectuales parecidas, recu- rren a instituciones y formas del pensamiento análogas (Lafar- gue, 1973:89). Por ejemplo, cul- turas tan alejadas en el espacio y el tiempo, como pueden serlo las orientales y las precolombi- nas, plantean experiencias eso- téricas muy similares que se lo- gran mediante mecanismos tam- bién similares (Cf. Bataille, 1979); no es novedoso, por ejem- plo, el hecho de que un diluvio universal está presente en la tra- dición cultural de muchos pue- blos distantes. d. Para el psicoanálisis, el mate- rial psíquico que trabaja el escri- tor no es de su pertenencia: él maneja elementos que están pre- sentes en todos los hombres y cuya simple comunicación cau- saría rechazo o, por lo menos, no podría procurar placer algu- no; sin embargo, el trabajo poé- tico los convierte en placenteros. De igual forma, el material míti- co que maneja el escritor no le pertenece a su país, es patrimo- nio de la especie y refleja los patrones de posibilidad-condicio- namiento psíquico del hombre. Los mitos, dice Freud (1974:18), corresponden a residuos defor- mados de fantasías optativas de la Humanidad joven; a su vez, la antropología los caracteriza co- mo papeles reguladoras de la so- ciedad, en el interior de una con- cepción de mundo. e. Por último, según la semiótica del texto literario (Kristeva, 1978: 235-236), la literatura es escritu- ra-réplica. O sea, la literatura es un diálogo con manifestaciones sociales que también vienen de otras latitudes, traducidas de otras lenguas, vistas desde di- versas culturas. Nadie ha pen- sado desde una ingenua relación con el mundo objetivo, sino más bien como réplica a un mundo previamente interpretado. Tenidas en cuenta estas caracterís- ticas (literales a. hasta e.) ¿cómo hablar de valores artísticos “pro- pios”? ¿Cómo saber lo que es y lo que no es “nuestro”? O, incluso, ¿para qué saberlo? Toda cultura es una hibridación. Toda literatura es, por definición, mestiza. La idea de “unidad nacional” puede considerarse problemática. Por ejem- plo, en nuestra Constitución se ha- bla de respetar las diferencias, se reconoce la pluriculturalidad y, por otro lado, se plantea la unidad na- cional. Históricamente, la posición dominante de los llamados a la “uni- dad nacional”, a la “identidad” ha sido el privilegio de la unidad y el sacrifi- cio de la diferencia. En principio, parece aceptable pensar que la uni- dad nacional se produce por la edu- cación; pero si bien es cierto que la educación contribuye a producir ese efecto, también es cierto que no lo hace de manera deliberada, que no lo hace necesariamente en el senti- do que se lo propone; es decir, que si a algo podemos llamarle “unidad nacional”, no resulta del cumplimien- to de determinados objetivos explí- citos en el proceso educativo, entre otras cosas, porque entre los pro- pósitos y la educación del país es- tán las mediaciones sociales. La educación informal tal vez contribu- ye más a producir la “unidad nacio- nal”, salvo que, en relación con ella, los objetivos no son controlables con resoluciones. Grotescamente, el fanatismo futbolístico, el modelo de vida que pintan las propagandas, la telenovela de moda y las encues- tas de opinión (para poner sólo unos ejemplos) son más forjadores de la “unidad nacional”. Mecanismos como la educación y el idioma oficial lo único que preten- den es reprimir la tendencia del hom- bre a ser una diáspora5 , a nombre de una unidad nacional cuyo senti- do, por un lado, es de naturaleza política y no representa nada que pudiéramos llamar identidad nacio- nal; y, por otro, se constituye en un significante en relación con el cual los sujetos inscriben su habla (en otras palabras, es una ficción con efectos reales). Muy probablemen- te no es generalizable una educa- ción con pretensiones de cultivar la diferencia y de denunciar el precio que se paga cuando se quiere lu- char por la unidad, inexistente, pero que se constituye en una forma de desear, como decía Zuleta (1996: 10), que también produce segrega- ción y violencia, en función de los mecanismos de las formaciones colectivas. Hay una contradicción entre, de un lado, la jerarquización que hace MEN entre asignaturas importantes y asignaturas auxiliares (señalada en 1.1), y, de otro, el llamado a un apre- cio por lo “propio”. La razón de esta contradicción es que el criterio que determina la jerarquización tiene que ver con la supuesta validez universal del conocimiento científi- co, mientras que la cultura local está caracterizada justamente por lo pro- vincial, por la validez local. Si se tra- tara de aplicar sistemáticamente el primer criterio, habría que desechar lo local, los “valores artísticos pro- pios”; de tener en cuenta lo local y de aplicar sistemáticamente el cri- terio desde el que se sustentaría dicha petición habría que desechar la jerarquización. 5 Un análisis de este papel, jugado por la llamada “lengua nacional”, está descrito exhaustivamente, para el caso de Francia, en Balibar y Laporte (1976).
  • 6. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 1.3. El moralismo Otra forma –la última extra-literaria a la que nos referiremos– como el MEN justifica “ilegítimamente” la pre- sencia de la literatura en primaria es por medio del moralismo. Por ejemplo, se dice que la enseñanza de los cuentos es importante «por- que despierta el cariño por las per- sonas, los animales y por todo aque- llo que rodea al niño. Además, por medio del cuento, el niño adquiere hábitos de higiene y de moralidad, aprende el verdadero sentido de la vida y enriquece su expresión con vocabulario adecuado» (3ºa:51). Esta concepción es, obviamente, discutible en la medida en que el “cariño por las personas”, por ejem- plo, se produce fundamentalmente en la intersubjetividad, y ella marca la posición del lector frente a la interacción entre personajes de la literatura. Pues bien, semejante con- cepción tan problemática le permite al MEN introducir cuentos como La historia de Ricardo, cuyo comienzo dice: “Ricardo es un niño muy sano y fuerte; vive con sus padres en una casita en las afueras de la ciudad. Ricardo no está acostumbrado a usar letrina, y deposita sus heces cerca a los árboles. ¡Pobrecito, no sabe los daños que esto puede causarle!” (3ºb:185). Aunque la utilización que se va a hacer de este cuento tiene que ver con el área de ciencias naturales (“Hacer un comentario de la lectura anterior y explicar brevemente los síntomas de la fiebre tifoidea [...]”), no puede negarse el tono moralista con el que una forma de vida es pues- ta como paradigma de ignorancia (“Si Ricardo tuviera un microscopio, podría observar algunos de los mi- crobios y rechazaría el alimento, pero como no lo sabe, los ingiere con deleite”). Quien hace la caracteriza- ción le supone comportamientos al otro –se siente autorizado, pues se trata de un cuento, de una ficción– y luego los condena. Claro que si se sigue el paradigma de la ciencia oc- cidental6 , todo vuelve a la normalidad: “Gracias al tratamiento oportuno al cual se sometió, Ricardo recuperó la salud”. Es decir, la enfermedad es el castigo por no coincidir con el de- ber-ser materializado en la cartilla. Cuentos así son perfectos estereo- tipos. Pese a esto, si el efecto fue- ra transformar positivamente los comportamientos del niño frente a la salud y al estudio, a expensas de la literatura, algo se habría logra- do. No obstante, Bettelheim y Zelan (1983) encuentran que los niños ter- minan previendo lo que el maestro y la cartilla quieren y, en consecuen- cia, le hacen el juego a los ejerci- cios, pero ellos no ven allí algo que aporte para su vida. Para los niños, las historias de las cartillas sólo muestran niños y adultos, general- mente padres; ambos son presen- tados como seres insípidos; los personajes no muestran sentimien- tos verdaderos; las “grandes cosas” que supuestamente enseñan, ellos las saben mejor. Cuando se les pre- guntó por qué no lo habían expresa- do antes, comentaron que a nadie le importaba su opinión; que los maestros sólo esperaban respues- tas del tipo “me gustó”; y que si las historias no eran sinceras, ¿cómo iban a exponer ellos opiniones así? (Ibid:24-25). En este contexto, véanse los si- guientes conceptos del MEN (3ºa:52- 53): en los cuentos humorísticos: «debe procurarse que la jocosidad no caiga ni en lo vulgar ni en lo cruel»; en los cuentos realistas: «debe haber exaltación de las virtu- des y reprobación de los vicios»; la norma de selección del cuento his- tórico y de aventuras: «se ajusta al valor de los hechos presentados, para fortalecer el carácter y desper- tar deseos de emulación de las ha- zañas nobles y generosas e ir com- prendiendo el sentido de la vida». Ante esta forma de entender la lite- ratura, vale la pena hacer dos co- mentarios: a. Por una parte, es flagrante la si- guiente contradicción: mientras en el Anexo I para tercero (3ºa.) se hacen tales recomendacio- nes, en el Desarrollo de los pro- gramas para el mismo curso (3ºb.) nunca se manifiestan pro- pósitos como esos; ni en los objetivos generales del área de Lenguaje, ni en los objetivos por cada unidad. Los objetivos ge- nerales nada buscan en relación con lo moral (no obstante el peso que esto gana en las actividades), ni con la literatura (hay que te- ner en cuenta que, sólo a partir de la Renovación Curricular, el área se denominó Español y Li- teratura; antes se denominaba simplemente Lenguaje). Tal vez lo que produce la inversión entre propósitos explícitos e implícitos sea la particular articulación con los otros saberes, fundamental- mente sociales y naturales. El caso de segundo es tal vez más claro, pues el Desarrollo (2º) no se da tanto por asignaturas co- mo por semanas en las que aquellas se “integran”; este tex- to es de un marcado tono mora- lista en el que la utilización de la literatura privilegia la poesía-mo- raleja de rimas fáciles. b. La función poética del lenguaje fue definida por Jakobson (1975: 358) como un énfasis en la ma- terialidad del lenguaje, presente en todo enunciado; de ahí que incluso haya usado propagandas 6 Que, por otra parte, ya ha encontrado bas- tantes objeciones: Morin (1994) se refiere a él como “Uso degradado de la razón”.
  • 7. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 para ejemplificarla (:359). Esto evidenció que lo estético no es automáticamente artístico. De igual forma, el relato no consti- tuye por sí mismo un valor esté- tico ni confiere tampoco automá- ticamente el carácter de artísti- co. No obstante, es evidente que el MEN confunde el simple relato con el relato de carácter litera- rio. De ahí que, entre los cuen- tos que utiliza para ejemplificar clases de cuentos, esté Alicia en el país de las maravillas al lado de El viaje de una gota de agua. El primero, un trabajo “des- interesado” aplicado sobre el len- guaje, los mitos y deseos huma- nos; mientras el segundo sólo busca explicar el ciclo del agua, como contenido de la clase de Ciencias Naturales. Como en el caso de la propaganda –que, sin ser específicamente artís- tica, hace un trabajo estético en bus- ca de un efecto interpelativo–, de igual forma, el MEN pide utilizar el efecto estético del cuento y el inte- rés por los relatos (sin que parezca entender la diferencia) para fines no artísticos. Un cuento utilizado en la escuela para despertar moralidad es un discurso moralista en un con- texto didáctico, no literatura. Las conclusiones obtenidas a partir de la consideración del relato interesa- do, de contenidos “cognoscitivo” o moral, no pueden aplicarse a la lite- ratura. Además, el imperativo moral que se quiere imponer al profesor carece de una aplicabilidad conse- cuente con el arte, no sólo por ha- cer de lado lo que el arte es, sino porque la petición, por un lado, está constituída de “opiniones” que igno- ran el estado de la discusión ético-filosófica, y, por otro, no expli- cita sus principios. Por ejemplo, se pide al profesor que con el cuento enseñe “el verdadero sentido de la vida”, lo que presupone que hay va- rios sentidos de la vida, entre los cuales uno es el verdadero. Pero, ¿cuáles son los otros? ¿Cómo dis- tinguir el verdadero? Puede inferirse que quien plantea el asunto de esa forma tiene un referente absoluto que no sólo lo pone en el lugar de la auto- ridad, sino que hace incontroverti- bles sus posiciones. La pregunta por el sentido de la vida, que tal vez, en alguna medida, haya motivado las búsquedas cognosciti- vas del hombre, no es una sola, ni permanece. Dos ejemplos: La bio- logía moderna desplaza las res- puestas por el sentido de la vida que involucran, desde fuera, “planes” y “finalidades” (Maturana y Varela, 1995: cap.II. Cf. también Monod, 1986; Schrödinger, 1983; Sagan y Druyan, 1993). Por su parte, la ac- tual cosmología (Hawking, 1989: 222) establece que el universo es explicable sin recurrir a esas nocio- nes. La pregunta por el sentido de la vida estaría más relacionada con la rea- lización de las potencialidades hu- manas. Por eso, aparecen ideas como las de Heidegger: el hombre es un proyecto; no está terminado sino que es pura temporalidad, atra- vesado constantemente por la muer- te. Pero, ¿estaría la escuela dis- puesta a lograr que el niño asuma la finitud, como sentido de la exis- tencia? No; cuando el MEN habla de “sentido de la vida”, se refiere a otra cosa. Por otra parte, los estudios acerca de las diversas culturas muestran que los proyectos huma- nos están históricamente determi- nados y, por lo tanto, son histórica- mente variables; o sea, que no se pueden elevar a la categoría de uni- versales, que es lo presupuesto por la actitud moralista. Pero, ¿estaría la escuela dispuesta a lograr que el niño asuma la relatividad histórica de todos los principios sociales? No; cuando el MEN habla de “hábitos de moralidad”, se refiere a otra cosa. El panorama se complejiza cuando se mira hacia la especificidad de la literatura, pues ella bebe de la cotidianidad, de la ciencia y de la filosofía (aunque tales horizontes no le son específicos), y está inmersa en los valores culturales, escenifica tales valores; o sea, tiene que ver con “cariño”, “higiene”, “moral”, “sen- tido de la vida”, “virtudes”, etc. (3ºa:51-52), pero no es moralizante o, mejor, no es edificante, como pre- tende el MEN, por ejemplo, con rela- tos como el siguiente: «Una linda niña jugaba con sus amiguitos en el jardín de su casa, el balón cayó a la calle y ella corrió tras de él; en su afán de alcanzarlo no tuvo en cuen- ta el semáforo y un carro la atrope- lló; sus padres, muy afanados, lla- maron al médico» (2º:16). La literatura no puede ser edificante porque le falta, a diferencia de otras instancias desde donde se profie- ren discursos, un referente absolu- to7 . Y, lo que es peor, como las ac- titudes no se generan exclusivamen- te en el ámbito del decir contex- tualizado escolarmente, puede que no sólo se esté atentando contra la 7 No es que haya referentes absolutos, sino que determinados ámbitos de discurso se amparan en esa suposición; lo cual les per- mite, hacia dentro, darse unidad y, hacia afue- ra, clasificar a los los sujetos.
  • 8. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 especificidad de la literatura, sino que tampoco se esté logrando el objetivo moralizante. En la literatura aparecen posibles sentidos de la vida, pero no el senti- do de la vida. Dos ejemplos: en la literatura de este siglo, se asume la vida como un absurdo (es el caso de El extranjero, de Albert Camus); en el arte griego, la existencia del hombre se asume trágicamente: está entre la obligación y los de- seos, la autonomía humana y los dioses, la realización individual y la ciudad, el desenfreno y el control (es el caso de la Odisea); para los grie- gos, el sentido de la vida estaría dado por la perspectiva ética de la práctica de sí mismo, de la mode- ración, de la templanza; actitud que no tiene relación con el moralismo vertical que divide el mundo entre el bien y el mal. Hoy florece una “ética discursiva”, de tinte habermasiano, que podría definirse como el esfuerzo por ex- plicitar y establecer concertada- mente las condiciones pragmáticas de la comunicación (Mockus et al., 1994). En consecuencia, no habría referentes por fuera de las condicio- nes mismas de comunicación y en relación con los cuales las perso- nas queden clasificadas como mo- rales e inmorales; es decir, la caída de principios como los que el MEN ha expuesto expresamente y como los que subyacen a su ejercicio prescriptivo. Esta perspectiva ética es más parecida a la dialógica que señalara Bajtín (Cf. Bubnova, 1995); por su parte, Gadamer (1991) acuña la categoría de fiesta, similar a la bajtiniana de carnaval (Bajtin, 1987), para establecer una de las tres ca- racterísticas que definen, para él, la especificidad de lo artístico. En otras palabras, antes que proponer una moral, la literatura pondría en acto un principio ético dialógico y, en con- secuencia, abierto. Por su parte, Lipovetsky (1986) plan- tea que hay tres momentos del pen- samiento ético: inicialmente, un re- ferente supuestamente exterior a los sucesos sociales (como los dio- ses, en la época clásica); ensegui- da, la razón como referente (duran- te la modernidad); y, finalmente, el sujeto mismo (que caracterizaría el momento actual). Esta clasificación —que señala la historicidad del asunto ético— también sirve para pensar una diacronía literaria: poe- sía heroica, que hacía honor a los principios transcendentes; literatu- ra deconstructiva, que profundizó sobre lo social y lo anímico; y a- literatura, que propone un límite im- preciso con el kitsch y con los gé- neros discursivos. En conclusión, la literatura se defi- ne parcialmente por la escenifi- cación de conflictos ético-morales en todas las épocas, pero no es un discurso moralista, aunque –por su complejidad y desdoblamiento vir- tual8 – soporte lecturas que así la hagan ver. Quizá entre sus razones esté la siguiente paradoja: tanto la búsqueda siempre relativa de senti- dos para la vida, como la contribu- ción a interrogar por la existencia de un sentido para la vida. 2. Justificaciones extra-literarias “legítimas” 2.1. La competencia comunicativa En la descripción que el MEN (3ºa:51) hace de la utilidad de la narración y del cuento, puede apreciarse la pre- sencia de usos que ya tocan al len- guaje, que es la forma material de la literatura: «La narración es un me- dio eficaz para interesar a los niños en las diversas materias del progra- ma escolar, a más del uso específi- co que de ella podemos hacer para desarrollar el poder de expresión de los alumnos [...] Además, por me- dio del cuento, el niño [...] enrique- ce su expresión con vocabulario adecuado». Nótese que la primera afirmación reconoce, tácitamente, que los otros usos, comentados antes (cf. punto 1), no tienen que ver con la especificidad de la litera- tura. El MEN invalida sus propios pre- supuestos. El MEN considera, pues, que el uso específico de la literatura, en la en- señanza primaria, está en relación con el poder de expresión y el enri- quecimiento léxico; es decir, con aspectos que hacen parte de lo que podría denominarse competencia comunicativa. En otras palabras, se hace alusión a la especificidad del uso del cuento, pero se elude su materialidad: no importa qué es el cuento, sino para qué sirve. Y, aún así, no se comenta un posible “uso literario”, sino uno extra-literario; otra vez la necesidad de una aplicación no artística, sino en un aspecto en el que se pueda obtener un resulta- do útil, incluso susceptible de ser medido, como puede ser el número de palabras nuevas en el vocabula- rio del niño. De cualquier manera, se plantea una relación entre literatura y comunica- ción, bien sea en el sentido de la capacidad expresiva o de la adqui- sición de vocabulario, que es nece- sario comentar. 2.1.1. La competencia y el uso comunicativos son la columna ver- tebral de todo aprendizaje; una in- competencia en tal sentido perjudi- ca no sólo la asignatura de lengua materna, sino todas las asignaturas. No obstante, para profesores que dictan todas las asignaturas (en los primeros años de la primaria) el po- der expresivo de los estudiantes se cultiva en el momento en el que se esté haciendo el énfasis en lengua- je; y, para maestros que dictan “su” asignatura, la capacidad expresiva depende de otra asignatura: Espa- ñol (o Lenguaje o Español y Litera- 8 La narrativa literaria es una forma especí- fica de articular los actos de significación y las condiciones sociales de su aparición: pue- de tener aseveraciones, predicciones e hipó- tesis, pero no es un discurso científico; puede tener requisiciones, compromisos, declaracio- nes y decisiones, pero no es un conjunto de enunciados sobre el funcionamiento social. Tiene expresiones afectivas e, incluso, pue- de ser una expresión afectiva, pero no se limita a expresar la necesidad afectiva de su autor o de los personajes.
  • 9. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 tura). En ninguno de los dos casos suele haber preguntas sobre la es- pecificidad de los discursos que cir- culan en la escuela, sobre la labor esperable de ella frente a esas dife- rencias, sobre su posible desen- cuentro, sobre la existencia de for- mas comunicativas implícitas, so- bre la jerarquización entre formas explícitas e implícitas. La falsa separación entre momen- tos o asignaturas puede ser causa, al menos en forma parcial, de lo que se denomina “bajo rendimiento”. Las ciencias Sociales y Naturales, como conocimientos que representan, también contribuyen a la capacidad verbal de los estudiantes y son asu- midas por ellos en la medida de di- cha capacidad; pero esto puede no ser “visible” si se piensa la especifi- cidad de la escuela únicamente en el sentido de enunciar un conoci- miento científico delante de un pú- blico que lo ignora (Cf. Not, 1994). Así, la pretensión de restringir el desarrollo de la competencia comu- nicativa a un momento o a una asig- natura, otra vez escamotea la es- pecificidad de la literatura; pero también le escamotea la especifi- cidad discursiva a las asignaturas del currículo y a los espacios es- colares. En principio, puede ser cierto que la literatura incremente la capacidad verbal; pero poner eso como su ra- zón de ser en la enseñanza es muy limitado, sobre todo cuando el MEN: a. Le da importancia a aspectos como la posición corporal al es- cribir (2º:29), o a la distancia del libro en relación con los ojos (1ºa:20); es decir, actitudes en las que se pone el deber-ser por encima de la construcción de significación y se olvida que es la función que busca satisfacer- se con ayuda del lenguaje la que “corrige” posiciones y realiza el mejor “aprestamiento” conocido. b. Enfatiza la entonación y la pun- tuación (3ºb:120); es decir, ejer- cicios en los que los contextos comunicativos no se toman co- mo definitivos para determinar el sentido de sus aspectos consti- tutivos (como entonación y pun- tuación), y, en consecuencia, en los que se busca el ajuste a una norma. c. Sugiere actividades de completa- ción de frases (3ºb:120, 196); es decir, ejercicios en los que los diálogos sobre los textos no se inscriben en conversaciones “au- ténticas”, en las que no hay fra- ses con huecos para completar, y en las que más bien aparece la anticipación, aplicada a lo que podría venir, de acuerdo con las probabilidades de aparición de los sonidos; con la forma como se rigen entre sí las palabras; con los contextos discursivo y comunicativo en los que apare- cen las frases; con las compe- tencias culturales que determi- nan los actos de habla. Al con- trario, los ejercicios de comple- tación de frases dadas se diri- gen a lo dicho y materializan interacciones cuyo único senti- do pragmático es tomar la lec- ción. d. Usa las palabras de los textos con fines de enseñanza grama- tical; es decir, ejercicios en los que, por una parte, la reflexión sobre estructura del lenguaje no es asumida como una cualifica- ción de su uso, sino como una necesidad exigida desde fuera; y, por otra, en los que se extraen las palabras de su contexto para dar lugar a la máxima unidad de significación que este enfoque conoce: la frase. Por ejemplo: sacar la lista de sustantivos co- munes y formar con ellos oracio- nes (2º:93); formar oraciones con los nombres en diminutivo (2º:125); sacar las palabras agu- das y separar las que tienen til- de (3ºb:120); escribir sinónimos de expresiones y palabras de la lectura (3ºb:149); clasificar pala- bras según acentuación (3ºb: 208); indicar el tiempo futuro de algunos verbos (3ºb:208). e. Invita a hacer usos estereotipa- dos de la lengua, tales como escribir tablas de precios de ar- tículos del mercado como ejer- cicio, pero no hacer las compras (1ºb:97); cartas que no van a ser
  • 10. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 realmente enviadas, pues son solicitadas por un personaje en un cuento (3ºb:150); cartas que no se necesita enviar, porque se tiene al destinatario cerca (3ºb: 196). f. Sugiere escribir historias con pa- labras dadas; esto en primero es paradigmático y se aplica en pro de la ejercitación del vocabula- rio de la semana (1ºa:28, 32, 35, 45). Palabras como «Hermanito / Travesura / ¡Qué castigo!» (3ºb: 196) que, además, tienen una clara intención moralista. Como afirma Jurado (1992:43), ejerci- cios sin una lógica en la acción en los que se condiciona al niño a escribir desde la restringida perspectiva de la frase. Activida- des formalmente parecidas pue- den tener un sentido completa- mente distinto al buscado por el MEN: para Rodari (1992), por ejemplo, dar al niño dos palabras para que haga un relato, o agre- gar a un grupo de palabras liga- das por una historia previamen- te conocida, una palabra extra- ña, tiene como objetivo obligar a una palabra a descubrir su ca- pacidad de crear nuevos signifi- cados (:21), o hacer reaccionar a las palabras usuales ante un nuevo contexto (:68). g. Ordena diligenciar cuestionarios que sirven, o bien para hacer un resumen del cuento como con- signación del tema (2º:131; 3ºb:85), o bien para hacer “con- trol de lectura” (1ºa:23, 67; 1ºb:63, 94, 118; 2º:129; 3ºb:196). Es decir, en el primer caso, “ir llenando el cuaderno”, sin tener en cuenta lo que hayan entendi- do los estudiantes del cuento como totalidad; se trata de ha- cer lecturas literales (donde no hay que inferir ni establecer pre- supuestos) y parciales (donde nunca se toma la macroestruc- tura del texto) que, sumadas, van estableciendo la secuencia del cuento, tal como el profesor la reconstruyó, con el fin de dejar testimonio en el cuaderno de que algo se hizo. Y, en el segundo caso, se trata de preguntar por la literalidad de los enunciados del texto: personajes y carac- terísticas, escenarios de la ac- ción, etapas de la acción, con- clusiones, con el fin de obligar al otro a leer o de verificar si leyó como se supone que tiene que hacerlo. 2.1.2. La idea de que el contacto con los cuentos enriquece la expre- sión de los estudiantes con voca- bulario adecuado (3ºa:51; 3ºb:84) es parte de la intención edificante del MEN que ya ha sido comentada (cf. 1.3). No obstante, merece comen- tario adicional, por tener implicacio- nes en la conceptualización y en- señanza de la lengua y la literatura. Hablar de vocabulario “adecuado” envía inmediatamente a su opues- to, el vocabulario “inadecuado”; tér- minos que resaltan la existencia de diversos registros lingüísticos: for- males e informales, normativos y anormativos (Stubbs, 1984). La ac- titud que se ha tomado tradicional- mente en la escuela es la que ma- nifiesta el MEN en el ejemplo: seña- lar una línea divisoria entre lo bueno y lo malo a propósito del uso de la lengua, poner a la autoridad del lado bueno, a los estudiantes del lado malo (hasta que no demuestren lo contrario) y proponerse pasar a los estudiantes del lado en el que “na- turalmente” están, al que deberían estar. Esta posición se opone a la consideración del campo educativo como un objeto de investigación y del maestro como un sujeto que igualmente vive un proceso de apren- dizaje; que son las actitudes que dieron lugar –para hacer referencia a un ejemplo del área que se anali- za– a fructíferas investigaciones so- bre el aprendizaje de la lectura y de la escritura9 . La posición del MEN autoriza al maestro de lengua materna a esta- blecer uno de los usos lingüísticos como el modelo, frente al cual los otros pueden rechazarse, señalar- se como “incultos”, “inapropiados”, característicos de gente “mal edu- cada”, “incorrectos”, etc. Por ejem- plo, uno de los objetivos de unidad en segundo (2º:58) dice: «Compa- rar su escritura con la de un modelo y encontrar las fallas cometidas». Aquí, el modelo queda descartado como cometedor de fallas; éstas sólo pueden provenir del niño; de otro lado, el “error” es algo que se esta- blece en relación con una norma y no en relación con las condiciones específicas del proceso comunica- tivo (donde muchos “errores” son funcionales y donde muchos usos canónicos son infuncionales). En realidad, el profesor raras veces está en posesión de la lengua normati- va; él, como todo hablante, perte- nece a una comunidad en la que los usos del lenguaje se dispersan en función de las diferencias sociales, de las actividades sociales. Ni si- quiera el texto mismo del MEN está exento de usos anormativos e infor- males. La oposición entre el modelo y las realizaciones de los niños, da lugar a que se hable de paso ordenado 9 Investigaciones, como se sabe, iniciadas por Emilia Ferreiro. Esta investigadora, tanto como las personas que han colaborado con ella o seguido estudios independientemen- te, han partido de objetar dos evidencias: que el niño llega a la escuela sin saber leer ni escribir; y que el maestro ya domina di- chas prácticas.
  • 11. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 (del principio al final) de las hojas (1ºa:20); mejorar la expresión oral (2º:4); hacer la debida puntuación (:4); lograr articulación y entonación adecuadas (:12), o correctas (:54); utilizar con propiedad (:23, 48, 163) y escribir correctamente (:54, 144, 163) el nuevo vocabulario; mantener posición correcta al escribir (:29); usar correctamente singular y plu- ral (:71); pronunciar correctamente el fonema b en las unidades bra, bre, bla, ble... (:96); utilizar los tér- minos apropiados (:101), el vocabu- lario adecuado, al hacer una des- cripción (120); identificar y usar ade- cuadamente los artículos y termina- ciones de género (:114); emplear correctamente los diminutivos más usuales (:120). Posiblemente el maestro no nece- site una autorización para segregar usos de la lengua, pues la valora- ción del registro en el que hablan las personas suele ser usado so- cialmente para discriminar (Sttubs, 1984:22). Incluso podría plantearse que es esta perspectiva social la que hace presencia en la escuela, y no los objetivos escolares los que la producen. Por estas razones, la asignatura de lenguaje se convierte en normativa, lo cual se opone al desarrollo de habilidades comunicativas, dando al traste con objetivos explícitos de la asignatura, tales como «mejorar la expresión oral mediante la coordi- nación de ideas en el relato de sus experiencias», en 2º; y estimular al niño para que adquiera «flexibilidad, riqueza y precisión en su lenguaje», y «confianza en sí mismo al expre- sarse», en 3º. Las disciplinas que estudian el funcionamiento social del lenguaje establecen que el uso de- termina las formas efectivas –en el sentido de funcionar de alguna ma- nera para las intenciones del emi- sor– de uso de los signos para el contexto específico; esto hace que las mismas formas no tengan igual validez si se cambian de contexto (usar “términos científicos” –abso- lutamente pertinentes en su contex- to– haría que un biólogo no tuviera éxito a la hora de contar chistes). Halliday (1982) es uno de los socio- lingüistas que ha señalado esto y que hace propuestas pedagógicas consecuentes con ello. De otro lado, una de las formas como se entiende la enseñanza es la de “dar” una nueva terminología a los estudiantes (Stubbs, 1984:13); cuando cada maestro dicta un área, su función puede ser entendida como enseñar la terminología de “su” disciplina. En esta perspecti- va, es comprensible que el MEN pos- tule con frecuencia objetivos, para el área de lenguaje, como los si- guientes: para primero, las historias siempre se hacen para afianzar el vocabulario visto en la semana; para segundo, «utilizar el nuevo vocabu- lario» (2º:23), «utilizar el vocabula- rio específico del tema» (:48), es- cribirlo (:54) correctamente (:76), incorporarlo (:58, 126, 148); y, para tercero, «ejercitarse en la escritura del vocabulario nuevo» (3ºb:28), «ampliar el vocabulario mediante la formación de familias de palabras» (:116), «aumentar el vocabulario científico, con los términos de la unidad» (:193). Es claro que no se entiende el aprendizaje como una capacidad operativa del sujeto y, en consecuencia, se siembra el terre- no para un “aprendizaje” memorís- tico; es decir, para una respuesta del alumno coherente con el tipo de demanda que le hace la escuela. Bettelheim y Zelan (1983:32) citan un estudio, realizado en los Esta- dos Unidos, en el que, dada la falta de interés por la lectura y la calidad de la educación, siempre por deba- jo de lo esperado, el vocabulario de las cartillas se disminuyó paulatina- mente, pues se creía que los pro- blemas venían de la dificultad inhe- rente a los textos. Se estableció que, de 1920 a 1962, el número de palabras usadas en las primeras cartillas de lectura bajó de 645 a 350, siendo que los niños de primer grado con vocabulario “más reduci- do” manejan más de 2000 palabras (los hay que manejan hasta 4000). Por supuesto, «a medida que el número de palabras de cada histo- ria y en todo el libro disminuía de edición en edición, el contenido se hacía más aburrido y repetitivo» (Idem). Las recomendaciones del MEN, pese a que dicen tratar de “enri- quecer el vocabulario”, lo hacen en el marco de la tendencia señalada por la investigación mencionada; enriquecer un vocabulario que no sea muy difícil, palabras que vayan en un orden de complejidad preestablecido y no determinado por las dificultades reales con los textos auténticos. Por otra parte, la enseñanza del vo- cabulario de los cuentos ha sido, para segundo, una explicación de las palabras de “difícil significado” para luego emplearlas en oraciones sin funciones reales (2º:122); o, para tercero, un ejercicio mecánico y estéril de búsqueda en el dicciona- rio y construcción de frases igual- mente de tablero: sacarlas de la unidad mayor de significación (el texto), en la que se definen por sus relaciones complejas, e introducir- las en unidades de significación parcial (la frase): «Leer cuentos, fá- bulas y otros textos relacionados con la unidad para buscar en el dic- cionario el significado de algunas palabras y emplearlas en oraciones» (3ºb:85). Después de leer «Los in- dios de nuestras tierras», los niños deben, entre otras actividades: «Bus- car en el diccionario la significación de las palabras nuevas. Escribirlas y utilizarlas en oraciones. Formar con algunas, familias de palabras desta- cando la palabra primitiva y sus de- rivados» (3ºb:149). Etc. No es para sorpresas, entonces, que un tiempo después de las eva- luaciones los estudiantes no recuer- den el significado de palabras nue- vas, ni hayan progresado en su uso verbal (o que pueda imputarse dicho progreso a los ejercicios de “fraseo- logía” y no a la interacción entre ni- ños, a la televisión, a la lectura mis- ma, etc.). Para que el contacto con la literatura enriquezca la expresión de los estudiantes, la relación con el cuento tendría que ser vital y las palabras “nuevas” (así no sean “ade-
  • 12. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 cuadas”) tendrían que integrarse a sus necesidades comunicativas rea- les10 . 2.2. El uso estético del lenguaje La otra justificación extra-literaria “legítima” es la que se hace, en una alusión muy breve, por medio del uso estético del lenguaje. Según el MEN, cumpliendo algunas de sus re- comendaciones (ya comentadas): «[...] se estimula al niño para que convierta su idioma, de utilitario, en instrumento de belleza» (3ºa:51). De este planteamiento se pueden ha- cer, al menos, cinco inferencias que es necesario comentar en aras de la aclaración de la especificidad de la literatura: – El idioma puede concebirse por fuera de su uso. – El idioma es fundamentalmente utilitario. – Lo literario es una forma excep- cional del idioma. – La belleza caracteriza lo litera- rio. – Lo estético no es útil. 2.2.1. Que el idioma es algo con- cebible por fuera de su uso se de- duce del hecho de que el MEN agre- gue a “lenguaje” el adjetivo “utilita- rio”; de lo contrario (es decir, conce- bir el lenguaje solamente en función de su utilización), la frase sería una redundancia. Desafortunadamente, la clase de lengua materna en la en- señanza básica se ha manejado con este presupuesto. De ahí que a los niños se les enseñe a leer y a escribir con frases artificiosas («la masa se amasa en la mesa») y con énfasis en aspectos formales y nor- mativos, y no en relación con sus producciones reales, con sus capa- cidades intelectuales y comunica- tivas específicas y con su creativi- dad y emotividad. Esto es conse- cuente con las teorías que subya- cen a dicha enseñanza y que, ante la alternativa del código o del uso, escogen el primero como su objeto de conocimiento. La gramática tra- dicional estaba muy preocupada por “cómo debe hablarse”. De Saussure decía que sólo la lengua era siste- mática y que en consecuencia sólo ella podía ser objeto de conocimien- to de una ciencia. Y, por su parte, Chomsky tomó como objeto de es- tudio la competencia de un hablan- te-oyente ideal. Desde lo que se vie- ne comentando, las tres posiciones son idénticas. En este panorama, la enseñanza de la literatura sería un medio privilegiado para vincular los aspectos creativo y emotivo del niño. 2.2.2. Que el idioma es fundamen- talmente utilitario lo presupone el MEN al postular su convertibilidad en instrumento de belleza, pues el es- tado que debe ser transformado es el más usual, incluso el constituti- vo. Afirmar tal cosa depende de es- tablecer qué se entiende por “utili- tario”. Evidentemente el lenguaje es un logro de la especie humana con finalidades específicas: se creó para ser utilizado y existe gracias a que se utiliza: «La lengua es como es a causa de las funciones que ha de- sarrollado para servir en la vida de la gente» (Halliday, 1982:13). Pero ¿cuáles son esas finalidades? En este punto los autores no se ponen de acuerdo (cf. Bühler, Jakobson, Halliday, Baena) aunque se seña- lan con mayor o menor consenso, usos socializante, subjetivante, emotivo, interpelativo, interaccional, cognoscitivo, referencial, poético, fático y metalingüístico. En tal sentido, pues, el lenguaje sería utilitario; se definiría en gran parte por ese aspecto. Pero, si se entiende “utilitario” como aquello aplicable más o menos en forma inmediata para obtener algún tipo de ganancia, el criterio resulta más impreciso. Por ello se diferenciaron, en 1.1, prácticas sociales “desinte- resadas” / “interesadas”; pero, como tal vez esta clasificación responde más a apariencias, podría caracte- rizarse mejor como prácticas con un “interés socialformativo” (ciencia, fi- losofía, arte) y prácticas con “inte- rés de aplicación inmediata” (técni- ca, enseñanza, comercio). En la escuela, es necesario conce- bir la capacidad de reflexionar y de recrear la realidad como constituti- vas del hombre; y al uso del lengua- je, en cualquiera de estos sentidos, como parte de sus funciones cons- titutivas. Los estudios sobre diver- sas comunidades parecen arrojar cada vez más evidencia sobre el hecho de que la simbolización cons- tituye al hombre y que la determi- nación económica (que, en últimas tanto preocupa a la educación) pasa por esta simbolización; o sea, que no habría determinismo económico a ultranza. 2.2.3. Que lo literario es una utili- zación excepcional del idioma se desprende de la segunda concep- ción de utilitario (la utilizada por el MEN) y de que se invite a “convertir” el lenguaje en instrumento de belle- za, es decir, en lenguaje literario. Tal 10 Esto se aplica también para los conoci- mientos de la gramática de la lengua en la primaria. No de otra forma podría entender- se el hecho de que, no obstante ver durante toda la primaria y la secundaria asignaturas correspondientes al área de lenguaje, la pre- ocupación de que los estudiantes no saben leer ni escribir persiste aun en la universi- dad.
  • 13. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 idea conlleva a pensar a la literatura (y al arte, en general) como una esfera aislada de la sociedad, y a sus factuores como una élite espe- cial, también en cierta forma aislada de la sociedad. Se termina pensan- do que el arte no sería para todos y que hacerlo depende de poseer la clave de la “creación”. Es decir, se omite el proceso productivo del arte y se lo asimila a las prácticas intere- sadas; y como no se lo conoce pero se propagandea su necesidad, en- tonces hay que “consumirlo” (com- prarlo y acumularlo para ser perso- nas “cultas”), pero no producirlo, eso sería para genios; o, en último caso, entrar a una institución “autorizada” para enseñarlo; y tampoco proble- matizar con él la vida, se trata de disfrutarlo como se disfruta un ciga- rrillo. Como resultado, puede contribuírse al debilitamiento de las prácticas culturales de las comunidades (tro- va, poesía, declamación, relato, dan- za, música, etc.) –pese a la resis- tencia que ellas ejercen–, así como de las posibles prácticas culturales individuales, en pro de la comercia- lización de la cultura, de la espe- cialización en actividades “útiles” y de la elitización de la cultura. Sin embargo, la diferencia entre “idioma utilitario” e “idioma para la belleza” es relativa: la lingüística ha encontrado que el lenguaje “denota- tivo” que parece apuntar hacia las cosas (“utilitario”, en términos del MEN), pasa también por el consen- so, como el “connotativo”; o sea que es convencional como aquel que recrea el sentido del mundo (“para la belleza”, en términos del MEN). También se plantea que el efecto de denotación es un efecto connotativo: «La denotación no es el primero de los sentidos, pero finge serlo; bajo esta ilusión no es finalmente sino la última de las connotaciones» (Bar- thes, 1987:6); en otras palabras, que el lenguaje cotidiano tiene caracte- rísticas de lenguaje literario y vice- versa (Dubois et al., 1979:139). En- tonces, no es cierto que se estimu- le al niño «para que convierta su idio- ma, de utilitario, en instrumento de belleza», como dice el MEN, pues las propiedades estéticas ya están en el lenguaje. 2.2.4. Que la belleza caracteriza lo literario se deduce de la noción de “belleza” utilizada por el MEN para referirse a la literatura: el concepto básico de la estética tradicional. Esta noción inmediata acerca de lo “bello” podría objetarse fácilmente: entre los mismos productos “reco- nocidos” como arte se encuentran algunos mutuamente excluyentes, o ejemplares que están en oposi- ción radical con algunos principios sociales de belleza. Los educandos mismos entienden que esta noción es relativa, pues lo que a alguien parece bello, a otro puede no pare- cerle. Desde los filósofos griegos (por ejemplo, en el diálogo Hipias mayor o de lo bello de Platón) tal concep- to se ha caracterizado por su in- exactitud y su adaptabilidad a mu- chos criterios y objetos, es decir, por su relatividad cultural. La tarea sería un análisis riguroso de la lite- ratura, con ayuda de la filosofía (es- tética) y de disciplinas como el materialismo histórico (cuando se refiere al efecto artístico), el psicoa- nálisis (en su estudio del goce es- tético11 ) y la lingüística (más exac- tamente, la poética). 2.2.5. La idea de que lo estético no es útil se deduce de que el MEN pro- ponga convertir el lenguaje utilitario en otra cosa que, por lo mismo, no será útil: lo estético. Esta idea, tan relevante en la educación colombia- na, conduce a la percepción de las materias humanísticas (entre las que está la literatura) como meras “costuras”, es decir, secundarias, de relleno, y las demás como impor- tantes. En los textos estudiados del MEN es evidente que no se «estimula al niño para que convierta su idioma, de utilitario, en instrumento de belleza», como él mismo dice (3ºa:51). Des- de un comienzo, la labor era impo- sible, pues la palabra del niño que- da por fuera de consideración cuan- do se tiene una idea normativa del lenguaje y de su enseñanza. La es- tética del lenguaje, presente en to- dos sus usos, queda descartada cuando se piensa que lo estético es un uso deliberado y presente sólo en ciertas formas canónicamente reco- nocidas como tales. La belleza, como definición de una propiedad especial de la literatura, queda aho- gada en la especificidad de los tex- tos edificantes (en sentido cognitivo o moral) que se le presentan al niño y con los que se lo hace trabajar, que no tienen belleza alguna y que, desde el punto de vista de la signifi- cación, más bien son obvios, y que, desde el punto de vista formal, no ofrecen alternativas al uso cotidia- no del lenguaje. Un último aspecto que podría estar relacionado con el llamado “uso es- tético” del lenguaje es la parte lúdica (hay concepciones que relacionan la especificidad de la literatura con este aspecto). Curiosamente, la “lec- tura recreativa” se menciona apenas en primero, en tres ocasiones (1ºa: 61, 66, 72), como objetivos; no obs- tante, en el desarrollo no se lleva nada a cabo al respecto; a no ser una “libre” interpretación de dos poe- sías –cuyo tema es el tema central de la semana (1ºb:119)– o la lectura de unos relatos-jeroglíficos (:120). Bibliografía ARBOLEDA, Rubén. “Sobre la Reforma Curricular: el caso de Español y Literatu- ra”. En: Revista .Colombiana de Educa- ción Nº 18. Bogotá: Universidad Pedagógi- ca Nacional, II semestre de 1986. BAENA, Luis Ángel y BUSTAMANTE, Guillermo. “Eláreadelenguajeyelrendimientoescola”. En: Revista La Palabra Nº 1. Tunja, UPTC, 1993. 11 Son clásicos los estudios de Freud sobre literatura; por ejemplo, sobre autores como Dostoyevski, Shakespeare, Goethe, Jensen. Por su parte, Kofman (1973) hace un recorri- do por los análisis psicoanalíticos de obras artísticas, pues no hubo una teoría específi- ca de Freud al respecto.
  • 14. Pedagogía y Saberes Nº 19 2003 BAJTÍN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid: Alianza, 1987. BALIBAR, Etienne y LAPORTE,Dominique. Bur- guesía y lengua nacional.Barcelona:Avan- ce, 1976. BARTHES, Roland. Leçon. Paris: Du seuil, 1978. ————. S/Z. Madrid: Siglo XXI, 1987. BATAILLE, Georges. La experiencia interior. Madrid: Taurus, 1979. BETTELHEIM, Bruno y ZELAN, Karen. Apren- der a leer. Barcelona: Grijalbo, 1983. BUBNOVA, Tatiana. “El principio ético como fundamento del dialogismo en M. Bajtín”. En: Revista La Palabra Nº 4-5, 1995. BUSTAMANTE, Guillermo.“Competencia comunicativa y enseñanza de la lengua materna”.En:CuadernosdeLingüísticaNo. 3.Tunja,UPTC,1990. ————. “Introducción al análisis de la Re- forma Curricular en el área de lenguaje”. En: revista Enunciación Nº 1. Bogotá: Uni- versidad Distrital, julio de 1996. DUBOIS, Jean et al. Diccionario de Lingüís- tica. Madrid: Alianza, 1979. FREUD, Sigmund. “El poeta y la fantasía”. En: Psicoanálisis aplicado y técnica psico- analítica. Madrid: Alianza, 1974. GADAMER, Hans-Georg. La actualidad de lo bello. Barcelona: Paidós, 1991. GRISOLLE, Juan. La creación literaria en los niños. Bogotá: Ecoe, 1991. HALLIDAY, M.A.K. El lenguaje como semióti- ca social. México: Fondo de Cultura Eco- nómica, 1982. HAWKING, Stephen. Historia del tiempo. Barcelona: Crítica, 1989. JAKOBSON, Roman. “Lingüística y poética”. En: Ensayos de lingüística general. Bar- celona: Seix Barral, 1975. JURADO, Fabio. “La escritura: proceso semiótico reestructurador de la concien- cia”. En: Revista Forma y Función Nº 6. Bogotá: Universidad Nacional, Abril de 1992. KOFMAN, Sarah. El nacimiento del arte. Buenos Aires: Siglo XXI, 1973. KRISTEVA, Julia. Semiótica. Madrid: Funda- mentos, 1978. LAFARGUE, Paul. “El método histórico”. En: El materialismo histórico según los gran- des marxistas. México: Roca, 1973. LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacío. Barce- lona: Anagrama, 1986. LONDOÑO, Carlos Arturo. “La formación del sujeto reflexivo”. En: RevistaInquietud em- presarial. Vol. 2, No. 2. Tunja, UPTC, 1989. ————. “El sentido del arte”. En: Estanislao Zuleta 1935-1990. Tunja: La Rana y el Aguila, 1990. MATURANA, Humberto y VARELA, Francisco. De máquinas y seres vivos. Santiago de Chile: Universitaria, 1995. MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL (MEN). Guía para el maestro. Primer grado de enseñanza primaria. Parcelación. Bogo- tá: MEN, 1975a. ————. Guía para el maestro. Primer grado de enseñanza primaria. Desarrollo. Bogotá: MEN, 1975b. ————. Guía para el maestro. Segundo grado de enseñanza primaria. Desarrollo. Bogotá: Italgraf, 1972a. ————. Guía para el maestro. Tercer grado de enseñanza primaria. Anexo I. Bo- gotá: Italgraf, 1972b. ————. Guía para el maestro. Tercer grado de enseñanza primaria. Desarrollo. Bogotá: Italgraf, 1972c. ————. Marcos Generales de la Reno- vación Curricular. Bogotá: MEN, 1984. ————. Saber. Sistema Nacional de evaluación de la calidad de la evaluación. Primeros resultados: matemáticas y len- guaje en la básica primaria. Bogotá: MEN, 1992. MOCKUS, Antanas et al. Las fronteras de la escuela. Bogotá: Sociedad Colombiana de Pedagogía,1994. MONOD, Jacques. El azar y la necesidad. Barcelona: Orbis, 1986. MORIN, Édgar. Introducción al pensamien- to complejo. Barcelona: Gedisa, 1994. NOT, Louis. Las pedagogías del conoci- miento. Bogotá: Fondo de Cultura Econó- mica, 1994. RINCÓN, Gloria et al. “La lengua materna en la escuela y la Reforma Curricular”. En: Re- vista Educación y Cultura Nº 9. Bogotá: FECODE, Septiembre de 1986. RODARI, Gianni. Gramática de la Fantasía. Barcelona: Ferrán Pelissa, 1992. SAGAN, Carl y DRUYAN, Ann. Sombras de antepasados olvidados. Barcelona: Plane- ta, 1993. SCHRÖDINGER, Erwin. ¿Qué es la vida? Barcelona: Tusquets, 1983. STUBBS, Michael. Lenguaje y escuela. Ma- drid: Cincel-Kapelusz, 1984. TODOROV, Tzvetan. “Las categorías del re- lato literario”. En: Análisis estructural del relato(varios autores). Buenos Aires: Tiem- po Contemporáneo, 1970. ———— y DUCROT, Oswald. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lengua- je. Buenos Aires: Siglo XXI, 1975. VASCONI, Tomás. Ideología, lucha de cla- ses y aparatos educativos en el desarro- llodeAméricaLatina. Bogotá: Latina, 1975. ZULETA, Estanislao. Arteyfilosofía.Medellín: Percepción, 1986. ————. “Elogio de la dificultad”. En: Elo- gio de la dificultad y otros ensayos. Cali: Fundacíon EZ, 1996.