1. Tema 9.- La España del siglo XVII
9.1.- Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos.
9.2.- La crisis de 1.640.
9.3.- El ocaso del Imperio español en Europa.
9.4.- Evolución económica y social.
9.5.- Esplendor cultural. El Siglo de Oro.
9.1.- Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos.
Los monarcas que gobernaron en la España del siglo XVII son conocidos con el nombre de
Austrias menores (Felipe III, Felipe IV, Carlos II). Sus reinados coinciden con una época de decadencia
provocada por crisis demográfica, económica y política, que contribuyó a que la Monarquía
Hispánica perdiera el poder y la hegemonía que había tenido en el siglo anterior. Los Austrias
menores no gobernaron personalmente sus reinos, sino que se apoyaron en validos, personas de su
absoluta confianza en quien delegaban las principales decisiones de gobierno, tanto en política
exterior como interior.
El valido no era un cargo institucional, sino que era un nombramiento basado en la confianza
que los reyes tenían en determinadas personas. Sus rasgos comunes son:
o Actuaban como protectores del poder real y mediadores entre el rey y sus reinos.
o Pertenecían a la aristocracia.
o Crearon una red de clientelas familiares, que les permitió aumentar su poder.
El valido sustituirá los Consejos por Juntas, pequeños comités formados por un número
reducido de personas de su confianza, con el fin de agilizar la administración y sobre todo evitar el
control de los Consejos. La figura del valido fue criticada, pues su inmenso poder favorecía el
clientelismo y la corrupción.
El sistema del gobierno de los validos trajo consigo un aumento de la corrupción, puesto que los validos aprovecharon su poder para
conseguir prebendas, beneficios, cargos, títulos y demás mercedes tanto para él como para sus familiares y amigos, produciéndose
rivalidades e intrigas entre los que gozaban del favor real y los que no. Pare el monarca, el valido suponía una ventaja, porque el rey nunca
era responsable de una decisión errónea, pues él no la había tomado, de forma que las críticas caían sobre el valido que, además, era
fácilmente sacrificable y sustituido por otro.
La institución del valimiento no fue exclusiva de España, sino que es algo que se convirtió en característica común en algunas monarquías
del siglo XVII; el duque de Buckingham en Inglaterra y los cardenales Richelieu y Mazarino en Francia son prueba de ello.
En el reinado de Felipe III (1598-1621) es nombrado valido el duque de Lerma (que en 1618
es sustituido por el duque de Uceda) que practicó una política exterior pacificadora (Tregua de los
Doce Años con los Países Bajos). En política interior, destaca como principal conflicto la expulsión de
los moriscos (1.609-1.610), alegando razones de seguridad interna. Esta minoría fue acusada de
continuar practicando la religión musulmana y de mantener sus costumbres. Se sospechaba de ellos
como posibles colaboradores de los piratas berberiscos o turcos del Mediterráneo. En 1.609 Felipe
III decretó su expulsión de Castilla, Aragón y Valencia. Unos 300.000 moriscos se vieron obligados
por la fuerza a dejar su tierra y su forma de vida. Como consecuencia se produjo un descenso
demográfico y una crisis de la actividad agrícola y artesanal en especial en Aragón y Valencia.
En el reinado de Felipe IV (1621-1665), su valido, el conde-duque de Olivares, puso en
marcha una serie de reformas administrativas, fiscales y militares con el fin de fortalecer la
monarquía española y evitar su decadencia. El asunto político más importante era la unificación de la
monarquía bajo unas mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo de las de Castilla . En política
exterior, España participa en la Guerra de los Treinta Años y no renueva la Tregua de los Doce Años
con Holanda. Para llevar a cabo esta política, pretendió crear un ejército permanente con soldados
reclutados de todos los reinos (Unión de Armas, 1626). Se trataba de que todos los reinos
contribuyeran de forma equitativa a la política exterior, pero esto chocaba con los derechos e
intereses de los diferentes reinos, por lo que las medidas provocaron un rechazo general, que se
concretaron en la Crisis de 1.640 con la rebelión de Cataluña (y Valencia, “segundas germanías”) y de
Portugal. Esta crisis costó el puesto al conde-duque de Olivares, que fue destituido por el rey.
El reinado de Carlos II (1665-1700) “el Hechizado” estuvo marcado por la debilidad mental y
física del rey. Esto dio lugar a luchas internas por el poder, en especial durante la regencia de su
madre Mariana de Austria, asesorada por un Consejo de Regencia (Carlos II tiene 4 años cuando muere
Felipe IV). Se suceden como validos Fernando Valenzuela y Juan José de Austria. A partir de 1680, la
llegada al poder del duque de Medinaceli y del conde de Oropesa marca una etapa de cierta calma,
en la que se toman medidas para sanear la Hacienda y estabilizar la moneda. En este reinado hubo
también protestas de carácter social, protagonizadas por los campesinos ante la difícil situación que
viven. Pero el mayor problema del reinado fue el sucesorio, ya que la falta de herederos directos del
rey desembocará en la Guerra de Sucesión española a comienzos del s. XVIII.
Ana Girón. IES Cardenal Herrera Oria anaprofeharte@gmail.com
2. 9.2.- La crisis de 1640.
En el reinado de Felipe IV (1621-1665) su valido, el conde-duque de Olivares, inicia un programa de
ambiciosas reformas con el fin de reforzar la autoridad real, alcanzar la unidad entre los distintos
reinos y lograr una mayor contribución fiscal a las cargas de la monarquía. En su proyecto, conocido
como el Gran Memorial, pretendió crear un ejército permanente –la Unión de Armas, 1626-, por la
que los diversos territorios del Imperio español debían contribuir de forma equitativa con dinero y
hombres para mantener un ejército poderoso, que defendiera los intereses de la monarquía
hispánica.
Estos proyectos fracasaron ante la oposición de los territorios periféricos, siendo el momento más
crítico las revueltas independentistas de Cataluña y Portugal en 1640.
o La rebelión de Cataluña (1640-1652):
La Corona de Aragón se opuso a la Unión de Armas, en especial Cataluña, donde en 1640
estalló una grave sublevación motivada por:
Los reclutamientos forzosos de hombres para la Guerra de los Treinta Años y la
paralización del comercio como consecuencia de la misma.
Los desmanes cometidos por las tropas reales en la frontera entre Francia y
Cataluña.
El levantamiento popular de Barcelona estuvo protagonizado por los campesinos (els
segadors). Como consecuencia el virrey fue asesinado el día de la festividad del Corpus
Christi, y el resto de las autoridades reales debieron huir. Es el llamado “Corpus de Sangre, 7
de Junio de 1640”. La Generalitat, presidida por Pau Claris, se hizo cargo de la situación
declarándose en rebeldía, no reconociendo como rey a Felipe IV y estableciendo una
república que, tras la habilidad diplomática francesa, acabaría acatando la soberanía de Luis
XIII, al que nombraron conde de Barcelona. Los rebeldes se pusieron bajo la soberanía de
Francia y solicitaron ayuda militar. La rebelión fue dura y se mantuvo hasta 1652, cuando el
descontento por el carácter subordinado de su unión con Francia, los efectos de la peste y el
temor de la oligarquía catalana ante las peticiones de los rebeldes propiciaron la capitulación
de Barcelona, que dio paso a una solución negociada: Se indultó a los revolucionarios y se
mantuvo la legislación propia de Cataluña, lo que contribuyó a la pacificación.
o La independencia de Portugal (1640-1668):
El ejemplo catalán alienta la rebelión de Portugal, que estalla en el mismo año de 1640 y que
concluirá con la independencia de Portugal. También este reino se había opuesto a la Unión
de Armas y a la introducción de nuevos impuestos. Además en Portugal existía un grave
descontento debido a que sus colonias del sureste asiático habían sido invadidas por Holanda,
sin que se hubiera hecho nada por evitarlo. La sublevación, motivada por el reclutamiento de
tropas, estuvo apoyada por la Iglesia de ese reino. La rebelión portuguesa sorprende a Felipe
IV y a Olivares, ocupados en demasiados frentes (Guerra Treinta Años, rebelión catalana), que
no pueden controlar la sublevación ni impedir la independencia. Las Cortes portuguesas
proclaman rey al duque de Braganza con el nombre de Juan IV, con el apoyo de Francia e
Inglaterra. El conflicto finaliza en 1668, cuando Mariana de Austria, regente de Carlos II,
reconoce la independencia de Portugal.
o En los años cuarenta del siglo XVII hubo otros conflictos en Nápoles y Sicilia por motivos similares
a los señalados (presión fiscal, Unión de Armas), que dieron lugar a la supresión de los nuevos
impuestos y a la sustitución del virrey.
Los graves problemas internos y las derrotas externas llevaron a Felipe IV a destituir a Olivares
(1.643), y a nombrar un nuevo valido, Luis de Haro, aunque en adelante el rey se implicará más
directamente en la acción de gobierno.
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3. 9.3.- El ocaso del Imperio español en Europa.
Las costosas guerras mantenidas por Carlos V y Felipe II en el siglo XVI habían provocado el
agotamiento económico de Castilla, por lo que el reinado de Felipe III (1598-1621) comenzó con una
política de pacificación, a la que contribuyeron la muerte de dos enemigos tradicionales: Isabel I de
Inglaterra y Enrique IV de Francia. Con ambos países se firmaron tratados de paz (Paz de Londres en
1604 y acuerdos matrimoniales con Francia). También en 1609 se firma la Tregua de los Doce Años
con las Provincias Unidas (1609-1621), debido al estancamiento de la guerra, la incapacidad de
costear los gastos militares y al cansancio de ambos bandos. Sin embargo, los holandeses
mantuvieron de forma soterrada ataques a intereses económicos de la monarquía hispánica.
El cambio de reinado dio lugar a un giro radical en la política exterior. La política exterior del
reinado de Felipe IV (1621-1665) y su valido el conde-duque de Olivares estuvo marcada por la
intervención en la Guerra de los Treinta Años (1.618-1.648), y tuvo como objetivo recuperar el
prestigio español frente a otras potencias europeas (Francia, Holanda, Inglaterra). Así, no se renueva
la Tregua e los Doce Años con las Provincias Unidas (1609).
o
La Guerra de los Treinta Años se inició por motivos religiosos y por enfrentamientos políticos
entre los príncipes alemanes, y terminó siendo una guerra europea, en la que los motivos
religiosos eran un pretexto, pues el problema era la hegemonía europea, hasta ahora en
manos de la Casa de Habsburgo a través de sus dos líneas emparentadas: la española y la
austríaca. Felipe IV intervino en la guerra para apoyar a los Habsburgo de Austria contra los
Estados alemanes, protestantes, y mantener el control de los dispersos territorios de su
imperio europeo. Las potencias rivales estaban lideradas por Francia que, a pesar de ser
católica, apoyaba la causa protestante de alemanes y holandeses para así debilitar la
posición de los Habsburgo. Durante los primeros años, los Habsburgo llevaron la iniciativa y
consiguieron victorias (conquista de Breda, derrota de la armada inglesa en Cádiz,…). Sin
embargo, los problemas con la llegada de remesas de plata americana repercutieron
negativamente en la guerra y se encadenan una serie de derrotas (Rocroi, 1643). Finalmente
los países, agotados por el esfuerzo bélico, firmaron la Paz de Westfalia (1.648). Este
tratado significó el fracaso de los Habsburgo españoles y austriacos, la confirmación de la
hegemonía de Francia y la independencia de Holanda. La guerra entre España y Francia
continuó hasta la Paz de los Pirineos (1.659), por la que Francia consigue el Rosellón, la
Cerdaña y parte de Flandes.
Durante el reinado de Carlos II (1665-1700), la primera medida fue reconocer la independencia de
Portugal (Tratado de Lisboa, 1668). El acoso de Francia continuó con una agresiva política
expansionista. Luis XIV, aprovechando la debilidad del reinado de Carlos II, logra el Franco Condado
y Luxemburgo (Paz de Aquisgrán, 1668). Sólo la posibilidad del nombramiento de su nieto Felipe de
Anjou como heredero de Carlos II frenó al monarca francés.
Finalmente la Guerra de Sucesión española acabó desintegrando el patrimonio europeo de los
Habsburgo.
9.4.- Evolución económica y social.
El siglo XVII se caracterizó por una grave crisis demográfica y económica, que tuvo mayor
repercusión en Castilla.
1. La crisis demográfica dio lugar a un periodo de estancamiento y regresión de la población. A
comienzos del siglo XVIII la población española era de unos ocho millones de habitantes, algo
inferior a la de cien años antes. Las causas fueron:
o Crisis de subsistencia, provocadas por sucesivas malas cosechas, que dieron lugar a hambrunas.
o Epidemias periódicas, favorecidas por la desnutrición de la población. Fueron especialmente
graves: la epidemia de 1.598-1.602 (afectó sobre todo a Castilla, causó unos 500.000 muertos); la de 1.647-1.652
(afectó a Andalucía y Levante, con 200.000 muertos); y la de 1.676-1.685.
o Guerras: Entre 1.640 y 1.668 las guerras en suelo peninsular fueron permanentes (rebelión
de Cataluña y Portugal, guerra con Francia y Holanda).
o Expulsión de los moriscos: Tuvo una incidencia importante en los reinos de Valencia (pierde un tercio de su
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4. población) y Aragón. Unas 300.000 personas se vieron obligadas a abandonar la península.
2. La crisis económica estuvo marcada por el agotamiento económico a causa de las continuas
guerras.
o El esfuerzo bélico provocó un progresivo endeudamiento de la Hacienda Real, empeorado
por la disminución del volumen de metales preciosos procedentes de América. Para
remediar esta situación se intentaron buscar nuevas fuentes de ingresos: alteraciones
monetarias, que crearon un caos monetario y una inflación galopante que desorganizó la
economía del país, la creación de nuevos impuestos, la venta de cargos públicos, de vasallos
(conversión de lugares de realengo en señoríos jurisdiccionales), de privilegios de villazgo
(mediante la que una aldea vinculada a un municipio adquiría el rango de villa
independiente) y de títulos nobiliarios. Estos recursos sirvieron para afrontar las
necesidades inmediatas de la Corona, sobre todo los gastos militares y el pago de los
crecientes intereses a sus acreedores, pero no solucionaban el endeudamiento de la
Hacienda Real. El Estado sufrió sucesivas bancarrotas, con el consiguiente endeudamiento y
descrédito del Estado.
o
La crisis afectó a todos los sectores productivos:
• En agricultura descendió la producción, a causa de diversos factores: Falta de mano de
obra a consecuencia de la crisis demográfica, descenso de la demanda, sucesión de
plagas y malas cosechas, estancamiento o subida de precios, y fuerte presión fiscal.
• La ganadería también se vio afectada, reduciéndose la cabaña de la Mesta de tres a dos
millones de cabezas de ganado, lo que supuso un descenso de las exportaciones de
lana.
• La industria textil sufrió también pérdidas, debido a la caída de la demanda, a la
presión fiscal y a la rigidez de las normas gremiales. En Cataluña y Valencia la
producción industrial se reorganizó, en cambio en Castilla se acentuó la ruralización.
o Las dificultades económicas afectaron tanto al comercio interior (deficiente red de caminos,
tendencia al autoconsumo), como al comercio exterior, (bloqueos marítimos, aumento del
coste de los fletes, competencia de otros países). En 1.700 únicamente el 5% de los
productos que se enviaban a América se realizaban en España.
o A esto factores hay que añadir una mentalidad rentista que despreciaba el trabajo comercial
y las inversiones.
o La crisis fue más aguda en Castilla y Andalucía, mientras que las regiones del Mediterráneo y
el Cantábrico presentan signos de recuperación en el último cuarto de siglo, a partir de
1680.
3. Desde el punto de vista social, la crisis económica tuvo graves repercusiones sociales, al verse
afectados por ella especialmente los sectores más desfavorecidos de la población, que vieron
cómo aumentaban las cargas fiscales y la presión de los señores. La estructura de la sociedad
española no varió, siguió siendo una sociedad estamental, cerrada a la movilidad social, con dos
estamentos privilegiados (nobleza y clero) y un tercero, en el que predominaban un elevado
número de campesinos sin tierras, que trabajaban a jornal. La nobleza experimentó un
considerable aumento numérico, como consecuencia de las ventas de títulos, aunque el
descenso demográfico y la crisis agraria provocó una disminución de las rentas señoriales.
También creció el número de religiosos, ya que el ingresar en las filas del clero era una solución
en tiempos de crisis. En España el papel de la burguesía era reducido, como consecuencia de la
baja actividad artesanal y de comercio. El crecimiento del número de mendigos y pícaros es
característico de esta época y responde a la crisis y a la desprotección jurídica y social que sufrían
los más débiles.
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5. 9.5.- Esplendor cultural. El Siglo de Oro.
Las últimas décadas del siglo XVI y el siglo XVII coinciden con una etapa de elevada
creatividad artística y literaria denominada el Siglo de Oro. En este periodo el movimiento
artístico dominante es el Barroco.
• La cultura barroca era propagandística y estaba al servicio de la Iglesia católica y de la
monarquía, sus mecenas más importantes. El pensamiento y el arte español defienden
los principios de la Contrarreforma católica establecida en el Concilio de Trento.
• Presentó distintas escuelas nacionales y buscó llegar a un público masivo a través de los
sentidos recurriendo al realismo naturalista, la ostentación y el lujo, los efectos dramáticos y
teatrales y, en general, mediante cualquier elemento contrario al equilibrio clásico.
• En el ámbito del pensamiento aparece un grupo de críticos a los que despectivamente se
denominó arbitristas. Hoy son, para muchos, precursores de los ilustrados del XVIII y entre
otros destacan figuras como Sancho de Moncada.
• En medio de una población mayoritariamente analfabeta, el acceso a la cultura seguía siendo
minoritario, accesible a sectores económicos prósperos de las ciudades y la nobleza. Jesuitas y
dominicos controlaban la enseñanza tanto en España como en América. Era una enseñanza
basada en sistemas tradicionales, en la discusión circular sobre las teorías de los antiguos y de
los escritores admitidos por la Iglesia, en donde la investigación brillaba por su ausencia y la
técnica y la ciencia entraron en decadencia profunda, justo cuando en Europa se desarrollaba la
filosofía racionalista y la investigación experimental.
El dominio de la Iglesia sobre las cátedras y sobre el tipo de enseñanza era absoluto.
• En España el “Índice de libros prohibidos” filtraba cualquier tesis que contraviniera las verdades
admitidas.
• No ocurrió lo mismo en la literatura y el arte, aquí la eclosión fue espectacular, debido a la gran
afición al teatro y a las fiestas, así como el hecho de que muchos autores estuvieran al servicio
de la ideología dominante y no sufrieron persecución inquisitorial.
o Así en Literatura, una de las creaciones más características y propias es el auto sacramental,
pieza teatral de tema religioso, cuyo gran maestro fue Calderón de la Barca. La obra cumbre de
Miguel de Cervantes es El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, escrita en dos partes
(1605 y 1615). La literatura una vez más nos refleja el mundo del pesimismo vital, reflejo del
malestar social y económico del momento en obras maestras de la novela picaresca como El
Buscón, de Quevedo. En poesía aparecen Góngora y Quevedo, representantes del culteranismo y
del conceptismo respectivamente. Finalmente el teatro, que gozó de enorme popularidad, contó
con dramaturgos de la talla de Lope de Vega, Tirso de Molina y el ya citado Calderón de la Barca.
o El Arte Barroco español encuentra en la pintura su principal manifestación artística, que era
utilizada por la Iglesia para fomentar la religiosidad y por la monarquía para exaltar su poderío.
Predominan los temas religiosos cargados de gran dramatismo, que buscan conmover al
espectador y difundir los principios católicos. Destacan Zurbarán, Murillo, Claudio Coello. Pero
por encima de todos destacó Diego Velázquez, convertido desde 1622 en pintor de corte de
Felipe IV. Buena parte de la imagen que tenemos del siglo XVII español se debe a sus pinceles. La
escultura se caracteriza por el realismo y el naturalismo de las escuelas de imaginería castellana y
andaluza (Gregorio Fernández, Martínez Montañés, Alonso Cano. La arquitectura barroca
evoluciona desde un inicio más austero (Plaza Mayor de Madrid, Juan Gómez Mora) hasta las
obras de los Churriguera (Plaza Mayor de Salamanca) y las fachadas ornamentadas (Fernando
Casas Novoa, fachada del Obradoiro de Santiago de Compostela).
No obstante, pese a la presencia de auténticas obras de arte en pintura (Velázquez, Murillo,
Zurbarán,…) o en Literatura (Lope de Vega, Cervantes, Calderón Quevedo, Góngora), la cultura
española de la época tuvo un carácter conservador y aislado, sobre todo en lo referido al
pensamiento intelectual y al científico. Las causas de ello hay que buscarlas en el clima de
catolicismo que impregnaba las universidades, en la falta de una burguesía emprendedora y en el
atraso económico y social imperante. A España prácticamente no llegaron las ideas científicas y
filosóficas de la época (Galileo, Descartes, Newton) porque estaban prohibidas y perseguidas por la
Inquisición. La ciencia española experimentó así un gran atraso en el siglo XVII en relación con el
resto de Europa.
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