Tras la muerte de Moisés, Josué guió a los israelitas a la Tierra Prometida de Canaán. Allí se organizaron en doce tribus gobernadas por jueces que los defendían de ataques externos. Con el tiempo, los filisteos se volvieron una gran amenaza, por lo que los israelitas decidieron cambiar a un sistema monárquico con su propio rey para defenderse de manera más efectiva.