El libro de la naturaleza mockus y otros (1)[1] (1)
1. El libro de la naturaleza
Extracto tomado del texto clásico Lenguaje, voluntad de saber y calidad de la
educacón.
CARLOS AUGUSTO HERNÁNDEZ, ANTANAS MOCKUS, JOSÉ GRANÉS y JORGE
CHARÚN
Editatado por el GIMNASIO INTERNACIONAL DE MEDELLÍN como fundamento
general de la didáctica del juego
A partir de la creencia medieval de que toda verdad está consignada en un texto
(el texto de las Sagradas Escrituras), se extendió la idea de que conocer es leer y
así, en los comienzos de la edad moderna, se habló del "libro de la naturaleza" y
del "lenguaje" que le era específico.
Por la importancia de la tradición escrita, por el hecho de que esta tradición ha
permitido el decantamiento, la conservación y transformación crítica de un
conjunto cada vez más rico de saberes, se ha llegado a pensar todo conocer como
un leer.
Así como leer un texto es construir una interpretación que liga sus distintos
momentos, así también "leer" la naturaleza es construir una red de relaciones
entre los diversos fenómenos. Así como en la lectura del texto emerge una unidad
en la que se recoge sintéticamente el sentido del mismo, así también en el
estudio de la naturaleza aparece la ley que integra y da cuenta de una
multiplicidad de experiencias. En ambos casos "leer" es ir más allá de lo
inmediato, es tomar distancia reflexivamente frente a lo dado para comprenderlo
de acuerdo con su lugar en un contexto de razones.
“Leer" el libro de la naturaleza significa ocuparse de entenderla, de interpretarla a
través de un lenguaje. En este sentido, aprender una ciencia es aprender su
lenguaje.
Ahora bien, muchas lecturas son posibles. Lo que a lo largo de la historia los
hombres han visto en el mundo de la naturaleza –las lecturas que han hecho de
ella– podría llenar hoy miles de páginas de literatura fantástica. Los elementos
con los cuales esas lecturas se han compuesto son de lo más variado. Leyendo
hoy esas lecturas –esas explicaciones de los fenómenos naturales– podemos
reconocer los poderes establecidos en la sociedad, los deseos más ocultos, lo
permitido y lo prohibido. Con la ayuda de la antropología, del psicoanálisis, de la
historia, es decir, con la ayuda de los textos escritos que sintetizan nuestro
conocimiento sobre el mundo, podemos "leer" hoy el "libro" de las sociedades
antiguas (lo que creemos que fueron esas sociedades) en las lecturas que ellas
hicieron de la naturaleza.
2. Leer hoy el libro de la naturaleza implica conocer los sistemas actuales de
clasificación de los fenómenos, las matemáticas, las teorías. Esta lectura
elaborada se aprende gradualmente en la escuela.
La interpretación contextual implica un conocimiento universal, esto es, la
explicación simultánea de innumerables situaciones. Parafraseando un texto de
Sábato (en “Uno y el universo"), sabemos algunas cosas si hemos aprendido que
para calentarnos debemos acercamos a la estufa o que, si llegamos tarde a la
mesa, el café estará frío; sabremos efectivamente esto, y mucho más, si hemos
aprendido en la escuela (o fuera de ella) que el calor pasa de los cuerpos
calientes a los cuerpos fríos.
Antes de esa lectura propia de la escuela los niños se han dado explicaciones de
muchos fenómenos a partir de sus experiencias, de la relación con otros niños y
con los adultos y de la información que circula a través de los medios masivos de
comunicación. Basta dar oportunidad a los alumnos de dar sus propias
explicaciones para advertir que también ellos entienden a su modo los fenómenos
y los acontecimientos; sin embargo esas explicaciones pueden ser inestables y
dependen en gran medida de la situación. Generalmente la lectura propia de la
escuela, que ordena a su manera los fenómenos (por ejemplo, mediante la
división de la naturaleza en "reinos", en "géneros" o "especies") no sólo se
enseña, sino que se opone, o se superpone a las explicaciones de los niños. Ahora
bien, tomar en serio esas explicaciones y trabajar sobre ellas, discutiéndolas, es
darle un sentido al ejercicio de la capacidad de construir y explorar experiencias,
de fundamentar y argumentar, de contradecir y de buscar explicaciones
alternativas. Es progresar en el conocimiento, más aún si, de este modo, se
cultiva el deseo de llegar a explicaciones generales y coherentes.
La clase de ciencias, la de sociales, la de matemáticas, son además ocasiones
para la apropiación del lenguaje tanto como la de español y literatura. La finalidad
de la escuela no sería en este caso aprender simplemente la explicación escolar
aceptada –la que está consignada en el texto o en el programa– sino llevar al niño
a reconocer las características de un modo específico de preguntar y de
responder y a apropiarse de algunos conocimientos que le permitan experimentar
la fuerza de ese modo de preguntar y de responder.
De este modo, en la escuela, el alumno podría entrar en una relación activa con el
conocimiento universal. Inevitablemente, no puede apropiarse sino de una
mínima parcela de ese saber históricamente decantado por la humanidad. Lo
importante no es agobiarse con un exceso de contenidos, sino establecer un
vínculo con la tradición escrita que preserva y amplía esa riqueza, expresión de la
trascendencia del género frente al individuo. Por ello, un propósito prioritario de la
escuela es hacer posible el acceso al mundo de lo escrito.