1. “LEYENDA DE LA ROSA Y LA CALANDRIA”
Érase una vez, hace muchísimos años, a orillas de un río que serpenteaba
en medio de la llanura, donde convivían en perfecta armonía animales y toda
especie de plantas, cubiertas de flores y frutos, de colores brillantes,
perfumes sublimes y en medio de un concierto de sonidos variados, que
nacieron, el mismo día, una hermosa Rosa Roja y una pequeña Calandria.
En medio de ese paraíso crecieron, despacito, sin prisas, pero hermosas y
felices.
La Rosa estaba cada día más lozana y delicadamente perfumada, mientras
la Calandria se llenaba de un suave y elegante plumaje, ensayando pequeñas
serenatas.
Comenzó entre ellas una amistad que fue aumentando según pasaba el
tiempo.
La Calandria recorría el cielo azul en largos vuelos y, al regresar, le
contaba a su amiga de otros paisajes lejanos que había conocido. La Rosa la
escuchaba con atención y le regalaba su perfume y belleza.
El afecto entre ellas era conmovedor, se habían elegido entre todos los
seres, y valoraban y cuidaban ese sentimiento.
Un día ocurrió que la Rosa Roja amaneció enferma. La calandria la
acompañó, trató de animarla, pero fue en vano. Ella había contraído una
extraña enfermedad que se iba llevando su color y perfume.
Preocupada la Calandria, consultó a cuanto pájaro sabio se cruzaba en su
camino, mas ninguno supo cómo curarla. ¡¡Su amiga se moría,
inevitablemente!!
Del rojo carmesí sólo quedaba un pálido rosado…
Le faltaba consultar con el Patriarca de las Flores. Entonces decidió volar
en su búsqueda. Lo encontró recorriendo los jardines de un reino muy lejano.
2. El Patriarca escuchó con atención el relato y le dijo con voz grave y
apesadumbrada: --“Sólo la salvaría la sangre de un ave jóven y fuerte que se
mezclara con su savia, pero ¿Quién es capaz de dar su vida por una rosa?”—
Le sonrió con tristeza y siguió su camino.
¡La Calandria voló raudamente con una decisión en su corazoncito!
Se acercó a la Rosa Roja, que ya ni siquiera podía hablar… ¡Tan débil
estaba!
Le susurró al oído, con la mayor ternura que alguien pudiera imaginar:
-“¡Yo te voy a salvar AMIGA MÍA, no importa que en ello me vaya la vida!”-
Eligió su canto más armonioso y comenzó un recital magnífico y
conmovedor como nunca se había escuchado es ese lugar.
Se posó sobre el rosal, buscando la espina más larga y punzante, acercó el
pequeño corazón a ella y, de a poquito, fue clavando allí su pechito…La
sangre del avecilla comenzó a mezclarse con la savia del rosal.
No dejaba de cantar, la voz se le iba apagando , pero veía con felicidad
como su querida amiga comenzaba a recobrar su color y perfume.
¡Valía la pena es sacrificio! Las últimas notas ni se escucharon, con la
última gota de su sangre la tarea estaba cumplida.
La Rosa entonces abrió los ojos y descubrió el cuerpecito inerte de la
amiga, que le había dado la mayor muestra de AMOR que alguien podía dar.
Gruesas lágrimas se deslizaron por esos pétalos, ahora llenos de color
nuevamente (luego alguien las llamaría rocío).
El patriarca de las Flores se acercó conmovido por la escena y le dijo:-“No
llores ni sufras, ella se fue feliz por haber salvado TU VIDA. Estoy seguro que
habrías hecho lo mismo por la suya. Tu compromiso será cuidar y honrar lo
que se ha concedido con tanto AMOR.”-
La Rosa siguió viviendo por mucho tiempo más.
3. Se dice que orillas de ese río, alguna vez se asentó una tribu. Su anciano
Cacique escuchó este relato de una vieja Calandria (¡ Sí , alguna vez los
hombres entendimos el lenguaje del universo¡) Así , la entrañable leyenda
comenzó a transmitirse a través de los siglos.
Y dicen que todas las personas que habitan en sus márgenes hacen de la
AMISTAD un culto. Siempre se escucha un canto de Calandria en el aire y en
sus jardines crecen Rosas Rojas.
Ilda Ramello.