1. Breviario de crítica literaria
Ricardo Vírhuez Villafane
El escritor es, en primer lugar, un crítico de su realidad y por ello selecciona
determinados aspectos del mundo para recrearlos según los modelos que su imaginación
e intereses le requieran. Lo mismo hace el crítico, pero no frente al mundo sino frente a
la obra literaria. El crítico selecciona determinados aspectos de la obra literaria y se
enfrenta a ellos. En resumen, el crítico sintetiza esa otra gran síntesis realizada por el
escritor, y esos son sus límites. La idea de una crítica neutral u objetiva es por ello
imposible. El crítico no es un francotirador, sino el soldado de un ejército llamado
ideología.
El crítico no es necesariamente un lector especializado, pues debido a la constante
novedad de la creación literaria nadie puede estar totalmente “especializado” o reparado
para enfrentarse a los nuevos retos de la creación literaria, la cual siempre va por delante
de la crítica para someterla al reto de la interpretación y la lectura.
La necesidad hace que las armas de la crítica sean en la actualidad diversas,
multidisciplinarias y omnívoras. Pero solo se trata de instrumentos, los cuales sirven
para el inevitable salto al vacío que es el intento de alcanzar la comprensión total de la
creación literaria. ¿Qué es la crítica literaria, sino sorpresivos, inteligentes y constantes
saltos al vacío para aprehender la literatura, siempre esquiva, enriquecedora, novedosa?
Los instrumentos de la crítica, cuando se confunden con sus objetivos, producen la
metacrítica sospechosa, arrogante, que mira por encima del hombro a la creación
literaria porque, en el fondo, se sabe inferior a la imaginación verbal de la literatura que
justifica su existencia. Pero la crítica es inseparable de la creación. Porque todos los
intentos de acceder a la belleza de la palabra alcanzan su cima en la crítica, depositaria
de las esperanzas para la comprensión y el mejor goce de la obra literaria.
El conocimiento de la tradición literaria, es decir, del desarrollo continuo de la literatura
a través de los tiempos, confunde a menudo a la crítica. Supone que la producción
literaria debe ser continuidad y no ruptura ni retroceso. Y la crítica califica y valora en
lugar de comprender. Pero la creación literaria tiene su propia manera de existencia y
comúnmente retrocede para saltar mejor. También retrocede para demostrar que la
continuidad es un malentendido. Y retrocede, finalmente, porque la creación es libertad,
algo que la crítica, atada a sus métodos e instrumentos, todavía desconoce.
Frente a la libertad creadora, la crítica opone burocracia, reglas, códigos, busca
coherencias, inventa conceptos, propone categorías. A menudo la crítica cae en su
propia trampa, e impone —en lugar del canon literario— el canon del mercado. El
canon del mercado a menudo es literatura sospechosa y casi siempre es subliteratura: la
obra famosa, la obra impuesta.
El canon literario en cambio es la summa, lo cernido, la ruta. El canon literario es
propaganda. Y por eso es ideología y es política. De ahí su importancia y la explicación
de por qué la crítica entrampada, a veces, quiere hacer pasar el canon del mercado como
canon literario.
2. A la crítica hay que exigirle rigor, y la misma crítica se vanagloria por ello. Pero ella no
se exige creatividad, porque no puede traspasar los límites que sus propios instrumentos
le permiten. ¿Qué es rigor en la crítica literaria? Es el conjunto de categorías, métodos y
recursos que el crítico debe conocer y aplicar correctamente.
Entre las diversas maneras de hacer crítica literaria, es la crítica académica la que exige
rigor a la crítica por razones de imagen. Para demostrar que los críticos académicos
estudiaron 5, 10 o 20 años y se encuentran mejor capacitados que aquellos que solo
reseñan en periódicos y revistas. ¿Y por qué la crítica académica, en lugar de exigir
rigor, no pide creatividad, penetración, intuición? Porque la crítica se sabe limitada. Sus
instrumentos son su medida, la prueba de su existencia.
¿Por qué la crítica académica denuesta y se burla de la crítica fugaz de periódicos y
revistas? Principalmente, debido a celos por la cercanía de la crítica periodística con los
lectores. ¿Porque quién lee a los críticos académicos? Ellos dicen que no les importa si
nadie los lee, porque escriben y publican para un público mínimo, especializado. Así, la
crítica académica se sabe incapaz de acercarse a los lectores. Y solitaria, ve apolillarse
sus textos con la única satisfacción de haber sido rigurosa.
Pero la crítica periodística no es un lecho de rosas. Se trata casi siempre de un pantano
mercantil y argollero, célebre por su imprecisión, pero de una vitalidad extraordinaria.
Por su carácter impresionista, fresco, afirmativo, por su falta de escrúpulos en la
calificación, la crítica periodística ha influido realmente en la opinión de los lectores y
en la carrera literaria de los escritores. Es una crítica creativa, equivocada casi siempre,
a veces con chispazos de genialidad, más intuida que pensada.
Si la crítica académica es peligrosa por sus desplantes de pavo real, la crítica
periodística es mortal por su irresponsabilidad. Curiosamente, esta situación fronteriza
constituye la belleza de la crítica. Los ejemplos de maltrato a escritores son
innumerables, y la lista de sus víctimas, infinita. Sin duda, si la crítica es más famosa
por sus yerros que por sus aciertos, ello se debe a que ninguna crítica es objetiva o
acertada, a menos que la confunda con el elogio que la amistad o el buen humor
pudieran procurarnos.
La crítica, en consecuencia, solo realiza acercamientos, solo enamora, rodea, lanza
redes, requiebra, corteja, seduce de mil maneras, y si la entendemos así no caeríamos en
la demagogia de solo exigir rigor a una disciplina que debería ser sencillamente
creativa.
El placer de una reseña periodística se mide por el riesgo que ésta asume frente a la
creación. La valoración inmediata reemplaza al método, pero sin saberlo abre puertas e
intuye caminos que por falta de espacio no puede recorrer, y luego los olvida. La crítica
literaria en el Perú está colmada por este tipo de experiencias, y quienes lo ejercitaron
con un vigor que aun ahora fascina fueron los propios creadores.
Salvo honrosas excepciones, han sido los escritores quienes enrumbaron la crítica
literaria por el camino que ahora la crítica académica recusa: la improvisación, la fácil
valoración, la ausencia de amplitud y de método. ¿Pero qué crítico académico ha hecho
crítica, en pocas palabras, con la misma o mejor belleza que los propios escritores en
sus improvisadas reseñas? ¿Qué crítico académico se ha abierto tanto a la literatura en
3. provincias como los propios creadores provincianos, con reseñas, comentarios breves,
artículos escritos al vuelo?
La crítica, ante todo, es estimulante. Es una cortina que repentinamente se corre y nos
permite mirar lejos y profundamente. La crítica no es belleza pero nos permite verla con
otros ojos, gozarla de otra manera. La crítica comparte, no impone. ¿Existe este tipo de
crítica? Sin ninguna duda, y tenemos una importante tradición pedagógica al respecto,
así como muchas pruebas de lo contrario.
Tal vez las afiladas armas del rigor crítico deberían apuntar contra blancos que mejor se
lo merecen. Por ejemplo, el canon del mercado, la imposición publicitaria, la ideología
intimidante, los ídolos de barro, las prácticas mercenarias de reseñadores de páginas
culturales de periódicos. Y rendirse sin rencor ante la creación literaria.
La crítica literaria tiene mucho camino que recorrer ante una realidad tan múltiple como
la peruana. Por suerte, no somos un país monocultural, no somos una sola nación ni una
sola tradición literaria. Somos muchas lenguas, diversas tradiciones, variadas prácticas
creativas. La abundancia de la literatura oral aún sigue alimentando a la literatura
peruana en general. Nos rodea la multitud por todas partes. ¿Cómo no ser un crítico
amplio, multilingüe, historiador, antropólogo, poeta y crítico al mismo tiempo?
Como la poesía y la narrativa, la crítica es también un sueño, un instrumento, un
resultado, un camino para dignificar la vida humana. Es la vía que une los numerosos
caminos de la cultura del hombre. Y la que nos repite que ante todo hay una verdad
irrecusable: que hay muchas tareas pendientes, muchos sueños inconclusos, muchas
realidades que transformar.