1. DIOS QUIERE QUE SEAMOS FELICES.
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. (Jn. 1, 1 – 18).
Queridos amigos: En nuestra relación con los demás, todos observamos la
diversidad de imágenes que tenemos de Dios. Unas asumidas y otras
condicionadas por nuestra familia, catequistas, profesores o predicadores.
Es Jesús el único que nos ha dado a conocer la verdadera imagen de Dios,
“haciéndose carne y viviendo entre nosotros”. ¿Cuál es?
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Un Dios Padre, que nos ama, que nos cuida y nos protege como a hijos suyos.
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Un Dios Padre, fuente de amor, que busca nuestro progreso y nuestra plenitud.
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Un Dios que vive entre nosotros para que encontremos sentido a la vida, al
trabajo, al compartir y al amar.
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Un Dios Padre bondadoso, compañero, cercano y accesible, que bendice la vida
y que busca nuestro bien.
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Un Dios Padre, para quien nadie es insignificante ni perdido, para quien nadie
está huérfano, solo ni abandonado.
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Un Dios Padre, que es amor y perdón, que acoge y abraza siempre.
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Un Dios, que nos acepta tales y como somos y que quiere que seamos dichosos,
felices y bienaventurados.
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Un Dios en el que se puede confiar en todas las circunstancias de la vida. Tal
vez, por eso, Santa Teresa diga: “Quien a Dios tiene, nada le falta”.
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Nuestro Dios, es Alguien a mostrar y no a demostrar. Mostrar, con hechos y
palabras, que se interesa por los humillados y ofendidos; que hace primeros a los
últimos, grandes a los pequeños, justos a los pecadores y ricos a los pobres por
pura gratuidad.
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Jesucristo, la Palabra de Dios, es Salvador, Luz, Evangelio, Medicina y Paz.
Para Dios, cada uno tiene su nombre, su cara, su plan, su amor y su perdón, ya
que es Padre de todos y nos excluye a nadie.
Gabriel.
2º. Domingo Ordinario. Ciclo. A. Madrid. 5 de Enero de 2014.