HOMILÍA DE NOCHEBUENA. DIA 24 DE DICIEMBRE DEL 2015
1. HOMILÍA PARA LA NOCHEBUENA. 24 DE DICIEMBRE DEL 2015
Vamos a celebrar una nueva Navidad; una Navidad más, marcada por una absurda espiral de
consumo, de colonias y champagne o cavas, de una agresión brutal a los niños para que
deseen todos los juguetes del mundo. Una Navidad que, para no pocas personas, es una fiesta
pagana, incluso una fiesta más triste que alegre. La tristeza de la Navidad: hay algo de
nostalgia inseparable de la Navidad: recuerdos de infancias felices que ya pasaron, de seres
queridos que nos han dejado… ¿No tenemos también que reconocer que la tristeza de la
Navidad se debe a que la estamos vaciando de nuestras raíces de fe, que también nosotros la
estamos paganizando? Episodios como los acaecidos en el centro de cualquier ciudad estos
días, ¿no son indicadores de la grave enfermedad de nuestra sociedad que convierte una fiesta
religiosa, o al menos de familia y de buenos sentimientos, en una celebración chabacana y de
mal gusto, en un anticipo del Carnaval?
Se preguntaba Tony de Mello: “¿De qué vale buscar a Dios en los lugares santos si donde lo has
perdido es en tu corazón? ¡Cuántos cristianos apenas vamos a tener tiempo durante estas
Navidades para profundizar en nuestro corazón qué significa lo que estamos celebrando!
Celebrar cristianamente la Navidad significa saber que Dios se ha hecho compañero de
nuestras empresas y de nuestros trabajos; que Dios no es el inaccesible y distante Creador del
Universo, que se desentiende de nuestros problemas y preocupaciones. Dios forma parte de
nuestra historia, es uno de nosotros. Él nos acompaña en nuestros caminos. No hay que subir
al cielo para buscar a Dios. Él se ha venido a la tierra y le podemos sentir hermano y
compañero de nuestras alegrías y nuestras angustias.
Celebrar cristianamente la Navidad significa saber que Dios ya no habita sólo en templos
hechos con manos humanas; Dios quiere templos construidos con piedras vivas, no con
mármoles y cedros costosos. Hay que salir a buscar a Dios en las calles, en nuestros encuentros
personales. Necesitamos silencio y paz para buscar a Dios, pero también hay que saber
encontrarle entre el bullicio, entre los corazones que sufren y están solos. En las empresas
también se puede encontrar al Dios que vino a decir una palabra de consuelo a los corazones
abatidos.
Celebrar cristianamente la Navidad es creer que Dios sigue teniendo esperanza en los
hombres. Decía R. Tagore que “cada niño que viene al mundo nos trae el mensaje de que Dios
todavía no ha perdido la esperanza en los hombres”. Esto es lo que afirmamos en la Navidad:
para Dios el hombre no es un ser que no tiene solución. Dios ve que en el ser humano hay más
cosas dignas de admiración que de desprecio. Para Dios el ser humano es tan importante y
valioso que Él ha sido uno de nosotros.
Esto es lo que celebramos en la Navidad. Y lo hacemos junto a María, la que fue dichosa
porque creyó. Decía S. Agustín: “Más importante para María es haber sido discípula de Cristo
que el haber sido Madre de Cristo”. Dios no se queda en las apariencias, en los templos
suntuosos o en las grandes dignidades vacías. Dios está con nosotros; hay que descubrirle en
nuestras tareas, en nuestros seres queridos, en los pobres y en los que sufren. Allí está Dios,
cuya venida celebramos en esta nueva Navidad.