1) Aprender a leer cambia nuestro cerebro y nos permite percibir secuencias de objetos de manera más flexible, analítica y detallada. 2) Un estudio encontró que las personas alfabetizadas pueden distinguir cadenas de letras con transposiciones, mientras que los analfabetos no pueden. 3) Aprender a leer otorga la habilidad de percibir secuencias de una manera detallada ausente en los no alfabetizados.
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Aprender a leer modifica nuestra percepción
1. Aprender a leer modifica nuestra
percepción
Nos permite percibir secuencias de objetos de una manera flexible, analítica y
detallada, revela un estudio del BCBL
Cuando aprendemos a leer nuestro cerebro cambia, y nuestra forma de ver el mundo
también. Pero, ¿en qué sentido?
Según un estudio del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) del País Vasco,
la lectura nos confiere la capacidad de percibir secuencias de objetos de una manera
flexible, analítica y detallada.
Jon Andoni Duñabeitia. Fuente: BCBL.
Cuando aprendemos a leer nuestro cerebro cambia. Los recientes avances en neurociencia han
demostrado que la adquisición de la lectoescritura produce cambios en diversas áreas del cerebro,
tanto a nivel estructural como a nivel funcional.
Los cambios principales son sin duda aquellos que se refieren directamente a la conducta lectora y
al modo en el que el cerebro procesa la información ortográfica, pero curiosamente las
consecuencias derivadas de aprender a leer se extienden también a otros aspectos de la
percepción humana.
Los lectores muestran un patrón de comportamiento muy peculiar que hace que, por un lado,
identifiquen perfectamente las diferencias entre palabras que se parecen en su ortografía (por
2. ejemplo, identificando que las palabras “gatas”, “patas” y “gafas” son diferentes, pese a que
visualmente se parezcan mucho).
Por otro lado, pasan por alto alteraciones importantes en el orden de las letras, pudiendo leer de
manera bastante fluida frases como “En el retsaurante pedimos un posrte de cholocate fantátsico”.
Somos capaces de leer cadenas de letras con alteraciones en la posición original de las letras,
según el doctor Jon Andoni Duñabeitia, investigador del Basque Center on Cognition, Brain and
Language (BCBL) en un comunicado, a causa del “alto nivel de flexibilidad en la codificación del
orden y de la identidad de las letras que todo lector experto tiene, lo que le permite leer de manera
rápida sin centrar constantemente la atención en cada una de las letras que forman cada una de
las palabras”. Los lectores pueden leer de manera fluida frases como “En el retsaurante pedimos
un posrte de cholocate fantátsico”.
Hasta ahora, los científicos pensaban que esta capacidad se debía a lo que la neurociencia
llamaba “un sistema visual parcialmente ruidoso”. Es decir, se atribuía el origen de esta flexibilidad
a que las personas somos capaces de identificar un objeto complejo, por ejemplo una casa, sin
necesidad de identificar individualmente cada uno de los atributos que conforman ese objeto (la
puerta, el tejado, las ventanas, etcétera), y a que la información posicional no se percibe de
manera totalmente precisa por el sistema visual.
De acuerdo con esta teoría, cualquier persona, sepa leer o no, debería experimentar un alto nivel
de confusión entre las series de letras “XPTV” y “XTPV”, dada la flexibilidad del sistema visual
general en la percepción y codificación del orden concreto de los elementos de una secuencia.
Para desmontar esta tesis, Duñabeitia y su equipo del BCBL diseñaron una serie de pruebas
conductuales a las que se sometieron un grupo de 19 adultos analfabetos y otro grupo de 19
adultos alfabetizados pertenecientes a los mismos estratos de edad y ámbito socioeconómico. A
causa de la práctica ausencia de analfabetos en el ámbito cercano, para poder desarrollar estas
pruebas, el equipo de Duñabeitia realizó las pruebas en México.
A los participantes se les pidió que indicasen si dos cadenas de letras o de símbolos eran iguales o
diferentes. Algunas de las cadenas diferentes incluían transposiciones (letras cambiadas de
orden).
Los analfabetos no mostraron absolutamente ningún efecto de confusión por transposición. Es
decir, en contra de lo que ocurre con las personas que saben leer, los analfabetos no mostraron
mayor dificultad al discriminar entre las secuencias “XPTV” y “XTPV” (transposición) y entre las
secuencias “XPTV” y “XQRV” (sustitución).
Conclusiones
La conclusión fue rotunda: la flexibilidad que vemos en la lectura es la consecuencia directa del
aprendizaje de la lectoescritura y no es una característica general del sistema visual del ser
humano.
En otras palabras, aprender a leer hace que nuestro sistema visual sea más flexible, lo que permite
tolerar pequeños cambios en la posición de los elementos (y entender perfectamente la palabra
“cholocate” aunque esté mal escrita).
Sin embargo, durante la investigación, que ha sido publicada en la prestigiosa revista Psychological
Science, el equipo del BCBL obtuvo una conclusión aún más importante. Los analfabetos fueron
absolutamente incapaces de diferenciar dos cadenas de cuatro letras con la primera letra y la
última letras iguales, pero las dos del centro diferentes, (por ejemplo: “XPTV” y ”XQRV”).
Los analfabetos no podían acceder a las letras o símbolos individuales de las cadenas, y por tanto
3. no podían decidir si eran o no diferentes de un modo eficiente. En cambio, las personas
alfabetizadas realizaron esta tarea de manera casi perfecta.
Según Duñabeitia, ”estos resultados demuestran que aprender a leer confiere al ser humano la
capacidad de percibir las secuencias de objetos de una manera mucho más flexible pero aún así
analítica y detallada, y esta capacidad está ausente en las personas que no saben leer, las cuales
parecen percibir los objetos en su forma global, sin ser capaces de identificar correctamente sus
partes”.
Estos resultados demuestran que las consecuencias del proceso de alfabetización se extienden
también a aspectos más elementales y generales de la cognición humana, como las capacidades
perceptivas básicas relacionadas con el análisis visual de los objetos. Además, estos resultados
sugieren que el modo en el que las personas analfabetas perciben el mundo y sus objetos es
distinto al modo en el que lo hacen las personas que saben leer.
Aprendizaje de la lectura. Fuente: Canal Académie.
Más sobre lectura, lenguaje y cerebro
En 2010, científicos de Bélgica, Brasil, Francia y Portugal, dirigidos por el especialista en
neurociencia cognitiva Stanislas Dehaene, del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica
de Francia (INSERM) en Gif-sur-Yvette (Francia), se propusieron descubrir si el alfabetismo mejora
la función cerebral.
Para conseguirlo, midieron con resonancia magnética funcional la respuesta cerebral de 63
participantes portugueses y brasileños, ante textos orales y escritos, rostros, casas y varias
herramientas. De todos los participantes, 10 eran analfabetos, 22 aprendieron a leer a una edad
adulta, y 31 durante su infancia.
Los investigadores descubrieron que las personas que saben leer, independientemente de si son
adultos o niños, muestran respuestas más intensas ante palabras escritas, en zonas cerebrales
que procesan lo que observamos.
Esta mejora –o aumento de intensidad de ciertas zonas cerebrales- podría deberse a que la lectura
no es una capacidad innata en el ser humano. Su adaptación ha precisado, por tanto, de un
“reciclaje neuronal” a lo largo de los siglos.
Al menos esa es la idea defendida por Stanilas Dehaene, un profesor de psicología cognitiva
experimental del Collége de France, director del laboratorio UNICOG, y autor del libro Les neurones
de la lecture;, que muestra con detalles e ilustraciones la enorme complejidad de los procesos
cerebrales subyacentes a la actividad de leer.
En la lectura (y en el habla en general) tendría un papel clave una región cerebral específica,
el área de Broca. Según los resultados de otra investigación, realizada en 2009, esta región es la que
nos permite procesar la gramática, el léxico y la fonética en cuestión de milisegundos.
Referencia bibliográfica:
Jon Andoni Duñabeitia, Karla Orihuela and Manuel Carreiras. Orthographic coding in illiterates and
literates.Psychological Science (2014).