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Figura 1 – Dibujo de las manchas solares observadas por
Scheider en su libro Rosa Ursina, publicado en Bracciano en
1630.
persistió en la observación y estudio de las manchas solares
más profundamente que su rival italiano1.
Estos descubrimientos astronómicos apoyaban el sistema
copernicano heliocéntrico, en contraposición al geocéntrico
aristotélico y ptolemaico defendido por la Iglesia católica de
la época, que afirmaba que los astros celestes eran esferas per-
fectas que giraban en torno a la Tierra, considerada el centro
del universo.
Galileo recogió sus observaciones astronómicas en el Side-
reus nuncius (El mensajero de las estrellas) y, a partir de este
momento, fue el blanco de numerosas críticas de los defen-
sores del sistema geocéntrico1 (fig. 2).
El conflicto con la Iglesia
Por sus descubrimientos, Galileo Galilei fue convocado en
Roma en 1616 por el Santo Oficio. A pesar de que contaba
con importantes apoyos, entre ellos los astrónomos jesuitas,
sus colegas científicos de la Academia de los Linces y algu-
nos simpatizantes en el Vaticano, la doctrina copernicana era
considerada herética, y la Inquisición y el papa Pablo V ratifi-
caron la censura, según la cual el sistema copernicano debía
explicarse como hipótesis, no como hecho probado.
En 1632, Galileo publicó su Diálogo sobre los principales sis-
temas del mundo, en el que ridiculiza el geocentrismo y, poco
después, presentó nuevas pruebas a favor del sistema coper-
nicano, cosa que tenía prohibida por la Inquisición. El papa
Barberini, antes amigo de Galileo, se enfureció al sentirse
identificado con Simplicio, el estúpido personaje del Diálogo
que defiende el aristotelismo, y esta vez no lo protegerá1.
Bajo amenaza de torturas, Galileo abjura de su doctrina y es
condenado a cadena perpetua, que se conmuta por arresto
Figura 2 – Sidereus nuncius, tratado de Galileo Galilei
publicado en Venecia en 1610, en el que recoge sus
observaciones astronómicas.
domiciliario en su casa de Florencia y, posteriormente, en San
Giorgio, donde muere en 1642 a los 77 a ˜nos.
Patología ocular de Galileo Galilei
Durante sus últimos a ˜nos de vida, la visión de Galileo
empeoró rápidamente hasta dejarle completamente ciego en
el momento de su muerte. La causa de la ceguera ha sido lar-
gamente debatida por especialistas de todo el mundo, hasta
tal punto que, recientemente, se ha solicitado la exhumación
del cuerpo de Galileo para realizar pruebas de ácido desoxirri-
bonucleico (ADN) que puedan desvelar el misterio.
La creencia popular de que Galileo perdió la visión por
mirar el Sol a través de un telescopio parece no ser cierta,
dado que descubrió pronto la técnica de la proyección para
evitar el da ˜no solar, realizó sus primeras observaciones al
amanecer y en el ocaso, y, además, conservó la vista muchos
a ˜nos después de haber realizado sus observaciones sobre
el Sol (en su juventud), dado que, de haberlas realizado
de manera incorrecta, habrían causado un da ˜no retiniano
inmediato. La exposición directa a los rayos solares provoca,
mediante un efecto fotoquímico3, un da ˜no en las capas más
superficiales de la retina, produciendo un escotoma central y
disminución de la agudeza visual que puede empeorar pasa-
dos los primeros meses. La tomografía de coherencia óptica
realizada en pacientes expuestos a los rayos UVA muestra
habitualmente alteraciones en la capa de fotorreceptores
externos, pudiendo presentar otras pruebas, como campos
visuales y test de Amsler, normales4.
Se sabe que durante su juventud, mientras estudiaba
en el convento de Villambroso, sufrió una grave infección
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ocular que hizo que su padre lo sacara de allí alegando «falta de
cuidados», siendo esta la única referencia a alguna patología
ocular durante la juventud de Galileo. Esta enfermedad pudo
haber sido una conjuntivitis infecciosa sin más complicacio-
nes que curó sin dejar ningún tipo de secuela, o una infección
de otro tipo, por ejemplo herpética, que causara recidivas y
complicaciones en la edad adulta del científico italiano.
Durante toda su vida, Galileo padeció de dolores articulares
y problemas intestinales, los cuales han sido interpreta-
dos como síntomas de una enfermedad reumatológica que
hubiera podido asociarse a ataques de uveítis, que, a largo
plazo, habrían causado un glaucoma secundario. Sin embargo,
dada la ausencia de tratamiento médico tópico y sistémico de
la época, estos procesos podrían haber generado una patología
ocular grave desde la juventud, debido a las complicaciones
asociadas a uveítis de repetición sin tratamiento, por lo que
no consideramos que esta pueda ser la causa de la ceguera.
A los 52 a ˜nos refirió por primera vez en uno de sus tratados
un síntoma muy característico: la visión de halos en torno a
la luz de una vela. Esto llevó a Pietro Gradenigo, oftalmólogo
italiano del siglo xix, a concluir que la ceguera de Galileo fue
a causa de un glaucoma5. Sin embargo, Galileo conservó una
buena visión a lo largo de su vida y falleció muchos a ˜nos
después de presentar estos síntomas y, sin tratamiento, el
glaucoma habría producido ceguera mucho tiempo antes.
El estudio de los retratos realizados a Galileo en esta
época sugiere para algunos autores una ambliopía del ojo
izquierdo. En concreto, en un retrato realizado por Ottavio
Leoni cuando Galileo tenía 60 a ˜nos aparece una lesión sobre-
elevada supraciliar derecha, que desplaza el ojo hacia abajo y
a la derecha, y que podría representar un mucocele del seno
frontal infectado que debió de resolverse espontáneamente y
que, en cualquier caso, no habría deteriorado su visión (fig. 3).
Mientras escribía su Diálogo sobre los principales siste-
mas del mundo, a los 68 a ˜nos, describe haber sufrido una
«fluxión» en los ojos, pudiendo referirse con este término a
la hiperemia, que le produjo gran dolor y le impidió leer y
escribir. Sin embargo, sus trabajos posteriores indican que aún
gozaba de una buena agudeza visual6. Esta hiperemia ocular
acompa ˜nada de dolor podría interpretarse como un ataque de
glaucoma de ángulo cerrado o de uveítis.
Sin embargo, Galileo siguió trabajando y escribiendo como
lo había hecho hasta entonces, y no se recoge en ninguna cita
biográfica que perdiera la visión por un ataque agudo de glau-
coma, que sin tratamiento le habría dejado en amaurosis, o por
una uveítis anterior aguda, que en cualquier caso tendría que
haber sido aislada, pues de haberse repetido habría supuesto
una importante disminución, o la pérdida, de visión debido a
las secuelas generadas a largo plazo.
Estos ataques podrían, por tanto, deberse a infecciones
oculares inespecíficas, conjuntivitis infecciosas o irritativas,
o inflamaciones leves como epiescleritis, patologías en defini-
tiva que no comprometieran la agudeza visual.
Por último, el cirujano Giovanni Trullio diagnosticó a Gali-
leo de un «suffusio» que obstruía la pupila, refiriéndose a la
catarata. El propio Galileo se refirió al proceso que le dejó ciego
como «una nube muy densa que se ha formado en los pasa-
dos meses; primero en el ojo derecho y luego en el izquierdo»,
una descripción característica del proceso de esclerosis del
cristalino.
Figura 3 – Galileo Galilei alla machia por Ottavio Leoni
pintado en 1624. Biblioteca Marucelliana (Florencia).
Parece probable, por lo tanto, que fuesen las cataratas las
que terminaran con la prodigiosa vista de Galileo Galilei, a
una edad en la cual muchas de las otras patologías propuestas
como hipótesis ya le habrían producido una ceguera irreversi-
ble.
Además de las cataratas, no se descarta la posibilidad de
una degeneración macular debido tanto a la edad a la que
presentó la pérdida de visión como a la exposición solar en
sus numerosos trabajos astronómicos, si bien la esclerosis del
cristalino es la etiología más probable de la ceguera.
Fuese cual fuese la causa de su pérdida de visión, en 1637 en
una carta a su amigo y discípulo Elia Donati7, declara por pri-
mera vez haber perdido la vista del ojo derecho. Y el izquierdo
empeora en los meses siguientes. La visión de Galileo Galilei,
el padre de la astronomía y la física modernas se apaga por
completo en 1638.
Como dijo Galileo en su carta a Ismaele Boulliau8, recogida
en Le opere di Galileo Galilei:
«Toda la luz se ha extinguido. . . [. . .] ese cielo, ese mundo,
ese universo que yo, mediante mis asombrosas observaciones
y claras demostraciones he expandido cien mil veces más allá
de cualquier cosa antes vista por los estudiosos de los siglos
pasados, ahora se ha hundido y estrechado hasta llegar no
más allá de mi propio cuerpo».
b i b l i o g r a f í a
1. Vaquero JM. La nueva física: Galileo. Madrid: Editorial Nivola;
2003. p. 13–24.
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