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Bruce Springsteen (1984): La genialidad en pantalones vaqueros
1. BRUCE SPRINGSTEEN. La genialidad en pantalones vaqueros
Ha vuelto a resollar. Bruce Springsteen tiene bien asumido su papel de integridad moral
y artística en un mundo, como el del disco, en el que se corrre a golpe de dólares y hits. Hace
discos cuando quiere y cuando él cree que le conviene. Y pasa años y años meditándolos,
trabajándolos, puliéndolos, hasta que por fin resuella y deja que salten a la luz pública. El último,
el más reciente LP del Boss, como se le conoce en Norteamerica, se llama "Born In The U.S.A."
y tardó, sino se tiene en cuenta el capricho doméstico que fue "Nebraska", casi cuatro años en
llegar. Un día alguien le admitió como guitarrista de un grupo pero le prohibió cantar. Hoy, Bruce
Springsteen es el número uno del rock mundial.
Un día, Bruce Springsteen se plantó en casa de un tipo de treinta y dos años, un tal Tex
Vinyard, que tutelaba a un grupo de rock de jóvenes quinceañeros y le dijo: "¡Hola!, me llamo
Bruce Springsteen. He oído decir que estáis buscado a un guitarrista"... ¿Sabes tocar?, le
preguntó Tex, "No mucho, algunos acordes y solos de guitarra que he oído en la radio, pero
aprendo rápido". "Está bien, toma esta guitarra", replicó el tutor de un grupo que andaba todavía
en etapa bañbuciente. Sringsteen tocó una canción y al finalizar se volvió hacia Tex Vinyard y le
preguntó expectante: "¿Puedo quedarme en el grupo?". "No estoy muy seguro", respondió
Vinyard que ya había oído hablar antes de Bruce a través del guitarrista del grupo, un tal George
Theiss a quein le interesaba más el buen ver de la hermana de Springsteen que éste mismo.
"¿Por qué no preparas cuatro o cinco canciones más y vuelves otro día?" le dijo el "cazatalentos"
Vinyard poco convencido de las aptitudes del quinceañero Sprinsgsteen. Éste, sin embargo, no
interpretó aquellas palabras como gesto de rechazo y se marchó a casa. Al día siguiente, Bruce
volvió agitadamente al local donde ensayaba el grupo y fue directamente hacia el tutor. "Hola,
soy Bruce Springsteen, ¿te acuerdas de mí?. "Sí, claro". "He aprendido varias canciones,
¿puedo tocarlas?". Vinyard, apabullado por la rapidez con que había vuelto al local y viendo el
interés del joven no tuvo más remedio que darle una nueva oportunidad. Bruce tocó cinco
canciones acompañándose únicamente de una guitarra acústica y al finalizar volvió a hacer la
misma pregunta: "¿Puedo quedarme en el grupo?. A Vinyard le iban a sangrar los oídos de la
rudeza con que Springsteen había tocado, pero, por otra parte, consideraba que aquel
munchacho ponía el corazón en lo que hacía y lo citó para dos días después con la idea de que
hiciera un ensayo con el grupo. Sprinsteen volvió a los dos días, tocó y, tras señalar que había
preparado más canciones que había escuchado por la radio, preguntó de nuevo si podía
quedarse en el grupo. "Chico", respondió impotente Tex Vinyard para decirle que no, "por mi
parte, puedes quedarte, pero sólo como guitarrista, no se te ocurrra cantar".
De forma tan obstinada, Bruce Springsteen entraba en The Castiles y comenzaba una
carrera que hoy, al cabo, de casi veinte años de su primera prueba en un grupo de rock, es una
de las más brillantes y conmovedoras de toda la historia de la música pop. El padre de Bruce,
empleado en una fábrica y posteriormente funcionario de una prisión y conductor de autobuses,
quería que su hijo fuera abogado. "¿De esos que ordenan el mundo?. Ni hablar", respondía en
más de una ocasión el joven Springsteen cuando las broncas paternas subían de tono y cuando,
una vez finalizados sus estudios en el Instituto, el padre intentaba convencerle de que fuera a la
Universidad e hiciera algo serio. La madre, por el contrario, italiana ella y con un sentido artístico
más profundo que el de su marido, pensaba que el futuro del joven Springsteen estaba en la
Literatura. Pero ni una cosa ni otra. Springsteen no se veía a sí mismo desfaciendo entuertos
judiciales ni mucho menos soltando rollos literarios detrás de una mesa de instituto. Él había
nacido para el rock'n'roll, había nacido para correr. Estaba allí para representar la genialidad en
pantalón vaquero que es (ha sido) uno de los medios más rápidos para que cualquier chico de la
clase obrera, y a través del rock, escape de la fábrica y el suburbio.
Solo que la carrera de Springsteen no fue contra reloj sino contra su propio
perfeccionismo y contra los propios gorilas que mueven los hilos del mundo del rock. Eso y su
oposición a segregar discos a plazo fijo y urgente hace que la discografía del Boss (El Jefe),
como se le llama a Springsteen en Estados Unidos, sea una de las más menguadas que existen
en el mundo de las estrelllas del rock. En veinte años de actividad musical, desde aquel día en
que Tex Vinyard le admitiera a regañadientes para los Castiles hasta hoy, Bruce Springsteen ha
grabado solo siete elepés, una cifra insignificante si se tienen en cuenta las discografías de los
Beatles, Elvis, los Rolling Stones, Bowie o Dylan. Pero Springsteen simplemente es así. Aún a
2. sabiendas de la demanda que existe en el mundo de sus discos -no extraña que los discos
piratas de Springsteen circulen de forma tan abundante- y aún a sabiendas de los ríos de dólares
que cada disco suyo genera, él permanece fiel a su trabajo y muy distante de todo el entramado
económico que le rodea. Algo que, por otra parte, le ha creado graves problemas en su vida
artística y personal. El más serio de todos ha sido, sin duda, el que le plantearon sus dos
primeros managers y productores.
En 1972, Springsteen conocía a Mike Apple y Jim Cretecos, dos compositores a sueldo
que intuyen el talento del cantautor norteamericano y se convierten en sus managers y
productores. Pero para ello, Springsteen firma un contrato, sina apenas leerlo y sobre el capot de
un coche, que le liga a Laurel Canyon, la compañía de Apple y Cretecos, por cinco años y cinco
elepés. La confianza de Bruce hacia sus managers era absoluta y estos a su vez firman un
contrato con CBS por el que Springsteen se compromete a grabar diez elepés con la
multinacional y por el que Cretecos y Apple obtendrán el nueve por ciento de las ventas
absolutas de esos elepés. Antes, en el contrato de Springsteen con Laurel Canyon se le
aseguraba al músico tan sólo un tres por ciento del precio de venta al detail de sus discos, es
decir, la tercera parte de lo que iban a percibir sus cuidadores. Actitud tan ligera por parte del
cantante hacia el dinero no sólo le asignaba tan raquítico porcentaje sino que sus derechos de
autor pasaban a manos de sus dos managers. Cuando en el 76 las relaciones se enfrían y Bruce
quiere trabajar con otro productor, concretamente con el periodista John Landau que meses
antes ha proclamado en las columnas del Rolling Stone la genialidad del cantante, las cosas
salen a flote y Bruce se cuenta de que no es dueño de lo suyo y casi ni de sus persona. Por no
poder, no puede ni elegir músicos y ni mucho menos productor, que para eso ya estaban Apple y
Cretecos. Estos lo tenían todo perfectamente controlado. Su valentona sonrisa resultó
comprensible cuando, al cabo de un largo periodo de tribunales, la Justicia americana les hacía
recuperar un millón de dólares y una parte de los beneficios de los tres primeros discos del
cantante. Sabían lo que tenían firmado. Peroáún con todo, Bruce era mucho más feliz: de nuevo
podía controlar su música y su libertad como artista. Eso valía más que todo el dinero que le
habían esquilmado Apple y Cretecos.
Pero si cimo hombre de negocios Springsteen ha sido una nulidad, como músico,
compositor, intérprete y guitarrista está en una cima a la que muy pocos han llegado hasta ahora.
Desaparecidos los Beatles, escasa en genios intocables la década pasada, Bruce Springsteen
hizo de nuevo doblar la rodilla al público americano. Sus conciertos, desde que pudo subir al
escenario con toda garantía de medios, son kilométricas sesiones de música que el público sigue
sin pestañear porque sabe que arriba, en las tablas, está la carnalización más auténtica, más
pura, más apasionada que hoy pueda encontrarse en el rock. Springsteen -lo pudimos
comprobar en Barcelona en el año 81 y si no para eso están sus discos- es en la actualidad el
máximo proveedor de todas las esencias, ritos y actitudes del rock. Pocos se le asemejan y
muchos le copian. Es lo propio cuando, como él, se tiene la genialidad en las manos.
Como narrador, el chico de Nueva Jersey está a la altura de Dylan. Los exégetas y
profanos dicen que el autor de "The River" es un mero copista de Dylan. Saben que Springsteen
oía sus discos y que llegó a leer la biografía de Scaduto sobre el judío de oro, pero no saben que
Springsteen tenía un abuelo materno fecundo en la palabra y experto en contar historias que
puestas luego en boca del nieto venían a convertirse en memorables crónicas cotidianas de la
vida y la gente de los Estados Unidos. El talento de Springsteen para narrrar es hereditario, no
robado. Como músico y compositor, Bruce es la pureza, el sentimiento, la
perfección del rock'n'roll. De crío, a través de la radio, se empapaba de música como una
esponja. Le gustaban los clásicos -Elvis, Chuck Berry, los Beatles y los Rolling Stones- así como
la segunda oleada de grupos británicos: The Animals, Who y Manfred Man con Paul Jones. Y,
cómo no, al pequeño Bruce que estudiaba siempre con la radio de fondo, le gustaban los artistas
negros de la Tamla Motown, entre ellos un tal Gary US Bond al que luego el destino le cruzaría
con Springsteen para que ambos grabasen un LP en el 82. Con ese bagaje, era comprensible su
irritación duando John Hammond, el mismo que descubrió a Dylan y el mismo que le recibió a él
en CBS, le obligó poco menos que a hacer un primer álbum de folk, Necesitaban un nuevo Dylan
y fueron a por él. Pero el chico de New Jersey aún pudo colocarse las manos sobre la nariz en
postura de cuarta y sacar un primer LP de planteamiento folk pero de sentimiento y ejecución
R&B y rock'n'roll. El disco se llamaba "Greetings From Asbury Park (M. J.)" y estaba
3. pésimamente grabado y arreglado. Y lo mismo "Ghe Wild, The Innocent & The E Street Shuffle",
el segundo. Ambos contenían magníficas canciones: aquél más nerviosas y vitales; éste, más
sosegadas y arrullantes. Pero en los dos casos deficientemente grabadas y pésimamente
arregladas y producidas... ¡Qué joyas de discos nos saldrían ahora si Sprinsgsteen volviera a
grabarlos!
La primera obra maestra del cantautor rockero llega, sin embargo en agosto del 75. Tras
múltiples encuentros con el periodista John Landau aclara las ideas a un Springsteen, totalmente
agobiado en el estudio de grabación y sale "Born To Run" (Nacido para correr) un álbum
delirante, un álbum descarnado y otente que enseguida pasa a engrosar la lista de los elepés
clásicos de la música pop. Es música agreste, muy tensa y apasionada, en la que convergen la
fantasía, la soledad, la impotencia, la violencia de la calle, el amor, la huida, el sexo, la
esperanza, la rabia, la angustia, la vleociadad y todos los elementos comunes a la mitología
moderna de la sociedad americana y por extensión la la de todo el mundo. Es música que coloca
a Springsteen en un pedestal del que ya será imposible apearle. Porque los dos álbumes
siguientes, titulados "Darkness On The Edge of Town" (78) y "The River" (80) y cada uno por
separado merecedor de un extenso para el que aquí no hay espacio, le encumbran
definiftivamente, le dan a conocer en el mundo como el número uno del rock norteamericano.
Recientemente, tras un álbum publicado en el 82 con el título de "Nebraska" y en el que
Springsteen prescindió de músicos acompañantes, el chico de New Jersey ha vuelto a la
actualidad discográfica con un nuevo LP que por la tardanza con que, al igual que los anteriores,
llega parece un milagro. El nuevo trabajo se llama "Born In The USA" y es, aparte de un alegato
amargo contra el "sueño americano", otra pastilla concentrada de rock potente y brillante. Otro
álbum magnífico para recordar, como hace la portada del disco, que a la genialedad lo que mejor
le va es el pantalón vaquero.
Nació en Freehold, un pueblecito de New Jersey casi perdido en el mapa. Tiene 34 años,
un pasado de héroe indesmayable, un presente de pacifista recalcitrante y una obra discográfica
escueta pero soberbia. Tiene además una infancia pasada en colegios religiosos, un servicio
militar no cumplido y un largo historial de grupos juveniles de rock'n'roll antes de que le llevaran a
CBS. Pero tiene, sobre todo, el talento y la honestidad del genio y una banda, reclutada en sus
grupos de juventud, sin la cual sería, tal vez, la mitad de lo que es. Un día, un vecino de Freehold
le admitió a regañadientes en un grupo y no le dejó cantar. Pero hasta eso lo tiene olvidado y
perdonado Bruce Springsteen: Tex Vinyard es hoy uno de sus mejores amigos. A fin de cuentas,
como en una ocasión lo presentara en el escenario y como juego lo aclamase la Prensa, él,
Vinyard, fue el mago que sacó de la chistera al número uno actual del rock mundial. Y magos
como ése -aunque insensatos-, pocos.
M. URIBE-1984