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MITOS
La Llorona
Los cuatros sacerdotes aguardaban espectantes.
Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al
espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos
bajaban en busca de los gordos ajolotes.
Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la
hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía.
De pronto estalló el grito....
Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la
garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando
contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó
en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en
1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas
y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma
Xocoyótzin.
-- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el
portento.
-- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente -
-, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche.
Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca,
con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños
cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el
fresco de la noche plenilunar.
Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del
señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacias las
aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray
Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo:
"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima...."
Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando
ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes:
"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino....
hijos míos, estáis a punto de perderos..."
Al oir estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes
estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las
gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la
raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmentente depositar
su poder y sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.
El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo que parecía escurrirle por la
comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba de pelos escasos y entrecanos y
clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos, en el viejo códice dibujado sobre la atezada
superficie de amatl y que se guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los
tiempos de Itzcoatl y Tlacaelel.
El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el conocimiento de la
hierática escritura, sólo miraba con asombro los códices multicolores, hasta que los
sacerdotes, después de hacer una reverencia, le interpretaron lo allí escrito.
---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa Cihuacoatl
aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para anunciarnos la destrucción de
vuestro imperio.
Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que hombres extraños
vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo y tú y los tuyos serán de
muchos lloros y grandes penas y que tu raza desaparecerá devorada y nuestros dioses
humillados por otros dioses más poderosos.
--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran Destructor
Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y de la sangre? -- preguntó
Moctezuma bajando la cabeza con temor y humildad.
--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que nosotros, señor.
Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac lanzando lloros y arrastrando penas,
gritando para que oigan quienes sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a
vuestro Imperio.
Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran trono de alabastro y
esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes volvieron a doblar los pasmosos códices y se
retiraron también en silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales,
aquello que dejaron escrito los más sabios y más viejos.
Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma, Ilhuicamina, Axayácatl,
Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por entre los lagos y templos del Anáhuac,
pregonando lo que iba a ocurrir a la entonces raza poderosa y avasalladora.
Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época,
una mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al
viento de la noche, aparecía por el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando
rumbo hacia el Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento,
deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por
lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.
-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía tantas veces
como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de vestiduras vaporosas
jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba
una larga y doliente oración, para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y
desaparecer sobre el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca
de la traza.
Jamás hubo valiente que osara interrrogarla. Todos convinieron en que se trataba de un
fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor, bifurcando en mil historias los
motivos de esta aparición que se transplantó a la época colonial.
Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que una amante
abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama de un noble que engaña y
que abandona a una hermosa mujer sin linaje.
Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido al desgarrador
lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva España y que por muchos
lustros constituyó el más grande temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su
casa y menos recorrer las penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el
toque de queda.
Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión de "La llorona"
hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto.
Poco a poco y al paso de los años, la leyende de La Llorona, rebautizada con otros
nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras
nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de nuestra insólita América en donde
se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al
aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por
cimas y montañas.
La diosa Afrodita
Afrodita es la diosa del amor y la belleza, y se identifica en Roma con la antigua divinidad
itálica Venus. Según una tradición es hija de Urano y según otra de Zeus y Dione.
En el caso de la primera historia, el nacimiento ocurre en el momento que Cronos (dios
del tiempo) corta los genitales de su padre Urano y los lanza al mar, de donde surge
Afrodita. De ahí que se le conozca como "la diosa nacida de las olas" o "nacida del semen
de dios".
Una vez que salió del mar, Afrodita fue llevada por los vientos Céfiros, primero a Citera y
luego a Chipre, donde las Horas la vistieron y la guiaron a la morada de los Inmortales.
Posteriormente, Platón imaginó que había una Afrodita Urania, la diosa del amor puro e
hija de Urano; y Afrodita Pandemo, hija de Dione y diosa del amor vulgar. Sin embargo
esta es una concepción filósofica tardía.
Afrodita es partícipe de un sinnúmero de leyendas. Primero, se casó con Efesto (el divino
cojo y dios del Fuego), pero estaba enamorada de Ares (dios de la Guerra).
Cuenta Homero (escritor de La Odisea y La Iliada) que mientras los enamorados se
entregaban a la pasión en una madrugada, en el lecho de Afrodita, Efesto celoso les
había puesto una trampa, pues el Sol le había contado que su amada le estaba siendo
infiel.
Cuando los amantes se dieron cuenta ya estaban atrapados en una red mágica que tenía
el esposo de la bella diosa, y éste fue a llamar a todos los dioses para que fueran testigos
del engaño. Todos se burlaron del asunto, pero Poseidón (dios del Mar) pidió clemencia y
por eso Afrodita y Ares fueron liberados.
La diosa avergonzada huyó a Chipre, mientras que Ares se fue a Tracia. Sin embargo,
sus amores tuvieron fruto y de tal unión nacieron Eros (dios del amor) y Anteros, Deimo y
Fobos (el Terror y el Temor) y Harmonía. A veces también se agrega a Príapo.
A parte de Ares, Afrodita estuvo involucrada amorosomente con Adonis y a Anquises con
quien tuvo a Eneas (héroe troyano y personaje de La Eneida de Virgilio) y a Lirno.
Pero, la diosa fue especialmente conocida por sus maldiciones e iras, pues cuando
alguien caía en la desgracia de ofender a la diosa, se condenaba a tormentos terribles.
Por ejemplo, castigó a la Aurora con un amor irrefrenable por Orión, ya que había cedido
a las seducciones de Ares. También castigó a todas las mujeres de Lemnos, ya que éstas
no la honraban, y las impregnó con un olor insoportable que provocó que sus hombres las
abandonaran. De igual manera castigó a las hijas de Cíniras y las obligó a prostituirse con
extranjeros.
Por otra parte, caer en su gracia era igual o más peligroso. Cuando la Discordia lanzó una
manzana a la más hermosa de las diosas, e hizo que compitieran Afrodita, Palas Atenea y
Hera, y Zeus decidió que fuera Alejandro (Paris, héroe troyano) el que definiera quién era
la más hermosa, cada una le ofreció un regalo a cambio de que la escogiera. Palas
Atenea le ofreció hacerlo invencible en la guerra, Hera le prometió el reino del universo, y
Afrodita la mano de Helena (hija de Zeus y hermana de los Dioscuros), quien era la mujer
más hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita y fue por esta promesa que se inició la
famosa Guerra de Troya.
Afrodita agradecida con Paris, lo protegió durante toda la campaña así como a los demás
aqueos, incluyendo a su hijo Eneas, a quien logró salvar de la muerte.
Aunque Troya iba a perder la guerra definitivamente, Afrodita logró rescatar la raza de los
aqueos con su hijo Eneas, quien luego viajara a una tierra desconocida donde sus
descendientes Rómulo y Remo fundarían Roma.
Así es como para lo romanos Afrodita, Venus para ellos, fuera su protectora particular y
por eso César le levantó un templo bajo la invocación de Venus Madre.
Los animales favoritos de esta diosa eran las palomas, y estas aves arrastraban su carro.
Sus plantas eran la rosa y el mirto.
El mito de Calipso
Calipso pertenecía a las ninfas y era hija de Atlante y Pléyone. Otras versiones la hacen
hija de Helio (el Sol) y Perseis. De esta segunda versión es que se deriva la idea de que
era hermana de Circe y Eetes.
Su lugar de habitación era la isla Ogigia, que se cree se ubicaba en el Mediterráneo
occidental y que por lo general se identifica con la actual península de Ceuta, frente a
Gibraltar.
Calipso, llamada por Homero "la que oculta", recibió hospitaliariamente a Odiseo (Ulises)
cuando su nave naufragó. En la Odisea, se cuenta como Calipso, enamorada
profundamente de Odiseo lo reteiene contra su voluntad en la isla durante mucho
tiempomientras él cree que a penas son unos días.
La cantidad de tiempo que Ulises estuvo con ella varía. Algunos apuntan que fue dies
años, otros creen que siete y hay quien opina que fue un año.
A cambio de que Odiseo se quedara para siempre con ella, Calipso le ofrecía a cambio la
inmortalidad. Sin embargo, Odiseo sentía la necesidad de regresar a su hogar Ítaca y al
final se mantuvo inflexible.
Atenea quien protegía a Odiseo, rogó a Zeus para que enviara a Hermes donde Calpiso y
le ordenara que dejara ir a Odiseo, a lo cual Zeus cedió. Aunque a ella le dolió dejar partir
a su amado, cumplió la orden del dios de dioses.
Le proporcionó al héroe madera para construir una embarcación, provisiones para el viaje,
e indicaciones de cuales astros debía seguirpara econtrar el camino a casa.
Existen leyendas posteriores a la Odisea donde se les adjudica a Odiseo y a Calipso un
hijo llamado Latino, quien por logeneral se considera más bien hijo de Circe. Otras
tradiciones hablan de Nausítoo y Nausínoo como hijos de Calipso y Odiseo. También se
cuenta que Ausón fue hijo de la pareja, quien dio origen a Ausonia.
Adicionalmente, existe en la mitología registros de otra Calipso que era una de las hijas
de Tetis y Océano.
Cuando Europa murió le fueron concedidos los honores divinos y el toro que había sido la
forma en que Zeus había amado a Europa fue convertido en constelación e incluido en los
signos del zodíaco.
Por otro lado, se conocen otras heroínas con este nombre. Una es la hija de Ticio que
tuvo a Eufemo depués de unirse con Poseidón (dios del mar). Otra es una de las
Oceánides, hijas de Tetis y Océano. También, la madre de Níobe, esposa de Foroneo se
llamaba Europa. Y por último, la hija del Nilo y una de las esposas de Dánao.
El mito de la diosa Eris
Eris o Éride es la personificación de la discordia, y por lo general se considera hermana
de Ares (dios de la guerra), además de su compañera. No obstante, para Hesíodo era una
de las fuerzas primordiales, descendiente de Nix (la noche).
Sus hijos, coinciden con abstracciones como la Pena (Ponos), el Olvido (Lete), el Hambre
(Limos), el Dolor (Algos)y el Juramento (Horcos).
Eris es conocida sobre todo por haber lanzado la manzana con la que Paris iba a elegir a
la diosa más hermosa, hecho que originó la guerra de Troya, narrada en la Ilíada.
Todos los dioses habían asistido a la boda de Tetis (divinidad marítima) y Peleo (rey de
Ptía Tesalia), pero Eris no había sido invitada. Ella ofendida, llegó y lanzó una manzana
de oro en medio de todos e indicó que el fruto debía ser entregado a la diosa más
hermosa de todas. Las diosas inmediatamente trataron de adueñarse de la manzana,
pero cuando Hera, Afrodita y Atenea entraron todas se apartaron, ya que ellas eran las
más poderosas.
La disputa entre las diosas no se hizo de esperar, y como no había solución al problema
ya que los dioses no querían tomar partido, Zeus envió a las diosas al monte Ida, en la
Tierra con Hermes quien se encargaría de llevar a Paris, príncipe troyano, elegido para
dar veridicto sobre tan importante cuestión. El joven primero tuvo miedo, luego cada diosa
le ofreció lo que estaba en sus manos para que la eleigiera a ella: Atenea le ofreció la
sabiduría y el triunfo en la guerra, Hera el poder y la riqueza y Afrodita a la mujer más
hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita. Fue debido a esta promesa que Paris raptó a
Helena de Troya, causa del largo conflicto bélico entre aqueos y troyanos.
Así las cosas, Eris logró su cometido pues causó la confrontación entre las diosas que
derivó en un conflicto de diez años entre los mortales.
Según la versión posterior de Los Trabajos y los Días de Hesíodo, habría que distinguir
dos diosas con este nombre. La primera, perniciosa, hija de la Noche (Nix), y la segunda
representante del espíritu de emulación que Zeus ha puesto en la Tierra, a modo de
estímulo. De esta forma, es ella quien pone al artesano celoso del artesano, al pintor del
pintor, etcétera, y es ella quien inspira en cada mortal el gusto por su propio oficio, es
decir la vocación.
Esta diosa se representa la mayoría de las veces como un genio femenino alado,
semejante a las Erinias.
La leyenda del Sol y la Luna
Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en
Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a
ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo,
humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al
sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del
fuego.
Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces
dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de
echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos,
se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se
avergonzó de su cobardía y también se aventó.
Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.
Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció
Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron
por el cielo hechos Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche en el mundo.
LEYENDAS
La Calle de la Quemada
Muchas de las calles, puentes y callejones de la capital de la Nueva
España tomaron sus nombres debido a sucesos ocurridos en las
mismas, a los templos o conventos que en ellas se establecieron o por
haber vivido y tenido sus casas personajes y caballeros famosos,
capitanes y gentes de alcurnia. La calle de La Quemada, que hoy lleva el
nombre de 5a. Calle de Jesús María y según nos cuenta esta dramática
leyenda, tomó precisamente ese nombre en virtud a lo que ocurrió a
mediados del Siglo XVI.
Cuéntase que en esos días regía los destinos de la Nueva España don
Luis de Velasco I., (después fue virrey su hijo del mismo nombre, 40
años más tarde), que vino a reemplazar al virrey don Antonio de
Mendoza enviado al Perú con el mismo cargo. Por esa misma fecha
vivían en una amplia y bien fabricada casona don Gonzalo Espinosa de
Guevara con su hija Beatriz, ambos españoles llegados de la Villa de
Illescas, trayendo gran fortuna que el caballero hispano acrecentó aquí
con negocios, minas y encomiendas. Y dícese en viejas crónicas
desleídas por los siglos, que si grande era la riqueza de don Gonzalo,
mucho mayor era la hermosura de su hija. Veinte años de edad, cuerpo
de graciosas formas, ojos glaucos, rostro hermoso y de una blancura de
azucena, enmarcado en abundante y sedosa cabellera bruna que le caía
por los hombros y formaba una cascada hasta la espalda de fina
curvadura.
Asegurábase en ese entonces que su grandiosa hermosura corría pareja
con su alma toda bondad y toda dulzura, pues gustaba de amparar a los
enfermos, curar a los apestados y socorrer a los humildes por los cuales
llegó a despojarse de sus valiosas joyas en plena calle, para dejarlas en
esas manos temblorosas y cloróticas.
Con todas estas cualidades, de belleza, alma generosa y noble cuna a lo
cual se sumaba la inmensa fortuna de su padre, lógico es pensar que no
le faltaron galanes que comenzaron a requerirla en amores para
posteriormente solicitarla como esposa. Muchos caballeros y nobles
galanes desfilaron ante la casa de doña Beatríz, sin que esta aceptara a
ninguno de ellos, por más que todos ellos eran buenos partidos para
efectuar un ventajoso matrimonio.
Por fin llegó aquel caballero a quien el destino le había deparado como
esposo, en la persona de don Martín de Scópoli, Marqués de Piamonte y
Franteschelo, apuesto caballero italiano que se prendó de inmediato de
la hispana y comenzó a amarla no con tiento y discreción, sino con
abierta locura.
Y fue tal el enamoramiento del marqués de Piamonte, que plantado en
mitad de la calleja en donde estaba la casa de doña Beatríz o cerca del
convento de Jesús María, se oponía al paso de cualquier caballero que
tratara de transitar cerca de la casa de su amada. Por este motivo no
faltaron altivos caballeros que contestaron con hombría la impertinencia
del italiano, saliendo a relucir las espadas. Muchas veces bajo la luz de la
luna y frente al balcón de doña Beatriz, se cruzaron los aceros del
Marqués de Piamonte y los demás enamorados, habiendo resultado
vencedor el italiano.
Al amanecer, cuando pasaba la ronda por esa calle, siempre hallaba a un
caballero muerto, herido o agonizante a causa de las heridas que
produjera la hoja toledana del señor de Piamonte. Así, uno tras otro iban
cayendo los posibles esposos de la hermosa dama de la Villa de Illescas.
Doña Beatriz, que amaba ya intensamente a don Martín, por su
presencia y galanura, por las frases ardientes de amor que le había
dirigido y las esquelas respetuosas que le hizo llegar por manos y
conducto de su ama, supo lo de tanta sangre corrida por su culpa y se
llenó de pena y de angustia y de dolor por los hombres muertos y por la
conducta celosa que observaba el de Piamonte.
Una noche, después de rezar ante la imagen de Santa Lucía, vírgen
mártir que se sacó los ojos, tomó una terrible decisión tendiente a lograr
que don Martín de Scúpoli marqués de Piamonte y Franteschelo dejara
de amarla para siempre.
Al dia siguiente, después de arreglar ciertos asuntos que no quiso dejar
pendientes, como su ayuda a los pobres y medicinas y alimentos que
debían entregarse periódicamente a los pobres y conventos, despidió a
toda la servidumbre, después de ver que su padre salía con rumbo a la
Casa del Factor.
LLevó hasta su alcoba un brasero, colocó carbón y le puso fuego. Las
brasas pronto reverberaron en la estancia, el calor en el anafre se hizo
intenso y entonces, sin dejar de invocar a Santa Lucía y pronunciando
entre lloros el nombre de don Martín, se puso de rodillas y clavó con
decisión, su hermoso rostro sobre el brasero.
Crepitaron las brasas, un olor a carne quemada se esparció por la alcoba
antes olorosa a jazmín y almendras y después de unos minutos, doña
Beatriz pegó un grito espantoso y cayó desmayada junto al anafre.
Quiso Dios y la suerte que acertara a pasar por allí el fraile mercedario
Fray Marcos de Jesús y Gracia, quien por ser confesor de doña Beatriz
entró corriendo a la casona después de escuchar el grito tan agudo y
doloroso.
Encontró a doña Beatriz aún en el piso, la levantó con gran cuidado y
quiso colocarle hierbas y vinagre sobre el rostro quemado, al mismo
tiempo que le preguntaba qué le había ocurrido.
Y doña Beatriz que no mentía y menos a Fray Marcos de Jesús y Gracia
que era su confesor, le explicó los motivos que tuvo para llevar al cabo
tan horrendo castigo. Terminando por decirle al mercedario que esperaba
que ya con el rostro horrible, don Martín el de Piamonte no la celaría,
dejar&iacuta; de amarla y los duelos en la calleja terminarían para
siempre.
El religioso fue en busca de don Martín y le explicó lo sucedido,
esperando también que la reacción del italiano fuera en el sentido en que
doña Beatriz había pensado, pero no fue así. El caballero italiano se fue
de prisa a la casa de doña Beatriz su amada, a quien halló sentada en un
sillón sobre un cojín de terciopelo carmesí, su rostro cubierto con un velo
negro que ya estaba manchado de sangre y carne negra.
Con sumo cuidado le descubrió el rostro a su amada y al hacerlo no
retrocedió horrorizado, se quedó atónito, apenado, mirando la cara
hermosa y blanca de doña Beatriz, horriblemente quemada. Bajo sus
antes arqueadas y pobladas cejas, había dos agujeros con los párpados
chamuscados, sus mejillas sonrosadas, eran cráteres abiertos por donde
escurría sanguaza y los labios antes bellos, carnosos, dignos de un beso
apasionado, eran una rendija que formaban una mueca horrible.
Con este sacrificio, doña Beatriz pensó que don Martín iba a rechazarla,
a despreciarla como esposa, pero no fue así. El marqués de Piamonte se
arrodilló ante ella y le dijo con frases en las que campeaba la ternura:
-Ah, doña Beatriz, yo os amo no por vuestra belleza física, sino por
vuestras cualidades morales, sóis buena y generosa, sóis noble y vuestra
alma es grande...
El llanto cortó estas palabras y ambos lloraron de amor y de ternura.
-En cuanto regrese vuestro padre, os pediré para esposa, si es que vos
me amáis. Terminó diciendo el caballero.
La boda de doña Beatriz y el marqués de Piamonte se celebró en el
templo de La Profesa y fue el acontecimiento más sensacional de
aquellos tiempos. Don Gonzalo de Espinosa y Guevara gastó gran
fortuna en los festejos y por su parte el marqués de Piamonte regaló a la
novia vestidos, alhajas y mobiliario traídos desde Italia.
Claro está que doña Beatriz al llegar ante el altar se cubría el rostro con
un tupido velo blanco, para evitar la insana curiosidad de la gente y cada
vez que salía a la calle, sola al cercano templo a escuchar misa o
acompañada del esposo, lo hacía con el rostro cubierto por un velo
negro.
A partir de entonces, la calle se llamó Calle de la Quemada, en memoria
de este acontecimiento que ya en cuento o en leyenda, han repetido
varios autores, siendo estos datos los auténticos y que obran en
polvosos documentos.
La Leyenda del Murciélago
Cuenta la leyenda que el murciélago una vez fue el ave más bella de la
Creación.
El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba
biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a
significar algo así como mariposa desnuda).
Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, como había visto en
otros animales que volaban. Pero el creador no tenía plumas, así que le
recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así
lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con
plumas más vistosas y de más colores.
Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran
número de plumas que envolvían su cuerpo.
Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos
los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora
emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez,
como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.
Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada
vez más ofensivo para con las aves.
Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a
su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le
reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.
Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar
de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le
pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz.
Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una,
descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.
Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro
murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y
olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los
colores que una vez tuvo y perdió.
El Cerro de la Bufa
Pocas ciudades como está tienen una historia y una leyenda tan
interesante; tal vez por no conocerse su verdadero origen, la imaginación
del hombre ha tejido ese velo de fantasía alrededor de Zacatecas.
Otra razón hay para que surgiera esta leyenda: la fabulosa riqueza de la
plata que hubo y que hay en sus minas.
Fantasía y riqueza, dos ingredientes muy apropiadas para forjar una
leyenda como la que vamos a referir.
Dícese que en ese pintoresco y bello picacho del cerro de la Bufa alienta
una princesa encantada de rara hermosura, que en la mañana de cada
uno de los jueves festivos del año, sale al encuentro del caminante
varón, pidiéndole que le conduzca en brazos hasta el altar mayor de la
que hoy es la Basílica de Zacatecas, y que al llegar a ese sitio volverá a
esplender la ciudad encantada, toda de plata, que fue esta capital hace
muchos años, y que ella, la joven del hechizo, recordará su condición
humana.
Pero para romper este encantamiento hay condiciones precisas, tales
como que el viajero, fascinado por la belleza de la joven que le llama,
tenga la fuerza de voluntad suficiente para soportar varias pruebas; que
al llevarla en sus brazos camine hacia adelante sin turbación y sin volver
el rostro, no obstante escuche voces que le llamen y otros ruidos
extraños que se produzcan a su espalda.
Si el elegido pierde la serenidad y voltea hacia atrás, entonces la bella
muchacha se convierte en horrible serpiente y todo termina ahí.
La oferta es tentadora: una lindísima muchacha y una fortuna inacabable,
pero ¿quién es galán con temple de acero que pueda realizar esta
hazaña? Por lo visto las condiciones son precarias, pues Zacatecas, el
Estado que hoy conocemos, tiene más de cuatro siglos de vida y no ha
habido quién cumpla los requisitos para deshacer el hechizo.
Escritores y poetas nacen y mueren con mayor o menor galanura en el
lenguaje todos repiten la leyenda, como un canto a Zacatecas, a la Bufa
y a la hermosa princesa encantada
El Callejón del Beso
Se cuenta que Doña Carmen era hija única de su padre intransigente y
violento, pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por
infortunado que este sea. Doña Carmen era acortejada por su galán Don
Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de
su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevivieron al
encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo,
casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además,
acrecentaría el padre su mermada hacienda
La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, Doña Brígida lloraron
e imploraron juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que
Doña Brígida llevaría una carta a Don Luis con la nefasta nueva.
Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le
pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Doña Carmen daba
hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la
ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.
Si lograra entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre
los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el
dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro.
Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de Doña Carmen, cuando,
asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de
sus sueños. Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel
inenarrable coloquio amoroso, y cuando más abstraídos se encontraban
los amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el
padre de Doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma
vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.
El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen, como era natural, y con
una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija.
Don Luis enmudeció de espanto...la mano de Doña Carmen seguía entre
las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, Don Luis dejó un
tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.
El lugar existe y es sin duda uno de los más típicos de la ciudad de
Guanajuato, y precisamente se le llama El Callejón del Beso.
Las Costillas del Diablo
Gaudencio Neri Vargas
La gente de Tepotzotlán era muy afecta a la narración de leyendas;
actualmente esta tradición se ha ido perdiendo, probablemente, quizá
debido a la existencia de la radio y la televisión. Antiguamente se
contaban leyendas de brujas, nahuales, duendes, lloronas, aparecidos y
demonios.
Cuenta una leyenda que el diablo se iba a llevar a su casa una piedra;
después de que la hubo atado con mecates, trató de arrancarla del suelo
de lava Volcánica donde estaba, pero fue tanto su esfuerzo que dejó
marcadas las costillas, y al no poder cargarla antes de que el gallo
cantara, la abandonó.
Otra leyenda asegura que existen túneles que van desde el Colegio
Jesuita hasta distintas haciendas y parroquias de la periferia; Asimismo,
se habla de una campana encantada; al respecto, cuentan que cuando
fueron colocadas las campanas en la torre grande, en 1762, una de ellas
cayó y se hundió en el suelo, quedando allí encantada. En 1914, cuando
llegaron al pueblo los carrancistas, se dice que trataron de sacarla pero
que fue inútil, ya que entre más escarbaban, aquella más se hundía.
Se habla también de que en los cerros hacen sus sesiones las brujas y
que después salen a chupar la sangre de los niños pequeños,
principalmente de aquellos que no están bautizados. También se cuenta
de un jinete vestido de negro, con botonadura de oro, que se aparece en
algunos caminos, sobre un caballo negro, de cuyos cascos y cola salen
chispas; aseguran que seduce con su riqueza a la gente codiciosa.

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  • 1. MITOS La Llorona Los cuatros sacerdotes aguardaban espectantes. Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes. Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía. De pronto estalló el grito.... Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin. -- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el portento. -- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente - -, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche. Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar. Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacias las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo: "...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima...." Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes: "...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de perderos..."
  • 2. Al oir estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal. El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo que parecía escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos, en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de Itzcoatl y Tlacaelel. El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro los códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una reverencia, le interpretaron lo allí escrito. ---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para anunciarnos la destrucción de vuestro imperio. Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros dioses más poderosos. --- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y humildad. --- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio. Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello que dejaron escrito los más sabios y más viejos. Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma, Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a la entonces raza poderosa y avasalladora. Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.
  • 3. -----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración, para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la traza. Jamás hubo valiente que osara interrrogarla. Todos convinieron en que se trataba de un fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor, bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que se transplantó a la época colonial. Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin linaje. Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda. Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto. Poco a poco y al paso de los años, la leyende de La Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas y montañas.
  • 4. La diosa Afrodita Afrodita es la diosa del amor y la belleza, y se identifica en Roma con la antigua divinidad itálica Venus. Según una tradición es hija de Urano y según otra de Zeus y Dione. En el caso de la primera historia, el nacimiento ocurre en el momento que Cronos (dios del tiempo) corta los genitales de su padre Urano y los lanza al mar, de donde surge Afrodita. De ahí que se le conozca como "la diosa nacida de las olas" o "nacida del semen de dios". Una vez que salió del mar, Afrodita fue llevada por los vientos Céfiros, primero a Citera y luego a Chipre, donde las Horas la vistieron y la guiaron a la morada de los Inmortales. Posteriormente, Platón imaginó que había una Afrodita Urania, la diosa del amor puro e hija de Urano; y Afrodita Pandemo, hija de Dione y diosa del amor vulgar. Sin embargo esta es una concepción filósofica tardía. Afrodita es partícipe de un sinnúmero de leyendas. Primero, se casó con Efesto (el divino cojo y dios del Fuego), pero estaba enamorada de Ares (dios de la Guerra). Cuenta Homero (escritor de La Odisea y La Iliada) que mientras los enamorados se entregaban a la pasión en una madrugada, en el lecho de Afrodita, Efesto celoso les había puesto una trampa, pues el Sol le había contado que su amada le estaba siendo infiel. Cuando los amantes se dieron cuenta ya estaban atrapados en una red mágica que tenía el esposo de la bella diosa, y éste fue a llamar a todos los dioses para que fueran testigos del engaño. Todos se burlaron del asunto, pero Poseidón (dios del Mar) pidió clemencia y por eso Afrodita y Ares fueron liberados. La diosa avergonzada huyó a Chipre, mientras que Ares se fue a Tracia. Sin embargo, sus amores tuvieron fruto y de tal unión nacieron Eros (dios del amor) y Anteros, Deimo y Fobos (el Terror y el Temor) y Harmonía. A veces también se agrega a Príapo. A parte de Ares, Afrodita estuvo involucrada amorosomente con Adonis y a Anquises con quien tuvo a Eneas (héroe troyano y personaje de La Eneida de Virgilio) y a Lirno. Pero, la diosa fue especialmente conocida por sus maldiciones e iras, pues cuando alguien caía en la desgracia de ofender a la diosa, se condenaba a tormentos terribles. Por ejemplo, castigó a la Aurora con un amor irrefrenable por Orión, ya que había cedido a las seducciones de Ares. También castigó a todas las mujeres de Lemnos, ya que éstas no la honraban, y las impregnó con un olor insoportable que provocó que sus hombres las abandonaran. De igual manera castigó a las hijas de Cíniras y las obligó a prostituirse con extranjeros. Por otra parte, caer en su gracia era igual o más peligroso. Cuando la Discordia lanzó una manzana a la más hermosa de las diosas, e hizo que compitieran Afrodita, Palas Atenea y Hera, y Zeus decidió que fuera Alejandro (Paris, héroe troyano) el que definiera quién era
  • 5. la más hermosa, cada una le ofreció un regalo a cambio de que la escogiera. Palas Atenea le ofreció hacerlo invencible en la guerra, Hera le prometió el reino del universo, y Afrodita la mano de Helena (hija de Zeus y hermana de los Dioscuros), quien era la mujer más hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita y fue por esta promesa que se inició la famosa Guerra de Troya. Afrodita agradecida con Paris, lo protegió durante toda la campaña así como a los demás aqueos, incluyendo a su hijo Eneas, a quien logró salvar de la muerte. Aunque Troya iba a perder la guerra definitivamente, Afrodita logró rescatar la raza de los aqueos con su hijo Eneas, quien luego viajara a una tierra desconocida donde sus descendientes Rómulo y Remo fundarían Roma. Así es como para lo romanos Afrodita, Venus para ellos, fuera su protectora particular y por eso César le levantó un templo bajo la invocación de Venus Madre. Los animales favoritos de esta diosa eran las palomas, y estas aves arrastraban su carro. Sus plantas eran la rosa y el mirto. El mito de Calipso Calipso pertenecía a las ninfas y era hija de Atlante y Pléyone. Otras versiones la hacen hija de Helio (el Sol) y Perseis. De esta segunda versión es que se deriva la idea de que era hermana de Circe y Eetes. Su lugar de habitación era la isla Ogigia, que se cree se ubicaba en el Mediterráneo occidental y que por lo general se identifica con la actual península de Ceuta, frente a Gibraltar. Calipso, llamada por Homero "la que oculta", recibió hospitaliariamente a Odiseo (Ulises) cuando su nave naufragó. En la Odisea, se cuenta como Calipso, enamorada profundamente de Odiseo lo reteiene contra su voluntad en la isla durante mucho tiempomientras él cree que a penas son unos días. La cantidad de tiempo que Ulises estuvo con ella varía. Algunos apuntan que fue dies años, otros creen que siete y hay quien opina que fue un año. A cambio de que Odiseo se quedara para siempre con ella, Calipso le ofrecía a cambio la inmortalidad. Sin embargo, Odiseo sentía la necesidad de regresar a su hogar Ítaca y al final se mantuvo inflexible.
  • 6. Atenea quien protegía a Odiseo, rogó a Zeus para que enviara a Hermes donde Calpiso y le ordenara que dejara ir a Odiseo, a lo cual Zeus cedió. Aunque a ella le dolió dejar partir a su amado, cumplió la orden del dios de dioses. Le proporcionó al héroe madera para construir una embarcación, provisiones para el viaje, e indicaciones de cuales astros debía seguirpara econtrar el camino a casa. Existen leyendas posteriores a la Odisea donde se les adjudica a Odiseo y a Calipso un hijo llamado Latino, quien por logeneral se considera más bien hijo de Circe. Otras tradiciones hablan de Nausítoo y Nausínoo como hijos de Calipso y Odiseo. También se cuenta que Ausón fue hijo de la pareja, quien dio origen a Ausonia. Adicionalmente, existe en la mitología registros de otra Calipso que era una de las hijas de Tetis y Océano. Cuando Europa murió le fueron concedidos los honores divinos y el toro que había sido la forma en que Zeus había amado a Europa fue convertido en constelación e incluido en los signos del zodíaco. Por otro lado, se conocen otras heroínas con este nombre. Una es la hija de Ticio que tuvo a Eufemo depués de unirse con Poseidón (dios del mar). Otra es una de las Oceánides, hijas de Tetis y Océano. También, la madre de Níobe, esposa de Foroneo se llamaba Europa. Y por último, la hija del Nilo y una de las esposas de Dánao. El mito de la diosa Eris Eris o Éride es la personificación de la discordia, y por lo general se considera hermana de Ares (dios de la guerra), además de su compañera. No obstante, para Hesíodo era una de las fuerzas primordiales, descendiente de Nix (la noche). Sus hijos, coinciden con abstracciones como la Pena (Ponos), el Olvido (Lete), el Hambre (Limos), el Dolor (Algos)y el Juramento (Horcos). Eris es conocida sobre todo por haber lanzado la manzana con la que Paris iba a elegir a la diosa más hermosa, hecho que originó la guerra de Troya, narrada en la Ilíada. Todos los dioses habían asistido a la boda de Tetis (divinidad marítima) y Peleo (rey de Ptía Tesalia), pero Eris no había sido invitada. Ella ofendida, llegó y lanzó una manzana de oro en medio de todos e indicó que el fruto debía ser entregado a la diosa más hermosa de todas. Las diosas inmediatamente trataron de adueñarse de la manzana, pero cuando Hera, Afrodita y Atenea entraron todas se apartaron, ya que ellas eran las más poderosas.
  • 7. La disputa entre las diosas no se hizo de esperar, y como no había solución al problema ya que los dioses no querían tomar partido, Zeus envió a las diosas al monte Ida, en la Tierra con Hermes quien se encargaría de llevar a Paris, príncipe troyano, elegido para dar veridicto sobre tan importante cuestión. El joven primero tuvo miedo, luego cada diosa le ofreció lo que estaba en sus manos para que la eleigiera a ella: Atenea le ofreció la sabiduría y el triunfo en la guerra, Hera el poder y la riqueza y Afrodita a la mujer más hermosa del mundo. Paris eligió a Afrodita. Fue debido a esta promesa que Paris raptó a Helena de Troya, causa del largo conflicto bélico entre aqueos y troyanos. Así las cosas, Eris logró su cometido pues causó la confrontación entre las diosas que derivó en un conflicto de diez años entre los mortales. Según la versión posterior de Los Trabajos y los Días de Hesíodo, habría que distinguir dos diosas con este nombre. La primera, perniciosa, hija de la Noche (Nix), y la segunda representante del espíritu de emulación que Zeus ha puesto en la Tierra, a modo de estímulo. De esta forma, es ella quien pone al artesano celoso del artesano, al pintor del pintor, etcétera, y es ella quien inspira en cada mortal el gusto por su propio oficio, es decir la vocación. Esta diosa se representa la mayoría de las veces como un genio femenino alado, semejante a las Erinias. La leyenda del Sol y la Luna Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan. -¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron. Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo: -Yo me encargaré de alumbrar al mundo. Después los dioses preguntaron: -¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio. -Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.
  • 8. Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego. Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron: -¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió. Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse Luego los dioses dijeron: -¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego. Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó. Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron: -Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto. Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos. Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna. En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna. Desde entonces hay día y noche en el mundo.
  • 9. LEYENDAS La Calle de la Quemada Muchas de las calles, puentes y callejones de la capital de la Nueva España tomaron sus nombres debido a sucesos ocurridos en las mismas, a los templos o conventos que en ellas se establecieron o por haber vivido y tenido sus casas personajes y caballeros famosos, capitanes y gentes de alcurnia. La calle de La Quemada, que hoy lleva el nombre de 5a. Calle de Jesús María y según nos cuenta esta dramática leyenda, tomó precisamente ese nombre en virtud a lo que ocurrió a mediados del Siglo XVI. Cuéntase que en esos días regía los destinos de la Nueva España don Luis de Velasco I., (después fue virrey su hijo del mismo nombre, 40 años más tarde), que vino a reemplazar al virrey don Antonio de Mendoza enviado al Perú con el mismo cargo. Por esa misma fecha vivían en una amplia y bien fabricada casona don Gonzalo Espinosa de Guevara con su hija Beatriz, ambos españoles llegados de la Villa de Illescas, trayendo gran fortuna que el caballero hispano acrecentó aquí con negocios, minas y encomiendas. Y dícese en viejas crónicas desleídas por los siglos, que si grande era la riqueza de don Gonzalo, mucho mayor era la hermosura de su hija. Veinte años de edad, cuerpo de graciosas formas, ojos glaucos, rostro hermoso y de una blancura de azucena, enmarcado en abundante y sedosa cabellera bruna que le caía por los hombros y formaba una cascada hasta la espalda de fina curvadura. Asegurábase en ese entonces que su grandiosa hermosura corría pareja con su alma toda bondad y toda dulzura, pues gustaba de amparar a los enfermos, curar a los apestados y socorrer a los humildes por los cuales llegó a despojarse de sus valiosas joyas en plena calle, para dejarlas en esas manos temblorosas y cloróticas. Con todas estas cualidades, de belleza, alma generosa y noble cuna a lo cual se sumaba la inmensa fortuna de su padre, lógico es pensar que no le faltaron galanes que comenzaron a requerirla en amores para posteriormente solicitarla como esposa. Muchos caballeros y nobles galanes desfilaron ante la casa de doña Beatríz, sin que esta aceptara a
  • 10. ninguno de ellos, por más que todos ellos eran buenos partidos para efectuar un ventajoso matrimonio. Por fin llegó aquel caballero a quien el destino le había deparado como esposo, en la persona de don Martín de Scópoli, Marqués de Piamonte y Franteschelo, apuesto caballero italiano que se prendó de inmediato de la hispana y comenzó a amarla no con tiento y discreción, sino con abierta locura. Y fue tal el enamoramiento del marqués de Piamonte, que plantado en mitad de la calleja en donde estaba la casa de doña Beatríz o cerca del convento de Jesús María, se oponía al paso de cualquier caballero que tratara de transitar cerca de la casa de su amada. Por este motivo no faltaron altivos caballeros que contestaron con hombría la impertinencia del italiano, saliendo a relucir las espadas. Muchas veces bajo la luz de la luna y frente al balcón de doña Beatriz, se cruzaron los aceros del Marqués de Piamonte y los demás enamorados, habiendo resultado vencedor el italiano. Al amanecer, cuando pasaba la ronda por esa calle, siempre hallaba a un caballero muerto, herido o agonizante a causa de las heridas que produjera la hoja toledana del señor de Piamonte. Así, uno tras otro iban cayendo los posibles esposos de la hermosa dama de la Villa de Illescas. Doña Beatriz, que amaba ya intensamente a don Martín, por su presencia y galanura, por las frases ardientes de amor que le había dirigido y las esquelas respetuosas que le hizo llegar por manos y conducto de su ama, supo lo de tanta sangre corrida por su culpa y se llenó de pena y de angustia y de dolor por los hombres muertos y por la conducta celosa que observaba el de Piamonte. Una noche, después de rezar ante la imagen de Santa Lucía, vírgen mártir que se sacó los ojos, tomó una terrible decisión tendiente a lograr que don Martín de Scúpoli marqués de Piamonte y Franteschelo dejara de amarla para siempre. Al dia siguiente, después de arreglar ciertos asuntos que no quiso dejar pendientes, como su ayuda a los pobres y medicinas y alimentos que debían entregarse periódicamente a los pobres y conventos, despidió a toda la servidumbre, después de ver que su padre salía con rumbo a la Casa del Factor.
  • 11. LLevó hasta su alcoba un brasero, colocó carbón y le puso fuego. Las brasas pronto reverberaron en la estancia, el calor en el anafre se hizo intenso y entonces, sin dejar de invocar a Santa Lucía y pronunciando entre lloros el nombre de don Martín, se puso de rodillas y clavó con decisión, su hermoso rostro sobre el brasero. Crepitaron las brasas, un olor a carne quemada se esparció por la alcoba antes olorosa a jazmín y almendras y después de unos minutos, doña Beatriz pegó un grito espantoso y cayó desmayada junto al anafre. Quiso Dios y la suerte que acertara a pasar por allí el fraile mercedario Fray Marcos de Jesús y Gracia, quien por ser confesor de doña Beatriz entró corriendo a la casona después de escuchar el grito tan agudo y doloroso. Encontró a doña Beatriz aún en el piso, la levantó con gran cuidado y quiso colocarle hierbas y vinagre sobre el rostro quemado, al mismo tiempo que le preguntaba qué le había ocurrido. Y doña Beatriz que no mentía y menos a Fray Marcos de Jesús y Gracia que era su confesor, le explicó los motivos que tuvo para llevar al cabo tan horrendo castigo. Terminando por decirle al mercedario que esperaba que ya con el rostro horrible, don Martín el de Piamonte no la celaría, dejar&iacuta; de amarla y los duelos en la calleja terminarían para siempre. El religioso fue en busca de don Martín y le explicó lo sucedido, esperando también que la reacción del italiano fuera en el sentido en que doña Beatriz había pensado, pero no fue así. El caballero italiano se fue de prisa a la casa de doña Beatriz su amada, a quien halló sentada en un sillón sobre un cojín de terciopelo carmesí, su rostro cubierto con un velo negro que ya estaba manchado de sangre y carne negra. Con sumo cuidado le descubrió el rostro a su amada y al hacerlo no retrocedió horrorizado, se quedó atónito, apenado, mirando la cara hermosa y blanca de doña Beatriz, horriblemente quemada. Bajo sus antes arqueadas y pobladas cejas, había dos agujeros con los párpados chamuscados, sus mejillas sonrosadas, eran cráteres abiertos por donde escurría sanguaza y los labios antes bellos, carnosos, dignos de un beso apasionado, eran una rendija que formaban una mueca horrible.
  • 12. Con este sacrificio, doña Beatriz pensó que don Martín iba a rechazarla, a despreciarla como esposa, pero no fue así. El marqués de Piamonte se arrodilló ante ella y le dijo con frases en las que campeaba la ternura: -Ah, doña Beatriz, yo os amo no por vuestra belleza física, sino por vuestras cualidades morales, sóis buena y generosa, sóis noble y vuestra alma es grande... El llanto cortó estas palabras y ambos lloraron de amor y de ternura. -En cuanto regrese vuestro padre, os pediré para esposa, si es que vos me amáis. Terminó diciendo el caballero. La boda de doña Beatriz y el marqués de Piamonte se celebró en el templo de La Profesa y fue el acontecimiento más sensacional de aquellos tiempos. Don Gonzalo de Espinosa y Guevara gastó gran fortuna en los festejos y por su parte el marqués de Piamonte regaló a la novia vestidos, alhajas y mobiliario traídos desde Italia. Claro está que doña Beatriz al llegar ante el altar se cubría el rostro con un tupido velo blanco, para evitar la insana curiosidad de la gente y cada vez que salía a la calle, sola al cercano templo a escuchar misa o acompañada del esposo, lo hacía con el rostro cubierto por un velo negro. A partir de entonces, la calle se llamó Calle de la Quemada, en memoria de este acontecimiento que ya en cuento o en leyenda, han repetido varios autores, siendo estos datos los auténticos y que obran en polvosos documentos.
  • 13. La Leyenda del Murciélago Cuenta la leyenda que el murciélago una vez fue el ave más bella de la Creación. El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como mariposa desnuda). Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores. Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo. Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza. Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves. Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza. Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio. Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.
  • 14. El Cerro de la Bufa Pocas ciudades como está tienen una historia y una leyenda tan interesante; tal vez por no conocerse su verdadero origen, la imaginación del hombre ha tejido ese velo de fantasía alrededor de Zacatecas. Otra razón hay para que surgiera esta leyenda: la fabulosa riqueza de la plata que hubo y que hay en sus minas. Fantasía y riqueza, dos ingredientes muy apropiadas para forjar una leyenda como la que vamos a referir. Dícese que en ese pintoresco y bello picacho del cerro de la Bufa alienta una princesa encantada de rara hermosura, que en la mañana de cada uno de los jueves festivos del año, sale al encuentro del caminante varón, pidiéndole que le conduzca en brazos hasta el altar mayor de la que hoy es la Basílica de Zacatecas, y que al llegar a ese sitio volverá a esplender la ciudad encantada, toda de plata, que fue esta capital hace muchos años, y que ella, la joven del hechizo, recordará su condición humana. Pero para romper este encantamiento hay condiciones precisas, tales como que el viajero, fascinado por la belleza de la joven que le llama, tenga la fuerza de voluntad suficiente para soportar varias pruebas; que al llevarla en sus brazos camine hacia adelante sin turbación y sin volver el rostro, no obstante escuche voces que le llamen y otros ruidos extraños que se produzcan a su espalda. Si el elegido pierde la serenidad y voltea hacia atrás, entonces la bella muchacha se convierte en horrible serpiente y todo termina ahí. La oferta es tentadora: una lindísima muchacha y una fortuna inacabable, pero ¿quién es galán con temple de acero que pueda realizar esta hazaña? Por lo visto las condiciones son precarias, pues Zacatecas, el Estado que hoy conocemos, tiene más de cuatro siglos de vida y no ha habido quién cumpla los requisitos para deshacer el hechizo. Escritores y poetas nacen y mueren con mayor o menor galanura en el lenguaje todos repiten la leyenda, como un canto a Zacatecas, a la Bufa y a la hermosa princesa encantada
  • 15. El Callejón del Beso Se cuenta que Doña Carmen era hija única de su padre intransigente y violento, pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por infortunado que este sea. Doña Carmen era acortejada por su galán Don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevivieron al encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con el que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, Doña Brígida lloraron e imploraron juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que Doña Brígida llevaría una carta a Don Luis con la nefasta nueva. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de Doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograra entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos, encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro. Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de Doña Carmen, cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños. Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, y cuando más abstraídos se encontraban los amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de Doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora. El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija. Don Luis enmudeció de espanto...la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida. El lugar existe y es sin duda uno de los más típicos de la ciudad de Guanajuato, y precisamente se le llama El Callejón del Beso.
  • 16. Las Costillas del Diablo Gaudencio Neri Vargas La gente de Tepotzotlán era muy afecta a la narración de leyendas; actualmente esta tradición se ha ido perdiendo, probablemente, quizá debido a la existencia de la radio y la televisión. Antiguamente se contaban leyendas de brujas, nahuales, duendes, lloronas, aparecidos y demonios. Cuenta una leyenda que el diablo se iba a llevar a su casa una piedra; después de que la hubo atado con mecates, trató de arrancarla del suelo de lava Volcánica donde estaba, pero fue tanto su esfuerzo que dejó marcadas las costillas, y al no poder cargarla antes de que el gallo cantara, la abandonó. Otra leyenda asegura que existen túneles que van desde el Colegio Jesuita hasta distintas haciendas y parroquias de la periferia; Asimismo, se habla de una campana encantada; al respecto, cuentan que cuando fueron colocadas las campanas en la torre grande, en 1762, una de ellas cayó y se hundió en el suelo, quedando allí encantada. En 1914, cuando llegaron al pueblo los carrancistas, se dice que trataron de sacarla pero que fue inútil, ya que entre más escarbaban, aquella más se hundía. Se habla también de que en los cerros hacen sus sesiones las brujas y que después salen a chupar la sangre de los niños pequeños, principalmente de aquellos que no están bautizados. También se cuenta de un jinete vestido de negro, con botonadura de oro, que se aparece en algunos caminos, sobre un caballo negro, de cuyos cascos y cola salen chispas; aseguran que seduce con su riqueza a la gente codiciosa.