1. EL TIEMPO NO ES ORO
Seguramente ya habréis oído esta historia, pero permitidme
que os la cuente, porque me impactó cuando lo escuché, y porque,
desgraciadamente, ya me la he tenido que escuchar varias veces:
" Un pequeño de 5 años entró corriendo y canturreando en el despacho
de su padre, donde éste trabajaba afanosamente entre papeles,
móviles, pantallas de ordenador y tazas de café.
- ¡¡¡Papá, papá, papá!!! - llamaba insistente el pequeño, tirando de la
corbata desanudada de su padre.
- ¡No me molestes, hijo! ¿No ves que estoy trabajando? - contestó éste,
sin volver la vista hacia su pequeño.
- Déjame hacerte una pregunta, papi - dijo el niño. ¿Cuánto ganas por
hora?
- ¿Cómo? Mira, tengo muchas cosas que hacer... Por favor, ¿puedes salir
de aquí y dejarme en paz?
- Sólo eso, papi. Dímelo, por fi. ¿Cuánto ganas por hora?
Su padre resopló molesto, y de mala gana le respondió:
- 20 euros, más o menos. Y por eso mismo te vas ya de aquí, ¿me oyes?
Lárgate y déjame trabajar, ¿quieres?
Y así lo hizo. El niño salió del despacho de su padre
apresuradamente y canturreando su canción favorita.
Pero a los cinco minutos volvió a entrar de nuevo, de la misma
forma que lo hizo un ratito antes, para desesperación de su padre, que
seguía a lo suyo...
- ¡¡¡Papá, papá!!! ¿Me dejas 10 euros?
- ¿Queeeé? ¿Estás loco? ¡¡Anda, vete ya a dormir, que mira qué hora es,
y déjate de tonterías!!
Pasan algunas horas, cae la noche, llega la madrugada, y el
padre, exhausto, reclinado sobre el sillón de su despacho, no puede
dejar de pensar en la forma en que echó hace un rato a su hijo de allí.
En silencio, coge su cartera, se dirige a su habitación, que tiene la
2. puerta entreabierta, y se sienta en el suelo, junto a la almohada,
contemplando embelesado el rostro de su hijo, el cual, durmiendo
plácidamente, parece un ángel venido del cielo.
Se acerca hacia su rostro, lo besa tiernamente, y le dice en voz
baja:
- Eh, gordito... despierta... mira, te he traído los diez euros que me
pediste...
El pequeño abre los ojitos, perezoso, y se abraza a su papá,
dibujando una gran sonrisa en su rostro. De inmediato, coge el billete
que le ha dado su padre, y lo mete en una pequeña bolsa de chuches
que esconde debajo de su almohada. Esta bolsa tiene algunas monedas,
que suenan graciosas en las manos del niño.
- Ya está, papi - dice el pequeño. Ya tengo veinte euros. ¿Y ahora? ¿Me
vendes una hora de tu tiempo?"
Esta historia no es mía. Pero la escuché hace ya algún tiempo, y
desde entonces no he podido olvidarla. Y la he oido algunas veces,
como os decía antes, y cada vez que la oigo siempre me surge en la
mente la misma pregunta, que martillea con fuerza en mi corazón:
¿De verdad merece la pena tanto trabajo? ¿Qué nos estamos
perdiendo? ¿Cuándo nos daremos cuenta que lo más importante en
nuestras vidas es lo que solemos ignorar con más frecuencia?
Espero que no tardemos mucho.
Porque esto no es nuevo....
Mira...
"Padres, no irriten a sus hijos... Al contrario, pasen tiempo con ellos,
educándolos y aconsejándolos según el Espíritu de Dios..."
EFESIOS, 6 1-4
Tú mismo...
Daniel Cantero Montiel