En este fragmento de menos de dos minutos que forma parte del documental brasileño El veneno está en la mesa, Eduardo Galeano expresa un sentir de muchæs latinoamericanæs:los gobiernos progresistas también han traicionado a los pueblos
Neoextractivismo vs. la defensa integral de los territorios
1. Neoextractivismo vs. la defensa integral de los territorios
12/03/13
En este fragmento de menos de dos minutos que forma parte del
documental brasileño El veneno está en la mesa, Eduardo Galeano
expresa un sentir de muchæs latinoamericanæs:los gobiernos
progresistas también han traicionado a los pueblos. Apenas un
ejemplo alcanza para justificar esta afirmación y el elegido es el caso
de los agrotóxicos. Valga un ejemplo dentro del ejemplo: con miras a
cumplir su Plan Estratégico Agroalimentario 2020 el gobierno
argentino pretende instalar en Mendoza “el megaemprendimiento
más grande del mundo en materia de potasio”.
Sus presentaciones en cloruro potásico y nitrato de potasio se
emplean como base para los fertilizantes. Y es que para alcanzar las
metas económicas propuestas se necesita profundizar aún más el
modelo de monocultivo de soja, a la postre esto le posicionaría como
uno de los principales productores de fertilizantes del mundo.
El proyecto minero será emplazado en las márgenes del Río Colorado
el cual nace en la Cordillera recorre cinco provincias argentinas y
desemboca en el Océano Atlántico, es decir atraviesa toda la
Patagonia de Oeste a Este. Desde SURsuelo, Fabián
Chiaramello comenta que “el proyecto de Potasio Río Colorado va a
generar el fertilizante destinado a los agronegocios brasileros que
aportará aún más en la deforestación del Amazonas. La ecuación es
perversa: se construye una megaplanta que consume cantidades de
agua y energía abismales, que puede tener consecuencias
ambientales muy graves, para producir un fertilizante que será
utilizado para seguir profundizando el monocultivo sojero que
desaloja campesinos y pueblos originarios, contamina con sus
agrotóxicos, provoca desmontes, deteriora el suelo y concentra cada
vez más la producción”.
Así, mientras asistimos a estas complicidades políticas legalizadas, en
otras partes del mundo se sanciona una vez más a Monsanto por su
responsabilidad en la intoxicación química de un agricultor francés.
Con esto no queremos reforzar esas viejas ideas de un “norte”
2. civilizado y democrático y un “sur” bárbaro y corrupto. Estas
sentencias solo nos demuestran que las corporaciones se maquillan
para cada ocasión: mientras en Estados Unidos y Europa ya se
tiñeron el cabello y hablan de economías verdes y servicios
ambientales, en América Latina, África y gran parte de Asia los
discursos del progreso aún no parecen estar del todo
deslegitimados y los pueden seguir usando.
Ninguna de estas visiones pone en entredicho las bases netamente
económicas sobre las que camina el sistema y en cambio se
enmarcan dentro delneoextractivismo. ¿Otro neo más? La mayoría
de las veces los prefijos nos sientan
bien: re, co, alter, anti, meta, trans… Pero también están los otros,
los que nos caen mal y parece que el neo encabeza la lista
mientras mega le sigue de cerca. Es una cuestión de escalas.
Una de las figuras principales de este modelo neoextractivista es el
Estado, que según el uruguayo Eduardo Gudynas “juega un papel
más activo, y logra una mayor legitimación por medio de la
redistribución de algunos de los excedentes por medio de políticas
sociales”. El neoextractivismo refiere más que a una actividad
concreta a una forma de extracción: todas aquellas actividades
que remueven grandes volúmenes de bienes naturales y (casi) sin
mediar proceso son trasladados lejos de la zona de origen. Minería,
petróleo, gas, represas, monocultivos (de cereales o forestales),
agroindustria, ganadería o pesca intensiva, etc. entran dentro de esta
categoría y logran seguir aumentando la concentración. De entre
ellas la minería es la que puede acabar con la mayor cantidad
de recursos no renovables en menor tiempo. Es la más
insustentable. Sin embargo esta actividad extractiva está en la
cabeza de todas las agendas políticas latinoamericanas: desde México
3. hasta Argentina pasando por Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Bolivia,
Brasil y Uruguay (por mencionar solo a los progresistas). Apenas El
Salvador está planteándose por estas fechas prohibir de forma
permanente las actividades mineras. En un país pequeño, tan
densamente poblado y con una fuerte escasez hídrica esa prohibición
sería lo más acertado.
Todo depende, como dijimos, de las escalas. Aire, agua, tierra y
energía son los cuatro elementos fundamentales de la naturaleza y
también los cuatro elementos sobre los que el capitalismo
avanza en estos tiempos a toda velocidad. Y es que incluso si esa
redistribución fuera real tampoco se justificarían los daños sociales y
ambientales que estos megaproyectos dejan en los territorios:
Ocupaciones (para)policial y (para)militar, despojos, contaminación,
abusos de todo tipo contra las poblaciones locales.
Por estos tiempos el concepto de territorialidad se está utilizando
de nuevo como base y sostén para defender física y teóricamente
esos espacios que habitamos. Jean Robert dice que “a lo mejor,
muchos no saben que, con ello, están inventando un potente
concepto analítico nuevo para hablar de una vieja realidad que tiene
que ver con el cultivo, la cultura, las costumbres y también la
hospitalidad y, por supuesto, la subsistencia, palabra deshonrada por
el mal uso que le dieron los lingüistas y economistas ‘de arriba’”. Un
concepto parecido podría ser el de biocultura, mismo sobre el que
los pueblos huicholes de México están reafirmando legalmente
la defensa de su centro sagrado en Wirikutaante la minería y las
agroindustrias. Y es que está visto que para lograr una defensa
integral de los territorios primero necesitamos reconocer cuáles son
los territorios en los que se establecen esas luchas. El ideológico es
quizás el más profundo de ellos. Volviendo a citar a Robert, “lo que
vivimos ahora es el efecto de sueños de poder
desproporcionados y de omnisciencia desencadenados de sus
ataduras tradicionales. Al caer sobre la tierra como desechos,
amenazan el sentido común de la gente, que es percepción de la
proporción, de la escala, de la justa importancia de las cosas y de los
límites de las fuerzas propias. (…) Hoy en día, este contrario de la
territorialidad se llama desarrollo urbano y se enseña en las
universidades como diseño arquitectónico”.
Las resistencias no cesan, no descansan y no paran de
crear alternativas a estos modelos. ¿Cómo no hacerlo cuando incluso
los tribunales internacionales favorecen los derechos de las
trasnacionales en lugar de hacer prevalecer los derechos colectivos
de los pueblos? Un rápido vistazo sobre el más importante de ellos
puede aproximarnos a una conclusión: el Centro Internacional de
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) fue creado en
1966 como una rama del Banco Mundial para fomentar el flujo
4. internacional de inversiones. No será muy difícil acertar a quiénes
beneficiará en las disputas.
De las falacias del neoextractivismo hay una que se sigue usando
todavía hoy y no deja de llamar nuestra atención: “solo se oponen
pero no proponen”. En este corto tiempo que llevamos escribiendo
sobre bienes comunes hemos presentado varias propuestas (de esas
que para algunæs no existen). Sin irnos muy lejos mientras en pleno
siglo XXI los pequeños agricultores siguen siendo quienes alimentan
al mundo, las agroindustrias -con un distorsionado discurso de fin de
las hambrunas-, solo han logrado sembrar desertificación,
enfermedades y especulación financiera.
Desde Grain nos recuerdan que “reencontrarnos con la agricultura
como arte, como camino para la fructificación y como base de la
cultura de nuestros pueblos es un desafío clave para la humanidad”.
Lo que nos dignifica es nuestra capacidad de decidir sobre
nuestras propias vidas cotidianas y eso es un poco lo que se
proponen desde los proyectos que buscan reencontrar la armonía que
alguna vez hubo entre humanidad y naturaleza. Y no hace falta
evocar imágenes de taparrabos para lograr esos fines. Los huertos
urbanos y la permacultura son propuestas que se están trabajando
en las ciudades y que valoran ambos fines: sustentabilidad y
autonomía. Un caso concreto se da en las afueras de Buenos Aires,
Argentina donde se atestigua un auge de aldeas ecológicas. Ya el año
pasado Boaventura de Sousa hacía un buen resumen sobre las
conclusiones a las que se llegaron desde la Cumbre de los Pueblos
(aquella que se dio en paralelo a la oficial Río+20). “Primero, la
centralidad y la defensa de los bienes comunes de la humanidad
como respuesta a la mercantilización, privatización y financierización
de la vida, implícita en el concepto de ‘economía verde’. Entre
los bienes comunes están el aire y la atmósfera, el agua, los
acuíferos, ríos, océanos, lagos, las tierras comunales o ancestrales,
las semillas, la biodiversidad, los parques y las plazas, el lenguaje, el
paisaje, la memoria, el conocimiento, el calendario, Internet, HTML,
los productos distribuidos con licencia libre, Wikipedia, la información
genética, las zonas digitales libres, etc. (…) Segundo, el pasaje
gradual de una civilización antropocéntrica a una civilización
biocéntrica (…) Tercero, defender la soberanía alimentaria (…)
Cuarto, un vasto programa de consumo responsable que incluya
una nueva ética del cuidado y una nueva educación para el cuidado y
el compartir (…) Quinto, incluir en todas las luchas y en todas las
propuestas de alternativas las exigencias transversales de
profundización de la democracia y de lucha contra la
discriminación sexual, racial, étnica, religiosa, y contra la guerra”. Un
panorama parecido se presentó este año en laDeclaración de la
Cumbre de los Pueblos de Santiago de Chile en la que se propuso
recuperar derechos y bienes naturales, promover el paradigma
5. del buen vivir, trabajar por la autogestión, la autoorganización y la
soberanía alimentaria.
Las luchas y resistencias en las calles han sido y son necesarias para
afirmarnos en los territorios. Gracias a este tipo de acciones el pueblo
oaxaqueño, en México, logró detener el megaparque eólico Mareña
Renovables que quería instalarse en el Istmo de Tehuantepec.
Gracias a las alianzas que se tejen con medios digitales muchas de
estas luchas se multiplican. En los últimos tiempos asistimos día con
día a manifestaciones virtuales en apoyo a legítimos reclamos
en territorios más o menos remotos (casos Dragon Mart
Cancún, ciudades modelo en Honduras o Shell, culpable de
contaminación en Nigeria, etc.) Pequeñas acciones, algunas que
incluso vienen desde las administraciones públicas y todas ellas nos
parecen bienvenidas, una vez más por la escala en la que se dan y
por su replicabilidad.
Cada quien desde sus espacios de conocimiento están aportando a la
construcción de alternativas posibles, deseables y palpables
de sus formas de entender el Buen Vivir: ese concepto amplio y
generoso del que nos gusta sentirnos parte y que incorpora
pluralidad, plenitud, convivencia, armonía… Para empezar a
definir(nos) siempre ayuda recordar lo que no es. Estas propuestas
no son un remiendo del “desarrollo lineal e infinito”. Para Rebecca
Hollenderprecisamente “la viabilidad del Buen Vivir viene de su
capacidad de ir más allá del crecimiento económico como sinónimo,
mecanismo e indicador del desarrollo y de aceptar la realidad y
limitaciones físicas de los ecosistemas y el carácter finito de los
recursos naturales de nuestro planeta. Su viabilidad, igualmente,
viene de su capacidad de reconocer que la diversidad no solo es
importante en la Naturaleza, sino en nuestras sociedades y culturas
también”.
Todas las alianzas posibles son bienvenidas. Todas las complicidades
también. El hecho de lograr flexibilidad y respeto como partes
necesarias de la ecuación nos ayuda
a construir alternativas desde lo local, vincularlo con lo regional y
llegar hasta lo global. Retomando los ejemplos arriba citados, si los
medios digitales llegaron para quedarse bueno será entonces que
sigamos promoviendo la unión y solidaridad de esos espacios que
permiten que pequeñas acciones se reproduzcan geométricamente
con los altavoces de la Red. Eso y que “con un solo click” salvaremos
el mundo no son sinónimos, pero tampoco creemos justo denostar
estas acciones que aportan a una (tantas veces) aclamada
amplificación de legítimas demandas. Hoy más que nunca están al
alcance de nuestras manos. Elegir dónde y qué consumimos o qué
compartimos en redes sociales son todas ellas acciones políticas que
6. por pequeñas que sean aportan a “ese cambio que queremos ver en
el mundo”.
Si volvemos a esto de los prefijos nos quedamos con
las micropolíticas capaces de incidir en las macroestrcuturas
para recrear alternativas vivibles. Ecoportal.net
@SurSiendo
http://sursiendo.com