Dos niños indígenas wayuu, Katty Julieth y Diego José Uriana Ipuana, desaparecieron el 17 de febrero de 2013 cuando sus padres salieron a trabajar. A pesar de intensas búsquedas por parte de la familia, vecinos y autoridades, los niños no han sido encontrados seis meses después. Los padres y la comunidad wayuu piden al gobierno colombiano que intensifique las investigaciones y el rescate de los niños, ya que temen que hayan sido vendidos.
Ampliación de denuncia del Fiscal Federal por medicamentos en La Rioja
¿Quién responde por Katty Julieth y Diego José Uriana Ipuana, niños indígenas Wayuú?
1. ¿Quién responde por Katty Julieth y Diego José Uriana Ipuana,
niños indígenas Wayuú?
Viernes, 09 de Agosto de 2013
Por Ismael Paredes
Crónica de una desaparición forzada, como muchas que ocurren en
Colombia. La desaparición de dos menores Wayuu, un acto de
búsqueda y dolor colectivo
Sucedió el 17 de febrero de 2013, cuando dos humildes padres de
familia empezaban su día normal de trabajo; él salió a las 5 de la
mañana a labrar la tierra, como lo ha hecho desde hace 10 años en la
finca Marinka, ella salió al municipio de Ciénaga en el Magdalena -
tierra marcada por la memoria dolorosa de la masacre de las
bananeras hace 85 años- a realizar una diligencia de unos papeles.
Ese día Katty Julieth Uriana Ipuana de 9 años y su hermano Diego
José Uriana Ipuana de sólo 5 años esperaban el regreso de sus
padres para compartir la alegría y la comida diaria, pero ni hubo
comida ni hubo paz porque cuando Servando Uriana y su esposa
regresaron los niños no estaban en casa…
Inimaginable la preocupación de dos padres indígenas que rodean
como los 40 años de edad al ver con extrañeza que llamaban y
buscaban a sus dos pequeños sin obtener respuesta alguna, sobre
todo porque siempre sus hijos al primer llamado estaban ahí
respondiendo la voz de sus viejos; lo cierto es que Servando alterado
se fue al monte aprovechando los últimos rayos de luz del día,
pensando en que de pronto sus hijos habían ido a traer leña u otros
menesteres, pero la sorpresa fue mayor cuando después de horas de
gritar y buscar no ha vuelto a escuchar, hasta hoy, la voz de sus
hijos.
Los que si escucharon la voz, esa misma noche, fueron sus vecinos
que se sumaron a la búsqueda, pero tampoco fue fructífera, y
amaneció el nuevo día sin el reposo diario y sin la presencia de los
menores wayuu. Al día siguiente el destino de los acongojados
padres, fue el municipio de Ciénaga donde pusieron en conocimiento
2. de todas las ías (personería, fiscalía, policía…) el caso de sus hijos,
sin que el 09 de agosto de 2013, Día Internacional de los Pueblos
Indígenas -declarado así por la ONU hace 19 años- hayan tenido
resultado esperanzador alguno.
Han pasado casi seis meses y el dolor reprimido salió a flote ayer en
Bogotá, donde no solo llegaron los padres de los pequeños, sino un
selecto grupo de wayuu solidarios con el dolor de estos viejos
llegaron para haber si esta sociedad y este gobierno indiferente les
escucha y se pone la mano en el corazón y ayudan al rescate de los
niños. El gobierno de Juan Manuel Santos muy lambón a la hora de
atender casos de extranjeros, no se duele de estos pequeños hijos de
nuestro territorio y nuestro ser ancestral, ni mucho menos ha
pensado en el dolor colectivo de estos viejos y esta comunidad wayuu
que más allá de un búsqueda nos ha dado una verdadera lección de
magnifica solidaridad.
Así el principal cuestionamiento de los wayuu se lo lleva Santos por
mentecato y mezquino, quien invirtió millones de pesos y esfuerzos
de Estado en rescatar a Ángel Sánchez Fernández y María Marlaska
Sedano, dos españoles secuestrados recientemente en la costa norte
del país (eso está bien porque toda persona tiene derecho a su
libertad y a no caer en desgracia máxime cuando un Estado como el
colombiano es “garante” de los derechos de su pueblo, o debe serlo),
pero no se mosquea por centrar esfuerzos en buscar estos pequeños
y salvaguardar su vida e integridad como principios inherentes e
invaluables de la dignidad y condición humana de todos ser.
En este sentido los padres de los pequeños y unos 15 miembros de la
comunidad wayuu con llanto que baña sus curtidos rostros y el
corazón deshecho insisten en que el gobierno debe apropiarse del
rescate de los niños y la sociedad colombiana no puede ser
indiferente a su desgracia; el pueblo colombiano tan noble y sufrido y
que ha vivido los estragos de la violencia debemos abrazar estos
viejos y esta comunidad (por fortuna este servidor lo hizo durante el
acto de conmemoración del día internacional de pueblos indígenas
organizado en Bogotá por la OPIAC y la ONIC, organizaciones
representativas a nivel nacional) y no permitir que estos venerables
ancianos mueran de dolor.
***
Uno como comunicador a veces tiene que tragarse sus propias
angustias, pero esta vez tengo que expresar mi comprensible rabia y
en este sentido me uno al inmenso dolor de Servando y la seño’a
Delva, quienes no han tenido reposo en los últimos seis meses; he
aprendido cosas en la vida pero cuando uno ve un wayuu o un llanero
3. llorando es porque su dolor sobrepasa toda dimensión de sufrir una
desgracia. Ayer nueve de agosto fue un llanto colectivo, un dolor
áspero y un llamado franco a que este gobierno, literalmente deje de
hablar mierda, deje de ufanarse de sus delirios de “Santos” y actué
no como político miserable que busca una reelección anunciada, sino
como ser humano y padre “que pueda ocurrirle también a él una
desgracia cono la nuestra” reiteran los padres de Katty y Diego, y que
a su vez evite crónicas como esta de una desaparición forzada, que
por demás son más de 100.000 en Colombia.
***
Hasta hoy los padres de Katty y Diego no tienen pista alguna de su
paradero (algunos avezados líderes wayuu se atreven a señalar,
tímidamente, como responsables a grupos de ‘seguridad’ privada de
la minera Cerrejón, que controlan este territorio), después de seis
meses no han tenido consuelo, tampoco han tenido sosiego los
vecinos de la vereda Jolonura de Ciénaga y muchos otros miembros
del pueblo wayuu; veteranos luchadores como la vieja Shayo,
respetable y querida Rosario Epiayu, luchadora de muchas lunas,
pero que este caso la tiene sumida en un desgarrador dolor y que su
angustia y partida podría acelerarse si Katty y Diego no aparecieran
pronto, “nuestra esperanza está en que aparezcan vivos, pero que
aparezcan de alguna forma”, dice por último una abuela de esta
comunidad, quien como los padres de los menores y muchos wayuu
viven este drama es agobiante.
El último temor de los padres, amigos y familiares de los menores
wayuu, es que fueran vendidos, pues saben que esto puede ocurrir
en un país como el nuestro… La denuncia de este episodio de dolor se
conoció durante el Acto de conmemoración del Día Internacional de
los Pueblos Indígenas en la ciudad de Bogotá.
Agosto 10 Bakatá, Colombia