1. DIANA LAURA GARCÍA MURO
6° COMUNICACIÓN
TIC´ S 2
Magali valvidia
ANOREXIA Y BULIMIA
Las anoréxicas y bulímicas tienen su refugio en las redes
sociales y blogs
2. Las anoréxicas y bulímicas tienen su refugio en las redes sociales y blogs
Desarrollo de la información con imágenes
.
Durante 45 minutos de conversación, esta cuencana envió 30 tuits a sus contactos que le
pedían consejos para no caer en la tentación de comer. “Ten fuerza de voluntad princesa,
que un bocado calma la ansiedad, pero luego te vas a sentir mal. Recuerda que nuestra meta
son los 40 kilogramos”, le escribió a Natalia a través de este microblogging. Ese uso
compulsivo del celular es manejable, explica esta adolescente. En el colegio lo utiliza en los
dos recreos, que duran 40 minutos. “Es cuando más lo necesito porque en esos momentos
mis compañeras comen y para evitar la tentación, tuiteo”. En su casa, en frente de sus
padres, tampoco demuestra su trastorno. Daniela mide 1,65 metros y pesa 49 kilogramos.
Sus brazos son delgados, pero sus piernas son gruesas por contextura. En realidad su cuerpo
es proporcionado y atlético, pero ella repudia su “voluminosa” cadera. Su idealización de
un cuerpo perfecto es el de una modelo esquelética, como la foto que usa en su cuenta de
Twitter. La obsesión por el peso surgió hace cuatro años, cuando su madre hizo dieta para
viajar a la playa, pero no adelgazó como deseaba y se amargó durante el paseo. Daniela
comprendió que para evitar esa situación que atormentaba a su progenitora debía dejar de
alimentarse. El primer paso fue investigar en Google sobre dietas y así conoció a otras
adolescentes que comparten su interés. En el colegio solo come una manzana verde y bebe
agua. En la noche cena normalmente con sus padres y hermano. Pero antes de acostarse
induce el vómito para no engordar. Según ella, sus padres están convencidos que Ana y
Mía son sus amigas, por lo mucho que se refiere a ellas. “Lo bueno de ser joven es que
tenemos códigos para que no nos descubran”. Sofía (nombre protegido), otra cuencana,
también sufre anorexia y su aliciente para sostener ese trastorno son las redes sociales.
Sigue a tres „gurús‟ que comparten consejos para adelgazar. Acude a los laxantes que le
recomiendan los “expertos” de Twitter y blogs. En el mundo virtual de los trastornos
alimenticios hay otros términos como „Wannas‟ o „Wannabes‟. Son calificativos
despectivos para quienes aseguran padecer anorexia o bulimia, pero su objetivo es llamar la
atención, dice Sofía con tono burlesco. “Se comen una hamburguesa y luego tuitean como
3. si no pasara nada”. Sofía tiene 15 años y es
anoréxica desde el 2010. Al igual que Daniela su
primer contacto con ese mundo fue a través de
Internet. Nunca le preguntó a su madre sobre su
miedo a engordar, porque “no se preocupa por la
figura y no entiende lo importante que es ser
delgada en una sociedad que juzga las fotos del
Facebook”. Esta cuencana reconoce su obsesión por
ser delgada. Revisa su agenda de Hello Kitty: en
cada página tiene recortes de modelos en biquini o
vestidos minúsculos europeos. Al lado de cada
imagen hay apuntes como “soy una bola de grasa”,
“por comerme esa pizza no seré así” o “mi felicidad
es estar en los huesos”. Para la psicóloga María
Cáceres, los padres deben identificar las señales „on
line‟ y „off line‟. En el primer aspecto, los
progenitores deben crear cuentas en Facebook y Twitter y ver qué hacen sus hijos. “No
como vigilancia sino como amigos”. Eso les ayudará a familiarizarse con el lenguaje de la
Red y entender los códigos. Fuera de la Red, los principales síntomas para identificar esos
trastornos son confirmar si el adolescente se preocupa obsesivamente por las calorías que
consume o si se mira constantemente en el espejo (cuerpo entero). Además, si aborda el
tema del peso con frecuencia y expresa su pánico a engordar. “Lo más importante es crear
un ambiente de confianza para que el hijo explore sus inquietudes con los padres y no en
Internet”, dice Cáceres. Más sobre el perfil de estas adolescentes Las dietas de quienes
padecen anorexia o bulimia no superan las 400 calorías diarias. Los nutricionistas
recomiendan una dieta de 2 000 calorías para cubrir las actividades diarias. Las cuentas de
estas adolescentes en Twitter tienen los nombres „ana‟ o „mía‟ compuestos con otras
palabras. Cada tuit expresa la inconformidad con su cuerpo y su rechazo a la comida. Los
ejercicios son parte de la rutina de estas jóvenes que van al gimnasio por más de dos horas
al día. También acceden a webs que contabilizan las calorías que consumen. Puntos de vista
Christian Espinosa / Capacitador „El padre debe conocer la Web‟ Al igual que los padres
enseñan a sus hijos cómo identificar peligros en la calle, deben replicar esa enseñanza en
temas de la Web. Hay una falencia de los progenitores respecto al conocimiento en redes
sociales. Algo clave es que desde que los niños se familiarizan con navegar en Internet, sus
padres deben enseñarles a contrastar la información. Que distingan si las fuentes (páginas
donde consultan) están avaladas y los textos tienen un sustento.
De esa forma, los niños y adolescentes tendrán criterio para consumir información. Es
interesante conocer los códigos que utilizan las adolescentes para referirse a los trastornos
4. alimenticios y eso puede ser una alerta temprana, para reconocer las señales. Dominar el
lenguaje de Internet no es una moda, sino una necesidad para enfrentar estas situaciones.
Susana Veintimilla / Terapista Pulseras para reconocerse La sociedad se divide en
comunidades y eso define a los grupos. Lastimosamente, entre las jóvenes hay un segmento
que se llama „Proana‟ que avala la anorexia como un estilo de vida. Las adolescentes que
sufren este trastorno utilizan pulseras rojas para reconocerse. Igual pasa con quienes
padecen bulimia, que utilizan pulseras moradas o rosas. Las jóvenes ven estos trastornos
como una forma de perfección, pero no
entienden el daño que se ocasionan a sí
mismas. Estas enfermedades demandan
que los padres de familia estén más
atentos a sus hijos, conversar y
relacionarse más con ellos, sin
recriminar sus acciones. Estos
trastornos, además, evidencian un
desequilibrio que requiere de un
acercamiento con los más allegados,
pues los que padecen esto no conocen
personas que sufran lo mismo.
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