1. Certificados escolares
oh, viejos certificados que un día atravesó la metralla...
hasta yo podría pensar que se trata de una metáfora
si no los conservara en el fondo del arcón
con el papel quemado y la tinta anegada -
nunca fui un alumno modelo
estudioso sí, pero desmemoriado, disperso
bendecido con cierto nimbo misterioso,
prestigio que no reflejaban mis notas mediocres
¿resolví jamás un problema de matemáticas? -
profesores particulares sudaron su esforzado empeño
mientras yo redactaba en lenguas que no eran la materna
aquel misterio me hizo ganar premios antes de hora
pan blanco y leche en polvo en las tablas del Teatro Nacional
y me granjeó luego el encono de otros profesores
ya adolescente, foráneo en la barcelonesa Vía Augusta
el encarnizamiento, la desconfianza, de hecho privilegios,
y la insidia - ¿contaré jamás tan pedestre historia? -
pero eso fue más tarde, pequeño drama personal
negligible que siguió a la aberrante tragedia
madre refugiada abandonada al tormento colectivo
época de calamidades, vészkorszak la llamamos en húngaro
el hambre, los piojos, y más hambre, y más piojos
el frío, las redadas, los gritos, aquel suicidio
el hacinamiento, la mugre, la prescrita oscuridad
dos niños atemorizados durmiendo al pie de los cañones antiaéreos
marcados en los papeles, en la ropa, en el pecho, en el alma -
ah, certificados pergueñados en azul a mano
esas libretas que un día atravesó la metralla
y luego pasaron por agua en cierto sótano
en cierta guerra que pronto sólo los libros recordarán
cuánto podrían contar los ribetes quemados
cuánto ese papel que hoy ya no se fabrica
esas hojas que un día atravesó la metralla
y luego pasaron por agua en cierto sótano
recuperados de un baúl destinado a transoceánico
que por falta de visados nunca se usó -
a quién le importa todo eso
nadie pregunta, nadie indaga, nadie quiere saber
y si importa más razón para pasar a otra cosa -
en el contexto del siglo veinte Anno Domini
una vida como tantas
una historia ciertamente banal -
Sant Feliu C., 18-08-2001