Un hombre de 49 años mató a martillazos a su ex pareja de 52 años en Barcelona, a pesar de que la mujer había denunciado al hombre en 54 ocasiones durante los últimos 10 años por malos tratos. Los vecinos sabían que el crimen ocurriría eventualmente, ya que el hombre había quebrantado una orden de alejamiento y amenazado repetidamente a la mujer, diciendo "Te voy a matar". El asesinato pone en duda la eficacia de las medidas preventivas contra los maltratadores.
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Diez años de torturas para Ana
El crimen de Barcelona cuestiona la eficacia de las medidas preventivas que se dictan
contra los maltratadores
PERE RÍOS / ESTER RIU - Barcelona - 15/06/2003
Era la crónica de una muerte anunciada y todo el mundo lo sabía. Empezando por el asesino y acabando por la
víctima. Ocurrió el martes en Barcelona, cuando Pedro Martínez, de 49 años, acudió al domicilio de su ex
compañera, Ana María Fàbregas, de 52 años, y supuestamente la mató de un martillazo en la cabeza.
Era la crónica de una muerte anunciada y todo el mundo sabía que podía suceder. Empezando por el asesino y
acabando por la víctima. Ocurrió el pasado martes en Barcelona, cuando Pedro Martínez Bustos, de 49 años,
acudió al domicilio de su ex compañera sentimental, Ana María Fàbregas Escuder, de 52 años, y
supuestamente la mató de un martillazo en la cabeza.
En el registro judicial de Barcelona constan en los últimos 10 años 54 causas en las que aparece el nombre de
Ana María Fàbregas, tramitadas en 15 juzgados distintos. La estadística oficial prevé una casilla para
relacionar a la persona con los hechos, y en esa clasificación de causas judiciales Ana María Fàbregas aparece
como denunciante en 32 casos, como perjudicada en 14, como lesionadas en 4 y como testigo en otras tantas.
Pero la estadística ya no tiene ningún valor, porque el sistema judicial no las unificó jamás para dar una
respuesta única y tratar de evitar su muerte. Y eso que alguna de las denuncias acabó en sentencia judicial
condenatoria en la que se reflejaba que Pedro Martínez le había dicho en repetidas ocasiones a su ex
compañera sentimental: quot;Te voy a matarquot;. Así se refleja, por ejemplo, en la sentencia dictada el 29 de mayo
por el Juzgado de lo Penal 4 de Barcelona, que le condenó a 720 euros de multa por quebrantar la medida de
alejamiento a más de cien metros del domicilio de la víctima que había dictado otro juez el 29 de enero.
En los hechos probados se lee: quot;La madrugada del día 18 de mayo de 2003 llamó por teléfono a Ana María y le
dejó en el contestador automático el siguiente mensaje: 'Eres una puta, te voy a matar', y, no contento con ello,
sobre las diez de la mañana del mismo día la abordó en las cercanías de su domicilio y, al tiempo que le gritaba
'¿dónde te vas, puta?, te vas a la playa', la agarró del jersey y le dijo 'iré donde vayas', abandonando acto
seguido el lugar al oír que una vecina le gritaba recriminándolequot;.
quot;Me va a matarquot;, decía ella a amigos y vecinos. Días antes del crimen había explicado que ya no podía más.
Estaba cansada de poner denuncias. Harta, porque sólo en lo que iba de año había acudido 34 veces a
denunciarle. Quizá por esto su muerte no sorprendió a nadie en el popular barrio de Sant Andreu.
El ministro de Justicia, José María Michavila, ha terciado esta semana en la polémica por esta muerte
argumentando que con la orden de protección aprobada el jueves por el Congreso no se hubiera producido.
Esta orden permite al juez de guardia encarcelar a quien quebrante una medida de alejamiento. quot;El Código
Penal está para condenar por lo que se hace, no por el riesgo de lo que puede ocurrirquot;, asegura Enrique
Antonio Luque, abogado defensor del supuesto agresor. quot;De nada sirve encarcelar unos días a un agresor o
ponerle una pulsera GPS de control, porque, si quiere matar, mataquot;, añade el letrado. En su opinión, es muy
difícil evitar estos crímenes. quot;No sé qué más se puede hacer. ¿Ponerle un policía a cada mujer amenazada
como si fuera un concejal del PP en el País Vasco?quot;.
El día al que alude la condena citada contra Pedro Martínez no fue el único que quebrantó la orden de
alejamiento. Los vecinos de la víctima lo habían visto a menudo merodeando hasta que ella llegaba. Ella, para
evitar escándalos, accedía a hablar con él, pero procuraba llevárselo lejos de su vecindario. Tenía miedo, pero
también vergüenza. Dos semanas después de ser condenado, el agresor cumplió la amenaza que había
grabado en el contestador.
Ana María y Pedro se habían conocido dos años antes en un centro de desintoxicación para alcohólicos y
ambos estaban en tratamiento psiquiátrico. Ella vivía sola con una pensión de invalidez y llevaba tiempo
separada de su marido, a quien el juez había dado la custodia de sus dos hijos. Ana María tenía muy buena
relación con ellos, según cuenta Juana Gutiérrez, de 67 años, vecina y amiga. quot;Pero la verdad es que, si sabían
que el compañero de su madre estaba en casa, no querían venirquot;, relata. Cuando terminaron la terapia, Ana
María acogió a Pedro en su casa, pero después de un tiempo y debido a los malos tratos decidió acabar la