El documento critica a José Pablo Feinmann por justificar la represión y la violencia de grupos como la Unión Ferroviaria. Argumenta que Feinmann acusa injustamente al gobierno de ser responsable por la muerte de Mariano Ferreyra, cuando en realidad fue asesinado por una patota sindical. También critica a Feinmann por caracterizar a todo lo que se opone al gobierno como un enemigo total, sin reconocer matices entre opciones políticas.
1. Feinmann "el bueno" es el peor
La Correpi nos recuerda que con el asesinato de Mariano
suman siete los muertos por la represión en marchas o
manifestaciones durante los gobiernos KK. Pero Feinmann
nos amenaza: podría ser peor.
José Pablo Feinmann y Hugo Moyano: tal para cual.
Hace ya muchos años —puedo demostrarlo, pero tendría que hurgar en papeles vetustos
— que yo considero que Feinmann "el bueno" es peor que su primito, y así lo he escrito.
"¿Cómo, cómo?", saltan siempre los lameculos. Si hay una cosa que me puede
intranquilizar terriblemente es coincidir con los lameculos, así que cuando los veo
indignados yo sé que me hallo en el buen camino. Me refiero a "mi" buen camino, el
cual seguro que no es el buen camino para algunos otros.
El asunto merece una explicación, sobre la cual no me extenderé, por supuesto, porque
ya la he escrito de mil maneras, como que es lo único que escribo, de un modo u otro y
con distintos motivos. Pero corresponde, al menos, tirar al voleo dos de sus claves:
a) No hay un lugar "universal" para mirar la realidad, particularmente, la
socioeconómica. Por lo tanto, lo que es bueno o es malo depende del lugar donde uno se
encuentre. Es falso que "lo que es bueno para la General Motors es bueno para el país, y
viceversa", como dijo en 1953 Charles Erwin Wilson, el presidente de esa empresa,
cuando Eisenhower lo convocó para ocupar la Secretaría de Defensa; y siguió siendo
falso cuando lo repitió Perón —sin mencionar a la GM—, o cuando una propaganda del
Ministerio de Economía durante el gobierno de Néstor Kirchner (septiembre de 2006),
con consejos a los productores de soja, terminaba diciendo: "Porque su beneficio nos
beneficia a todos"; o cuando este mismo presidente dijo en un acto el 28-3-07, "la gente
ya sabe que cuanto mayor sea la rentabilidad de nuestras empresas, mayor inclusión y
mejores sueldos van a tener"; o como ha dicho hace pocas semanas: "A mayor
rentabilidad empresaria va a haber mayor crecimiento del poder adquisitivo de los
trabajadores"; o como repite nuestra presidenta prácticamente todos los días, aunque se
entera sólo quien tiene riñones para escucharla. En resumidas cuentas, todo eso es
2. mentira, y sobran aquí y en el mundo los ejemplos para demostrar que mis intereses y
los de mi patrón no corren juntos;
b) planteado que se ha en el punto anterior el rechazo a que nadie pueda atribuirse
una suerte de ecuanimidad u objetividad para expresarse en nombre del provecho de
todos, corresponde refutar la idea de que se pueda juzgar a los primitos Feinmann
situándolos en un plano ideal de igualdad: ellos no pontifican desde el mismo púlpito ni
se dirigen al mismo auditorio. Para ser breve: lo que preconiza Eduardo Feinmann
prácticamente no tiene influencia en el medio en que yo me muevo; se dirige a otra
gente y es incapaz de confundir o torcer la voluntad ni de los trabajadores ni de los
sectores medios con alguna inquietud social, se identifiquen o no con el “progresismo”
(sea esto lo que ustedes quieran). Muy distinto es el caso de José Pablo Feinmann, quien
emite su discurso desde, y se dirige hacia este sector de la intelligentsia que luego
irradia sus ideas hacia los estratos no privilegiados de la sociedad. Dicho sea esto con
pinceladas gruesas —pero correctas en lo esencial—, Eduardo es un comunicador de
derecha —se sitúa afuera y por encima de quienes aspiran a un cambio; previene y
orienta a los que toman partido por los poderosos—, y José Pablo es un
contrarrevolucionario que se sitúa —o lo intenta— en nuestro campo, realizando
sabotaje ideológico, modificando nuestras coordenadas y haciendo la labor de infiltrado
en función de los intereses a los cuales sirve.
Voy a avanzar un poco más, mediante esta pregunta: ¿quién creen ustedes que
contribuye más a la derrota y a la opresión de los trabajadores, Macri o Moyano? Si
alguien responde “Macri” tiene, a mi modo de ver, y con todo respeto, una forma grave
de osteoporosis neuronal, lindante con la flatulencia intracraneana. Quiero decir, por si
no se notó, que, en órdenes distintos, Macri es a Eduardo Feinmann lo que Moyano es a
José Pablo.
Feinmann, J. P., justificaba denodadamente, por ejemplo, la utilidad de construir con
bosta, los latrocinios de los gobernantes (cuando son amigos) y el acatamiento a los
dictados de los poderes fácticos. Pero ahora* se ha superado con creces: utiliza el
argumento del PC durante el Proceso para apoyar a Videla (ojo, “lo que sigue a esto es
un enemigo mortal”); suscribe rabiosamente la teoría del fin de las ideologías (no es
posible hacer otra cosa que “capitalismo”, “políticas burguesas”), avala el mil veces
canalla dictamen de la presidenta (es el muerto que andaban buscando, “el cadáver
esperado”) y, todo esto, tras acusar de absolutista a Mariano Ferreyra (no quería
dialogar, estaba incurso, como todo el PO, en una “interpretación totalizadora del
campo enemigo”). Sí, lectora, lector: Feinmann acusa de absolutista —y, si bien se lee,
de totalitario— a Mariano. ¡Feinmann “el bueno”, quien a la vez nos está diciendo, de
todas las formas posibles, que “esto, o nada”! O, mejor dicho, que “esto o la muerte”.
Que se lo vaya a contar a Mariano Ferreyra.
juan-del-sur.blogspot.com
* http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-155610-2010-10-24.html
yo la titularía: (la honra a los perros)
Sobre el uso político de los muertos
3. Por José Pablo Feinmann
Hace un par de días, un brillante politólogo norteamericano (que conduce un programa de
televisión) discutía con tres demócratas –ningún republicano había aceptado ir al programa– la
política del presidente Obama. Se decían cosas duras: “Los (norte)americanos somos un pueblo
de idiotas y tenemos lo que merecemos, y tal vez más”. “Este gobierno ha hecho muy poco de lo
que se esperaba de él.” “Los republicanos, lo sabemos, son basura o peor que eso: torturadores.”
Aquí, Bill Maher, el mítico conductor del programa, les propone una reflexión a sus invitados.
Dice que está de acuerdo con todo lo que se ha dicho. Pero que desea rescatar dos frases. Una,
sobre Obama: “Ha hecho muy poco de lo que se esperaba de él”. Y otra sobre los republicanos:
“Son basura o peor que eso: torturadores”. De esas dos frases –ya que las elecciones están
cercanas– quiere sacar una conclusión: “No es lo mismo alguien que te decepciona que un
enemigo mortal”.
Hubo siempre en la Argentina una izquierda que desconoció está verdad. La
Proclama que el ERP lanza ante la llegada de Cámpora al poder es reveladora:
como Cámpora no hará la Reforma Agraria, no expropiará a las empresas
monopólicas ni disolverá el poder de las Fuerzas Armadas, Cámpora es tan
burgués como Lanusse. Al ERP no le importaban las coyunturas políticas. No
había política, no podía haberla. El enemigo era todo aquello que no era el ERP.
Todo lo que no era el ERP era el poder burgués. ¿Para qué prestar atención a las
coyunturas políticas si todas eran expresión de las negociaciones de la burguesía
en su lucha por la mayor tajada de la torta capitalista? Así, el ERP ataca la
guarnición militar de Azul pocos días antes de la reunión de los diputados
peronistas con Perón, entregándole a Perón todos los motivos para demonizar a
los jóvenes al acusarlos de ese hecho y, prácticamente ante las cámaras de
televisión, condenarlos a muerte. El 24 de marzo de 1976, con las masas en reflujo,
los profesionales y los intelectuales en desbande, aterrorizados todos ante la
magnitud asesina de lo que se cernía sobre el país, Roberto Santucho lanza la
primera proclama de enfrentamiento al régimen: “¡Argentinos, a las armas!”.
Desconocía por completo la realidad del país. A eso lo había llevado el desdén por
los matices en la política. Todo era el Poder. Todo era un enorme bloque
reaccionario y represivo al que se le daba ese nombre: “el Poder”. O “el Estado
burgués”.
Ahora ha sido asesinado el joven Mariano Ferreyra. Lo mataron las patotas de la Unión
Ferroviaria. Durante días y días los medios masivos de comunicación (que dan forma a la
conciencia de los receptores de sus mensajes) se habían indignado por el corte de las vías del
Ferrocarril Roca. Respondían a sus verdaderos intereses patronales. Siempre están del lado de
los patrones. Ergo, los obreros no pueden andar por ahí cortando vías, cortando calles o
avenidas. Hay que terminar con ese piqueterismo pendenciero que este Gobierno ha tolerado
hasta extremos inauditos. Debe imperar la ley. La ley no la imponen los piquetes. No la imponen
los militantes huelguistas. La imponen los aparatos burocráticos por medio de los cuales se lleva
a cabo la violencia legal del Estado. El Estado monopoliza la violencia. Todo aquel que la ejerce
por su cuenta debe ser repudiado, encarcelado. Sobre todo si se trata de esos malditos “zurdos”
de siempre.
Aquí, la patota sindical se siente autorizada. Porque ella se sabe parte del Estado, del poder
sindical, una herramienta suya que se aplica en circunstancias violentas. “Si los zurdos joden,
aquí estamos nosotros”. En 1975, en Villa Constitución, una ejemplar huelga obrera de cariz
socialista (que rechazó indignada un operativo miliciano montonero que quiso meterse en esa
historia que no le pertenecía y los rajaron a los palos y a las puteadas) fue bestialmente
reprimida por la acción conjunta de la Triple A y las huestes de Lorenzo Miguel. Se sentían parte
del poder, lo eran. Pero esta patota, la que asesinó a Mariano Ferreyra, no es parte del poder, ni
mucho menos del Estado. Ha sido, en principio, enardecida por los medios que hoy se rasgan las
vestiduras por la muerte del joven militante del PO. Luego pertenece a un sector de los
ferroviarios. De esos sectores que deben ser urgentemente depurados. Pero, ¿alguien cree que
esa depuración es fácil? ¿Alguien cree que la van a realizar los que hoy le tiran el cadáver al
4. Gobierno, como Eduardo Duhalde, por ejemplo? Duhalde es la antidepuración del Aparato.
Porque es el Aparato. De Narváez es el Aparato. Y los demás son oportunistas.
El joven Mariano Ferreyra, si militaba en el PO lo hacía porque tenía la certeza de que todo es el
Poder. Que no hay matices. Que no hay con quién dialogar. Que este Gobierno, que se propuso
desde su inicio no reprimir, que fue brutalmente criticado por toda la clase media, por el alguna
vez célebre Ingeniero Blumberg y sus velitas, al que se le pidió una y otra vez gatillo fácil, pena
de muerte (recuérdese a casi toda la farándula clamando por la pena de muerte), no es lo mismo
que el que lo sucederá si es derrotado. Supongamos, compañeros del PO (aunque ustedes no me
quieran como compañero, pero no me importa: para mí ustedes tienen ideas e ideales, son
jóvenes, pelean contra lo que creen injusto, y están –es mi opinión– equivocados porque no han
aprendido a ver los matices, las diferenciaciones fundamentales entre las políticas burguesas
que llevan en sí la muerte y las que no, no entienden que hoy, aun si ustedes llegaran al poder,
no podrían hacer otra cosa que “capitalismo”, “políticas burguesas” o saldrían brutalmente
expulsados en dos días a lo sumo), supongamos, decía, que este Gobierno (al que ustedes
engloban bajo el omnicomprensivo concepto de “el Poder” con todo lo demás que existe) fuera
derrotado en las próximas elecciones. Permítanme decirles algo: lo que va a venir no va a ser lo
mismo. Salvo que Uds. todavía crean –como creía el Che en su Mensaje a la Tricontinental– que
hay que hacer la guerra total porque, de este modo, acudiendo a la teoría de la hecatombe, la
acción del enemigo “se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que
asoma”. No, dudo que crean en eso. Pero sí incurren en la interpretación totalizadora del campo
enemigo: todos son lo mismo. Y no es así. Sin duda, hay cosas de este Gobierno que –como a
muchos de nosotros que no vamos a permitir que lo “erosionen”, frase de un dirigente rural– no
les gustan o los han decepcionado. Recuerden ese consejo de oro: no es lo mismo alguien que te
decepciona que un enemigo mortal. Por decirlo claro, lo que sigue a esto es un enemigo mortal.
Lo que tenemos es un gobierno que posiblemente nos haya decepcionado y nos decepcione, pero
ante el cual se pueden plantear libremente las causas de esas decepciones. El que diga que a
Mariano Ferreyra lo mató el Gobierno es un torpe. Es un politólogo de cuarta categoría y un
dirigente falaz. Pero está enunciando una de las tantas “verdades” que se han arrojado al ruedo
ante la muerte de Mariano. Presenciamos la obscena utilización política del cadáver de un joven
de 23 años. No nos sorprendemos. Este cadáver era esperado. Demasiado se jactaba el Gobierno
de no haber reprimido. De no tener muertos en su gestión. Se acabó. Ahora lo tiene: es Mariano
Ferreyra. Nadie pensará en él. Todos buscarán utilizarlo. Algunos ganarán posiciones en la
política nacional. Otros no. Pero el que no ganará nada, el que perdió para siempre es Mariano.
Porque él está muerto. Porque lo mató una patota impune a la que habrá que castigar de
inmediato. Estas cosas no pueden repetirse. Cuando alguien muere, morimos todos. Cuando
alguien muere, todas las vidas están en peligro. Cuando alguien muere es porque se ha
devaluado el valor de la vida. La muerte empieza a adueñarse de la escena. Y el resto –
desdichadamente– lo conocemos bien.
página/k 25-10-2010