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24 de abril de 2012


                             Esquizogénesis de los Partidos Mexicanos


             Contrahistoria de la Conquista, la Independencia, la Reforma y la
                                     Revolución Mexicanas


        Los partidos políticos mexicanos sobresalen respecto al resto de los
partidos del mundo por su consigna revolucionaria. No sólo es el partido
progresista       (inglés),      laboral      (inglés),      popular       (español),       demócrata
(americano), republicano (americano), de los trabajadores (brasileño) o
comunista (chino).1 No, el mexicano ostenta con orgullo al Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y Partido Revolucionario Democrático
(PRD). Me refiero a estos dos partidos particularmente porque son partidos
políticos de amplio arraigo social y popular, además de que el primero
gobernó durante 71 años el país mientras que el segundo gobierna a la
metrópoli más poblada del país –y una de las más pobladas del mundo–
prácticamente desde que se permitieron las elecciones democráticas en la
Capital del país. No por ello omito que existen otros partidos políticos
importantes como el Partido de Acción Nacional (PAN) que ocupa el gobierno
federal y representa actualmente la segunda fuerza política del país, u otros
partidos más pequeños como el Partido del Trabajo (PT), Partido Nueva
Alianza (PANAL), Partido Verde Ecologista (PVEM) o Movimiento
Ciudadano (antes Convergencia). Sin embargo, aun fuera uno el partido
revolucionario y no dos –y que gobiernan entre los dos por mucho a la

1
 Y que no quiere decir que encarnen ellos mismos sus contradicciones, como es el caso de los partidos
americanos: ¿qué diferencia entre un partido republicano y un partido demócrata?
inmensa mayoría de los mexicanos–, aun así, siendo uno el PRI, y dado que es
la primera fuerza política del país, no deja de ser interesante este hecho
simbólico y, por lo tanto, sujeto a análisis y discusión.
      En lo personal lo encuentro de sumo interés porque transmite una
identidad inherentemente asociada –no con el triunfo revolucionario, el cual
parece aún no haberse consumado aun como lo muestra el que los partidos aun
sean revolucionarios– con el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Es
como si los partidos políticos aún se encontraran en proceso revolucionario lo
cual, para los mexicanos, aunque históricamente se da por terminada la
revolución en 1917, es sensato dado que los ideales revolucionarios originales
nunca han estado manifiestos en el devenir de nuestra nación. Como lo
reconoce el propio PRI, ellos “encarnan” los ideales revolucionarios; mientras
que el PRD se constituye como una fuerza de coalición de izquierdas en apoyo
de un político en desacuerdo de un PRI (en este caso la candidatura de
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano) que había dejado de encarnar estos ideales.
      Si damos por verdad esta afirmación –y que parecieran darla por hecho
los partidos políticos mexicanos al proclamarse revolucionarios– (es decir el
de que la revolución está viva en estos partidos) cabría preguntarnos entonces,
qué se consiguió con la Revolución Mexicana histórica (1910 a 1917) y qué
busca esta revolución política que representan los partidos revolucionarios que
nos gobiernan. O sí, en todo caso, el concepto revolucionario representa
únicamente un anclaje poderoso de representación para evocar a los votantes
el carácter ideológico revolucionario de los partidos políticos en relación al
uso del poder (lo cual me parece absurdo porque todos los partidos del mundo
en ese sentido tienen su origen en un proceso revolucionario y no se ponen el
mote de revolucionarios, desde el Partido del Movimiento Democrático
Brasileño hasta el Partido de la Unidad para el Desarrollo, de Indonesia). En
este último caso, que estudiaré con más detalle, no puedo quitar de mi mente
el concepto sociocultural que se tiene en el mundo de México de país
surrealista y por lo tanto, aun siendo absurdo, merece estudiar con más
detenimiento esta reafirmación.


         Sin lugar a dudas la Revolución Mexicana fue un movimiento de origen
sumamente complejo; desde sus soportes ideológicos hasta los pequeños y
grandes desenlaces que han seguido al comienzo de la revolución. A
diferencia de las revoluciones rusas, chinas o cubanas cuyo objetivo era un
Estado unificado de carácter comunista,2 la Revolución Mexicana tiene más
parecido con la Guerra Civil americana en el sentido de que las reformas que
se lograron no fueron las manifestadas tácitamente sino otras de carácter no
social sino de gobernanza.3 De ser un Estado centralista a un ser un Estado
federalista, ese pareciera haber sido el resultado principal de la Revolución
Mexicana. La consigna revolucionaria fue, en primer orden, el sufragio
efectivo, la no relección y repartición de las tierras;4 sin embargo, en órdenes
secuenciales podemos observar los verdaderos problemas planteados por las
clases interesadas: desde la sucesión del poder presidencial hasta el grado de
poder que debían poseer los demás en relación con el poder presidencial. No
se trató de un problema progresista, liberal o reformista sino de una lucha de

2
  En este sentido muy similares a los de la Revolución Francesa en cuanto al cambio de una política
totalitaria absolutista por otra de carácter republicano (de terror, imperialista, democrática, etc.).
3
  De forma en el cómo la Unión logró crear del tema de esclavitud un anclaje político interno y externo en
vista de fortalecer el gobierno federal en Estados Unidos, y utilizarlo para someter a los estados sureños
separatistas que más que otra cosa querían mantener sus libertades como Estados con necesidades y
creencias particulares. Al final el resultado de la Guerra Civil no fueron las libertades civiles de los esclavos –
que continuó por más de un siglo en los Estados que fueron confederados- sino el fortalecimiento del
gobierno federal y su capacidad de control político y social sobre la totalidad de Estados que conformaron
posteriormente los Estados Unidos de América.
4
  La consigna de Gustavo I. Madero y su proclama del Plan de San Luis.
poder en tanto de qué forma y quiénes debían ostentar ese poder que
representaba la dictadura porfirista.
         A primera vista podría parecer simple: la descentralización del poder y
la constitución de un Estado republicano auténticamente democrático y
federal. Sin embargo, en este tenor, la realidad es que el poder ya había sido
descentralizado desde la constitución de 18245 y, posiblemente, desde 1857 ya
las reformas federales y democráticas estaban plenamente expuestas.6 Por otro
lado la reelección nunca había sido en realidad un problema desde la
constitución de México como Estado Soberano7 y no lo fue después de la
revolución y hasta la fecha en que el sufragio no ha sido efectivo realmente.8
En realidad atender a las causas de fondo de la Revolución Mexicana, en
sentido histórico, resulta explicable en gran parte por una palabra bastante
común: poder. Es decir, y leyendo a los involucrados en la dictadura
porfirista,9 en el sentido de la sucesión presidencial como un vacío de poder
que se venía venir; y cómo la consciencia política de los grupos influyentes de
que ninguna institución alternativa sería capaz de ocupar y mantener ese
poder.10
         Por lo menos, en la época de la Reforma, en que Comonfort vio en
crisis el poder ejecutivo, estaba el poder judicial representado por Juárez para
hacerse cargo del poder nacional, mientras que en la época pre-revolucionaria

5
  Aunque se debe aceptar que no del todo dado que en 1836 Santa Anna promulga Las Siete Leyes o
Constitución de régimen centralista en la que sí se abole la federación y otorga la facultad de los
departamentos al presidente electo (sexta ley).
6
  Ya la constitución de 1857 le confiere al Estado mexicano su carácter federal y laico en un sentido mucho
más tácito que el que actualmente goza.
7
  Tan sólo Valentín Gómez Farías sería presidente en cinco ocasiones de 1933 y hasta 1947, lo mismo que
Antonio López de Santa Anna (11 veces) y muchos otros hasta la ocupación del poder por Porfirio Díaz.
8
  Para ejemplos está la dudosa victoria de Carlos Salinas de Gortari frente a Cuauhtémoc Cárdenas o de
Felipe Calderón frente a Andrés Manuel López Obrador.
9
  Principalmente en relación a los científicos que vivieron la revolución desde adentro y desde el exilio, o el
grupo norteño y la historia de personajes como Bernardo Reyes.
los poderes legislativo y judicial estaban extremadamente condicionados al
gobierno de Díaz y las pugnas por el poder mucho más divididas que entre
meros liberales y conservadores:11 por una parte era innegable el estado de
prosperidad por el que atravesaba México en el sentido económico; por el otro
resultaba claro que las doctrinas eugenésicas tanto biológicas como
sociológicas estaban profundamente arraigadas entre los intelectuales
dominantes de la época –los científicos son un ejemplo claro de esta
percepción pero no eran el único grupo– lo que mantenía una situación de
escisión natural entre clases y culturas dentro de la Nación; y por el otro las
doctrinas sociodemocráticas que cobijaban a una clase obrera y campesina
cada vez más poderosa gracias a los avances industriales y económicos
propios del porfirismo. En resumen había un poder –el poder presidencial–
que debía ser sucedido12 y no había ninguna institución (ni los poderes del
Estado, ni grupos sociales o políticos de la época) que pudiera ocupar ese
vacío con la suficiente fuerza, organización y liderazgo.
        A mi consideración que las ambiciones de la revolución no se lograron
en absoluto, por lo menos en el marco de las aparentes motivaciones de ella,
aun cuando hay una constitución que las representa –la de 1917. Sin embargo
la llamada Revolución Mexicana logró un objetivo muy importante y peculiar
para el sentido popular de la Nación: desplazar esa percepción de poder desde
un caudillo, cualquiera que sea, hacia las instituciones que se habrían de
formar posterior a la revolución, especialmente las asociaciones sindicales,
tanto de trabajadores como de patrones. La institucionalización mexicana

10
   Entre muchos, Francisco Bulnes quizá destaca por el desgarrado interés por conciliar una fuerza lo
suficientemente conciliatoria como para suceder a Díaz, aunque nunca llegaría a lograrlo.
11
   Para esos momentos las doctrinas socialistas, anarquistas, progresistas estaban en boga además del
redescubrimiento de diversas doctrinas económicas que comenzaban a tomar las verdaderas decisiones
políticas de las naciones a principios del siglo XX.
posterior a la revolución histórica es un hecho poco rebatible y su poder en las
decisiones del Estado también.13 A las verdaderas cuestiones políticas en
relación al manejo del poder, la Revolución Mexicana le dio un giro de tal
fuerza y magnitud que pronto las asociaciones sindicales vendrían a dictar en
gran parte las políticas internas y externas del país, supeditando a los políticos
a los intereses de esas organizaciones ya institucionalizadas. Así, en ese
sentido, la revolución se desarrolló con la capacidad suficiente para transferir
ese poder que dejaba Porfirio Díaz a un partido político (una institución post-
revolucionaria) que a su vez estaba conformado por organizaciones
institucionalizadas, tanto patronales, como obreras y campesinas (consejos y
confederaciones sindicales). Aún el mismo Estado logró institucionalizarse a
través de los sindicatos, desvinculando temporalmente a los representantes de
los intereses de un determinado brazo del Estado, del sindicato (empleado o
trabajador de confianza).14
        Sin embargo, atendiendo a los motivos públicos o sociales de la
Revolución, queda bastante claro que ninguno de ellos se consolidó. Por
iniciar, los principios del Partido Liberal Mexicano de los Hermanos Flores
Magón:15 las horas máximas de jornada, el trabajo infantil, el salario mínimo,
la indemnización patronal por accidente de trabajo, la educación laica,
obligatoria y gratuita. Cualquier persona que conozca un poco las honduras de
México podrá corroborar que, desde la instauración de la Constitución de
1917 hasta la fecha, estos principios han sido violados sistemáticamente,

12
   Y no sólo por lo prolongado del gobierno de Porfirio sino por sus propias circunstancias personales como
su edad, las presiones exteriores y el tipo de gobernanza que había construido sobre sí.
13
   Y para ejemplos tenemos a dos grandes uniones sociales: el Consejo Coordinador Empresarial o la
Confederación de Trabajadores de México que han mostrado el inmenso poder político que tienen.
14
   Actualmente es una práctica sumamente común que los directivos de las instituciones estatales se
separen temporalmente de sus sindicatos para ejercer sin “conflictos de interés” sus funciones
gubernamentales.
principalmente en las áreas de mayor pobreza y marginación pero también en
las ciudades relativamente más prósperas: el salario mínimo es un insulto a la
inteligencia del imbécil, las familias deben trabajar dos jornadas o más para
subsistir, la explotación infantil continua y cada vez el obrero goza de mucho
menos protección social y garantías laborales.16 Otro aspecto que nunca se
cumplió fue el propuesto por el Partido Nacional Antirreelecionista en
relación al sufragio efectivo, no reelección y la repartición de las tierras. La
realidad de estos hechos es que el sufragio se convirtió en un espectáculo de
performance e ilusionismo cada vez más burdo, la no reelección simplemente
se maquilló a través de un partido totalitario y la repartición de tierras se dio
desde los vencidos hacia los vencedores de forma desvergonzada; la realidad
es que a los campesinos se les entregó pequeños terrenos parcelares incapaces
siquiera de sostener a sus propietarios mientras que a los cachorros de la
revolución se les enriqueció con territorios privilegiados y la división de los
latifundios en haciendas espectaculares.17
        ¿Cómo interpretar, pues, el hecho revolucionario cuando ninguno de sus
objetivos manifiestos se hizo realidad? Quizá un planteamiento del significado
revolución podría aclarar la verdadera naturaleza de la llamada Revolución
Mexicana. Una revolución es el cambio o transformación radical y profunda
respecto al pasado inmediato. Es, por ejemplo, innegable que los eventos que
envolvieron y consumaron con la constitución de 1857 fueron una revolución,

15
   Y no hablando de sus influencias anarcosocialistas de Kropotkin, Tolstoi y Bakunin sino de los principios
del partido en relación programas sociales que promovían.
16
   Para ejemplos de estos hechos basta ver las nuevas modalidades empresariales –cada vez en más auge–
donde se subrogan ciertos servicios a trabajadores desesperados que acceden con tal de tener trabajo a no
gozar de seguro médico, ni derecho a pensión ni un contrato colectivo de trabajo.
17
   Si bien es destacable por su innovación lo redactado en la constitución en 1917, y que sin lugar a dudas
obedecía a un país predominantemente agrícola, la realidad es que la repartición de la tierra fue
incomprendida por la revolución –siendo producto del pequeño burgués afín la propiedad privada y no la
propiedad comunitaria que es más congruente con el pensamiento campesino mexicano. Al final, la
al terminar con el poder del clero y convertir a México un Estado laico. Pero
no le llamamos revolución, le llamamos Reforma.18 El sentido de la palabra
revolución, como dice Nicola Abbagnano, es simplemente subrayar la
importancia del cambio acaecido y no tiene un significado específico ni un
sentido determinado aparte del de subrayar un cambio drástico e inmediato. Y
él mismo va más allá diciendo que el único sentido de la revolución es el
político, y como tales deben considerarse la revolución inglesa, la
norteamericana,19 la francesa y la rusa dadas sus repercusiones mundiales.
Ciertamente la independencia de los Estados Unidos fue una revolución, pero
los americanos generalmente hablan de American Revolution para referirse a
cualquier momento histórico de su Nación: La Guerra de Independencia, la
Guerra de 1812 contra los británicos o la misma Guerra Civil son consideradas
revoluciones. En este sentido, el movimiento hippie, el movimiento de los
derechos civiles de Martin Luther King o la victoria de Barack Obama, fueron
también hechos revolucionarios. Así que, definitivamente, si los partidos
revolucionarios encarnan los principios revolucionarios, en este sentido habría
que preguntarse a qué se refieren exactamente: ¿A la Independencia de
México, a la Reforma o a la Revolución Mexicana? Menudo problema porque
se trata de un circulo que no da respuesta al sentido de la llamada Revolución
Mexicana. Y peor aun si la importancia de la revolución es subrayar el
acontecimiento que tuvo lugar o el hecho de que sucede a un evento pasado
inmediato. Pero aquí los mismos partidos definen su condición revolucionaria
haciendo alusión a la revuelta social de 1910 y a su culminación con la

repartición ejidal fue un fracaso dando lugar a un minifundio que no fue capaz de siquiera sostener a sus
poseedores.
18
   Y aquí habría que decir que el laicismo en México se dio, en lo práctico, casi 100 años después de las
reformas de 1857.
19
   Se refiere aquí el autor a lo que los americanos llaman más comúnmente Guerra de independencia de las
colonias inglesas en Norteamérica.
Constitución de 1917. El problema aquí es que, al revisar los artículos
constitucionales, éstos nunca han implicado un cambio real en la situación
fenoménica del país. Y mayor problema aún es que los mismos partidos lo
reconocen y lo gritan contra viento y marea, y el pueblo lo hace suyo con un
orgullo –o resentimiento– ridículos, ya sea para negar los logros
revolucionarios, ya sea para afirmar que son un hecho. Yo, lo digo de una vez,
soy de aquellos que no ven logros revolucionarios, y acepto que es una visión
mía y que una percepción particularmente subjetiva de mis vivencias y
creencias.
        Pero también está documentado, en múltiples ensayos y noticias, que se
trata de un hecho que no es ficción mía sino que, inclusive, los mismos líderes
de los partidos políticos también perciben: La dictadura del PRI es un
lenguaje ampliamente socorrido entre los políticos y ciudadanos mexicanos;
los fraudes electorales son pláticas de mesa en millones de hogares; el fracaso
del reparto agrario es un hecho claramente descrito y estudiado por grandes
historiadores, politólogos, sociólogos y políticos.20 Con respecto a los ideales
magonistas se podría alzar una interminable lista, no sólo de violaciones
sistemáticas a los artículos constitucionales, sino de la inexistencia práctica de
algunos de ellos en el país. De tal manera que los principios que afirma que
encarnan los partidos revolucionarios no existen, no se dieron, no hay ese
cambio o transformación radical y profunda que persiguió el movimiento de
1910; en su lugar, se dio un cambio radical en torno al poder lo cual, insisto,
nunca fue el objetivo revolucionario tácito sino una necesidad circunstancial.

20
  Recientemente, hace menos de seis días de que escribo esto, el presidente de la Comisión de Agricultura y
Ganadería, Jesús Dueñas Llerenas, Senador del PAN por Colima, afirmó que el reparto agrario en México fue
un fracaso. Pero no sólo es la voz de este panista sino de legisladores y otros políticos de todos los partidos,
incluidos el PRI y el PRD.
Es peculiar pues que el partido que representa el triunfo revolucionario,
haya adoptado ese adjetivo a pesar de las contradicciones –y que él mismo
reconoce actualmente. Más aún cuando reconoce la inutilidad de las
instituciones creadas y se ha dedicado sistemáticamente a debilitarlas a partir
de finales de los setentas.21 En este sentido, desde el plano de las
representaciones sintácticas, el PRI resulta particularmente interesante por las
contradicciones que encarna en relación tanto a lo revolucionario como a lo
institucional. ¿Qué se consiguió con la Revolución Mexicana histórica? El
traspaso congruente y seguro del poder, desde un caudillo, hacia una
institución organizada, “democrática” y sólida. Pero no era esto lo que
buscaban los artífices de la revolución, o por lo menos no en el sentido tácito.
¿Qué buscan los partidos revolucionarios que consignan la revolución como
su estandarte? Seguramente los principios revolucionarios primarios,
consignados en la constitución de 1917, si uno lee sus cartas fundamentales.
Se trata, pues, de una doble pinza22 porque la revolución encarna por una
parte, sí, todos esos ideales progresistas que dieron a la luz a la revolución,
pero por el otro también representa el fracaso histórico de una lucha social que
además, por necesidad política, no se permite ni puede hacer un comentario
acerca de lo absurdo que resulta en su propio mensaje. Se trata en resumidas
cuentas de la representación esquizofrenizante de un proceso contrahistórico
en el sentido tácito de su origen.23

21
   Desde el gobierno del López Portillo se ha permitido un debilitamiento creciente de las instituciones
públicas bajo las consignas neoliberales.
22
   Este termino utilizado por Deleuze y Guattari en su análisis de Capitalismo y Esquizofrenia (Geología de la
Moral de Mil Mesetas), es un termino acuñado por el antropólogo Gregory Bateson que explica, en efecto,
una teoría por la cual es esquizofrénico se encuentra, desde su infancia, en una situación sin salida que
precipita la psicosis. Se trata de un doble vínculo afectivo contradictorio o esquizofrenizante, en donde, los
padres envían mensajes ambivalentes a los cuales el sujeto no encuentra la forma de interpretar de forma
coherente: p.ej. el acto mismo de intentar comprender un mensaje evita que se pueda comprender.
23
   Quiero dar a entender que la Revolución Mexicana guarda en sí las contradicciones del historicismo ya
expresadas por Nietzsche. Como diría Foucault, la contrahistoria un modelo que transgrede la continuidad
Pero no es, de ninguna manera, una actitud cínica sino por el contrario,
de un impulso vital de realizar lo que por razones ajenas a uno es imposible
realizar. Se trata de un decir, soy revolucionario porque no puedo ser
revolucionario. Esto, que en principio suena ilógico y contradice el sentido
común, podría resultar, a los ojos del filósofo de la ciencia, Paul Feyerabend,24
un ejemplo de cómo el anarquismo epistemológico25 realmente permite el
acceso al conocimiento y permite el desarrollo social. Haciendo un ejemplo
del abordaje de la inconmensurabilidad26 en la Revolución Mexicana en
relación a sus motivos y resultados podríamos decirlo de la siguiente manera
admitiendo como hipótesis que la Revolución Mexicana sí sucedió: “No hay
forma de comparar los resultados históricos de la Revolución –la sucesión del
poder del caudillo a la institución– (RH) con los objetivos tácitos del proceso
revolucionario de 1910 –progreso, libertad, no reelección y sufragio efectivo,
etc.– (OR).” La relación de los resultados históricos RH y los objetivos
revolucionarios OR de la Revolución Mexicana es inconmensurable (es
irracional) por lo tanto lo contrario debe ser verdadero: los resultados
históricos y los objetivos tácitos nunca fueron resultado de “una” Revolución
Mexicana y ésta no sucedió. Aquí hay dos opciones a verificar en relación a la
hipótesis primaria (la Revolución Mexicana sí sucedió): o la revolución es un

de la gloria de un evento y genera el derecho a la rebelión. De igual forma, dado que el punto cero de la
contrahistoria es la invasión no determina, en realidad, la obediencia y los límites a fijar sobre los derechos a
ejercer el poder sino la usurpación del poder en realidad. Es la forma en que expresan las relaciones de
poder en relación al derecho.
24
   Filósofo suizo que escribió, entre otros muchos textos El Tratado contra el Método. Sobresale su tesis
sobre la inconmesurabilidad en la que, al no haber un factor común para comparar dos resultados, se
requiere de la demostración irracional de dicha comparación, inducir a la contradicción y reducir al absurdo
para acceder al resultado.
25
   El acceso al conocimiento a través del principio fundamental de todo sirve. Feyerabend pone como
ejemplo las inconsistencias de las teorías de Copérnico o de Galileo para explicar la relación de los cuerpos
celestes o de la forma de la Tierra a través de métodos que no son lógicos en absoluto, y mediante
artimañas (p. ej. el telescopio) que podrían ser fácilmente descalificadas de irreales por la ciencia
predominante en la época.
26
   Un método de contrainducción para acceder al conocimiento.
proceso que aún no ha ocurrido pero está en proceso, o nunca ha habido una
Revolución Mexicana tal como la describe la historia oficial. Y esto a pesar de
todos los hechos históricos que se suscitaron a principios del siglo XX y a
pesar de la institucionalización que se desarrolló en México y la amplia
documentación que existe al respecto. En este sentido, es un argumento lógico
usado por Aristóteles27 que nos lleva a cuestionar un hecho que a todas luces
parece obvio, pero que al realizar el proceso de verificación se nos muestra
contradictorio, irracional e imposible. “Soy revolucionario porque no puedo
ser revolucionario” es, como lo he dicho, una doble pinza, una articulación
que conduce al impasse de lo que parece obvio para la historia pero no para
los resultados obtenidos ni para la situación actual; y más aún, sobre todo
cuando se afirma que la revolución es institucional. En este sentido, o el
proyecto partidista del PRI es revolucionario como principio o como fin, es
institucional como fin o como principio, pero no ambas cosas.28
        Por otro lado la posición del PRD resulta ser una proposición nihilista29
en el sentido de una aceptación de la ausencia real de una revolución y una
democracia, aún constituido como partido político –es decir una institución (lo
que equivale también a una negación de su origen no original)– y su sentencia
sería: buscamos una revolución democrática. En este sentido ni la democracia
se ha dado, ni la revolución ha sucedido y por lo tanto la institucionalización
es consecuencia de un evento aislado a un proceso revolucionario
históricamente documentado, o es dudosa, o simplemente no existió; en todo

27
   Reductio ad absurdum: Se parte de una hipótesis que se quiere demostrar que es verdadera, de la cual su
opuesta se supone válida. A partir de ella y mediante una concatenación de inferencias lógicas válidas se
obtiene un resultado absurdo, por lo cual se concluye que la hipótesis de partida (la negación de la original)
ha de ser falsa, y la original es verdadera.
28
   Revolucionario como principio e institucional como fin; o revolucionario como fin e institucional como
principio.
caso, indeterminada y se puede expresar al igual que Gorgias 30 se expresaba
de la realidad: “Nada existe, si algo existe no es cognoscible por el hombre; si
fuese cognoscible, no sería comunicable”. También aquí, de forma simbólica,
el soy revolucionario porque no puedo ser revolucionario se manifiesta en su
doble pinza, en su cualidad esquizofrenizante. Es verdad que el PRD se
presenta como un agente revolucionario que invita –también de forma
absurda– a determinar dónde y cómo se manejó ese poder que se sustentaba en
Porfirio Díaz y que está históricamente documentado; pero al mismo tiempo
como representación alienada de su propio propósito que es la procuración de
ese poder de gobernar.31 A decir que la capacidad de comunicación del PRD
con respecto a sus principios revolucionarios es un imposible y también una
doble pinza: el Partido de la Revolución Democrática también esconde ese
hecho particular de la llamada Revolución Mexicana en relación al traspaso
del poder para tomar lo no logrado por la revolución.
        La Revolución Mexicana, sea dicho, explica su complejidad de sobra;
ya sea como proceso histórico documentado, ya sea como evento en proceso,
ya sea como proposición a suceder, ya sea como evento irrealizable, resulta
claro que hay una contradicción esencial en su representación. También aquí
resulta interesante por qué, lo a todos luces a los mexicanos nos parece una
revolución –la Guerra Civil americana– no se llama Revolución Americana
sino justamente Guerra Civil o Guerra de Secesión. Lo mismo habría de
preguntarse acerca de la Revolución Francesa –que históricamente fueron
cuatro y no una–, la Revolución Rusa –que actualmente se encuentra en un

29
   Entendiendo al nihilismo como la doctrina filosófica que sugiere la negación de uno o más supuestos
sentidos de un objetivo, un propósito o un valor ya arraigados en la cultura, valores, costumbre o creencias
de una sociedad. Es al mismo tiempo, como diría Nietzsche contraria al historicismo.
30
   Filósofo sofista que escribió el tratado filosófico Sobre la Naturaleza o Sobre el no-ser.
31
   Aquí me gustaría introducir los conceptos representación, metaprogramas, poder y realidad en relación a
los sentidos de percepción de la realidad (el sentido empírico y fenomenológico del conocimiento).
capitalismo salvaje–, Revolución China –que ha llevado a un país comunista,
y potencia mundial, a ser el principal aliado no tácito del capitalismo
americano–, e inclusive de la Revolución de Mayo –que fue, no la
independencia de Argentina, sino una revolución. Al final, toda revolución
conduce invariablemente a una situación de contradicción, más aún, de doble
pinza. Y si Abbagnano propone a las grandes revoluciones del mundo como
ejemplos de cambios violentos y radicales que transformaron al mundo, no por
ellos se trata de la República Revolucionaria de Francia, la República
Revolucionaria Comunista de Rusia o los Estados Revolucionarios de
América.
         En este punto resulta sumamente complejo hacer una interpretación
congruente del proceso revolucionario ya sea de forma histórica, como hecho
en proceso o como proyecto a futuro. La lógica que utiliza aquí Alain Badiou
resulta interesante en el sentido, no de una filosofía como una repetición
creativa, sino de una Revolución creativa como un proceso de reinterpretación
de viejos signos con vista a corromper32 a las nuevas generaciones y crear un
consciencia crítica y la posibilidad de cuestionar las opiniones generalizadas.
Así, no es hacer una interpretación congruente de lo indeterminado de lo que
llamamos Revolución Mexicana, sino reinterpretar el devenir de una Nación
desde su constitución como tal –la proclamación de independencia–, sin
prestar atención formal de lo absoluto a los hechos históricos que la han
sucedido sino a las percepciones generacionales que le devienen, dado que

32
  Aquí Badiou, explícitamente, define la corrupción haciendo referencia al motivo por el cual Sócrates fue
condenado a la muerte y cito: “To teach the possibility of refusing any blind submission to established
opinions. To corrupt is to give to young people some means of changing their minds about all social norms ;
to corrupt is to substitute discussion and rational criticism for imitation, and even, if the question is a
question of principles, to substitute revolt for obedience. But this revolt is neither spontaneous nor aggressive
inasmuch as it is a consequence of principles and rational critics.”
nada nuevo se ha generado.33 Esto explicaría la necesidad de reinterpretar las
constituciones mexicanas desde la de 1824 –y tomando en cuenta las
cuantiosas reformas que ésta sufrió– pasando por la 1857 –y sus múltiples
reformas– y la última, de 1917, que a su vez ha sido sujeta a más de 500
modificaciones.34
        ¿Qué es lo que se debe reinterpretar? ¿Qué es lo que se reinterpretó en
1857 y en 1917? Aquí, sin lugar a dudas, me atrevo a afirmar que fue el poder:
la transferencia del poder de una institución poderosa –el clero–, a una
institución poderosa –el presidente– (Constitución del 1857); de un hombre
poderoso y omnipotente –Porfirio Díaz– a una institución con intereses más
adecuados a las circunstancias de poder que acompañaban la modernidad del
siglo XX, las instituciones gremiales económicas (1917).35 Estados Unidos, en
este sentido, ha sido mucho más práctico y congruente desde su constitución
como Nación36 y tuvo –y ha tenido– la visión capitalista ligada a su ideología

33
   Badiou pone como ejemplos a su propio maestro Althusser, a Russel, a Fitche, Hegel y muchos otros
filósofos que, a pesar de afirmar su carácter innovador, son en realidad sólo reinterpretaciones de otros
filósofos. Lo mismo ocurre de acuerdo con Feyerabend en relación a los físicos innovadores como Copérnico
o Galileo, Newton o el mismo Einstein.
34
   Aquí resulta interesante, a pesar de las reformas mexicanas, mencionar que durante las décadas de los
ochentas y noventas se crearon nuevas constituciones en la mayoría de los países latinoamericanos
mientras que en México continúa la Constitución de 1917. Esto también guarda correlación con el desarrollo
de las instituciones económicas en las naciones latinoamericanas como Venezuela, Colombia o Brasil que
comenzaron a cobrar una fuerza, a diferencia de México, muy pasada la mitad del siglo pasado o, inclusive, a
finales del siglo XX.
35
   El grave error de Benito Juárez fue el, al buscar derogar el poder eclesiástico, no haber considerado la
necesidad de un poder Estatal mucho más institucionalizado. Esto tampoco fue un error fortuito sino
consecuencia de la ideología progresista de la época, liberal, que no consideraba en ese tiempo el impacto
de las importantes transformaciones económicas que estaban dirigiendo al mundo.
36
   Sólo basta decir que la independencia norteamericana fue por motivos principalmente económicos (que
posteriormente se reinterpretaron en motivos de soberanía). El comercio de EUA nunca dejó de fluir entre
el Reino Unido y EUA a diferencia de México que no tenía una relación comercial importante con España (a
saber que no había ninguna clase de intercambio sino una explotación irracional). En cambio la
independencia mexicana obedeció en su motivación inicial a principios sociales (que posteriormente se
volvieron de soberanía, y esa soberanía en intercambio comercial con el vecino país del norte) y el
intercambio con España cesó rápidamente.
de felicidad, la cual a su vez está vinculada a su formación protestante.37
Benito Juárez no pudo prever esto a pesar de que enfrentó con determinación
al clero: sea dicho claramente que árbol que crece torcido jamás su tronco
endereza; y la realidad es que también la lucha anticlerical fue católica –
paradójicamente– y que la visión humanista de Juárez, quisiera o no, obedecía
al pensamiento católico del cual fue producto (el cual, hay que decirlo,
también es ambivalente en relación a la administración doméstica y la
crematística) y que nunca ha visto con ojos claros el rol del capital, teniendo el
catolicismo, también un comportamiento de doble pinza. Quizá si Juárez
hubiese visto con ojos protestantes la administración política hubiera previsto
la necesidad de fortalecer las instituciones económicas –como proponía por
aquellos tiempos Marx–38 y no solamente debilitar la institución católica y
darle el control al poder judicial y ejecutivo.
        Aquí, pues, quiero dar por concluido mi discurrir en relación a lo que es
a mi consideración, desde su origen una cuestión de poder y de repartición o
negociación del poder ante todo –desde una revolución que conduce a un
impasse hasta los verdaderos motivos de la transmisión de poder desde la
constitución de México como Nación–, para entonces discurrir en lo que es
propósito y objetivo del poder en lo general, y el poder político en lo
particular. Siendo de la política, el propósito la gobernanza, determinar el rol
del poder en el partido político en utilidad de la gobernanza, teniendo por
hipótesis que el fin fundamental de todo partido político es la reinterpretación

37
   En este sentido conviene revisar con admiración Política de Aristóteles: Estados Unidos ha sido
congruente con la visión de república que propuso Aristóteles en ese magnífico texto donde expone con
claridad los fundamentos del capitalismo y la administración doméstica. No es tampoco desconocido la
afinidad del pensamiento protestante con las doctrinas aristotélicas a diferencia del pensamiento católico
profundamente influenciado por el pensamiento escolástico.
38
   En el libro de Karl Marx de 1857, Introduccion General a la Crítica de la Economía Política.
de esa gobernanza de acuerdo a las circunstancias históricas que se viven para
lograr el más provechoso gobierno.
      Así, como indiqué al inicio, los partidos revolucionarios dan por
entendido que el propósito y objetivo de su persecución y procuración de
poder es revolucionario, ya sea de uno institucional, y a sea del otro
democrático y también, como expliqué, de lo que es revolucionario lo
irracional y esquizofrenizante; entonces, digámoslo, lo esquizofrenizante del
poder que persiguen y procuran y que lanza mensajes incongruentes. He ahí la
incapacidad para comunicar lo incomunicable que se quiere, y se debe
comunicar, y, por lo tanto, la doble pinza, el impasse. Esta situación del
México histórico es abordada de diferentes formas por intelectuales del país.
Octavio Paz, en su libro El Laberinto de la Soledad, hace un inteligente
esbozo de la situación contradictoria del mexicano, de la identidad difusa de
su personalidad y el vinculo ambivalente que tiene con el poder –fuerza o, más
aún, fuerza que invade, que posee, que apropia, que domina, que viola. Pero
no es el único, ni mucho menos el más destacable: hombres como Alfonso
Reyes o Juan Rulfo, de una forma poética, hacen un análisis mucho más
profundo de esta circunstancia particular del mexicano.
      Ahora bien, que la hipótesis sea que los partidos políticos buscan el
poder para la procuración de los ideales –y aun de los resultados–
revolucionarios nos deja con un vacío en cuanto a lo que significó la
revolución o cuales fueron sus resultados que se desean procurar. No resulta
pues, sorprendente que, como instituciones de poder, sean los partidos
políticos, y no sólo los revolucionarios, los que contradicen no sólo los
principios fundamentales de la Carta Magna de 1917 sino de los objetivos
constitutivos desde los orígenes de la nación (1824). Esta alienación
sistemática podría tener infinidad de explicaciones pero al final deriva de un
mismo hecho: la reinterpretación histórica de lo que en principio es
contradicción          de     su     propio       origen       histórico       y     su     interpretación
contrahistórica:39 el nacimiento clerical de una nación (1817)40, la negación de
este nacimiento aunque, paradójicamente, bajo la cosmovisión católica
(1857),41 hasta el impasse fundamental de la mexicanidad: las instituciones
han sido un mal que cargamos a cuestas desde la monarquía española, pero –
a nuestro pesar– somos origen y nacimiento de la más grande institución
sobre la tierra: el catolicismo. Así, el mexicano no quiere instituciones que
representan ese poder que invade, que viola, que domina; quiere símbolos: el
de la Guadalupana, el del jurista oaxaqueño, el de la Revolución Mexicana. Es
una motivación colectiva e inconsciente que genera movimientos erráticos y
conflictivos, que elabora situaciones de doble pinza en el devenir nacional.
También la institución es un símbolo de corrupción en el sentido de Badiou.
Se debe recurrir al signo para mantener el símbolo, para mantener el vínculo
entre el significante y el significado; de ahí que el signo sea un devenir, que el
revolucionario se manifieste tácitamente en el partido brillando aún, y por, su
ilógica, su arbitrariedad y la linealidad que lo contextualiza. Se debe ser
revolucionario porque no se puede ser revolucionario es una afirmación
semiótica que reafirma lo simbólico y que, si no se diera, anularía lo real y lo
imaginario del devenir colectivo.42 Pero, como lo apuntan nuestros
intelectuales sobre la mexicanidad, nuestra difusión radica justamente ese
orden simbólico de doble pinza, esquizofrenizante: “Miguel busca a su padre,

39
   De relación con la fuerza y poder con una connotación profundamente maligna y vil.
40
   Una insurgencia originada desde el Clero y en la cual se enarbolaba a la Virgen de Guadalupe como
estandarte de libertad y emancipación.
41
   Existen ciertos metaprogramas, más aún, valores inherentes y esenciales, que no pueden ser modificados
por la voluntad de la razón; creencias colectivas que se manifiestan en el inconsciente más profundo, y que
atacarlas implica, necesariamente, atacarse a uno mismo.
42
   Se trata lo simbólico de lo primordial de lo humano. Lo simbólico es, sí, la emergencia de la consciencia de
mexicanidad.
Pedro. Pero Pedro Páramo está muerto, así también Miguel.” No hay ley, no
hay figura paterna a la cual aferrarse; tampoco, tristemente, deviene el que
procede de un padre fantasma. Así lo expresa claramente el más grande
escritor mexicano, Juan Rulfo. El Nombre del Padre es un proceso que el
mexicano sólo experimenta a través de la muerte, y también la muerte es la
fiesta del mexicano y no otra; también la muerte es símbolo; el Nombre del
Padre que representa la institución que nos dio vida pero al mismo tiempo
produce la angustia de la vida, del devenir del mexicano, que encarna la
angustia del doble vínculo.43 Frente a la angustia, frente al impasse sólo puede
la forclusión del Nombre del Padre44, de ahí que no haya congruencia y que
todo sea una concatenación de doble pinzas que se sostienen por símbolos y
no por instituciones. El mexicano ha forcluido la Ley y ha forcluido las
instituciones que representan la ley: en su lugar tiene al símbolo incestuoso
pero generoso de la Madre de México, la Virgen de Guadalupe; tiene también
al violador de la virgen, al reformador de 1857 que es héroe y mártir: y tiene,
también, una Revolución simbólica, que concilia lo imaginario con lo real, que
alivia la angustia de poseer a la madre a pesar de su irracionalidad, de su sin
sentido. El mexicano no quiere sentidos, quiere símbolos; no quiere leyes,
quiere el placer de la madre, de la muerte, de la incongruencia nihilista que
alivia la angustia de una historia sin historia, de la Contrahistoria, de un padre
que excluye y aliena a sus propios hijos y los devora.45

43
   Lacan es muy claro al expresar el rol fundamental de la integración simbólica de lo imaginario y lo real
mediante la operación simbólica que esta relacionada intrínsecamente con la figura paternal, con el falo
simbólico, con el Gran Otro y la instauración del Nombre del Padre como Ley.
44
   Mecanismo de defensa que propone Lacan como característico del psicótico frente al impasse o esa
situación que Bateson llama de doble vínculo y que Deleuze describe como de doble pinza. La forclusión,
para Lacan, implica la expulsión del Nombre del Padre y la incapacidad de volver a ser reintegrado, una vez
enajenado, en el aparato psíquico.
45
   Bastan observar los símbolos patrios: la bandera mexicana que representa la historia de los Aztecas
cuando es sabido por todos que en el territorio que hoy constituye la Republica Mexicana habitan y
habitaron cientos de culturas indígenas y una minoría azteca, cuando no somos, aún peor indígenas pero
México mismo es una reafirmación de esa exclusión o no pertenencia
que sólo se alivia por el proceso de epistemología anárquica46, y que sólo
mediante este proceso de contraste de absurdos adquiere un sentido vital. Así
que sí, México es surrealista; sus instituciones son patafísicas; el poder
simboliza tiranía, exclusión y represión, el símbolo máximo de la violación de
la madre y la crueldad de un padre inmisericorde. ¿Cómo, pues, en su
procuración del poder, puede cualquier partido ser congruente cuando
persigue aquello que tanto desprecio –pero también deseo– le genera?

tampoco españoles: la bandera niega nuestro mestizaje. O el himno nacional beligerante cuando, por
naturaleza e historia, el mexicano siempre ha evitado las guerras y no se caracteriza precisamente por ser un
Estado bélico. Así podemos encontrar diversos elementos contradictorios en la formalización de signos que
buscan establecer una identidad mexicana.
46
   ¿Por qué México cuando están los mayas, los zapotecas, los tlaxcaltecas, los mixtecas, los huastecos, los
olmecas, los tarahumaras, los purépechas, etc.?

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  • 1. 24 de abril de 2012 Esquizogénesis de los Partidos Mexicanos Contrahistoria de la Conquista, la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicanas Los partidos políticos mexicanos sobresalen respecto al resto de los partidos del mundo por su consigna revolucionaria. No sólo es el partido progresista (inglés), laboral (inglés), popular (español), demócrata (americano), republicano (americano), de los trabajadores (brasileño) o comunista (chino).1 No, el mexicano ostenta con orgullo al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido Revolucionario Democrático (PRD). Me refiero a estos dos partidos particularmente porque son partidos políticos de amplio arraigo social y popular, además de que el primero gobernó durante 71 años el país mientras que el segundo gobierna a la metrópoli más poblada del país –y una de las más pobladas del mundo– prácticamente desde que se permitieron las elecciones democráticas en la Capital del país. No por ello omito que existen otros partidos políticos importantes como el Partido de Acción Nacional (PAN) que ocupa el gobierno federal y representa actualmente la segunda fuerza política del país, u otros partidos más pequeños como el Partido del Trabajo (PT), Partido Nueva Alianza (PANAL), Partido Verde Ecologista (PVEM) o Movimiento Ciudadano (antes Convergencia). Sin embargo, aun fuera uno el partido revolucionario y no dos –y que gobiernan entre los dos por mucho a la 1 Y que no quiere decir que encarnen ellos mismos sus contradicciones, como es el caso de los partidos americanos: ¿qué diferencia entre un partido republicano y un partido demócrata?
  • 2. inmensa mayoría de los mexicanos–, aun así, siendo uno el PRI, y dado que es la primera fuerza política del país, no deja de ser interesante este hecho simbólico y, por lo tanto, sujeto a análisis y discusión. En lo personal lo encuentro de sumo interés porque transmite una identidad inherentemente asociada –no con el triunfo revolucionario, el cual parece aún no haberse consumado aun como lo muestra el que los partidos aun sean revolucionarios– con el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Es como si los partidos políticos aún se encontraran en proceso revolucionario lo cual, para los mexicanos, aunque históricamente se da por terminada la revolución en 1917, es sensato dado que los ideales revolucionarios originales nunca han estado manifiestos en el devenir de nuestra nación. Como lo reconoce el propio PRI, ellos “encarnan” los ideales revolucionarios; mientras que el PRD se constituye como una fuerza de coalición de izquierdas en apoyo de un político en desacuerdo de un PRI (en este caso la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano) que había dejado de encarnar estos ideales. Si damos por verdad esta afirmación –y que parecieran darla por hecho los partidos políticos mexicanos al proclamarse revolucionarios– (es decir el de que la revolución está viva en estos partidos) cabría preguntarnos entonces, qué se consiguió con la Revolución Mexicana histórica (1910 a 1917) y qué busca esta revolución política que representan los partidos revolucionarios que nos gobiernan. O sí, en todo caso, el concepto revolucionario representa únicamente un anclaje poderoso de representación para evocar a los votantes el carácter ideológico revolucionario de los partidos políticos en relación al uso del poder (lo cual me parece absurdo porque todos los partidos del mundo en ese sentido tienen su origen en un proceso revolucionario y no se ponen el mote de revolucionarios, desde el Partido del Movimiento Democrático Brasileño hasta el Partido de la Unidad para el Desarrollo, de Indonesia). En
  • 3. este último caso, que estudiaré con más detalle, no puedo quitar de mi mente el concepto sociocultural que se tiene en el mundo de México de país surrealista y por lo tanto, aun siendo absurdo, merece estudiar con más detenimiento esta reafirmación. Sin lugar a dudas la Revolución Mexicana fue un movimiento de origen sumamente complejo; desde sus soportes ideológicos hasta los pequeños y grandes desenlaces que han seguido al comienzo de la revolución. A diferencia de las revoluciones rusas, chinas o cubanas cuyo objetivo era un Estado unificado de carácter comunista,2 la Revolución Mexicana tiene más parecido con la Guerra Civil americana en el sentido de que las reformas que se lograron no fueron las manifestadas tácitamente sino otras de carácter no social sino de gobernanza.3 De ser un Estado centralista a un ser un Estado federalista, ese pareciera haber sido el resultado principal de la Revolución Mexicana. La consigna revolucionaria fue, en primer orden, el sufragio efectivo, la no relección y repartición de las tierras;4 sin embargo, en órdenes secuenciales podemos observar los verdaderos problemas planteados por las clases interesadas: desde la sucesión del poder presidencial hasta el grado de poder que debían poseer los demás en relación con el poder presidencial. No se trató de un problema progresista, liberal o reformista sino de una lucha de 2 En este sentido muy similares a los de la Revolución Francesa en cuanto al cambio de una política totalitaria absolutista por otra de carácter republicano (de terror, imperialista, democrática, etc.). 3 De forma en el cómo la Unión logró crear del tema de esclavitud un anclaje político interno y externo en vista de fortalecer el gobierno federal en Estados Unidos, y utilizarlo para someter a los estados sureños separatistas que más que otra cosa querían mantener sus libertades como Estados con necesidades y creencias particulares. Al final el resultado de la Guerra Civil no fueron las libertades civiles de los esclavos – que continuó por más de un siglo en los Estados que fueron confederados- sino el fortalecimiento del gobierno federal y su capacidad de control político y social sobre la totalidad de Estados que conformaron posteriormente los Estados Unidos de América. 4 La consigna de Gustavo I. Madero y su proclama del Plan de San Luis.
  • 4. poder en tanto de qué forma y quiénes debían ostentar ese poder que representaba la dictadura porfirista. A primera vista podría parecer simple: la descentralización del poder y la constitución de un Estado republicano auténticamente democrático y federal. Sin embargo, en este tenor, la realidad es que el poder ya había sido descentralizado desde la constitución de 18245 y, posiblemente, desde 1857 ya las reformas federales y democráticas estaban plenamente expuestas.6 Por otro lado la reelección nunca había sido en realidad un problema desde la constitución de México como Estado Soberano7 y no lo fue después de la revolución y hasta la fecha en que el sufragio no ha sido efectivo realmente.8 En realidad atender a las causas de fondo de la Revolución Mexicana, en sentido histórico, resulta explicable en gran parte por una palabra bastante común: poder. Es decir, y leyendo a los involucrados en la dictadura porfirista,9 en el sentido de la sucesión presidencial como un vacío de poder que se venía venir; y cómo la consciencia política de los grupos influyentes de que ninguna institución alternativa sería capaz de ocupar y mantener ese poder.10 Por lo menos, en la época de la Reforma, en que Comonfort vio en crisis el poder ejecutivo, estaba el poder judicial representado por Juárez para hacerse cargo del poder nacional, mientras que en la época pre-revolucionaria 5 Aunque se debe aceptar que no del todo dado que en 1836 Santa Anna promulga Las Siete Leyes o Constitución de régimen centralista en la que sí se abole la federación y otorga la facultad de los departamentos al presidente electo (sexta ley). 6 Ya la constitución de 1857 le confiere al Estado mexicano su carácter federal y laico en un sentido mucho más tácito que el que actualmente goza. 7 Tan sólo Valentín Gómez Farías sería presidente en cinco ocasiones de 1933 y hasta 1947, lo mismo que Antonio López de Santa Anna (11 veces) y muchos otros hasta la ocupación del poder por Porfirio Díaz. 8 Para ejemplos está la dudosa victoria de Carlos Salinas de Gortari frente a Cuauhtémoc Cárdenas o de Felipe Calderón frente a Andrés Manuel López Obrador. 9 Principalmente en relación a los científicos que vivieron la revolución desde adentro y desde el exilio, o el grupo norteño y la historia de personajes como Bernardo Reyes.
  • 5. los poderes legislativo y judicial estaban extremadamente condicionados al gobierno de Díaz y las pugnas por el poder mucho más divididas que entre meros liberales y conservadores:11 por una parte era innegable el estado de prosperidad por el que atravesaba México en el sentido económico; por el otro resultaba claro que las doctrinas eugenésicas tanto biológicas como sociológicas estaban profundamente arraigadas entre los intelectuales dominantes de la época –los científicos son un ejemplo claro de esta percepción pero no eran el único grupo– lo que mantenía una situación de escisión natural entre clases y culturas dentro de la Nación; y por el otro las doctrinas sociodemocráticas que cobijaban a una clase obrera y campesina cada vez más poderosa gracias a los avances industriales y económicos propios del porfirismo. En resumen había un poder –el poder presidencial– que debía ser sucedido12 y no había ninguna institución (ni los poderes del Estado, ni grupos sociales o políticos de la época) que pudiera ocupar ese vacío con la suficiente fuerza, organización y liderazgo. A mi consideración que las ambiciones de la revolución no se lograron en absoluto, por lo menos en el marco de las aparentes motivaciones de ella, aun cuando hay una constitución que las representa –la de 1917. Sin embargo la llamada Revolución Mexicana logró un objetivo muy importante y peculiar para el sentido popular de la Nación: desplazar esa percepción de poder desde un caudillo, cualquiera que sea, hacia las instituciones que se habrían de formar posterior a la revolución, especialmente las asociaciones sindicales, tanto de trabajadores como de patrones. La institucionalización mexicana 10 Entre muchos, Francisco Bulnes quizá destaca por el desgarrado interés por conciliar una fuerza lo suficientemente conciliatoria como para suceder a Díaz, aunque nunca llegaría a lograrlo. 11 Para esos momentos las doctrinas socialistas, anarquistas, progresistas estaban en boga además del redescubrimiento de diversas doctrinas económicas que comenzaban a tomar las verdaderas decisiones políticas de las naciones a principios del siglo XX.
  • 6. posterior a la revolución histórica es un hecho poco rebatible y su poder en las decisiones del Estado también.13 A las verdaderas cuestiones políticas en relación al manejo del poder, la Revolución Mexicana le dio un giro de tal fuerza y magnitud que pronto las asociaciones sindicales vendrían a dictar en gran parte las políticas internas y externas del país, supeditando a los políticos a los intereses de esas organizaciones ya institucionalizadas. Así, en ese sentido, la revolución se desarrolló con la capacidad suficiente para transferir ese poder que dejaba Porfirio Díaz a un partido político (una institución post- revolucionaria) que a su vez estaba conformado por organizaciones institucionalizadas, tanto patronales, como obreras y campesinas (consejos y confederaciones sindicales). Aún el mismo Estado logró institucionalizarse a través de los sindicatos, desvinculando temporalmente a los representantes de los intereses de un determinado brazo del Estado, del sindicato (empleado o trabajador de confianza).14 Sin embargo, atendiendo a los motivos públicos o sociales de la Revolución, queda bastante claro que ninguno de ellos se consolidó. Por iniciar, los principios del Partido Liberal Mexicano de los Hermanos Flores Magón:15 las horas máximas de jornada, el trabajo infantil, el salario mínimo, la indemnización patronal por accidente de trabajo, la educación laica, obligatoria y gratuita. Cualquier persona que conozca un poco las honduras de México podrá corroborar que, desde la instauración de la Constitución de 1917 hasta la fecha, estos principios han sido violados sistemáticamente, 12 Y no sólo por lo prolongado del gobierno de Porfirio sino por sus propias circunstancias personales como su edad, las presiones exteriores y el tipo de gobernanza que había construido sobre sí. 13 Y para ejemplos tenemos a dos grandes uniones sociales: el Consejo Coordinador Empresarial o la Confederación de Trabajadores de México que han mostrado el inmenso poder político que tienen. 14 Actualmente es una práctica sumamente común que los directivos de las instituciones estatales se separen temporalmente de sus sindicatos para ejercer sin “conflictos de interés” sus funciones gubernamentales.
  • 7. principalmente en las áreas de mayor pobreza y marginación pero también en las ciudades relativamente más prósperas: el salario mínimo es un insulto a la inteligencia del imbécil, las familias deben trabajar dos jornadas o más para subsistir, la explotación infantil continua y cada vez el obrero goza de mucho menos protección social y garantías laborales.16 Otro aspecto que nunca se cumplió fue el propuesto por el Partido Nacional Antirreelecionista en relación al sufragio efectivo, no reelección y la repartición de las tierras. La realidad de estos hechos es que el sufragio se convirtió en un espectáculo de performance e ilusionismo cada vez más burdo, la no reelección simplemente se maquilló a través de un partido totalitario y la repartición de tierras se dio desde los vencidos hacia los vencedores de forma desvergonzada; la realidad es que a los campesinos se les entregó pequeños terrenos parcelares incapaces siquiera de sostener a sus propietarios mientras que a los cachorros de la revolución se les enriqueció con territorios privilegiados y la división de los latifundios en haciendas espectaculares.17 ¿Cómo interpretar, pues, el hecho revolucionario cuando ninguno de sus objetivos manifiestos se hizo realidad? Quizá un planteamiento del significado revolución podría aclarar la verdadera naturaleza de la llamada Revolución Mexicana. Una revolución es el cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Es, por ejemplo, innegable que los eventos que envolvieron y consumaron con la constitución de 1857 fueron una revolución, 15 Y no hablando de sus influencias anarcosocialistas de Kropotkin, Tolstoi y Bakunin sino de los principios del partido en relación programas sociales que promovían. 16 Para ejemplos de estos hechos basta ver las nuevas modalidades empresariales –cada vez en más auge– donde se subrogan ciertos servicios a trabajadores desesperados que acceden con tal de tener trabajo a no gozar de seguro médico, ni derecho a pensión ni un contrato colectivo de trabajo. 17 Si bien es destacable por su innovación lo redactado en la constitución en 1917, y que sin lugar a dudas obedecía a un país predominantemente agrícola, la realidad es que la repartición de la tierra fue incomprendida por la revolución –siendo producto del pequeño burgués afín la propiedad privada y no la propiedad comunitaria que es más congruente con el pensamiento campesino mexicano. Al final, la
  • 8. al terminar con el poder del clero y convertir a México un Estado laico. Pero no le llamamos revolución, le llamamos Reforma.18 El sentido de la palabra revolución, como dice Nicola Abbagnano, es simplemente subrayar la importancia del cambio acaecido y no tiene un significado específico ni un sentido determinado aparte del de subrayar un cambio drástico e inmediato. Y él mismo va más allá diciendo que el único sentido de la revolución es el político, y como tales deben considerarse la revolución inglesa, la norteamericana,19 la francesa y la rusa dadas sus repercusiones mundiales. Ciertamente la independencia de los Estados Unidos fue una revolución, pero los americanos generalmente hablan de American Revolution para referirse a cualquier momento histórico de su Nación: La Guerra de Independencia, la Guerra de 1812 contra los británicos o la misma Guerra Civil son consideradas revoluciones. En este sentido, el movimiento hippie, el movimiento de los derechos civiles de Martin Luther King o la victoria de Barack Obama, fueron también hechos revolucionarios. Así que, definitivamente, si los partidos revolucionarios encarnan los principios revolucionarios, en este sentido habría que preguntarse a qué se refieren exactamente: ¿A la Independencia de México, a la Reforma o a la Revolución Mexicana? Menudo problema porque se trata de un circulo que no da respuesta al sentido de la llamada Revolución Mexicana. Y peor aun si la importancia de la revolución es subrayar el acontecimiento que tuvo lugar o el hecho de que sucede a un evento pasado inmediato. Pero aquí los mismos partidos definen su condición revolucionaria haciendo alusión a la revuelta social de 1910 y a su culminación con la repartición ejidal fue un fracaso dando lugar a un minifundio que no fue capaz de siquiera sostener a sus poseedores. 18 Y aquí habría que decir que el laicismo en México se dio, en lo práctico, casi 100 años después de las reformas de 1857. 19 Se refiere aquí el autor a lo que los americanos llaman más comúnmente Guerra de independencia de las colonias inglesas en Norteamérica.
  • 9. Constitución de 1917. El problema aquí es que, al revisar los artículos constitucionales, éstos nunca han implicado un cambio real en la situación fenoménica del país. Y mayor problema aún es que los mismos partidos lo reconocen y lo gritan contra viento y marea, y el pueblo lo hace suyo con un orgullo –o resentimiento– ridículos, ya sea para negar los logros revolucionarios, ya sea para afirmar que son un hecho. Yo, lo digo de una vez, soy de aquellos que no ven logros revolucionarios, y acepto que es una visión mía y que una percepción particularmente subjetiva de mis vivencias y creencias. Pero también está documentado, en múltiples ensayos y noticias, que se trata de un hecho que no es ficción mía sino que, inclusive, los mismos líderes de los partidos políticos también perciben: La dictadura del PRI es un lenguaje ampliamente socorrido entre los políticos y ciudadanos mexicanos; los fraudes electorales son pláticas de mesa en millones de hogares; el fracaso del reparto agrario es un hecho claramente descrito y estudiado por grandes historiadores, politólogos, sociólogos y políticos.20 Con respecto a los ideales magonistas se podría alzar una interminable lista, no sólo de violaciones sistemáticas a los artículos constitucionales, sino de la inexistencia práctica de algunos de ellos en el país. De tal manera que los principios que afirma que encarnan los partidos revolucionarios no existen, no se dieron, no hay ese cambio o transformación radical y profunda que persiguió el movimiento de 1910; en su lugar, se dio un cambio radical en torno al poder lo cual, insisto, nunca fue el objetivo revolucionario tácito sino una necesidad circunstancial. 20 Recientemente, hace menos de seis días de que escribo esto, el presidente de la Comisión de Agricultura y Ganadería, Jesús Dueñas Llerenas, Senador del PAN por Colima, afirmó que el reparto agrario en México fue un fracaso. Pero no sólo es la voz de este panista sino de legisladores y otros políticos de todos los partidos, incluidos el PRI y el PRD.
  • 10. Es peculiar pues que el partido que representa el triunfo revolucionario, haya adoptado ese adjetivo a pesar de las contradicciones –y que él mismo reconoce actualmente. Más aún cuando reconoce la inutilidad de las instituciones creadas y se ha dedicado sistemáticamente a debilitarlas a partir de finales de los setentas.21 En este sentido, desde el plano de las representaciones sintácticas, el PRI resulta particularmente interesante por las contradicciones que encarna en relación tanto a lo revolucionario como a lo institucional. ¿Qué se consiguió con la Revolución Mexicana histórica? El traspaso congruente y seguro del poder, desde un caudillo, hacia una institución organizada, “democrática” y sólida. Pero no era esto lo que buscaban los artífices de la revolución, o por lo menos no en el sentido tácito. ¿Qué buscan los partidos revolucionarios que consignan la revolución como su estandarte? Seguramente los principios revolucionarios primarios, consignados en la constitución de 1917, si uno lee sus cartas fundamentales. Se trata, pues, de una doble pinza22 porque la revolución encarna por una parte, sí, todos esos ideales progresistas que dieron a la luz a la revolución, pero por el otro también representa el fracaso histórico de una lucha social que además, por necesidad política, no se permite ni puede hacer un comentario acerca de lo absurdo que resulta en su propio mensaje. Se trata en resumidas cuentas de la representación esquizofrenizante de un proceso contrahistórico en el sentido tácito de su origen.23 21 Desde el gobierno del López Portillo se ha permitido un debilitamiento creciente de las instituciones públicas bajo las consignas neoliberales. 22 Este termino utilizado por Deleuze y Guattari en su análisis de Capitalismo y Esquizofrenia (Geología de la Moral de Mil Mesetas), es un termino acuñado por el antropólogo Gregory Bateson que explica, en efecto, una teoría por la cual es esquizofrénico se encuentra, desde su infancia, en una situación sin salida que precipita la psicosis. Se trata de un doble vínculo afectivo contradictorio o esquizofrenizante, en donde, los padres envían mensajes ambivalentes a los cuales el sujeto no encuentra la forma de interpretar de forma coherente: p.ej. el acto mismo de intentar comprender un mensaje evita que se pueda comprender. 23 Quiero dar a entender que la Revolución Mexicana guarda en sí las contradicciones del historicismo ya expresadas por Nietzsche. Como diría Foucault, la contrahistoria un modelo que transgrede la continuidad
  • 11. Pero no es, de ninguna manera, una actitud cínica sino por el contrario, de un impulso vital de realizar lo que por razones ajenas a uno es imposible realizar. Se trata de un decir, soy revolucionario porque no puedo ser revolucionario. Esto, que en principio suena ilógico y contradice el sentido común, podría resultar, a los ojos del filósofo de la ciencia, Paul Feyerabend,24 un ejemplo de cómo el anarquismo epistemológico25 realmente permite el acceso al conocimiento y permite el desarrollo social. Haciendo un ejemplo del abordaje de la inconmensurabilidad26 en la Revolución Mexicana en relación a sus motivos y resultados podríamos decirlo de la siguiente manera admitiendo como hipótesis que la Revolución Mexicana sí sucedió: “No hay forma de comparar los resultados históricos de la Revolución –la sucesión del poder del caudillo a la institución– (RH) con los objetivos tácitos del proceso revolucionario de 1910 –progreso, libertad, no reelección y sufragio efectivo, etc.– (OR).” La relación de los resultados históricos RH y los objetivos revolucionarios OR de la Revolución Mexicana es inconmensurable (es irracional) por lo tanto lo contrario debe ser verdadero: los resultados históricos y los objetivos tácitos nunca fueron resultado de “una” Revolución Mexicana y ésta no sucedió. Aquí hay dos opciones a verificar en relación a la hipótesis primaria (la Revolución Mexicana sí sucedió): o la revolución es un de la gloria de un evento y genera el derecho a la rebelión. De igual forma, dado que el punto cero de la contrahistoria es la invasión no determina, en realidad, la obediencia y los límites a fijar sobre los derechos a ejercer el poder sino la usurpación del poder en realidad. Es la forma en que expresan las relaciones de poder en relación al derecho. 24 Filósofo suizo que escribió, entre otros muchos textos El Tratado contra el Método. Sobresale su tesis sobre la inconmesurabilidad en la que, al no haber un factor común para comparar dos resultados, se requiere de la demostración irracional de dicha comparación, inducir a la contradicción y reducir al absurdo para acceder al resultado. 25 El acceso al conocimiento a través del principio fundamental de todo sirve. Feyerabend pone como ejemplo las inconsistencias de las teorías de Copérnico o de Galileo para explicar la relación de los cuerpos celestes o de la forma de la Tierra a través de métodos que no son lógicos en absoluto, y mediante artimañas (p. ej. el telescopio) que podrían ser fácilmente descalificadas de irreales por la ciencia predominante en la época. 26 Un método de contrainducción para acceder al conocimiento.
  • 12. proceso que aún no ha ocurrido pero está en proceso, o nunca ha habido una Revolución Mexicana tal como la describe la historia oficial. Y esto a pesar de todos los hechos históricos que se suscitaron a principios del siglo XX y a pesar de la institucionalización que se desarrolló en México y la amplia documentación que existe al respecto. En este sentido, es un argumento lógico usado por Aristóteles27 que nos lleva a cuestionar un hecho que a todas luces parece obvio, pero que al realizar el proceso de verificación se nos muestra contradictorio, irracional e imposible. “Soy revolucionario porque no puedo ser revolucionario” es, como lo he dicho, una doble pinza, una articulación que conduce al impasse de lo que parece obvio para la historia pero no para los resultados obtenidos ni para la situación actual; y más aún, sobre todo cuando se afirma que la revolución es institucional. En este sentido, o el proyecto partidista del PRI es revolucionario como principio o como fin, es institucional como fin o como principio, pero no ambas cosas.28 Por otro lado la posición del PRD resulta ser una proposición nihilista29 en el sentido de una aceptación de la ausencia real de una revolución y una democracia, aún constituido como partido político –es decir una institución (lo que equivale también a una negación de su origen no original)– y su sentencia sería: buscamos una revolución democrática. En este sentido ni la democracia se ha dado, ni la revolución ha sucedido y por lo tanto la institucionalización es consecuencia de un evento aislado a un proceso revolucionario históricamente documentado, o es dudosa, o simplemente no existió; en todo 27 Reductio ad absurdum: Se parte de una hipótesis que se quiere demostrar que es verdadera, de la cual su opuesta se supone válida. A partir de ella y mediante una concatenación de inferencias lógicas válidas se obtiene un resultado absurdo, por lo cual se concluye que la hipótesis de partida (la negación de la original) ha de ser falsa, y la original es verdadera. 28 Revolucionario como principio e institucional como fin; o revolucionario como fin e institucional como principio.
  • 13. caso, indeterminada y se puede expresar al igual que Gorgias 30 se expresaba de la realidad: “Nada existe, si algo existe no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable”. También aquí, de forma simbólica, el soy revolucionario porque no puedo ser revolucionario se manifiesta en su doble pinza, en su cualidad esquizofrenizante. Es verdad que el PRD se presenta como un agente revolucionario que invita –también de forma absurda– a determinar dónde y cómo se manejó ese poder que se sustentaba en Porfirio Díaz y que está históricamente documentado; pero al mismo tiempo como representación alienada de su propio propósito que es la procuración de ese poder de gobernar.31 A decir que la capacidad de comunicación del PRD con respecto a sus principios revolucionarios es un imposible y también una doble pinza: el Partido de la Revolución Democrática también esconde ese hecho particular de la llamada Revolución Mexicana en relación al traspaso del poder para tomar lo no logrado por la revolución. La Revolución Mexicana, sea dicho, explica su complejidad de sobra; ya sea como proceso histórico documentado, ya sea como evento en proceso, ya sea como proposición a suceder, ya sea como evento irrealizable, resulta claro que hay una contradicción esencial en su representación. También aquí resulta interesante por qué, lo a todos luces a los mexicanos nos parece una revolución –la Guerra Civil americana– no se llama Revolución Americana sino justamente Guerra Civil o Guerra de Secesión. Lo mismo habría de preguntarse acerca de la Revolución Francesa –que históricamente fueron cuatro y no una–, la Revolución Rusa –que actualmente se encuentra en un 29 Entendiendo al nihilismo como la doctrina filosófica que sugiere la negación de uno o más supuestos sentidos de un objetivo, un propósito o un valor ya arraigados en la cultura, valores, costumbre o creencias de una sociedad. Es al mismo tiempo, como diría Nietzsche contraria al historicismo. 30 Filósofo sofista que escribió el tratado filosófico Sobre la Naturaleza o Sobre el no-ser. 31 Aquí me gustaría introducir los conceptos representación, metaprogramas, poder y realidad en relación a los sentidos de percepción de la realidad (el sentido empírico y fenomenológico del conocimiento).
  • 14. capitalismo salvaje–, Revolución China –que ha llevado a un país comunista, y potencia mundial, a ser el principal aliado no tácito del capitalismo americano–, e inclusive de la Revolución de Mayo –que fue, no la independencia de Argentina, sino una revolución. Al final, toda revolución conduce invariablemente a una situación de contradicción, más aún, de doble pinza. Y si Abbagnano propone a las grandes revoluciones del mundo como ejemplos de cambios violentos y radicales que transformaron al mundo, no por ellos se trata de la República Revolucionaria de Francia, la República Revolucionaria Comunista de Rusia o los Estados Revolucionarios de América. En este punto resulta sumamente complejo hacer una interpretación congruente del proceso revolucionario ya sea de forma histórica, como hecho en proceso o como proyecto a futuro. La lógica que utiliza aquí Alain Badiou resulta interesante en el sentido, no de una filosofía como una repetición creativa, sino de una Revolución creativa como un proceso de reinterpretación de viejos signos con vista a corromper32 a las nuevas generaciones y crear un consciencia crítica y la posibilidad de cuestionar las opiniones generalizadas. Así, no es hacer una interpretación congruente de lo indeterminado de lo que llamamos Revolución Mexicana, sino reinterpretar el devenir de una Nación desde su constitución como tal –la proclamación de independencia–, sin prestar atención formal de lo absoluto a los hechos históricos que la han sucedido sino a las percepciones generacionales que le devienen, dado que 32 Aquí Badiou, explícitamente, define la corrupción haciendo referencia al motivo por el cual Sócrates fue condenado a la muerte y cito: “To teach the possibility of refusing any blind submission to established opinions. To corrupt is to give to young people some means of changing their minds about all social norms ; to corrupt is to substitute discussion and rational criticism for imitation, and even, if the question is a question of principles, to substitute revolt for obedience. But this revolt is neither spontaneous nor aggressive inasmuch as it is a consequence of principles and rational critics.”
  • 15. nada nuevo se ha generado.33 Esto explicaría la necesidad de reinterpretar las constituciones mexicanas desde la de 1824 –y tomando en cuenta las cuantiosas reformas que ésta sufrió– pasando por la 1857 –y sus múltiples reformas– y la última, de 1917, que a su vez ha sido sujeta a más de 500 modificaciones.34 ¿Qué es lo que se debe reinterpretar? ¿Qué es lo que se reinterpretó en 1857 y en 1917? Aquí, sin lugar a dudas, me atrevo a afirmar que fue el poder: la transferencia del poder de una institución poderosa –el clero–, a una institución poderosa –el presidente– (Constitución del 1857); de un hombre poderoso y omnipotente –Porfirio Díaz– a una institución con intereses más adecuados a las circunstancias de poder que acompañaban la modernidad del siglo XX, las instituciones gremiales económicas (1917).35 Estados Unidos, en este sentido, ha sido mucho más práctico y congruente desde su constitución como Nación36 y tuvo –y ha tenido– la visión capitalista ligada a su ideología 33 Badiou pone como ejemplos a su propio maestro Althusser, a Russel, a Fitche, Hegel y muchos otros filósofos que, a pesar de afirmar su carácter innovador, son en realidad sólo reinterpretaciones de otros filósofos. Lo mismo ocurre de acuerdo con Feyerabend en relación a los físicos innovadores como Copérnico o Galileo, Newton o el mismo Einstein. 34 Aquí resulta interesante, a pesar de las reformas mexicanas, mencionar que durante las décadas de los ochentas y noventas se crearon nuevas constituciones en la mayoría de los países latinoamericanos mientras que en México continúa la Constitución de 1917. Esto también guarda correlación con el desarrollo de las instituciones económicas en las naciones latinoamericanas como Venezuela, Colombia o Brasil que comenzaron a cobrar una fuerza, a diferencia de México, muy pasada la mitad del siglo pasado o, inclusive, a finales del siglo XX. 35 El grave error de Benito Juárez fue el, al buscar derogar el poder eclesiástico, no haber considerado la necesidad de un poder Estatal mucho más institucionalizado. Esto tampoco fue un error fortuito sino consecuencia de la ideología progresista de la época, liberal, que no consideraba en ese tiempo el impacto de las importantes transformaciones económicas que estaban dirigiendo al mundo. 36 Sólo basta decir que la independencia norteamericana fue por motivos principalmente económicos (que posteriormente se reinterpretaron en motivos de soberanía). El comercio de EUA nunca dejó de fluir entre el Reino Unido y EUA a diferencia de México que no tenía una relación comercial importante con España (a saber que no había ninguna clase de intercambio sino una explotación irracional). En cambio la independencia mexicana obedeció en su motivación inicial a principios sociales (que posteriormente se volvieron de soberanía, y esa soberanía en intercambio comercial con el vecino país del norte) y el intercambio con España cesó rápidamente.
  • 16. de felicidad, la cual a su vez está vinculada a su formación protestante.37 Benito Juárez no pudo prever esto a pesar de que enfrentó con determinación al clero: sea dicho claramente que árbol que crece torcido jamás su tronco endereza; y la realidad es que también la lucha anticlerical fue católica – paradójicamente– y que la visión humanista de Juárez, quisiera o no, obedecía al pensamiento católico del cual fue producto (el cual, hay que decirlo, también es ambivalente en relación a la administración doméstica y la crematística) y que nunca ha visto con ojos claros el rol del capital, teniendo el catolicismo, también un comportamiento de doble pinza. Quizá si Juárez hubiese visto con ojos protestantes la administración política hubiera previsto la necesidad de fortalecer las instituciones económicas –como proponía por aquellos tiempos Marx–38 y no solamente debilitar la institución católica y darle el control al poder judicial y ejecutivo. Aquí, pues, quiero dar por concluido mi discurrir en relación a lo que es a mi consideración, desde su origen una cuestión de poder y de repartición o negociación del poder ante todo –desde una revolución que conduce a un impasse hasta los verdaderos motivos de la transmisión de poder desde la constitución de México como Nación–, para entonces discurrir en lo que es propósito y objetivo del poder en lo general, y el poder político en lo particular. Siendo de la política, el propósito la gobernanza, determinar el rol del poder en el partido político en utilidad de la gobernanza, teniendo por hipótesis que el fin fundamental de todo partido político es la reinterpretación 37 En este sentido conviene revisar con admiración Política de Aristóteles: Estados Unidos ha sido congruente con la visión de república que propuso Aristóteles en ese magnífico texto donde expone con claridad los fundamentos del capitalismo y la administración doméstica. No es tampoco desconocido la afinidad del pensamiento protestante con las doctrinas aristotélicas a diferencia del pensamiento católico profundamente influenciado por el pensamiento escolástico. 38 En el libro de Karl Marx de 1857, Introduccion General a la Crítica de la Economía Política.
  • 17. de esa gobernanza de acuerdo a las circunstancias históricas que se viven para lograr el más provechoso gobierno. Así, como indiqué al inicio, los partidos revolucionarios dan por entendido que el propósito y objetivo de su persecución y procuración de poder es revolucionario, ya sea de uno institucional, y a sea del otro democrático y también, como expliqué, de lo que es revolucionario lo irracional y esquizofrenizante; entonces, digámoslo, lo esquizofrenizante del poder que persiguen y procuran y que lanza mensajes incongruentes. He ahí la incapacidad para comunicar lo incomunicable que se quiere, y se debe comunicar, y, por lo tanto, la doble pinza, el impasse. Esta situación del México histórico es abordada de diferentes formas por intelectuales del país. Octavio Paz, en su libro El Laberinto de la Soledad, hace un inteligente esbozo de la situación contradictoria del mexicano, de la identidad difusa de su personalidad y el vinculo ambivalente que tiene con el poder –fuerza o, más aún, fuerza que invade, que posee, que apropia, que domina, que viola. Pero no es el único, ni mucho menos el más destacable: hombres como Alfonso Reyes o Juan Rulfo, de una forma poética, hacen un análisis mucho más profundo de esta circunstancia particular del mexicano. Ahora bien, que la hipótesis sea que los partidos políticos buscan el poder para la procuración de los ideales –y aun de los resultados– revolucionarios nos deja con un vacío en cuanto a lo que significó la revolución o cuales fueron sus resultados que se desean procurar. No resulta pues, sorprendente que, como instituciones de poder, sean los partidos políticos, y no sólo los revolucionarios, los que contradicen no sólo los principios fundamentales de la Carta Magna de 1917 sino de los objetivos constitutivos desde los orígenes de la nación (1824). Esta alienación sistemática podría tener infinidad de explicaciones pero al final deriva de un
  • 18. mismo hecho: la reinterpretación histórica de lo que en principio es contradicción de su propio origen histórico y su interpretación contrahistórica:39 el nacimiento clerical de una nación (1817)40, la negación de este nacimiento aunque, paradójicamente, bajo la cosmovisión católica (1857),41 hasta el impasse fundamental de la mexicanidad: las instituciones han sido un mal que cargamos a cuestas desde la monarquía española, pero – a nuestro pesar– somos origen y nacimiento de la más grande institución sobre la tierra: el catolicismo. Así, el mexicano no quiere instituciones que representan ese poder que invade, que viola, que domina; quiere símbolos: el de la Guadalupana, el del jurista oaxaqueño, el de la Revolución Mexicana. Es una motivación colectiva e inconsciente que genera movimientos erráticos y conflictivos, que elabora situaciones de doble pinza en el devenir nacional. También la institución es un símbolo de corrupción en el sentido de Badiou. Se debe recurrir al signo para mantener el símbolo, para mantener el vínculo entre el significante y el significado; de ahí que el signo sea un devenir, que el revolucionario se manifieste tácitamente en el partido brillando aún, y por, su ilógica, su arbitrariedad y la linealidad que lo contextualiza. Se debe ser revolucionario porque no se puede ser revolucionario es una afirmación semiótica que reafirma lo simbólico y que, si no se diera, anularía lo real y lo imaginario del devenir colectivo.42 Pero, como lo apuntan nuestros intelectuales sobre la mexicanidad, nuestra difusión radica justamente ese orden simbólico de doble pinza, esquizofrenizante: “Miguel busca a su padre, 39 De relación con la fuerza y poder con una connotación profundamente maligna y vil. 40 Una insurgencia originada desde el Clero y en la cual se enarbolaba a la Virgen de Guadalupe como estandarte de libertad y emancipación. 41 Existen ciertos metaprogramas, más aún, valores inherentes y esenciales, que no pueden ser modificados por la voluntad de la razón; creencias colectivas que se manifiestan en el inconsciente más profundo, y que atacarlas implica, necesariamente, atacarse a uno mismo. 42 Se trata lo simbólico de lo primordial de lo humano. Lo simbólico es, sí, la emergencia de la consciencia de mexicanidad.
  • 19. Pedro. Pero Pedro Páramo está muerto, así también Miguel.” No hay ley, no hay figura paterna a la cual aferrarse; tampoco, tristemente, deviene el que procede de un padre fantasma. Así lo expresa claramente el más grande escritor mexicano, Juan Rulfo. El Nombre del Padre es un proceso que el mexicano sólo experimenta a través de la muerte, y también la muerte es la fiesta del mexicano y no otra; también la muerte es símbolo; el Nombre del Padre que representa la institución que nos dio vida pero al mismo tiempo produce la angustia de la vida, del devenir del mexicano, que encarna la angustia del doble vínculo.43 Frente a la angustia, frente al impasse sólo puede la forclusión del Nombre del Padre44, de ahí que no haya congruencia y que todo sea una concatenación de doble pinzas que se sostienen por símbolos y no por instituciones. El mexicano ha forcluido la Ley y ha forcluido las instituciones que representan la ley: en su lugar tiene al símbolo incestuoso pero generoso de la Madre de México, la Virgen de Guadalupe; tiene también al violador de la virgen, al reformador de 1857 que es héroe y mártir: y tiene, también, una Revolución simbólica, que concilia lo imaginario con lo real, que alivia la angustia de poseer a la madre a pesar de su irracionalidad, de su sin sentido. El mexicano no quiere sentidos, quiere símbolos; no quiere leyes, quiere el placer de la madre, de la muerte, de la incongruencia nihilista que alivia la angustia de una historia sin historia, de la Contrahistoria, de un padre que excluye y aliena a sus propios hijos y los devora.45 43 Lacan es muy claro al expresar el rol fundamental de la integración simbólica de lo imaginario y lo real mediante la operación simbólica que esta relacionada intrínsecamente con la figura paternal, con el falo simbólico, con el Gran Otro y la instauración del Nombre del Padre como Ley. 44 Mecanismo de defensa que propone Lacan como característico del psicótico frente al impasse o esa situación que Bateson llama de doble vínculo y que Deleuze describe como de doble pinza. La forclusión, para Lacan, implica la expulsión del Nombre del Padre y la incapacidad de volver a ser reintegrado, una vez enajenado, en el aparato psíquico. 45 Bastan observar los símbolos patrios: la bandera mexicana que representa la historia de los Aztecas cuando es sabido por todos que en el territorio que hoy constituye la Republica Mexicana habitan y habitaron cientos de culturas indígenas y una minoría azteca, cuando no somos, aún peor indígenas pero
  • 20. México mismo es una reafirmación de esa exclusión o no pertenencia que sólo se alivia por el proceso de epistemología anárquica46, y que sólo mediante este proceso de contraste de absurdos adquiere un sentido vital. Así que sí, México es surrealista; sus instituciones son patafísicas; el poder simboliza tiranía, exclusión y represión, el símbolo máximo de la violación de la madre y la crueldad de un padre inmisericorde. ¿Cómo, pues, en su procuración del poder, puede cualquier partido ser congruente cuando persigue aquello que tanto desprecio –pero también deseo– le genera? tampoco españoles: la bandera niega nuestro mestizaje. O el himno nacional beligerante cuando, por naturaleza e historia, el mexicano siempre ha evitado las guerras y no se caracteriza precisamente por ser un Estado bélico. Así podemos encontrar diversos elementos contradictorios en la formalización de signos que buscan establecer una identidad mexicana. 46 ¿Por qué México cuando están los mayas, los zapotecas, los tlaxcaltecas, los mixtecas, los huastecos, los olmecas, los tarahumaras, los purépechas, etc.?