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BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS
Erase una vez una hermosa reina que deseaba ardientemente la llegada de
una niña. Un día que se encontraba sentada junto a la ventana en su aro de
ébano, se picó el dedo con la aguja, y pequeñas gotas de sangre cayeron
sobre la nieve acumulada en el antepecho de la ventana. La reina contempló el
contraste de la sangre roja sobre la nieve blanca y suspiró.
- ¡Cómo quisiera tener una hija que tuviera la piel tan blanca como la nieve, los
labios rojos como la sangre y el cabello negro como el ébano!
Poco tiempo después, su deseo se hizo realidad al nacerle una hermosa niña
con piel blanca, labios rojos y cabello negro a quien dio el nombre de Blanca
Nieves.
Desafortunadamente, la reina murió cuando la niña era muy pequeña y el
padre de Blanca Nieves contrajo matrimonio con una hermosa mujer y cruel
que se preocupaba más de su apariencia física que de hacer buenas acciones.
La nueva Reina poseía un espejo mágico que podía responderle a todas las
preguntas que ella le hacía. Pero la única que le interesaba era:
- Espejo mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?
Invariablemente el espejo le respondía:
- ¡La más bella eres tú! La vanidad de la Reina vivía satisfecha con la
respuesta, hasta que un día, el espejo le respondió algo diferente:
- Es verdad que su majestad es muy hermosa; pero ¡Blanca Nieves es la más
hermosa del reino!
Enfurecida, la envidiosa Reina grito:
- ¿Blanca Nieves más hermosa que yo? ¡Imposible! ¡Eso no lo tolerare!
Entonces mando llamar a su más fiel cazador.
- ¡Llévate a Blanca Nieves a lo más profundo del bosque y mátala! Tráeme su
corazón como prueba de que cumpliste mis órdenes.
El cazador inclinó la cabeza en signo de obediencia y fue en busca de Blanca
Nieves.
¿Adónde vamos? preguntó la joven.
- A dar un paseo por el bosque su Alteza, - respondió el cazador -. El pobre
hombre acongojado, sabía que sería incapaz de ejecutar las órdenes de la
Reina. Al llegar al medio del bosque, el cazador explicó a Blanca Nieves lo que
sucedía y le dijo:
- ¡Corre vete lejos de aquí y escóndete en donde la Reina no pueda
encontrarte, y no regreses jamás a palacio!
Muy asustada Blanca Nieves se fue llorando, el cazador mató a un jabalí y le
sacó el corazón.
"La Reina creerá que es el corazón de Blanca Nieves" - pensó el cazador -."Así
la princesa y yo viviremos más tiempo".
Blanca Nieves se encontró sola en medio de la oscuridad del bosque. Estaba
aterrorizada. Creía ver ojos en todas partes y los ruidos que escuchaba le
causaban mucho miedo.
Corrió sin rumbo alguno. Vagó durante horas, hasta que finalmente vio en un
claro del bosque, una pequeña cabaña.
- ¿Hay alguien en casa? - preguntó mientras tocaba a la puerta -.
Como nadie respondía, Blanca Nieves la empujó y entró. En medio de la pieza
vio una mesa redonda puesta para siete comensales. Sintiéndose segura y al
abrigo, subió las escaleras que conducían a la planta alta donde descubrió, una
al lado de la otra, siete camas pequeñas.
- "Haré una pequeña siesta" - se dijo - ¡Estoy tan cansada! "
Entonces se acostó y se quedó profundamente dormida.
La cabaña pertenecía a los siete enanitos del bosque. Eran muy pequeños,
tenían barbas largas y llevaban sombreros de vivos colores. Esa noche
regresaron de una larga jornada de trabajo en la mina de diamantes.
- ¡Miren! ¡Hay alguien durmiendo en nuestras camas! - . Uno de ellos tocó
delicadamente el hombro de Blanca Nieves quien despertó sobresaltada.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? - preguntaron los enanitos sorprendidos -.
Blanca Nieves les contó su trágica historia y ellos la escucharon llenos de
compasión.- Quédate con nosotros -. Aquí estarás segura. - ¿Sabes preparar
tartas de manzana? - preguntó uno de ellos -.
- ¡Sí, sí! Puedo preparar cualquier cosa - respondió ella contenta -.
- La tarta de manzana es nuestro postre preferido - le dijeron.
Blanca Nieves se ocupaba de las faenas de la casa mientras ellos trabajaban
en la mina de diamantes, y en la noche ella les contaba divertidas historias. Sin
embargo, los enanitos se sentían inquietos por la seguridad de Blanca Nieves.
- No hables con extraños cuando estés sola. Y, sobretodo, ¡no le abras la
puerta a nadie! - le advertían al salir.
- No se preocupen. Tendré mucho cuidado - les prometía -.
Los meses pasaron y Blanca Nieves era cada vez más hermosa. Leía, bordaba
y cantaba hermosas canciones. Algunas veces soñaba que se casaba con un
apuesto príncipe.
Entretanto la malvada Reina convencida de que Blanca Nieves estaba muerta,
había cesado de interrogar a su espejo mágico. Pero una mañana decidió
consultarlo de nuevo.
- ¿Es verdad que yo soy la más hermosa del reino? - preguntó -.
- No, tu no eres la más hermosa, la más hermosa - respondió el espejo - es
Blanca Nieves, sigue siendo la más hermosa del reino.
- ¡Pero Blanca Nieves está muerta! - No - contestó el espejo -. Está viva y
habita con los siete enanitos del bosque.
La Reina encolerizada mandó buscar al cazador, pero éste se había marchado
del palacio. Entonces empezó a pensar como haría para deshacerse ella
misma de la joven de una vez por todas.
Blanca Nieves estaba preparando una tarta cuando una vieja aldeana se
acercó a la casita. Era la malvada Reina disfrazada de mendiga.
- Veo que estás preparando una tarta de manzanas - dijo la anciana
asomándose por la ventana de la cocina -.
- Sí - respondió nerviosamente Blanca Nieves -. Le ruego me disculpe pero no
puedo hablar con extraños.
¡Tienes razón! - respondió la Reina -. Yo simplemente quisiera regalarte una
manzana. Las vendo para vivir y quizás un día quieras comprar. Son deliciosas
ya verás.
La Reina cortó un trozo de manzana y se lo llevó a la boca.
- ¿Ves hijita? Una manzana no puede hacerte ningún mal. ¡Disfrútala! Y se
alejó lentamente.
Blanca Nieves no podía alejar sus ojos de la manzana. ¡No sólo parecía
inofensiva, sino que se veía jugosa e irresistible!
No puede estar envenenada, la anciana comió un trozo, se dijo. La pobre
Blanca Nieves se dejó engañar. ¡La malvada reina había envenenado la otra
mitad de la manzana! Poco después de haber mordido la manzana, Blanca
Nieves cayó desmayada y una muerte aparente hizo su efecto de inmediato.
Allí se la encontraron los siete enanos al regresar de la mina.
- ¡Esto, sin duda alguna, es obra de la Reina! - gritaron angustiados mientras
intentaban reavivar a Blanca Nieves -.
Pero todo era en vano, la muchacha inmóvil, no daban ninguna señal de vida.
Su aliento no empañaba el espejo que los enanitos le ponían cerca de la boca.
Los siete enanitos lloraban amargamente la muerte de Blanca Nieves y no
querían de ninguna manera separarse de ella. Tal era su belleza que al verla
daba la impresión de que estaba dormida. Posiblemente pensaron, era víctima
de un hechizo. Entonces decidieron ponerla dentro de una urna de cristal y
hacer turnos para cuidarla.
Un día un joven Príncipe que pasaba por el bosque oyó hablar de la hermosa
princesa que yacía en la urna de cristal.
¡Como quisiera verla! Pensaba mientras se dirigía a la casa de los siete
enanitos.
Al verla, el príncipe se enamoro inmediatamente de ella. - ¡Era la joven más
hermosa que jamás había visto! - ¡por favor déjenme cuidarla! - suplicó a los
siete enanitos -. Yo velaré su sueño y la protegeré por el resto de mi vida.
En un comienzo los enanitos se negaron, pero después aceptaron pensando
que Blanca Nieves estaría más segura en el castillo.
Cuando los lacayos del príncipe levantaron la urna de cristal para llevársela,
uno de ellos se tropezó y el cofre se sacudió. El trozo de manzana envenenada
cayó de la boca de Blanca Nieves. Sus mejillas, hasta entonces de un pálido
mortal, comenzaron a teñirse de rosa y sus ojos se abrieron lentamente. Los
enanitos no podían contener su alegría, mientras el príncipe se arrodillaba al
pie de Blanca Nieves.
- Deseo con todo mi corazón que seas mi esposa - susurró el príncipe
conmovido.
Blanca Nieves que se había enamorado del apuesto príncipe, le respondió:
- Sí, seré tu esposa.
La boda se celebró con una gran fiesta. La malvada fue perdonada e invitada.
¡Pero cuando vio la belleza y dulzura de Blanca Nieves, se lleno de tal rabia y
envidia, que cayó muerta al instante!
Blanca Nieves y el Príncipe vivieron felices en un hermoso castillo, y los siete
enanitos nunca tuvieron que regresar a trabajar a la mina de diamantes.
FIN
BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS
Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis
blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre y cabellos negros
como el azabache. Su nombre era Blanca nieves.
A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día hasta que
su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Llegó un día en que la malvada
madrastra no pudo tolerar más su presencia y ordenó a un cazador que la
llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se
apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque.
Blanca nieves corrió tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando
con rocas y troncos de árboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caía la
noche, encontró una casita y entró para descansar.
Todo en aquella casa era pequeño, pero más lindo y limpio de lo que se pueda
imaginar. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy
pequeñitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitación se alineaban
siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las
camitas, y se quedó profundamente dormida.
Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanitos,
que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el
corazón de las montañas.
-¡Caramba, qué bella niña! -exclamaron sorprendidos-. ¿Y cómo llegó hasta
aquí?
Se acercaron para admirarla cuidando de no despertarla. Por la mañana,
Blanca nieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la
rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les
contó su triste historia.
-Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes
quedarte aquí y te cuidaremos siempre.
Blanca nieves aceptó contenta. Vivía muy alegre con los enanitos,
preparándoles la comida y cuidando de la casita. Todas las mañanas se paraba
en la puerta y los despedía con la mano cuando los enanitos salían para su
trabajo. Pero ellos le advirtieron:
-Cuídate. Tu madrastra puede saber que vives aquí y tratará de hacerte daño.
La madrastra, que de veras era una bruja, y consultaba a su espejo mágico
para ver si existía alguien más bella que ella, descubrió que Blanca nieves vivía
en casa de los siete enanitos. Se puso furiosa y decidió matarla ella misma.
Disfrazada de vieja, la malvada reina preparó una manzana con veneno, cruzó
las siete montañas y llegó a casa de los enanitos.
Blanca nieves, que sentía una gran soledad durante el día, pensó que aquella
viejita no podía ser peligrosa. La invitó a entrar y aceptó agradecida la
manzana, al parecer deliciosa, que la bruja le ofreció. Pero, con el primer
mordisco que dio a la fruta, Blanca nieves cayó como muerta.
Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a
Blanca nieves en el suelo. No respiraba ni se movía. Los enanitos lloraron
amargamente porque la querían con delirio. Por tres días velaron su cuerpo,
que seguía conservando su belleza -cutis blanco como la nieve, mejillas y
labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache.
-No podemos poner su cuerpo bajo tierra -dijeron los enanitos. Hicieron un
ataúd de cristal, y colocándola allí, la llevaron a la cima de una montaña. Todos
los días los enanitos iban a velarla.
Un día el príncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella niña
en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Se
enamoró de Blanca nieves y logró que los enanitos le permitieran llevar el
cuerpo al palacio donde prometió adorarla siempre. Pero cuando movió la caja
de cristal tropezó y el pedazo de manzana que había comido Blanca nieves se
desprendió de su garganta. Ella despertó de su largo sueño y se sentó. Hubo
gran regocijo, y los enanitos bailaron alegres mientras Blanca nieves aceptaba
ir al palacio y casarse con el príncipe.
FIN

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  • 1. BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS Erase una vez una hermosa reina que deseaba ardientemente la llegada de una niña. Un día que se encontraba sentada junto a la ventana en su aro de ébano, se picó el dedo con la aguja, y pequeñas gotas de sangre cayeron sobre la nieve acumulada en el antepecho de la ventana. La reina contempló el contraste de la sangre roja sobre la nieve blanca y suspiró. - ¡Cómo quisiera tener una hija que tuviera la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro como el ébano! Poco tiempo después, su deseo se hizo realidad al nacerle una hermosa niña con piel blanca, labios rojos y cabello negro a quien dio el nombre de Blanca Nieves. Desafortunadamente, la reina murió cuando la niña era muy pequeña y el padre de Blanca Nieves contrajo matrimonio con una hermosa mujer y cruel que se preocupaba más de su apariencia física que de hacer buenas acciones. La nueva Reina poseía un espejo mágico que podía responderle a todas las preguntas que ella le hacía. Pero la única que le interesaba era: - Espejo mágico, ¿quién es la más hermosa del reino? Invariablemente el espejo le respondía: - ¡La más bella eres tú! La vanidad de la Reina vivía satisfecha con la respuesta, hasta que un día, el espejo le respondió algo diferente: - Es verdad que su majestad es muy hermosa; pero ¡Blanca Nieves es la más hermosa del reino! Enfurecida, la envidiosa Reina grito: - ¿Blanca Nieves más hermosa que yo? ¡Imposible! ¡Eso no lo tolerare! Entonces mando llamar a su más fiel cazador. - ¡Llévate a Blanca Nieves a lo más profundo del bosque y mátala! Tráeme su corazón como prueba de que cumpliste mis órdenes. El cazador inclinó la cabeza en signo de obediencia y fue en busca de Blanca Nieves. ¿Adónde vamos? preguntó la joven. - A dar un paseo por el bosque su Alteza, - respondió el cazador -. El pobre hombre acongojado, sabía que sería incapaz de ejecutar las órdenes de la Reina. Al llegar al medio del bosque, el cazador explicó a Blanca Nieves lo que sucedía y le dijo: - ¡Corre vete lejos de aquí y escóndete en donde la Reina no pueda encontrarte, y no regreses jamás a palacio! Muy asustada Blanca Nieves se fue llorando, el cazador mató a un jabalí y le sacó el corazón. "La Reina creerá que es el corazón de Blanca Nieves" - pensó el cazador -."Así la princesa y yo viviremos más tiempo". Blanca Nieves se encontró sola en medio de la oscuridad del bosque. Estaba aterrorizada. Creía ver ojos en todas partes y los ruidos que escuchaba le causaban mucho miedo. Corrió sin rumbo alguno. Vagó durante horas, hasta que finalmente vio en un claro del bosque, una pequeña cabaña. - ¿Hay alguien en casa? - preguntó mientras tocaba a la puerta -. Como nadie respondía, Blanca Nieves la empujó y entró. En medio de la pieza vio una mesa redonda puesta para siete comensales. Sintiéndose segura y al
  • 2. abrigo, subió las escaleras que conducían a la planta alta donde descubrió, una al lado de la otra, siete camas pequeñas. - "Haré una pequeña siesta" - se dijo - ¡Estoy tan cansada! " Entonces se acostó y se quedó profundamente dormida. La cabaña pertenecía a los siete enanitos del bosque. Eran muy pequeños, tenían barbas largas y llevaban sombreros de vivos colores. Esa noche regresaron de una larga jornada de trabajo en la mina de diamantes. - ¡Miren! ¡Hay alguien durmiendo en nuestras camas! - . Uno de ellos tocó delicadamente el hombro de Blanca Nieves quien despertó sobresaltada. - ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? - preguntaron los enanitos sorprendidos -. Blanca Nieves les contó su trágica historia y ellos la escucharon llenos de compasión.- Quédate con nosotros -. Aquí estarás segura. - ¿Sabes preparar tartas de manzana? - preguntó uno de ellos -. - ¡Sí, sí! Puedo preparar cualquier cosa - respondió ella contenta -. - La tarta de manzana es nuestro postre preferido - le dijeron. Blanca Nieves se ocupaba de las faenas de la casa mientras ellos trabajaban en la mina de diamantes, y en la noche ella les contaba divertidas historias. Sin embargo, los enanitos se sentían inquietos por la seguridad de Blanca Nieves. - No hables con extraños cuando estés sola. Y, sobretodo, ¡no le abras la puerta a nadie! - le advertían al salir. - No se preocupen. Tendré mucho cuidado - les prometía -. Los meses pasaron y Blanca Nieves era cada vez más hermosa. Leía, bordaba y cantaba hermosas canciones. Algunas veces soñaba que se casaba con un apuesto príncipe. Entretanto la malvada Reina convencida de que Blanca Nieves estaba muerta, había cesado de interrogar a su espejo mágico. Pero una mañana decidió consultarlo de nuevo. - ¿Es verdad que yo soy la más hermosa del reino? - preguntó -. - No, tu no eres la más hermosa, la más hermosa - respondió el espejo - es Blanca Nieves, sigue siendo la más hermosa del reino. - ¡Pero Blanca Nieves está muerta! - No - contestó el espejo -. Está viva y habita con los siete enanitos del bosque. La Reina encolerizada mandó buscar al cazador, pero éste se había marchado del palacio. Entonces empezó a pensar como haría para deshacerse ella misma de la joven de una vez por todas. Blanca Nieves estaba preparando una tarta cuando una vieja aldeana se acercó a la casita. Era la malvada Reina disfrazada de mendiga. - Veo que estás preparando una tarta de manzanas - dijo la anciana asomándose por la ventana de la cocina -. - Sí - respondió nerviosamente Blanca Nieves -. Le ruego me disculpe pero no puedo hablar con extraños. ¡Tienes razón! - respondió la Reina -. Yo simplemente quisiera regalarte una manzana. Las vendo para vivir y quizás un día quieras comprar. Son deliciosas ya verás. La Reina cortó un trozo de manzana y se lo llevó a la boca. - ¿Ves hijita? Una manzana no puede hacerte ningún mal. ¡Disfrútala! Y se alejó lentamente. Blanca Nieves no podía alejar sus ojos de la manzana. ¡No sólo parecía inofensiva, sino que se veía jugosa e irresistible!
  • 3. No puede estar envenenada, la anciana comió un trozo, se dijo. La pobre Blanca Nieves se dejó engañar. ¡La malvada reina había envenenado la otra mitad de la manzana! Poco después de haber mordido la manzana, Blanca Nieves cayó desmayada y una muerte aparente hizo su efecto de inmediato. Allí se la encontraron los siete enanos al regresar de la mina. - ¡Esto, sin duda alguna, es obra de la Reina! - gritaron angustiados mientras intentaban reavivar a Blanca Nieves -. Pero todo era en vano, la muchacha inmóvil, no daban ninguna señal de vida. Su aliento no empañaba el espejo que los enanitos le ponían cerca de la boca. Los siete enanitos lloraban amargamente la muerte de Blanca Nieves y no querían de ninguna manera separarse de ella. Tal era su belleza que al verla daba la impresión de que estaba dormida. Posiblemente pensaron, era víctima de un hechizo. Entonces decidieron ponerla dentro de una urna de cristal y hacer turnos para cuidarla. Un día un joven Príncipe que pasaba por el bosque oyó hablar de la hermosa princesa que yacía en la urna de cristal. ¡Como quisiera verla! Pensaba mientras se dirigía a la casa de los siete enanitos. Al verla, el príncipe se enamoro inmediatamente de ella. - ¡Era la joven más hermosa que jamás había visto! - ¡por favor déjenme cuidarla! - suplicó a los siete enanitos -. Yo velaré su sueño y la protegeré por el resto de mi vida. En un comienzo los enanitos se negaron, pero después aceptaron pensando que Blanca Nieves estaría más segura en el castillo. Cuando los lacayos del príncipe levantaron la urna de cristal para llevársela, uno de ellos se tropezó y el cofre se sacudió. El trozo de manzana envenenada cayó de la boca de Blanca Nieves. Sus mejillas, hasta entonces de un pálido mortal, comenzaron a teñirse de rosa y sus ojos se abrieron lentamente. Los enanitos no podían contener su alegría, mientras el príncipe se arrodillaba al pie de Blanca Nieves. - Deseo con todo mi corazón que seas mi esposa - susurró el príncipe conmovido. Blanca Nieves que se había enamorado del apuesto príncipe, le respondió: - Sí, seré tu esposa. La boda se celebró con una gran fiesta. La malvada fue perdonada e invitada. ¡Pero cuando vio la belleza y dulzura de Blanca Nieves, se lleno de tal rabia y envidia, que cayó muerta al instante! Blanca Nieves y el Príncipe vivieron felices en un hermoso castillo, y los siete enanitos nunca tuvieron que regresar a trabajar a la mina de diamantes. FIN
  • 4. BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS Había una vez una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blanca nieves. A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día hasta que su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Llegó un día en que la malvada madrastra no pudo tolerar más su presencia y ordenó a un cazador que la llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque. Blanca nieves corrió tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con rocas y troncos de árboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caía la noche, encontró una casita y entró para descansar. Todo en aquella casa era pequeño, pero más lindo y limpio de lo que se pueda imaginar. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitación se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida. Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanitos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazón de las montañas. -¡Caramba, qué bella niña! -exclamaron sorprendidos-. ¿Y cómo llegó hasta aquí? Se acercaron para admirarla cuidando de no despertarla. Por la mañana, Blanca nieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les contó su triste historia. -Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre. Blanca nieves aceptó contenta. Vivía muy alegre con los enanitos, preparándoles la comida y cuidando de la casita. Todas las mañanas se paraba en la puerta y los despedía con la mano cuando los enanitos salían para su trabajo. Pero ellos le advirtieron: -Cuídate. Tu madrastra puede saber que vives aquí y tratará de hacerte daño. La madrastra, que de veras era una bruja, y consultaba a su espejo mágico para ver si existía alguien más bella que ella, descubrió que Blanca nieves vivía en casa de los siete enanitos. Se puso furiosa y decidió matarla ella misma. Disfrazada de vieja, la malvada reina preparó una manzana con veneno, cruzó las siete montañas y llegó a casa de los enanitos.
  • 5. Blanca nieves, que sentía una gran soledad durante el día, pensó que aquella viejita no podía ser peligrosa. La invitó a entrar y aceptó agradecida la manzana, al parecer deliciosa, que la bruja le ofreció. Pero, con el primer mordisco que dio a la fruta, Blanca nieves cayó como muerta. Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a Blanca nieves en el suelo. No respiraba ni se movía. Los enanitos lloraron amargamente porque la querían con delirio. Por tres días velaron su cuerpo, que seguía conservando su belleza -cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. -No podemos poner su cuerpo bajo tierra -dijeron los enanitos. Hicieron un ataúd de cristal, y colocándola allí, la llevaron a la cima de una montaña. Todos los días los enanitos iban a velarla. Un día el príncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella niña en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Se enamoró de Blanca nieves y logró que los enanitos le permitieran llevar el cuerpo al palacio donde prometió adorarla siempre. Pero cuando movió la caja de cristal tropezó y el pedazo de manzana que había comido Blanca nieves se desprendió de su garganta. Ella despertó de su largo sueño y se sentó. Hubo gran regocijo, y los enanitos bailaron alegres mientras Blanca nieves aceptaba ir al palacio y casarse con el príncipe. FIN