En las primeras décadas del siglo XIX, los banqueros y políticos whigs apoyaron el Segundo Banco de los Estados Unidos y recibieron pagos a cambio. Esto llevó a una oposición popular y el presidente Andrew Jackson eliminó el banco central, argumentando que concentraba demasiado poder económico y político de forma privada. Sin embargo, los ciclos de auge y caída empeoraron en las décadas siguientes, hasta que en 1913 los banqueros crearon en secreto la Reserva Federal para socializar las pérdidas b
1. m ise shispano .o rg
http://www.miseshispano .o rg/2014/01/hace-100-ano s-po r-que-crearo n-la-fed-lo s-banquero s/
Hace 100 años: Por qué crearon la Fed los banqueros
El Partido Demócrata se ganó el protagonismo en la
primera mitad del siglo XIX al ser el partido que se opuso
al Segundo Banco de los Estados Unidos. En el proceso,
accedió a un sentimiento anti-estado que resultó tan
f uerte que no veríamos otro igual hasta el siglo siguiente.
Sus adversarios eran políticos whigs que def endían el
banco y su capacidad para hacer crecer el gobierno y sus
propias f ortunas personales al mismo tiempo. En realidad,
eran bastante transparentes en estas disposiciones. Se
consideraba el procedimiento habitual de operación de los
representantes whigs recibir compensaciones monetarias
por su apoyo al Banco cuando abandonaban el Congreso.
El whig Daniel Webster incluso esperaba pagos anuales
mientras estaba en el Congreso. Una vez se quejó al presidente del Banco de los Estados Unidos,
Nicholas Biddle: “Creo que mi anticipo no ha sido renovado o ref rescado como es habitual. Si se desea que
mi relación con el Banco deba continuar, estaría bien que me enviaran mi anticipo habitual”.
No sorprende que esta gente f uera a menudo apalizada con bastones en la Cámara.
Sorprende poco que los primeros demócratas consiguieran tal apoyo popular y reclamaran a Andrew
Jackson que acabar con el experimento de la banca central en Estados Unidos. Jackson lo llamó “peligroso
para la libertad del pueblo estadounidense porque representaba una centralización f antástica del poder
económico y político bajo control privado”.
Es dif ícil creer que el tipo que dijo esto esté ahora en los billetes de 20$.
Jackson también advirtió que el Banco de los Estados Unidos era “una enorme maquinaria electoral” que
podía “controlar el Gobierno y cambiar su carácter”. Estos sentimientos f ueron repetidos por Roger Taney,
el Secretario del Tesoro de Jackson, que hablaba de la “inf luencia corruptora” de los bancos y la capacidad
de “inf luir en elecciones”. (Los whigs se vengarían posteriormente de este f uturo juez principal cuando
Abraham Lincoln, en respuesta a un dictamen escrito con el que estaba en desacuerdo, emitió orden de
arrestarle).
Pero el cortejo entre las clases políticas y sus compinches continuaría en las décadas que siguieron al
asesinato de Lincoln. Los grupos políticamente bien relacionados que se benef iciaron de la primera banca
centralizada continuaron benef iciándose con las f inanzas públicas, especialmente con la “mejoras
internas” que era el término del siglo XIX para los f avores políticos. La banca nacional aparecería durante la
Guerra de Secesión, poniendo en marcha un sistema bancario en el que los bancos individuales estarían
aprobados por el gobierno f ederal. El propio gobierno usaría regulaciones respaldadas por una nueva
policía armada del Tesoro de EEUU para estimular la inf lación de los bancos y protegerlos de las sanciones
del mercado que les habría producido en caso contrario, como la pérdida de metales preciosos y la
ocurrencia de corridas bancarias.
2. El ciclo de auge y declive, explicado por la Escuela Austriaca con todo detalle, empeoró en el periodo que
llevó a 1913. Y con el auge de la Era Progresista con su gasto en guerra y bienestar y la presión de los
bancos para devaluar para f inanciar esta actividad, los ciclos de auge y declive empeoraron aún más. Si
hubo algo que salvar en este periodo f ue que se obligó a los bancos a internalizar sus pérdidas. Cuando
los bancos af rontaban corridas en sus divisas, los f inancieros privados tenían que rescatarlos. Pero esta
situación no duró, así que cuando aumentaron las pérdidas, esos f inancieros se organizaron en secreto
para reinstaurar la banca centralizada en Estados Unidos, ideando así una urgente necesidad de un nuevo
prestamista de último recurso”. El resultado f ue la Reserva Federal.
Esta f ue la socialización implícita del sector bancario en Estados Unidos. La gente llamó a la Ley de la
reserva Federal la Propuesta de Divisa, porque iba a crear una burocracia que asumiría las tareas de
creación de divisa de los bancos miembros.
Fue como la Patriot Act, en el sentido de que ambas f ueron leyes centralizadoras que f ueron escritas años
antes por gente que estaba esperando el entorno político apropiado para presentarlas. Fue como nuestras
actuales propuestas de atención sanitaria, en las que empresas cartelizadas en el sector privado escriben
parte de la legislación a puerta cerrada mucho antes de que se presenten en el Congreso.
Era innecesario. Si los bancos simplemente se atuvieran a patrones similares a los de otros sectores más
ef icientes (el estado de derecho como mínimo) entonces habría muchos menos bancos f raudulentos.
Habría instituciones de mercado que penalizarían a aquellos bancos con divisas sobre-emitidas,
produciendo corridas bancarias y crisis f inancieras. Como escribiría Mises posteriormente:
Lo que hace falta para impedir una mayor expansión del crédito es poner al negocio bancario
bajo las normas generales de derecho comercial y civil que obligan a toda persona y empresa a
cumplir con todas las obligaciones cumpliendo totalmente los términos del contrato.
La propuesta se aprobó con bastante f acilidad, en parte porque los demócratas tenían una mayoría en
ambas cámaras mayor que la que tienen hoy. Hubo dif erencias importantes que se resolvieron en
conf erencia, resultando un compromiso de que solo el 40% de la reserva de oro respaldaría a la nueva
divisa. Así que en lugar de una relación 1 a 1 entre oro y divisa emitida (una relación que def inía una banca
sólida de mercado desde los tiempos del Renacimiento en Italia), los billetes de la nueva reserva Federal se
devaluarían, por ley, en una relación 1 a 2,5.
La propuesta que f ue redactada inicialmente en Jekyll Island f ue sancionada por Woodrow Wilson en el
Despacho Oval poco después de que la aprobara el Senado. En un momento de la ceremonia de f irma, al
tomar la pluma de oro para acabar de sancionar la propuesta, declaró en broma: “Estoy echando mano de
la reserva de oro”.
Nunca se han dicho palabras más ciertas.
Los bancos centrales siempre acaban alimentando esas f uerzas que centralizan y expanden el estadonación. Las políticas de la Fed en la década de 1920, tan bien documentada por Rothbard, provocaría la
Gran Depresión, que, al f inal, trasladaría el poder de los gobiernos de las ciudades y estados al pantano
de Washington. Hoy la gente se toma en serio la af irmación de que puede haber una solución f ederal viable
a todo problema gracias al dinero impreso por la Fed, mientras que cada década ha visto una proporción
cada vez mayor de la población convirtiéndose en dependiente de su inf lación.
Y aun así las creencias de Andrew Jackson acerca de lo pernicioso del Segundo Banco de los Estados
Unidos son igual de aplicables hoy a la Reserva Federal.
Nos gustaría esperar ver la nariz aguileña y el pelo despeinado de Jackson en una moneda respaldada en
oro y emitida privadamente en un f uturo no demasiado lejano.
3. Publicado el 23 de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se
encuentra aquí.
“Los miles de jóvenes que hoy en día descubren por primera vez las ideas de la libertad deben permanecer
f uera de la máquina del Estado y de todo su encanto y f ascinación letal. En lugar de tratar de inf iltrarse en
el Estado, deben perseguir sus ideales a través del comercio, la educación, el espíritu empresarial, las
artes, la dif usión de ideas, el debate, etc. Liderar y ejercer inf luencia a través del respeto alcanzado por
sus logros. Estas son áreas que of recen promesas reales y altos rendimientos.” — Lew Rockwell.